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n la historia del cristianismo antiguo es fundamental la distinción entre los pri-
meros tres siglos y los que siguieron al concilio de Nicea del año 325, el primero
ecuménico. Como «bisagra» entre los dos períodos están el así llamado «viraje
constantiniano» y la paz de la Iglesia, así como la figura de Eusebio, obispo de
Cesarea en Palestina, que fue el exponente más cualificado de la cultura cristiana de su
tiempo en contextos tan variados como la teología, la exégesis, la historia y la erudición.
Eusebio es conocido sobre todo como el primer historiador del cristianismo, pero también
como el mayor filólogo de la Iglesia antigua.
1. EUSEBIO DE CESAREA
TEMA
ESCRITORES ORIENTALES DEL SIGLO IV
faltó visión para darse cuenta que estaba en juego una cuestión fundamental para la fe
y esperaba resolver el problema tomando una postura intermedia, ortodoxa en esencia
pero insuficiente: afirmaba la divinidad del Hijo con términos bíblicos, pero rechazó la fór-
mula del homooúsios de Nicea acusándola de sabeliana (modalismo). En estas polémicas
arrianas desempeñó un papel relevante, especialmente por su amistad con el emperador
Constantino. De hecho, es muy probable que hubiera influido en la decisión del emperador
de aplicar algunas medidas contrarias a algunos obispos defensores de la fe nicena, como
San Atanasio. Más tarde firmaría la fórmula nicena pero, según parece, sin convicción.
Murió hacia el año 340.
1.2. OBRAS
Eusebio tuvo una vasta erudición, alimentada por la espléndida biblioteca que Orígenes
había creado en la ciudad de Cesarea durante su estancia allí. Esto le permitió contar con
una gran cantidad de fuentes cristianas y paganas, tal como se refleja en buena parte de
sus escritos, que ofrecen una riqueza considerable de textos y citas de autores. Sin em-
bargo, como historiador y erudito se le puede considerar una figura de primera magnitud.
Sus investigaciones históricas, geográficas, filológicas, etc. son de un gran valor. Su pro-
ducción literaria es muy amplia, pero lo más notable son sus escritos históricos.
1.2.1. Crónica
Esta obra, compuesta hacia el 303, es una historia de la humanidad. Está hecha con
gran rigor científico y una capacidad de discernimiento excepcional. Consta de dos partes.
En la primera, a modo de introducción, traza una historia de los principales pueblos de la
humanidad (caldeos, asirios, hebreos, egipcios, griegos y romanos). La segunda parte pre-
senta en columnas paralelas los acontecimientos más importantes de la historia. La idea
de fondo de Eusebio es que toda la historia de la humanidad está dirigida por Dios para
preparar la aparición del cristianismo y luego para favorecer su expansión.
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SIGLO DE ORO. Desde el Concilio de Nicea (325) hasta el Concilio de Calcedonia (451)
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La figura de San Cirilo se enmarca, sobre todo, en el esfuerzo que tuvo que hacer la Iglesia
para catequizar a los numerosos paganos que querían ser bautizados. Por esto, aunque
San Cirilo tuvo que intervenir en las polémicas de la época, su importancia reside en ser
un testigo de la fe tradicional, que sabe exponer en sus instrucciones a los catecúmenos
con sencillez y claridad.
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2.2. OBRAS
Su escrito más importante, las Instrucciones catequéticas, consiste en 24 discursos diri-
gidos a los que iban a bautizarse en Pascua.
Estas catequesis debieron ser impartidas hacia «Jesús, que en nada había pecado, fue
el año 350. En las 5 primeras aborda las disposi- crucificado por ti; y tú, ¿no te crucifica-
ciones previas al bautismo, del abandono de las rás por él, que fue clavado en la cruz por
amor a ti? No eres tú quien le haces un
costumbres paganas y de las verdades conte-
favor a él, ya que tú has recibido primero;
nidas en el Credo. Las sucesivas, hasta la 18, lo que haces es devolverle el favor, sal-
son también catequesis prebautismales. Las úl- dando la deuda que tienes con aquel que
timas cinco son catequesis mistagógicas, o sea, por ti fue crucificado en el Gólgota»
predicaciones destinadas a la explicación de los (San Cirilo de Jerusalén, Instrucciones catequéticas, 13.23).
sagrados misterios (bautismo, confirmación, eu-
caristía y liturgia) y del padrenuestro a los recién
bautizados. Se conservan también una Carta al emperador Constantino, en la que habla
del hallazgo de la cruz de Cristo, y una homilía completa, además de algunos fragmentos
de otras.
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Su personalidad nos ha sido muy bien descrita por sus biógrafos: era un hombre muy enér-
gico y de gustos sencillos y austeros. Su afán era conseguir la santidad del pueblo, que a
veces dejaba mucho que desear. San Juan destaca no por haber sido un estudioso, sino
por su celo pastoral y haber sido un eficaz director de almas, muy apreciado por la gente
sencilla.
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Desde el punto de vista doctrinal, San Juan Crisóstomo basa su pensamiento en la Sa-
grada Escritura. Su exégesis sigue los dictados literales de la Escuela antioquena con una
orientación moral. De todos modos está abierto a la interpretación de carácter tipológico
en el sentido de la prefiguración en el Antiguo Testamento de hechos y personajes del
Nuevo. En su doctrina trinitaria permanece fiel a la doctrina de Nicea. Su cristología es
muy equilibrada. Como los restantes Padres antioquenos, defiende la divinidad perfecta
de Cristo frente a los arrianos, así como su humanidad también perfecta y completa frente
a los apolinaristas. Y habla de un solo Cristo, Hijo de Dios, y de la unión por medio de la
cual Dios Logos y la carne son una unidad sin confusión de las esencias. Respecto a su
teología sobre los sacramentos, merecen especial mención sus explicaciones sobre la Eu-
caristía, pues expone con gran precisión y claridad la enseñanza sobre la presencia real
de Cristo y el carácter sacrificial de la Santa Misa, con especial referencia a las relaciones
entre el sacrificio de la Misa y el de la Cruz. Por todo esto ha merecido el título de Doctor
de la Eucaristía.
Uno de los temas que aparece con frecuencia en su predicación es el relacionado con el
uso social de la riqueza, y de ahí la frecuente exhortación a la limosna con los indigentes.
No se cansa de recordar a los ricos sus propias responsabilidades para ayudarles a dejar
su egoísmo. La solicitud hacia los necesitados, aunque sea en gestos mínimos, se en-
tiende dirigida al mismo Cristo, identificado con el pobre, con el enfermo, con el oprimido.
Toda la producción literaria del Crisóstomo se puede dividir en tres grupos: tratados, homi-
lías –la parte más importante– y cartas.
T
3.2.1. ratados
La mayor parte de los tratados han sido fechados antes de su ordenación sacerdotal y, por
tanto, son anteriores a sus sermones y cartas.
«Los sacerdotes han recibido un poder
3.2.1.1. Sobre el sacerdocio que Dios no ha dado ni a los ángeles,
ni a los arcángeles… Dios sanciona allá
Es la obra del Crisóstomo más leída y traducida. arriba todo lo que los sacerdotes hagan
Su influencia aún dura en nuestros días. La obra, aquí abajo»
escrita posiblemente en torno al año 373, adopta (San Juan Crisóstomo, Sobre el sacerdocio, 3,5;
la forma de un diálogo entre él y su amigo Basilio. citado en CEC 983).
El motivo del diálogo es el comportamiento que
deben seguir en caso de una eventual ordenación sacerdotal. Compuesta por seis libros,
describe la importancia de la labor sacerdotal y la especial responsabilidad que le com-
pete al sacerdote en orden al ministerio de la palabra, defensa de la fe y protección de las
vírgenes y de las viudas. Es, por tanto, un tratado de carácter fundamentalmente práctico.
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• Homilías de circunstancias
«También amo a Roma por esto, aun
Otras muchas homilías fueron predicadas por cuando uno tenga otros motivos para ala-
barla: por su grandeza, por su antigüe-
diversos motivos: en fiestas litúrgicas –Navidad,
dad, por su belleza, por el número de sus
Epifanía, etc.–, en la festividad de algún santo habitantes, por su poder, por su riqueza y
o con motivo de algún acontecimiento notable. por sus éxitos en la guerra. Pero, pasan-
Entre éstas últimas son célebres las 21 homilías do por alto todo lo demás, la felicito por
por las estatuas. La motivación de estas homilías esto, porque Pablo les escribió en vida,
era la sedición de la ciudad de Antioquía contra el y les amaba tanto, y conversó con ellos
emperador Teodosio. En el año 397 el emperador cara a cara, y terminó allí sus días (…).
había impuesto a esa ciudad el pago de una con- Desde allí fue arrebatado Pablo, desde
tribución extraordinaria. La reacción del popu- allí fue arrebatado Pedro. Juzgad y estre-
lacho le llevó a la destrucción de las estatuas del meceos ante el espectáculo que contem-
emperador y de la familia imperial. Como castigo plará Roma cuando Pablo se levante sú-
Teodosio pensó arrasar la ciudad. En esas cir- bitamente de aquella tumba juntamente
con Pedro y sea llevado al encuentro con
cunstancias el pueblo de Antioquía, atemorizado,
Cristo. ¡Qué rosa envía Roma a Cristo!
llenaba las iglesias y es cuando Juan pronuncia ¡Qué dos coronas rodean la ciudad! (…).
esta serie de homilías en las que arremete contra Por esto admiro yo a la ciudad, no por su
los vicios y anima a la práctica de la virtud. mucho oro, ni por sus columnas, ni por
otras apariencias, sino por estas colum-
nas de la Iglesia»
(San Juan Crisóstomo, Homilías a la Carta a los
Romanos, 32, 2).
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3.2.1.5. Cartas
De su epistolario se conservan unas 240 cartas, la mayor parte de las cuales corresponden
al segundo exilio. Son de destacar las diecisiete cartas dirigidas a Olimpia, viuda y “diaco-
nisa”, que se había preocupado mucho de mejorar su situación en su destierro. Son impor-
tantesll también las dos dirigidas al Papa Inocencio (401-417). En ellas San Juan reconoce
la supremacía de la sede romana, garantía de la unidad de la Iglesia.
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