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Exhortación Apostólica
Amoris’ Laetitia’ del Papa
Francisco
El escrito firmado por el Papa contiene nueve puntos que
tratan la realidad de la familia y supone la conclusión a los
Sínodos de la Familia de 2014 y 2015. Por su interés les
ofrecemos un resumen de Amoris Laetitia.
Por
Actuall
-
08/04/2016
El Evangelio invita más bien a mirar la viga en el propio ojo (cf. Mt 7,5), y
los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra
de Dios a no alimentar la ira: «No te dejes vencer por el mal» (Rm
12,21). «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9). Una cosa es sentir
la fuerza de la agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se
convierta en una actitud permanente: «Si os indignáis, no llegareis a
pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo» (Ef 4,26).
Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia.
Y, «¿cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Sólo un
pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una
caricia, sin palabras. Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las
paces».
El amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal «no se agota dentro
de la pareja […] Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá
de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo
permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del
padre y de la madre».
San Juan Pablo II nos invitó a prestar atención al lugar del anciano en la
familia, porque hay culturas que, «como consecuencia de un
desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado y siguen
llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación». Los
ancianos ayudan a percibir «la continuidad de las generaciones», con «el
carisma de servir de puente». Muchas veces son los abuelos quienes
aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, y «muchas
personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la
iniciación a la vida cristiana».
La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que
también son parte de su dramática belleza. Hay que ayudar a descubrir
que una crisis superada no lleva a una relación con menor intensidad
sino a mejorar, asentar y madurar el vino de la unión. No se convive para
ser cada vez menos felices, sino para aprender a ser felices de un modo
nuevo, a partir de las posibilidades que abre una nueva etapa. Cada
crisis implica un aprendizaje que permite incrementar la intensidad de la
vida compartida, o al menos encontrar un nuevo sentido a la experiencia
matrimonial. De ningún modo hay que resignarse a una curva
descendente, a un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad. Al
contrario, cuando el matrimonio se asume como una tarea, que implica
también superar obstáculos, cada crisis se percibe como la ocasión para
llegar a beber juntos el mejor vino. Es bueno acompañar a los cónyuges
para que puedan aceptar las crisis que lleguen, tomar el guante y
hacerles un lugar en la vida familiar.
Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien
o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta
función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta,
razonable y apropiado.
Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso,
aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es
una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita
ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto
y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad,
en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en
diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de
modo inhumano o a dañar a otros.
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Síntesis de la encíclica.
PRIMERA PARTE
El término "amor", una de las palabras más usadas y de las que más se
abusa en el mundo de hoy, posee un vasto campo semántico. En esta
multiplicidad de significados, surge, sin embargo, come arquetipo del
amor por excelencia aquel entre hombre y mujer, que en la antigua Grecia
era definido con el nombre de "eros". En la Biblia y sobre todo en el
Nuevo Testamento, se profundiza en el concepto de "amor", un desarrollo
que se expresa en el arrinconamiento de la palabra "eros" en favor del
término "ágape", para expresar un amor oblativo.
Esta nueva visión del amor, una novedad esencial del cristianismo, ha
sido juzgada no pocas veces, de forma absolutamente negativa, como un
rechazo del "eros" y de la corporeidad. Si bien haya habido tendencias de
ese tipo, el sentido de esta profundización es otro. El "eros", puesto en la
naturaleza del ser humano por su mismo Creador, tiene necesidad de
disciplina, de purificación y de madurez para no perder su dignidad
original y no degradarse a puro "sexo", convirtiéndose en mercancía.
La fe cristiana ha considerado siempre al hombre como un ser en el que
espíritu y materia se compenetran uno con otra, alcanzando así una
nobleza nueva. Se puede decir que el reto del "eros" ha sido superado
cuando en el ser humano el cuerpo y el alma se encuentran en perfecta
armonía. Entonces sí que el amor es "éxtasis", pero éxtasis no en el
sentido de un momento de embriaguez pasajera, sino como éxodo
permanente del yo encerrado en sí mismo hacia su liberación en el don de
sí, y de esa forma hacia el reencuentro consigo mismo, mas aún, hacia el
descubrimiento de Dios: de este modo el "eros" puede elevar al ser
humano en "éxtasis" hacia lo Divino.
SEGUNDA PARTE
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ReL
02 febrero 2017
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Ideología de género
La ideología de género va colonizando rápidamente la
sociedad. Cada vez más leyes están siendo aprobadas por todo el
mundo en la que los niños son un objetivo prioriatario. Precisamente, la
gran ofensiva LGTB que se está realizando en la actualidad está
centrada en los llamados “menores transexuales”.
El médico les explicó que le podía dar al niño una vagina que funcionara
perfectamente, pero que necesitaba su colaboración para que Bruce se
convirtiese en niña. Era importante que la vistieran como una niña,
que no le cortaran el pelo, que hicieran lo posible para que ella se
sintiera “una ella” y no “un él”. Así tendría una vida feliz.
Pero algo no iba bien. La pequeña Brenda ignoraba las muñecas que
le regalaban, adoraba pelear con sus amiguitos, construía fuertes en
lugar de peinarse delante del espejo. En el baño, hacía pipí de pie. Los
primeros años de colegio empeoraron muchísimo la situación. Brenda
empezó a ser especialmente violenta y la suspendieron.
Mientras tanto, en 1972, Money publicó su libro Man & Woman, Boy &
Girl (Hombre y Mujer, Niño y Niña), en el que puso al mundo al corriente
del extraordinario «caso de los dos gemelos». El volumen describía el
experimento como un «rotundo éxito». Era la «prueba concluyente» de
que «no se nace varones o hembras, sino que uno se convierte en varón
o en hembra». Todo el mundo le alababa. Prensa, todas las
feministas e incluso sus compañeros.
El declive de Money
Milton Diamond, el primer investigador que contestó las tesis de
Money, asestó un duro golpe a su credibilidad. Money, aunque ya no
hablaba del caso de los gemelos, seguía sosteniendo las tesis de género
que continuaron facilitándole grandes financiaciones, también públicas.
Se destapa la verdad
Para Money – «Hot Love Doctor» (Doctor Amor Caliente, ndr), como lo
llamaban los periódicos – empezó el declive. En el Johns Hopkins se
nombró como director de psiquiatría a Paul McHugh, un católico
orgulloso de serlo, que puso en marcha una investigación sobre
cincuenta transexuales tratados en la clínica para la identidad
sexual del Hopkins desde su fundación en 1966. Ninguno de ellos
había sentido ningún beneficio. Se cerró la clínica, a pesar de las inútiles
protestas de la comunidad transgender.
21/03/2020 11:36 AM