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En el presente trabajaré La Celestina.

Primeramente, trabajaremos cuestiones


importantes, como lo son la autoría, la intencionalidad del autor, la figura de Celestina,
etcétera. El tema a ser abordado en el presente trabajo será Las formas del amor en el
acto XII de La Celestina. La manera en que abordaremos el tema a ser presentado será
de la siguiente forma: se presentará el nombre con el que designará a la forma del amor
que logramos identificar en el presente trabajo, seguidamente lo describiremos, para
finalmente justificarlo a través de los diálogos hallados en el acto XII.

Históricamente, La Celestina es considerada como la mejor manifestación del


“teatro culto” que, a imitación de la comedia latina, habían cultivado los autores de
comedias elegíacas medievales y los humanistas, aunque acertadamente escrita en
lengua vulgar. Pero si prescindimos de esta clasificación, meramente histórica, podemos
aceptar la tesis de Stephen Gilman, que ve en la obra una consciente fusión de la técnica
novelística y de la dramática, la dualidad de la novela y del drama “en la cual cada una
impone a la obra su significado respectivo y sus irreconciliables necesidades estéticas”.
Observa Gilman que:

“las convenciones dramáticas de escena y de acto, el método


racional y jerárquico de escena y acto, pierden su función, pues
en La Celestina la circunstancia externa emana del diálogo, de
las percepciones de los personajes y no es nunca un agregado
adjetivo y formal1”

. Fijémonos en el principio del acto XII. Calisto, en su casa, pregunta a los criados qué
hora es y Sempronio le contesta que las diez. El amo se exclama imaginando la
posibilidad de haber quedad dormido, lo que le hubiera impedido encontrarse con
Melibea. Sempronio dice a continuación que “esta hora que queda” será mejor
emplearla en aderezar las armas, lo que aprueba Calisto. Pero apenas ha dicho Pármeno:
“Helas aquí”, ya pregunta Calisto si va alguien por la calle. Ya están caminando por ella
y en seguida se oyen tocar las doce. El diálogo ha sido siempre seguido y trabado,
perfectamente enlazado en preguntas y respuestas que, leídas pausadamente, no se
invierte más de tres minutos en recitarlas, siendo que han transcurrido dos horas de la
acción. Sin embargo, a veces sucede lo contrario. La Celestina puede compartir la
libertad de la novela en el espacio; pero, sin libertad semejante en el tiempo, una
libertad físicamente imposible al diálogo.
1
Gilman, Stephen (1945). El tiempo y el género literario en La Celestina. Revista de Filología Hispánica.
La primera Celestina fue impresa en Burgos, en 1499, por Fadrique Alemán de
Basilea, y existe de ella un solo ejemplar. Un año después La Celestina se reimprime
acompañada de nuevos elementos al principio y al final, si bien mantiene todavía el
texto en dieciséis actos, igual que el de la versión de 1499, salvo algunas variantes que
no afectan al sentido. En 1502 aparecen varias ediciones de la obra con pie de imprenta
de Sevilla, Toledo y Salamanca. El título ha sufrido importante transformación:
Tragicomedia de Calisto y Melibea (en una de las de Sevilla: Libro de Calixto y
Melibea y de la puta vieja Celestina) y el texto ha sido considerablemente ampliado y
adicionado con nuevos versos del “autor” final.

En la carta El auctor a un su amigo se dice que el primer acto de la obra fue


escrito “según algunos” por Juan de Mena, y según otros por Rodrigo Cota,
puntualización que no consta en las ediciones de Toledo de 1500 y de Sevilla 1501. Un
jurista llamado el bachiller Fernando de Rojas, natural de la Puebla de Montalbán, leyó
aquel primer acto en Salamanca, se prendó de su belleza y de su estilo, y aprovechando
unas vacaciones, en quince días continuó y acabó la obra inconclusa añadiéndole quince
actos. En 1502 este mismo Fernando de Rojas adicionó cinco actos más a la obra, a la
cual cambió el nombre de Comedia en el de Tragicomedia. En 1526 se añade a La
Celestina el acto de Traso, si bien haciendo constar que es obra de un escritor distinto de
Fernando Rojas. A base de documentación de archivo sabemos que el bachiller
Fernando fue hijo de Garci González Ponce de Rojas y de su esposa Catalina, y que
nació en la Puebla de Montalbán, aunque no se sabe en qué fecha nació.

La intencionalidad del autor en la obra, claramente es didáctica. Ya nos advierte


Fernando de Rojas, en la carta de El auctor a un su amigo, que su patria tenía
“necesidad de La Celestina”, por la gran cantidad de galanes y jóvenes enamorados que
poseía. Uno de los méritos de la obra son los “avisos y consejos contra lisonjeros y
malos sirvientes y falsas mujeres hechiceras” que en ella se contienen. El acto XII es un
acto que se puede observar perfectamente este aviso contra los malos sirvientes. Estos
malos sirvientes serían Sempronio y Pármeno. En el acto XII, a Sempronio y Pármeno
no les interesa lo que le pase a Calisto, piensan únicamente en sí mismo. Tanto es así,
Calisto le pide a Pármeno que se pare a ver si está Melibea entre las puertas de su casa;
y Pármeno, temiendo que entre las puertas se encuentre alguno de Pleberio, le aconsejo
a Calisto que vaya él primero. Todavía comenta lo siguiente, Pármeno: “¿Qué te
paresce, Sempronio, cómo el nescio de nuestro amo pensaba tomarme por broquel para
el encuentro del primer peligro? ¿Qué sé yo si hay alguna traición?”. Cuando están
huyendo, no piensan en volver por su amo, si que no les interesa. Podemos ver cuando
dice Sempronio: “¿Si han muerto ya a nuestro amo?”, y contesta Pármeno: “No sé, no
me digas nada; corre y calla, que el menor cuidado mío es ése”.

La figura de la Celestina, a pesar de sus antecedentes latinos y castellanos, está


arrancada de la realidad con una maestría admirable. Por los procesos inquisitoriales de
la época desfila un pintoresco cortejo de viejas terceras, que son hábiles en el don de la
persuasión, que saben toda suerte de remedios para curar enfermedades físicas y
morales y con afán desmedido por el dinero y la bebida. Lo admirable de Celestina es su
despierta y pronta inteligencia, que le permite hacerse cargo rápidamente de las
actitudes y talante de aquellos con quienes habla. Es evidente que Celestina se gana la
voluntad de todos porque a las pocas palabras los atrae irresistiblemente a su lado.
Pármeno, es sin duda, el que le cuesta más en considerarla un aliado, ya que el joven
criado la conoció muy bien cuando era niño y sabe mejor que nadie sus mañas, sus
perversas prácticas e intenciones y su hipocresía. En la inteligencia de Celestina está la
enseñanza moral que en ella cifra el autor, que proviene de tan astutas tentadoras a los
inexpertos enamorados. Finalmente, en el acto XII Sempronio y Pármeno terminan
asesinando a Celestina por su afán al dinero: Sempronio: “¡Oh vieja avarienta, muerta
de sed por dinero!”.

Calisto, aturdido por su propia pasión, a la que entrega deleitándose en su dolor


y en sus congojas, es todavía mártir al estilo medieval y le queda algo de “siervo libre
de amor”. Calisto es un débil juguete de Sempronio y de Celestina pero su ardor le hace
tan egoísta que cuando mueren la vieja y sus criados, sólo se atemoriza ante el decir de
las gentes y se conforma llegando a la conclusión de que aquellos murieron por
“permisión divina”. En él se fundamenta toda la moral de la obra, que fue escrita,
precisamente, para que los jóvenes enamorados escarmentaran en su cabeza. El amor
desenfrenado y loco hace perder a Calisto hace perder la honra de sus mayores, pues se
entrega a manos de la gente más vil y vilmente ve ajusticiados a sus servidores, hace
perder la claridad de su ingenio, que es engañado por la astucia interesada y la
hipocresía y malogra la gentileza de sus habilidades. Calisto fue un ejemplo negativo,
así entendido en el siglo XVI.

Frente a este mundo de seres depravados, se alza en La Celestina el ambiente de


las personas de calidad. Pleberio y Alisa, padres de Melibea, aunque no tienen diálogos
firmes como los demás, tienen la dignidad de un matrimonio acomodado, honrado y
severo, cuya única preocupación es el cariño de su hija. Melibea es una prodigio de
aciertos y matices. En su primer encuentro con Calisto muestra su superioridad y apego
a la dignidad que luego confirmará. Continuemos con el acto en que se desarrolla tal
encuentro, el acto XII.

A continuación, comenzaremos con el desarrollo tema, las formas del amor.

La primera forma del amor que podemos identificar es la forma del amor a
través de la presencia. Podría sonar algo sobre entendido. Sin embargo, lo fundamental
para que se manifieste y se haga sentir que lo que la persona siente es amor es la
presencia. Es obvio que sin que se hubiese producido la presencia, no se hubiera dado el
encuentro entre Melibea y Calisto. Esta es una forma de demostrar el amor. Además,
esta forma se manifiesta a través de la preocupación por parte de Calisto de estar
presente y llegar a tiempo al encuentro, podemos observar en el diálogo de Calisto:

“¡Oh cómo me descontenta el olvido en los mozos! (…) Si por


acaso me hobiera dormido, y colgara mi pregunta de la
respuesta de Sempronio para facer de once diez y así de doce
once, saliera Melibea, yo no fuera ido, tornárase…”.

La segunda forma del amor es la presentación directa del por parte del
hombre en el encuentro. Calisto debió de presentarse directamente ante Melibea
(gracias al consejo de Pármeno) para que así ella no piense que Calisto la burla.
Aquí podemos ver en el diálogo de Pármeno: “Mejor será que tu presencia sea su
primer encuentro…”. Aunque esto resultó ser un chantaje por parte de Pármeno.

La tercera forma del amor es en forma de servidumbre. El hombre


considera a la mujer como un ser sumamente superior, casi como algo
inalcanzable. A lo que Calisto establece una relación de servidumbre, donde él es
el siervo, y Melibea es el amo. Aquí en realidad, no se establecen ninguna relación
de servidumbre, sino lo que hace Calisto al decirlo así, es producir la sensación de
que la ama tanto que él es un objeto y ella es su dueña. Lo podemos observar en el
diálogo de Calisto:

“Es la que tiene merecimiento de mandar a todo el mundo, la


que dignamente servir yo no merezco. No tema tu merced de se
descubrir a este cativo de su gentileza; que el dulce sonido de tu
habla, que jamás de mis oídos se cae, me certifica ser tú mi
señora Melibea. Yo soy tu siervo Calisto”.

La cuarta forma del amor es en forma de amor propio. Esta forma de amor
se ve oculto, por dos cuestiones. La primera es la cuestión del contexto histórico:
el término amor propio es un término que ha surgido en los últimos siglos. La
segunda cuestión: la confusión el concepto de dignidad y la importancia que éste
tenía en esos siglos. Aunque los términos sean muy similares, se diferencian
principalmente en el accionar. La dignidad es una cualidad del que se hace valer
como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí
mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden, más relacionada
como rasgo de la persona. Por el otro lado, el amor propio es una consideración
y estima que una persona siente por ella misma y por la cual espera ser
considerado y estimado por los demás. Como podemos observar, el amor propio
al ser una consideración, esto implica una reflexión, y como tal está ligada al
accionar. Melibea defiende su dignidad a través del amor propio para que su
misma dignidad no sea manchada. Lo podemos observar en el diálogo que dirige a
Calisto:

“Desvía estos vanos y locos pensamientos de ti, porque mi


honra y persona estén, sin detrimento de mala sospecha,
seguras. A esto fue aquí venida, a dar concierto en tu despedida
y mi reposo. No quieras poner mi fama en la balanza de las
lenguas maldiciones”.

La quinta forma de amor es a través de la fidelidad. En el acto XI,


Celestina le comenta a Calisto que Melibea está enamorada de Calisto. Entre
tanto, Celestina y Melibea acuerdan el encuentro que se produjo en el acto XII.
“… verlo has yendo esta noche según el concierto dejo con ella, a su casa, en
dando el reloj doce, a hablar entre las puertas”. Este encuentro supuso un pacto
entre las tres partes: Calisto, Melibea y Celestina. Sin embargo, la fidelidad como
forma del amor toma forma por parte de Calisto, pues cumplir su parte del
acuerdo significaría que lo que siente Calisto por Melibea es real. A lo que,
cuando Calisto llega al encuentro con Melibea, éste piensa que ha sido burlado,
comienza a llorar; y Melibea, de la emoción comienza a llorar también, pues
Calisto se mantuvo fiel: “Tú lloras de tristeza, juzgándome cruel; yo lloro de
placer, viéndote tan fiel”.

La sexta forma de amor, es en forma de preocupación por el otro. Cuando


Sempronio y Pármeno se percatan que ha aparecido la gente del alguacil, éstos
pretenden escapar. Con todo el estruendo que se había producido, Melibea se
preocupa por la situación de Calisto, que corre peligro. Lo podemos observar en el
diálogo que Melibea establece con Calisto: “Señor Calisto, ¿qué es eso que en la
calle suena? Parescen voces de gente que van en fuída. Por Dios, mírate, que
estás en peligro”. Además, esta forma de amor también se encuentra presente
cuando Pleberio y Alisa se preocupan por Melibea, asustados. Sin embargo, esta
forma de amor, a diferencia del amor de Melibea y Calisto, este tipo de amor es el
amor filial. Podemos observar la preocupación de los padres en el siguiente
diálogo, Pleberio: “¿No oyes bullicio en el retraimiento de tu fija? También
cuando dice Pleberio: “Duerme, hija, que pensé que era otra cosa”. Por la mente
de Pleberio podrían haber pasado muchas, posiblemente creyó que Melibea
estuviera en peligro. Sin embargo, Lucrecia cuando interviene, nos da una
información importante, el estado anímico de Pleberio y Alisa, tal como comenta
Lucrecia: “Poco estruendo los despertó. Con pavor hablaban”. El estado anímico
de Pleberio y Alisa era de pavor.

La séptima forma de amor que logramos encontrar es la forma de


satisfacción. Esta forma consiste en la idea de satisfacción de las necesidades
sexuales que puede conseguirse con el amor a través de la pareja. El querer
satisfacer las necesidades sexuales tanto propias como de la pareja, es una forma
de demostrar el amor. Esta forma de amor, es la forma más esencial y la más
propia del encuentro. Pues, el móvil verdadero del encuentro entre Calisto y
Melibea es la consumación de la relación sexual. Encontramos a Calisto, que
piensa satisfacer la necesidad sexual tanto propia como de Melibea. Sin embargo,
dado que las puertas lo impiden, no llega a consumarse la relación sexual.
Podemos observarlo en el diálogo de Calisto: “¿Cómo señora mía, y mandas que
consienta a un palo empedir nuestro gozo? Nunca yo pensé que demás de tu
voluntad pudiera cosa estorbar”.

Para finalizar el presente trabajo llegaremos a las siguientes conclusiones:

1) Logramos identificar siete formas del amor, éstas son: a) a través de la


presencia; b) a través de la presentación directa; c) como servidumbre; d)
como amor propio; e) a través de la fidelidad; f) como preocupación; g)
como satisfacción.
2) A su vez, f) puede dividirse por el tipo de amor:
 Preocupación por amor De pareja – Melibea por Calisto.
 Preocupación por amor Filial – Pleberio y Alisa por Melibea.
Bibliografía

De Riquer, Martín (1959). La Celestina y Lazarillos. Vergara S.A. Barcelona.

Gilman, Stephen (1945). El tiempo y el género literario en La Celestina. Revista


de Filología Hispánica.
Nombre: Santiago Pérez

Asignatura: Literatura Española I

Institución: Ce.R.P. del Norte.

Docente: Rossana Cottens.

Actividad: Segunda Prueba

Parcial.

TEMA: LAS FORMAS


DEL AMOR EN EL
ACTO XII DE LA
CELESTINA.

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