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El contexto de 1 Samuel 12.

Israel está celebrando, están festejando la victoria contra el rey Najás, el amonita. En el capítulo 11 el libro nos
relata la historia de la primera victoria de Saúl como rey. Los amonitas se habían levantado contra los hombres
de Jabes de Galaad. Jabes era una ciudad israelita pequeña y débil. El rey Najás seguramente la vio como un
blanco fácil, así que él se les ofreció la posibilidad de rendirse “pacíficamente”, solamente debía extirparles el
ojo derecho a todos los hombres (11:2).

Escuchar de este insulto encendió la ira en Saúl quien, inspirado por el Espíritu de Dios, logró reunir un ejéricto y
derrotar a los amonitas librando a los hombres de Jabes.

Entonces cuando llegamos al capítulo 12, encontramos al pueblo celebrando esta gran victoria y celebrando que
su rey les ha guiado en su primera batalla y han vencido ¡Qué buen inicio de su gobierno! Su primer acto como
rey fue esta gran victoria.

Pero Samuel les ofrece un comentario más sobrio acerca de los eventos que llevaron al pueblo a esta victoria:

La Historia.
El capítulo comienza con Samuel reflexionando. Él es viejo ya, tiene el pelo blanco Y él les dice:

“¡Presten atención! Yo les he hecho caso en todo lo que me han pedido, y les he dado un rey que los gobierne.
Ya tienen al rey que va a dirigirlos. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y mis hijos son parte del
pueblo. Yo los he guiado a ustedes desde mi juventud hasta la fecha.”

Es una transición, Samuel había “guiado” al pueblo, literalmente él dice: “yo he andado al frente de ustedes…”.
Ahora él se va a apartar a un lado, sus hijos ya son parte del pueblo, ya no son jueces. Y Samuel continúa:

“Aquí me tienen. Pueden acusarme en la presencia del SEÑOR y de su ungido (literalmente: “Mesías”., es


decir el rey Saúl) ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he
oprimido? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acúsenme, y pagaré lo que corresponda.” 1SAMUEL 12:3

Samuel está declarando su inocencia, él ha actuado justamente y sabiamente como juez. Él está haciendo esto
como parte del rito de transición al nuevo liderazgo, una forma de decir: “entrego el mando y la oficina en buen
estado”. Pero Samuel les recuerda de su integridad, su inocencia y rectitud como líder como un claro contraste a
advertencia que él mismo les había hecho antes sobre cómo sería el rey que ellos tanto habían querido tener.

En el capítulo 8, la advertencia fue que el rey habría de tomar de ellos. “Tomará sus hijos, tomará sus hijas,
tomará sus tierras y cultivos, tomará sus animales, tomará sus diezmos…”.

Pero también es un contraste entre la integridad de Samuel y la conducta de Israel. Él fue un líder correcto y
justo, así que ellos tienen que reconocerlo:

“No nos has defraudado… tampoco nos has oprimido ni le has robado nada a nadie.”

El ciclo que más se repite en la historia bíblica, y este capítulo lo demuestra, es un ciclo en tres fases:
Crisis
Clamor
Rescate

El primer ciclo.
La crisis es que los egipcios oprimieron al pueblo de Israel, inmediatamente Samuel resume que el
pueblo clamó al Señor y el rescate viene resumido al final del versículo cuando dice:

“Entonces el SEÑOR envió  a Moisés y a Aarón para sacarlos de Egipto y establecerlos en este lugar.”
Pero la lección clave y más importante aquí es acerca de quién recata, quien es el que salva. Y si has estado
prestando atención a los anteriores sermones ya sabes la respuesta ¡es Dios quien salva y rescata! Fue el Señor
quien envió a Moisés y Aarón (v.8), fue el Señor quien envió a Yerubaal y a los diferentes jueces (v.11).

Dios les había salvado a través de agentes humanos, pero es Él quien libera, es Él quien rescata y levanta a estos
salvadores.

Y ahora volviendo a Samuel, nos damos cuenta que el pueblo había recientemente enfrentado una nueva crisis.
Y esto les demuestra Samuel recordándoles que recién se había levantado Najás, el rey de los amonitas:

“12  »No obstante, cuando ustedes vieron que Najás, rey de los amonitas, los amenazaba, me
dijeron:”¡No!  ¡Queremos que nos gobierne un rey!” Y esto, a pesar de que el SEÑOR su Dios es el rey de
ustedes.”

Samuel les está diciendo “aquí está el rey que han pedido, aquel por quien han rechazado el gobierno de Dios,
ahora él y todos ustedes escuchen su historia y aorendan…”. La crisis vino por medio de Najás amonita,
demoliendo y destruyendo las ciudades circundantes al Jordán. ¡Una nueva crisis se había levantado! pero
¿habían ellos aprendido de su historia?

Si Israel hubiera aprendido de las lecciones de su historia ¿Qué es lo que ellos debían haber hecho?

¡Dos cosas! De la lección de su propia historia ellos podrían haber hecho dos cosas:

Primero: ellos podrían haber clamado al Señor.


Eso es lo que Israel hizo en Éxodo 2 y Dios les envió a Moisés y Aarón. Eso es lo que hicieron cada vez que fueron
oprimidos en tiempos pasados y el Señor les había enviado jueces y libertadores. Asi que lo primero que ellos
debían hacer si hubieran aprendido la lección de su historia era clamar a Dios.

Segundo: Confesar su pecado.


Lo segundo que ellos debían hacer está escrito en el versículo 10: cuando los israelitas clamaron al Señor, ellos
confesaron su pecado con sinceridad, no ocultaron su culpa.

Pero ¿que hizo Israel cuando vino la crisis de Najás amonita? No vemos ninguna referencia de reconocer pecado
alguno. No hay un clamor a Dios por rescate y liberación.

¡En lugar de clamar y confesar, ellos exigieron a Dios que les de un rey!

¿Ven cómo ellos no aprendieron de la historia?

Ellos no vieron ni reconocieron quién es el que liberta, que Dios es su rey, demandaron un rey como las
naciones. Fracasaron en buscar la liberación de Dios, fracasaron en reconocer su necesidad y su pecado. En
lugar de eso ellos exigieron una solución humana, un rey como las naciones.

Al final Israel había fallado en aprender la lección de la historia. Y por si acaso la gente quiera alegar: “no fue
nuestra culpa Samuel, fue tu culpa, tú no nos lideraste bien…”. En caso que algo así lleguen a pensar, el profeta
les recuerda su integridad e inocencia como líder de Israel, él es ireprochable, nadie puede concluír que fue su
culpa; sino que es la culpa del pueblo por no haber aprendido su lección de su propia historia.

¡No cometamos el mismo error que Israel!


¿Te has dado cuenta que comunmente tendemos a vernos siempre como víctimas? ¡Igual que los israelitas! Se
veían como víctimas de los amonitas, por lo tanto buscaron, exigieron, demandaron sus derechos y protección
¡como un cliente insatisfecho demanda por un producto! Lo primero que debemos preguntarnos cuando llegan
las crisis es ¿de qué manera mi corazón y mis pensamientos reflejan el pecado que hay en mí?, ¿tengo la
mentalidad de consumidor que exige sus derechos ante Dios?
Porque hemos visto que aún cuando hay enemigos externos que amenazan al pueblo de Dios, el mayor
problema es siempre interno y está en ellos mismos y tiene que ver con sus actitudes y pensamientos. El
verdadero problema, el verdadero enemigo se llama “pecado”.

Muchas de nuestras crisis ni siquiera involucran “enemigos malvados” pero la Biblia establece un patrón que
nos enseña a reaccionar frente a todo tipo de crisis.

La Biblia quiere que acudamos a Dios, el rescatador, en lugar de caer en desesperación queja, amargura y
desesperanza. Y quiere que hagamos eso también en arrepentimiento y con la seguridad de que tenemos un
Dios que perdona y es capaz de salvarnos.

No, eso no es lo que está pasando. Cuando Dios quiere llamar la atención al hecho de que Él es Dios, a menudo
Él lo anuncia antes de demostrarlo con un evento de manera tal que no nos quede ninguna duda. ¿A qué
conclusión podrían llegar los israelitas para explicar esa tormenta repentina?, ¿fue una coincidencia?, ¿se
juntaron varias condiciones atmosféricas que detonaron en esa lluvia atípica justo en ese preciso instante?,
¿Samuel tenía una máquina para hacer lluvias o un aspersor de agua de proporciones astronómicas?

¡No! La única respuesta posible es que fue obra de Dios, no hay duda: ¡esta lluvia es de la mano de Dios! ¿cuál
fue su propósito? ¡Que Israel tema al Señor!, que ellos le tomen seriamente, que entiendan que Dios es Dios,
que su Palabra no es vacía o sus promesas son vanas. Si Dios dice algo, entonces Él mantiene su palabra, la
cumple.

Conclusión.
1 Samuel 12 es una invitación al arrepentimiento.

Aunque Israel había fracasado vez tras vez, una y otra vez, Dios seguía extendiéndoles su misericordia, su
inmerecida misericordia, setenta veces siete y mucho más aún. Dios quiere derramar su gracia en todos
nosotros ¿Quieres más de su gracia?

Pero no olvides: Es también la gracia la que nos cambia, no solamente nos perdona sino que también cambia
nuestros corazones. En otras palabras: La gracia de Dios en Jesús te recibe tal como eres, pero no te deja tal
como eres. “Aprendan de la historia, teman al Señor su Dios”, esa es también la voz de la gracia.

Y en este pasaje vemos finalmente a un buen pastor, haciendo lo que todo pastor debe hacer por su iglesia:
enseñarles y orar por ellos. En el versículo 23:

“23 En cuanto a mí, que el SEÑOR me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo
seguiré enseñándoles el camino bueno y recto.”

Samuel les enseñó, les recordó su historia, les señaló su pecado y la misericordia de Dios y oró por ellos hasta el
último. Su advertencia final es:

“24 Pero los exhorto a temer al SEÑOR y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes
beneficios que él ha hecho en favor de ustedes. 25 Si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán
destruidos.”

Esta es una fotografía precisa del carácter de Dios todopoderoso. A pesar de la persistencia del pecado de su
pueblo, Él responde con misericordia y con bondad.

La misma cosa vemos en Samuel. Dios toma la maldad del pueblo al rechazarle a Él y exigir un rey como las
naciones pero Él tuerce esta situación de manera tal que al final les demuestra su pecado para causarles
arrepentimiento y que ellos le sirvan a Él. En lugar de condenación y su ira, que es lo que ellos merecían, Dios les
envía a Samuel con este poderoso sermón que es un recordatorio de su historia, una historia de misericordia y
gracia.

Es lo que el Nuevo Testamento también nos enseña. Romanos 8 habla de cómo todas las situaciones, todas las
cosas ayudan a bien para aquellos que le aman.
Pero entendamos esto claramente: el bien que Él desea para nosotros no es nuestra comodidad, no es que se
nos dé mucha importancia, no es nuestra victoria sobre nuestros enemigos. El bien que Dios tiene para nosotros
es que seamos cada vez más y más conformados a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Un corazón puro que teme y obedece. ¡Ese es el máximo bien que Dios quiere y tiene para ti y para mí!

La Biblia es el gran libro de Historia del universo. Nosotros tenemos un sistema seguro de prevención de
desastre ¡Aprendámoslo! Leamos y aprendamos de manera tal que cuando la crisis llegue a nuestras puertas
sepamos cómo responder, no cometamos los mismos errores del Israel antiguo, tomemos a Jesús seriamente,
tomemos su Palabra seriamente y veamos cómo Él nos bendice transtornando el mal en bien en nuestras vidas.

Amén.

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