Sie sind auf Seite 1von 6

MIERCOLES SANTO: SER DISCIPULO CONFIADO EN DIOS PARA PREPARAR EL PASO DE DIOS.

PREPARACIÓN EN EL LUGAR DE LA CASA

*Una mesa con mantel Morado.

*Los cantos que se sugieren si no se los saben,


descargarlos de Internet y tener un reproductor, o
recitar el texto.

*Una imagen del Nazareno o un crucifijo y un lugar


especial para colocar la Palabra de Dios (Biblia)

*El Papá (o jefe de la familia) se dispone para presidir


como animador o coordinador de la celebración.

*De entre los miembros de la familia, elegir lectores (2)

*Boletas con peticiones.

RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA; Jesús Nazareno. Los Voceros de Cristo
Jesús nazareno clavado en la cruz,
un velo de sangre su rostro cubrió
Un rostro sencillo cual divino Padre,
corona de espinas el pueblo le dio.

CORO

Eli, Eli, Eli, lama sabactani,


clamaba el excelso divino Jesús.
El buen redentor de nuevo exclamo,
con fuerzas potentes su Espíritu dio.

Con manto de grana, talle en sus manos


soldados que azotan a Cristo Jesús
rey de los judíos gritaba la turba,
doblan las rodillas burlándose de él.

Y crucificado el divino Maestro,


vinagre con hiel dieron le a beber
soldados reparten su santo vestuario,
y sobre su capa la suerte se echó.

Mientras se entona el canto de entrada, todos hacen la debida reverencia al crucifijo y después se dirigen al lugar
designado para la celebración.
Terminado el canto.
Animador o coordinador de la celebración: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden: Amén.
Hermanos, bendigamos al Señor, que bondadosamente nos invita a la mesa del Cuerpo de Cristo. Decimos todos:
Bendito sea Dios por siempre.
TODOS: Bendito sea Dios por siempre.

ACTO PENITENCIAL
Animador o coordinador de la celebración: invita a los participantes al arrepentimiento:
Hermanos: Para participar con fruto en esta Celebración reconozcamos nuestros pecados.
Se guarda una breve pausa en silencio.
Después, todos hacen en común la confesión de sus pecados. Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante ustedes,
hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran
culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los Santos y a ustedes hermanos, que intercedan
por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Animador o coordinador de la celebración dice la siguiente plegaria: Dios todopoderoso tenga misericordia de
nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén

SEÑOR TEN PIEDAD


A continuación el coro entona el Señor ten piedad, junto con todo el pueblo.
Animador o coordinador de la celebración dice Señor, ten piedad.
TODOS: Señor; ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice Cristo, ten piedad.
TODOS: Cristo, ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice Señor, ten piedad.
TODOS: Señor, ten piedad.

Animador o coordinador de la celebración dice sin extender las manos


ORACIÓN COLECTA.
Padre misericordioso, que para liberarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el
suplicio de la Cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
TODOS: Amén

LITURGIA DE LA PALABRA
Después de tomar todos asientos, dos de las personas participantes, escogidos previamente, se ubican lo más
próximos a la Biblia donde estén seleccionadas las lecturas:

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías (50, 4-9)
En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con
palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor
me ha dado oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que
me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No sustraje mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el
Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré
avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿Quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario?
¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?” Palabra de Dios.
TODOS: Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL Del salmo 26
R: Por tu bondad, Señor, socórreme.
- Por ti he sufrido injurias Y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de
mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R.
- La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; consoladores y no los
encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R.
- En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren,
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se
encuentra encadenado. R.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
LECTOR DEL SALMO INVITA A ACLAMAR: “Honor y Gloria a ti, Señor Jesús”.
TODOS “Honor y Gloria a ti, Señor Jesús”.
LECTOR DEL SALMO: Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, Rey Nuestro, sólo Tú has tenido compasión de
nuestras faltas.
TODOS “Honor y Gloria a ti, Señor Jesús”.

EVANGELIO
Animador o coordinador de la celebración dice:
Escuchen hermanos, el Santo Evangelio según San Mateo (26, 14-25)
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los Sumos Sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me
dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron de darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba
buscando la oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes ázimos, los discípulos se
acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” El respondió: “Vayan a
la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis
discípulos en tu casa’. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a
entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” el
respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir,
como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese
hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le
respondió: “Tú lo has dicho”. Palabra del Señor.
TODOS. Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXIÓN
Terminadas las lecturas el Animador o coordinador de la celebración entabla un diálogo con reflexión y respuesta
a esa Palabra proclamada y meditada para provecho de todos. Puede iniciarla preguntando: ¿Qué nos llamó la
atención de lo que hemos escuchado de la Palabra de Dios?
Después de compartir, leer la siguiente reflexión:
Hoy de manera especial se venera en nuestra Patria a Jesús Nazareno. Y el profeta Isaías describe en los himnos al
Siervo de Yahvé la realidad de este siervo.
En el que hoy la liturgia nos presenta, lo coloca como un discípulo en manos del Señor, que lo instruye y fortalece
para los momentos de prueba: “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra
de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no
resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me
tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes…” (Is 50, 4-9ª)
Y en medio del sufrimiento también aprendió a confiar en Dios y hacer su voluntad. Esta se ha dado en alianza, en
pacto.
Por la revelación veterotestamentaria, sabemos que Dios fue guiando la historia sin retractar su pacto de amor
universal. Después del diluvio, el pacto (la Alianza) fue renovado con Noé, como símbolo del vástago de quien procede
toda la humanidad actual (cf. Gen 8-9).
Este mismo pacto fue renovado con Abrahán para bien y bendición de “todos los pueblos de la tierra” (cf. Gen 17;
22,18). El pueblo de Israel será el garante de este pacto, como “señal ante los pueblos” (Is 11,12; cf. SC 2),
preparando la venida del Mesías Salvador.
Este pueblo sigue siendo un signo del pacto amoroso de Dios con toda la humanidad.
La revelación peculiar de Dios en el Antiguo Testamento deja entrever su acción misericordiosa en toda la
humanidad.
Todos los seres humanos son sus hijos, los que pasaron el mar Rojo y los que quedaron atrás. El pacto de amor no
excluye a nadie, aunque confía a un “pueblo elegido” la transmisión de esta decisión salvífica.
La actitud, que Dios sembró ya desde el inicio de la creación en el corazón del hombre, ha quedado impresa de modo
imborrable (aunque a veces obnubilada) en lo más hondo de su ser.
Esta realidad del pacto de Dios, nos marca una realidad: “ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex 6,7:
Palabras que Jeremías va a repetir, invitando a que esta realidad ilumine el caminar de la vida: “Escuchad mi voz y yo
seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien” (Jr.
7,23; 30,22, 32,38).
Es una relación que penetra toda la vida del hombre y llama a la conciencia humana, en toda raza y nación, a la
relación interpersonal con Dios y con todos los hermanos.
Esta relación tan estrecha, se convierte en un pasar continuo de Dios por la existencia del hombre, aunque el mismo
hombre no responda a pasar su existencia por la novedad de Dios, escuchándolo, viviendo sus mandatos.
La novedad y peculiaridad de los mandamientos está en la revelación personal de un Dios que busca al hombre:
“Escucha, Israel: Yahvé es nuestro Dios, sólo Yahvé. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma
y con todas tus fuerzas” (Deut 6,4-9; cf. Deut 11,13-21; Núm. 15,37-41).
Nosotros debemos exclamar desde el fondo de nuestro ser, con el salmista: “Señor, que me escuche tu gran bondad
el día de tu favor” (Sal 68, 14c y b)
En el vivir la misión, la Iglesia, cada uno de los cristianos católicos, se hace discípula del Señor, aunque tenga
ultrajes e insultos, al igual que el Siervo y que su Maestro, Señor y Fundador. Escuchar por medio de la Palabra de
Dios, que se hace su Mandato, su enseñanza, su escuela, la voluntad de Dios, y lleva a que el hombre, de cada época,
descubra el pasar de Dios por la historia propia y actual de la humanidad.
Para ello, aprende en los gestos y el mensaje evangélico de Cristo el profundo sentido relacional, que debe tener con
Dios, al igual que Cristo lo tuvo con el Padre.
Pues, Cristo desde el momento de su concepción en el seno de María, hasta su muerte y resurrección, manifiesta una
actitud filial peculiar. Todo lo refiere al Padre: de su doctrina dice que no es suya, sino del Padre (cf. Jn 7,16); su
vida de donación es según el mandato recibido del Padre (cf. Jn 10,18); la dinámica de todo su existir consiste en
venir del Padre y volver a él (cf. Jn 16,28); su entrega final es también en manos del Padre: “Padre, en tus manos
pongo mi espíritu” (Lc 23,46).
Todo cuanto dice y hace es para afirmar el amor del Padre para cada ser humano: “Vuestro Padre celestial hace salir
su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45). Es como la síntesis de toda su predicación:
“El Padre mismo os quiere” (Jn 16,27). Habla de su Padre y nuestro Padre (“subo a mi Padre y vuestro Padre”: Jn
20,17), salvando la distinción de filiación, pero subrayando la identidad del mismo Padre, que cuida de los pájaros y
de las flores (cf. Mt 6,26-29) y que nos ama con más ternura que nuestros padres terrenos (cf. Mt 7,11).
La novedad de esta actitud filial de Jesús ofrece dos características principales. La primera consiste en que él se
identifica con el Padre Dios (“quien me ve a mí, ve al Padre”: Jn 14,9), y le llama con la ternura de un niño pequeño
(“Abba”, papá: Mc 14,36; cf. Lc 10,21). Así se presenta como “Hijo de Dios” hecho hombre (cf. Jn 1,34; 10,36; 11,4).
La segunda característica consiste en que él nos invita y hace posible que podamos participar en esa misma filiación
divina, siempre por gracia o don de Dios (cf. Jn 6,57; Mt 5,45). Entonces Dios, ya presente en el corazón humano, se
da a sí mismo, haciéndonos partícipes de su misma realidad divina (cf. Jn 16,23; 1 Jn 4,9; 2 Pe 1,4).
Esta participación en la realidad divina se hace palpable con el paso de Dios por la vida de cada hombre. Y se hace en
la confianza y cercanía, como en una cena.
Los discípulos le preguntan a Jesús “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” (Mateo 26, 14-25). A lo
que Él responde: “Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo
celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."
Durante los días de Cuaresma nos hemos preparado para celebrar la Pascua. En estos días santos, de una manera
especial lo hemos hecho. Y mañana se inicia el llamado Triduo Pascual, que históricamente no hay ningún escrito neo-
testamentario que indique que los cristianos festejaban una Pascua anual como lo hacían los judíos, o que ésta se
celebrara con sentido cristiano (I Cor 5,7s). Sabemos de las discusiones del siglo II sobre la fijación de una fecha
para la Pascua anual: Asia Menor y Siria la celebraban el 14 de Nisan (Es decir, la primer luna llena de primavera,
independientemente del día de la semana en que sucediera, por eso recibían el nombre de "catorcenales") mientras
que el resto de los cristianos, la celebraban el domingo posterior a el 14 de Nisan.
Fue precisamente el Concilio de Nicea (325) quien pone fin a esta discusión, fijando el día de la Pascua, el domingo
siguiente a la primera luna llena de primavera, o sea, el domingo siguiente al 14 de Nisan.
La Palabra " Pascua " viene del griego Pascha y ésta a la vez del arameo: Pesak (Paso).
La Pascua de Cristo es su paso de este mundo al Padre; pero en sentido más amplio, es también el paso de toda la
humanidad caída en el pecado a la Redención cumplida en y por Cristo
En el tiempo se ha realizado la preparación, la Iglesia, con su actividad misionera, también responde a los discípulos
del Maestro, siguiendo las mismas instrucciones: Es el corazón del hombre donde Dios quiere que se le prepare la
Pascua. Y esta es la tarea misionera. Preparar al hombre para el paso y encuentro con Dios, en una actitud filial.
Precisamente por esta actitud filial peculiar de Jesús, su encuentro con todo ser humano se realiza en sentido
familiar, su cercanía íntima a cada ser humano con quien se encontraba, era la de quien se sentía cercano y familiar
desde siempre, y como si todos estuviéramos proyectados en él, es decir, como “hijos en el Hijo»” (Ef. 1,5). Nunca
excluye a nadie. Llama a todos, invitando a abrirse a los nuevos planes de Dios-amor sobre los hombres. A dejar que
Dios pase por su vida, por su existencia humana, y entrando en los planes de Dios alcance su plenitud.
Esta misma tarea tiene la Iglesia, cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo, como misión propia para lo cual no se
cansa de hacer la llamada a la conversión, que es una invitación a acoger estos nuevos planes sorprendentes de Dios
sobre la historia definitiva (cf. Me 1,15).
La única condición que pone es la de tener sed, reconociendo la propia limitación: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y
beba” (Jn 7,37).
Esta es la paga que responderíamos a Judas Iscariote, cuando le propuso entregar al Maestro a los sumos
sacerdotes: “¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?” (Mateo 26, 14-25).
Dios pasa y quiere seguir pasando por la vida del hombre, lo que necesita es que el hombre tenga sed de Él, esta es
la moneda que requiere, que estemos dispuestos a Dar.
Paguemos con la sed, para que el paso de Dios nos apague la sed. Escuchemos, como Iglesia, a Dios, y en la actividad
evangelizadora, preparemos al hombre, despertemos el espíritu sediento, para que se abran al paso de Dios, que
calma dicha sed.
Mira a tu familia. En los hogares hace falta Dios diariamente, de la misma manera que el desayuno. Hazte discípulo
del Señor en el hogar, escucha su Palabra en familia, celebra a Dios con la familia, comunícale a Dios a la familia.

LA PALABRA SE HACE ORACIÓN


Animador o coordinador de la celebración:
Oremos, hermanos, y supliquemos la misericordia de Dios Todopoderoso para que nos conceda cuanto pedimos con
fe. Después de cada invocación responden: R: Te rogamos, Señor.
- Para que el Redentor del mundo, que se entregó a la muerte por su voluntad, libre a la Iglesia de todo mal.
Roguemos al Señor.
- Para que el Redentor del mundo, que oró por nosotros en la Cruz, interceda ante el Padre por todos los
hombres. Roguemos al Señor. R.
- Para que el Redentor del mundo, que tuvo tanta angustia y tristeza, socorra a los que sufren, les de
paciencia en la tribulación y alivie sus dolores. Roguemos al Señor. R.
- Para que a nosotros, sus discípulos, que recordamos con veneración su Cruz, nos reanime con la fuerza de su
Resurrección. Roguemos al Señor. R.
Se pueden agregar intenciones libres por parte de los fieles.
Animador o coordinador de la celebración invita a ponerse de pie y dice: Fieles a la recomendación del Salvador y
siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: Padre Nuestro...

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Hagamos nuestra oración de comunión:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el santísimo sacramento de altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no puedo recibirte sacramentalmente, te pido vengas a mí
espiritualmente a mi corazón. Y, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a vos. No
permitas, Señor, que jamás me separe e ti. Amén

Luego de un momento de silencio, durante los cuales vamos a pensar en aquel miembro de la familia con el que
dialogué y preguntarle: ¿Qué necesita para vivir su sentido de la vida y alcanzar sus anhelos? ¿En qué le puedes
ayudar?
Ponerse la tarea de organizar la casa de manera que dé la sensación de estar preparada para una fiesta, para una
celebración especial.
Ponerse de acuerdo con lo que poseen de provisiones hacer una comida especial para todos los que conviven en esos
momentos en la casa.
Preparar un obsequio para una persona de la familia, presente en la celebración.

Ahora, como hijos confiados dirijámonos a María santísima, Madre de Dios, salud de los enfermos diciendo: Bajo tu
amparo…
Después de un momento conveniente de oración en silencio, concluye diciendo, con las manos juntas:
Oremos: Concédenos, Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte de tu Hijo, padecida en el
Calvario y anunciada en cada Eucaristía, tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, Nuestro Señor..
TODOS: Amén.
CONCLUSIÓN
Finalmente, signándose de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho, dice:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén.
CANTAR Ave María o canto a la virgen.

Das könnte Ihnen auch gefallen