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Ante la desaceleración cíclica de las economías desarrolladas se han elevado muchas voces
a favor de una expansión fiscal significativa de carácter temporal, lo que ha despertado el
temor a un retroceso en los beneficios de la consolidación fiscal que ha tenido lugar en los
últimos años. En particular, se señala que los diversos planes de rescate diseñados para el
sistema financiero podrían suponer un aumento significativo de la deuda pública en los
mercados financieros, lo que dejaría poco espacio a las emisiones de otros activos. Este
efecto, efecto crowding-out o expulsión, supondría aumentar las dificultades de
financiación del sector corporativo no financiero.
Sin embargo, cualquier "efecto expulsión" va a ser bastante más acotado de
lo que se descuenta. Hay varios elementos detrás de esta afirmación.
Los resultados empíricos de Aschauer (1989), basados en la estimación de un modelo
neoclásico, indican con claridad la necesidad de que el análisis de la política fiscal tenga en
cuenta la composición del gasto público, y no solo su nivel agregado. Este trabajo concluye
que el efecto neto de la inversión pública sobre la inversión privada parece ser positivo, al
dominar el efecto crowding in derivado de la elevación de la productividad sobre el efecto
de expulsión directo. Los resultados más recientes de Erenburg (1993) confirman la solidez
de esta conclusión en un macromodelo simple con expectativas racionales.
Un trabajo que pide mesura a la hora de aplicar medidas anticíclicas, elaborado por
Echeverry(1999), explica que antes de llevar a cabo una medida de este corte se debe
evaluar la magnitud de los flujos en los componentes de la demanda agregada y su efecto
sobre los balances de los hogares, empresas y del mismo Gobierno. Esto le permite concluir
que no tiene sentido realizar políticas anticíclicas cuando los balances de los agentes de la
economía están en desequilibrio, es decir, cuando sus flujos de fondos (ingresos frente
gastos)son negativos y cuando sus pasivos superan a sus activos, pues una inyección de
ingreso disponible adicional por una política fiscal anticíclica incrementaría sus gastos y
sus pasivos, dando más inestabilidad antes que dinamismo a la actividad económica.
La mayoría de los trabajos que estudian la política fiscal en Colombia se focalizan en
detectar la naturaleza estructural del déficit fiscal, y en su análisis acerca de ha sido
procíclica o anticíclica pero de manera descriptiva o empírica, y solo bajo juicios positivos
que dejan a un lado el análisis normativo. En este tipo de trabajos encontramos a Lozano y
Aristizábal (2003)que examinan el impacto de la política fiscal sobre la actividad
económica desde 1990 hasta 2002 por medio de ejercicios de impulso respuesta. Estos
ejercicios permitieron demostrar que un incremento de los gastos de consumo del Gobierno
se traduce en un aumento positivo y significativo del PIB. Por otro lado, los autores
concluyen que la política fiscal fue procíclica durante los noventa.
En el año 2000, el Gobierno Pastrana adelantó la Ley 617/2000 que disciplinó el gasto
gubernamental y la reforma transitoria a las transferencias mediante el acto legislativo
01/2000. Lo anterior se vio reflejado de inmediato en un menor déficit tanto del SPNF y
GNC. El fuerte ajuste fiscal se reflejó en una disminución del DSPNF desde 6.25% del PIB
a 3.49% del PIB, y del DGNC desde 7.72% del PIB a 5.54% del PIB. Ahora, en los años
2001 y 2002, el SPNF incrementó de manera sutil su déficit
fiscalde3.49%delPIBaun3.84%delPIB, al tiempo que la brecha del PIB se reducía
de0.63%aun-0.36%.Como podemos observar, el déficit jugó un papel reactivador en el
crecimiento económico entre el período 2000-2002 del Gobierno Uribe Colombia ha vivido
dos períodos de crecimiento excepcional en lo corrido del siglo, separados por el inicio de
la Gran Recesión en los Estados Unidos: el primero, entre 2003 y 2007, en el que alcanzó
una tasa de crecimiento media del 5.5 %, como resultado de las políticas del gobierno
Uribe, durante el cual el país pasó de ser considerado un Estado fallido a ser una de las
economías emergentes de desempeño destacado
En el quinquenio referido, el país disfrutó de abundantes flujos de capital, precios elevados
de sus exportaciones (especialmente las petroleras) y tasas de interés bajas, en un entorno
caracterizado por la alta liquidez mundial y las políticas de tasas de interés cercanas a cero
en los países desarrollados, lo cual, aunado al proverbial buen manejo macroeconómico que
ha caracterizado al país en su historia reciente, permitió los resultados ya señalados.
Tendencias de largo plazo El cambio más notables en la estructura del PIB colombiano, en
el período 2000- 2007, se da en la formación bruta de capital, que ha pasado de niveles del
14 % del PIB a principios de la década pasada, al 29.2 % en 2014. Ese incremento en el
coeficiente de inversión, decisivo para incrementar el potencial de crecimiento futuro de la
economía, ha estado acompañado del incremento en las importaciones, cuya participación
en el PIB se ha incrementado 15.4 % en 2000 al 29 % en 2014. Las exportaciones, por su
parte, se han mantenido entre el 15 % y el 17 % del PIB.
Un Gobierno que no recauda suficientes impuestos para cubrir sus gastos se topará tarde o
temprano con toda suerte de problemas generados por la deuda. Sus tipos de interés
nominales aumentarán a medida que los tenedores de bonos teman una subida de la
inflación. Sus directivos de empresa se esconderán y tratarán de retirar su dinero de las
empresas que gestionan por miedo a subidas del impuesto de sociedades.
Los bancos centrales se les han otorgado la misión de velar por la estabilidad financiera.
Esta última tarea ha sido entendida como algo más allá del buen funcionamiento del
sistema de pagos. Ferguson (2003) define la inestabilidad financiera1 como una situación
en la cual una economía gasta más de lo que produce como resultado de una diferencia
significativa entre el precio de un conjunto importante de activos y sus determinantes (e.g.
una burbuja en el precio de la vivienda) y/o distorsiones en el funcionamiento del mercado
y en la disponibilidad de crédito (e.g. un rápido crecimiento del crédito como resultado de
una subestimación del riesgo). Por lo anterior, la estabilidad financiera está ligada con la
estabilidad macroeconómica.
La economía colombiana enfrenta el riesgo de llegar a este tipo de relación. Desde 2002, el
Gobierno ha buscado reducir su riesgo cambiario mediante la emisión de títulos en el
mercado de capitales doméstico.
No demasiado, si hay alguno. En Estados Unidos, al menos, hemos aprendido que el riesgo
de acumular más deuda pública hasta que los tipos de interés y la inflación comiencen a
subir por encima de los niveles normales, o el mercado de valores se colme, no es mucho.
Y existen grandes beneficios potenciales si se resuelven los problemas reales
estadounidenses, como el desempleo, ya mismo.
3. Cuantificar en cuando se reduce el PIB por el efecto expulsión