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La misión del Arte R.

Steiner

Parece de sentido común afirmar que entre belleza y conocimiento o entre arte y ciencia hay una
distinción bien marcada; empero, desde la perspectiva de los artistas, se podría argüir que “con el
verdadero arte se quería expresar algo que fluye de las fuentes mismas de la existencia humana,
de sus más hondos fundamentos, al igual que el saber y el conocimiento.”

Goethe, que habiendo intuido en Spinoza conceptos que apuntarían a la Verdad, solo en la
contemplación de obras de arte clásicas en Italia logra Sentir y satisfacer tal anhelo: “es indudable
que los artistas antiguos poseían un gran conocimiento de la naturaleza y un concepto certero de
lo que se puede y debe representar. […] Toda arbitrariedad, toda ilusión, se desvanece; allí
encontramos la necesidad, allí encontramos a Dios”. “En el arte se revela lo supremo cuando brota
del mismo fundamento del que brota también todo saber y todo conocimiento”.

Para Goethe “la belleza es una manifestación de leyes secretas de la Naturaleza que quedarían
eternamente ocultas para nosotros si ella no se nos manifestara.” El arte, así, sería una
manifestación de leyes naturales. La obra de arte genuina obra “sobre nuestra alma con la fuerza
de convicción y penetran nuestros sentimientos con una sensación de verdad, contra la que no
pueden rivalizar las facultades cognoscitivas meramente lógicas y racionales”.

-Carácter impersonal del poema homérico (“Canta, oh Musa…”). El que no sintamos aquella
potencia objetiva y real para Homero se debe a que el hombre moderno no tiene la experiencia de
la cual ha manado un poema tan impersonal como el de Homero.

Las “fuerzas del alma humana” han variado a través de los milenios. Antes, el mundo espiritual era
algo real y substancial (ahora solo parece ser material); los hombres tenían “una clarividencia
antigua de ensueño como fuerza natural del alma humana”. En el pasado lejano no había un
sentimiento del “yo”. “Por carecer de este centro interior, el ser humano se hallaba abierto hacia
el exterior con sus sentidos espirituales y percibía el mundo espiritual como una suerte de sueño
real que reproducía realidades espirituales”. “En los tiempos primigenios el ser humano se sentía
como un receptáculo, a través del cual se expresaban las potencias espirituales.”

Lo impersonal en la poesía homérica es un enlace vivo todavía con una tradición pasada pero que
se siente a través del relato. La fantasía poética funciona como sustituto para la clarividencia
otrora existente.

Es Esquilo quien pone al hombre, al yo, en el centro de la acción. “Cuando el hombre pasa de una
vida que tiene lugar en el mundo exterior, hacia su propia interioridad, las figuras de los poemas
homéricos se transforman en las personalidades dramáticas de Esquilo: junto a la epopeya surge el
drama.”

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