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Apure sometido a brutal estado de sitio

Las calles de la ciudad de San Fernando lucen desoladas, tan solo algunos
distraídos y escasos transeúntes se aventuran a adentrarse en la noche oscura y
solitaria para encontrarse con el terrible espectáculo de la ciudad militarizada: la
vida cotidiana, las salidas nocturnas o un simple paseo al boulevard central son un
riesgo que nadie quiere correr; la noche es de los represores, de los que tienen el
poder de la fuerza bruta, de aquellos que intentan a través del terror doblegar la
voluntad de las grandes mayorías que quieren transitar hacia una nueva
Venezuela libre y democrática.
Solo hay una palabra para describir esta conducta abusiva de las fuerzas
gubernamentales del estado Apure: miedo. En una situación como la que se vive
en nuestro país, el miedo de los ostentan el poder puede convertirse en una
amenaza latente contra quienes le adversan con las únicas armas de la verdad y
la razón; la cúpula corpomilitarista herida de muerte no va a entregar el poder sin
oponer resistencia, cercados por el planeta entero y repudiados por el pueblo
venezolano se aprestan a jugar sus últimas cartas: el uso indiscriminado de la
violencia y el terrorismo de estado.
No se trata solamente de la presencia masiva de las fuerzas militares y policiales
en las calles de la ciudad, hay un elemento mucho más grave, y abominable en
esencia: los colectivos armados se pasean a sus anchas sembrando el terror,
agrediendo a todo aquel que ejerce su legítimo derecho a la protesta: amedrentan,
golpean y allanan las casas de los que en forma valiente se atreven a plantarles
cara; cuentan con el aval del Gobernador Ramón Carrizales, son trasladados en
vehículos oficiales y en muchos casos realizan patrullaje con los que, en teoría,
deberían defendernos a todos.
Quien suscribe ya ha sido amenazado en cadena regional por el Gobernador del
estado; también han sido amenazados el diputado Luis Lippa, y los demás
compañeros que conforman el secretariado del frente amplio: en su discurso
cargado de odio y revanchismo se nos acusa de ser los propiciadores de la
violencia en la región, cuando es público y notorio que los únicos culpables de la
violencia, el hambre y la miseria que sufre nuestro pueblo son el presidente
usurpador y sus lacayos y colaboracionistas, los mismos que saquearon a
Venezuela, y hoy se niegan a entregar el poder porque saben que el largo brazo
de la justicia pende sobre ellos. El 23 de enero los puso a temblar, saben que el
final está cerca, el reloj se ha puesto en cuesta regresiva, con tendencia
irreversible, el reino de la barbarie y la maldad vive sus últimos capítulos.
El mandato del pueblo es claro: este gobierno tiene que irse; los dirigentes
políticos no vamos a abandonar a la ciudadanía en sus luchas, por más que
amenace el gobernador facistoide no podrá hacer nada para detener la avalancha
que se le viene encima. En lo particular nunca me he dejado abrazar por el miedo,
y sé que mis compañeros son de la misma condición, sin embargo, tomaremos
las medidas necesarias para proteger nuestra integridad y la del pueblo apureño,
acudiremos a todos las instancias nacionales e internacionales para denunciar la
violación sistemática de los derechos humanos contra los habitantes de nuestra
región, la violencia física y psicológica son crímenes que no pueden quedar
impunes, y a su debido momento los responsable tendrán que pagar tan
abominables hechos.
El 23 de enero millones de venezolanos se volcaron a las calles al grito de
libertad, exigiendo tres premisas fundamentales e innegociables: cese de la
usurpación, gobierno de transición y elecciones libres; son los pasos necesarios
para recuperar la democracia e iniciar el proceso de reconstrucción de Venezuela.
Los cobardes que utilizan el poder de las armas para agredir a los venezolanos no
nos harán retroceder, por el contrario, cada agresión, cada violación de los
derechos humanos, cada crimen, solo nos permite reforzar la firme creencia de
que estamos luchando por una causa justa, y que cada esfuerzo que hagamos es
poco para alcanzar el objetivo final, que no es otra cosa que la salvación de la
patria, de su genuina soberanía, de recuperar la calidad de vida de nuestros
compatriotas, de lograr el retorno de millones de venezolanos arrojados a la
diáspora por la miseria que representan Nicolás Maduro y sus cortesanos
miserables e indolentes.
El estado de sitio impuesto a los apureños es una muestra clásica de cómo actúan
las dictaduras; ante la pérdida de la calle, solo les queda la violencia como
respuesta, la implantación del estado de terror, la vejación como estrategia. El
estado fallido en su fase terminal, en su agonía, en su última bocanada de
oxígeno, se vuelve agresivo y peligroso, dispuesto a todo con tal de preservar sus
mezquinas granjerías y obscenos privilegios. No podemos darles respiro, somos
un solo bloque, Venezuela y el mundo entrelazados como nunca. Jamás la
penumbra podrá vencer a la luz del día, el amanecer está cerca, se sienten
vientos de cambio.
Que dios nos cuide y nos bendiga a todos los venezolanos en este momento
aciago, pero a la vez esperanzador de nuestra historia.

Leisserrebolledo76@gmail.com

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