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HISPANORROMANAS_II_CERAMICAS HISPANORROMANAS 04/06/12 10:18 Página 5
Cerámicas hispanorromanas II
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Edita
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz
c/ Doctor Gregorio Marañón, 3 – 11002 Cádiz (España)
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Índice
Introducción ............................................................................................................................................................ 15
Darío Bernal Casasola y Albert Ribera i Lacomba
BLOQUE II ÁNFORAS
Producciones anfóricas tardorrepublicanas y tempranoaugusteas del valle del Guadalquivir. Formas y ritmos
de la romanización en Turdetania a través del artesanado cerámico ...................................................................... 177
Enrique García Vargas
Ánforas tarraconenses para el limes germano: una nueva visión de las Oberaden 74 ............................................ 207
César Carreras Monfort y Horacio González Cesteros
¿Ánforas Tipo Segobriga/Oberaden 74 similis? Bases para una producción singular en la Tarraconense interior ....... 231
Rui Roberto de Almeida y Jorge Morín de Pablos
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Las ánforas del tipo Puerto Real 3. Un nuevo envase de salazones gaditanas de época antonino-severiana .......... 247
Darío Bernal Casasola y Enrique García Vargas
Producciones anfóricas en la costa meridional de Carthago-Spartaria ................................................................. 255
Mª del Carmen Berrocal Caparrós
Las ánforas onubenses de época tardorromana ...................................................................................................... 279
Jessica O’Kelly Sendrós
Una nueva producción de lucernas de canal en terra sigillata hispánica en el norte de la Península .................. 299
Ángel Morillo Cerdán
Producción de lucernas altoimperiales en Hispalis: el taller de la plaza de la Encarnación de Sevilla ................... 309
Jacobo Vázquez Paz
Lucernas a torno de época imperial: una producción singular de Carthago Noua (Cartagena) ........................... 325
Alejandro Quevedo Sánchez
La producción de lucernas en el sureste peninsular: primeros datos ..................................................................... 353
Antonio Manuel Poveda Navarro
Las lucernas de producción regional de Bracara Augusta .................................................................................... 369
Rui Morais
Definición y características de la producción establecida como una categoría cerámica donde se en-
globan una serie de producciones entre las cuales po-
El objetivo principal de este trabajo es ofrecer un pano- demos encontrar desde las típicas cerámicas calcáreas
rama general sobre los estudios de cerámicas comunes de producción local o regional, hasta cerámicas caoliní-
romanas en el Alto Guadalquivir centrándonos en las ticas, cerámicas tardías como la común mediterránea tar-
producciones de cocina entre los siglos I-II d.C. Para si- dorromana, producciones itálicas como las cerámicas de
tuar al lector en el tema, podemos decir que estos estu- barniz interno rojo pompeyano o las cerámicas de co-
dios son muy recientes, prácticamente inéditos, pero sin cina africana, por citar sólo algunas. Todas estas clases ce-
duda necesarios, no sólo para completar el conocimiento rámicas están unidas por pertenecer a un mismo ámbito
conjunto de las producciones altoimperiales en esta área, dentro de los ajuares domésticos como sería la cocina, y
sino también, para sumar esfuerzos en pro de una mejor por estar destinadas a unas mismas funciones; conser-
comprensión del carácter de las mismas a partir del aná- vación, almacenamiento, preparación y cocción de los ali-
lisis de sus implicaciones tecnológicas, formales y fun- mentos. No obstante, existen entre ellas una diferencia-
cionales. De igual modo, antes de empezar conviene ción tecnológica básica otorgada por el uso de arcillas
recordar una de las características definitorias de las pro- calcáreas, para el caso de las cerámicas para conservación,
ducciones de cocina romana como es su condición re- almacenamiento y preparación de los alimentos, y de ar-
gional cuando no local, si dejamos a un lado aquellas cillas no calcáreas, para las cerámicas de cocina (Olcese,
producciones itálicas y africanas que son exportadas por 2003, 19-21). Es decir, es el empleo de unas arcillas u
el Mediterráneo. En consecuencia, sólo estudios regio- otras lo que, junto a la forma impresa por el alfarero, dis-
nales o locales son válidos, desechando cualquier gene- tinguirá unas cerámicas comunes de cocina de otras pro-
ralización a mayor escala, pues complican el trabajo del ducciones no aptas para la cocción de los alimentos.
arqueólogo que se siente incapaz de ordenarlas por la Nosotros atenderemos a estas cerámicas de cocina
falta de clasificaciones y tipologías que lo acerquen a la centrándonos en un territorio y momento concreto, el
realidad material que exhuma en sus excavaciones. Alto Guadalquivir en época altoimperial (figura 1). De
Dicho esto, resulta fundamental definir la noción ce- estas producciones poseemos pocos datos, pero cono-
rámicas comunes y dentro de ellas la de cocina romana. cemos un centro productor, Los Villares de Andújar, en
En la actualidad parecen superados antiguos problemas el que se elaboraron dos clases cerámicas de cocina, una
de denominación y definición del termino cerámicas co- oxidante y otra reductora.
munes (Bats, 1996, 481-484; Moliner, 1996, 240-241; Py Las características macroscópicas de estas dos pro-
y Adroher, 1991, 91; Peinado, 2010, 39-40), quedando ducciones son similares. La cerámica de cocina oxidante
presenta unas pastas de color rojizo N19 —colores según
1. La redacción de este trabajo ha contado con el soporte del pro- el código de A. Cailleux (1963)— que dependiendo de
yecto de I+D Ex oficina Meridionali: Tecnología, producción, los casos pueden tender a oscurecerse, y hacerse más ma-
difusión y comercialización de cerámicas finas de origen bé-
tico en el sur peninsular durante el Alto Imperio (HAR2010- rronáceas, o aclararse y hacerse más anaranjadas. El des-
17507), Ministerio de Ciencia e Innovación. grasante es de color blanco, tanto brillante como opaco,
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Figura 1. Mapa del Alto Guadalquivir con la situación del centro productor de cerámicas de cocina oxidante y reductora de Los
Villares de Andújar y los dos centros receptores, el Santuario de Las Atalayuelas y Cástulo
de forma redondeada e inferior a 1 milímetro, es escaso nado, 2010, 290, tabla 5.2). Este hecho, la alta presencia
aunque está presente por toda la fractura. Junto a estas de sílice en la arcilla la hace la más apta para producir ce-
partículas blancas se aprecian otras de color dorado su- rámicas de cocina de calidad. Los artesanos isturgitanos
periores al milímetro, más escasas que las anteriores, pero debieron conocer las propiedades de estas arcillas frente
visibles tanto en la fractura como en la superficie de los a las arcillas calcáreas empleadas en la producción de
vasos. La fractura es muy irregular, rugosa al tacto y de es- otras clases cerámicas del alfar como las paredes finas, la
tructura laminar u hojaldrada. En cuanto a la superficie, cerámica pintada de tradición ibérica o la que en su mo-
es del mismo color que la pasta, en ocasiones algo más os- mento denominamos cerámica común romana bética
cura, está muy cuidada sobre todo en el fondo interno de (Peinado, 2010, 129).
las formas abiertas y algo menos en las formas cerradas.
Por su parte, la cerámica de cocina reductora presenta
unas pastas con las mismas características que las descri- Historiografía
tas para la cocina oxidante, únicamente difieren en el
color de las mismas, que ahora son grises P31, a veces Para conocer la evolución en el tiempo de los estudios
grises marronáceas T51, originado por la cochura de los sobre cerámicas de cocina romana hay que analizar los
vasos en una atmósfera reductora. Es decir, macroscópi- trabajos de cerámicas comunes en general ya que, están
camente se observa cómo son las mismas arcillas las que tan ligados a ellos y su disgregación es tan tardía que re-
se empleaban para las producciones oxidantes y reduc- sulta imposible diferenciarlos. En este sentido, y aunque
toras modificando solamente la atmósfera de cocción. las cerámicas comunes han tenido distintas considera-
El análisis microscópico de la composición química2 ciones a lo largo del tiempo, su evolución como objeto
de las dos producciones nos confirmó lo que se observa de estudio tampoco puede desligarse del análisis de otras
macroscópicamente. Ambas producciones presentan una categorías cerámicas, puesto que juntas corren en para-
misma composición, luego, para su elaboración se em- lelo a la propia historia de la investigación arqueológica.
plearon las misma arcillas buscándose, además, unas con Es posible que en el momento inicial de desarrollo
un alto valor en sílice y un bajo contenido en calcita (Pei- de los estudios cerámicos de época romana las cerámi-
cas comunes quedasen relegadas a un segundo plano
2. Análisis realizados en la UB por la doctora M. Madrid y el pues, dentro de un contexto histórico-artístico, al no po-
profesor J. Buxeda seer éstas tratamiento de la superficie se alejaban del
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valor estético que, según los cánones del momento, el de investigación dentro del estudio de las cerámicas co-
objeto arqueológico debía tener para ser estudiado y co- munes como son los análisis de la tecnología cerámica,
leccionado. Sin embargo, las cerámicas comunes, no fue- la comercialización, los hábitos alimenticios o los análi-
ron dejadas de lado del todo, como señalan V. Orton, P. sis arqueométricos destinados a la caracterización de las
Tyers y A. Vince (Orton et alii, 1997, 17-21), al ser ob- pastas y al conocimiento del origen geográfico de las mis-
jeto de colección e incluidas en algunas publicaciones, mas. Ejemplos de estas nuevas líneas de investigación
como aquellas de la zona del limes, donde estas cerámi- los representa Pottery in the Roman world: an ethno-ar-
cas fueron tempranamente estudiadas gracias a los tra- chaeological approach de D.P.S. Peacock (1982), el estudio
bajos de, entre otros, Loeschcke sobre el yacimiento de de Tuffreau-Libre sobre la cerámica común del norte de
Haltern (Loeschcke, 1909, 101-322), o Gose (Gose, 1950) la Galia (Tuffreau-Libre, 1980), los trabajos sobre las co-
sobre las cerámicas de la zona renana. Superada esta fase, munes de Magdalensberg (Schindler-Kaudelka, 1989), o
las cerámicas comunes no tardaron en ser reivindicadas los realizados en Cartago (Fulford y Peacock, 1984). A
por investigadores como Nino Lamboglia quien constituyó las novedosas aplicaciones arqueométricas de D.P.S. Pea-
el punto de partida en la reflexión sobre este grupo ce- cock habrá que sumarle las aportaciones de M. Bats al
rámico. En su obra Gli scavi di Albintimilium e la cro- inferir cerámicas y alimentación para describir los pro-
nologia della ceramica romana, publicado en 1950 (Lam- cesos de contacto cultural en la sociedad de Olbia (Pro-
boglia, 1950), por primera vez habla de vasi comuni, a la venza, Francia) y, de manera más amplia, de toda la Galia
vez que se produce un cambio en cuanto a la metodología mediterránea (Bats, 1988). En la actualidad trabajos como
de estudio de la cerámica, restándole importancia a los cri- los de Pinto (Pinto, 2003) sobre las cerámicas comunes de
terios estilísticos para buscar el valor cronológico de estos la villa de São Cucufate (Portugal), o aquel publicado por
materiales. En la Península Ibérica fue clave la obra de M. G. Olcese acerca de las cerámicas comunes de Roma y su
Almagro Basch sobre de las necrópolis de Ampurias en entorno (Olcese, 2003), donde se caracteriza el proceso
la que, a pesar de no tratar las cerámicas comunes de una de producción de la cerámica común y de cocina desde
forma pormenorizada, y ni tan siquiera usar dicho tér- la captación de las materias primas, los hornos y la tec-
mino, se aportaban por primera vez datos de carácter nología de cocción, pasando por el componente humano
cronológico para estas cerámicas y se expresaba clara- que conforma el artesanado de esta zona, ejemplifican
mente la necesidad de estudiar los restos arqueológicos el punto en el que se encuentra la investigación sobre
más allá de su valor estético (Almagro Basch, 1955). A estas producciones, consolidando los conocimientos pre-
partir de este momento el estudio de las cerámicas co- cedentes y abriendo nuevos campos de estudio.
munes se inaugura de una u otra forma quedando refle- La Península Ibérica nunca ha quedado al margen de
jado en la multitud de trabajos que se comienzan a pu- este camino historiográfico y tempranamente aparece el pri-
blicar como los de Ostia (AA.VV., 1968; 1970; Carandini mer estudio correspondiente a un centro productor de la
y Panella, 1973; 1977), Pompeya y Herculano (Anne- Bética, el alfar romano de Cartuja (Serrano, 1978). Poste-
chino, 1977, 105-114), Cosa —Ansedonia, Italia— (Dyson, riormente, la atención prestada a las cerámicas comunes
1976), Conimbriga —Coimbra, Portugal— (Alarçao, 1975), se multiplica centrándose la atención sobre todo en la im-
Luni —Ortonovo, Italia— (Massari y Ratti, 1977, 595-597) portaciones de cocina itálicas y africanas, como lo hicie-
o Aquitania (Santrot y Santrot, 1979). Entre ellos destaca ran para el caso de Baetulo J. Aquilué (1987), para la
Cerámica común romana del Mediterráneo occidental Tarraconense C. Aguarod (1991), para La Rioja R. A. Lue-
de M. Vegas (1973). En esta obra podemos observar cómo zas (2001), en el Bajo Guadalquivir Mª A. Sánchez Sán-
se empiezan a clasificar la cerámicas comunes en cuatro chez (1992) y E. Serrano sobre el área malagueña (Serrano,
grandes grupos dentro del que ya encontramos uno, de- 2000). Tampoco se abandonaron los estudios sobre cerá-
finido por las características de las arcillas, como vajilla de micas comunes y de cocina de origen local y regional des-
cocina. Tras este estudio, y sobre todo en la década de los tacando, entre muchos otros —algunos reunidos en un
ochenta, la producción científica destinada al estudio de estado de la cuestión publicado en 1995 (Aquilué y Roca,
las cerámicas comunes y dentro de ellas las cerámicas de 1995)— el completo estudio llevado a cabo en la zona
cocina aumenta considerablemente. Se produce de igual oriental de Gerona (Casas et alii, 1990) o el desarrollado
forma un cambio cualitativo al introducirse nuevas líneas por J. Tremoleda (2000). La misma dinámica se puede ob-
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servar con respecto a los trabajos sobre cerámicas comu- excavaciones de este yacimiento. En las tres primeras, las
nes romanas en la Bética donde a los numerosos estudios cerámicas constituyen un puro apoyo gráfico (Blázquez,
publicados por E. Serrano, citados algunos de ellos más 1974; 1979; Blázquez y Valiente, 1981), mientras que en las
arriba, se suman otros como los realizados sobre las co- dos últimas se observa un salto cualitativo y cuantitativo;
munes de Lacipo, Casares, Málaga, (Puertas, 1982) o los de los materiales se presentan contextualizados estratigráfi-
Itálica (Bendala, 1982). Más recientemente, en la edición camente, y conceptos como el de cerámica común se em-
de las excavaciones de la villa altoimperial de Cercadilla plea de forma sistemática. Junto a ello, se ofrece una ti-
(Córdoba) los autores dedican un interesante capítulo al pología cerámica, se estudian las pastas y se analizan
estudio del material cerámico abarcando desde los siglos mineralógicamente algunos fragmentos entre los que hay
I d.C. al III d.C. (Moreno, 1997). A este trabajo hay que aña- algunos correspondientes a cerámicas comunes (Blázquez
dir los materiales de Celti (Peñaflor), recogidos en una et alii, 1984; Blánquez et alii, 1985). Más recientemente han
obra sobre las excavaciones llevadas a acabo en este ya- sido objeto de estudio las cerámicas comunes del Santua-
cimiento (Keay et alii, 2001). Finalmente, no podemos rio de Las Atalayuelas (Fuerte de Rey, Jaén), siendo la ca-
pasar por alto la aportación al conocimiento de las cerá- tegoría cerámica más representada en el ajuar cultural ex-
micas comunes de producción local e imitaciones de afri- humado (Rueda, 2008). Por último no debemos olvidar
canas de cocina en alfares como Los Matagallares varias referencias a las cerámicas comunes de esta zona en
(Salobreña, Granada) (Bernal, 1998) y Cañada de Vargas distintas aportaciones de E. Serrano (Serrano, 1995; 2008)
—Torrenueva, Granada— (Ruiz y Serrano, 2009), por no Exceptuando el caso de Los Villares de Andújar, Cás-
citar el sin fin de apuntes sobre cerámica común y de co- tulo y el Santuario periurbano de Las Atalayuelas, el resto
cina de época republicana como los dedicados a las ce- de publicaciones sobre cerámica común y de cocina en el
rámicas comunes gadiritas (Sáez, 2005), muchos de ellos Alto Guadalquivir son muy puntuales y, en la mayoría de
recogidos en dos obras de conjunto (Bernal y Lagóstena los casos, los materiales tratados pertenecen al Ibérico
2004; Bernal y Ribera, 2008). Final. En este sentido, destacan la publicación del material
Sin embargo, como ya hemos enunciado al inicio de cerámico de la necrópolis ibérica de Los Castellones de
este texto, los trabajos sobre cerámicas comunes en ge- Céal (Hinojares, Jaén) donde, entre otras clases cerámi-
neral y, en concreto, sobre cerámicas de cocina en nues- cas recuperadas hay algún ejemplo de campaniense y de
tra área de estudio son escasos y no tienen la trayectoria paredes finas (Chapa et alii, 1998). Más interesantes nos
historiografía de otras zonas del Mediterráneo Occidental resultan los trabajos sobre el poblado Los Castellones de
y de la Península Ibérica. En el Alto Guadalquivir los es- Céal, en tanto en cuanto nos ofrecen información sobre la
tudios en torno a la cerámica romana comienzan con el des- funcionalidad de las cerámicas de cocina, aunque se trata
cubrimiento del complejo alfarero de Los Villares de An- de un momento cronológicamente anterior al que aquí
dújar, dado a conocer a la comunidad científica por el nos ocupa (Mayoral, 1996). Igual sucede con el Santuario
profesor M. Sotomayor. A partir de aquí, Los Villares de ibérico de Castellar (Jaén), donde destaca las importacio-
Andújar capitalizarán los estudios cerámicos, sin duda fa- nes de barniz negro y las paredes finas, dejando espacio
vorecidos por la magnitud del centro productor allí loca- para la cerámica común de época ibérica (Nicolini et alii,
lizado. Entre los muchos trabajos publicados caben des- 2004). También encontramos alguna información sobre
tacar aquellos centrados en la producción de terra sigillata las cerámicas de Porcuna y Mengíbar usadas para definir
hispánica (Roca, 1976; Fernández García, 1988). Sin olvi- las distintas fases de dichos yacimientos (Arteaga y Blech,
dar los trabajos dedicados a las cerámicas pintadas de tra- 1986) pero sin mención a las cerámicas comunes.
dición indígena (Choclán, 1984) y las paredes finas (Ruiz
Montes, 2007). En cuanto a las cerámicas comunes se han
llevado acabo dos estudios preliminares (Sotomayor, 1982; Tipología y cronología
Peinado, 2007) y una reciente tesis en la que se incluyen
las cerámicas de cocina (Peinado, 2010). Contamos tam- La clasificación tipológica y la definición cronológica de
bién con los trabajos sobre las cerámicas de Cástulo (Li- las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir ha sido
nares, Jaén) donde varía la atención prestada a las comu- realizada a partir de los materiales exhumados en Los Vi-
nes en las cinco monografías editadas sobre las llares de Andújar, y es que, salvo los contextos de Las
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Se trata de la forma más representada en cerámica de co- Se caracteriza por el desarrollo piriforme de su cuerpo y
cina. En general hablamos de vasos cerrados de forma glo- el cuello corto. Tiene una boca trilobulada formada por
bular que varían poco tipológicamente a lo largo del tiempo. un borde exvasado hacia afuera de sección triangular
aplanado en la zona opuesta al asa. Este asa sale, bien del
Tipo COC-OXI 3.1 (figura 2.4) borde, o bien debajo de él y va hasta la parte de unión
del cuello con el cuerpo. El diámetro es inferior a los 5
Se caracteriza por su fondo plano y el borde exvasado. centímetros. Cronológicamente se sitúa entre la segunda
Los diámetros son superiores a los 15 centímetros e in- mitad del siglo I d.C. y la primera del siglo II d.C.
feriores a los 20 centímetros. Se localizan entre la se-
gunda mitad del siglo I d.C. y la primera del II d.C. Tipo COC-OXI 4.2 (figura 3.4)
Tipo COC-OXI 3.2 (figura 2.5) En este tipo se agrupa un conjunto de jarras monoansa-
das, de cuello desarrollado, borde engrosado de sección
La principal diferencia entre este tipo y el anterior son circular y pico vertedero. Son jarras localizadas en la se-
sus dimensiones, que, en este caso, son más reducidas gunda mitad del siglo II d.C.
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Forma 5: Cantimploras
Tipo COC-RED 2.1 (figura 4.3) Tipo COC-RED 3.3 (figura 4.6)
Este tipo se produjo tanto en cerámica oxidante como Está formado por unos vasos de forma globular con borde
en reductora. Morfológicamente presenta las mismas ca- entrante, engrosado y plano. El diámetro oscila entre 18
racterísticas y cronología que el tipo COC-OXI 2.1. y 14 centímetros. Misma cronología que el tipo anterior.
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idea de que estas cerámicas son una maraña de formas habla de una fuerte permanencia de las tradiciones pro-
poco cambiantes en el tiempo, no muy concluyentes cro- ductivas del mundo indígena. Es muy interesante ver
nológicamente y difíciles de reconocer por su falta de uni- como además la producción de cocina reductora se aban-
formidad en cuanto a sus características físicas se refiere. dona definitivamente en Los Villares de Andújar a finales
La cerámica de cocina puede presentar formas como las del siglo I d.C., momento en el que cesa también la ela-
ollas poco alteradas formalmente, pero existen otras sin- boración de cerámicas pintadas de tradición indígena.
gulares que nos ayudan a datar. Resuelta esta cuestión, el Por su parte, en lo tipológico se configura a finales de
principal problema que encontramos a la hora de estu- época tiberiana e inicio de época claudia un repertorio pro-
diar las cerámicas de cocina en el Alto Guadalquivir es la pio en cuya génesis confluyen las influencias endógenas,
falta de contextos cerámicos para confrontar cronologías sobre todo en formas cerradas principalmente las ollas, y
y completar la información recogida en Los Villares de exógenas como podemos ver en las formas abiertas como
Andújar. La falta de contextos dificulta de igual modo el las platos, muy influimos por formas procedentes de los
conocimiento de la difusión de las cerámicas de cocina modelos de cerámicas de rojo interno pompeyano como
que se presenta actualmente en un estado embrionario. observamos en el tipo COC-OXI 1.1 con la Luni 5 o en los
Por el momento tampoco contamos con un conoci- tipos COC-RED 1.1 y 1.2 que presentan una gran simili-
miento profundo de las cerámicas de cocina de las fases tud con la forma Celsa 79.80. De igual modo no tenemos
anteriores a la producción de Los Villares de Andújar, datos sobre las cerámicas de cocina locales de la etapa
siglo I a.C. y época augustea, ni de las importaciones de posterior al fin de la actividad productiva en Los Villares
cocina itálica, aunque en cualquier caso su llegada al Alto de Andújar. En cuanto a la llegada de las cocinas africa-
Guadalquivir se prevé muy residual y poco comparable nas existe igualmente un enorme vacío de información.
con lo que Mª A. Sánchez (1992) describió para el Bajo En suma el desconocimiento de las cerámicas de cocina
Guadalquivir. Todo ello dificulta el análisis sobre el ori- de la etapa anterior y posterior a la producción altoim-
gen y configuración del repertorio cerámico de cocina perial de Los Villares de Andújar dificulta el análisis dia-
producido desde la segunda mitad de siglo I d.C. en el crónico de estas producciones.
alfar isturgitano. Desde nuestro punto de vista es preci- Por último, es fundamental detenerse en el análisis
samente el estudio de la génesis y filiación cultural de del uso y la funcionalidad de las cerámicas de cocina,
estas cerámicas de cocina una de las líneas de investiga- que en el caso del Alto Guadalquivir parece traspasar el
ción más interesante a desarrollar una vez resueltos los pro- ámbito doméstico para formar parte de los ajuares cul-
blemas cronotipológicos y técnicos. Y es que, con los tuales y funerarios como vemos en el Santuario de Las Ata-
datos que tenemos hoy, las cocinas producidas en nues- layuelas o en las necrópolis de Cástulo. Además, se hace
tra área presentan tanto en lo tipológico como en lo tec- cada vez más necesario detenerse atentamente en estas
nológico una influencia patente del mundo indígena y cuestiones de uso, en tanto en cuanto, la producción de
del mundo romano. De este modo la continuidad con la nuevos tipos de cocina puede relacionarse con cambios
cocción de las cerámicas de cocina en atmósfera reduc- en las técnicas culinarias empleadas en la cocción de los
tora en al Alto Guadalquivir durante el siglo I d.C., mo- alimentos, lo que a su vez nos puede ayudar a analizar
mento en que predominan las cocciones oxidantes, nos la transformación de los hábitos alimenticios.
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