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Nacimiento 1495
Índice Ávila, España
La “guerra de Quito”
La batalla de Iñaquito y su muerte
Sepultura y descendencia
Véase también
Referencias
Bibliografía
Datos biográficos
El linaje de los Vela en Ávila tuvo su origen en el conde Nuño Vela, originario de una familia condal
alavesa arraigada en León bajo la protección real. De este rico-hombre procedieron los apellidados Vela
Nuñez o Nuñez Vela.
Descendiente de un Nuñez-Vela fue Blazquez Vela, que fundó mayorazgo con facultad Real, siendo su
hijo Luis Núñez-Vela, señor del mayorazgo de Tabladillo, y casó con la que fue madre de Blasco Núñez
Vela, doña Isabel de Villalva.5
Blasco Nuñez Vela ejerció los cargos de Corregidor de Málaga y Cuenca, Capitán de lanzas de Orán,
Veedor general de las galeras y de la gente de guerra de Castilla, e Inspector general de la frontera de
Navarra.
Como capitán general de la armada, realizó numerosas pero cortas travesías entre España y América, por
lo que al momento de confiársele la alta responsabilidad en el Perú ya estaba un tanto familiarizado con
el Nuevo Mundo. Para entonces era ya conocido por la rigurosidad de sus castigos, al punto de dejar
lisiados a varios soldados y marineros.
Estaba casado con doña Brianda de Acuña, con la cual tuvo siete hijos. Dos de ellos, Cristóbal Vela y
Acuña y Diego Vela fueron arzobispos de Burgos y Lugo, respectivamente. A don Antonio y don Juan de
Acuña Vela se les dio el hábito de la Orden de Santiago a uno y el de la Orden de Alcántara al otro; a
ambos hízoles primero Meninos de la Emperatriz y luego sus propios Gentiles-hombres; murió el mayor
proveído para embajador en Francia, el segundo de Capitán general de artillería de España y Consejero
de guerra. Blasco era también Caballero de la Orden de Santiago.
Para poner en vigor tales leyes, y a la vez terminar con el espíritu de insubordinación que mostraban los
conquistadores y extirpar el germen del feudalismo que pretendían trasplantar a América, el rey juzgó
conveniente enviar al Perú a un funcionario altamente caracterizado que era la máxima autoridad: el
virrey, desplegando un gran boato y provisto de extensas facultades y que fuera un verdadero
representante de la Monarquía Hispánica, de su poder real y de la persona misma del soberano. El virrey
fue acompañado de una Real Audiencia compuesta de cuatro Oidores con alta jurisdicción así en lo civil
como en lo criminal.
No fue fácil hallar quien quisiera aceptar un cargo de tanta responsabilidad como el de Virrey del Perú,
habida cuenta que debía promulgar y hacer cumplir unas leyes que tanta impopularidad tenía entre los
arrogantes conquistadores del Perú, convertidos en encomenderos. El emperador se fijó en Blasco Núñez
Vela, quien al principio quiso rechazar el honor, para finalmente aceptar la voluntad real. Era ya para
entonces un hombre maduro, aunque todavía gallardo y robusto, honrado, valiente, enérgico, leal y
devotísimo al emperador de España, quien mucho le estimaba y favorecía. Era terco, arrebatado, de
cortos alcances, y, por tanto, muy desconfiado, duro como el clima y áspero como la tierra en que había
nacido. En abril de 1543 se le otorgó el título de Virrey, Gobernador y Capitán General de los reinos del
Perú, Tierra Firme y Chile y presidente de la Real Audiencia, que con las atribuciones y preeminencias
de la de Valladolid, debía establecerse en la Ciudad de los Reyes o Lima. Su salario anual quedó fijado en
18,000 ducados de oro.
El virrey pasó luego a Panamá, dando continuas pruebas de su carácter violento y replicando a las
observaciones de los Oidores, que le aconsejaban más prudencia y mesura en sus procedimientos
que había de ejecutar las ordenanzas como en ellas se contenía sin esperar para ello términos
algunos ni dilaciones.
Llegada al Perú
Dejando a los miembros de la Audiencia en Panamá, Blasco Núñez Vela se embarcó para el Perú y llegó
a Tumbes, donde desembarcó el 14 de marzo de 1544. Decidió continuar por tierra su viaje a Lima y
llegó a San Miguel de Piura, donde quitó a varios encomenderos los indios que tenían, así como obligó a
otros particulares que dejaran libres a sus indios esclavos y los regresaran a Nicaragua y Panamá (de
donde provenían). A esas alturas el descontento era ya general entre los vecinos frente a la tenaz
rigurosidad con la que el virrey hizo cumplir las ordenanzas.
Continuando su camino llegó a Trujillo, en donde fue recibido solemnemente. Allí continuó su labor,
liberando a los indios de los monasterios y a cuatro encomenderos (a estos por haber intervenido en el
bando pizarrista durante la guerra de Las Salinas).
Mientras tanto, los encomenderos organizaban una rebelión, eligiendo como líder a Gonzalo Pizarro,
quien era el hermano de Francisco Pizarro, por entonces rico encomendero en Charcas (actual Bolivia).
Este caudillo marchó al Cuzco, donde fue magníficamente recibido y proclamado Procurador General del
Perú para protestar las Leyes Nuevas ante el Virrey y si fuese necesario, ante el propio Emperador Carlos
V, en abril de 1544. Luego se puso en marcha hacia Lima, negándose a reconocer la investidura de Núñez
Vela.
En Lima la situación continuaba tensa. Los oidores arribaron
a la capital virreinal instalándose oficialmente la Real
Audiencia, que debía ser presidida por el mismo Virrey. Este
receló aún de su predecesor, el gobernador Vaca de Castro, a
quien sometió a juicio de residencia y puso en prisión, para
luego trasladarlo a bordo de un buque.
Destitución y prisión
El bárbaro asesinato de Illán Suárez de Carbajal, colmó la medida de las arbitrariedades del virrey Blasco
Núñez Vela. Los oidores de la Real Audiencia, para ganar popularidad, se inclinaron a defender los
derechos de los encomenderos y resolvieron deshacerse del virrey. Al efecto, formando tribunal en el
atrio de la catedral el 18 de septiembre de 1544, la Audiencia pronunció la destitución del virrey y ordenó
su prisión con asentimiento general del vecindario.
El día 20 el virrey fue embarcado por el portezuelo de Maranga y conducido a la isla de San Lorenzo
para ser entregado al oidor Juan Álvarez, bajo cuya custodia zarpó el 24 con rumbo a Panamá. El oidor
Diego Vásquez de Cepeda, por ser el de más antigüedad, asumió la dirección política del Virreinato.
Liberación
Se dice que una vez que la nave que conducía al virrey Núñez Vela se alejó, el oidor Juan Álvarez se
acercó a su custodiado para pedirle disculpas por el atentado cometido contra su dignidad, y que como
leal servidor de Su Majestad, ponía su persona y el navío a su obediencia. El virrey, un tanto sorprendido,
pero deseoso de aprovechar la situación, ordenó que la nave se dirigiera a Tumbes, donde desembarcó a
mediados de octubre. Se dirigió a Quito, donde reunió tropas leales al Rey, formando un nuevo ejército
para combatir la rebelión y restablecer su autoridad.
Entretanto, Gonzalo Pizarro realizaba su pomposa entrada a Lima el 28 de octubre, al frente de mil
doscientos excelentes soldados provistos de numerosa artillería y desplegando el pendón real de Castilla.
Los oidores, entre jubilosos y temerosos, lo recibieron por Gobernador del Perú.
La pelea estaba pues entablada entre los leales a la Corona o “realistas”, con el Virrey Núñez Vela a la
cabeza, y los rebeldes o “gonzalistas”, con Pizarro al frente.
La “guerra de Quito”
El virrey Blasco Núñez Vela ocupó San Miguel de Piura y continuó hacia el sur. Enterado Gonzalo
Pizarro, salió de Lima con sus fuerzas y se dirigió al norte, llegando a Trujillo. El virrey retrocedió
entonces, temiendo el poderío de su adversario y volvió a Quito a marchas forzadas, largo y fatigoso
trayecto que realizó mientras era perseguido muy de cerca por Gonzalo, apenas combatiendo muy poco.
Luego se dirigió más al norte, hacia Popayán (actual Colombia).
Mientras tanto, el capitán Diego Centeno se sublevó en Charcas, alzando la bandera del Rey. Gonzalo
Pizarro, desde Quito, ordenó a su lugarteniente Francisco de Carvajal emprender campaña en ese nuevo
frente, mientras él quedaba a la espera del virrey.
Mientras tanto el virrey siguió concentrado en Popayán, donde recibió refuerzos provenientes del norte;
uno de los capitanes que se le sumó fue Sebastián de Benalcázar, el gobernador de Popayán. A la vez que
ganaba el apoyo de los curacas de la región, cuya labor fue valiosísima, pues desabastecieron a los
gonzalistas, aumentándoles la impaciencia que padecían por la prolongada inactividad.
Fue entonces que Pizarro planeó una inteligente estrategia para sacar al virrey de Popayán, posición que
consideraba difícil de atacar: dejando en Quito una pequeña guarnición a las órdenes de Pedro de Puelles,
aparentó marchar al Sur con todo su ejército, encargando a sus aliados indígenas propagar la versión de
que marchaba en auxilio de Carvajal contra Centeno. Cayó el virrey en el engaño y poco después sacó
sus tropas de Popayán con intenciones de apoderarse de Quito. No contaba con que Gonzalo, en vez de
pasar al Sur, se había estacionado a tres leguas de Quito, a orillas del río Guallabamba. Cuando los espías
del virrey descubrieron el engaño era ya tarde para retroceder. Al ver que la posición de los rebeldes era
demasiado ventajosa, Benalcázar aconsejó al virrey desviarse a Quito por un camino poco frecuentado,
plan que fue aceptado.
Triste fue el recibimiento otorgado al virrey en Quito, donde sólo había mujeres quienes, conocedores de
la superioridad de los gonzalistas, le reprocharon el haber
Entre tanto, los gonzalistas habían tomado también el camino hacia Quito. El virrey, considerando poco
propicio empeñar la defensa en la ciudad, arengó a sus tropas y les dio orden de salir a dar la batalla.
Empezaba la tarde del 18 de enero de 1546.
Benito Suárez de Carbajal, hermano del factor Illán, halló moribundo al Virrey tendido en el campo y
auxiliado por el clérigo Francisco Herrera, y después de prodigarle los más groseros insultos, se dirigió a
degollarle. Pero uno de los presentes, llamado Pedro de Puelles, le contuvo diciéndole que era mucha
bajeza oficiar de verdugo en un hombre ya caído, por lo que Benito ordenó entonces a un negro esclavo
suyo que hiciera el trabajo: el viejo Virrey recibió la muerte con dignidad y entereza. La cabeza cortada
fue arrastrada por el suelo hasta Quito en donde se le puso en la picota; de sus blancas y luengas barbas
hizo Juan de la Torre (llamado “el madrileño” para
distinguirlo de su homónimo, el de los Trece de la Fama), un
penacho que colocó en su gorra y lució como trofeo en las
calles de Quito y de Lima.
Sepultura y descendencia
Gonzalo Pizarro ordenó traer a Quito el cuerpo del virrey
Blasco Núñez Vela y retirar de la picota su cabeza,
demostrando que dicha infamia había sido hecha sin su La muerte del Virrey Blasco Núñez Vela en la
consentimiento; luego lo hizo enterrar honoríficamente en la batalla de Iñaquito (18-I-1546), según un grabado
iglesia mayor de la ciudad. El caudillo rebelde asistió de la “Historia General de las Indias” (1554) de
Francisco López de Gómara.
personalmente al entierro y mandó decir misas por su alma,
ordenando que todos llevasen luto por su muerte. Dice el
cronista Gutiérrez de Santa Clara, que un honrado vecino de
Quito, llamado Gonzalo de Pereyra, de acuerdo con el sacristán de la iglesia, hizo poner sobre su
sepulcro, a manera de epitafio la copla siguiente:
Posteriormente sus restos fueron trasladados a la iglesia parroquial de Santo Domingo, en la ciudad de
Ávila, España, su tierra natal. El emperador Carlos V no fue ingrato a la memoria de su desgraciado pero
fiel servidor: a sus hijos don Antonio y don Juan dióles el hábito de Santiago a uno y el de Alcántara a
otro; a ambos hízoles primero Meninos de la Emperatriz y luego sus propios Gentiles-hombres; murió el
mayor proveído para embajador en Francia, el segundo de Capitán general de artillería de España y
Consejero de guerra, y el tercero, don Cristóbal, que siguió la carrera eclesiástica, de Arzobispo de
Burgos.
Véase también
Virreinato del Perú
Referencias
1. Carramolino, 1872, p. 186.
2. Encina p. 166.
3. Barrios p.139
4. Arciniega p.55
5. Historia de las grandezas de la ciudad de Avila, por Luis Ariz y Luis Martínez Grande, año
1607. (Maxtor 2008)
Bibliografía
Carramolino, Juan Martín (1872). Historia de Ávila, su provincia y obispado: Volumen 3 (htt
p://archive.org/details/historiadeavilas03carr) (Copia digital). Consultado el 23 de febrero de
2013.
Francisco Piferrer: Nobiliario de los reinos y señoríos de España:
contiene las armas y blasones de los reinos, provincias, ciudades, villas y principales pueblos de España,
con todos los apellidos que se encuentran en los tratados de heráldica y nobiliarios mas autorizados,
como son el libro-becerro de Castilla, Gracia-Dei, Mejia, Barcelos, Mendoza, Argote de Molina, Vitales,
Haro etc, Volumen 3[1] (http://books.google.es/books?id=gexBAAAAcAAJ), 1859.
Sucesor:
Predecesor:
Virrey del Perú Diego Vásquez de Cepeda
Cristóbal Vaca de Castro
1544 - 1546 (presidente de la Real
(como gobernador)
Audiencia de Lima)
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