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Rad. No. 39231.

INADMISIÓN
NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA

República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN PENAL

Magistrado Ponente
JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO
Aprobado acta No. 382

Bogotá, D.C., diecisiete (17) de octubre de dos mil doce (2012)

VISTOS

La Sala resuelve sobre los presupuestos de lógica y debida


argumentación de la demanda de casación presentada por la defensora
del procesado NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA, en contra de la
sentencia de fecha 21 de febrero de 2012 emitida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de San Gil, por medio de la cual confirmó la
dictada por el Juzgado Segundo Penal del Circuito de dicha ciudad, que
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lo condenó como autor material de la conducta punible de falsedad en


documento privado.
HECHOS

En accidente de tránsito ocurrido el 9 de enero de 2000 en la vía que de


San Gil conduce a Aratoca (Santander), perdió la vida el joven ALCIDES
JOYA VARGAS, hecho que motivó que los padres de la víctima, señores
PEDRO ANTONIO JOYA BALLESTEROS y MARINA VARGAS
CHAPARRO contrataran los servicios profesionales del abogado
NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA, a fin de obtener el resarcimiento
de los perjuicios morales y materiales causados.

Fallecido el señor PEDRO ANTONIO JOYA BALLESTEROS, su esposa


MARINA VARGAS CHAPARRO se enteró en abril de 2002 que el
abogado contratado había recibido la suma de $ 16.000.000 de la
compañía de seguros “La Previsora” como indemnización integral, sin
que les hubiera entregado la cuota litis acordada (50%), razón por la
cual presentó la correspondiente queja ante la Procuraduría General de
la Nación y el Consejo Seccional de la Judicatura, ordenándose dentro
de la actuación disciplinaria la compulsa de copias para que la Fiscalía
investigara la conducta del togado.

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En julio del 2003 el abogado NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA hizo


llegar al proceso disciplinario copia de un documento, al parecer suscrito
por PEDRO ANTONIO JOYA BALLESTEROS, aseverando haber
recibido los $ 8.000.000, escrito que resultó falso.

ANTECEDENTES

1. La Fiscalía Séptima Delegada ante los Jueces Penales del Circuito de


San Gil, a través de resolución del 22 de enero de 2008 1, acusó a
NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA como autor del comportamiento
punible de abuso de confianza, en concurso material heterogéneo con el
delito de falsedad en documento privado, decisión confirmada el 29 de
mayo de 2009 por la Fiscalía Tercera Delegada ante el Tribunal Superior
del Distrito Judicial de San Gil, en cuanto al delito de falsedad en
documento privado, a la vez que precluyó la investigación en relación
con el ilícito de abuso de confianza, por haber operado la prescripción
de la acción penal2.

1
fol. 162-172 cuaderno del Juzgado
2
fol. 188-194 cuaderno del Juzgado

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2. El 25 de noviembre de 2011, el Juzgado Segundo Penal del Circuito


de San Gil dictó sentencia3, por medio de la cual condenó a NELSON
OMAR MANRIQUE LEIVA, a la pena principal de 27 meses de prisión y
a la accesoria de inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por término igual, como autor material del delito de falsedad en
documento privado. Así mismo, lo condenó al pago de los perjuicios
ocasionados por la conducta punible y denegó el subrogado de la
suspensión condicional de la ejecución de la pena y el sustituto de la
prisión domiciliaria.

3. La anterior decisión fue apelada por el procesado, y confirmada por la


Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de San Gil, a través
de fallo de segundo grado del 21 de febrero de 20124.

Inconforme con lo resuelto, la defensora de NELSON OMAR


MANRIQUE LEIVA formuló y sustentó oportunamente el recurso
extraordinario de casación.

LA DEMANDA DE CASACIÓN

3
fol. 291-310 cuaderno del Juzgado
4
fol. 4-27 cuaderno del Tribunal

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Cargo principal.

Bajo la causal primera del artículo 220 de la Ley 600 de 2000, la libelista
presentó un ataque contra la decisión de segundo nivel, sustentado por
vía discrecional, al aducir que se incurrió en un error de hecho, “en
cuanto a la existencia de la prueba que ha influido en lo dispositivo del
fallo y que implica violación del derecho sustancial”, lo cual comporta
inaplicación y aplicación indebida de la ley sustancial.

El juzgador erró al valorar jurídicamente las pruebas, como que a pesar


de existir el medio probatorio -documental- que conduciría a la
exoneración del enjuiciado, no se le atribuyó la eficacia probatoria que la
ley le asigna, refiriéndose concretamente al recibo de pago allegado al
proceso, al cual no debió restársele valor probatorio por haber sido
aportado en fotocopia, lo cual constituye un error de derecho.

Cuestionó igualmente que el Tribunal, amparándose en la libertad


probatoria, hubiere ignorado por completo la prueba documental aducida
oportuna y legalmente, pero además, que no hubiese insistido en la
práctica de la prueba grafológica que tratándose del delito de falsedad

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en documento, se advertía trascendental para garantizar el derecho a la


defensa, violándose tal garantía y el debido proceso.

Como normas violadas citó los artículos 237 y 232 de la Ley 600 de
2000, junto con el precepto 29 de la Constitución Nacional “que conlleva
a una flagrante violación al derecho material”.
Cargo subsidiario.

Al inaplicarse y aplicarse indebidamente la normatividad en el caso


concreto, al momento de estudiar los beneficios jurídicos a los cuales el
procesado tenía derecho por mandato legal, el fallador incurrió en un
error de hecho.

Considera que los sentenciadores solo valoraron lo desfavorable para


negar la concesión de la suspensión condicional de la pena y la prisión
domiciliaria, sin tener en cuenta que la pena impuesta a NELSON
OMAR MANRIQUE LEIVA no supera los 27 meses de prisión, la
ausencia de antecedentes penales y su condición de padre de un menor
de edad a quien tiene bajo su custodia y cuidado personal, por lo que
concluye que en este evento la acción punitiva del Estado resulta
arbitraria y desigual.

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Invoca como normas infringidas el artículo 1º de la Ley 750 de 2002,


artículo 38 de la Ley 600 de 2000, artículos 314, numeral 5º, 461 de la
Ley 906 de 2004 y el artículo 188 de la Ley 600 de 2000.

Peticionó casar la sentencia de segundo grado en lo que corresponde , y


“declarar la nulidad a partir de la etapa del juicio o en su defecto
conceder al procesado los beneficios solicitados”.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. La Corte advierte que la demanda presentada contra la sentencia


de segundo nivel, no reúne la adecuada fundamentación requerida por
la ley5, ni los mínimos presupuestos de coherencia y lógica-
argumentativa descritos por la jurisprudencia para admitirla, pues si bien
se alegó un error de hecho en los cargos principal y subsidiario, en su
desarrollo y demostración, la defensora incurrió en graves y múltiples
falencias, las cuales atentan contra la filosofía que inspira el recurso
extraordinario de casación.

Menos aún puede entenderse la censura como nueva ruta para


confeccionar escritos de libre factura y ensayar, por ese frágil camino,
5
Conforme lo disciplina el artículo 212 del Código de Procedimiento Penal anterior.

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derrumbar la doble presunción de acierto y legalidad inherente a las


decisiones concebidas en los proveídos; tampoco consiste en añadir un
cúmulo de ideas disgregadas y fragmentadas en el libelo en búsqueda
de fines jurídicos subjetivos o hipotéticos para asegurar un posible éxito,
tal como los plasmó la recurrente.

2. El primero de los defectos se constata en haber olvidado la


demandante sustentar uno de los dos motivos que por ley se exigen
para admitir el libelo, contenido en el artículo 205, inciso 3º de la Ley
600 de 2000, al disciplinar que la Sala discrecionalmente podrá admitir
demandas de casación contra sentencias expedidas por funcionarios
diversos a los Magistrados de Tribunales, “cuando lo considere
necesario para el desarrollo de la jurisprudencia o la garantía de los
derechos fundamentales, siempre que reúna los demás requisitos
exigidos por la ley”, pues si bien la recurrente invocó la casación
excepcional, no cumplió con la carga de fundamentar alguno de los
dos supuestos a los que se restringe la admisibilidad de esta
modalidad de casación.

Por tal motivo, es imperioso motivar y discernir que se consumó en


instancias una vulneración a las garantías fundamentales, puntualizada
en alguno de los sentidos expresados por la ley y la jurisprudencia,

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desde luego, deberá realizarse tal labor intelectual, en el mismo contexto


del libelo pero delimitándolo en un capítulo aparte, para después, atarlo
coherentemente a la argumentación propia de una casación ordinaria,
presupuestos que no se satisfacen.

Por otro lado, entraña el desarrollo de la jurisprudencia una ponderación


aquilatada de las tesis jurídicas que en juicio de quien acude a esta
sede, deban ser perfeccionadas y mejoradas, naturalmente, tomando
como punto de partida los criterios jurisprudenciales que se pretenden
modernizar o actualizar y, como es obvio, descendidos al caso
cuestionado.

Siendo ello así, la lógica argumentativa exigida para tal eventualidad -


casación discrecional-, guarda aún mayores requerimientos tanto legales
como jurisprudenciales que la ordinaria, con el inmediato objeto de
persuadir a la Corte para aceptar unos planteamientos que, en principio,
no proceden para determinadas actuaciones extraordinarias; por tanto,
la debida sustentación debe ir avalada por situaciones de flagrantes
vulneraciones a los derechos constitucionales fundamentales o a la
imperiosa necesidad de desarrollar la jurisprudencia, casos en los
cuales, al demandante se le brinda la oportunidad de manifestarlos, a
condición de apropiarse de una verdadera temática casacional.

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Como puede observarse, la inactividad argumentativa de la defensora


es abrumadora, en tanto, lo único que hizo fue enunciar la vía de
ataque, sin que hubiese realizado el más mínimo intento para
fundamentar cualquiera de los fines que le permitirían acceder a este
medio excepcional, lo cual sería suficiente para inadmitir el libelo de
casación.

3. Revisados los presupuestos de lógica y debida fundamentación,


respecto de los cargos propuestos en la demanda, impera destacar que
cuando se acude a la vía extraordinaria para cuestionar la valoración
probatoria de los jueces de instancia, es carga del impugnante precisar
si la lesión obedeció a un error de derecho o a uno de hecho; en el
primer evento, a la vez, se impone que concrete si ello obedeció a un
falso juicio de legalidad o a uno de convicción, con la cita de las normas
procesales que reglan las formalidades omitidas; si de error de hecho se
trata, es necesario que señale si fue producto de un falso juicio de
existencia (por omisión o suposición) o de identidad, o de un falso
raciocinio (en este caso debe indicarse la regla de experiencia, la ley de
la ciencia, o el postulado lógico, como componentes de la sana crítica,
objeto de trasgresión).

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Por ello, el éxito de la censura no depende de lo sugestivo del discurso


plasmado en la demanda, sino de la argumentación metodológica que
conlleve, de manera lógica, precisa y coherente, a la demostración de la
ilegalidad de la sentencia, por haber incurrido el juzgador en vicios de
procedimiento o de juicio (in procedendo o in iudicando), según el caso,
principios y requisitos que en el caso presente desconoció la recurrente,
motivo por el cual desde ya la Corte anuncia la inadmisión del libelo.

Tanto en el cargo principal como en el subsidiario la defensora anunció


de manera genérica un “error de hecho en cuanto a la existencia de la
prueba”, pero no especificó, desarrolló ni demostró, como le
correspondía, la especie de falso juris a través del cual se concretó
la equivocación.

Lo que hizo la censora fue acudir a un alegato de libre postulación. Tal


mecanismo puede resultar admisible en las dos instancias que
conforman la estructura básica de un proceso, pero resulta extraña en
sede de casación, a la cual las decisiones de los jueces llegan
precedidas de la doble presunción de acierto y legalidad, que, por tanto,
solamente puede ser desvirtuada a partir del señalamiento y
demostración de concretos errores, que de tiempo atrás la ley y la

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jurisprudencia han fijado, lo que no se logra con la simple confrontación


de una forma de valoración diversa, que por razonable que se muestre
no estructura los yerros que habilitan la vía extraordinaria.

Se llega a la anterior conclusión, porque la recurrente sólo atina a


resaltar que el sentenciador le restó valor probatorio a la prueba
documental que, en su sentir, derivaría en la absolución del procesado,
y que, en el presente caso, se desconoció el cumplimiento de los
presupuestos de orden subjetivo y objetivo para conceder el subrogado
penal o el mecanismo sustitutivo de la pena privativa de la libertad,
cuestión que, como se dijo en párrafos anteriores, nada tiene que ver
con el error que se dijo demandar en sede extraordinaria, sino con un
debate que se reserva para las instancias.

Además, la demanda desconoce el principio lógico de no contradicción,


pues resulta incongruente que la libelista plantee, en forma alternativa,
que en la valoración probatoria el sentenciador incurrió en errores de
hecho, para al mismo tiempo deprecar la nulidad de lo actuado a partir
de la etapa del juicio, proposición que envuelve un contrasentido
insalvable y reafirma la carencia de mínimos fundamentos, claridad y
precisión de los cargos para adentrarse en su estudio de fondo.

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Similares deficiencias se advierten cuando en el mismo cargo


simultáneamente plantea errores de hecho y de derecho, que se reitera
cuando en el mismo contexto y respecto de las mismas normas invoca
la falta de aplicación y la aplicación indebida, que obedecen a supuestos
diferentes, sumándose a ello que omitió citar las normas del Código
Penal que sustentaban los errores invocados y, en su lugar, trajo como
referencia algunas normas procesales, sin detenerse a explicar por qué
resultaban sustanciales.

La libelista se limitó a criticar genéricamente la valoración probatoria de


los juzgadores, sin adentrarse en sus razones concretas, como que al
haberse sustentado los fallos en indicios, le correspondía a la recurrente
encausar el ataque frente a los componentes de estos medios de
persuasión, que conforme a los parámetros ampliamente difundidos
por la jurisprudencia comportan distintas formas de cuestionamiento. El
hecho indicador, que se estructura a través de los distintos medios de
prueba, admite censuras por cualquiera de las modalidades del error de
hecho o de derecho. En tanto que la inferencia lógica, se debe objetar
por la vía del falso raciocinio, siendo carga del impugnante admitir sin
cuestionamiento alguno la fijación que el Tribunal hace de los hechos
indicadores.

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Por ello, cuando se alegan en casación defectos en la apreciación de la


prueba indiciaria, es necesario concretar la parte del proceso de
construcción lógica en que ocurrió el desacierto; es decir, si se predica
del hecho indicador, de la inferencia lógica o de la manera como los
indicios se articulan entre sí, esto es, su convergencia, concordancia y
fuerza de convicción.

Contrario a esos derroteros, la recurrente simplemente aprovecha este


escenario para presentar los hechos y exponer una valoración de las
pruebas distinta a la efectuada por el juzgador, quien arribó a la certeza
de la ocurrencia del hecho y a la responsabilidad del procesado, con
argumentos que la demandante no enfrentó.

Tampoco encuentra respaldo el reproche que sobre la omisión en la


práctica de la prueba grafológica se atribuye al Tribunal, porque sobre
esa temática hubo de pronunciarse el fallador de segundo grado al
resaltar que tanto la fiscalía como el juez de conocimiento en reiteradas
oportunidades realizaron ingentes esfuerzos para llevar a cabo el
correspondiente estudio científico, al punto que ante la respuesta
negativa del Instituto Nacional de Medicina Legal se solicitó al
Departamento Administrativo de Seguridad DAS (Laboratorio de

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Grafología y Documentología) la designación de un experto en la


materia, pero ante el resultado infructuoso de tal gestión por inexistencia
del material adecuado para el análisis grafológico - documento original-, no
podía limitarse la acreditación de los elementos constitutivos de la
conducta punible y la responsabilidad del procesado a una prueba que,
si bien puede resultar trascendente, no es exclusiva ni obligatoria para
tal fin, en virtud del principio general de libertad probatoria consagrado
en el artículo 237 de la Ley 600 de 2000.

Y sobre la prisión domiciliaria que se invoca en el cargo subsidiario, de


manera confusa la recurrente plantea su procedencia a partir de los
presupuestos contemplados en el artículo 38 de de la Ley 600 de 2000,
a la vez que aduce la condición de padre cabeza de familia de NELSON
OMAR MANRIQUE LEIVA, aspectos que en todo caso no fueron
debidamente postulados ni acreditados en las instancias, por lo que
deberá acudir ante el juez que vigila la ejecución de la sentencia y
proponer su estudio conforme a la competencia que le asiste en esa
materia (artículo 79 Ley 600 de 2000).

Todas estas deficiencias e imprecisiones permiten concluir a la Sala que


la demanda de casación incumple los presupuestos formales de
claridad, precisión, trascendencia y debida fundamentación, motivo por

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el cual -tal como ya se anticipó- será inadmitida.

4. Por último, se advierte que del análisis del proceso no se vislumbra


violación de derechos fundamentales o garantías de los sujetos
procesales que amerite el ejercicio de la facultad oficiosa de índole
legal que al respecto le asiste a la Sala para asegurar su protección,
según lo impone la preceptiva consagrada en el artículo 216 de la Ley
600 de 2000.

En mérito de lo expuesto, la CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, SALA


DE CASACIÓN PENAL,

RESUELVE

INADMITIR la demanda de casación presentada por la defensora de


NELSON OMAR MANRIQUE LEIVA.

Contra esta decisión no procede ningún recurso.

Cópiese, notifíquese y cúmplase.

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JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA JAVIER ZAPATA ORTIZ

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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