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Mommsen, Wolfgang J.

(1981 [1974]) Pensamiento histórico-universal y pensamiento


político, en Max Weber. Sociedad, política e historia, Buenos Aires: Alfa., pp. 113-168.

IMPORTANTE PARA EL CONCEPTO DE PERSONALIDAD

“Aquí ha de intentarse más bien presentar otra dimensión del pensamiento político de Max
Weber que, según nos parece, no ha sido hasta ahora tomada debidamente en cuenta en la
discusión, es decir, la cuestión del enraizamiento en concepciones básicas histórico-
universales de este último historiador múltiple de la historia europea del espíritu” (114)

Para “la aprehensión del esquema básico histórico-universal que subyace a su obra
sociológica y a sus concepciones políticas […] el método filológico, que busca influencias
y tomas de posición sobra la base del estudio de los textos, fracasa ampliamente; solo en
relativamente pocos pasajes se encuentran rastros claros de concepciones contemporáneas
que uno podría utilizar como puntos de apoyo para atribuir una determinada posición
histórico-espiritual a la obra de Weber” (115). Está claro que, careciendo de registro textual
donde se indique las concepciones metafísicas o visiones de lo histórico-universal, en la
obra de un autor, todo análisis meramente textual fracasaría. No queda claro igual en qué
medida una pretensión tal no caería por totalizar la obra, sintetizando sus contradicciones.
Presenta como contradictorios dos abordajes que, lejos de serlo, se compatibilizan y se
necesitan mutuamente. En especial, intentar aprehender el pensamiento subyacente de un
autor, no puede hacerse con un trabajo filológico-textual, pero no quedan dudas que éste es
la precondición para lograr un buen salto preciso. Su tarea, al igual que su rechazo al
trabajo filológico, se explica por la suposición de que lo profundo y central -la concepción
de filosófico-histórica- es lo que explica, y motoriza cada manifestación particular, es decir,
el texto. Algo profundamente anti-weberiano

Más adelante afirma que esta concepción “de ninguna manera está formulada
explícitamente en la obra de Max Weber” (115)

Afirma que a lo largo de Economía y Sociedad intentaba “eliminar todos los juicios de
valor históricamente condicionados y, con ello, todas las conceptuaciones temporalmente
influenciadas a fin de dar una forma más universal aún a la aplicabilidad del sistema
conceptual por él desarrollado” (116) ¿Es así?
“A Weber, lector atento de Nietzsche, le desagradaba, ante todo, el postulado de la ‘mayor
felicidad del mayor número’; ya en la lección inaugural de Friburgo se encuentran
apasionadas manifestaciones en contra de un ideal eudemonista de este tipo” (117)

“Estas teorías de la historia eran para él no solo científica sino ‘moralmente falsas’. Era el
discípulo de Nietzsche quien también lanzaba la campaña contra ellas. La ética decisionista
de la responsabilidad que sustentaba Weber y que veía la esencia de la personalidad en la
elección autónoma de los valores, era inconciliable con todas las construcciones histórico-
filosóficas que sostenían que los factores supraindividuales eran los motores del proceso
histórico […] Esta crítica a las filosofías de la historia tradicionales dirigida por un
individualismo aristocrático de cuño nietzscheano, no se detuvo tampoco frente al
historicismo” (122-123)

“Pero, en realidad, Max Weber quería decir una cosa totalmente diferente a Rickert. No
compartía su fe neokantiana en un sistema de valores culturales objetivos, sino que a ella
oponía un decisionismo valorativo de corte nietzscheano según el cual los valores
culturales, que eran elevados a la categoría de puntos de vista rectores de toda
consideración de la historia debían su validez exclusiva a la decisión subjetiva de la
personalidad” (124) El subjetivismo en la ciencia, donde la influencia de Rickert es más
fuerte, o por lo menos más constatable, no es así. No es la individualidad subjetiva del
investigador.

“Son los individuos, y en verdad por lo general los grandes individuos, quienes en virtud de
su capacidad para profesar valores y declararlos obligatorios para sí mismos y los demás,
pueden imponer metas al acontecer social. Este es el punto donde Max Weber se presenta a
una mayor distancia de Marx y cerca de la tradición idealista, pero, especialmente, en una
gran vecindad con Nietzsche. La doctrina de Nietzsche según la cual el destino de la cultura
europea depende de los grandes individuos, de su voluntad de querer transformarse a sí
mismos y precisamente a través de ello, al mundo, dejó claras huellas en la obra de Max
Weber. La función que Weber impone a las grandes figuras carismáticas de los líderes
impone una comparación con Nietzsche. La exigencia nietzscheana de la ‘probidad
intelectual’ es aceptada por Weber como principio constituyente de la personalidad” (126)
Nota 41: “La influencia de Nietzsche sobre Weber fue grande y persistente pero no siempre
es posible comprobarla filológicamente de manera precisa. En donde es más claramente
perceptible es en la sociología de la religión de Max Weber […] Hasta en el ductus de

l lenguaje se encuentran nietzscheanismos en Weber, e los primeros escritos e igualmente


en especial en Wissenchaft als Berufk, en donde en puntos esenciales se hace referencia a
él. Conceptos centrales de Weber tales como ‘honestidad intelectual’, ‘responsabilidad’ se
encuentran utilizados en el mismo sentido que en Nietzsche” (300). Afirma que “la lucha
pro la neutralidad valorativa puede igualmente ser interpretada como una simple aplicación
de la exigencia de Nietzsche ‘…la ciencia necesita siempre en cada caso considerada un
ideal valorativo, un poder creador de valores, en cuyo servicio puede creer, en sí misma,
ella nunca es creadora de valores’ (Werke, tomo 2 pág. 891)

“Pero, sobre todo, hizo suya la teoría moral de Nietzsche. La concepción nietzscheana
según la cual la tarea de los grandes individuos es imponer nuevos valores en la sociedad,
sin preocuparse por los valores tradicionalmente transmitidos, encuentra su continuación
directa en la ‘ética decisionista de la responsabilidad’ de Max Weber. La famosa frase de
Weber de que ‘no podemos leer el sentido del acontecer del mundo en el resultado de su
investigación por más completa que ésta sea, sino que tenemos que estar en condiciones de
crearlo nosotros mismos’ presupone el aniquilamiento de toda la metafísica tradicional por
parte de Nietzsche con la invitación a ‘sacar del propio pecho’ los valores, responde a la
exigencia nietzscheana de la ‘transformación de todos los valores’” (126-127)

“Sin embargo, Max Weber estaba muy lejos de aceptar un culto irracionalista de la
personalidad” (127) Este sería un “entregarse a los sentimientos del momento o en el
abandonarse a vivencias personales” que le atribuyen a Nietzsche. A su nietzscheanismo lo
equilibra el ideal de personalidad puritano del control de sí mismo.

“La personalidad necesita orientación racional en un doble respecto: en primer lugar, para
ser ‘sí misma’, para ser ‘libre’ y, en segundo lugar, para poder actuar responsablemente.”
128)

“La dialéctica que se nota dentro de la estructura de la personalidad tiene una


correspondencia directa en la realidad histórica. Se trata de la oposición entre ‘hombre
cultural’ y ‘hombre especializado’. La personalidad creadora que, en última instancia,
orienta su comportamiento en el mundo de acuerdo con valores metafísicos y, por lo tanto,
es ‘libre’, en el sentido interno de la palabra, con respecto a las condiciones del mundo en
torno, se encuentra en lucha permanente con el ‘hombre especializado’ y con el ‘hombre
del orden’” (129)

“Este antagonismo, en el que se encuentra en juego la dignidad del hombre, constituye el


trasfondo histórico-filosófico que permite conocer, en su sentido último, la construcción
universal de la teoría sociológica del tipo ideal de Max Weber. A los tres temas centrales de
su sociología: la relación entre actitudes valorativas religiosas y sus consecuencias
intramundanas (objeto de la sociología de la religión), la relación entre carisma y
burocracia (el tema más importante de Economía y sociedad) y la relación entre el líder y
los ‘políticos profesionales sin vocación’ (la problemática central de los Politische
Schriften), subyace este problema en forma modificada. En última instancia, nos
enfrentamos aquí con un punto de partida antropológico de un tipo bien determinado a
partir del cual la obra extremadamente variada de Weber se une en un todo” (130) Obra
como todo unificable.

EXCESIVO ÉNFASIS EN LO EXTRAORDINARIO EN GENERAL

“A diferencia de Marx, y también de Nietzsche, Max Weber sostuvo siempre que toda ética
auténticamente religiosa no debe ser derivada exclusivamente de condiciones económicas o
sociales o psicológico-sociales, por más grande que pueda haber sido en los casos
particulares la influencia de los condicionamientos sociales en la formación concreta del
respectivo dogma” (133)

“Por esta razón, los grandes movimientos religiosos, especialmente en su forma originaria
no institucionalizada, constituyen las fuerzas dinámicas y revolucionarias de la historia”
(135)

“La desaparición del individuo en lo general, la afirmación básica de la situación en este


mundo, la negación de la responsabilidad personal, todo esto se encuentra en la más crasa
oposición con el individualismo aristocrático de Weber, que exigía la acción responsable a
partir de los valores últimos y un comportamiento consecuente desde el punto de vista
valorativo-racional, como condición previa de un éxito óptimo” (139)”

“No puede dejar de percibirse la proximidad que existe entre esta concepción histórico-
filosófica y la de Nietzsche. Nietzsche interpreta la historia como un proceso de
crecimiento y decadencia natural, que escapa a todo sentido teleológico y en el que los
grandes individuos juegan el papel del elemento creador, que produce cultura. Así como en
Weber el carisma está siempre amenazado por el poder nivelador de la racionalización, en
Nietzsche, los grandes individuos se encuentran en una lucha eterna en contra de la
nivelación y mediatización de la cultura […] Max Weber atribuye al individuo un papel
muy similar al de Nietzsche; partiendo de su propia convicción ‘sin fundamentos’, fija
nuevos objetivos de la sociedad” (151-152)

“Weber coincidía con Nietzsche en el sentido de que la doctrina del Sermón de la Montaña
que recomendaba la renuncia a todo uso de la violencia representaba una ética miserabilista
de la indignidad” (152)

“Solo una línea delgadísima separa en este punto a Max Weber de la concepción de
Nietzsche en el sentido de que la ‘voluntad de poder’ es la ley fundamental y el resorte de
toda cultura” (152)

“Eugene Fleischmann llegó a ver en Max Weber al ejecutor testamentario de Nietzsche en


la política. Pero en este respecto no hay que ir demasiado lejos y perder de vista las grandes
diferencias que separan al líder de Max Weber del ‘superhombre’ de Nietzsche. Weber se
distancia expresamente de la concepción nietzscheana según la cual el gran individuo tiene
que gobernar sobre la masa, no para conducirla a una situación mejor sino solamente por el
placer del poder, que constituye el fundamento indispensable de su sentimiento
aristocrático de la vida. Se dirigía en contra del ‘malentendido de las profecías que se
remontan a Nietzsche y creen ganar sólo sobre el coturno del contraste ‘aristocrático’ de sí
mismos en contra de los demasiado muchos […] En verdad, de manera similar a lo que
sucede en Nietzsche, el ‘líder’ está obligado, en el sentido estricto de la palabra, sólo con
respecto a sí mismo y su propia causa; pero, sin embargo, existe una responsabilidad
también por los ‘otros’ a los que Nietzsche descalifica y llamaba cínicamente ‘rebaño’”
(153)
“En su comentario a la exposición de Simmel, en el sentido que en Nietzsche ‘el egoísmo’
del individuo grande no es mera arbitrariedad y una cuestión de placer que también
contiene egoísmo y una ‘implacable estrictez contra sí mismo’: ‘Correcto. Así pensaba a
veces. Pero la piara de cerdos que lo sigue piensa de manera diferente’. Aquí también
Weber reprocha indirectamente a Nietzsche el no haberse distanciado siempre con
suficiente claridad del estéril culto del hombre de poder legitimado a través de su poder
sobre los otros hombres y, con ello, haber prestado su ayuda a los ‘bismarckianos’. No es
pues casual que Weber haya siempre polemizado apasionadamente en contra de los
nietzscheanos” (308)

“Quizás pueda decirse que la recepción de Nietzsche en Weber se extiende sólo hasta
donde es conciliable con la concepción puritana básica del deber de la conducción racional
de la vida y de la exigencia de dar siempre cuenta de los propios actos y, finalmente con el
postulado de respetar la dignidad de cada persona” (309)

“Y lo que menos eficaz podía ser era la huida al irracionalismo. En este punto, Weber
reaccionaba si no en contra del propio Nietzsche sí en contra de los nietzscheanos” (157)

“Aquí irrumpe un pesimismo heroico que no se diferenciaba esencialmente de las visiones


nietzscheanas del futuro. Max Weber se identificaba totalmente con Nietzsche en su ‘crítica
destructora de aquel ‘último hombre’ que ‘ha encontrado la felicidad’” (157)

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