Cuaderno Temático 2

Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables

AGRICULTURA URBANA Y CIUDADES SUSTENTABLES

Tjeerd Deelstra y Herbert Girardet

1. Introducción

Al final del siglo 20, la humanidad se encuentra realizando un experimento sin

precedentes: nos estamos transformando a nosotros mismos en una especie urba-
na. Grandes ciudades, no caseríos ni pueblos, se están convirtiendo en nuestro
principal hábitat. El crecimiento urbano está cambiando la faz de la tierra y la
condición humana. En un siglo, la población urbana global se ha expandido del
15 al 50% del total, y ella misma ha escalado de 1,5 a casi 6 mil millones. El ta-
maño de las ciudades modernas en términos de números así como de escalas fí-
sicas no tiene precedentes. En 1800, sólo había una ciudad con un millón de per-
sonas, Londres. Para 1990, las 100 ciudades más grandes del mundo albergaban
a 540 millones de personas y 220 millones de éstas vivían en las 20 ciudades más
grandes - megaciudades de más de 10 millones de habitantes - algunas extendién-
dose sobre cientos de miles de hectáreas.

Las aglomeraciones urbanas y su utilización de recursos se están convirtiendo en

el principal distintivo de la presencia humana sobre la tierra, cambiando profunda-
mente la relación entre la humanidad, su planeta anfitrión, y el ecosistema. Las
ciudades del siglo XXI son el escenario donde se interpretará el destino humano y
donde se determinará el futuro de la biósfera, los océanos y la atmósfera como bo-
tadero de desperdicios al acelerado ritmo actual. El reto que enfrentamos consiste
en saber si las ciudades pueden transformarse a sí mismas en sistemas sustentables
autorregulados -no sólo en su funcionamiento interno, sino también en su relación
con el mundo exterior. ¿Será posible hacer un mundo de ciudades viables a largo
plazo -social y económicamente, así como en términos medioambientales? La res-
puesta a esta pregunta es crítica para el futuro bienestar del planeta, así como de
la humanidad. No puede haber mundo sustentable sin ciudades sustentables.

1.1 Ciudades y medio ambiente

Muchas de las ciudades de hoy funcionan de manera muy diferente a aquellas que
heredamos históricamente, y las relaciones con el medio ambiente han cambiado.
Los bajos costos del transporte, basados en el indiscriminado uso de combusti-
bles fósiles y propiciados por sustanciales subsidios gubernamentales a la infraes-

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tructura transportista, con frecuencia tornan las distancias en irrelevantes -conec-
tando a las ciudades a un creciente corredor global. La ubicación real de tales
asentamientos pierde cada vez más importancia, ya que son los tratados de co-
mercio globales los que determinan el destino de las economías locales y nacio-
nales. Hoy en día, los moradores urbanos en realidad no viven en una civiliza-
ción, sino en una movilización de recursos naturales, personas y productos.
El concepto de una huella ecológica urbana puede ser utilizado para ayudar a
ilustrar cómo las áreas naturales y rurales circundantes están siendo afectadas
por las ciudades. El análisis ecológico de la huella asume que toda categoría de
consumo de energía y materia y descarga de desperdicios requiere la capacidad
productiva o absorbente de un área finita de tierra o agua (Wackernagel y Rees
1996). La suma de toda la tierra y agua requeridos para satisfacer el consumo
material y la descarga de desperdicios de una población determinada es equiva-
lente a la huella ecológica de esa población sobre el planeta. Esta no tiene que
coincidir (y con frecuencia es así) con la región donde habita la población. El
análisis ecológico de la huella muestra la creciente demanda competitiva por ca-
pital natural, y cuestiona a la vez lo referente a rentabilidad y sustentabilidad a
largo plazo de la producción. Si se establece la huella ecológica de los diferen-
tes estilos de vida, infraestructura, patrones de consumo y ciertas densidades por
separado, podemos desarrollar estrategias para reducir los impactos ambientales
y el agotamiento de los recursos naturales. Las ciudades de Agenda 21 se com-
prometieron a desarrollar actividades para reducir su huella ecológica, y al mis-
mo tiempo mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La provisión de alimen-
to a las ciudades constituye un componente importante en la huella de las mis-
mas y otro tema clave en este contexto.
1.2 Ciudades y alimentos
Las ciudades requieren grandes extensiones de tierra para su subsistencia y han
llegado a depender de grandes cantidades de alimentos traídos de zonas alejadas
de las que ocupan en la actualidad. Londres, por ejemplo, tiene una superficie de
160.000 hectáreas. Con sólo el 21% de la población británica, demanda el equi-
valente del 40% de toda la tierra productiva británica para su alimentación. Por
supuesto que, en la vida real, estas superficies pueden llegar a extenderse a luga-
res tan lejanos como sembríos de trigo en Kansas y Iowa, campos de soya en el
Mato Grosso, huertos en Francia y España, y sembríos de té en Assam o el Mon-
te Kenya. Pero esta dependencia global de los londinenses nunca ha sido de gran
relevancia. El alimento está ahí para ser comprado y disfrutado -rara vez se dis-
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cute el impacto ambiental causado por el aprovisionamiento de alimentos, inclu-
yendo la energía requerida para su producción, procesamiento y transporte.
En todo caso, el actual sistema de distribución y venta al minoreo, basado en el
transporte motorizado y, cada vez más, el aéreo, ejerce una considerable merma
ambiental en términos de consumo de combustibles fósiles, contaminación del ai-
re y daños en el hábitat silvestre por la construcción de carreteras (SAFE Allian-
ce 1994). Las mayores extensiones de tierra requeridas para alimentar a las ciu-
dades de los países desarrollados se dedican a la producción de granos y balan-
ceado animal como el maíz y la soya para satisfacer la demanda de carne. A me-
dida que naciones con gigantescas poblaciones como la China y la India se urba-
nizan, la demanda de tierras para producir alimentos continuará creciendo. Tarde
o temprano, las ciudades que se han acostumbrado a contar con grandes importa-
ciones garantizadas de alimentos tal vez tengan que considerar reavivar la pro-
ducción agrícola en áreas urbanas o peri-urbanas para reducir la demanda de tie-
rras en otras partes.
1.3 Sustentabilidad urbana
En un mundo crecientemente dominado por ciudades, la comunidad internacional
está empezando a discutir el problema de la sustentabilidad urbana. El proceso co-
menzó en Río con la Agenda 21 y continuó en la cumbre de las Naciones Unidas
en Estambul, en 1996. La Agenda Hsábitat de 100 páginas, firmada por 180 nacio-
nes en Estambul, establece que “los asentamientos humanos deberán ser planifica-
dos, desarrollados y mejorados de tal manera que tomen en total consideración los
principios del desarrollo sustentable y todos sus componentes, tal como lo estable-
ció la Agenda 21(...). Necesitamos respetar la capacidad de carga de los ecosiste-
mas y la preservación de oportunidades para futuras generaciones. (...) La ciencia
y la tecnología cumplen un papel clave en la formación de asentamientos huma-
nos sostenibles y como sustento de los ecosistemas de los cuales dependen.”
Se ha reconocido ya que, hoy en día las ciudades utilizan demasiados recursos
naturales y producen demasiados desperdicios. Las huellas ecológicas de las ciu-
dades están destruyendo los hábitats de muchas especies. Los impactos de la ciu-
dad se extienden mucho más allá de sus límites físicos. Más aún, las ciudades
se enfrentan a un crecimiento demográfico y, por lo tanto, a un creciente núme-
ro de bocas que alimentar. Junto a otras iniciativas y actividades, la agricultura
urbana desempeña por ende un papel importante en la cooperación para un futu-
ro sustentable de las ciudades.
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2. Agricultura urbana
2.1 La agricultura en las ciudades de hoy
A pesar de su inherente densidad, las ciudades desde luego poseen un enorme po-
tencial para la producción de alimentos. Smit et. al. (1995) reportó:
El censo norteamericano de 1980 reveló que las áreas urbanas metropolitanas
producían el 30% del valor en dólares de la producción agrícola norteamericana.
Para 1990, esta cifra se había incrementado al 40%. Existen 80.000 agricultores
comunales en predios municipales de Berlín y 16.000 más están en lista de espe-
ra. Singapur se autoabastece enteramente de carne y cubre el 25% de su deman-
da de vegetales. Bamako, Malí, es autosuficiente en vegetales y produce la mitad
o más de los pollos que consume. En Dar-Es-Salam, una de las ciudades de cre-
cimiento más acelerado en el mundo, un 67% de sus familias están ahora involu-
cradas en actividades agrícolas, comparado con un 18% en 1967. Actualmente, el
65% de las familias de Moscú participa en la producción de alimentos, compara-
do con el 20% en 1970.
Estas cifras son extraordinarias dado el descuido de la agricultura en las políticas
de planificación urbana. Los planificadores suelen pensar que el cultivo urbano
de alimentos es un negocio desordenado, y no entienden la necesidad que tienen
los residentes de la ciudad de cultivar alimentos. Pero para cientos de millones de
habitantes urbanos, esto constituye un componente vital en sus presupuestos y en
tiempos difíciles hasta una importante estrategia de supervivencia, y los habitan-
tes urbanos procuran cada vez más conseguir que los planificadores les provean
espacio para sus sembríos. Esto no sólo se aplica a los países en vías de desarro-
llo, sino crecientemente a los países desarrollados, particularmente en ciudades
con un desempleo endémico. Adicionalmente, a mucha gente le gusta pasar par-
te de su tiempo cultivando como un medio de esparcimiento.
En tiempos de crisis, como una guerra o recesión, el cultivo de alimentos en las
ciudades ha sido siempre esencial para los residentes urbanos. Los Schrebergaer-
ten se iniciaron en Alemania luego de la Primera Guerra Mundial, cuando los ha-
bitantes de la ciudad tenían dos caminos, pasar hambre o cultivar algo de su pro-
pia comida. En la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra, la campaña “Cava por
la Victoria” transformó mucha tierra urbana en cultivable. Hoy enfrentamos una
nueva clase de crisis: los altos y crónicos niveles de desempleo constituyen una
creciente preocupación para algunas ciudades, obligando a muchas personas a
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adaptarse o a adoptar nuevas estrategias de supervivencia, incluyendo la de dedi-
carle algo de tiempo al cultivo de alimentos.
La agricultura urbana, por lo tanto, contribuye a la sustentabilidad de las ciuda-
des de varias maneras -social, económica y ambientalmente.
2.2 La agricultura urbana y la ecología: oportunidades y limitaciones
En esta sección nos concentramos en las mayores limitaciones ambientales asocia-
das a la agricultura urbana y su potencial papel para ayudar a mejorar el desempe-
ño ecológico de las ciudades. Una de las mayores limitaciones es obvia: la falta de
espacio. Sin embargo, existen numerosas ventajas y oportunidades para mejorar el
ambiente y la ecología de las ciudades. La agricultura urbana puede ayudar a crear
un mejor microclima y a conservar las tierras, a minimizar los desechos urbanos y
mejorar el reciclaje de nutrientes, mejorar el manejo del agua, la biodiversidad, el
equilibrio de O2-CO2, y la conciencia ambiental de sus habitantes.
2.2.i Espacio para el cultivo de alimentos
Desde la Segunda Guerra Mundial, pocas medidas se han tomado en Occiden-
te en torno a la provisión de espacios agrícolas en las ciudades. El auge econó-
mico de los últimos 40 años ha llevado a presuponer que los habitantes urbanos
sólo compran alimentos, y no los producen por sí mismos. Pero en una época
en que el trabajo compartido es considerado esencial para asegurar una existen-
cia digna para millones de personas, contar con opciones adicionales de subsis-
tencia puede ser de vital importancia. La agricultura urbana es ciertamente una
de esas opciones.
Para ciudades que han atravesado un deterioro industrial, la asignación de terre-
nos baldíos para el cultivo constituye ciertamente una opción para las políticas de
planificación. En ciudades norteamericanas como Detroit y Nueva York, miles de
acres de tierra han sido transferidos a trabajadores desempleados para el cultivo
de alimentos. En Inglaterra, se han establecido proyectos de agricultura urbana en
terrenos abandonados en unas 20 ciudades. En Alemania, las tierras antes utiliza-
das para la minería en ciudades como Essen están siendo reservadas para proyec-
tos de agricultura urbana.
Existe preocupación acerca de la idoneidad de las tierras contaminadas de la ciu-
dad para el cultivo de alimentos, y se ha considerado prudente no establecer sem-
bríos a menos de 10 metros de vías traficadas, especialmente en países donde to-
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davía se utiliza combustibles con plomo. Generalmente, tierras contaminadas con
metales pesados, como cadmio y plomo, requieren de precauciones especiales.
Sin embargo, las investigaciones desarrolladas en los EE.UU. y el Reino Unido
proporcionan diversas maneras de resolver el problema: primero, mantener un pH
alto adicionando generosas dosis de cal y manteniendo altos niveles de materia
orgánica a través de la utilización de abonos para inmovilizar a los metales pesa-
dos contenidos en la tierra.
Los chinos son famosos por sus sistemas intensivos de agricultura urbana y, has-
ta hoy, muchas de sus grandes ciudades son en gran medida autosuficientes en ali-
mentos producidos en tierras adyacentes administradas por ellas. Beijing, que hoy
tiene más de 10 millones de habitantes, aún administra sus propias granjas, que
se extienden sobre un área del tamaño de Bélgica. En Shanghai, sólo el 20% de
las tierras administradas por sus autoridades municipales están realmente cons-
truidas; el 80% de la tierra, principalmente dentro del perímetro urbano, es utili-
zado para sembríos, transformando la ciudad y sus alrededores en autosuficientes
en la producción de vegetales; también produce gran parte del arroz, cerdo, po-
llo, pato y carpas. Con su singular sistema de gobierno, las ciudades chinas ad-
ministran grandes extensiones de tierras cultivables adyacentes y aspiran a vol-
verse autosuficientes a partir de ello. ¿Tendrá este modelo de integración urbano-
rural alguna relevancia en otras ciudades del mundo?
En muchas ciudades existen áreas que son menos propicias para la construcción,
y con frecuencia brindan excelentes oportunidades para producir alimentos. Dar
Es Salaam en Tanzania es un buen ejemplo. La ciudad posee una distribución ur-
bana espaciosa y muchas áreas no sirven para la construcción, debido al perma-
nente riesgo de inundación durante la estación lluviosa. Estas áreas están bien do-
tadas y son bien aprovechadas para usos agrícolas.
2.2.ii Mejoría en el microclima
Si se la planifica de manera apropiada e integrada al diseño urbano, la agricul-
tura urbana puede contribuir al bienestar del ciudadano. Los espacios verdes en
torno a condominios y casas, así como otros espacios olvidados de la ciudad,
ayudan a mejorar el clima físico porque la vegetación puede: ayudar a incremen-
tar la humedad, bajar las temperaturas e introducir olores más agradables a la
ciudad; capturar el polvo y los gases del aire contaminado a través del depósito
y filtración en ramas y hojas de plantas, árboles y la tierra misma; además, ayu-
da a cortar el viento e interceptar la radiación solar, creando sombra y lugares
protegidos.
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Un buen ejemplo es la ciudad de El Cairo, donde la contaminación del aire ha al-
canzado niveles peligrosos. Por eso, las áreas verdes hoy tienen alta prioridad po-
lítica. La Asociación de Amantes de los árboles busca expandir las áreas verdes
en Maeadi. Las Asociación se hace cargo de la siembra y cuidado de los árboles
en los alrededores del viejo canal en este distrito de El Cairo. Otro ejemplo es So-
fía, la capital de Bulgaria, donde la siembra de alimentos en torno a complejos
habitacionales, a lo largo de las riberas de los ríos y otros espacios desocupados
en las áreas verdes públicas que habían sido desaprovechadas por la municipali-
dad, han llevado a un aumento de la vegetación y mejorado el microclima.
2.2.iii Conservación del suelo urbano
Habilitar tierras fértiles usualmente no es un problema en las ciudades porque,
por definición, son lugares que acumulan fertilidad en gran abundancia. Existe
poca necesidad de utilizar fertilizantes químicos, aunque en algunas ciudades co-
mo Londres, la agricultura urbana puede requerir un uso intensivo de químicos.
Existe una gran variedad de materiales que pueden ser abonados en las tierras de
un huerto -residuos de cosechas, sobras de la cocina, periódicos viejos, hojas de
árboles y hasta heces humanas. Los chinos desde hace mucho usan un meticulo-
so sistema de reciclaje y abono utilizando desperdicios humanos y animales,
manteniendo así la fertilidad de sus tierras de cultivo de la manera más apropia-
da. Aunque la utilización de este sistema se ha visto debilitada en años recientes,
los chinos simplemente no están dispuestos a descartarlo. En cambio, se dedican
a explorar maneras de mejorar su tecnología de reciclaje de aguas servidas.
Los agricultores urbanos siempre han aprovechado la gran variedad de materias
fértiles disponibles en la ciudad. El ejemplo más conocido es el de los horticulto-
res de París quienes, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, eran famosos
por la abundancia de sus cosechas. Ellos acostumbraban apilar hasta 0,3 m de es-
tiércol equino sobre los lechos de sus vegetales cada año, y usaban muchos mé-
todos diferentes para controlar la temperatura de la tierra y el aire. Eran capaces
de sembrar y recoger de tres a seis cosechas de frutas y vegetales al año, llevan-
do una buena vida a partir de una superficie de solo 0,75 ha. En el París de hace
un siglo, se producían 100.000 toneladas de cosechas de alto valor, fuera de esta-
ción, a partir de 1.400 ha., o un sexto de la superficie de la ciudad, utilizando pa-
ra ello un millón de toneladas de estiércol de caballo. Las cosechas eran tan abun-
dantes que hasta se exportaban a Londres. Sin embargo, la introducción del trans-
porte motorizado acabó con la provisión de estiércol para los marais. Adicional-
mente, cada vez más y más productos eran traídos del sur de Francia.
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Asumiendo que el agregado orgánico no está contaminado, el abundante uso de
material fertilizante más el cultivo de árboles, frutos y otra vegetación en la ciu-
dad ayudarán a mantener fértil el suelo urbano. Los suelos naturales son ricos en
vida, existen numerosos sistemas de “reciclaje” que funcionan en las capas supe-
riores de la tierra. A través de la agricultura urbana, se puede mantener un equili-
brio en los sistemas de suelos. Podemos encontrar ejemplos de buenas prácticas
en Accra (Ghana) y Dakar (Senegal) donde las actividades de agricultura urbana
han tenido un efecto positivo en la prevención del desgaste de la tierra por la ero-
sión del agua y el viento. Los sembríos de “Filao” previenen el rápido movimien-
to de la arena causado por la erosión del viento y producen compost.
2.2.iv Reciclaje de nutrientes y desechos
Un factor clave en la ecología urbana es el proceso de administración de desechos
y reciclaje de nutrientes. El metabolismo de muchas ciudades tradicionales era
circular, en tanto que el de la mayoría de las ciudades modernas es lineal. Los re-
cursos son inyectados a través del sistema urbano sin preocuparse sobre su ori-
gen ni el destino de sus desechos; los insumos y desechos son tratados como si
no hubiera una mayor relación entre ellos. Los sistemas contemporáneos de al-
cantarillado urbano son un ejemplo. Su función es separar a las personas de sus
desechos. Las aguas servidas, tratadas o no, son usualmente descargadas en ríos
y áreas costeras agua abajo de los centros poblados, desperdiciando así todo su
potencial fertilizante para la agricultura mundial. Hoy en día, las aguas costeras
de casi todo el mundo están contaminadas por aguas servidas y flujos tóxicos,
además de la contaminación provocada por la descarga de pesticidas y fertilizan-
tes utilizados para el cultivo de alimentos para las ciudades.
Justus Liebig, un precursor de la química moderna del siglo XIX, se interesó mu-
cho en la historia de la producción urbana de alimentos y estudió la historia me-
dioambiental de la antigua Roma. Durante siglos, gran parte de la provisión de
granos de Roma era importada de Africa del Norte, provocando un gran impacto
en la fertilidad de su suelo. Los minerales contenidos en el grano -nitrógeno, po-
tasio, fósforo, magnesio y calcio- eran extraídos del suelo sembrado y, vía la
Cloaca Máxima de Roma, expulsados al Mediterráneo, sin retorno a las tierras de
Africa del Norte. A pesar de haber estudiado los errores de Roma, la mayoría de
ciudades modernas repiten esta conducta. En una carta a Sir Robert Peel, Primer
Ministro del Reino Unido en 1840, Justus Liebig escribió:
La causa del agotamiento del suelo se encuentra en las costumbres y hábitos de
la gente, por ejemplo, la construcción de inodoros, los cuales no recogen ni con-
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servan los desechos sólidos ni líquidos. Estos no regresan a los campos de Ingla-
terra, sino que son llevados por los ríos al mar. El fértil equilibrio de la tierra es
destruido por la incesante extracción de fosfatos, el cual sólo puede ser restituido
por un suministro equivalente(...). Si fuera posible devolver a los campos de Es-
cocia e Inglaterra todos esos fosfatos desperdiciados en el mar durante los últi-
mos 50 años, las cosechas se duplicarían en comparación a años anteriores.
Cuando las autoridades de Londres decidieron construir un alcantarillado de des-
fogue en lugar de un sistema de reciclaje, Liebig decidió que era necesario encon-
trar maneras de reponer artificialmente la fertilidad extraída a las tierras de culti-
vo. Se dedicó a desarrollar fertilizantes artificiales para mantener la productivi-
dad del suelo que alimenta a las ciudades. Hoy en día, el uso de fertilizantes arti-
ficiales es la norma en todo el mundo. Los problemas sistémicos inherentes a ello
están debidamente documentados. Por ejemplo, las aguas costeras en todas par-
tes hoy contienen tanto aguas servidas como desechos minerales de los fertilizan-
tes aplicados a los suelos que alimentan las ciudades. Esto representa tanto un
desperdicio masivo de nutrientes como una de las mayores causas de saturación
de las aguas costeras.
El sistema metabólico lineal de la mayoría de ciudades contemporáneas es insos-
tenible. Es radicalmente diferente al metabolismo de los ecosistemas naturales, el
cual puede ser comparado a un gran círculo: toda eyección de un organismo es a
su vez un insumo, lo que renueva y mantiene todo el medio ambiente vital. Los
planificadores urbanos y educadores deberían proponerse estudiar la ecología de
los sistemas naturales. En un planeta predominantemente urbano, las ciudades ne-
cesitan adoptar un sistema metabólico circular para asegurar su propia subsisten-
cia y la viabilidad a largo plazo de los ambientes de los que dependen. Las eyec-
ciones urbanas tendrán que ser consideradas como insumos para los sistemas de
producción urbana, a través del reciclaje rutinario y el abono de materia orgáni-
ca para su reutilización en la agricultura local. Hoy tenemos a nuestra disposición
métodos muy actualizados para reciclar desperdicios humanos como nutrientes
en cultivos urbanos y periféricos.
Las acciones para la reducción de desechos requieren de tres consideraciones: la
reducción en sí del monto de desechos, reutilizando lo que sea utilizable y reci-
clando el resto. La agricultura urbana puede desempeñar un importante papel en
las tres. Puede ayudar a reducir la necesidad de envolturas. Buena parte de las en-
volturas de alimentos es cosmética o sirve para llevarlos y conservarlos intactos
a través de grandes distancias hasta su destino. Las tierras de cultivo pueden con-
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vertirse en receptoras de gran parte de los desechos domésticos reutilizables. Vie-
jas alfombras, restos de polietileno, madera, vidrio, neumáticos y ropa pueden ser
usados en actividades productivas. La agricultura también puede aprovechar ma-
teriales reciclados. Los desechos orgánicos alcanzan un 20% de los desechos do-
mésticos y, convertidos en compost, proporcionan un excelente fertilizante.
La relación entre la agricultura urbana y el manejo de desechos es más pronun-
ciada en la utilización de desechos orgánicos. La producción de alimentos a par-
tir de animales alimentados con sobras de comida es una tradición en muchos paí-
ses asiáticos y africanos, pero también en el noroeste de Europa. La observación
de la vida diaria en Hubli-Dharwad, India, nos muestra que criar animales en cen-
tros urbanos tiene sus ventajas, porque existe el abastecimiento de forraje, tales
como sobras de hoteles, mercados y viviendas, y mercados fácilmente accesibles
para sus productos, especialmente de leche fresca en panaderías y afines. El ciclo
de los nutrientes a través del uso de desechos urbanos en Hubli-Dharwad (así co-
mo en otras regiones de la India) constituye un buen ejemplo de la interacción ur-
bano-rural. Tal interacción incluye la venta de estiércol de vaca, y a su vez la
venta de desperdicios del mercado a los agricultores rurales. Existen muchas ven-
tajas para la Corporación Municipal gracias a este mercado informal de desechos.
Estas incluyen la remoción de buena parte de los desechos orgánicos húmedos de
calles y colectores, las ganancias generadas por la venta de desechos, mayor es-
pacio en los botaderos, y la utilización del estiércol como combustible de cocina,
substituyendo así a la leña y el gas licuado de petróleo (GLP). A pesar de que la
cría de animales en un área urbana presenta sus desventajas, puede desempeñar
un papel muy útil en el manejo de desechos sólidos.
Los agricultores de Accra (Ghana) también están involucrados con el reciclaje de
desechos sólidos (ver estudio del caso). Las sobras resultantes de la siembra (ve-
getales secos) son recicladas y utilizadas como abono para enriquecer el suelo.
Los desechos generados por la cría de animales, tal como estiércol de vaca y ga-
llina, constituyen la principal fuente de fertilizantes para el cultivo de vegetales.
Los animales son alimentados con las sobras de restaurantes. Los despojos óseos
del ganado son recolectados, incinerados y convertidos en polvo para fabricar ali-
mentos y pinturas. De esta manera, la reutilización de desechos contribuye al
buen funcionamiento de los sistemas de agricultura.
2.2.v Manejo del agua
Las actividades agrarias en las ciudades pueden mejorar indirectamente el mane-
jo del agua urbana, ya que las áreas verdes con suelos permeables favorecen el
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drenaje de aguas lluvias y residuos a través de la tierra. Esto es importante ya que
las crecientes áreas de superficies cubiertas (calles, techos y estacionamientos)
son propensas a acumular grandes volúmenes de agua durante las tormentas, con
riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra. La necesidad de costosos al-
cantarillados y drenajes puede ser minimizada si hay suficiente espacio verde dis-
ponible. Por lo tanto, invertir en agricultura urbana es tan necesario como desa-
rrollar sistemas de canales y desfogue.
El uso directo de aguas lluvias recuperadas para la producción de alimentos en las
ciudades puede también mejorar la eficiencia en el aprovechamiento del agua -es-
pecialmente en países escasos en este recurso. Dada la naturaleza de la mayoría de
los sistemas de alcantarillado, que combinan aguas servidas y numerosos contami-
nantes, el aprovechamiento de esta agua requiere de una considerable inversión
para su tratamiento, y una mejor capacidad organizacional. Desdichadamente, las
inversiones en infraestructura para el abastecimiento y conservación del agua no
se realizan, debido a dudosas legislaciones sobre la tenencia de la tierra. El caso
de Dakar, Senegal, sin embargo, demuestra cómo se puede montar un sistema de
reciclaje de aguas servidas. Existen dos estaciones para la filtración del agua que
incluyen puntos de recolección para la elaboración de abono orgánico. El agua re-
cuperada es utilizada para riego. El reciclaje de aguas servidas, sin embargo, no
está exento de problemas. En El Cairo, la utilización de aguas servidas no tratadas
para el riego está provocando serios problemas de contaminación de los suelos.
La falta de agua es un problema común a la mayoría, si no a todos los países en de-
sarrollo. Por ejemplo, Hubli-Dharwad se debate ante la desaparición de lagos y re-
servorios de agua que se ha producido en los últimos 20 años, mientras que el asen-
tamiento humano ha crecido, los reservorios han sido rellenados y se han construi-
do edificaciones sobre ellos. La respuesta de los horticultores a la escasez de agua
se ha concentrado en el aprovechamiento de las aguas servidas para regar sus sem-
bríos. Los agricultores más ricos suelen optar por la perforación de pozos para pro-
veerse de fuentes acuíferas más confiables, aunque esto está inevitablemente afec-
tando el nivel freático del área y la disponibilidad del recurso para otros fines.
La agricultura urbana también puede poner en riesgo las fuentes de agua, por
ejemplo, al incrementar los niveles de pesticidas en el agua subterránea. Para re-
ducir los riesgos de contaminación, en Cagayan de Oro, Filipinas (ver estudio del
caso), los agricultores han empezado a utilizar fertilizantes orgánicos. El gobier-
no lanzó un programa de Manejo Integrado de Plagas orientado a la capacitación
y entrenamiento de los agricultores. Sin embargo, hasta ahora, sólo un 27% de los
participantes ha recortado el nivel de aplicación de pesticidas.
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2.2.vi Biodiversidad
La agricultura urbana ejerce un efecto positivo en el incremento de la biodiversi-
dad. Con frecuencia el medio ambiente urbano resulta ser más rico en flora y fau-
na que el rural; las colmenas, en ciudades de algunos países desarrollados como
Inglaterra o Alemania, producen efectivamente más miel que las que encontra-
mos en el campo. Esto se debe a que las ciudades con frecuencia poseen más ár-
boles y flores que las tierras de cultivo intensivo sobre grandes extensiones, con
escasa diversidad de sembríos y muy poco espacio sin cultivar. En Cagayan de
Oro (Filipinas), un proyecto “Verde” que forma parte del programa de agricultu-
ra urbana de la Oficina de Agricultura de la Ciudad se dedica a la producción de
frutas y plantones de árboles silvestres, específicamente para mejorar la biodiver-
sidad de la ciudad.
2.2.vii Calentamiento global y contaminación atmosférica
La agricultura urbana puede contribuir a la reducción de emisiones netas de CO2
- uno de los gases responsables del recalentamiento global- producidas por la ciu-
dad. Si más ciudades produjeran alimentos dentro de sus límites, acercando los
lugares de producción a los mercados, se podría reducir el transporte de produc-
tos; esto contribuiría a reducir las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes.
La agricultura urbana también es un medio para reducir la descarga neta de CO2,
porque sus plantas y árboles lo capturan. La capacidad de absorción se encuentra
al máximo durante la fase de crecimiento de la vegetación. A través de la agricul-
tura urbana, los ecosistemas urbanos se mantienen continuamente en su “fase pri-
maria de producción”; lo que significa que se captura más CO2 por área de super-
ficie que en sistemas naturales como las selvas tropicales. Sin embargo, en las
ciudades gran parte del carbono almacenado en la vegetación es propenso a esca-
parse a través de la descomposición de la materia orgánica, generando beneficios
de corta duración.
2.2.viii Conciencia ambiental
La agricultura urbana también puede cambiar la percepción de las personas con
respecto a los alimentos. La experiencia directa de cultivar alimentos es casi ine-
xistente en la vida urbana de los países “desarrollados”; la gente cosecha en su-
permercados y muchas personas esperan que los productos estén ya empacados y
hasta precocidos. Como habitantes urbanos, son casi inconscientes del impacto
provocado por su consumo en la fertilidad de los suelos que los alimentan, con
frecuencia en lugares muy distantes. Demasiadas personas consumen comida
“chatarra” sin valor nutritivo.
El reconocimiento de la agricultura urbana entre los ciudadanos está relacionado
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con el grado de actividad de ese sector productivo dentro de la ciudad (Barrs
1997). Las personas se interesarán en el proceso de cultivo de alimentos y en los
procesos biofísicos que esto implica si existen sembríos locales. Su conocimien-
to puede ser ampliado a través de la capacitación y educación agrícola y ambien-
tal. Esto podría aumentar la influencia de los ciudadanos sobre los procedimien-
tos de producción de alimentos. La gente podrá discernir qué tipos de elementos
están siendo incorporados al proceso de cultivo y así responder con rapidez a
cualquier práctica ambiental nociva. La agricultura urbana puede reeducarnos
acerca de la base ecológica de los alimentos y las relaciones entre la producción
de alimentos y las cadenas alimenticias naturales.
Las habilidades asociadas con el cultivo de alimentos y actividades afines no son
necesariamente simples o primitivas. Las técnicas de cultivo orgánico, por ejem-
plo, pueden aprovecharse del resultado de innovadoras investigaciones científi-
cas. Si algo de la producción es vendido -procesado o no- entonces la gente invo-
lucrada desarrollará toda una gama de habilidades de venta y mercadeo de diver-
so grado de sofisticación. Y el cultivo es adaptable a las circunstancias de casi to-
dos; desde un invernadero hasta varias hectáreas, de la jardinería tradicional al
cultivo orgánico a gran escala, desde unas pocas hierbas y una planta de tomate
hasta abejas, pollos y cabras.
Un buen ejemplo de cómo crear conciencia ambiental entre la ciudadanía puede
verse en Londres, donde los concejos locales promueven la agricultura urbana
usando estrategias de la Agenda 21 en casi todos los distritos. Existen varios pro-
yectos comunales orientados a un mejor desempeño ambiental de la agricultura ur-
bana.
Recuadro 1: Productores Orgánicos de Beecontree, Londres
Se trata de un consorcio de residentes de la localidad para revitalizar un área saturada del
Este de Londres (ver estudio de caso). El área se encuentra junto a unas lotizaciones, mu-
chas de ellas abandonadas. Se utilizarán técnicas de cultivo permanente y se espera con-
servar gran parte de la vida silvestre establecida sobre el terreno baldío, sin tener que reti-
rar toda la maleza ni las ortigas. También se espera impulsar la producción de miel dupli-
cando las tres colmenas ya existentes. Los productores reutilizarán y reciclarán los recur-
sos, ahorrarán energía reciclando el agua y utilizando calentamiento solar, harán un segui-
miento del medio ambiente local, conservarán la naturaleza, usarán edificios “verdes”, tra-
bajarán con estudiantes y niños de la localidad, y desarrollarán la economía local, princi-
palmente usando esquemas del Sistema de Empleos y Trueque Local (LETS, Local Em-
ployment Trading System). LETS es un esquema mediante el cual las personas intercam-
57
Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
bian bienes o servicios sin usar dinero.
2.3 Perspectivas de la agricultura urbana: políticas y enfoques para el
Siglo XXI
La agricultura urbana ciertamente está viva y goza de buena salud en muchos paí-
ses. Las nuevas iniciativas y estrategias de mercadeo para promover la participa-
ción en el manejo ambiental auguran un buen futuro para el sector.
2.3.i Iniciativas de mercadeo
Los nuevos métodos de mercadeo para la producción urbana están ayudando a
impulsar la causa a favor de la agricultura urbana y peri-urbana. El mercadeo in-
teligente, así como la voluntad del consumidor por conocer el origen de sus ali-
mentos, tienen mucho que ver con el sorprendente crecimiento del mercado de es-
te tipo de productores en los EE.UU.. Cerca de 2000 nuevos mercados de agri-
cultores urbanos se han establecido recientemente en las afueras de varias ciuda-
des de EE.UU., a menudo administrados por los propios agricultores, tales como
Nueva York, Chicago, Detroit, Washington y San Francisco.
Nadie sugeriría siquiera que todos los habitantes de una ciudad querrían dedicar-
se a cultivar sus alimentos. Pero la agricultura urbana sí tiene el potencial para
acercar aún más a los productores y consumidores. El esquema de las “cajas de
verduras”, que ofrecen un surtido de vegetales de temporada cosechados local-
mente, goza de una creciente popularidad.
Otro esquema que busca integrar productores y consumidores locales en un
acuerdo de mutuo beneficio es la agricultura de base comunitaria. Esta se está po-
pularizando tanto en Europa como en EE.UU.: en ella, los participantes adquie-
ren por adelantado una acción sobre una siembra determinada. Los participantes
adquieren el derecho de visitar una finca y, si lo desean, ayudar en el cultivo y co-
secha del producto. Otro beneficio adicional es que los participantes tienen voz
en cuanto a qué productos han de cultivarse. Esquemas tales como éste han de-
mostrado que los cultivos realizados para el consumo local pueden ser muy lu-
crativos, y que los acuerdos mutuos entre productores y consumidores también
pueden ser ambiental y culturalmente provechosos.
2.4 Promover la integración y la participación: retos para planifi-
cadores urbanos y diseñadores de políticas
La agricultura urbana puede reducir la “huella ecológica” de las ciudades si las
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Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
metas ambientales son combinadas e incorporadas a la política urbana global
(Van Delft y McDonald 1998). Semejantes políticas urbanas globales deberían in-
cluir la concretización ambiental y una amplia participación pública en el desa-
rrollo urbano. En esta sección, se dan ejemplos de tales políticas de integración
proporcionando ejemplos de buenas prácticas y los retos enfrentados por planifi-
cadores urbanos y ejecutores de políticas alrededor del mundo.
Las autoridades locales y los especialistas de Vancouver (Canadá) han promocio-
nado programas progresivos de agricultura urbana que aprovechan los flujos de
aguas servidas de los edificios (Barrs 1997). La canalización de aguas servidas de
edificios residenciales representa un potencial recurso (de agua y nutrientes) que
puede ser aprovechado en la agricultura urbana. El sistema de tratamiento “Acuo-
Solar” de desagües, introducido en Vancouver, reproduce los procesos naturales de
purificación en pantanos y ciénagas, utilizando bacterias, algas, plantas y animales
acuáticos para producir agua tratada lista para regar los sembríos. El proceso es ace-
lerado y produce de forma controlada condiciones de invernadero, reduciendo la
cantidad del costoso espacio urbano requerido. Otro enfoque adoptado en Vancou-
ver es el de la reducción del desecho orgánico producido en la fuente. Esto se logra
difundiendo un mensaje consistente sobre la elaboración de compost por toda la re-
gión, y proporcionando capacitación en técnicas de compostaje, así como recursos
educativos y apoyo a las municipalidades participantes en la difusión educativa y
promoción de los programas. Lo que se busca es crear mayor conciencia sobre el
potencial de los desechos orgánicos para la agricultura urbana en Vancouver.
La localidad de Kolding en Dinamarca nos da otro ejemplo. Un grupo de condo-
minios antes estaba rodeado por un solar baldío, ocupado por viejos automóviles
y otras chatarras. El área era considerada como desagradable e insegura. Para re-
generar los edificios y el espacio circundante, se desarrolló un ingenioso sistema.
Hoy en día, el agua de desecho de los edificios es recolectada, junto con el agua
lluvia, y filtrada a través de un sistema de cascadas. El sistema culmina en una pi-
rámide de vidrio construida en el centro del vecindario. Al fondo de la pirámide,
los nutrientes finales sirven de alimento para la cría de peces. Otras partes de la
pirámide sirven como áreas de invernadero para plantas y vegetales. Algunas per-
sonas ya han encontrado un empleo “verde” en la pirámide y trabajan en el inver-
nadero. El lugar se ha convertido en un espacio muy agradable para el encuentro
y relajamiento de sus habitantes, así como lugar de juego para niños, especial-
mente por el efecto sonoro y visual de sus aguas.
Otros ejemplos de agricultura urbana deben su origen al espíritu comunitario y
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Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
fuertes lazos sociales. Este espíritu cooperativo puede ser encontrado en muchos
países en vías de desarrollo. Un ejemplo es el cultivo urbano en Albania (Chris-
holm 1996). El fin del comunismo vino acompañado por la destrucción de mu-
chos sistemas de irrigación, invernaderos y otras infraestructuras. Debido a las
pobres condiciones de vida, la gente se ha visto obligada a modificar sus estrate-
gias de supervivencia por iniciativa propia. La agricultura para autoconsumo y/o
comercio constituyen fuentes vitales de seguridad alimentaria. Muchas personas
viven en edificios de departamentos y no tienen acceso a la tierra, así que siem-
bran tomates en tazones viejos sobre sus balcones. Algunas personas se las han
ingeniado hasta para instalar huertos florecientes en sus terrazas. Cebollas, ajo,
tomates y uvas han transformado feos edificios en lugares más agradables. Las
personas han aprovechado el medio ambiente local, explotando al máximo sus li-
mitados recursos. Existen personas que hasta crían cerdos en sus propias casas. A
pesar del mal olor y los ruidos, los vecinos no se quejan porque entienden que la
gente necesita sobrevivir. Prácticamente todo espacio de tierra es aprovechado
productivamente. La agricultura urbana en un país en vías de desarrollo como Al-
bania nos demuestra que, pese a los limitados recursos disponibles, existen opor-
tunidades para hacer de los asentamientos humanos una empresa sostenible. Es-
ta es una lección que debe ser aprendida por los países industrializados.
2.5 Implicaciones para las políticas y programas urbanos
Tradicionalmente, las políticas agropecuarias -sea orientadas hacia la exportación o
a la producción local de alimentos- se han concentrado en optimizar la rentabilidad
a corto plazo antes que promover el manejo ambiental de los recursos locales. La
mayoría de los administradores y planificadores urbanos piensa en su ciudad más
en términos de vivienda, transporte, servicios comerciales e industria, antes que en
su agricultura, la cual genera ingresos relativamente bajos (Girardet 1992).
La agricultura urbana suele enfrentar los efectos combinados de restricciones po-
líticas, que incluyen (Van den Berg y De Zeeuw 1998):
• Políticas, leyes y regulaciones urbanas restrictivas (principalmente por el
estatus de ilegal dado a la agricultura urbana);
• Incertidumbre sobre derechos de propiedad de tierras;
• Falta de servicios de apoyo;
• Imposibilidad de implementación de tecnologías ambientales; y
• Falta de organización y representación de agricultores urbanos.
Como punto de partida, se ha propuesto que tanto los agricultores como los con-
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Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
sumidores reciban mayor información y capacitación sobre los riesgos ambienta-
les (tratamiento de aguas servidas y técnicas de compostaje) ya que cada vez más
personas se involucran en el cultivo de alimentos y más ciudades empiezan a uti-
lizar los desperdicios de la agricultura para frenar la contaminación y optimizar
el uso del agua (Reijntjes et. al. 1992).
Existe la necesidad de estimular la diseminación de prácticas adecuadas de agri-
cultura urbana entre agricultores y consumidores. Al respecto, Barrs (1997) pre-
vé un importante papel en manos de los niveles normativos. Ellos son, o deberían
ser, capaces de apoyar a agricultores y consumidores en la adquisición de cono-
cimientos sobre las oportunidades brindadas por la agricultura urbana para prote-
ger la ecología de la ciudad. El punto clave es cómo traducir las oportunidades de
la agricultura urbana en iniciativas sostenibles. Los gobiernos nacionales necesi-
tan reducir los riesgos ambientales de la agricultura (urbana) planteándose metas
de reducción de uso de pesticidas, y promoviendo pesticidas y fertilizantes bioló-
gicos. Por último, los gobiernos también deben proporcionar fondos para infor-
mación y asistencia financiada para garantizar la conversión a sistemas menos
químicos e intensivos. A primera vista, los pequeños agricultores de países en
vías de desarrollo requieren estrategias apropiadas y técnicas de producción que
les garanticen mayores cosechas. Sin embargo, muchos agricultores reconocen
que no es posible producir más sin que una utilización más intensiva de los recur-
sos los conduzca a un agotamiento de las fuentes naturales disponibles.
Para ayudar a los agricultores a volver sus sistemas de producción más producti-
vos y sostenibles, las personas que trabajan en proyectos de desarrollo -a su vez-
necesitan instrumentos apropiados para cooperar con los agricultores. La pregun-
ta es cómo pueden estas personas ayudar a los agricultores urbanos a proteger o
mejorar la ecología de la ciudad. Reforzar la capacidad de los agricultores para
desarrollar y administrar tecnologías es de vital importancia para la creación de
procedimientos ambientales seguros para la agricultura. Puede requerirse nume-
rosos pasos para alcanzar este objetivo.
Un paso fundamental en el establecimiento de condiciones adecuadas para la
agricultura urbana consiste en desarrollar un plan y una política que reconozcan
la natural interrelación entre los alimentos, la agricultura, la salud y la ecología,
formando un equipo de trabajo municipal capaz de manejar cuestiones de alimen-
tación desde la perspectiva sistémica total. El equipo podría incluir, entre otros, a
los departamentos de salud pública, planificación, ingeniería, desarrollo econó-
mico local, manejo de agua y desechos. Luego, el plan de agricultura urbana de-
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Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
bería incorporarse al sistema de planificación urbana. Esto implica que las activi-
dades agrícolas urbanas sean reconocidas como componentes principales en el
sistema de zonas verdes, para lo cual debe formularse una política especial que
debe ser desarrollada e implementada.
Es difícil regular prácticas adecuadas, pero etiquetar los alimentos para mostrar
cómo y dónde fueron producidos al menos permite a las personas tomar decisio-
nes informadas y apoyar las alternativas de producción sostenible. Programas ta-
les como el de la campaña provincial “BUY BC” en Columbia Británica, Canadá,
estimulan a la gente a comprar alimentos y bienes producidos localmente. En Co-
lumbia Británica existen estrictas medidas de producción, operación y administra-
ción de fincas agropecuarias. Sólo aquellas fincas aprobadas por una agencia de
certificación (en esta región, la British Columbia Association of Regenerative
Agriculture, BCARA) están autorizadas a vender y etiquetar sus productos como
“orgánicos” y adherirles el sello de “BC Certified Organic”.
A medida que la agricultura urbana se vuelva más sofisticada, las instituciones
prestamistas se volverán más conscientes de su potencial financiero. Sin embar-
go, esto aún no ha sido reconocido tan ampliamente. Las dificultades para obte-
ner recursos y créditos suficientes para iniciar un negocio de producción urbana
de alimentos frenan todo tipo de iniciativas. Sin embargo, las entidades guberna-
mentales de países menos desarrollados pueden ofrecer condiciones favorables
para los agricultores urbanos, por ejemplo, a través de las siguientes políticas de
intervención (Barrs 1997):
• Fondo/préstamo inicial para pequeños negocios urbanos agrícolas;
• Subsidio en suministros tales como abono municipal por tiempo limitado
para estimular proyectos.
Para que se reconozca el potencial de la agricultura urbana, es necesario ir mucho
más allá de lo que hasta ahora se hace en las ciudades. Lo que se necesita es una
política urbana enfocada al estímulo de la productividad en espacios urbanos
abiertos, integrando los varios componentes necesarios para garantizar la salud y
sustentabilidad de la agricultura urbana, y combatiendo prácticas inadecuadas don-
de fuere necesario. La agricultura urbana puede ejercer un efecto positivo en la
oferta de alimentos saludables, equilibrados en nutrientes y culturalmente apropia-
dos, particularmente para los grupos sociales de menores ingresos. La producción
local de alimentos tal vez sea incapaz de suplir la necesidad de un ingreso econó-
mico digno, pero sí puede contribuir substancialmente a una adecuada y cultural-
mente apropiada provisión de fuentes nutritivas para el ser humano.
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Cuaderno Temático 2
Agricultura Urbana y Ciudades Sustentables
3. Conclusión
De todas formas, las perspectivas para el cultivo urbano son buenas en muchas
partes del mundo. Sin embargo, es de crucial importancia que los planificadores
empiecen a reconocer la importancia de la agricultura urbana dentro del rico es-
pectro de actividades que caracteriza a las ciudades modernas. Con la urbaniza-
ción del mundo, una mayor autosuficiencia alimentaria local, que aproveche los
nutrientes acumulados en nuestras ciudades, debe ser asumida como un importan-
te aspecto del desarrollo urbano sostenible. Junto a las iniciativas de eficiencia
energética, alta productividad de los recursos y políticas de contención del expan-
sionismo, la agricultura urbana puede realizar una importante contribución en la
definición de las ciudades del futuro.
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Cuaderno Temático 3
El Impacto de la Agricultura Urbana en la Mantención del Hogar y las Economías Locales
El IMPACTO DE LA AGRICULTURA URBANA EN LA MANTENCION
DEL HOGAR Y LAS ECONOMIAS LOCALES
Rachel Nugent
1. Crecimiento urbano y habitabilidad
A medida que las ciudades crecen y generan empleos y servicios, se vuelven más
complejas tanto económica como físicamente. La necesidad de nuevos empleos
ejerce enormes demandas sobre las ciudades que se esfuerzan por brindar los ser-
vicios públicos que exige el crecimiento, con frecuencia ante un importante nú-
mero de desempleados. En el mundo en desarrollo, muchos de los nuevos em-
pleos necesarios son para obreros no calificados y con poca educación, tanto mi-
grantes como aquellos nacidos en la ciudad.
Con un crecimiento de la mano de obra del 2-3% anual en áreas que conocen una
urbanización más acelerada (Africa Oriental y Occidental, el sudeste de Asia,
Asia Oriental), es necesario crear miles de nuevos empleos cada año en cada una
de las ciudades más importantes de esas regiones. Por ejemplo, para impedir que
aumente la tasa de desempleo, en Yakarta, es necesario crear más de 250.000
nuevos empleos cada año, más de 77.000 en Ouagadougou, y más de 44.000 en
Dar Es Salaam. Parcialmente como resultado del retraso del mercado laboral en
comparación con el crecimiento urbano, la pobreza urbana y el número de pobres
que viven en las ciudades están en aumento (IFPRI 1999). Estas tendencias tie-
nen graves consecuencias sobre la seguridad alimentaria.
En este estudio se exploran las condiciones y políticas económicas en áreas urba-
nas que crean el ímpetu que da lugar a la agricultura urbana y que afectan su via-
bilidad. Para ello, nos centraremos en el ámbito convencional de los impactos
económicos - como el empleo, los ingresos y el valor de la producción - y deja-
remos a otros autores la discusión a fondo de sus impactos culturales y ambien-
tales. Este documento se basa en una serie de estudios de casos así como en ex-
periencias de primera mano e información de otras fuentes. Hemos hecho un es-
fuerzo para extraer conclusiones sobre la importancia económica de la agricultu-
ra urbana basada en conocimientos tanto cuantitativos como cualitativos.
1.1 Los mercados del trabajo en las ciudades en crecimiento
El prolongado desempleo estructural que existe en muchas ciudades es una gra-
67