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CUADERNOS DE

ARQUITECTURA

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Este material tiene fines únicamente académicos.

PROFESOR
PhD. Octavio Montestruque Bisso

Lima, 2020
EL EDIFICIO COMO OBJETO DEL CONOCIMIENTO | Wiley Ludeña, 2001

Repensando a Vitruvio y la La arquitectura es una realidad compleja hecha de múltiples realidades y

tradición occidental componentes plurales por su naturaleza o función. Sin embargo, existe dentro
de esta multiplicidad un objeto que ha conseguido, utilizando sus propios

El edificio como objeto del atributos, convertirse en muchos casos en sinónimo imperativo de la propia
arquitectura. Este objeto es la obra construida, el edificio terminado: éste es al

conocimiento mismo tiempo el fin e inicio de un auténtico proceso de transformación de la


realidad. Para muchos, es la razón de ser de la arquitectura.
Existen diversos caminos para hurgar en el sentido y en las razones de la
Wiley Ludeña arquitectura: entenderla a partir del estudio de sus múltiples realidades o ir
2001 directamente al encuentro de este objeto-edificio, cuyo análisis específico
como realidad en sí pudiera permitir la formulación de interpretaciones
nuevas sobre la naturaleza de la propia arquitectura. Esta segunda operación
supondría admitir por un momento que la arquitectura no es exactamente
sinónimo de edificio u obra construida. Y que un camino viable para hurgar
en el sentido de la arquitectura es el de indagar el qué es un edificio y las
visiones o manipulaciones ideológicas que de él se han producido a lo largo
de la historia.
Se asume el término “edificio”1 como sustantivo que designa de modo genérico
a toda aquella realidad material, construida por el hombre, para satisfacer sus
necesidades objetivas y subjetiva de habitabilidad. Esta designación se hace
extensiva a todos los productos que constituyen el universo de lo edificado,
al margen del destino funcional de cada edificio (vivienda, centro comercial,
teatro, fábrica, etc.) o de su significado estético y dimensional (edificio bello,
edificio feo, edificio estético, edificio pequeño, etc.) y al margen de que en
su realización hayan participado personas especializadas y no especializadas
(edificación hecha por arquitectos, edificación hecha por usuarios, maestros
de obra, etc.).
El uso del término edificio y la demanda por un reconocimiento de su propia
especificidad como realidad tangible, significa, en este caso, más que una simple

1
La voz “edificio” proviene del latín aedificium, que significa obra o fábrica, como una casa,
un palacio, un templo, etc. “Edificación” es otro vocablo que, si bien tiene un significado
Referencia bibliográfica
Ludeña, W. (2001). El edificio como objeto del conocimiento. En W. Ludeña, más amplio, también designa a un edificio o a un conjunto de éstos; proviene del latín
Repensando a Vitruvio y la tradición occidental (pp. 17-22). Lima: Universidad Nacional aedificatio-onem. Se empleará indistintamente ambos términos para designar a una obra
de Ingeniería como producto final construido.
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operación conceptual y lingüística: expresa el intento de proponer otra base


argumental para reafirmar la naturaleza histórica, ideológica y socialmente
dirigida de las categorías de “arquitectura” y “construcción”. Categorías que en
su uso mistificador han conseguido velar la objetividad del propio fenómeno
edilicio y, paradójicamente, de la propia arquitectura y construcción.
Esta operación se justifica en la constatación de la imposibilidad de reproducir
intelectivamente la existencia social y material de un edificio, si es que no se
reconoce por un lado la importancia de fijar términos y significados precisos
y, por el otro, que el mundo de lo edificado posee indefectiblemente un edificio
genérico, una realidad físico-material subjetivizada (sic) por la cultura. Este
último atributo, a pesar de la propia arquitectura, de la propia construcción y
de la gran parte de la tradición del pensamiento occidental.
Uno de los fundamentos esenciales que sostiene a la tradición mistificadora
del pensamiento arquitectónico, es la distinción que se plantea habitualmente
entre la arquitectura y la construcción. Nicolaus Pevsner (para el caso podría
igualmente ser citado casi cualquier arquitecto o teórico), sostenía, por
ejemplo, que la catedral de Lincoln es un testimonio elocuente de “arquitectura”,
mientras que un cobertizo de bicicletas deviene en simple “construcción”.
Aquí arquitectura y construcción se asumen como dos realidades antíteticas,
como dos fenómenos sin relación alguna.
¿Puede sostenerse de manera objetiva que la arquitectura y la construcción
impliquen dos realidades radicalmente distintas? ¿Es ésta una distinción
justificada por la realidad? Si no fuera así, ¿cuál sería el sentido que expresan
las categorías de arquitectura y construcción? ¿Por qué es que, en un caso, un
edificio deviene arquitectura y, en otro, simple construcción?
A pesar de una serie de determinaciones objetivas, la presencia de la
arquitectura y la construcción no presupone dos realidades antitéticas, por lo
que la distinción entre una y otra realidad deviene operación ideológica antes
que exigencia de realidad concreta. Las categorías arquitectura y construcción
no son categorías objetivas que reflejen el complejo universo de lo edificado;
son categorías que, por el contrario, se han dispuesto para avalar una lectura
instrumentalizada y discriminatoria de la realidad edilicia. Se han constituido
históricamente en formas particulares de alienación de la realidad, y en
factores que han conseguido velar la objetividad de los fenómenos. Una de
Villa El Salvador
Servicio Aerofotográfico Nacional las razones: por un lado, la identificación restrictiva de la noción y territorio
1985 de la arquitectura con un dominio edilicio, constituido básicamente por una
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serie de edificios, todos ellos con atributos y destino particulares (edificios de


arquitectos, edificios del poder económico o político, edificios imponentes,
etc.). Y, por otro, la utilización de la categoría construcción para designar a ese
dominio de edificios anónimos, técnicamente imperfectos y, por lo general,
pertenecientes a la serie edilicia de los pobres de la ciudad y el campo.
La distinción entre la arquitectura y la construcción como realidades
aparentemente distintas no es una operación ideológica reciente: las bases
de esta distinción están en los orígenes mismos del proceso de constitución
histórica de la categoría arquitectura y de la categoría construcción. Es un
proceso que se gesta sobre la base del planteamiento vitruviano, para terminar
de formalizarse ideológicamente recién a partir de fines del siglo XVIII con la
legitimación social y material de la escisión definitiva entre el mundo de las
artes, las ciencias y las técnicas.
La categoría arquitectura no es una categoría apriorística, universal y
metahistórica: es una categoría que tiene historia, que surge de una sociedad
concreta y posee fronteras sociales y culturales definidas. Se construye “bajo
el influjo de una clase social históricamente determinada, como parte de una
tradición cultural específica y con objetivos precisos como los que se trazó
Vitruvio no sólo al pretender normar una especificidad, sino al “fundar” a la
arquitectura como disciplina y una forma específica de conocimiento de la
realidad”2.
La categoría arquitectura se ha constituido como un reflejo que reproduce en
el nivel espiritual y material los intereses de los estrato sociales históricamente
dominantes en términos edilicios. Su objetivo ha sido (y es) el de avalar
ideológicamente la existencia de una serie edilicia específica vía la separación
y diferenciación de ésta respecto a otra serie edilicia considerada como la no-
arquitectura o la construcción. Por ello, la categoría arquitectura llega a ser

2
Ludeña, Wiley: Arquitectura: Aproximaciones a nuestra Teoría General, Tesis, Facultad
de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Ricardo Palma, Lima, 1986, pp. 198-199. Ver
específicamente: “La Arquitectura como categoría histórica” (pp. 121-261). Para observar
un análisis análogo en el terreno del arte, ver: Perniola, Mario: L’alienation artistique, París
10/18 Ed. Existe una versión parcial en español: “El arte como categoría histórica”. En Hueso
San Juan de Lurigancho Húmero. No. 11, Lima, 1981. Lauer, Mirko: Crítica de la artesanía. Plástica y sociedad en los
Servicio Aerofotográfico Nacional andes peruanos. Ed. Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo DESCO, Lima, 1982.
1985 Taylor, Roger: El arte enemigo del pueblo, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1981.
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categoría de alienación en la medida que valida la separación de una realidad


integrada e integral en dos fenómenos antitéticos: el de la arquitectura misma
y el de la construcción.
Para afirmar esta notación excluyente, la categoría arquitectura ha tenido
que ser reforzada históricamente por una serie de recursos, a efectos de
asegurar su vigencia, su utilidad, su afán mistificador. Aquí la exaltación
sacralizadora ha implicado y ha significado por igual el reforzamiento de
la categoría arquitectura y su consiguiente institucionalización con una
serie de otras categorías complementarias, de ritos y mitos, de personajes y
múltiples alegorías. El resultado: la vigencia de una categoría que como la
de arquitectura no sólo no alude a todas evidencias de lo edificado, sino que
refleja más las apariencias que el plano de las esencias; es una categoría que ha
aspirado a convertir ciertas propiedades en propiedades intrínsecas a todo lo
edificado. En cierto modo, la arquitectura es una categoría de encubrimiento
de la realidad, antes que una categoría que revele sin mediaciones el sentido
de la realidad concreta. En el otro extremo y con un contenido inverso, la
construcción se ha convertido en otra categoría de encubrimiento, antes que
un factor esencial de encuentro con esta realidad concreta.
La separación ideológica del mundo de lo edificado, refrendado por la
existencia excluyente de las categorías arquitectura y construcción, ha
significado, consecuentemente, sobre todo a partir de fines del siglo XVIII, el
desarrollo de dos tradiciones separadas en el conocimiento sobre el mundo
de lo edificado: la tradición de las “teorías de la arquitectura” en tanto formas
de conocimiento abocadas esencialmente al análisis de la dimensión formal,
espacial o estilística del edificio, y, por otro lado, la tradición de lo que Philip
Steadman denomina las “ciencias de la construcción”3. Dos tradiciones injusta
e innecesariamente separadas, dos formas del conocimiento parciales y
fragmentadas, tratándose paradójicamente de un mismo fenómeno: el hecho
edilicio.
La posibilidad de desarrollar una teoría integral e integradora que refleje
la existencia objetiva del hecho edilicio, pasa necesariamente por evitar la
presencia de categorías mistificadoras como las de arquitectura, construcción
o denominaciones como “obra de arte”, “obra maestra”, etc. Se trata, en cambio,
Cerro San Cristóbal
Servicio Aerofotográfico Nacional
1955 3
Steadman, Philip: Arquitectura y Naturaleza, H. Blume: Ed., Madrid, 1982, pp. 14-15.
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de optar por el empleo de categorías menos ideologizadas, como es el caso de


la categoría edificio, cuya notación no es excluyente, no implica por lo general
juicio de valor y alude a todas las formas de edificación, incluso a aquellas
designadas como arquitectura o construcción, indistintamente4.
La elección de la categoría edificio no sólo se justifica por las razones de
orden categorial que presupone la formulación de una teoría integral del
hecho edilicio, o porque la categoría edificio sugiere una existencia menos
polémica ideológicamente que las categorías arquitectura y construcción.
Esta elección se funda en razones menos coyunturales. Sucede que la
arquitectura y la construcción no implican dos realidades antitéticas, dos
mundos cualitativamente diferenciados: aquellos objetos que denominamos
en un caso arquitectura y en otros construcción son, en esencia, la misma
cosa: un edificio, no sólo porque son en sí mismos, sino porque en cualquier
caso son producto de una misma matriz productiva.
¿Existen razones objetivas por las cuales se acepte que la arquitectura y la
construcción implican, como calidarían un Pevsner o un Zevi, dos realidades
diferenciadas, dos mundos distintos? ¿Los objetos-arquitectura son hechos
cualitativamente distintos a los objetos-construcción?

4
Ésta es una alternativa. La otra presupone resignificar el término “arquitectura” en su
notación histórica, para adecuarlo a una interpretación científica, tal como nos lo sugiere el
mismo Philip Steadman cuando formula el perfil de su “cuiencia de la arquitectura” (ibid., p.
19). Esta operación es posible y legítima. Sin embargo, en el presente estudio, por razones de
Cercado de Lima y Barrios Altos estrategia investigativa, optamos por la voz edificio o edificación, así como por la sugerencia
Servicio Aerofotográfico Nacioal de una “ciencia de la edificación”, que puede inclusive explicarnos por qué determinados
ca. 2000 edificios devienen “arquitectura” y otros “construcción”.
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COMENTARIOS DE LA CÁTEDRA | Octavio Montestruque Bisso

¿POR QUÉ ES En este texto Ludeña plantea una pregunta de fondo sobre la
concepción de aquello que, con convención universal, denominamos

IMPORTANTE arquitectura, proponiendo una dialéctica entre las categorías


“arquitectura” y “construcción”, siempre separadas en la teoría de la

ESTE TEXTO? arquitectura moderna. Esta disyuntiva propone una reflexión abierta
sobre cuáles son los límites de la arquitectura, lo cual implica también,
poder conocer los límites de nuestro campo de estudio, investigación
y referencias.
La dualidad arquitectura-construcción viene resumida en el hecho
edificado, el edificio, lo cual nos hace intuir que el autor tiene, como
punto fijo, al hecho edificado, proponiendo un reconocimiento integral
del campo de referencia del arquitecto. Se logra determinar, con
datos históricos, el nacimiento de la distinción entre arquitectura y
construcción y, más bien, se desliza la provocación de pensar de qué
manera estos términos pueden convivir dentro de la misma definición
teórica o, en todo caso, cuáles son sus diferencias sustanciales que
obligan al teórica a generar la distinción entre una y otra.
La reflexión propuesta por Ludeña es pertinente si pensamos en el
contexto peruano, en donde nuestras ciudades han sido producto
de la autocnstrucción, en una sociedad que ha tenido al arquitecto
como el gran ausente en las discusiones sobre estética y planificación
urbana. Repensar la tradición occidental, como propone Ludeña, es
una invitación a definir los campos de acción de nuestra disciplina
pero situándonos en un contexto físico y cultural determinado.
Las preguntas que cierran este texto quedan abiertas a la discusión y
al debate. En este caso no interesa obtener una respuesta específica
–si acaso pudiera existir– sino que es importante ejercitar la capacidad
de reflexión crítica para poder entender la verdadera dimensión y
responsabilidad que nos toca asumir como arquitectos en el Perú.

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CUADERNOS DE ARQUITECTURA | Textos seleccionados y comentados para enfrentar la investigación del proyecto | Octavio Montestruque Bisso | Lima, 2020

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