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hacemos unas

plantillas de carton
Plantillas de carton
De una balleta de vileda
sacamos cuatro mascarillas
Una vez cortado el trozo de 190mm x 130mm
Lo doblamos a la mitad y superponemos la plantilla para marcar el arco
por donde coserémos con la maquina
Una vez marcado el arco
comenzamos el cosido por el
lado del doblez central
Ahora marcamos los 35mm por el
interior para hacer el doblez
Doblamos
Ya están los dos dobleces
Cortamos el sobrante a esta distancia del cosido
Colocamos las gomas
Estas se sacaron de globos de tamaño grande
Ajustamos el avance a 0,7 y modo zigzag al 70% de su amplitud
Se han probado otras marcas de balleta pero la de mas densidad y mejor uniformidad
es la Vileda. De todas formas cualquiera podría servir siempre que comprobemos,
colocandola frente a una lampara, que no se aprecie a traves el mas minimo rayo
de luz.
A pesar de las recomendaciones de las autoridades sanitarias, han proliferado tutoriales e iniciativas altruistas para
la fabricación de mascarillas caseras en múltiples lugares de nuestro país durante la última semana.
Estas mascarillas, confeccionadas a partir de diferentes materiales como tela o papel, no están homologadas,
ni han pasado ningún control, por lo que no hay ninguna garantía de su eficacia para evitar el paso de partículas
virales a través de ellas. Debido a ello, no están recomendadas para el colectivo sanitario o las personas afectadas
por el COVID-19.

Un aspecto clave a considerar sobre las mascarillas, en general, es que su utilidad principal es evitar la difusión de
gotitas con virus a partir de personas infectadas. Como elementos de protección frente al virus para personas sanas
tienen una eficacia muy limitada debido a que no protegen los ojos –las mascarillas quirúrgicas no protegen, además,
frente a virus en aerosoles– y las manos contaminadas con virus suelen ser una de las principales vías de contagio.

Pero hay otro detalle importante a tener en cuenta. La transmisión del virus se puede producir por personas infectadas
que no muestran ningún síntoma (están, aparentemente, sanas) y, por tanto, si hubiera abundancia de mascarillas
médicas, estas se podrían aplicar para evitar la transmisión de virus a partir estas personas.

Depende de los materiales


La eficacia de las mascarillas caseras es extremadamente variable debido a su heterogeneidad. No solo se usan
múltiples materiales para su fabricación (telas de diferentes características, papel de cocina, filtros de café, plásticos...),
sino que también se aplican distintas formas de confección. Así, su eficacia puede variar considerablemente según
factores como la porosidad o impermeabilidad del material o el grosor. Además, hay detalles como el grado de ajuste
de la mascarilla a la cara que son decisivos para determinar su eficacia. Así, independientemente del material y el
tipo de confección, la eficacia de una mascarilla casera cae en picado si esta no queda bien ajustada a la cara.

Aunque no contamos con estudios científicos específicos sobre la eficacia de estas mascarillas caseras frente al
SARS-Cov-2, sí que existen investigaciones que han valorado su eficacia para limitar la difusión de virus.

Investigadores holandeses analizaron en 2008 la eficacia de mascarillas confeccionadas a partir de paños de


cocina para filtrar partículas del tamaño que suelen tener los virus en comparación con mascarillas quirúrgicas
y mascarillas FFP2. A partir de los resultados, los científicos concluyeron que cualquier tipo de mascarilla en
general disminuye, probablemente, la exposición y el riesgo a infección en la población general, a pesar de un ajuste
imperfecto a la cara y cierta inconstancia en su uso.

Por otra parte, investigadores de la Universidad de Cambridge publicaron un estudio en 2013 en el que analizaban
la eficacia de mascarillas caseras (hechas a partir de diferentes materiales) en comparación con mascarillas quirúrgicas.
Para tal fin, escogieron a 21 sujetos sanos que tosían a propósito sin llevar nada, o lo hacían mientras llevaban
mascarillas caseras o mascarillas quirúrgicas. A continuación, se registraron la liberación de bacterias y virus de
dos especies particulares (ambos con tamaños similares a los virus de la gripe, como indicativos del nivel de protección)
a través de las mascarillas o a partir de los sujetos sin ninguna barrera.

Los científicos comprobaron que las mascarillas caseras solían ajustar la mitad que las mascarillas quirúrgicas y tenían
tres veces menos eficacia que las mascarillas quirúrgicas. No obstante, las mascarillas de tela sí que redujeron
significativamente el número de microorganismos liberados por los voluntarios. Las mascarillas improvisadas de
menor eficacia para los virus eran aquellas en las que se usaban bufandas, camisetas de algodón, tejido de seda y
funda de almohadas. Las mascarillas caseras más eficaces eran aquellas en las que se usaban trapos de cocina o
bolsas para aspiradoras. Los autores, al considerar estos resultados, recomendaban que las mascarillas caseras solo
deberían tenerse en cuenta como último recurso para evitar la transmisión de gotitas a partir de individuos infectados
ya que eran mejores que nada (con las condiciones de este estudio).

El uso y las medidas complementarias


Si en situaciones controladas, las mascarillas caseras son más efectivas que no llevar nada para evitar la difusión de
secreciones respiratorias con virus, ¿por qué múltiples instituciones sanitarias las desaconsejan entre la población
general? Porque en la vida real la eficacia de las mascarillas no depende exclusivamente de las características de
este elemento de protección, sino también de si se usan correctamente y de los hábitos de higiene del usuario.
¿Qué quiere decir esto? Que, si una persona usa correctamente estas mascarillas caseras y sigue cumpliendo
las normas de higiene, la etiqueta respiratoria y el distanciamiento social, es una medida adicional útil para frenar
el contagio. Sin embargo, si las personas usan mal las mascarillas y, además, les aportan una falsa sensación de
seguridad, que les lleva a relajar las otras medidas para evitar el contagio, pueden causar más daño que beneficio
en esta pandemia.

La afirmación anterior no es solo una afirmación hipotética. En 2015 se publicó un ensayo clínico en el que se comparaba
la utilidad de mascarillas de tela frente a mascarillas médicas entre profesionales sanitarios en el hospital.
Había tres grupos: trabajadores con mascarillas médicas, mascarillas de tela y el grupo de control que seguía su rutina
en el hospital como de costumbre. Las mascarillas de tela, lejos de evitar infecciones respiratorias entre los
profesionales sanitarios, las incrementaron en comparación con el grupo control. La retención de humedad,
la reutilización de mascarillas de tela y la pobre filtración eran posibles factores que incrementaban el riesgo de
infección. Ante estos resultados, los autores aconsejaban, como medida de precaución, evitar el uso de mascarillas
de tela entre los profesionales sanitarios, especialmente en situaciones de alto riesgo.

En los últimos días se está observando que la mala utilización de las mascarillas es algo muy frecuente: mascarillas
que quedan sueltas, que no se esterilizan o se reutilizan cada día, que se ponen bajo la barbilla en contacto con la
parte exterior, que se quitan de la cara tocando la parte de fuera... Son acciones que reducen considerablemente el
factor de protección que cualquier mascarilla, casera o no, ofrezca.

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