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John Carey
Resumen de la lectura de la obra "¿Para qué sirve el Arte?" de John Carey, por Ana
Belén Sánchez y Clara Cucalón)
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El modernismo y las vanguardias del siglo XX hacen replantearse qué es el
Arte y su significado. Arthur C. Danto rechaza los valores universales. Cualquier
cosa puede ser Arte. Lo que convierte algo en Arte es cómo es mirado y cómo es
pensado, en resumen: basta con que alguien piense que algo es una obra de
Arte, pero ese alguien debe ser un experto. Nuestro autor comparte la opinión de
Danto, pero considera que los motivos que tenemos para definir algo como “Arte”
pueden ser tantos como personas hay en el mundo. Todo indica que ninguno de
nosotros sabemos mucho de Arte, pero que todos sabemos qué es lo que nos
gusta.
Los críticos culturales suelen hacer la distinción entre Arte “culto” y Arte
“de masas o popular”, presuponiendo siempre al primero como superior,
algo que para nuestro autor carece de fundamentos racionales. El Arte
“culto”sería aquel que supera los bajos apetitos físicos y se dirige al espíritu, y
agrada a una exclusiva minoría, que recibe unas experiencias intrínsecamente más
valiosas que las que proporciona el Arte popular. Hoy el Arte culto resulta
exclusivista y elitista, mientras que el popular es receptivo, accesible y busca
restaurar la cohesión y contrarrestar la soledad moderna, algo que para algunos es
prueba de su inferioridad y que para otros sería una forma de derribar barreras
entre clases sociales.
Para nuestro autor, si bien los defensores del Arte culto no dudan de su
superioridad, sus argumentos no superan el escrutinio. Las características del Arte
popular o de masas más objetables responden a necesidades existentes desde los
primeros tiempos. Actividades como la moda, la jardinería o el fútbol satisfacen
necesidades que el arte culto no. La idea de que el Arte culto es mejor por ser más
difícil o despertar emociones más profundas, y que el popular es peor por ser
formulario y estimular el consumo pasivo, no se sostienen. La laguna más llamativa
contra el Arte de masas, para el autor, es la falta de interés de los críticos por
averiguar cómo ese Arte afecta a sus receptores.
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inconsciente, tener la misma educación y haber pasado por las mismas experiencias
emocionales, lo cual es imposible. Aunque la neurología avance a pasos
agigantados y algún día se puedan medir todos los aspectos observables de las
reacciones cerebrales de una persona ante una obra de Arte, no puede ir más allá y
no se ve la manera de evaluar científicamente la experiencia ante ella.
La idea de que el Arte nos hace mejores viene de la Antigüedad Clásica, pero los
resultados de la investigación en esta área no han respaldado esta creencia.
El segundo de los argumentos que nuestro autor expone es que sólo la Literatura
puede ser moralizante. La narración se da también en otras artes, pero éstas no
pueden moralizar, puesto que sólo la Literatura argumenta. Carey no pretende
insinuar que la Literatura nos vuelve más morales, pero sí nos aporta ideas para
pensar y estimula la mente. No nos adoctrina, pero aporta materiales, promueve el
cuestionamiento y el autocuestionamiento.
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Nuestro autor destaca que la Literatura es muy importante como agente del
desarrollo intelectual en la cultura de hoy en día. La gente joven siente el
impulso de “salir de su mente” (drogas, alcohol…); la Literatura tiene la misma
función pero, además, desarrolla y amplía el intelecto. Son muchas las
generaciones cuyas mentes ha alimentado la Literatura, y es difícil creer que hoy
hayamos producido una generación biológicamente inmune a ella. Un experimento
llevado a cabo en un centro de menores, que consistía en que los jóvenes leyeran
la obra El Señor de las Moscas, de William Golding, constató que el hecho de
descubrir que eran capaces de reaccionar ante la Literatura levantó su baja
autoestima.
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Recomendar las artes sólo como forma de goce y diversión no le resulta atractivo a
nuestro autor, pero considera que espiritualizarlas e imaginar que pueden
aspirar al sentido profundo es un engaño.
La Literatura es el único Arte que puede razonar y ejercer la crítica. Carey trae a
colación a los defensores del Arte conceptual contemporáneo, que alegan que los
conceptos también pueden criticar la sociedad y la cultura actuales. El lenguaje es
el medio que hemos desarrollado para expresar conceptos y los componentes
habituales del Arte conceptual (objetos, ruidos, luces) no pueden reproducir esta
función porque sólo el lenguaje explora conceptos. Así, el aura de seriedad que
rodea el Arte conceptual es equívoca. El autor señala que tiene más en común con
la cultura de consumo rápido que sus defensores tanto critican.