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1. Mientras resuenan suavemente en nuestro espíritu estas palabras del saludo del
Ángel, quiero dirigir la mirada, juntamente con vosotros, queridos hermanos y
hermanas, al misterio de la Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María,
con la visión espiritual de San Maximiliano Kolbe. Él vinculó todas las obras de su vida
y de su vocación a la Inmaculada. Y por eso, este año, en que ha sido elevado a la gloria
de los Santos, tiene mucho que decirnos en la solemnidad de la Inmaculada, de la que se
glorió en llamarse «militante».
Esta misión que llevó adelante con ardor y entrega, «lo clasifica -como afirmó Pablo VI
en la homilía de su beatificación- entre los grandes santos y los espíritus videntes que
han comprendido, venerado y cantado el misterio de María» (L'Oss. Rom., ed. esp., 24-
X-1971, pág. 15).
Ese círculo de amor, que tiene origen en el Padre, y que en la respuesta de María retorna
a su fuente, es un aspecto característico y fundamental del pensamiento mariano del P.
Kolbe. Se trata de un principio que está en la base de su antropología cristiana, de la
visión de la historia y de la vida espiritual de cada hombre. María Inmaculada es
arquetipo y plenitud de todo amor creado; su amor límpido e intensísimo a Dios encierra
en su perfección el frágil y contaminado de las otras criaturas. La respuesta de María es
la de toda la humanidad.
Todo esto no ofusca ni disminuye el que Jesucristo sea el centro absoluto en el orden de
la salvación, sino que lo ilumina y proclama con vigor, porque María recibe de Él toda
su grandeza. Como enseña la historia de la Iglesia, la función de María es la de
hacer brillar al propio Hijo, la de llevar a Él y ayudar a acogerlo.
6. Y ahora, acogiendo esta exhortación final del heroico hijo de Polonia y auténtico
mensajero del culto mariano, nosotros, reunidos en esta espléndida Basílica para la
oración Eucarística en honor de la Inmaculada Concepción, doblemos nuestras rodillas
ante su imagen y repitámosle con el ardor y la piedad filial que tanto distinguieron a San
Maximiliano, las palabras del Ángel:
Amén.