Sie sind auf Seite 1von 2

EL ARGUMENTO

Que Dios existe verdaderamente, aunque el insensato haya dicho en su corazón: Dios
no existe.

Es así que nos insertamos en el verdadero razonamiento de Anselmo, en su verdadera


incógnita: ¿Existe lo que creo?, postura totalmente extraña a nuestros tiempos, ya que no es
la pregunta de quién se interesa por sus pensamientos, sino de quien se interesa por la
realidad. Precisamente la preocupación de Anselmo, acerca del insensato, no es la de que
éste no “crea” en Dios, sino que creyendo diga: “non est Dios”, en hebreo “ayin”, no hay, no
existe, no está en la realidad.

Es precisamente en este contexto que podemos enmarcar el razonamiento de la famosa


“prueba ontológica” que citaremos a continuación:

“Aliquid quo maius nihil cogitari postest, intelligit quod audit; et quod intelligit in intellectu eius
est, etiam si non intelligat illud esse. Aliud enim est rem esse in intellectu, aliud intelligere rem
esse. Nam cum picto precogitat queae facturus est, habet quidem in intellectu, sed nondum
intelligit esse quod nondum fecit. Cum vero iam pinxit, et habet in intellectu et intellitit esse
quod iam fecit. Convincitur ergo etiam insipiens esse vel in intellectu alidquid quo nihel maius
cogitari potest, quia hoc cum audit intelligit, et quid-quid intelligitur, in intellectu est. Et certe id
quo maius cogittari nequit, non potes esse in solo intellectu. Si enim vel in solo intellectu est,
potest cogitari esse in re, quod maiust est. Si ergo id quo maius cogitari non potest est quo
maius cogitari potest. Existit ergo procul dubio aliquid queo maius cogitari non valet, et in
intellectu et in re”[6].

“El insensato tiene que convenir en que tiene en el espíritu la idea de un ser por encima del
cual no se puede imaginar ninguna otra cosa mayor, porque cuando oye enunciar este
pensamiento, lo comprende, y todo lo que se comprende está en la inteligencia; y sin duda
ninguna este objeto por encima del cual no se puede concebir nada mayor, no existe en la
inteligencia solamente, porque, si así fuera, se podría suponer, por lo menos, que existe
también en la realidad nueva condición que haría a un ser mayor que aquel que no tiene
existencia más que en el puro y simple pensamiento. Por consiguiente, si este objeto por
encima del cual no hay nada mayor estuviese solamente en la inteligencia, sería sin embargo,
tal, que habría algo por encima de él, conclusión que no sería legítima. Existe, por
consiguiente, de un modo cierto, un ser por encima del cual no se puede imaginar nada, ni en
el pensamiento ni en la realidad”[7].

La prueba anselmiana dice “Que no se puede pensar que Dios no existe”, expresión que ha
sido motivo de grandes controversias. Para entender esta proposición debemos remitirnos a la
idea del “ser más grande que podamos pensar”, pero para hacerlo de una manera pedagógica
vamos a remitirnos a pensar en un ser, que por ser común, nos es evidente que existe, no
porque lo pensemos, sino que porque existe lo hemos podido pensar. En efecto podemos
pensar en seres existentes, por lo que a partir de ahora si queremos pensar en un ser más
grande, que el sencillo objeto existente, no podemos pensar en un ser que, por lo menos,
exista. Así es como pensando en seres existentes cada vez más grandes, perfectos, nos
vamos trasladando a realidades menos concretas, más lejanas pero evidentes en cuanto a su
existir. Vamos avanzando en este camino cuando racionalmente vamos descubriendo nuevos
objetos tan existentes como los de antes, pero que ya no podemos medir como lo hicimos con
los pequeños, nos damos cuenta que estamos entrando a un plano metafísico, tan real como
el primero, pero cada vez menos experimentable. Y avanzando un poco más descubrimos
aquella verdad, a Aquel ser, más existente que las grandezas que vemos en la realidad, más
existente que nosotros mismos.
En todo esto me parece importante que tomemos conciencia de que Anselmo no dice que
porque lo piensa le ha dado la existencia, sino por el contrario, que lo piensa porque existe.
Pensar para Anselmo no es azar, sino una facultad otorgada con un sentido, útil para
descubrir, entender la realidad, conocer a Dios. Cuando nos adentramos en el pensamiento
vamos en búsqueda de Aquel existente tan grande que da sentido al resto de existentes,
llegando a este ser “del cual no podemos levantar otro”. Es en este momento donde
exclamamos con San Anselmo: “Este ser eres Tú”, ¡Oh Dios, Señor nuestro!, ¡Existes, pues,
oh Señor!”[8], como diciendo: así es que puedo comprender lo que ya creía.

Das könnte Ihnen auch gefallen