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3. La empresa estatal de dominio como administración.

Dirección política
y burocracia. (págs. 1060 - 1101)
En este capítulo Estado moderno será comparado con una empresa que tiene
medios materiales que se encuentran a disposición de la burocracia, al replicarse
esta separación en la sociedad, Weber expone este fenómeno como la
burocratización de la sociedad.
Posteriormente el autor ahonda en el progreso hacia lo burocrático, entendido
como el Estado que juzga y administra, este “progreso” está muy ligado al
desarrollo capitalista moderno, el cual tiene la necesidad de calcular la
funcionalidad y la administración para un rendimiento óptimo, lo que quiere decir
que en un contexto irracional, sin las bases que aporta el Estado moderno, el
capitalismo moderno no podría haberse originado, ya que para su existencia
necesita una justicia y una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse
racionalmente.
Weber expone dos ideas que pueden sustentan y dan explicación la hipótesis
primera sobre cómo se da curso al origen del capitalismo moderno: 1) la
elaboración práctica del derecho se ejecutaba por los abogados que satisfacían
las necesidades de sus clientes capitalistas, ideando así, formas adecuadas de
los negocios, esquemas calculables, 2) se refiere a los jueces como instrumento
que obedece ordenes de “arriba”, como lo denomina el mismo autor, siendo este
un funcionamiento que en conjunto puede calcularse.
Más allá Weber expone el surgimiento de estos “políticos profesionales” que solo
se encuentran en Occidente, los que entraban al servicio de los señores políticos,
según él, hay dos maneras de hacer de la política una profesión: se vive “para”
la política, o “de” la política, en este sentido, vive de la política como profesión el
que aspira a hacerse de ella, una fuente permanente de ingresos, y vive para la
política aquel en que no suceda tal cosa.
Con respecto al hecho de hacer de la política una profesión el autor plantea que
los funcionarios “políticos” se distinguen por lo regular externamente por el hecho
de que se les puede transferir y despedir, es decir, son sustituibles. A diferencia
del funcionario, el jefe político, ya que, encuentra su honor precisamente en
asumir la responsabilidad de todo lo que hace, responsabilidad que no puede ni
debe declinar o descargar en otros (en este sentido, insustituible), el autor
discute que la mayoría de los funcionarios políticos compartían las cualidades de
los demás, lo que significa que también la obtención de dichos cargos iba ligada
a un estudio académico, a pruebas profesionales y a un determinado servicio
preparatorio.
Enfatiza en la diferencia en el actuar entre un verdadero funcionario y un político,
se refiere al primero como el que no ha de hacer política, sino que ha de
administrar y, sobre todo, de manera imparcial; no ha de hacer, precisamente lo
que hace el político, en palabras del autor: luchar, porque el partidarismo, la
lucha y la pasión, constituyen el elemento del político. Y más que nadie, del jefe
político. El desarrollo de la política en empresa, impone la separación de los
funcionarios públicos en dos categorías: la de los funcionarios profesionales y la
de los funcionarios políticos: a éstos se los puede despedir y transferir, o poner
a disposición en cualquier momento.
Weber afirma que el Estado constitucional, a partir de la democracia, el
demagogo es, nuevamente en Occidente, el tipo del jefe político.

Finalizando este capítulo, el autor expone que la burocracia se caracteriza frente


a otros vehículos históricos del orden de vida racional moderno por su
inevitabilidad mucho mayor, y no existe ejemplo histórico conocido alguno, que
desde que se instauró por completo volviera a desaparecer, resalta que la
burocracia moderna se distingue por la especialización y la preparación
profesionales racionales.

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