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Hacer para ser

Antes de entrar en el tema sobre el cual les quiero hablar, necesito hacerles una confesión.
Mi nombre es Hernán, soy profesor, doy clases de creatividad, innovación y
emprendedorismo en ingeniería, y estoy preocupado porque no sé si una asignatura típica
es la mejor manera de formar emprendedores.

Soy profesor, no porque me gusta enseñar, sino porque me gusta aprender. Y, ¿de quién
aprendo? se preguntarán ustedes. Bueno, de todas las personas que tengo a mano, entre
ellos de mis estudiantes -no me gusta decir alumnos-. Así es como, en uno de los parciales
que tomé recientemente, se me ocurrió preguntarles sobre el tema que me preocupaba, la
pregunta que hice fue: “¿Qué actividades recomendaría usted a la Universidad para que
ésta pueda formar emprendedores?”.

Recibí varias respuestas interesantes, pero hubo una que me dejó pensando y que luego de
un tiempo me inspiró a escribir este artículo. Una de mis estudiantes respondió “Le
recomendaría que realicen más actividades de aplicación, no clases tan teóricas, para
acercar a los alumnos a la realidad, porque a veces da miedo enfrentarse al mundo y
realizar un emprendimiento leyendo libros o fotocopias que hablan de hacer cosas...”.

La respuesta confirmaba mis sospechas, por supuesto que podemos hablar sobre cómo
hacer las cosas, contar historias, experiencias, describir características de los
emprendedores y su contexto, todas estas cuestiones son valiosas y debemos hacerlas.
Pero no conllevan necesariamente a la formación integral de emprendedores. Falta algo.

Seguí reflexionando sobre el tema y me acordé de una vez que llevé el auto al mecánico, mi
auto era viejo y no era la primera vez que hacía eso -ya había reflexionado otras veces-. El
mecánico me dijo lo que siempre me decía, -y creo que es lo que siempre le dice a todos los
que le llevan el auto para que se los arregle-. La frase del mecánico fue: “dejámelo ver”. Y,
me pregunté, ¿qué hace el mecánico cuando mira el auto?. Bueno, no solamente lo mira,
interactúa con el auto, lo enciende, lo acelera, desenrosca una tuerca hasta que escucha
“tac”, y se queda con una arandela partida en la mano y dice “Aha, ya se lo que es…!!!”.

Muchas veces para conocer, comprender y aprender cosas, debemos “hacer” algo. Esto es
particularmente cierto cuando lo que queremos aprender o comprender es muy complejo. El
conocimiento que obtenemos del “hacer”, como el caso de nuestro amigo el mecánico, es
tan o más valioso que el que obtenemos de libros, o de los profesores -pero que quede
entre nosotros-. Entonces, me puse a pensar sobre el “hacer”.

Cuando eramos chicos nos preguntaban ¿qué estás haciendo? nosotros contestábamos
naturalmente, “jugando”, “pintando”, “armando un rompecabezas”, o a veces respondíamos
“nada” cuando estábamos haciendo lio. Ahora ya de más grandes, esa pregunta es más
difícil de responder, y creo que es porque no siempre somos conscientes de lo que estamos
haciendo, e incluso -y más importante quizá- no somos conscientes de “lo que nos gustaría
hacer”.

Y esto no está bueno porque justo estamos viviendo en “la era del hacer”, si tuviera que
reformular una frase célebre para mostrar la importancia del “hacer” en el siglo XXI, diría
“Hago, luego existo”. Si, ya se lo que estás pensando, otro que habla del movimiento
“Maker”, bueno, si y no. No pretendo contar nada nuevo, de hecho muchas de las cosas
que voy a contar están basadas en teorías y opiniones de referentes muy reconocidos sobre
temas de creatividad, innovación y emprendedorismo. Pero sí, me gustaría contarlo de una
nueva manera para reflexionar un poco sobre el tema del emprendedorismo, algo muy
relacionado con “lo que nos gustaría hacer”.

Cuando hablamos de emprender, lo primero que se nos viene a la mente es el mundo de


los negocios. Y ser conscientes de que los negocios no representa el único tema en que se
puede emprender, nos ayuda creo, con aquello de hacer “lo que nos gustaría hacer”. Por
ejemplo, uno puede emprender un viaje, emprender una nueva carrera, y hasta los más
aventureros pueden emprender un matrimonio -este último ejemplo nos permite comprender
las bajísimas tasas de éxito de los emprendedores-. Pero, más allá de las bromas, no está
de más tener siempre presente esto de “lo que nos gustaría hacer”, -digo, no es una mala
idea-.

Hablando de ideas, las ideas son maravillosas y son una parte fundamental del proceso
creativo necesario para llevar a cabo cualquier emprendimiento. Cuando tenemos una idea
brillante, estamos contentos y orgullosos porque es la respuesta apropiada a un problema
que nos tenía atrapados y que no sabíamos como resolverlo. Hasta que de repente, como
por un acto de magia, aparece la idea. En realidad no es magia, se puede explicar pero hoy
no voy a hablar de eso. Pero, pero, pero, cuando empezamos a examinar esa maravillosa
idea y queremos “hacer” algo con ella, la cosa cambia. Comenzamos a encontrar
dificultades, nuevos problemas, cuestiones en las que no habíamos pensado, todo nos
funciona muy bien cuando lo tenemos en la cabeza, pero llevarlo a la realidad es otra cosa.
Y eso es precisamente lo que hacen los emprendedores, por eso no es tan fácil emprender.

Hoy las ideas aparecen en todas partes, antes cuando yo estudiaba había menos ideas a
nuestro alcance. Hoy, gracias a nuestra querida Internet podemos encontrar miles, millones,
billones de ideas. Lo que “no hace” Internet es justamente “hacer” algo con esas ideas, el
“hacer” algo con esas ideas -por ahora- nos toca a nosotros los humanos.

Es por esto, que creo que hoy vale más el “hacer” algo con una idea, que el tener una idea.
¿Será por eso que el mercado de valores llaman “acciones” a aquello que consideran
valioso?.

Muchos de los que estudiamos el tema de creatividad, tenemos esta visión valiosa del
“hacer” y acordamos que, para ser creativos además de tener ideas nuevas y valiosas, hay
que plasmarlas de algún modo. Los científicos elaboran modelos explicativos de distintos
fenómenos de la naturaleza, los compositores escriben la letra y música de las canciones, y
los ingenieros cosificamos ideas, es decir, usamos nuestra creatividad y los recursos
naturales para transformar ideas en cosas nuevas y valiosas que solucionan algún
problema a la sociedad.

Los que estudiamos ingeniería estamos muy bien posicionados para plasmar ideas. Con
nuestro conocimiento del método científico podemos usar la prueba y el error para verificar
supuestos que se deben cumplir para poder implementar nuestras ideas. De hecho, este es
un concepto que forma parte de diversas metodologías para emprendedores y distintas
personas que desean encontrar soluciones innovadoras. Pero, ¿qué es lo que nos lleva a
emprender?

Si bien el dinero es un mal necesario y muchas veces es la “zanahoria” que persiguen


muchos emprendedores, sobre todo aquellos que lo deben hacer por necesidad. La mayoría
de la literatura que habla sobre emprendedores -por lo menos la mayoría de la que yo leí-,
no ubica a esa “zanahoria”, -es decir, a la motivación externa- como un factor que lleve a los
emprendedores al éxito. Es más, muchas veces si solo se busca eso, es garantía de
fracaso.

Los emprendedores que suelen ser más persistentes, más solventes y coherentes con ellos
mismos a lo largo del tiempo, son aquellos que hacen las cosas por el placer de hacerlas.
Es decir, con una motivación interna. Otra vez, la idea es hacer “lo que nos gustaría hacer”.
Un ejemplo de ello es Gino Tubaro, cuyo objetivo fue ayudar a otras personas, más allá del
dinero. En él se ve que, lo que hace, es algo que verdaderamente disfruta.

Y creo que por ahí esta la clave. Porque si de verdad, hacer lo que nos gusta nos lleva al
éxito -que no necesariamente tiene que ser éxito económico, pero sí un éxito que nos abre
muchas posibilidades para encontrar distintos medios para vivir de ese éxito-, tenemos que
preocuparnos por “darnos cuenta” -como dice mi amigo Lerch- qué es aquello que nos
gusta hacer. Esto no es particularmente fácil, yo descubrí que me gusta mucho ser profesor
después de diez años de dar clases. Y cuando me “di cuenta” de esto comencé a disfrutar
mucho más las clases.

Independientemente de lo que decidamos hacer, tenemos que asegurarnos que nos gusta,
que disfrutamos, hay algunos indicios que nos permiten “darnos cuenta” de esto. Cuando
hacemos cosas y perdemos la noción del tiempo -pensamos que pasaron unos minutos y
estuvimos varias horas inmersos en nuestra tarea-. Cuando nadie nos tiene que decir que
nos pongamos a hacer eso que hacemos, cuando para hacer aquello que nos gusta nunca
estamos cansados y nunca nos cansamos luego de hacerlo. Esos son algunos indicios,
pistas que nos orientan sobre aquello que nos gusta hacer. Creo que el mundo sería un
mejor lugar si cada uno de nosotros se asegurara de emprender en aquellas cosas que
realmente nos gusta hacer.

Como profesor sigo buscando la mejor manera de formar emprendedores...

Y a vos, ¿qué te gustaría hacer?

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