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Revista de Humanidades: Tecnológico de

Monterrey
ISSN: 1405-4167
claudia.lozanop@itesm.mx
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey
México

Cantú Castillo, Elda Lizzia


Reseña de "Empire" de Michael Hardt y Antonio Negri
Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, núm. 11, 2001, pp. 237-242
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
Monterrey, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38401116

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Ehpire
Elda Lizzia Cantú Castillo
ITESM, Cumpus Monterrey

Hardt, Michael y Antonio Negri. Empire. Harvard


University Press. Estados Unidos de América. 2W1.478 pp.

“Experimentamos una primera fase de la transformacion de la


frontera global en un espacio abierto de soberanía imperial”
(Hardt y Negri, 182)

L os desafortunados acontecimientos del pasado


septiembre en los Estados Unidos, llamaron la atención sobre
el hecho de que la correlación de fuerzas en el orden mundial actual
II de

es sustancialmente distinta a la que caracterizó a la época de la Guerra


Fría: dramáticamente se ha evidenciado la complejidad de las
transformaciones que el proceso de globalización ha generado en
diversos planos más allá de lo estrictamente económico. Por
consiguiente, las preguntas que muchos se plantean de alguna u otra
forma son iqué clase de mundo será el del siglo XXI? iCuáles son las
implicaciones de la emergencia de un orden radicalmente diferente
al anterior? Esta preocupación por caracterizar al acomodo de la
política mundial luego del fin de la Guerra Fría no es nueva. La pérdida
de soberanía de los Estados-Nación, la intensificación de los
intercambios comerciales y financieros, la vertiginosidad de los
cambios tecnológicos, así como la aparición de nuevos actores en la
esfera internacional y el estallido de conflictos de naturaleza diversa
constituyen sólo algunas de las variables por considerar al describir
esta era de globalización, asumida generalmente como el proceso
inevitable e irreversible a partir del cual se deben interpretar los nuevos
escenarios. Sin embargo, pocas veces se plantea la posibilidad de una
alternativa a este nuevo orden. En este sentido, el libro de Michael
Hardt y Antonio Negri, Empire, (Harvard University Press, 2001)
constituye una valiosa aportación al debate acerca del panorama
internacional de nuestros días.
La rara combinación de talentos de un profesor de literatura
estadounidense (Hardt) y de un veterano activista e intelectual italiano
Elda Lizzia Cantú Castillo

que cumple una condena en una prisión romana (Negri) da como


resultado un volumen interesante y ambicioso con un enfoque
interdisciplinario, al abordar lo mismo temas de ciencia política,
historia y filosofía, que de economía, cultura y antropología. Enrpire
es un esfuerzo importante y creativo de conceptualización del orden
mundial que se avecina desde una perspectiva neomarxista. Publicado
en el año 2000 por la Universidad de Harvard, y con cuatro
reimpresiones hasta la fecha, el aparato crítico sobre el que se sustenta
este volumen de 480 páginas, incluye referencias extensas (más de
cincuenta páginas) a una serie de trabajos clásicos en diferentes campos
del saber, empezando por los aportes de Polibio y Tucídides, pasando
por San Agustín, The Federalists, Locke, Hobbes, Spinoza, Kant, y
Rosa Luxemburgo, hasta los más contemporáneos, como Rawls,
Fukuyama, Arendt, Bhabha y Baudrillard, sin obviar evidentemente
a Marx, Engels, Hegel y Gramsci.
Así, desde la óptica de los autores, es preciso entender al Imperio
desde un nivel de generalidad similar al que abarca esta nueva forma
de ordenamiento universal, sobre la cual estos pensadores arman una
base teórica que permite abordar la problemática del origen y alcance
del orden imperial desde una perspectiva histórica muy rica; sin
embargo, tal riqueza en ocasiones vuélve denso el contenido.
Para explicar la dimensión política del nuevo orden mundial,
Antonio Negri y Michael Hardt trabajan la noción de Imperio como
la nueva forma de soberanía global que domina al mundo. Los flujos
de capital, personas, bienes, información y tecnología se vuelven cada
vez más libres, desdibujando fronteras y redefiniendo las nociones
de territorialidad y temporalidad tradicionales. Pero, Empire va mucho
más allá de lo que superficialmente se conoce como globalización y
que implica fenómenos culturales y económicos ampliamente
revisados. Según la perspectiva de los autores, se trata de un concepto
de “biopoder” -expresado por Foucault como el momento en que la
vida misma es el objeto del poder- (23-24) que opera de manera
profunda en la vida de las sociedades, al grado de influir en la
naturaleza humana y de plantear no sólo formas de explotación más
variadas, sino nuevas opciones de formas de vida y, finalmente, la
posibilidad de una lucha para superar la fase del Imperio en pos de
un ideal comunista: “lo común es la encamación, la producción y la
Empire

liberación de la multitud” (303) y representa, en contraposición a la


propiedad privada, “el bien”. La idea de la colectividad que se maneja
en el libro no es ya la de las masas, sino la de la “multitud”, que está
constituida por una pluralidad “creativa y productiva” de
subjetividades (Cfr. 60) que se enfrentan a la maquinaria imperial y al
orden jurídico que pretende conservar la paz y el orden mundiales.
En un primer momento, Empire capta la atención del lector al
establecer las premisas sobre las cuales descansa la argumentación
del surgimiento de la nueva soberanía imperial, a partir de la
constitución de un presente marcado por una nueva forma de
producción y el establecimiento de un proceso caracterizado por
figuras globales de derecho internacional, y la problemática que a
partir de ahí se desarrolla. Esta transformación del mundo responde
a una lógica que implica el fin de la modernidad y del imperialismo
para dar lugar a una era que los autores llaman posmodema, en la
que el Imperio domina. Hardt y Negri resisten la tentación de
equiparar la figura imperial con la de la hegemonía estadounidense y
se dedican en cambio a ahondar en la constitución del ordenamiento
jurídico que garantiza el ejercicio de la soberanía imperial.
Así pues, el Imperio es el sistema característico de la era
posmoderna en donde las fronteras, las soberanías nacionales y las
superpotencias e identidades particulares se desdibujan para crear
un orden universal de poder difuso, interconectado por redes, en
donde identificar al Otro se vuelve particularmente difícil. De hecho,
reconocen en este sentido los “discursos postmodernistas como un
ataque a la forma dialéctica de soberanía moderna” (140). Es decir, el
fin de los “binarios”; para Hardt y Negri la posmodernidad significa
el paso de un orden definido en términos de blanco o negro a uno
construido en una “escala de grises”.
Luego de definir en términos generales la emergencia del orden
imperial, así como de establecer que sus alcances cubren prácticamente
todas las esferas del presente, alterando los modos de vida y las
interacciones entre individuos y organismos, los autores esbozan, en
los capítulos segundo y tercero, una “genealogía” de esta
transformación. La lógica del nuevo orden mundial responde, en este
sentido, a la transformación radical que el siglo XX atestiguó en dos
planos: el de las ideas y el de la producción.
Elda Lizzia Cantú Castillo

En este primer momento, se traza el desarrollo de la modernidad


desde la perspectiva política, cuyos fundamentos políticos, básicamente
europeos, descansaban en una concepción particular de soberanía. Asi
pues, se presenta la emergencia del sistema internacional basado en
Estados-Nación y que data de la Paz de Westphalia. Dicho orden
evolucionaría posteriormente nutriéndose del proyecto constitucional
republicano de los Estados Unidos, para así crear el espacio publico
universal del Imperio. ES importante notar que los autores insisten en
la importancia de la constitución ideológica de este “espacio público
universal”, pues de él se deriva la fuerza del Imperio.
En la segunda parte del libro, encontramos una descripción de la
evolución del concepto moderno de soberanía como parte
fundamental de la transición hacia la posmodernidad actual. Por otro
lado, en la tercera parte, se presenta una descripción detallada del
pasaje hacia un nuevo orden productivo, caracterizado por la
transformación de la producción capitalista desde finales del siglo
XIX. Dicha evolución ha generado una producción nueva de
subjetividad que deriva en lo que los autores llaman una lucha
ecológica, que se expresa en la modificación del trabajo y de las
relaciones que de él se desprenden. Un elemento interesante es el de
la evolución de la realidad económica y social, que gracias a la
tecnología y a la revolución de la información, descansa cada vez
menos en un soporte material y se vuelve más flexible (Cfr. 302).
De esta forma, si bien denuncian el reacomodo de las relaciones
opresivas de producción, los autores se regocijan de la evolución del
Imperio en un estadio cada vez menos alejado de la liberación de las
multitudes a través de una guerra civil contra el capital global. Esta
última idea fundamenta en cierto modo la sección IV titulada
“Decadencia y caída del Imperio” que constituye la parte más
optimista del planteamiento de Hardt y Negri y un llamado a la
militancia y la acción. Así pues, la posibilidad de superar al Imperio
está contenida dentro del mismo y es precisamente desde donde las
multitudes deben aspirar a liberarse.
En la última sección, la argumentación va poco a poco declinando
en favor de la vehemencia del llamado a las multitudes oprimidas
para trascender al orden imperial. La posibilidad de ir más allá del
sistema establecido -el Contra-Imperio- es inmanente al Imperio: la
Empire 241

crisis y la lucha contra el Imperio se hacen desde el Imperio. Si bien la


necesidad de una “verdadera e ideológica“ deconstrucción del orden
imperial (47) se plantea desde el principio del libro, no es sino hasta el
capítulo IV en que el plan para hacerlo empieza a figurar. Sin embargo,
Empire no es un manual para acabar con el orden imperial; debido a
que la constante de la nueva soberanía es la generalidad, la lucha de
las multitudes se plantea en términos semejantes. Luchar contra un
poder difuso y descentralizado que se encuentra en todas las áreas de
la existencia puede resultar más bien un concepto que una propuesta
concreta de acabar con el Imperio. Sin embargo, hay una serie de
elementos que los autores plantean como centrales para la lucha de la
multitud. La existencia de un salario “social”, ingreso garantizado
para todos y la posibilidad de adquirir la ciudadanía (de donde se
esté, puesto que el Imperio está en todas partes) son algunos de los
objetivos por lograr si se busca trascender al orden actual. Finalmente,
los autores proponen de manera muy general, un programa de lucha
en la constitución de un “Telos” (el derecho a la reapropiación).
Son cinco los pasos del telos de la multitud: la reapropiación del
control del lenguaje y las redes de comunicación; la integración de
este poder lingüístico en una maquinaria progresiva de libertad; la
colectivización de la voluntad de hacer historia; la expresión política
de la constitución de un nuevo mundo y finalmente la constitución
de “una frontera de libertad sin Emites y su definición de espacialidad
y temporalidad abierta celebradas con un poder constituyente” (406).
Quizás el problema de la propuesta libertaria de Hardt y Negri
radica precisamente en la generalidad con que su planteamiento está
construido y la vehemencia y candidez con que la presentan al final.
Por ejemplo, en las últimas páginas, el lector podría sorprenderse de
encontrar la leyenda de San Francisco de Asís (el libro en general tiene
constantes referencias religiosas) como un ejemplo que iluminará la
vida futura de la militancia comunista; y terminan diciendo:

Una vez más en la posmodernidad nos encontramos en la posición de


Francisco [de Asís], oponiendo a la miseria del poder el gozo de ser.
Esta es una revolución que ningún poder controlará -porque el
biopoder y el comunismo, la cooperación y la revolución permanecen
juntos en amor, simplicidad y también inocencia. Esta es la irreprimible
ligereza y gozo de ser comunista. (413)
242 Elda Lizzia Cantú Castillo

Empire constituye, pues, un intento optimista por explicar el nuevo


orden y el que viene. Este volumen de ninguna forma deberá leerse
como una teoría acabada del Imperio, puesto que en este sentido,
existe una gran cantidad de líneas por explorar, por ejemplo la del
surgimiento de alternativas al orden imperial y de las características
y naturaleza de las mismas. Los cabos sueltos que Hardt y Negri dejan
pueden convertirse en retos intelectuales y posibles lineas de futuros
análisis. Por otro lado, para el lector ávido de rigor y objetividad, las
múltiples oraciones exclamativas y el tono a veces despreocupado y
confiado de los autores podrá suscitar escepticismo respecto de la
seriedad académica de Empire.
No obstante, dada la importancia que diferentes círculos intelectuales
parecen estar prestando a esta producción italo-estadounidense, y la
discusión que en torno a ella se ha suscitado, bien vale la pena
reflexionar acerca de los nuevos conceptos de Imperio y multitud, así
como del surgimiento del nuevo Telos. Definitivamente, el mayor valor
de Empire está en la posibilidad de efectuar una gran cantidad de
lecturas a partir de él, de entablar un diálogo con los planteamientos
de los autores, y sobre todo, de empezar a construir un debate
interesante sobre el Imperio, que de todas formas ya está aquí.

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