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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DERL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LAS FUERZAS ARMADAS

NÚCLEO FALCÓN – EXTENSIÓN PUNTO FIJO

VI SEMESTRE DE INGENIERÍA NAVAL

ASIGNATURA: DEFENSA VI

LUCHA
ARMADA

DOCENTE:
HENRY MORENO REALIZADO POR:
CRISTOPHER. A GARCÍA
C.I. 2693063R5
El 23 de enero de 1958, luego de una larga lucha en la que participan los más
diversos sectores democráticos del país, se logra derrocar a la que sería la última
dictadura militar del siglo **. El retorno a la libertad y, muy especialmente, a la idea
esperanzadora de construir una sociedad con una democracia perdurable, hace
que durante ese año los venezolanos vivan uno de los estallidos de alegría y
movilización popular más grandes que haya conocido la nación.

El 7 de diciembre, gracias al nuevo Estatuto promulgado por la Junta de Gobierno,


se retoma la normalidad del sufragio universal, directo y secreto establecido en
1946. Rómulo Betancourt resulta electo presidente de la República y asume la
difícil tarea de conducir la restauración de la democracia.

Betancourt se posesiona el 13 de febrero de 1959. Periodista y político, tiene


entonces 51 años de edad, y no menos de 30 en las luchas políticas. Integra un
gabinete de coalición (según Punto Fijo) con tres ministros de URD: Ignacio Luis
Arcaya, Relaciones Exteriores; Manuel López Rivas, Comunicaciones, y Luis
Hernández Solís, Trabajo. Dos de Copei: Lorenzo Fernández, en Fomento, y
Víctor Giménez Landínez, en Agricultura y Cría. Dos de AD: Luis Augusto Dubuc,
Relaciones Interiores, y Juan Pablo Pérez Alfonzo, en Minas. El resto del gabinete
lo forman los independientes Rafael Pizani, en Educación; Santiago Hernández
Ron, en Obras Públicas; José Antonio Mayobre, en Hacienda; Arnoldo Gabaldón,
en Sanidad y Asistencia Social; y Andrés Aguilar, en Justicia. Ramón J. Velásquez
es designado secretario general de la Presidencia, entonces un cargo clave.

Betancourt debe enfrentar otro intento de Castro León, quien invade por el Táchira
el 20 de abril de 1960. A ésta le siguen otras rebeliones militares, como el
Barcelonazo (25 de junio de 1961), el Carupanazo (el 4 de mayo de 1962) y el
Porteñazo (el 2 de junio). En el mundo político, confronta al mismo tiempo las
divisiones de AD, primero la del MIR, y luego la del Grupo ARS.

El 24 de Junio de 1960, Día del Ejercito, ocurre el atentado contra el Presidente


cuando se dirigía a presidir el desfile militar en "Los Próceres de Caracas".
Rómulo Betancourt sufrió quemaduras en las manos, al explotar un automóvil que
estaba estacionado en el paseo de los ilustres, justo cuando pasaba la comitiva
presidencial. El jefe de la casa militar murió en el atentado. Las averiguaciones
posteriores arrojaron que el autor intelectual había sido el presidente dominicano,
el dictador Rafael Leonidas Trujillo, secundados por varios conspiradores
venezolanos.

En 1961 se promulga la Constitución Nacional que rige los destinos políticos del
país desde ese momento recoge los principios de soberanía popular, la
participación de todos los ciudadanos en la elección de los gobernantes y la
alternabilidad en el poder. Una Constitución rígida que busca consolidar las
instituciones del Estado (los tres poderes) y regular su relación con los
ciudadanos. La Constitución coloca al Estado intervencionista al servicio del
hombre, en tanto lo declara obligado a cumplir con los postulados de justicia social
y jurídica, pero niega la absorción del hombre por el Estado: el hombre debe ser
respetado en el ejercicio de sus derechos fundamentales. Su novedad consiste en
asegurar la consolidación institucional de la democracia que, en anteriores cartas,
sólo se proclamaba como principio. Se trata de la Constitución de más prolongada
vigencia en la historia del país, de 1961 a 1999.

La nueva Carta Magna es aprobada por el Congreso Nacional el 21 de enero de


1961.

Existen varios intentos fallidos de golpes militares. Continúan los problemas con
los grupos guerrilleros y se suspende la inmunidad parlamentaria al entonces
diputado del PCV, Teodoro Petkoff, acusado de actividades subversivas por el
gobierno nacional.

Las primeras medidas del gobierno de Rómulo Betancourt, electo en diciembre de


1958, revelaron rápidamente el error cometido por la izquierda luego de la caída
de la dictadura. El triunfo revolucionario en Cuba, en enero de 1959, agregó el
ejemplo necesario para una rectificación política que llegó un poco tarde, y que
estaría signada por la desesperación y la improvisación. Betancourt desarrolló
toda una política de provocación que buscaba llevar a las fuerzas de izquierda al
terreno de la confrontación violenta, elemento que necesitaba tanto para
cohesionar a las fuerzas armadas en torno al proyecto democrático burgués, como
para derrotar más fácilmente a las fuerzas que habían quedado fuera del Pacto de
Punto Fijo. Esta estrategia betancurista se manifestó en la represión violenta de
las movilizaciones populares, en el asalto a los sindicatos que no eran controlados
por Acción Democrática, y en la expulsión de los sectores radicales que existían
dentro de AD, originando esto último el nacimiento del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) en 1960. La izquierda pasó de la conciliación de clases en
1958 a un radicalismo fuera de tiempo en los años 60, demostrando con esto su
incapacidad para interpretar la realidad presente en el país. El momento
culminante del auge popular había quedado atrás en el 58, pero la izquierda no
percibió esto, y creyendo poseer una fuerza social que sólo existía en su
imaginación, se lanzó a una serie de combates decisivos que generaron una
desastrosa derrota cuyas repercusiones durarían décadas. Aunque deba
reconocerse que el proceso de lucha armada de los 60 implicó para la izquierda
un encuentro consigo misma, en el sentido que por primera vez en la historia
intentó ir más allá de las consignas liberales y socialdemócratas, y se planteó
“tomar el cielo por asalto”, en una lucha de claro contenido socialista y
revolucionario. Lamentablemente, no era el momento histórico, y el error
estratégico del 58 se enmendó con otro peor. La lucha armada se manifestó en
tres tácticas fundamentales: la promoción de alzamientos militares que serían
apoyados por movilizaciones populares orientadas por el PCV y el MIR, táctica
que se ejecutó fundamentalmente en el año 1962; el impulso de una lucha
guerrillera urbana que buscaba impedir el proceso electoral de 1963; y finalmente
la lucha guerrillera rural como estrategia de largo plazo, que se consolidó como
línea fundamental de la izquierda a principios de 1964. Estas tres tácticas se
sucedieron y fracasaron una tras otra, demostrando cada vez más el desfase que
existía entre las políticas de los revolucionarios y la realidad del país. Cada una de
estas tácticas colocaba a la participación popular en un plano secundario, y daba
preeminencia a la acción de las “vanguardias”, ya fueran civiles o militares. La
revolución era concebida como el resultado de la acción heroica de un pequeño
grupo de audaces, y no como el resultado de la movilización masiva de los
sectores populares. Como lo plantea Lino Martínez: “Yo siempre he pensado que
hubo un gravísimo error en esa orientación que se trazó el PC: haber puesto el
alzamiento militar por delante del movimiento popular. Eso decidió la suerte del
movimiento revolucionario... Esa evidencia de que estábamos jugando al golpe de
mano, que estábamos desarrollando una política inmediatista, tenía que producir
una gran decepción en los sectores que ya habían adquirido cierta conciencia
política y que sabían que uno de los recursos que tenía el movimiento
revolucionario era la fuerza de las masas, los sectores populares dispuestos a
pelear en la calle. Ese hecho tiene que haber producido ese fenómeno del
escepticismo y del desánimo. Todo ello unido a la derrota efectiva y real, porque
Betancourt, política y militarmente, nos dio una paliza”. Los levantamientos
militares de 1962, el de Carúpano ocurrido en el mes de mayo, y el de Puerto
Cabello durante el mes de junio, carecieron de la más elemental coordinación. En
vez de unificar esfuerzos en un sólo movimiento militar revolucionario, los sectores
de izquierda, nacionalistas y antiimperialistas presentes en las fuerzas armadas
venezolanas se lanzaron uno tras otro a insurrecciones que por su debilidad
estaban destinadas al más completo fracaso. Treinta años después los militares
revolucionarios volvieron a cometer el mismo error, al insurgir separadamente el 4
de febrero y el 27 de noviembre de 1992. Con esto pareciera demostrarse la
afirmación que sostiene que somos un pueblo que no conoce su historia. Las
elecciones de 1963 y su alto porcentaje de votación, pese a los intentos de boicot
y el llamado a la abstención militante por parte de las fuerzas insurrectas, confirmó
la derrota de la izquierda y la estabilización del régimen democrático burgués. Sin
embargo, la izquierda decidió continuar la lucha por medio de la guerrilla rural,
acelerando con ello el desgaste de las debilitadas fuerzas revolucionarias,
alejándolas aún más del movimiento popular. La guerrilla rural, como forma de
lucha planteada en Venezuela durante la década del 60, y continuada por
pequeños grupos en los años 70 y 80, no fue el resultado de la radicalización de
un movimiento campesino, ni se derivó tampoco de un auge general de la lucha de
clases en el país, pues la misma estaba en franco declive. La centralización y el
urbanismo generados por el crecimiento de la industria dependiente y motorizada
por el petróleo, habían movilizado a gruesos contingentes campesinos hacia las
grandes ciudades, en busca de mejores condiciones de vida. Con ello se despobló
el campo y se disminuyó significativamente la posibilidad de que el campesinado
sirviera como base social revolucionaria. De manera que la guerrilla rural surgió un
tanto artificialmente, promovida por la vanguardia, la cual ante su derrota política y
militar en las ciudades se replegó al campo como mecanismo de supervivencia.
Aunque esto nunca fue explícitamente reconocido, y en ese momento se le
denominó una nueva “ofensiva revolucionaria”. La rectificación de los errores del
58 se hizo cometiendo nuevos y más graves errores. La confusión teórica y el
oportunismo presentes en el PCV y en el MIR los llevó a una política de bandazos
y aventuras, sin trascender la concepción mesiánica del cambio social. La derrota
sufrida en los años 60 dejó el campo libre para la consolidación del bipartidismo
AD-COPEI al frente de la democracia burguesa. Fracasaban una vez más las
estrategias que colocaban a las masas como espectadoras del proceso de
transformación social, elemento que será característico en todas las actuaciones
de la izquierda venezolana, como reflejo fiel de las influencias teóricas del
movimiento comunista internacional. El 23 de enero de 1958, luego de una larga
lucha en la que participan los más diversos sectores democráticos del país, se
logra derrocar a la que sería la última dictadura militar del siglo **. El retorno a la
libertad y, muy especialmente, a la idea esperanzadora de construir una sociedad
con una democracia perdurable, hace que durante ese año los venezolanos vivan
uno de los estallidos de alegría y movilización popular más grandes que haya
conocido la nación. El 7 de diciembre, gracias al nuevo Estatuto promulgado por la
Junta de Gobierno, se retoma la normalidad del sufragio universal, directo y
secreto establecido en 1946.

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