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Pertenecemos a Dios

Nuestro cuerpo pertenece a Dios. Él pagó el precio de la redención por el cuerpo como también
por el alma. “No sois vuestros.

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en

vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. “Pero

el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor

para el cuerpo”.

El Creador vigila la maquinaria humana, manteniéndola en movimiento. Si no fuera por su cuidado


constante, cesarían nuestras pulsaciones, la acción del corazón se detendría y el cerebro no
desempeñaría su labor por más tiempo.

El cerebro es el órgano e instrumento de la mente, y controla todo

el cuerpo. Para que las otras partes del organismo estén saludables,

el cerebro debe tener salud. Y para que el cerebro tenga salud, la

sangre debe estar pura. Si por hábitos correctos de comer y beber la

sangre se mantiene pura, el cerebro se nutrirá en forma adecuada.

Es la falta de una acción armoniosa en el organismo humano

lo que ocasiona la enfermedad. La imaginación puede controlar

las otras partes del cuerpo para su propio mal. Todas las partes del

organismo deben funcionar armoniosamente. Las diferentes partes

del cuerpo, especialmente las alejadas del corazón, deben recibir

una libre circulación de la sangre. Las extremidades realizan una

actividad importante, y deben recibir una atención esmerada.

Dios es el gran Cuidador de la maquinaria humana. En el cuidado

de nuestro cuerpo debemos cooperar con él. El amor por Dios es

esencial para la vida y la salud... Para tener una salud perfecta,

[388] nuestro corazón debe rebosar de amor, esperanza y gozo.

Quiero grabar en la mente de los médicos el hecho de que no


pueden hacer como desean con sus pensamientos y su imaginación

y a la vez estar seguros de su llamamiento. Satanás es el destructor;

Cristo es el restaurador. Anhelo que nuestros médicos comprendan

plenamente este punto. Ellos pueden salvar su alma de la muerte

por una aplicación correcta del conocimiento que han obtenido, o

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Pertenecemos a Dios 519

pueden obrar contra el gran Maestro Constructor. Pueden cooperar

con Dios o contrarrestar sus planes al no trabajar armoniosamente

con él.

Importancia de los hábitos de regularidad

Todos los médicos debieran colocarse bajo el control del Gran

Médico. Bajo su guía, actuarán como debieran hacerlo. Pero el Señor

no hará un milagro para salvar a los médicos que imprudentemente

abusan de su organismo. Hasta donde sea posible, los médicos deben

observar regularidad en sus hábitos de alimentación. Han de hacer

una cantidad adecuada de ejercicio. Deben estar decididos a cooperar

con el gran Obrero Maestro. Dios hace la obra, y el hombre debe

conformarse para colaborar con él; pues él es el salvador del cuerpo.

Los médicos, sobre todos los demás, necesitan comprender la

relación que los seres humanos mantienen con Dios respecto a la

preservación de la salud y la vida. Tienen que estudiar la Palabra de

Dios en forma diligente, no sea que descuiden las leyes de la salud.

No hay necesidad de que se debiliten y se desequilibren. Bajo la guía

de la autoridad celestial, pueden avanzar en líneas claras y rectas.

Pero deben escuchar muy atentamente las leyes divinas. Deben sentir
que son la propiedad de Dios, que han sido comprados con precio;

que, por lo tanto, deben glorificarlo en todas las cosas.—Manuscrito

24, 1900. [389]

Guardianes fieles de sus facultades

Los que aplican toda su alma a la obra médica misionera, que

trabajan incansablemente en peligro, en privaciones, en vigilias,

en cansancio y en dolores, corren el riesgo de olvidar que deben

ser guardianes fieles de sus propias facultades mentales y físicas.

No deben permitirse recargo de trabajo. Pero están llenos de celo

y dedicación y algunas veces actúan imprudentemente, colocando

sobre sus hombros una carga muy pesada. A menos que tales obreros

hagan un cambio, el resultado será la enfermedad y el quebranto.

A la vez que los obreros de Dios deben estar llenos de un noble

entusiasmo, y con una decisión de seguir el ejemplo del Obrero

divino, el gran Médico Misionero, no deben sobrecargarse de muchas

cosas en la labor diaria. Si lo hacen, pronto dejarán la obra por

completo, quebrantados debido a que han tratado de llevar una carga

muy pesada. Hermano mío, es correcto que usted haga el mejor uso

de las ventajas que Dios le ha dado en esfuerzos dedicados para el

alivio de los dolientes y la salvación de las almas. Pero no sacrifique

su salud.

Tenemos un llamamiento tanto más elevado que los egoístas

intereses comunes, cuanto los cielos son más altos que la tierra. Pero

este pensamiento no debe inducir a los siervos de Dios, dispuestos y

trabajadores, a llevar todas las cargas que puedan colocar sobre ellos

mismos sin tomar períodos de reposo.


¡Cuán maravilloso sería si entre todos los que se dedican a

proclamar el precioso plan de Dios para la salvación de las almas no

hubiera holgazanes! Cuánto más se lograría si todos dijeran: “¡Dios

me tiene como responsable para que esté plenamente despierto y

para que mis esfuerzos hablen en favor de la verdad que profeso

creer!” Soy un obrero práctico y no un soñador”. Es a causa de

[390] tantos soñadores que los verdaderos obreros tienen que llevar cargas

dobles.—Carta 291, 1904.

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Quebrantados bajo la carga

Oigo de obreros cuya salud se está quebrantando bajo el peso

de las cargas que llevan. Esto no debiera suceder. Dios desea que

recordemos que somos mortales. No debemos abarcar demasiado

en nuestro trabajo. No debemos colocarnos bajo una carga tal que

nuestras facultades físicas y mentales se conviertan en un andrajo.

Se necesitan más obreros, para que ciertas cargas puedan quitarse

de algunos de los que ahora están muy recargados. El Señor desea

que los que han obtenido experiencia en su servicio sean educadores.

Debemos ser aprendices en la escuela de Cristo, para poder enseñar

a otros, y para que podamos planear sabiamente el avance de la obra

de Dios.—Manuscrito 71, 1903.

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El médico debe conservar sus energías

Algunos que han escogido la profesión médica se dejan alejar

muy fácilmente de los deberes que recaen sobre los médicos. Hay
quienes por su proceder equivocado debilitan sus facultades, de modo que no pueden rendir un
servicio perfecto a Dios. Se colocan

donde no pueden actuar con vigor, tacto y habilidad, y no comprenden que por su menosprecio de
las leyes físicas se están acarreando

la ineficiencia y de esta forma están robando y deshonrando a Dios.

Los médicos no deben permitir que su atención se desvíe de su

trabajo. No deben circunscribirse tan enteramente a la labor profesional que pongan en riesgo su
salud. En el temor de Dios, deben

ser sensatos en el uso de la fortaleza que Dios les ha proporcionado.

Nunca deben menospreciar los medios que Dios ha provisto para la

[391] preservación de la salud. Su deber es colocar bajo el control de la

razón toda facultad que Dios les ha dado.

Más que otros, el médico debiera tomar, hasta donde le sea posible, horas regulares para
descansar. Esto le dará fuerza para soportar

las cargas pesadas de su trabajo. En su vida ocupada, el médico

hallará que el escudriñamiento de las Escrituras y la oración sincera

reportarán vigor a la mente y estabilidad al carácter.—Manuscrito

53, 1907.

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Pérdida espiritual por agotamiento

Hay algunos que pueden llevar con éxito cierta cantidad de

trabajo, pero que se sienten fatigados, malhumorados e impacientes

cuando se los recarga con más faena de la que tienen fortaleza física

o mental para realizar. Pierden el amor de Dios del corazón y luego

se desalientan y pierden la fe, y no reciben la bendición divina. Hay

médicos que han perdido su fortaleza espiritual porque han hecho

el doble del trabajo que debieron haber realizado. Cuando se pida o


se tiente a los hombres a llevar a cabo más labor de la que pueden

hacer, que digan con firmeza: No puedo consentir en hacer esto.

No me siento capaz de realizar con seguridad más de lo que estoy

haciendo.—Manuscrito 44, 1903.

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El ministro debe salvaguardar su salud

El propósito de Dios no es sólo que sus siervos tengan fe en la

obra de sus instituciones; él quiere que vayan aún más lejos. Deben

comprender que Dios desea que sean ejemplos vivos de lo que

significa estar bien, física y espiritualmente. Él quiere que muestren

evidencias de que la verdad ha realizado un gran trabajo en su favor.

La gente que asiste a nuestras conferencias no siempre está en

un estado adecuado para juzgar correctamente. Muchos sufren de

congestión cerebral. Otros de los que frecuentan nuestras asambleas debieran hacer primero todo
lo que esté a su alcance para

[392] relacionarse debidamente con Dios y con la salud. Si la cabeza está

congestionada, que indaguen para saber qué anda mal. El cerebro

está congestionado porque hay algo que perturba el estómago. Que

descubran lo que está errado en su régimen alimentario. Nuestro

cuerpo es templo del Espíritu Santo, y si fracasamos en hacer todo

lo que esté a nuestro alcance para colocar el cuerpo en la mejor condición de salud, estamos
robando a Dios el honor que le debemos

como seres creados por él.

Si usted es llamado para asistir a una reunión de concilio, pregúntese si sus facultades de
percepción están en buenas condiciones

como para poder pesar la evidencia. Si su condición no es saludable,

si tiene el cerebro confundido, no debe tomar parte en la reunión.


¿Esta usted malhumorado? ¿Es su temperamento dulce y fragante,

o está tan perturbado y antipático que será inducido a tomar decisiones apresuradas? ¿Siente
como si deseara pelear con alguien?

Entonces, no vaya a la reunión; pues si lo hace deshonrará a Dios

con seguridad. Tome un hacha y corte madera o empléese en algún

ejercicio físico hasta que su espíritu se serene y sea fácil de tratar.

Tan ciertamente como el estómago le crea perturbación al cerebro,

sus palabras crearán perturbación en la reunión. Los órganos digestivos perturbados ocasionan
más dificultades de lo que muchos se

imaginan.

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El ministro debe salvaguardar su salud 525

Siempre debemos comer los alimentos más sencillos. A menudo

se consume el doble de la cantidad de alimentos que el organismo

necesita. Entonces la naturaleza tiene que esforzarse por liberarse del

excedente. Tratad el estómago correctamente, y él hará lo mejor...

Sea que lo reconozcan o no, Dios coloca sobre todos los seres

humanos el deber de cuidar del templo del alma. El cuerpo debe

mantenerse limpio y puro. El alma debe ser santificada y ennoblecida. Entonces, Dios dice:
“Vendré a él y haré mi morada con él”.

Somos responsables de nuestra propia salvación, y Dios nos respon- [393]

sabiliza de la influencia que ejerzamos sobre quienes se relacionan

con nosotros. Debemos estar en una posición tal, física y espiritualmente, que podamos
recomendar la religión de Cristo. Tenemos que

dedicar nuestro cuerpo a Dios.

Dios desea que sus ministros ocupen una posición elevada y

santa. Los que abren la Palabra de Dios a otros deben preguntarse


ellos mismos, antes de venir al púlpito, si han sido abnegados, si su

alimentación ha sido sencilla como la que el estómago puede digerir,

sin entorpecer el cerebro: Por favor, lean el primer capítulo de la

segunda epístola a los Corintios. Todo este capítulo es una lección

para los creyentes en general.—Manuscrito 62, 1900.

Fortaleciendo las facultades mentales y morales

Se me instruye a decir a nuestros ministros y a los presidentes

de nuestras asociaciones: Vuestra utilidad como obreros para Dios

en la obra de recuperar las almas que perecen, depende mayormente

de vuestro éxito en vencer el apetito. Venced el deseo de gratificar

el apetito, y si hacéis esto vuestras pasiones serán controladas con

facilidad. Entonces vuestras facultades mentales y morales serán

más fuertes. “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del

Cordero y de la palabra del testimonio de ellos”.—Carta 158, 1909.

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En los climas cálidos

En los climas cálidos, ardientes, debe darse al obrero, sea cual

fuere su línea de acción, menos trabajo que en un clima benigno.

El Señor recuerda que somos sólo polvo... Cuanto menos azúcar

introduzca en la preparación de los alimentos, menos dificultad

experimentará debido al calor del clima.—Carta 91, 1898. [394]

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La jardinería y la salud

Que hombres y mujeres trabajen en el campo, en la huerta y en

el jardín. Esto comunicará salud y fortaleza a los nervios y a los

músculos. Vivir encerrados y alimentar así la invalidez, es un asunto


muy malo. Si los enfermos dieran a los nervios, a los músculos y a

los tendones ejercicio adecuado al aire libre, su salud se renovaría.

La ignorancia más increíble prevalece con relación a colocar el

cerebro, los huesos y los músculos en servicio activo. Cada parte del

organismo humano debe ser ejercitada en forma equitativa. Esto es

necesario para el desarrollo y la acción armoniosa de todo el cuerpo.

Muchos no ven la importancia de tener tierra para cultivar, y

de sembrar y cosechar frutas y verduras para que sus mesas estén

abastecidas con estas cosas. Se me instruye a decir a toda familia y

a toda iglesia, que Dios os bendecirá cuando obréis vuestra propia

salvación con temor y temblor, temiendo que, por un tratamiento

insensato del cuerpo, podáis echar a perder el plan que el Señor tiene

para vosotros.

Muchos actúan como si la salud y la enfermedad fueran enteramente independientes del proceder
de ellos y estuviera completamente fuera de su control. No razonan de causa a efecto, y

se someten a la debilidad y a la enfermedad como si fueran algo

necesario. Consideran los violentos ataques de enfermedad como

dispensaciones especiales de la Providencia, o como el resultado de

algún poder dominante, que lo rige todo; y se vuelven a los fármacos como cura para el mal. Pero
las drogas ingeridas para curar la

enfermedad debilitan el organismo.

Ejercicio regular

[395] Si los que están enfermos ejercitaran los músculos diariamente,

tanto las mujeres como los hombres, en la vida al aire libre, utilizando el cerebro, los huesos y los
músculos en forma proporcionada, la

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La jardinería y la salud 529


debilidad y la languidez desaparecerían. La salud tomaría el lugar

de la enfermedad, y la fuerza el de la debilidad.

Que los enfermos hagan todo lo que esté a su alcance, por medio

de prácticas correctas al comer, beber y vestir, y haciendo ejercicio

sensatamente, para asegurar la recuperación de la salud. A los pacientes que vienen a nuestros
sanatorios que se les enseñe a cooperar

con Dios en la búsqueda de la salud. “Vosotros sois labranza de

Dios, edificio de Dios”. Dios hizo los nervios y los músculos para

que se utilizaran. Es la inacción de la maquinaria humana lo que trae

sufrimiento y enfermedad.—Carta 5, 1904.

Para estudio adicional

El deber de preservar la salud: Consejos sobre la salud, 565-568.

La eficiencia depende de la salud: Consejos sobre la salud, 190,

191; Testimonies for the Church 4:264-270; Consejos sobre la salud,

404; El Ministerio de Curación, 167.

El precio de la salud: Consejos sobre la salud, 597; Testimonies

for the Church 4:408, 409.

El ejercicio y la alimentación: Consejos sobre la salud, 574-576;

Testimonies for the Church 3:489-492.

Los resultados de la inacción física con el estudio: Consejos

sobre la salud, 181-185; Testimonies for the Church 3:148-152;

Consejos sobre la salud, 198; Testimonies for the Church 4:94, 95.

La recreación: Consejos sobre la salud, 194-195; Testimonies

for the Church 1:514, 515.

Una amonestación en contra de la recreación agotadora y no

recuperativa: La Educación, 277, 278.


Horas regulares para el reposo: Consejos sobre la salud, 358.

Alivio ocasional para los médicos del sanatorio: Consejos sobre

la salud, 351, 352; Testimonies for the Church 3:182. [396]

El trabajo físico para los estudiantes: Consejos para los Maestros

Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 280-286.

Efectos vivificantes de la combinación del trabajo físico y mental: Testimonies for the Church
3:157.

El uso correcto de la voz contribuye a la buena salud: Testimonies

for the Church 4:404, 405.

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