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David Ferrer. IES Aranguren de Ávila. 2019.

Literatura
EBAU Castilla y León 2019

INDICE DE TEMAS (2019). Castilla y León.

1.- La poesía a principios de Siglo. Modernismo y Generación


del 98. Rubén Darío y Antonio Machado.
2.- La novela a principios de siglo. Pío Baroja y Unamuno.
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3.- El teatro a principios de siglo. Valle-Inclán y Federico
García Lorca.
4.- La poesía en el Novecentismo, las Vanguardias y la
Generación del 27. Juan Ramón Jiménez.
5.- La poesía de 1939 a 1975. Claudio Rodríguez.
6.- La novela de 1939 a 1975. Camilo José Cela, Miguel
Delibes.
7.- El teatro de 1939 a 1975. Antonio Buero Vallejo.
8.- La poesía desde los Novísimos a la actualidad.
9.- La novela desde la década de los setenta a la
actualidad. Eduardo Mendoza.
10.- El teatro desde la década de los setenta a la
actualidad. José Luis Alonso de Santos

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RECOMENDACIONES BÁSICAS o breve Manual


de Supervivencia para la EBAU.

Son DIEZ temas. Muchos


nombres y obras. Organízate con
tiempo. Es un contenido abordable
pero debes situarte bien en cada
época.

-En los escritos a mano (como Estos resúmenes son un


es el caso de un examen), los modelo. Recuerda que debes
títulos de libros se subrayan: ajustarte a lo que se pide en
Campos de Castilla. Los títulos de el título de cada tema: ir de lo
general al autor concreto que
poemas o relatos van con se pide. No olvides citar
comillas: “A un olmo viejo”. Los obras concretas de los
movimientos literarios van en autores principales.
mayúscula: el Realismo.

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La poesía a principios de Siglo. Modernismo y


Generación del 98. Rubén Darío y Antonio
Machado.

El Modernismo es un movimiento literario y artístico amplio de finales del


XIX que debe ponerse en relación con diferentes influencias y corrientes
como el impresionismo, el simbolismo, el art noveau o el decadentismo. Frente a etapas
anteriores, como el realismo, el autor modernista se escapa de la realidad, por lo que su
obra tiene mucha relación con los autores románticos del XIX. Como decía Rubén Darío,
uno de los principales autores modernistas, “¿Quién que Es no es romántico?”

Rubén Darío tuvo una gran relación literaria, profesional y sentimental con España.
Sin embargo, en el ámbito español, se ha hecho una distinción tajante entre escritores
modernistas y escritores de la Generación del 98 o noventayochistas. Aunque algunas
de estas diferencias son todavía válidas, la mayoría de los estudiosos reconocen ya que
no existe una separación tan radical entre ambos grupos por lo que se suele hablar de
escritores del FIN DE SIGLO. De hecho, la Generación del 98 fue un invento del novelista
Azorín, lo que propició que se mantuviera durante las décadas posteriores una división
radical entre escritores del 98 (opuestos a lo artificial, de fuerte ideología, defensores de lo
castellano) frente a los modernistas (estéticos, cosmopolitas y defensores de lo
extranjero). Pío Baroja, uno de los principales autores incluidos en la Generación del 98,
negó siempre la existencia de este grupo, aunque la etiqueta ha sido exitosa en los
manuales de literatura y las antologías. Baroja escribió ocasionalmente versos y prefirió
siempre la novela y la memoria; Miguel de Unamuno, Valle-Inclán y, fundamentalmente,
Antonio Machado fueron los autores principales de poesía en esta llamada Generación
del 98. De Unamuno, más espiritual, destaca el libro El Cristo de Velázquez; la poesía de
Valle-Inclán se ha revalorizado con el paso de los años y recoge temas marginales,
grotescos y explora rimas y métricas como en el libro La pipa de Kif.

Por lo que respecta al Modernismo propiamente dicho, se trata


Modernismo de una corriente literaria que se inicia en Hispanoamérica a
finales del siglo XIX, siguiendo la influencia de las siguientes
tendencias y corrientes literarias europeas: el Simbolismo (con autores como Baudelaire
o Rimbaud), el Parnasianismo y el Decadentismo (con autores como Oscar Wilde). La
renovación de temas y lenguaje iniciada por los románticos así como por Baudelaire en
Las flores del mal y por los demás poetas simbolistas constituye la clave para entender
muchos de los poemas posteriores de Rubén Darío o Antonio Machado.

Se considera al cubano José Martí como el poeta precursor del Modernismo,


especialmente en su libro Ismaelillo, aunque el autor más significativo fue Rubén Darío.
En España, junto a los grandes nombres de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez,
hay que destacar la obra de Villaespesa y la de Manuel Machado, un autor muy
valioso por su riqueza léxica y la incorporación de elementos folclóricos genuinamente
andaluces. Destaca su libro El mal poema. Tanto Rubén Darío como Antonio Machado y
Juan Ramón Jiménez evolucionan posteriormente desde el Modernismo hacia diferentes
etapas. Estos tres autores suponen el máximo exponente de la poesía modernista. Juan
Ramón Jiménez, que recibirá el Premio Nobel de Literatura, autor del célebre Platero y yo,
es el poeta más prolífico y complejo de la primera mitad del XX.
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Pueden señalarse las siguientes características generales de
características la literatura modernista en lengua española:

- renovación del lenguaje. El poeta, cansado ya de mundo burgués y de la literatura


realista, se aleja de lo cotidiano y construye su propio mundo.
- Influencias de los nuevos movimientos literarios europeos, como el Simbolismo,
Decadentismo etc.
- En la métrica, se intentan incluir metros poco usados como el eneasílabo o el
alejandrino. Rubén Darío, por ejemplo, escribirá sonetos en alejandrinos.

En cuanto a los temas, el poeta hereda del romanticismo el gusto por reflejar en la
naturaleza los estados de ánimo. Sin embargo, al poeta modernista le interesa la
naturaleza artificial, los paisajes exóticos y la recreación de temas alejados y llamativos
(antigua Grecia, la Edad Media, la vida parisina...)

Rubén Darío Rubén Darío nació en Nicaragua en 1867 aunque su vida


transcurrió en diferentes países como El Salvador, España,
Francia o Chile. Fue en este país donde publicó su primer libro,
titulado Abrojos, aunque sería el siguiente título, del año 1888,
con el nombre de Azul... el que le daría mayor fama. Azul...
recopilaba una serie de poemas y de textos en prosa, y aunque
no tuvo un éxito inmediato, fue muy buen acogido por el influyente
novelista y crítico literario español Juan Valera, quien publicó en
1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque
reprochaba a Darío sus excesivas influencias francesas (su
"galicismo mental", según la expresión utilizada por Valera),
reconocía en él a "un prosista y un poeta de talento".

Rubén Darío alcanzó fama en el mundo literario y se dedicó al


periodismo. Residió por ello en Argentina donde en 1896 publicó
Prosas profanas y otros poemas, el libro que supuso la
consagración definitiva del Modernismo literario en español. Como el propio Rubén
explica, con el tiempo los poemas de este libro alcanzarían una gran popularidad en todos
los países de lengua española.

En 1898, año crucial para la literatura española, Rubén Darío viaja a España. Su
llegada fue recibida con entusiasmo por parte de escritores por entonces jóvenes como
Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán o Unamuno. Desde ese momento, por cuestiones de
trabajo, alternó sus estancias entre París y Madrid, ciudad en la que conoció a su gran
amor, la abulense Francisca Sánchez. Su actividad literaria continuó y en 1905 publica
otro de sus grandes libros: Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros
poemas, editado por Juan Ramón Jiménez. También datan de 1905 algunos de sus más
conocidos poemas, como "Salutación del optimista" y "A Roosevelt", en los cuales ensalza
el carácter hispánico frente al creciente poder de Estados Unidos.

A partir de ese momento, la vida y la obra de Rubén Darío entra en declive. Por una
parte, sus problemas sentimentales y su adicción al alcoholismo. Por otra, tantos años
después de la renovación producida por Azul, los ecos del modernismo empiezan a
apagarse y van llegando las vanguardias con sus nuevos lenguajes. En 1914 publica su
último libro, Canto a la Argentina, que incluye el poema homenaje a ese país. Su salud
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estaba ya muy deteriorada: sufría de alucinaciones, y estaba obsesionado con la idea de
la muerte. Rubén Darío muere en Nicaragua en 1916.

La obra de Rubén Darío supone una renovación de la poesía tanto por el uso de un
nuevo lenguaje como por la búsqueda de nuevos temas, sensuales y exóticos a menudo.
En la métrica busca versos poco usados como el alejandrino, el eneasílabo o el
dodecasílabo. Le interesa la sonoridad del poema, su fuerza rítmica para lo que no duda
en utilizar un lenguaje refinado y llamativo. Siguiendo a los simbolistas franceses, es
importantísimo en su obra el uso del símbolo, la metáfora y la sinestesia.

Antonio Machado nació en Sevilla en 1875. Como su


Antonio Machado hermano Manuel, se educa en el ambiente liberal y
progresista de la Institución Libre de Enseñanza. Su primer
libro aparece en 1903 con el título de Soledades aunque en 1907
se publica de nuevo con el título de Soledades, galerías y otros
poemas. Su vocabulario es muy rico, lleno de adjetivos y metáforas,
como era característico en los modernistas. Como temas frecuentes
cabe destacar la melancolía otoñal, los árboles y jardines en el
atardecer como símbolo de los sentimientos tristes del autor.

La obra de Antonio Machado está muy relacionada con su


propia vida. Fruto de su trabajo como maestro de francés, se traslada
a Soria donde conoce a la joven Leonor, con la que se casa. Sin
embargo, y tras un viaje a París, en el que Machado conoce la obra
de los principales poetas franceses, Leonor enferma y muere. Este
hecho le producirá una fuerte depresión que le obliga a cambiar de ambiente,
instalándose, por este orden, en Baeza, Segovia y por último Madrid. El segundo y gran
libro de Machado es Campos de Castilla (1912). Continúan temas como la soledad
pero el lenguaje es ya más sencillo y refleja también los lugares por donde ha vivido. Hay
poemas más largos y descriptivos, leyendas en prosa y también poemas dedicados a su
amada Leonor. El tema amoroso vuelve a aparecer de forma más optimista en Nuevas
canciones (1924), que coincide con su relación con Pilar Valderrama, a la que llamó en
sus poemas Guiomar.

En su Cancionero apócrifo se inventa la vida y la obra de varios poetas ficticios,


como Juan de Mairena. Es una obra más filosófica. La Guerra Civil le sorprende en
Madrid. Su adhesión a la República le pone en peligro por lo que, gravemente enfermo,
huye hacia Francia donde morirá en 1939. Su muerte, en el último año de la Guerra Civil
(1939) es reflejo de la tragedia de este momento de la historia de España. Su obra
permanece como una de las más influyentes de la poesía española del siglo XX. A pesar
del tiempo transcurrido, Antonio Machado sigue enterrado en Collioure, Francia.

La obra de Antonio Machado evoluciona desde el modernismo hacia temas más


profundos. De ahí que sea problemática su inclusión tanto en el apartado modernista
como en el de la llamada Generación del 98. Hay, sin embargo, varios temas recurrentes
en su obra. En primer lugar, los temas metafísicos sobre la temporalidad del ser humano y
la muerte. Aparece este asunto ya desde un ámbito filosófico general como en la realidad
concreta, especialmente a partir de la muerte de Leonor. Como otros autores de su
tiempo, Machado se pregunta por la existencia de Dios.

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La novela a principios de siglo. Pío Baroja y


Miguel de Unamuno.

Tras el auge y éxito de la novela naturalista y realista a


influencias finales del siglo XIX, comienza una nueva etapa en la
que se trata de romper con los esquemas narrativos
realistas: frente al narrador omnisciente que conoce cada una de las andanzas y sentimientos del
protagonista, avanzamos ahora hacia un narrador que nos muestra una visión fragmentada del
mundo. El personaje de la nueva novela europea de principios del siglo XX se encuentra
desamparado e importa más su psicología y su actitud ante el mundo que la descripción
minuciosa de calles o maneras de vivir. Es cierto que en Europa se están dando las condiciones
ya para una nueva novela, que culminará en obras polémicas como el Ulises de Joyce, del año
1922, o la monumental Busca del tiempo perdido de Proust. Sin embargo, estos hallazgos
tardarán décadas en influir en la narrativa española.

Por el contrario, la novela hispana de principios de siglo sigue la fuerte influencia


del realismo de Benito Pérez Galdós (quien muere en 1920) y de los autores
pertenecientes a la Generación del 98. Tradicionalmente se consideró una separación
radical entre autores modernistas y autores de la generación, de tal manera que los
poetas se situarían en el primer grupo mientras que los novelistas estarían en el segundo.
Este corte tan tajante es rechazado hoy en día por la mayor parte de los críticos, por lo
que podemos hablar de una Generación de Fin de Siglo. Como se sabe, el propio Pío
Baroja rechazó siempre la existencia de la Generación del 98.

Junto a los grandes novelistas, importa destacar el auge que cobra en este período
la publicación de revistas literarias. Muchos de los autores dan a conocer sus novelas
breves y relatos en estas publicaciones periódicas. Además, son numerosas las
publicaciones de textos narrativos breves en colecciones como La novela semanal, el
cuento semanal etc. Antes de llegar a Baroja y Unamuno, señalemos otros autores:

Ángel Ganivet (fallecido en 1898) es considerado el precursor de la llamada


Generación del 98, por sus comentarios sobre la decadencia española. Su principal obra
son los Trabajos del infatigable creador Pío Cid.

José Martínez Ruiz, Azorín, es, además de novelista, dramaturgo y


Azorín ensayista, uno de los teóricos de la Generación del 98, puesto que
fue él quien dio la primera nómina de sus integrantes. Como
novelista, a Azorín le interesa más la observación que la acción. Por eso sus novelas se
llenan de una sintaxis breve, con abundancia de adjetivos y lenguaje muy rico y arcaico.
Su técnica ha sido calificada por algunos como “impresionista”. En cualquier caso, Azorín
parte de una trilogía en la que trata de reflejar la crisis de un personaje y su hundimiento
existencial por las circunstancias externas de una España conservadora. Antonio Azorín,
personaje del que tomará su pseudónimo, es el protagonista de una trilogía que comienza
con la novela La voluntad (1902).

Otro de los autores fundamentales de la Generación del 98, aunque con


Valle
unas primeras influencias modernistas, es Ramón del Valle-Inclán,
también dramaturgo y poeta. A Valle-Inclán le interesa ofrecer un lenguaje
preciosista, en un ambiente sentimental y mítico. Sus primeras obras narrativas, las
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Sonatas, subtituladas Memorias del Marqués de Bradomín, son un ejemplo de prosa


modernista. La Guerra Carlista inspira tres novelas, pero su gran obra es Tirano
Banderas (1926), que transcurre en Hispanoamérica, y denuncia el caciquismo y la
tiranía.

De la Generación del 14 o Novecentismo destaca Gabriel Miró, con novelas


líricas como El obispo leproso. Son novelas en las que el lenguaje se llena de colores y
recursos retóricos. La progresiva enfermedad del Obispo se convierte en metáfora de la
decadencia española. En esta misma Generación, que destaca por su carácter intelectual
y su formación europea, hay que señalar a Ramón Pérez de Ayala. Su novela A.M.D.G.,
titulada con las siglas de los Jesuitas, es una crítica hacia el poder de esta institución
religiosa. Entre el Novecentismo y las Vanguardias debemos destacar la obra
inclasificable de Ramón Gómez de la Serna, el autor de las “greguerías” y de muchos
textos en prosa como El Rastro.

Pío Baroja (1872-1957), nacido en San Sebastián, mostró desde su


Baroja juventud un amplio interés por las más diversas cuestiones intelectuales.
Estudió Medicina en Madrid y llegó a doctorarse con un estudio sobre el
dolor; pero ejerció poco tiempo y, decepcionado, emprenderá su actividad de escritor.
Ésta es la época de su compromiso político progresista, que lo llevó a unirse a Azorín y a
Maeztu formando el «Grupo de los Tres», de ideales anarquistas. Política y socialmente
se fue haciendo cada vez más escéptico hasta el punto de que Luis Antonio de Villena, en
un reciente libro, lo define como “un anarquista de derechas”.

Para Baroja la novela es un reflejo de la vida, y los personajes


deben mostrarse vivos, lo que determina que el estilo de Baroja sea
ágil, rápido, con abundante diálogo y con tendencia a la
espontaneidad. Baroja escribe más de sesenta novelas, que incluyen
22 novelas protagonizadas por Aviraneta, denominadas Memorias de
un hombre de acción. Para conocer su pensamiento son muy
interesantes los numerosos libros de memoria personal que publica y
especialmente los tomos titulados Desde la última vuelta del
camino.

Entre 1900 y 1912 podemos situar el periodo más creativo de Baroja, que coincide
con el influjo de filósofos como Nietzsche y Kant. Sus primeras novelas reflejan ese
ambiente hostil hacia la voluntad personal que tanto interesaba a escritores como
Unamuno o Azorín. La busca (1904), incluida en la trilogía La lucha por la vida, es una
novela de aprendizaje y un recorrido por un Madrid que no ofrece oportunidades. En la
trilogía La raza destacan La ciudad de la niebla y, sobre todo, El árbol de la ciencia
(1911) que recoge muchas de los recuerdos de Baroja como médico rural. Narra la
evolución de un personaje, Andrés Hurtado desde que estudia medicina en Madrid hasta
que ejerce como médico en un pueblo, Alcolea, con sus correspondientes problemas e
inquietudes. El personaje de Iturrioz es en ambas novelas un contrapunto crítico.

Otras grandes novelas de Baroja son Las inquietudes de Shanti Andía y El


laberinto de las sirenas, ambas dentro de la trilogía El mar. Aunque independientes, a
Baroja le gustaba agrupar algunas de esas novelas en trilogías o series, como “Las
ciudades”, donde destacan César o nada, que se desarrolla en Roma, o El mundo es

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ansí, cuya protagonista es Sacha, una joven rusa estudiante de Medicina, que termina
desencantada en España. En muchas de sus novelas Baroja recoge sus recuerdos de
vivencias vascas o de sus viajes por Italia, Francia y Londres. En 2015, muchos años
después de su muerte, se ha publicado una novela inédita de Baroja titulada Los
caprichos de la guerra y en 2018, la versión no censurada de Laura o la soledad sin
remedio. Estas reediciones demuestran que Baroja sigue siendo un maestro indiscutible y
un héroe para la legión de “barojianos” repartidos por todo el mundo. Su recuerdo
permanece gracias a la labor de sus descendientes, que aún conservan sus objetos en la
casona de Itzea en Vera de Bidasoa, donde pasaba buena parte del año.

Unamuno Miguel de Unamuno (1864-1936) fue una figura intelectual clave en


su tiempo: rector de la Universidad de Salamanca, cultivó casi todos los
géneros. Trata en todas sus obras de reflexionar sobre el ser humano
en un tiempo de conflicto. Sus principales temas son la indagación sobre el yo, la muerte,
la realización de la persona, la existencia de Dios. La novela le sirve a Unamuno para
plantear estos temas mediante personajes en conflicto consigo mismos o con su
alrededor. Para Unamuno no importan las descripciones, sino presentar un conflicto, un
nudo. La novela debe hacer pensar al lector. Unamuno
fue siempre un personaje crítico, lo que le llevó a tener
problemas con la política, en la que además participó
activamente, ocupando puestos de concejal y diputado.
Durante la dictadura de Primo de Rivera sufrió un
destierro en Fuerteventura y protagonizó un famoso
enfrentamiento en la Universidad de Salamanca al inicio
de la Guerra Civil (1936), por lo que terminó confinado en
su casa salmantina, donde murió en soledad el último día
de ese año. Recientemente ha habido nuevas
investigaciones sobre este famoso incidente.

Su primera novela Paz en la guerra (1897) se desarrolla en la Guerra Carlista.


Comienza aquí el ideal unamuniano de explorar la intrahistoria. En Amor y pedagogía
describe a un matemático convencido de que con una planificación biológica se puede
conseguir un genio. La novela gira en torno a la frustración.

En 1914 publica su gran novela Niebla, a la que él denominó, por su carácter


experimental, “nivola”. Miguel de Unamuno interviene en la novela dialogando con su
protagonista, Augusto Pérez, lo que nos llevará a reflexionar sobre temas como el autor, el
poder de Dios, la soledad...

Otra gran novela es San Manuel Bueno, mártir, la historia de un sacerdote que
no cree pero que hace creer a los demás. Otras obras son Abel Sánchez, donde recrea
el tema de Caín y Abel, y La Tía Tula.

La obra de Unamuno se completa además con numerosos ensayos literarios y


filosóficos, como Vida de don Quijote y Sancho, de 1905; libros de poemas como El Cristo
de Velázquez. Además, probó fortuna, sin demasiado éxito, en el teatro. Por ello, suele
hablarse de un “escritor total”, muy leído hoy en día. Sus novelas siguen planteando
preguntas interesantes al lector actual y supone una figura de primer orden en la historia
española.

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El teatro a principios de siglo. Valle-Inclán


y Federico García Lorca.

El teatro español de finales del XIX y principios del XX desarrolla diversas


tendencias, algunas de ellas heredadas del teatro romántico (Rivas, Zorrilla...)
que se seguirá representando con éxito en las carteleras. Debe tenerse en cuenta que el
proceso de difusión de una obra teatral es bastante más complejo que el de otros géneros
(poesía o novela) por lo que la introducción de novedades y estéticas vanguardistas y su
aceptación por el público es bastante difícil. Así se explica por ejemplo el enorme
escándalo que produjo la concesión del Premio Nobel de Literatura a José Echegaray,
autor por entonces muy conocido pero rechazado por los escritores más jóvenes. Existe
un teatro de transición del XIX al XX, muy del gusto popular, cuyo principal receptor es el
público burgués, de clase media. En este teatro dividimos tres grupos:

a) Teatro realista: se desarrolla en un marco urbano y con un carácter realista tanto en


los temas como en la escenografía. El principal autor sería Jacinto Benavente, cuya obra
más conocida es Los intereses creados (1907), donde aparecen personajes típicos de la
“comedia de títeres”.
b) Teatro en verso: es heredero del teatro romántico y recoge hechos históricos y héroes
de la España Medieval. Destacan Eduardo Marquina y el poeta modernista Francisco
Villaespesa. Puede incluirse también, dentro de una línea popularista y andaluza, la obra
La Lola se va a los puertos de Antonio y Manuel Machado.
c) Teatro cómico: Carlos Arniches es uno de los dramaturgos españoles más prolíficos.
Sus influencias son la zarzuela y los entremeses del Siglo de Oro o “sainetes”. Otras
obras son lo que algunos críticos han denominado “tragicomedias grotescas”, donde hay
simultaneidad de elementos trágicos y cómicos, en un ambiente urbano y con caracteres
típicos. Destaca La señorita de Trevélez. Otro autor es Pedro Muñoz Seca, fusilado al
principio de la Guerra Civil, que inaugura el género del astracán (una imitación burlesca
del teatro romántico). Su obra más conocida es La venganza de don Mendo.

Antes e incluso durante del estallido de la Guerra Civil se suceden y conviven en


España tres generaciones literarias que, en mayor o menor medida, también poseen una
importante obra dramática: la denominada Generación del 98, la Generación de 1914 o
Novecentismo y la Generación del 27.

Como se sabe, la denominación de Generación del 98 sigue


Teatro de la resultando polémica, especialmente por la pretendida oposición al
Generación Modernismo. En el aspecto que ahora nos ocupa, el teatro, destaca la
del 98 obra de Valle Inclán, aunque otros autores de esta Generación o
cercanos a ella también cultivaron el género, como son los casos de
Miguel de Unamuno, Azorín o los hermanos Machado, antes citados.
Para Miguel de Unamuno, que escribió novela, poesía, ensayo y teatro, este género era
un medio fundamental para la reflexión crítica de los problemas vitales. Quizá este
carácter intelectual de su obra fue la causa de que en realidad el teatro de Unamuno no
triunfara. Unamuno busca la desnudez escénica, una economía de la palabra, reducción
de los personajes al mínimo y esquematismo de la acción. Sus obras principales son La
venda, La esfinge y Fedra.

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José Martínez Ruiz, Azorín, autor también prolífico, escribió teatro con la intención
de renovar la escena teatral española dando una mayor libertad al director de escena y a
los actores. Su obra principal es la trilogía Lo invisible. Relacionado con la Generación
del 14 y a las Vanguardias está Ramón Gómez de la Serna, con su obra Los medios
seres. En la Generación del 27, además de García Lorca, destacan Rafael Alberti, con la
obra Noche de guerra en el Museo del Prado; el poeta Miguel Hernández también
escribió alguna obra de teatro como El labrador de más aire.

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) es el gran dramaturgo de la


Valle-Inclán Generación del 98, cercano a la estética modernista, quien también
escribió novela y poesía. Su evolución le lleva a un teatro decadentista
como en El marqués de Bradomín. Muchas de sus obras reciben la
influencia de su Galicia natal, a la que convierte en un espacio mítico donde se muestre la
irracionalidad humana, las pasiones, el sexo y la muerte. En este contexto hay que situar
sus Comedias Bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de blasón (1907), Romance
de Lobos (1908) y Cara de plata (1922). El personaje central es Juan Manuel de
Montenegro, que ya había aparecido en su obra narrativa. Es un héroe en un mundo
en destrucción, regido por valores absolutos (positivos o negativos).

La segunda etapa de su teatro ha sido calificada de “dramas de


ambiente galaico y farsas”. En 1920 se estrena Divinas palabras,
que va acercándose a la estética del esperpento, gracias a unos
personajes como el enano hidrocéfalo o Mari Gaila. Sus personajes
muestran la crueldad del ser humano, e invitan al espectador a
sumergirse en la espiral de violencia, lujuria, avaricia y crueldad. El
ciclo de la farsa se compone de cuatro obras, cercanas al teatro
infantil y a la comedia de marionetas, como La marquesa Rosalinda.

La etapa más importante de Valle-Inclán es la del esperpento.


Para entender la teoría del esperpento (presentación de una realidad
degradada, grotesca, coloquial y de pesadilla) hay que acudir a los diálogos de Max
Estrella en la obra fundamental de Valle-Inclán, Luces de Bohemia (1920): “los héroes
clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. Esto se traduce en la
utilización de recursos como los contrastes violentos; la consciente renuncia a la
verosimilitud; la personificación de las cosas y la animalización y cosificación de lo
humano; el sarcasmo; y la deformación del idioma con la mezcla de códigos, desde el
más elevado a la jerga callejera. Esta deformación de la realidad enseña lo grotesco como
forma de expresión, aunque dotándolo de una posible doble lectura: el espectador o lector
se ríe con esas caricaturas pero se inquieta por el ambiente degradado que denuncia.
Luces de Bohemia es en este sentido una anti-tragedia, que tampoco respeta las
características del teatro clásico (está compuesta de quince escenas que se desarrollan
en tabernas, calles nocturnas, buhardillas…) En la obra se dan cita, bajo sus nombres
verdaderos (como Rubén Darío) o, con otros nombres (Max Estrella es Sawa), personajes
reales. El protagonista recorre la ciudad y aprecia el desengaño y la miseria. Otros
esperpentos de Valle-Inclán son Los cuernos de don Friolera y Las galas del difunto.

En su etapa final, Valle lleva a su extremo las propuestas dramáticas anteriores:


presencia de lo irracional e instintivo, personajes extremos como técnica del esperpento.
Estos rasgos caracterizan el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, obra en la
que el procedimiento de distribución de las historias es precisamente el del retablo:
cuadros autónomos que se relacionan temáticamente.
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Lorca Federico García Lorca (1898-1936) es un autor de la Generación del


27. Esta es una Generación integrada principalmente por poetas, de
formación universitaria, como Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o el propio
Federico García Lorca. El poeta, nacido en Fuentevaqueros, Granada, fue un artista total
que alcanzó muy pronto una gran relevancia literaria y social. Procedente de una
acomodada familia granadina, tuvo una esmerada educación que fue paralela a sus dotes
como dibujante y músico, lo que motivará en el futuro su gusto por la escenografía y la
puesta en escena. Como poeta, es uno los grandes autores de la Generación, con obras
tan significativas como el Romancero Gitano y la surrealista Poeta en Nueva York. Sus
gustos van, tanto en poesía como, en teatro, desde lo popular andaluz hasta el pleno
surrealismo, especialmente tras su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid,
donde coincide con el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí.

Su teatro es esencialmente poético y se acompaña de una cuidada escenografía.


Llega incluso a realizar alguno de los decorados y de las ambientaciones musicales. De
manera general, su teatro aborda la imposibilidad de la realización amorosa, la imposición
de las convicciones sociales y la frustración. Los personajes de sus obras giran en torno
a un principio de autoridad y otro de libertad. Su primera obra es El maleficio de la
mariposa (1920), interpretada por una cucaracha y una mariposa.

Las grandes obras de Lorca comienzan con Bodas de sangre


(1933), en la que se aborda la fuerza de la sangre y el destino
trágico de ese sentimiento. La universalidad de este sentimiento
hace que Lorca nombre a los personajes como Novio, Novia,
Madre… Lorca conoció la noticia de un asesinato por celos tras una
boda en un pueblo de Almería y adaptó la historia en esta tragedia.
En Yerma apreciamos el tema de la esterilidad mientras que en La
casa de Bernarda Alba (1936), su mayor éxito, el personaje tiránico
de la madre, Bernarda, ordena un luto riguroso a las cinco hijas. Esta
obra, subtitulada “Drama de mujeres en los pueblos de España” es la
historia de una rebeldía amorosa por parte de una de esas hijas, lo
que desencadenará una tragedia. Las circunstancias trágicas del
fusilamiento de Federico García Lorca en el año 1936 (en el mismo verano del comienzo
de la Guerra Civil) hicieron que La casa de Bernarda Alba no fuera representada ni
publicada en vida de Lorca, pero se hicieron dos lecturas públicas pocos días antes de su
muerte.

Junto a este teatro poético y de influencias andaluzas, Lorca escribe un teatro


vanguardista como Así que pasen cinco años y El público. Estas obras pueden
considerarse como experimentales y las escribe tras sus influencias surrealistas. Son
obras más minoritarias y muy complejas de representar. El público fue escrito hacia 1930
y se divide en cuadros donde aparece un gran número de personajes. En una carta de
ese año anuncia que ha escrito “un drama de tema francamente homosexual. Creo que es
mi mejor poema”. Nunca se vio representado tanto por su complejidad escénica como por
la temática del texto. A pesar de su muerte trágica y de la censura de alguna de sus
obras, Lorca pasó muy pronto a ser, junto a Cervantes, uno de los nombres más
internacionales de la literatura española.

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La poesía en el Novecentismo, las


Vanguardias y la Generación del 27. Juan Ramón
Jiménez.
En el año 1916 muere Rubén Darío, el principal renovador de la poesía en
castellano de finales del XIX y principios del XX. Puede considerarse como
una de las figuras fundamentales de la corriente Modernista. Nacido en Nicaragua, su
obra es, sin embargo, esencialmente europea puesto que bebe de las influencias
simbolistas y parnasianistas de la poesía francesa. Libros como Azul (1888) o Cantos de
vida y esperanza (1905) suponen un antes y un después en la poesía española. Hay en
este Modernismo español varios nombres puesto que el Modernismo será un movimiento
que llegue casi hasta los años veinte: por ejemplo, Manuel Machado, o Villaespesa. En
cualquier caso, junto a Rubén Darío, que vivirá mucho tiempo en España, los dos autores
fundamentales son Antonio Machado, autor de Soledades, galerías y otros poemas y el
gran Juan Ramón Jiménez, una de las personalidades más complejas del panorama
literario español del siglo XX. Juan Ramón Jiménez o JRJ (nacido en 1881), más joven,
por tanto, que Rubén Darío, a quien admiraba y de quien publicó alguna obra, se
convierte en una figura fundamental del Modernismo, en sus comienzos, aunque su
ingente obra evolucione después hacia otras corrientes, como veremos en este tema.

De este modo, las décadas que van desde el comienzo de siglo hasta el inicio de la
Guerra Civil suponen uno de los períodos más fecundos de la literatura española, hasta el
punto de que algunos críticos lo denominan la Edad de Plata de la Literatura española.
Confluyen en este período diferentes corrientes en la poesía: el Modernismo, con sus
autores principales y sus epígonos, antes mencionados; los autores adscritos a la
Generación del 98 (Unamuno y Valle Inclán escriben libros de poemas); el
Novecentismo, un movimiento estético de poetas, ensayistas y narradores nacidos hacia
1880 y donde se sitúan pensadores como Ortega y Gasset, el novelista Gabriel Miró o el
propio Juan Ramón Jiménez; por último, los movimientos de Vanguardias, como el
surrealismo, o el ultraísmo, que corren paralelos a la Generación del 27.

Entre el Novecentismo y las Vanguardias, está Ramón Gómez de la Serna, un autor


polifacético y polémico, que cultivó la conferencia, el programa de radio, la poesía, teatro,
novela... Hoy en día se lo recuerda sobre todo por sus “greguerías” a las que definió como
una obra breve en la que se mezcla el humor y la metáfora.

Desde la segunda década del siglo XX surge en Europa el


Las Vanguardias concepto de Vanguardias, que agrupa una serie de movimientos
artísticos muy diversos y de variada duración que se caracterizan
por la ruptura, el afán de originalidad y polémica, el juego y la
mezcla de lenguajes y artes. A partir del Manifiesto Futurista del
italiano Marinetti (1908), se sucederán los denominados “istmos”
que, en ocasiones, tendrán su reflejo en la literatura. En el caso de
la literatura en lengua española, podemos destacar el
creacionismo del chileno Vicente Huidobro, que rechaza la
relación de la literatura con la realidad; el Ultraísmo de Borges y
Gerardo Diego; o el Surrealismo, con autores tan significativos como los de la
Generación del 27, Lorca, Cernuda y Aleixandre. De la gran cantidad de vanguardias
surgidas entre los años 1910 y 1930, será el Surrealismo la más importante, bien por su

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expresividad en cualquiera de las artes como la pintura, la poesía o el cine, o bien por su
fuerte desarrollo teórico que parte de las teorías del psiquiatra Freud.

La Generación del Se considera el inicio de esta Generación de escritores el


homenaje realizado en Sevilla con motivo del centenario de la
27
muerte de Góngora en 1927. Al grupo de poetas asistentes se
unieron posteriormente otros autores bien en antologías o en
artículos. El número de autores integrantes de la Generación
del 27 no está cerrado y las nuevas antologías incluyen a otros
poetas, pensadores, novelistas (como Ayala) e incluso
cineastas o artistas, como Dalí o Buñuel. Últimamente se
reivindica también la presencia de algunas escritoras en la lista,
como Luisa Carnés o Concha Méndez, que en su época sólo
fue conocida por ser la mujer del poeta Altolaguirre.

Las características que dan unidad a estos autores son las siguientes:
- Las enseñanzas de Ramón Gómez de la Serna, creador de la greguería y uno de los personajes más
activos en el principio de siglo.
- Influencia de los clásicos españoles (Cervantes, Góngora, Lope...) y reivindicación de los clásicos
menores del Siglo de Oro.
- Gusto por lo popular y tradicional, como se ve en los poemas de Alberti y Lorca.
- Influencia de los autores mayores, como Ortega y Gasset, desde el punto de vista filosófico, o Antonio
Machado y Juan Ramón Jiménez, en el poético.
- Influencia de las vanguardias. Aunque la evolución de estos autores es muy variada, todos ellos pasaron
por etapas vanguardistas, como el ultraísmo de Gerardo Diego, el surrealismo de Lorca, Cernuda y
Aleixandre etc. Pasada la Guerra Civil y la muerte de Lorca, muchos de los autores abandonan las
vanguardias y tienden hacia una poesía pura o de corte más clásico.
- Influencia de otras artes como la pintura, el cine y la música.
- Las vivencias en torno a la Residencia de Estudiantes de Madrid.
- La creación de revistas vanguardistas, en las que colaboraron todos los integrantes de la Generación
del 27 como Grecia, Gallo, Cervantes, Litoral o Ultra.

Citemos a algunos de los integrantes de la Generación del 27: Pedro Salinas es el


mayor de la Generación y un poeta del amor, como en el libro La voz a ti debida. El vallisoletano
Jorge Guillén es el poeta de la “poesía pura” como en su libro Cántico. La obra de Gerardo
Diego transcurre entre la influencia vanguardista (el ultraísmo) en un libro como Imagen (1922) y
una poesía más tradicional. Rafael Alberti (fallecido en 1999) fue uno de los autores más
conocidos, gracias a su imagen y su militancia política. Su obras más famosa es Marinero en
tierra (1925). Dámaso Alonso destacó como crítico literario, director de la Real Academia y
poeta. Tras la terrible experiencia de la Guerra publica su libro fundamental: Hijos de la ira (1944)
concebido como una protesta ante la deshumanización y la violencia, a medio camino entre el
realismo y el surrealismo. Vicente Aleixandre (1898-1984), Premio Nobel de Literatura,
permaneció en España tras la Guerra Civil, convirtiéndose en protector de nuevas generaciones
de poetas. Su obra se inicia en la poesía pura pero avanzará hacia el Surrealismo, con un libro
fundamental: Pasión de la tierra de 1935. El sevillano Luis Cernuda (1902-1963) es el más
importante de la Generación, junto a García Lorca. Hay una identificación entre su biografía y
literatura: reflexión sobre la soledad, el amor no cumplido, la melancolía, la homosexualidad.
Destaca su libro La Realidad y el deseo. Por último, el granadino Federico García Lorca
(1898-1936) es importante tanto por su poesía como por su teatro, del que destacan los dramas
como La casa de Bernarda Alba. En cuanto a su poesía se divide en tres etapas: juventud,
plenitud y surrealista. De la segunda se recuerda siempre el Romancero gitano mientras que de
la última, truncada por su fusilamiento al comienzo de la Guerra Civil, hay que señalar Poeta en
Nueva York, libro desesperanzado y pesimista escrito a raíz de sus vivencias en un viaje a
Estados Unidos.
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Anterior a esta Generación del 27, modernista en sus comienzos
Juan Ramón Jiménez y superviviente a dichos movimientos, encontramos al poeta más
complejo y prolífico de la literatura del siglo XX: Juan
Ramón Jiménez (1881-1958). Tenía un carácter difícil,
enfermizo y melancólico lo que le llevó a enfrentarse con otros
autores. Es también conocida su obsesión por la perfección literaria
por lo que corregía una y otra vez sus poemas. Para Juan Ramón,
la poesía era un género minoritario que exigía una inteligencia en el
lector. Decía escribir para una “inmensa minoría”. Tuvo amistades
en varias generaciones y, de hecho, llegó a ser el editor de autores
tan diversos como Rubén Darío o Federico García Lorca. Tras la
Guerra Civil se exilia en Estados Unidos y Puerto Rico, junto a su
esposa Zenobia Camprubí, quien se encargó de reunir la obra de
su marido, y escribió unos interesantes diarios.

Su obra de suele dividir en varias etapas:

- Época sensitiva (1896-1915): es la etapa de iniciación y de


influencia modernistas. Los libros más importantes son Arias tristes, Almas de violeta... en los
que aparecen esos espacios melancólicos y sentimentales que eran comunes a Darío y Machado.
Al final de esta etapa publica su libro Platero y yo. Aunque se ha considerado un libro infantil, en
realidad es un libro de poemas en prosa con numerosas alusiones a la crueldad, el egoísmo y la
tristeza tras la muerte.

- Etapa intelectual (1915-1936): Su primer viaje a América y el contacto con la poesía en inglés
marca profundamente esta segunda etapa (1915–1936), bautizada por él mismo como Época
intelectual. Se produce un hecho fundamental: el descubrimiento del mar como motivo
trascendente. El mar simboliza la vida, la soledad, el gozo, el eterno tiempo presente. Un gran
libro de esta época es el novedoso Diario de un poeta reciéncasado, un diario escrito con
motivo de su boda con Zenobia y su viaje a Nueva York. Mezcla poesía y prosa, descripciones y
sentimientos personales. Es una especie de diario personal en el que anota reflexiones, vivencia,
sentimientos a lo largo de la travesía del viaje. El libro se abre con dos prólogos: El primero,
fechado en Madrid, el 3 de septiembre de 1916, recoge las características básicas que definen
su poesía y lo que es su diario. Juan Ramón se va despojando de los adornos modernistas y
busca la “poesía pura”: “inteligencia / dime el nombre exacto de las cosas”, dice en uno de los
poemas de Eternidades. Su obsesión es ya la perfección.

- Etapa suficiente o verdadera: es la etapa más filosófica, con poemas casi místicos. Destaca el
libro Dios deseado y deseante: supone la culminación de su anterior libro, Animal de fondo. El
poeta llega incluso a identificarse con ese dios que tanto ha buscado. Un dios que existe dentro y
fuera de él, un dios que es deseado y deseante.

En 1956 recibe el Premio Nobel de Literatura, el mismo año en que muere Zenobia. Juan
Ramón jamás se recuperará de esta pérdida y permanece en Puerto Rico por lo que no podrá
acudir a Oslo a recoger el galardón. El poeta fallece dos años más tarde, en la misma clínica en la
que había fallecido su esposa. Sus restos fueron trasladados con posterioridad a España, a la
localidad natal de Moguer (Huelva). La obra de JRJ es tan inmensa que su recopilación se hace
difícil y, con cierta frecuencia, van apareciendo textos inéditos. Su influencia en la poesía posterior
es inmensa y es uno de los poetas más leídos y admirados. Según el escritor Andrés Trapiello, “su
vida y su complejidad psicológica era tan difícil que por ello luchó para una renovación y
depuración constante de su poesía”.

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La poesía de 1939 a 1975. Claudio Rodríguez.

El conflictivo período que genera la Guerra Civil española (1936-1939) y


la dictadura franquista influirá en la poesía española. Por una parte, la
Guerra afecta a numerosos escritores que deben partir hacia un largo exilio.
Esta situación de desarraigo y alejamiento de su país natal condicionará la
obra de muchos de ellos. Por otra parte, la Guerra, con la división entre dos
Españas, y las consecuencias dolorosas y mortales de la misma, afecta a los temas
poéticos que se hacen más hondos, espirituales y reflexivos.

La poesía de la postguerra no parte de cero sino que sigue de cerca a los modelos
de las generaciones anteriores. No olvidemos que, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez es
un poeta que, pese a estar en el exilio, publicará libros fundamentales en los años
cuarenta y cincuenta como Dios deseado y deseante. Su importancia, además, se
demuestra en la concesión a este autor del Premio Nobel de Literatura en 1956, que
finalmente no recogió personalmente. En cuanto a la Generación del 27, la muerte de
Federico García Lorca encumbra internacionalmente su obra; Luis Cernuda se
convertirá en el poeta más admirado por generaciones posteriores, como la Generación
del 50 o la generación de los novísimos; Vicente Aleixandre, también Premio Nobel de
Literatura, influye especialmente a partir de los años 50 en las generaciones más
jóvenes. Su domicilio madrileño de la calle Velintonia (hoy en día calle Vicente Aleixandre)
se convertirá en centro de poetas jóvenes; mientras que Dámaso Alonso ejercerá desde
España una intensa actividad crítica desde la Universidad de Madrid y la Real Academia.

La Guerra Civil marca el nacimiento de la Generación de 1936. Tras la poesía


relacionada con las Vanguardias, estos poetas buscan una vuelta hacia una poesía más
pura y de carácter más clásico. Fundan la revista Garcilaso. Su principal autor fue José
García Nieto. En León surge la revista Espadaña, en la que escriben autores como
Victoriano Crémer, más comprometidos. En torno a la revista Escorial están los poetas
falangistas, como Dionisio Ridruejo, autor de Poesía en armas y, sobre todo, el caso de
Luis Rosales, uno de los autores más destacados de la postguerra. Rosales, granadino
y amigo de García Lorca, sufrió toda su vida la duda sobre su responsabilidad en la
muerte de Lorca. Como poeta destaca su obra La casa encendida, una búsqueda de
Dios dentro del desamparo del ser humano.

En los años cuarenta se inicia la poesía social, algo que de alguna manera ya había
anticipado Dámaso Alonso (Generación del 27) en la obra Hijos de la ira. De la poesía
social, comprometida con la oposición a la dictadura franquista destacan dos poetas. En
primer lugar, Blas de Otero (1916-1979). Publica Ángel fieramente humano y Redoble
de conciencia, que más adelante fundirá en el tomo Ancia. Frente a la “inmensa minoría”
de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero se dirige “a la inmensa
mayoría”, con una poesía muy rotunda, rítmica y muy popular.
Otro autor destacado de la poesía social es Gabriel Celaya con Las
cosas como son. Cercano a la poesía social son los comienzos de
José Hierro, que se convertirá en uno de los autores más
populares y vendidos de la poesía de final del siglo XX. Sus mejores
obras llegan en los años sesenta y noventa con textos como Libro
José Hierro de las alucinaciones o su último libro Cuaderno de Nueva York
(publicado ya en los noventa).
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Con un carácter más minoritario y vanguardista está el grupo del Postismo,


donde destacan Gloria Fuertes, a la que se reivindica ahora como poeta, y Carlos
Edmundo de Ory. De carácter más clásico y relacionado con Andalucía está el grupo
Cántico, que toma el nombre de un libro de Jorge Guillén, donde destaca el cordobés
Pablo Garcia Baena, fallecido en 2018. Otros autores, como el leonés Antonio
Gamoneda, Premio Cervantes, realizan una obra callada, con títulos como Blues
castellano, que será reconocida ya en los últimos años.

La llamada Generación del 50 la forman una serie de intelectuales de izquierdas


formados en universidades extranjeras y con influencias de la poesía francesa e inglesa.
Es un grupo muy variado de autores, entre los que predomina la vertiente catalana.
Admiradores de Luis Cernuda, de Antonio Machado, de los autores republicanos, de la
poesía inglesa tratan de distanciarse de la poesía social. Son en su momento autores
jóvenes, universitarios, de familias acomodadas y algo rebeldes. En ese subgrupo catalán
estarían Carlos Barral, conocido por ser el editor principal de la editorial Seix Barral;
Gabriel Ferrater, que escribió principalmente en catalán, José Agustín Goytisolo, y
sobre todo Jaime Gil de Biedma.

Jaime Gil de Biedma Jaime Gil de Biedma, (1929-1990), es ahora mismo uno
de los poetas más valorados, leídos y comentados, a pesar de
que su obra es breve y se reduce a un número pequeño de
libros. Llevó siempre una doble vida como poeta y como
ejecutivo. Aunque nació en Barcelona, tuvo una estrecha
vinculación con un pueblo segoviano llamado Nava de la
Asunción, donde está enterrado. Su obra es breve y
predominan los poemas narrativos muy directos. La agrupó
bajo el título de Las personas del verbo.

En la misma Generación del 50 destacan, entre otros muchos, poetas de


diversa procedencia, de Asturias, Ángel González; el valenciano Francisco Brines, el
gaditano José Manuel Caballero Bonald; el gallego José Ángel Valente; o el
castellano Claudio Rodríguez, además de los catalanes antes citados.

Ángel González, fallecido en 2008, tuvo en sus últimos años mucha notoriedad
entre un público mas joven gracias a su amistad con músicos como Joaquín Sabina.
Comparte con este el gusto por la metáfora, las imágenes actuales y un lenguaje muy
directo e irónico. Uno de sus principales libros es Deixis en fantasma. El gallego José
Ángel Valente terminará elaborando una poesía casi mística como en el libro No
amanece el cantor. José Manuel Caballero Bonald (nacido en 1926) es actualmente el
único superviviente de esa Generación del 50. Comparte temas y recursos con otros
poetas andaluces y tiende a un uso muy cuidado y barroco del lenguaje. Uno de sus libros
fundamentales es Laberinto de fortuna.

Dentro de esta Generación del 50 ocupa un puesto destacado el


Claudio
zamorano Claudio Rodríguez (Zamora, 1934 - Madrid, 1999). Se
Rodríguez trata quizá de un poeta menos conocido para el gran público que Gil
de Biedma o Ángel González pero cuya obra, también muy breve, es
de una gran hondura poética. Su vida estuvo marcada por el drama de la muerte
temprana del padre y el asesinato de su hermana. Aún así, completó los estudios de
Filología y pasó temporadas como Lector de español en universidades inglesas. Su obra

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tiene una fuerte influencia de autores como los clásicos del siglo de
Oro, Antonio Machado, Jorge Guillén o los poetas simbolistas
franceses.

Muy joven, en 1953, gana el entonces prestigioso premio


Adonais de poesía con un libro pleno de metáforas, reflexivo y muy
apegado al campo castellano donde creció. Se titula este libro Don
de la ebriedad. Pese a estar escrito en verso libre, es un libro
concentrado, con importantes hallazgos léxicos y de tono íntimo. Su
primer verso dice “Siempre la claridad viene del cielo”. A partir de
ese momento, el poeta busca respuestas en la naturaleza y las
cosas sencillas que lo rodean.

Su obra se va “aclarando” en libros posteriores, es decir, se hace más abierta sin


que con ello disminuya su calidad poética. A finales de los 50 aparece Conjuros.
Contiene algunos de sus poemas más conocidos como “A mi ropa tendida” donde esta es
un símbolo de su interior. El paso de las estaciones, las tradiciones del campo, la mirada
infantil son alguno de los temas que aparecerán en este y en otros libros posteriores como
Alianza y Condena y El vuelo de la celebración. Claudio Rodríguez fue siempre un
poeta de más preocupado por la calidad que la cantidad. Aunque diferente a Gil de
Biedma, coincide con este en la escasez de sus libros. En 1993, coincidiendo con la
publicación en la famosa editorial Tusquets de Casi una Leyenda, se inicia un proceso
de reivindicación de este poeta, recibiendo casi inmediatamente premios destacados
como el Reina Sofía de poesía o el Premio Príncipe de Asturias. Por esos años ingresa en
la Real Academia Española. A su muerte, dejó un libro inédito, que sólo se ha publicado
de forma facsímil.

Los años setenta y ochenta supusieron una ruptura no sólo en lo


Novísimos político sino también en lo cultural. Se notaba en la poesía un cierto
cansancio, al igual que la sociedad demandaba cambios que
culminaron en la aprobación de la Constitución y la llegada de la democracia. En esos
años, fecha incipiente de la denominada Movida madrileña, surge un grupo importante de
poetas que se conocerán como los Novísimos, aunque despectivamente eran conocidos
como los “venecianos”. La historia de los novísimos tiene dos etapas: en 1970 el editor
catalán José María Castellet publica la antología Nueve novísimos españoles. En ella
da a conocer nuevos nombres que con el tiempo se convertirán en poetas consagrados.
Esta generación de los “novísimos” se caracteriza por realizar una poesía culturalista,
llena de alusiones a escritores o artistas extranjeros, con influencias incluso del pop-rock,
del cine o del cómic. Pere Gimferrer, autor de Arde el mar será uno de los más
destacados, junto a Guillermo Carnero o Félix de Azúa. Con posterioridad, en un ámbito
madrileño, van surgiendo unos autores muy jóvenes, con enormes y amplias lecturas,
discípulos de la casa de Vicente Aleixandre, al que visitaban asiduamente. Entre estos
poetas novísimos destacan tres: el leonés Antonio Colinas, autor en 1975 de Sepulcro
en Tarquinia; Luis Alberto de Cuenca, poeta clásico y a la vez de “línea clara”, que
reivindica una poesía “entendible”. Y, finalmente, destaca Luis Antonio de Villena
(Madrid, 1951) cuya obra se reparte entre la poesía, la novela, el ensayo, la traducción, el
articulismo etc. Su primer gran libro es Hymnica (1979). Ambos autores siguen
plenamente creativos en la actualidad.

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La novela de 1939 a 1975. Camilo José


Cela, Miguel Delibes

La novela española de la postguerra viene condicionada por la crisis


económica y cultural de esos años conflictivos así como por la censura que,
al igual que ocurre con el cine y el teatro, será implacable con determinadas
temáticas o críticas politicas y sociales. No obstante, dado que la novela es el género
literario de mayor difusión, la mayoría de los autores de esta época supieron adaptar sus
temas y estructuras a las exigencias de un mercado en alza. Conviven en estos años de
postguerra diferentes tendencias e influencias: por una parte, continúan vivos los grandes
maestros, aunque su influencia será ya menor, como los casos de Pío Baroja o Azorín.
Pío Baroja, que muere en 1956, es maestro indiscutible de Camilo José Cela y otros
autores más jóvenes. Por otro lado, los escritores del exilio como Ramón J. Sender,
Manuel Chaves Nogales o Arturo Barea apenas consiguen relevancia en nuestro país, y
su obra será más valorada a la llegada de la democracia.

Aunque el Modernismo narrativo ya había triunfado en la literatura inglesa,


francesa y norteamericana, su eco tardará en percibirse en España. En cualquier caso,
conviene recordar aquí las aportaciones para esta renovación de autores fundamentales
como Proust, Joyce y Faulkner. Marcel Proust, con su monumental Busca del tiempo
perdido, obra fundamental en la que mezcla ficción, memorias y reflexión ante el paso del
tiempo. En 1922, el irlandés James Joyce publica su Ulises: es una complejísima novela,
aparentemente basada en la obra de Homero, que narra de manera múltiple 24 horas de
la vida de su protagonista, Leopold Bloom. Estas obras influirán sobre todo en la narrativa
a partir de los años sesenta.

Otros aspectos que deben tenerse en cuenta para entender la evolución


literaria española son la influencia del cine y las radionovelas; y la
fortaleza de un grupo de editoriales, radicadas en su mayoría en
Barcelona, que fomentarán la difusión de nuevos autores y la creación de
importantes premios literarios (Nadal, Planeta, Ciudad de Barcelona...)
de los que saldrán destacadas novelas. Entre los ganadores del Premio
Nadal destacan Nada de Carmen Laforet, El Jarama de Rafael Sánchez
Ferlosio, o Entre visillos (1957) de Carmen Martín Gaite.

Nada (1945) es una novela existencialista, contada en primera persona


por la protagonista, Andrea. En la obra, Carmen Laforet refleja el estancamiento y la
pobreza en la que se encontraba la España de la posguerra. La escritora supo transmitir
con esta obra, escrita con un estilo literario que supuso una renovación en la prosa de la
época, la lenta desaparición de la pequeña burguesía tras la Guerra Civil. Por su parte, El
Jarama de Sánchez Ferlosio, ganadora del Nadal en 1955, es un relato simultáneo y
objetivo, en tercera persona y cuya acción transcurre a lo largo de dieciséis horas. En
Entre visillos de Carmen Martín Gaite un grupo de muchachas va desvelando el vacío
de las vidas de las mismas ante el tedio y la falta de expectativas con la que encaran su
existencia.

De los autores que escribieron desde el exilio, con una obra


la narrativa
más o menos conocida dentro de España, conviene recordar los
del exilio casos de Ramón J. Sender, autor de Crónica del Alba. Max Aub se

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exilió en México, donde escribe novelas destacadas como La calle de Valverde (1961), de
influencia galdosiana, que retrata el Madrid de los años veinte. El granadino Francisco
Ayala, fallecido en 2009, fue una figura cercana a la Generación del 27 y las vanguardias,
que desarrolló, también en el exilio, una amplia e interesante actividad narrativa, entre
cuyas obras destacan cuentos y la novela Los usurpadores. Recientemente se ha tenido
muy en cuenta la obra de Manuel Chaves Nogales. Exiliado en Londres, fue en su
tiempo sólo conocido por una maravillosa biografía del torero Juan Belmonte aunque poco
a poco se han ido descubriendo todas las novelas que escribió en los años cuarenta y
cincuenta.

Volviendo a España, encontramos a autores afines al régimen franquista, o


aquellos que escribieron de temas no censurables, como el caso de Gironella, con su
célebre Los cipreses creen en Dios (1953). Por su parte, Gonzalo Torrente Ballester,
gallego pero salmantino de adopción, tiene una obra larga que va desde el realismo
cercano a Galdós como ocurre en Los gozos y las sombras a la novela experimental
como en La saga/fuga de J.B.

En los años 50, y paralelo a la Generación poética del 50,


La Generación surge un grupo de narradores que han tenido una desigual fortuna
del 50 crítica. Como en el mencionado grupo de poetas, son autores de
una amplia formación universitaria, críticos con el franquismo y
cosmopolitas. Muchos de ellos estuvieron vinculados a las
editoriales emergentes del momento, como Planeta, Destino, Seix-Barral… En sus obras
tratan de reflejar críticamente la realidad española aunque esta crítica, fina y oculta,
muchas veces no levantó sospechas en la censura del régimen. Entre los autores
destacados de esta Generación del 50, cabe destacar a Ignacio
Aldecoa, muerto prematuramente en 1969, y que fue finalista del
Premio Planeta por El fulgor y la sangre, una novela dura y cerrada
que recuerda el ambiente opresivo de la época. En esta Generación
del 50 destacan, entre otros, Juan Goytisolo, fallecido en 2017, con
Señas de identidad; Juan García Hortelano, autor de numerosos
cuentos o la salmantina antes citada Carmen Martín Gaite. Aunque su
obra tuvo mayor éxito ya en la democracia, suele adscribirse a esta
Generación a Ana María Matute: Fue una narradora espléndida, plena
de imaginación que en sus últimos años publicó una de las grandes
novelas de nuestro tiempo como Olvidado rey Gudú.

Entre los años 50 y 60 se aprecia una europeización de la novela, así


como la introducción de nuevos temas y personajes. Con muchos años de retraso, llegan
las influencias de Joyce, Proust, Faulkner… Se adopta el punto de vista múltiple, se da
más importancia al lenguaje que al argumento o se utilizan estructuras complejas, llenas
de desórdenes cronológicos, saltos en el tiempo o monólogos interiores. Son los años,
además, del Boom Latinoamericano, de donde surgirán autores como García Márquez o
Mario Vargas Llosa, todos ellos publicados por editoriales españolas.

El cambio en España lo marcará Luis Martín Santos (1924-1964) con Tiempo


de silencio (1962). Incorpora el monólogo interior, el cambio de narrador, acude a
digresiones para ironizar o criticar sucesos y situaciones. En esta línea destaca también
Juan Benet con Volverás a Región. Otros autores se centran en un realismo crítico,
intentando salvar los problemas de la censura.

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Al margen de estas generaciones que llegan hasta bien entrada la democracia,
desde los años 50 hasta el fin de siglo XX sobresalen tres nombres fundamentales como
son Camilo José Cela, Miguel Delibes y el ya mencionado Gonzalo Torrente Ballester,
aunque este se encuentre hoy en día menos valorado. Cela y Torrente fueron hombres del
régimen mientras que Miguel Delibes tenía un carácter más introvertido y estuvo
vinculado durante mucho tiempo al periodismo castellano.

Cela El gallego Camilo José Cela (1916-2002) lo ha sido todo en la novela


española: desde censor, responsable editorial, narrador, guionista,
personaje polémico de la televisión… Recibió los Premios
Cervantes, Príncipe de Asturias y en 1989 ganó por sorpresa el
Premio Nobel de Literatura. Fue un autor de una prosa desbordante
pero que supo adaptarse siempre a los gustos del público. Sus
primeras novelas son de corte realista, influidas por Baroja, y
evolucionará hacia novelas más experimentales. En 1942, pocos
años después de la Guerra Civil, publica una obra dura que retrata
la España rural, caótica y sin ley ni moral de aquellos años, La
familia de Pascual Duarte. Construida a través de diversos
manuscritos, entre otros los testimonios de ese superviviente y pícaro que le da título,
supuso una novedad en la narrativa de su tiempo. En 1951 aparece La colmena.
Formaba parte de una frustrada trilogía, que, sin embargo, fue prohibida por la censura
franquista, por lo que tuvo que publicarse en Buenos Aires. En la novela se narran tres
días de la vida madrileña de 1942. La narración no es lineal sino que el lector va
conociendo un panorama impresionante de personajes y escenas (de ahí su título) que
coinciden a veces en el café. Con posterioridad, avanza hacia modelos narrativos y temas
más fragmentarios y discutibles. Destacarían obras como Mazurca para dos muertos
(1983) o su última obra, Madera de boj (1999).

Delibes El vallisoletano Miguel Delibes, nacido en 1920 y


fallecido en 2010, es autor de una obra coherente en
lo que se refiere a estilo y temática. Gran aficionado
al mundo rural castellano, su vida profesional está vinculada al
periodismo en El Norte de Castilla. Sus novelas reflejan la soledad y
marginalidad de personajes en las tierras castellanas, lo que le lleva
a recrear costumbres o lenguajes específicos de los pueblos. En
1948 gana el prestigioso Premio Nadal con La sombra del ciprés
es alargada, y quedará vinculado para siempre a la editorial que
convocaba el Premio, la editorial Destino. La novela es una
narración tradicional en cuanto a andadura y recursos expresivos, que se desarrolla en
una Ávila no "protegida" por sus murallas, sino "encerrada" por ellas. El camino (1950)
narra la vida triste de un niño en un pueblo castellano y su paso de la infancia a la
juventud. En esa línea rural puede incluirse Las ratas.

Delibes evoluciona después a textos más experimentales como Cinco horas con
Mario, escrito en forma de monólogo. En El príncipe destronado, de 1973, narra de
forma realista la vida de un niño que deja de convertirse en el centro de la familia. La
transición aparece narrada magistralmente en El disputado voto del señor Cayo (1978).
La obra se desarrolla en un corto espacio de tiempo en las primeras elecciones
democráticas españolas. Su última gran obra será El hereje (1998) de contenido histórico
y que tuvo una gran repercusión. Delibes, a diferencia de Cela, huyó siempre de las
polémicas lo que hizo que fuera un admirado escritor. Recibió el Premio Cervantes.
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El teatro de 1939 a 1975. Antonio Buero Vallejo

Durante la postguerra y el franquismo, y hasta la llegada de la


Constitución (1978), el teatro español sufre las consecuencias de la
censura de la dictadura franquista. De ahí que durante los primeros
años de la postguerra domine un teatro tradicional. En los años
cincuenta surge un teatro realista y social, mientras que en los setenta se vuelve a un
teatro más vanguardista. El teatro es un género difícil puesto que no depende sólo de la
creación por parte de un autor sino también de la puesta en escena por parte de un
director y una compañía. El teatro español pasa en esta segunda mitad del XX por
momentos de crisis, derivadas en parte del éxito de otros medios de ocio, como la
televisión, el cine o los deportes.

Por otra parte, la creación de teatros públicos tras la Guerra Civil, destruidos muchos
de ellos durante la contienda, hace que el público se interese por la representación de los
clásicos, muchas veces con subvenciones públicas o a través de compañías estatales,
como la Compañía Nacional de Teatro clásico, o los Festivales como los que se celebran
anualmente en Almagro. No obstante, a lo largo de todo el siglo, es frecuente leer la
opinión de que “el teatro está en crisis”, derivado en parte a la complejidad de este
espectáculo y los enormes gastos que supone una puesta en escena. Durante un buen
número de años el teatro ha proporcionado obras, guionistas y actores a la televisión,
aunque en los últimos años el fenómeno es inverso: los actores trabajan en televisión
para sobrevivir.

A partir de los años cincuenta surge un teatro de realismo


El teatro social
social, con el que se quiere presentar la España de aquellos
años desde una crítica moderada que no chocara con la
censura. El principal autor es Antonio Buero Vallejo, del que hablaremos más adelante.
Pese al carácter realista de sus obras, todas ellas experimentan con la representación,
adoptando símbolos y técnicas que ya se utilizaban en el teatro europeo.

Uno de los autores más destacados de este periodo es Alfonso Sastre. Su primer
gran éxito, Escuadra hacia la muerte (1953), drama en dos actos, fue estrenado por el
T.P.U., Teatro Popular Universitario. Presentaba el destino de una escuadra -cinco
soldados y un cabo- castigada en una tercera guerra mundial. Los soldados, tras matar al
cabo, sienten angustia y soledad. Al año siguiente se estrena La Mordaza (1954), con
parecidos resultados.

Lauro Olmo (1922-1994), es autor de La camisa (1962), "drama popular". Recrea el


Madrid de 1960, en un barrio de chabolas y emigrantes. Otros autores importantes de
este teatro son: José María Rodríguez Méndez (1925-2009). Estrena en 1961 Los
inocentes de la Moncloa sobre las oposiciones como burocracia. De 1965 será su mejor
obra, Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga, estrenada en 1976. El
teatro de José María Martín Recuerda es heredero de Lorca por su sensibilidad, su
exaltación de la libertad y su desinhibición. Destacan los personajes de las prostitutas en
Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca (1969).

Antonio Buero Vallejo (1916-2000), nació en Guadalajara. Su


Buero Vallejo padre y su hermano, militares profesionales, sufrieron la guerra y él
mismo fue condenado a muerte. Compartió la cárcel con Miguel
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Hernández. En 1947 un indulto total le permite instalarse en
Madrid. Su obra dramática puede dividirse en tres campos: a)
Teatro de crítica social: Se analiza la sociedad española con
todas sus injusticias, mentiras y violencias; b) Teatro simbolista: A
través de la ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas en
su drama En la ardiente oscuridad. c) Dramas históricos: Son
obras en las que el trasfondo histórico es un pretexto para
reflexionar sobre la realidad contemporánea

Su primera gran obra, dentro de ese teatro de crítica social, es Historia de una
escalera (1949), premio "Lope de Vega", fue parcialmente censurada, pero logró 187
representaciones. Reflejaba la historia de una casa de vecinos durante treinta años. L o s
personajes eran símbolos de actitudes vitales: Fernando sacrifica su amor para prosperar
social- mente, pero fracasa, como Urbano, sindicalista pusilánime, cuya esposa lo
desprecia. Los hijos de ambos repetirán la historia de los padres, pese a la oposición
familiar, con la esperanza de que algo mejore.

Su siguiente gran obra es El tragaluz (1967): es el experimento de una pareja del


futuro con una historia del siglo XX: Vicente, ejecutivo de una editora, visita a sus padres,
que viven con su otro hijo, Mario, en un sótano modesto. Vicente abusa de su secretaria
Encarna, a la que desprecia, y de la que está enamorado Mario. Comprendemos que la
locura del padre se debe a que Vicente, de niño, huyó en un tren con los alimentos
necesarios para todos, causando la muerte por hambre de su hermana. Al recordarlo el
padre, mata a Vicente. Mario aceptará vivir con Encarna y con el hijo que espera de
Vicente. La obra dividía el escenario en secciones para separar lugares y personajes.

Mención aparte merecen los llamados “dramas históricos”, donde toma


circunstancias o personajes del pasado para valorar la realidad presente, con lo cual se
saltaba el inconveniente de la censura. Uno de ellos es Un soñador para el pueblo
(1958), ambientada en el siglo XVIII, recrea los acontecimientos históricos del famoso
motín de Esquilache. Otro de los dramas históricos es El Concierto de San Ovidio, de
1962 y que se ha vuelto a estrenar en Madrid en 2018. Otro drama histórico, esta vez
sobre la figura de Francisco de Goya es El sueño de la razón (1970). Al año de morir
Franco, se estrena y publica en España La doble historia del Doctor Valmy (1976),
alegato contra la tortura.

Buero siguió estrenando sus obras con mayor o menor éxito hasta el año anterior a
su muerte. Su última obra fue Misión al pueblo desierto (1999), que quedó inconclusa.
Buero dejó, en unas treinta obras originales, un teatro perspectivista (doctrina que
defiende un cierto relativismo, según se estudie a los personajes) de carácter trágico y
planteamientos éticos. Es un teatro posibilista (pues, como ya hemos señalado, la
progresiva apertura de la dictadura franquista le permitió estrenar sus obras sin graves
problemas) e independiente de grupos políticos.

A pesar de su evolución en su larga trayectoria, hay algunos rasgos que definen a


los personajes de Buero Vallejo. Suelen ser personales complejos con algún tipo de
inadaptación al entorno en el que viven. Algunos críticos dividen a sus personajes entre
activos y contemplativos. Los primeros se mueven por una actitud egoísta mientras que
los segundos sufren las consecuencias de su inadaptación. Por otra parte, se considera
que Bueno fue un maestro en la utilización del espacio y del tiempo en sus obras.
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En los primeros años 70 se desarrolla un teatro nuevo,
Desde los años 70 heredero remoto de la vanguardia. Se difunde en revistas
como Pipirijaina o Primer acto y en editoriales como Espiral o
La avispa, ya que no siempre llega a los escenarios. Se aleja de los cauces comerciales y
convencionales y sufre la censura franquista, que se prolonga hasta los años 80. Utiliza la
cámara negra -pobreza de decorados-. Se considera teatro subterráneo, adaptación del
anglicismo underground. Por otro lado, la experimentación llega a la escena bajo la
influencia de las propuestas vanguardistas de autores extranjeros como Artaud y del
teatro del absurdo de Beckett y Ionesco. Es un teatro renovado que se basa en el
espectáculo, la escenografía y lo audiovisual, puesto que el teatro se concibe no sólo
como texto, sino como espectáculo.

Encontramos diferentes tendencias: por una parte el teatro simbólico y poético de


Antonio Gala con Anillos para una dama (1973); por otra, encontramos
el caso de Francisco Nieva, desde una doble condición: escenógrafo
y autor teatral. De la producción propia destaca el llamado “teatro
furioso”, una crítica con dosis de esperpento de la realidad española
como hace en la obra La carroza de plomo ardiente. Por su
parte, Fernando Arrabal es el mejor ejemplo del teatro pánico, una
manera de ser y representar llena de confusión, azar, y rechazo al orden
burgués. Su obra más difundida es El cementerio de
automóviles, del año 1958.
Hay que destacar la importante la labor realizada por los grupos teatrales, donde
predomina la puesta en escena, el espectáculo frente al texto. Los grupos más
representativos de esta tendencia son de procedencia catalana, aunque son numerosas
las compañías independientes que surgen en todo el territorio nacional. De las compañías
catalanas destacan: Els Joglars, dirigida por el polémico Albert Boadella, Els
Comediants y La fura dels Baus. También hay que señalar la influencia que han
ejercido sobre el teatro otros géneros como el cine y la música, con la proliferación del
teatro musical, los monólogos cómicos... Por otra
parte, los autores y compañías probaron diferentes
posibilidades para superar la censura,
especialmente en los últimos años del franquismo.
Hay un cierto aperturismo en aquellos años, sobre
todo con espectáculos que combinan el humor y la
música. Aún así, en el año 1970 fue escandaloso el
estreno y posterior clausura del espectáculo
Castañuela 70. El público demandaba libertad de
expresión, que no llegaría hasta el inicio de la
democracia. Los años setenta vivieron una llegada
masiva de musicales de Broadway y Londres, lo que
abrió los teatros a públicos más amplios y con una rentabilidad económica más amplia.

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La poesía desde los Novísimos a la actualidad

A partir de 1975, año de la muerte de Franco, van


produciéndose cambios destacados no sólo en la sociedad
sino también en la cultura española. Aunque la poesía ha sido
tradicionalmente un género minoritario, a diferencia de la
novela, lo cierto es que desde finales de los años 60 venían observándose
un cambio en las tendencias poéticas. El motivo fundamental es la irrupción
de un grupo destacado como los Novísimos. Esta denominación parte de la
idea del crítico y editor Josep María Castellet, quien en 1970 publica la
antología Nueve novísimos españoles. Se recoge en ella a nueve autores, todos ellos
nacidos con posterioridad a la Guerra Civil, y que andaban publicando sus primeros libros
a finales de los años 60. La repercusión de esta antología dio lugar, con adhesiones y
críticas, a la generación poética de los Novísimos, a quienes los críticos denominaron
negativamente como los “venecianos”.

En la mencionada antología, afirma Castellet, que estos autores “novísimos” se


basaban en una “nueva sensibilidad”, donde confluía no sólo la tradición literaria española
o anglosajona sino influencias nuevas como la música electrónica, el pop, el rock, los
cómics, el cine negro e incluso las marcas publicitarias. Se trataba de unos escritores que
presumían de alta cultura, lecturas exquisitas, y de estudios universitarios. En el fondo, los
escritores novísimos son herederos del camino que se había abierto con la anterior
Generación del 50 y, especialmente, con autores como Jaime Gil de Biedma o Francisco
Brines, a quienes muchos de estos jóvenes consideraban sus maestros inmediatos. De la
antología Nueve novísimos españoles, destaca Manuel Vázquez Montalbán, que
posteriormente será conocido más por sus novelas policíacas. Entre los autores, entonces
más jóvenes, estaban Félix de Azúa, nacido en 1944, un autor preocupado por la estética
y el arte, que con el tiempo será un destacado columnista y miembro de la Real
Academia; Guillermo Carnero, alicantino, nacido en 1947, que había despuntado muy
pronto con un libro lleno de referencias culturales como Dibujo de la muerte. Pero, sin
duda, el escritor más relevante de los nueve fue Pere Gimferrer, nacido en 1945, que por
entonces había publicado un llamativo libro titulado Arde el mar. Gimferrer alternará
después su labor poética en castellano y catalán con su cometido como editor y traductor.
Gimferrer ha estado en las listas de candidatos al Premio Nobel de Literatura y es
miembro también de la Real Academia.

Como respuesta a la famosa antología, en 1971 apareció otra a


cargo del profesor universitario Antonio Prieto, que se llamó Espejo
del amor y de la muerte. En ella se dieron a conocer otros poetas
también catalogados como novísimos. Estos autores, más
relacionados con Madrid, seguían la estética culturalista y
alardeaban de altas lecturas internacionales. Se concentran en torno
al magisterio de Vicente Aleixandre, autor del 27, al que visitan a menudo en su casa de
Madrid. Destacan tres nombres fundamentales en esta segunda etapa novísima: el leonés
Antonio Colinas, Premio Castilla y León de las Letras, y autor de libros como Sepulcro
en Tarquinia (1975) y Jardín de Orfeo. Colinas es un autor de influencia italiana que ha
evolucionado hacia la mística; por su parte, Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1951) es
uno de los autores más valorados hoy por los lectores jóvenes. Luis Alberto de Cuenca
reivindica una poesía de “línea clara”, muy narrativa, actual y fácilmente entendible, lo que
no está reñido con una elaboración precisa. De entre sus obras destaca La caja de plata.
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Algunos de sus poemas han sido cantados por Loquillo y un texto concreto
como el poema “El desayuno” es citado a menudo por adolescentes en
sus redes sociales; muy amigo del anterior es el madrileño Luis Antonio
de Villena que reivindica la masculinidad y la belleza en unos poemas a
veces cercanos a la prosa. En 1981 recibió el Premio de la Critica por su
libro de poemas Huir del invierno. Luis Antonio de Villena es un
dinamizador de la poesía, dada su faceta de crítico literario y jurado de
numerosos premios. Es, además, autor de numerosas novelas, ensayos y
memorias. El propio Luis Antonio de Villena acuñó el termino “postnovísimos” para
englobar a aquellos autores de la generación siguiente. Hay varios nombres destacables
en esta época. En 1981 surge Blanca Andreu, de influencia surrealista, o el leonés
Andrés Trapiello (1953), que desarrollará una inmensa obra entre libros de poemas,
novelas y unos diarios que alcanzan ya los veinte tomos bajo el título de Salón de pasos
perdidos. Por aquellos años finales de los setenta irrumpe un poeta inclasificable, distante
de los grupos de poder, y que se ha revalorizado con los años, como es el salmantino
Aníbal Núñez, fallecido prematuramente en 1987.

Es lógico que el culturalismo de los novísimos llegara a una cierta repetición


por lo que las siguientes generaciones se dividieron en dos sectores que por momentos
parecieron muy enfrentados en medio de debates, polémicas y antologías. De un lado, la
llamada “poesía del conocimiento”, con influencia de los escritores místicos, de
Machado, del ultimo Juan Ramón Jiménez o de autores de los 50 como José Ángel
Valente. En este sector se encontraría la poesía de José Luis Puerto o de Vicente
Gallego. Por el contrario, encontramos la “poesía de la experiencia”. Esta etiqueta
engloba a poetas que triunfaron entre el final de los ochenta y los noventa. Siguen esa
poesía de la comunicación que incluye elementos cotidianos y busca una aparente
simplicidad. De los muchos poetas incluidos en esta poesía de la experiencia sobresale
pronto un nombre: el granadino Luis García Montero, autor de Las flores del frío.

Esta polarización en dos sectores, muy enfrentados en su momento, fue


relajándose con el tiempo, de manera que aparecieron diferentes tendencias
más abiertas a finales de los noventa. Uno de los poetas más destacados
hoy en día es Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964),
heredero de la poesía de Cernuda, Gil de Biedma y Luis Antonio de Villena.
Su principal libro, reivindicación del cuerpo masculino, es Esto es mi
cuerpo. Hay, asimismo, una poesía femenina que va abriéndose camino,
sobre todo con autoras como Elena Medel, que triunfó muy joven con un
poemario como Mi primer bikini. La poesía en estas dos últimas décadas tiene un
protagonismo femenino muy fuerte. De todos modos, el panorama poético del nuevo
milenio es tan abierto que resulta difícil valorar qué va a quedar de estas dos décadas.
Han sido años en los que la poesía ha estado dominada por tres editoriales como Visor,
Hiperión y Pre-textos, así como por una serie de premios como el Loewe, el Ciudad de
Melilla y otros. Sin embargo, desde 2015 aproximadamente, y siguiendo una pauta
internacional, la poesía ha pasado de ser un género minoritario a ocupar estanterías
enteras en las cadenas de librerías y los grandes almacenes y conseguir cifras de ventas
apabullantes. Entre estos poetas “millenials” o “poetas 2.0” se mezclan cantantes,
raperos, influencers, por lo que es complicado saber dónde terminará. Sin embargo, en la
parte positiva está el hecho de que un público muy joven sigue a estos poetas y agota sus
ediciones. De este amplio número de autores podemos destacar a Elvira Sastre,
segoviana nacida en 1992, y autora de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la
herida. La poesía está ahora en las redes y vende miles de ejemplares.
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La novela desde la década de los setenta a


la actualidad. Eduardo Mendoza.

La novela de los años setenta parte de los cambios narrativos que surgieron en
la década precedente. Pueden resumirse en tres los planteamientos de los
años sesenta y setenta: por una parte, se aprecia una diversidad de
subgéneros narrativos, una ruptura formal y búsqueda de la experimentación y, por
último, es incuestionable la influencia que ejerce en la narrativa española el denominado
“boom latinoamericano” que por aquellos años se encontraba en pleno apogeo.

La primera de las características, la diversidad narrativa, supone que encontramos


una gran variedad de formatos: novelas de tesis, novela psicológicas, libros de relatos y
cuentos, un género en alza por aquellos años, novela histórica y, por supuesto, el
predominio de los thrillers, la novela policíaca y la novela negra.

En cuanto a la forma, ya desde los años 60 se aprecia una ruptura con la novela
tradicional, gracias a la influencia de la hitos como el Ulises de Joyce, las novelas de
Faulkner, camino que había iniciado ya Tiempo de silencio de Luis Martín Santos en
1962. Se rompe con el narrador omnisciente, se alternan las estructuras narrativas, se
introduce el monólogo interior e incluso se entremezclan géneros como el reportaje
periodístico, la investigación, la novela epistolar etc.

Por lo que respecta a la tercera de las influencias, debe recordarse que se conoce
como “boom latínoamericano” a una serie de novelistas de Hispanoamérica, de muy
diversos países, que a partir de los años 60 renuevan la manera de narrar e introducen el
denominado “realismo mágico”. No olvidemos que algunos de estos autores, como
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Juan Rulfo van a tener una relación muy
estrecha con España, dado que sus editores serán las editoriales barcelonesas como
Seix-Barral.

Al llegar la democracia, van sucediéndose las publicaciones de los autores


mayores que vivían en España como Miguel Delibes o Camilo José Cela. Como ocurre
siempre, se solapan los autores de generaciones anteriores y los más jóvenes. La llegada
de la apertura supone además el fin de la censura, un aumento en los niveles educativos
y de lectura, lo que produce un éxito de las editoriales españolas y sus premios literarios.
Siguen en pleno apogeo los Premios Planeta y Nadal, cuyos ganadores de esos años
reflexionan sobre el momento que se está viviendo en España. Por ejemplo, el ganador
del Planeta de 1977 es Jorge Semprún, que había pasado las décadas anteriores en el
exilio. Justo en 1975, año de la muerte de Franco, el periodista y escritor Francisco
Umbral gana el Premio Nadal con Las ninfas, una novela homenaje a Lolita de Nabokov,
lo que demuestra que la apertura sobre temas sexuales o morales ha llegado a España.
Francisco Umbral se convertirá en un escritor y columnista que va a dominar la escena
pública durante las siguientes décadas con multitud de obras y escándalos. En ese mismo
año de la transición, publica la novela Mortal y rosa, un retrato duro y lírico de la muerte
de su hijo, la cual se considera su mejor obra.

La novela de aquellos años setenta alternará entre lo experimental o el reportaje, de


mayor facilidad para el lector. En el primer grupo se situaría un autor complejo como Juan
Benet, ingeniero de profesión, seguidor de las tesis de Faulkner y de la narrativa
experimental. Es el autor, entre otras, de Volverás a Región. Esa línea vanguardista la
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siguió el inclasificable escritor Julián Ríos que en 1983 publicó una larguísima novela
titulada Larva, escrita siguiendo el modelo del Ulises de Joyce, y con gran éxito de crítica
y análisis universitario, aunque de poca repercusión pública.

En la otra línea, la de quienes tratan de conectar con el público mediante obras de


calidad, situaríamos a una serie de escritores catalanes como Juan Marsé, nacido en
1933, y que puede situarse en la llamada Generación del 50 pues fue muy amigo de
Jaime Gil de Biedma. Marsé también ganó el Premio Planeta con La muchacha de las
bragas de oro. Otro autor destacado de ese período sería Eduardo Mendoza, del que
hablaremos al final de este tema.

En los años ochenta y noventa, ya pasada la transición y afianzada la democracia,


van surgiendo nuevos autores, nuevas editoriales y nuevos premios. Podríamos destacar
por su repercusión crítica o por su nivel de ventas a Javier Marías, Antonio Muñoz
Molina o Arturo Pérez Reverte.

Javier Marías ha recibido una especial atención tanto de la crítica como de los
lectores desde su éxito con Corazón tan blanco. Es un autor que sigue teniendo un gran
tirón entre los lectores, como demuestra su última novela, aparecida en 2017, Berta Isla.
La prensa alemana considera a Marías “el mejor novelista de su generación”. Antonio
Muñoz Molina destaca por su prosa cuidada en la exploración de la reciente historia
española, como en Beltenebros; por su parte, Arturo Pérez Reverte pasó del reportaje
televisivo a una variada trayectoria narrativa que va desde la novela negra a la novela
histórica, como en su serie del Capitán Alatriste. Otros autores destacados por la crítica
son Andrés Trapiello, autor de unos inteligentes diarios, Salón de pasos perdidos, y de
dos novelas inspiradas en Cervantes; Álvaro Pombo, autor de El metro de platino
iridiado. Los años noventa dieron lugar al denominado Realismo sucio, donde destacó
José Ángel Mañas cuya obra se limita prácticamente a una célebre novela (en su
momento) titulada Historias del Kronen. Es significativo el éxito del chileno, afincado en
España, ya fallecido, Roberto Bolaño, cuya obra Los detectives salvajes, consiguió un
sorprendente éxito tanto en España como fuera a raíz de su muerte. De igual modo,
resulta curioso el caso de Javier Cercas, quien combina hábilmente el reportaje y la obra
narrativa en un texto como Soldados de Salamina. En los últimos años continúa esta
diversidad, aunque los premios literarios han perdido el tirón de ventas que tuvieron hasta
los 90. Las grandes editoriales españolas están inmersas en procesos de fusión o de
compra por grupos extranjeros.

Eduardo Mendoza, del que hemos hablado antes, es un escritor


barcelonés, nacido en 1943, y que recientemente ha recibido el Premio
Cervantes. Su primera gran novela es La verdad sobre el caso Savolta,
publicada en 1975. Desde esa novela, Mendoza conjugará en sus obras el
reportaje de investigación, la novela policíaca con unas grandes dosis de
humor, lo que ha hecho que sea uno de los novelistas más leídos. El
misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas son dos
novelas que narran las investigaciones de un detective anónimo, en una
especie de parodia del género policíaco. Frente al detective sagaz e
inteligente, aquí se nos presenta un personaje absurdo, incapaz de descubrir las
evidencias. Esta fórmula la repetirá en 2001 en La aventura del tocador de señoras y en la
última hasta la fecha, de 2015, El secreto de la modelo extravíada. Esta combinación de
investigación y humor, así como una gran calidad de su prosa, hace que Eduardo
Mendoza sea hoy en día unos de los escritores más admirados.
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El teatro desde la década de los


setenta a la actualidad. José Luis Alonso
de Santos
Es un tópico afirmar que el “teatro está en crisis”. Lo cierto es
que de todos los géneros, el dramático es el que sufre más los
vaivenes de la política y de la afluencia de público. Por una parte, la dificultad de
representar una obra exige que las administraciones subvencionen determinadas
representaciones o producciones teatrales, como las compañías de clásicos. Esto, a su
vez, produce una competencia en aquellas compañías privadas o independientes que
tratan de poner en escena autores más actuales o novedosos. Pero si la poesía es un
género que tradicionalmente ha sido minoritario, el teatro, por el contrario, necesita
público puesto que no sirve de nada la publicación de una obra si no va a ser
representada.

Desde los años 70 se ha dicho, por tanto, que el teatro español ha estado en crisis.
Ha habido, no obstante, momentos mejores y peores. La llegada de la democracia supuso
el fin de la censura lo que no se tradujo inmediatamente en un estreno masivo de obras.
En todo caso, la escena de las grandes ciudades, Madrid y Barcelona, se puede dividir
en cinco bloques:

1) Los teatros de titularidad pública, como la Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Centro
Dramático Nacional, que reponen obras clásicas, que van desde el Siglo de Oro hasta Lorca.

2) Un teatro costumbrista o popular, de baja calidad pero de gran éxito, vinculado a actores o
actrices populares, humoristas, y con el apoyo de la televisión, como fue el caso de Lina Morgan u otros
humoristas.

3) Las producciones privadas de obras nuevas, de autores españoles de diversas generaciones,


que en ocasiones tienen éxito y que dependen de la afluencia del público para subsistir.

4) Compañías independientes de pequeño formato, en salas alternativas, y para un número


limitado de espectadores, donde se reivindica un teatro de vanguardia. Aquí surgieron algunas
compañías como La Fura dels Baus.

5) Por ultimo, el éxito constante de los musicales, con grandes producciones que revitalizan los
teatros del centro de estas ciudades.

Si comenzamos por el último caso, podemos decir que el musical ha sido un


dinamizador de la escena madrileña. Son, en su mayor caso, adaptaciones de éxitos de
Londres o Broadway, que consiguen que un público ajeno acuda a las salas. Son famosos
los casos de Evita en los años setenta o, en la actualidad, El Rey León o Billy Elliot.
Muchos actores conocidos se han forjado en estas producciones.

Por lo que respecta a la producción nueva y privada de autores españoles, en los


años setenta sigue en pleno auge un tipo de teatro reflexivo o combativo en ideas. Son
autores que tuvieron sus años de éxito en el final del franquismo y la transición pero que
después han sido olvidados. Es importante aclarar que el teatro es el género que más
envejece y que más depende de los gustos cambiantes de los públicos. Si Rodríguez
Méndez o Alfonso Sastre triunfaban en aquellos años, pueden considerarse olvidados
hoy en día. Hay tres casos distintos, como los de Antonio Buero Vallejo, Francisco
Nieva y Antonio Gala. El primero, fallecido en 2000, siguió estrenado con éxito en los 70
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y 80 con obras llamativas como La doble historia del doctor Valmy, un duro retrato de la
tortura, que había sido tan frecuente en las comisarías franquistas. Francisco Nieva
triunfó en los años de la democracia gracias a un teatro estético, de gran lujo
escenográfico como en Pelo de tormenta. Otro autor de gran éxito en aquellos años fue
Antonio Gala, con obras como Anillos para una dama. En los ochenta podemos apreciar
una vuelta a la comedia como en las obras de Alonso de Santos, del que hablaremos
luego. Otro de los autores más recientes, y que está despertando gran admiración por
parte de la crítica es Juan Mayorga (Madrid, 1965) alguna de cuyas obras se ha
adaptado incluso al cine como El chico de la última fila. Otro autor destacado es Alfredo
Sanzol (Madrid, 1972), Premio Nacional 2017 por La Respiración.

En lo que respecta al cuarto punto, el teatro de vanguardia, se difundía en revistas como


Pipirijaina o Primer acto y en editoriales como La avispa, ya que no siempre llega a los escenarios.
Se aleja de los cauces comerciales y convencionales. Utiliza la “cámara negra” -pobreza de
decorados-. Se considera teatro subterráneo, adaptación del anglicismo underground, bajo la
influencia de las propuestas vanguardistas de autores extranjeros como Artaud y del teatro del
absurdo de Beckett y Ionesco. Es un teatro renovado que se basa en el espectáculo, la
escenografía y lo audiovisual, puesto que el teatro se concibe no sólo como texto, sino como
espectáculo. Muchas de las compañías de teatro experimentales nacieron en estas salas, como
La Fura del Baus, que después harán grandes espectáculos, transgresores y de públicos masivos.

José Luis Alonso de Santos nació en Valladolid en 1942. Tras


Alonso de Santos estudiar Filosofía, se inició en compañías de teatro universitarias
o de corte independiente como una de gran repercusión en los
años del franquismo, Teatro Experimental Independiente. Su
carrera se divide entre la producción de obras ajenas y la escritura de obras
propias. Como director dramático ha dirigido unas cincuenta obras de
autores tan diversos como Calderón, Valle-Inclán o Shakespeare.

Por lo que respecta a su propia obra, José Luis Alonso de Santos escribió
y estrenó su primera obra en 1975, ¡Viva el Duque, nuestro Dueño!, de
tema histórico a partir de un pequeño suceso del siglo XVI. Sin embargo,
fueron dos obras de los años ochenta las que lo encumbraron, puesto que lograron un
gran éxito en escena y fueron adaptadas con posterioridad en el cine. En 1981 escribe La
estanquera de Vallecas mientras que en 1985 estrena Bajarse al moro. Las dos obras
han sido calificadas de un nuevo costumbrismo. El público valoró positivamente esta
tendencia al incorporar en ellas un uso del lenguaje coloquial, vulgar y marginal de la
calle. No olvidemos que los años 80 son los de la movida, las bandas, los ambientes de
barrio y el tiempo de los yonkis y los toxicómanos. Esas realidades aparecen en estas
obras. Bajarse al moro tiene dos actos que representan unos unos pocos días de la vida
de dos jóvenes que deciden “bajarse al moro”, es decir, viajar a Marruecos para traficar
con droga. A partir de ahí se suceden unas situaciones cómicas que recuerdan a las
comedias de Carlos Arniches pero situadas en la década de los ochenta. El propio autor
dice que escribió la obra como una protesta contra los “muros de la opresión, la
marginación, la falta de salidas”. Aunque el tiempo ha pasado, y la realidad de los jóvenes
sea distinta, hay situaciones que pueden ser actuales.

Tras estos éxitos Alonso de Santos ha escrito una veintena de obras como La
sombra del Tenorio, inspirada en el clásico de Zorrilla, de 1994. Ha recibido importantes
premios como el Nacional de Teatro y el Castilla y León de las Letras.

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TEST RÁPIDO DE REPASO


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1.- Pío Baroja escribió trilogías como 5.- Una de estas parejas está mal…
A) Bajarse al Moro A) Juan Ramón Jiménez y Zenobia.
B) La lucha por la vida. B) Antonio Machado y Leonor.
C) Don de la ebriedad. C) Rubén Darío y Francisca
D) Pío Baroja y Pepita Jiménez.
2.- Una obra significativa de Eduardo
Mendoza es… 6.- Tiempo de silencio es una novela
A) Corazón tan blanco. experimental de…
B) Sonata de primavera. A) Arturo Pérez Reverte
C) El misterio de la cripta embrujada. B) Luis Martín Santos.
C) James Joyce.
3,. Historia de una escalera es una obra
de… 7.- Alonso de Santos triunfó con…
A) Buero Vallejo. A) El esperpento
B) Federico García Lorca. B) El tragaluz.
C) Luis Antonio de Villena. C) La estanquera de Vallecas.

4.- Un autor significativo de los novísimos 8.- Uno de estos autores NO es miembro
es… de la Generación del 50
A) Juan Ramón Jiménez. A) José Ángel Valente
B) Pere Gimferrer B) Jaime Gil de Biedma.
C) Jaime Gil de Biedma. C) Luis García Montero

Un saludo cordial y un agradecimiento a todos los alumnos que han consultado las sucesivas versiones de estos
apuntes durante los últimos años de Selectividad/PAU/EBAU, especialmente los alumnos del IES Vasco de la Zarza y
del IES Aranguren de Ávila. David Ferrer (2019).

Para dudas o consultas:


Email: alumnosferrer@mac.com
Instagram: @laclasedeferrer.
Web: www.davidferrer.net

Fuentes consultadas para la elaboración de estos apuntes. Elaboración propia y:


Francisco Rico, Historia y crítica de la literatura española. Barcelona: Crítica, 1992.
Víctor García de la Concha (ed): Historia de la Literatura Española. Espasa Calpe, 1996.
Francisco Ruiz Ramón, Historia del teatro español. Cátedra, 1991.
José Carlos Mainer, Historia de la Literatura española. Crítica, 2010.
Álvarez Barrientos, La república de las letras en el siglo XVIII. CSIC, 1999.
Andrés Trapiello, Los nietos del Cid. Planeta: 1998.
Andrés Trapiello, Las armas y las letras. Planeta, 2010.
Ian Gibson, Lorca. Planeta: 1999.
Isabel de Castro y Lucía Montejo, Tendencias y procedimientos de la novela española actual. UNED, 1990.
Luis Antonio de Villena, 10 menos 30. La ruptura interior en la poesía de la experiencia. Pre-Textos, 1997.
VVAA: El último tercio de siglo. Antología consultada de la poesía española. Visor, 1998.
www.apuntesdelengua.com y www.xuletas.es
Blog del IES A Pobra do Caramiñal
web del IES Los Pedroches.

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