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¿Cómo podemos incorporar la solidaridad en la economía?

En las comunidades tribales, por ejemplo, el interés económico de los individuos es raramente
predominante, pues la comunidad protege a todos sus miembros con el alimento suficiente.
Además, el mantenimiento de los lazos sociales pasa a ser fundamental, ya que si el individuo viola
el código de honor o de generosidad aceptado, provocará su destierro y separación de la
comunidad. Ese es un elemento que pesa para que el sujeto no piense en términos individualistas.

Como estamos habituados a pensar la economía y la solidaridad como parte de diferentes


preocupaciones y discursos, cuando llegamos a relacionarlas tendemos a establecer el nexo entre
ellas de otro modo. Se nos ha dicho muchas veces que debemos solidarizar como un modo de
paliar algunos defectos de la economía, de subsanar algunos vacíos generados por ella, o de
resolver ciertos problemas que la economía no ha podido superar. Así, tendemos a suponer que la
solidaridad debe aparecer después que la economía ha cumplido su tarea y completado su ciclo.

     Primero estaría el tiempo de la economía, en que los bienes y servicios son producidos y
distribuidos. Una vez efectuada la producción y distribución sería el momento de que entre en
acción la solidaridad, para compartir y ayudar a los que resultaron desfavorecidos por la economía
y quedaron más necesitados. La solidaridad empezaría cuando la economía ha terminado su tarea
y función específica. La solidaridad se haría con los resultados -productos, recursos, bienes y
servicios- de la actividad económica, pero no serían solidarias la actividad económica misma, sus
estructuras y procesos.

¿Cómo se puede producir, distribuir, consumir y acumular solidariamente?

Al incorporar la solidaridad en la economía suceden cosas sorprendentes en ésta. Aparece un


nuevo modo de hacer economía, una nueva racionalidad económica.

      Pero como la economía tiene tantos aspectos y dimensiones y está constituida por tantos
sujetos, procesos y actividades, y como la solidaridad tiene tantas maneras de manifestarse, la
economía de solidaridad no será un modo definido y único de organizar actividades y unidades
económicas. Por el contrario, muchas y muy variadas serán las formas y modos de la economía de
solidaridad. Se tratará de poner más solidaridad en las empresas, en el mercado, en el sector
público, en las políticas económicas, en el consumo, en el gasto social y personal, etc.

      Hemos dicho poner "más" solidaridad en todas estas dimensiones y facetas de la economía
porque es preciso reconocer que algo de solidaridad existe ya en ellas aunque no se lo haya
reconocido expresamente. ¿Cómo no reconocer expresiones de solidaridad entre los trabajadores
de una empresa que negocian colectivamente, aun cuando los de mayor productividad podrían
obtener mejores condiciones haciéndolo individualmente, o cuando algunos llegan a poner en
riesgo su empleo por obtener beneficios para todos? ¿O entre los técnicos que trabajan en equipo,
compartiendo conocimientos o transfiriéndolos a otros menos calificados? ¿No es manifestación
de solidaridad el sacrificio de mayores ganancias que algunos empresarios hacen a veces
manteniendo empleos de los que podrían prescindir, preocupados por los efectos del despido en
personas y familias que han llegado a conocer y apreciar?

      Se dirá que esto sucede rara vez, o que las motivaciones no siempre son genuinamente
humanitarias, y puede ser cierto. Pero el hecho es que relaciones y comportamientos solidarios
existen. Por lo demás, la solidaridad tiene grados y sería un error reconocerla solamente en sus
manifestaciones más puras y eminentes.

Cuando Juan Pablo II dijo que "la economía de la solidaridad es la gran esperanza para América
Latina", no hizo una afirmación vanamente retórica ¿por qué?

crear un producto innovador en el mercado de los alimentos lácteos, producido a base de leche en
polvo que puede contener hasta un máximo de un 4% de materia grasa

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