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Tiresias.
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ACTO ÚNICO
Camerino de un gran teatro. Cinco lugares con sus respectivas sillas y espejos; tres asignados a
los actores (hombres) y dos a elementos de la producción (una máquina de coser, trozos de telas,
máquinas de silicón, tijeras...) En un rincón hay un garrafón de agua. Pegado a una pared, un
botiquín; en otro sitio, un monitor. Los espejos de los actores están sutilmente personalizados: una
vela, fotos familiares, una postal. Junto a una ventana abierta, CARMINA MONTIEL deambula
maquillaje. EHÉCATL REYES, ayudándose con sillas, hace ejercicios vigorosos en una esquina.
CARMINA: La ciudad, como tú mismo puedes ver, está demasiado agitada y no es capaz
estos jóvenes estamos sentados como suplicantes por considerarte igual a los
Silencio.
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CARMINA: Así es… con todo y barbas.
CARMINA: ¡Oh, vosotros, honrados siempre, en grado sumo, en esta tierra! (Pausa.)
CARMINA: ¡Qué sucesos vais a escuchar, qué cosas contemplaréis y en cuánto aumentaréis
RODRIGO: Los hechos que conocíamos son ya muy lamentables. Además de aquéllos, ¿qué
anuncias?
CARMINA: Amén.
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Al interior del teatro se anuncia: “Respetable público, su atención, por favor. Esta es primera
JIMENA: (Al borde del llanto.) Güey, no es cierto, ¡díganme que no es cierto!
SANTIAGO: Señores…
SANTIAGO: Lo siento, Maestra, me acaban de pedir que empecemos ya. Vamos a esperarnos
SANTIAGO: El productor y su asistente ya lo están buscando por todos lados, los policías del
teatro también. Aketzalli ya llamó a su casa y lo reportó a Locatel, no podemos hacer nada
más.
SANTIAGO: La gente lleva esperando casi una hora, Rodrigo, y me acaban de avisar que el
Secretario tiene que tomar un avión en tres horas. O empezamos ya y que alguien lea las
partes de Alberto o cancelamos y nos echamos a todo el mundo encima, ¿qué prefieres?
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RODRIGO: ¿Y quién va a leer sus partes? ¿Tú?
AKETZALLI: (A SANTIAGO.) Señor, una noticia buena y una mala. La mala es que no nos
trajeron la pistola. Los técnicos me dicen que nos fabrican rápido un cartucho de salva y
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RODRIGO: Pues el pinche Venado todo paranoico, Maestra. Desde que se metieron a robar…
SANTIAGO: Olvídenlo, entonces, nos vamos sin pistola. Además no tenemos a Alberto para
dispararla.
AKETZALLI: Esa es la buena noticia, que Alberto ya contestó. Dice que llega aquí en media
hora.
AKETZALLI: No sé bien, sólo me dijo lo que ya sabemos, llegó a las cinco, dejó sus cosas y se
fue.
SANTIAGO: Al súper.
AKETZALLI: Bueno, el chiste es que está bien, ni lo secuestraron ni nada por el estilo. ¿Entonces
lo esperamos?
EHÉCATL: Sí, me dijo que se le había antojado un tequila para brindar al final, por eso se fue.
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RODRIGO: ¿Y lo dejaste ir, escuincle pendejo? ¡¿Qué no sabes que el Maestro es alcohólico
rehabilitado?!
SANTIAGO: ¡A ver, ya, señores! Alberto Rogel ya está bastante grandecito como para saber lo
AKETZALLI: Tranquilos, yo no lo oí ni tomado ni nada, ¿Qué hago entonces, Santi? ¿Le pido al
RODRIGO: ¡Hombre, eso estaría muy bien…! Ah, no, que ya dieron la primera, ¿verdad? ¡Chin,
RODRIGO: ¡Ve a bajarle la mala vibra a tu rechingada madre, pendejito! (Conato de pelea.)
SANTIAGO: ¡Ehécatl! ¡Rodrigo! ¡Quietos, carajo! (Se calman.) ¿Qué no ven que estamos en
persona, vea nuestra obra y escuche nuestro mensaje. Si se nos va, adiós a todos nuestros
Silencio largo.
CARMINA: Vamos pues, Señor, no se diga más. (EHÉCATL asiente, RODRIGO voltea la mirada,
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SANTIAGO: Gracias, Maestra Montiel. Aketzalli, pídele al Venado que dé segunda llamada. Y
AKETZALLI: (Sale mientras habla por un radio comunicador.) Venadito, ¿me copias? Dame
SANTIAGO: ¡Pues le improvisas y sigues con la función, carajo! Querías ser actriz, ¿no? (Pausa.
SANTIAGO: Bueno, ya… Vengan por favor. (Se toman de las manos en un círculo.) Ya estamos
aquí y no nos queda más que demostrar quiénes somos. Maestra Montiel: gracias, infinitas
gracias por este viaje, tenerla a usted en el elenco ha sido un verdadero privilegio. Rodrigo
… también, muchas gracias por tu trabajo. Ehécatl: ¿Qué te digo, mi hermano? Yo sabía
que este papel iba a ser tuyo algún día, nadie como tú para darle vida a Edipo Rey.
sobreponernos, ¿te late? (Pausa.) No se preocupen por lo de Tiresias… mi voz en off será
como… una voz omnipresente, será la voz del inconsciente colectivo materializado… que
SANTIAGO: Sí… (Silencio incómodo.) Compañeros, tengan presente en todo momento la causa
que hoy nos convoca para contar esta historia. Hoy más que nunca el país necesita
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urgentemente un discurso como el nuestro. Óiganlo muy bien: hoy haremos un cambio,
hoy trascenderemos nuestro tiempo. (Pausa.) ¡Que baje el Duende, compañeros, que
refresque nuestras formas, que haga renacer lo viejo, que nos traiga sus milagros! (Pausa.)
Confío en ustedes. Todo saldrá muy bien porque hemos hecho un estupendo trabajo.
Silencio.
EHÉCATL: Maestra, desde hace años soñaba con trabajar con usted y bendito sea Dios, ya se me
hizo. Míreme las manos, 'ora sí ya me entró el nervio. Pero estando usted, no hay nada
que temer.
EHÉCATL: Claro que sí, Maestra. Mucha mierda. (La abraza.) Mucha mierda, Jime. Tú tranqui,
Silencio.
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RODRIGO: (Casi para sí.) En qué momento, puta madre… ¡En qué momento acabamos aquí!
(Se aguanta el llanto.) Qué ganas de dar mis siete días, pero ni hablar. Chingada costumbre
de comer.
CARMINA: Ten piedad de una buena vez, Rodrigo… ¿Qué ganas? ¡Caramba!
RODRIGO: Nada, Maestra. Ni pedo, aquí nos tocó. Mucha mierda, pues. (Sale.)
CARMINA: (Para sí.) Sus siete días. Y el otro: “Que baje el Duende”... ¿Tú qué sabes de duendes,
criatura? (Pausa. Respira con dificultad. Para sí.) Y entonces aquí... Otra más… Dios
JIMENA: ¿Cómo?
JIMENA: ¿¿Qué??
CARMINA: Nada, no me hagas caso. (Pausa.) Ya, mija. Las lágrimas, allá. Los gritos y
sombrerazos allá. Nuestros dramas jamás aquí, allá… sobre la tabla. Arréglate rápido el
maquillaje.
JIMENA: Sí, sí... (Se retoca el maquillaje. CARMINA se dispone a salir, pero al dar dos pasos
sus piernas falsean, se sujeta de un lavabo para mantenerse en pie.) ¿¡Estás bien!?
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CARMINA: No es necesario, Jimena…
CARMINA: No.
CARMINA: No es la presión, hija, así me pasa a veces… Mejor dame agua, ahora se me pasa.
JIMENA: (Sirve agua del garrafón en un cono de plástico.) Güey, ¿no quieres que llame mejor a
un doctor?
CARMINA: ¿Qué no oíste que tenemos que empezar ya? Ahora se me pasa, créeme. (JIMENA le
JIMENA: ¡Güey, ¿dos días?! Qué fuerte, yo anoche tampoco pude dormir.
AKETZALLI: (En off.) ¡Maestra Carmina y Jimena, nada más las estamos esperando a ustedes!
CARMINA: ¡Ya vamos, gracias! (Pausa. A JIMENA.) Creo que ya estoy bien… (Se recompone.)
JIMENA: ¿Neto?
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CARMINA: Vamos, que nos están esperando… (Se terminan de alistar.)
CARMINA: Así se dice cuando un actor renuncia a una obra y le da al director una semana para
CARMINA: Hijita de mi alma, en tu vida me vuelvas a decir “güey”. Si así le dices hasta a tu
Cambio de luz. Se anuncia al interior del teatro: “Su atención, por favor. Esta es segunda llamada,
segunda. Les rogamos de la manera más atenta que apaguen sus teléfonos celulares. Segunda
llamada, segunda”. En otra área, el escenario. Sobre éste, cinco sillas centradas, equidistantes,
Nadie ocupa la cuarta silla. A los pies de cada actor hay una caja grande de plástico, con tapa y
asas. Ellos miran de frente a un punto fijo mientras respiran profunda y notoriamente. Se ponen
público y charlan relajadamente con personas al azar, sin ningún rastro de “actuación”. La última
en ponerse de pie es JIMENA; de su caja saca un megáfono, sube a su silla y comienza a hablar,
JIMENA: ¡Su atención, por favor! Este viaje está a punto de comenzar. Les pedimos de la manera
más atenta que saquen sus teléfonos celulares y nos los muestren… ¡Arriba, arriba…!
Eso… Sí, señora, su celular. ¡Todos! ¡Su celular en la mano! Eso, muy bien. El lugar al
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que iremos no tiene cobertura roaming ni wifi ni nada parecido, por lo que no serán
necesarios esos artefactos del futuro. (Ríe.) Ahora, quien todavía no haya apagado su
ciudad azotada por la peste, lugar de la desdichada casa de Layo. Queda terminantemente
prohibido quedarse con sus aparatos, así que no quieran pasarse de listos. (Ríe.) Por su
Los actores sacan de sus respectivas cajas una macana y un casco de granadero que se colocan
los celulares de la gente cuando se hace oscuro en el área del escenario. Se ilumina el área del
SANTIAGO: Ya están decomisando los celulares y todavía no llega Alberto. Voy a tener que…
AKETZALLI: Justo de eso te quiero hablar. Como tú lo dijiste, estamos en llamas. Pero si no
AKETZALLI: ¡Espérame! Creo saber por qué se fue el Maestro Beto y cómo podemos
solucionarlo. ¿Ves que a veces mi celular se pone a grabar solito? Pues el día de la primera
Carmina.
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ALBERTO: Rodrigo…
RODRIGO: No, Maestro, por imbéciles como éste estamos como estamos…
SANTIAGO: No, no, no. A ver. (Le quita el celular y reanuda la grabación.)
RODRIGO: …por imbéciles como éste estamos como estamos. Se creen que inventan el hilo
negro con cada mierda que estrenan, como si con ellos hubiera nacido el Teatro.
¿Pues quién se lo quiere coger que le dan todos los apoyos, eh? Esta obra, que yo
RODRIGO: Maestro, no nos hagamos, este güey no entiende nada de Edipo Rey. ¿Qué no
CARMINA: ¡No seas infantil, Rodrigo! Estamos aquí para trabajar. Él sabrá lo que hace
con la obra, aunque no nos parezca. Pero si empiezas con tus grillas sólo nos vas a
fastidiar a nosotros.
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ALBERTO: Carnalito, en peores cosas hemos estado, acuérdate. Danos chance. Tú estás
AKETZALLI: Perdón, ¿eh? Con permiso… ¿No vieron mi celular por aquí?
AKETZALLI: Sí, gracias… Ay, me están hablando, ¿bueno? Ay, no… ¿Qué…?
SANTIAGO: ¡Aketzalli Cadena, por qué no me enseñaste esto hace tres meses, caraja madre!
AKETZALLI: Pero después ya no hubo problema, Rodrigo ha trabajado muy bien desde entonces,
¿a poco no?
SANTIAGO: ¿No viste que estuvo a punto de madrearse con mi protagonista? ¿Y que siempre le
pone “peros” a todas mis propuestas? Esta era la prueba que necesitábamos para correrlo
AKETZALLI: Discúlpame...
SANTIAGO: ¡Claro! Este imbécil volteó a Alberto en mi contra y por eso dejó de seguir mis
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AKETZALLI: No, espérate, tampoco. Sólo hay cosas con las que no están muy de acuerdo: los
SANTIAGO: Pues claro, se les frunce el culo. ¿Quién me quiere coger que me dan los apoyos? A
Guillermo Ramos un proyecto tan ambicioso como éste y luego hablamos, pendejo.
AKETZALLI: Mira, de lo que más se quejan es de que sólo dejaste el 10% de la obra original con
SANTIAGO: ¡Estamos haciendo Teatro vivo, Aketzalli, no Teatro muerto del que tanto les
encanta!
AKETZALLI: Sí, Santi, perdóname por favor. Sólo se me ocurrió que, si ya estamos en
adaptaciones exprés, les des chance de regresar al original. Se lo saben perfecto y dicen
que ahí está implícito todo lo que quieres decir a nivel político.
SANTIAGO: ¿Y tú crees que el Teatro es una democracia directa o qué carajos? De verdad que
tienes caca en la cabeza. Pero esto no se va a quedar así, por mi cuenta corre que Rodrigo
Abarca no vuelva a trabajar. Y aguas, Aketzalli, síguele de cómplice de este esbirro del
Oscuro. Se anuncia al interior del teatro: "Su atención, por favor. Esta es tercera llamada, tercera,
tercera llamada. Principiamos". Se ilumina el área del escenario; las cinco sillas se mantienen en
sus posiciones, las cajas han desaparecido. EHÉCATL está de pie sobre la silla central. JIMENA,
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CARMINA y RODRIGO están delante de sus respectivas sillas y sostienen un huevo con el brazo
inexpresivo.
JIMENA Y RODRIGO: La libertad ha existido siempre; pero unas veces como privilegio de
EHÉCATL: Los seres humanos hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por
CARMINA lanza un grito atronador y estrella su huevo en el suelo. JIMENA ejecuta el mismo acto
escena EHÉCATL está sentado sobre el filo del respaldo, con los pies en el asiento, en la pose de
El Pensador de Rodin. JIMENA se despoja de las ropas vaporosas con movimientos de danza
reventados en el suelo. Mientras tanto EHÉCATL habla vertiginosamente con voz estridente y
monótona.
EHÉCATL/EDIPO: Un camino, una encrucijada, un día soleado me baña la cara, luz, luz, camino
moverme del camino, a cambiar mi ruta. Coartan mi libertad de tránsito. Los veo, guaruras
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trajeados protegiendo a un poderoso, corrupto, bebedor de la sangre de sus gobernados.
El calor se agolpa en mis ojos, el rojo invade todo lo que veo, soy capaz de incendiarme
con tal de defender mi libertad y mi derecho a existir. Es la hora, tu hora, la hora del
mundo. Tomo un palo y comienzo a azotarlos, a teñir de sangre sus lujosos trajes, a
privarlos del derecho del que han privado a sus sojuzgados. Soy el hijo que huye del
infortunio para encontrarse con la inmortalidad y mi ira será el azote de los opresores.
Uno, dos, tres, todos caen, sus almas se escapan de sus cuerpos nauseabundos. Después,
el silencio. El ruido de las aves que no saben lo que ocurre. A lo lejos, el rumor de una
ciudad. Camino, camino hasta que me sangran los pies, el viento del Este me anuncia las
grandezas escritas en mi historia. Llego a una puerta colosal, la urbe se abre frente a mí y
yo siento la opresión del pueblo en el aire. Cada pared de esta ciudad resuena a pena, a
terror de sus habitantes. Gente esclava de una bestia insaciable. Pienso en mi pasado, mi
EHÉCATL/EDIPO: Me pregunta una voz terrible pero sensual, capaz de perder a cualquiera. Es
esta tierra, sedientos de sueños, compran hasta desfallecer de inanición. Tiene la piel
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EHÉCATL/EDIPO: Me sentencia. Siento correr el sudor frío por mi frente. ¡Estoy listo!, le
contesto.
JIMENA/ESFINGE: Muy bien. Escucha con atención el siguiente enigma, cuya respuesta es la
única capaz de destruirme y de liberar a esta ciudad de mi dominio. Si fallas, como han
fallado todos los que hasta aquí han llegado, te devoraré sin miramientos. Prepárate pues:
¿cuáles son los artículos 3º, 27 y 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos?
Cambio de luz. Camerino del teatro. CARMINA está sentada en una silla; RODRIGO está de pie
y riendo a carcajadas.
RODRIGO: Espere… ¿Oye ese crujir en el aire? Son los huesos de Sófocles ¡que se revuelca en
su tumba!
CARMINA: ¡Ya, Rodrigo, por lo que más quieras! Yo no entiendo por qué no te fuiste desde un
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RODRIGO: (Pausa.) Por idiota, Maestra. Y porque me chingaron mi trabajo y no tengo cómo
CARMINA: ¿Y nosotros qué culpa? Tú al menos tenías tu beca mensual, allá tú que no te supiste
administrar. Yo, antes de esta obra, llevaba ya dos años sin trabajo, hijo. Dos. Y yo no sé
hacer otra cosa. ¿Me has visto restregándotelo en la jeta cada que puedo? No, señor, si ya
acepté estar aquí, por dignidad pongo lo mejor que hay en mí.
RODRIGO: Y por eso nos tienen agarrados de los huevos, Maestra, porque todos somos muy
dignos. ¿Qué importa que el presupuesto se lo den a mocosos imbéciles como este que no
tiene ni idea? Total, detrás de nosotros hay una larga fila de cabrones que tragarán mierda
CARMINA: Así ha sido siempre, hijo, y con tus desplantes no vas a cambiar nada. ¿No te parece
lo que hacen los otros? Tan fácil: ponte las pilas, crea tus propias obras de teatro y deja de
quejarte.
RODRIGO: Si ganas no me faltan, nomás deme la mitad de las palancas que tiene este cabrón y
CARMINA: Con palancas o sin palancas, Rodrigo, si realmente tuvieras las ganas, lo harías. Pero
no las tienes, no te engañes. ¿Y sabes qué? Mocositos como este que tanto criticas sí que
las tienen. Por eso ellos pueden hacer y deshacer, y nosotros no.
lugar y se comienza a desvestir lo más rápido que sus reflejos se lo permiten, hasta quedar en
calzones.
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ALBERTO: ¡No sean cabrones, si les pedí que me esperaran! ¿Mi vestuario? ¡Dónde está mi
vestuario!
ALBERTO: No, carnalito, ya casi tengo que entrar… Mi sombrero… ¿Y mis zapatos? ¡Quién se
los llevó!
ALBERTO: ¿Y mi báculo? Carmina, yo lo dejé aquí. ¡Mi vestuario, por favor! Qué cabrones, les
pedí que me esperaran. Ni media hora me hice, casi choca el taxista de tanto que lo apuré.
(Llora.) Ya lo cagué todo, ¿verdad? No merezco nada. ¡Los dejé, los traicioné, carnalitos!
CARMINA: Siéntate, Betito. Hay tiempo. Lo importante es que ya estás aquí, ¿quieres un cigarro?
ALBERTO: Por favor. (CARMINA saca un cigarro, lo prende, le da una fumada profunda y se lo
CARMINA: No pensamos mal de ti. Eres un adorable y todos te queremos, recabrón. Ándele,
ALBERTO: (Fuma y canturrea.) “Dicen que por las noches nomás se le iba en puro tomar…
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Entran AKETZALLI y RODRIGO.
RODRIGO: Con la novedad de que el director se llevó su vestuario para ponérselo, Maestro, que
AKETZALLI: Estábamos muy preocupados por usted, Maestro. El Director prefiere que descanse
ALBERTO: (Se levanta apresurado e intenta salir del camerino.) ¿Dónde está este cabrón?
CARMINA: Cuál Sebastián, se llama Santiago. ¡Rodrigo, ayúdanos, por tu alma! (AKETZALLI
cierra la puerta.)
RODRIGO: No, Maestra. Que venga el Sebastián y que nos explique por qué quiere salir a escena,
ALBERTO: ¡Sebastián, Santiago o como te llames, niñito nalgas miadas, quítate mi vestuario y
déjame hacer mi trabajo! ¡Ábranme la puerta! (Pausa.) Me calmo, pero por favor, déjenme
salir. Ya tendría que estar ahí. Ándenles. (Pausa.) ¡Ábranmeeee con una chingadaaa!
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(Pausa.) Ya lo escuché. (Pausa.) ¡No, no, no! ¡Así no, niño! (Pausa.) Un actor, lleven un
actor al escenario para que salve esta masacre. (Pausa.) Ándale, para que veas lo que se
siente, hazte bolas con tu texto todo culero. (Pausa.) ¡Perdónalo, Chófocles! (Se
derrumba. Llora.) Tiresias. Perdóname, mi cieguito. Tan bonito que yo lo iba a hacer…
Y puesto que me has echado en cara que soy ciego te digo: aunque tú tienes
darte cuenta, odioso para los tuyos, tanto para los de allí abajo como para los
Y la maldición que por dos lados te golpea, de tu madre y de tu padre, con paso
terrible te arrojará, algún día, de esta tierra, y tú, que ahora ves claramente,
¡Eso es un autor, chinga’o! (Pausa.) Tengo frío. Pásenme mi ropa o ya de perdis una
cobija. Perdónenme, por favor. (Se duerme en el suelo. Sin hablar, AKETZALLI,
Cuando está lista lo acuestan y lo arropan. Mientras tanto, se ilumina el área del
escenario; SANTIAGO hace de Tiresias, con el cuerpo tenso y la voz destemplada. Golpea
una de las sillas contra el suelo hasta romperla, en su afán por actuar intensamente.)
SANTIAGO/TIRESIAS: ¡Te veo, aun sin ojos! ¡Te siento, respiro tu soberbia y tu ignorancia!
¡Me dices ciego, y el ciego eres tú: no ves a diario las noticias, porque no hay noticias que
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te digan la verdad, porque tú te has encargado de acallar a los que hablan en tu contra y
de llenar de poder a los que te alaban! Sí, las televisoras, la prensa vendida, los poderes
fácticos y los demás a los que sirves, sinvergüenza. ¿Sabes acaso de dónde vienes?
¿Quiénes son tu padre y madre? ¡Eres odioso y un día saldrás expulsado de esta tierra y
no verás más! Nada más. Ni uno más. Ni una más. ¡Abajo el mal gobierno! ¡Victoria o
muerte!
Oscuro en el área del escenario. En el camerino, han terminado de arropar a ALBERTO. Entra
JIMENA.
AKETZALLI: ¡Shhh!
JIMENA: ¡Güey, fue horrible! Santiago nos cambió todo el trazo y de la nada se puso a madrear
mi silla, güey. ¡Me dio un chingo de miedo! Y luego me dijo en voz baja que me largara,
güey, que porque él iba a hacer lo del corifeo también. ¡No mames, está como loco!
RODRIGO: ¿¡Qué!? ¡No, pero si esto ya es una pachanga! Órale, pues, pongámonos creativos.
locochón.
CARMINA: ¡Por el amor de Dios, Rodrigo, ve a hacer tus numeritos a otro lado!
RODRIGO: No, Carmina, no te equivoques, no fui yo quien empezó. Ya está suave de solaparle
sus mamadas. ¿El nene quiere acción? Acción tendrá. ¡Que arda Tebas! (Sale.)
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AKETZALLI: ¡Rodrigo! (A ellas.) ¡Les encargo al Maestro! (Sale hablando por el radio
CARMINA: Sí, cuidar a Alberto. Ellos abrieron la caja de Pandora, que ellos la cierren.
Silencio.
CARMINA: ¿Quién sabe, hija? Con tanto teatro de búsqueda que hay por ahí… Si lo hacemos con
JIMENA: Ojalá. Bueno, tampoco estuvo tan mal que Santiago rompiera la silla. Despertó a los
CARMINA: Mira nada más. Suele pasar. Si se te duerme el público, destroza la escenografía. O
pega un balazo.
JIMENA: Ni me digas, Carmi. ¡Y luego pena mil, güey, con mis papás viendo la función! ¡No me
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CARMINA: Jimena, ¿en qué quedamos?
CARMINA: No, Betito, tranquilo. Jimena, por favor... (Se dirige al umbral de la puerta. JIMENA,
ALBERTO: Uhh, Jim...niti… dile que le hablo ahori…muhlsf… (Se duerme. JIMENA va a la
CARMINA: (Al teléfono.) Sí, es él… Mejor que te hable después, ahora está reposando… Ya lo
creo que... Laura, tranquilízate... Sí, te entiendo, pero... No, por favor… Yo lo sé, pero
mejor espérate a que él te diga qué fue lo que pasó… ¡Dios Cristo!... Laura, ya casi entro
a escena, te voy a tener que colgar, pero por favor prométeme que no vas a hacer ningún
disparate… Laura… Te lo estoy pidiendo yo, hazme ese favor, ¿sí?... Gracias, Laura...
Claro que sí, aquí lo cuidamos... Igualmente. (Cuelga. Ve a JIMENA que está jalando aire
fresco con fuerza. CARMINA se sienta en una silla y comienza a llorar. JIMENA se da
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JIMENA: Carmi, ¿qué pasó, qué te dijo? (Silencio.) ¿Todo bien? (CARMINA asiente. Pausa.) No
llores, Carmi, que me vas a hacer llorar a mí también… acuérdate que el llanto en el
escenario… (Se sienta junto a CARMINA, le toma las manos.) ¿Qué tienes, Carmi?
Cuéntame.
CARMINA: No me refiero a eso, Jimena. (Pausa.) Ya no aguanto… Cada segundo me pesa tanto,
hija… Todo se esfuma, todo se tuerce… todo asfixia. Ya no. (Silencio.) Y no hay freno,
mija, siempre hacia abajo. ¿Para qué? (Silencio.) Tú... Eres tan bella, Jimena. Tan feliz,
ojalá nunca sepas… Así es mejor. (Silencio.) Estos niños peleándose por nada… ¡Si
mañana el mundo amanece sin actores, qué más da! No somos útiles. (Pausa.) Los
doctores, los campesinos… los soldados. ¿Pero nosotros? La vida echada a perder por
Silencio.
yo iba a ser bailarina, pero tuve un choque cuando tenía 16 por andar en la peda y me
lesioné cañón y tuve que dejar la carrera. Pasé un chingo de tiempo súper depre mil, así
como tú o más, neto me quería morir, así, morir. Ya luego conocí a Santi en una fiesta y
vas adentrando en este mundo y te das cuenta cómo está el pedo. O sea, siento que no es
sólo, tipo, vivir otras vidas y así. Con Santi he aprendido que tenemos una responsabilidad
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con nuestra sociedad, güey… ¡Carmi, Carmi! Pinche costumbre, perdón. Eso, o sea,
tenemos mucho por que luchar. Antes del Teatro yo no iba a marchas ni nada, ni leía el
periódico, era una chavita pendeja que nada más se la pasaba, tipo, en el antro y así,
asqueroso. Pero qué fuerte es darte cuenta que todo está de la burger y que nos está
cargando la chingada. Y neta qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, ¿no? ¿Tú tienes
hijos?
JIMENA: ¡No bueno…! ¿Qué pedo conmigo? El punto es que yo sí creo que podemos servir para
algo. No hay que perder la esperanza. Sólo hay que chingarle y luchar bien cabrón. Por
eso a mí me encanta esta obra, porque siento que vamos a conseguir muchas cosas,
CARMINA: Que así sea, Jimena, te lo deseo de todo corazón. Y que siempre encuentres motivos
JIMENA: Ya sé, neto que no hay nada mejor. Te lo digo muy en serio, Carmi, ya lo decidí: quiero
CARMINA: Con que seas la actriz más honesta, hija, con eso basta.
Entra AKETZALLI.
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AKETZALLI: ¿Cómo va?
AKETZALLI: ¡Ay, Jimenita! Quita esa cara, yo me quedo con él. Tú ve al escenario a ayudarles.
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AKETZALLI: ¡Pídele ayuda a los técnicos!
EHÉCATL: ¡Les estamos dice y dice pero nada! ‘Tan ahi paradotes como vacas viendo pasar el
tren. Primero creí que los pendejos pensaban que el fuego era parte de la obra, pero cuando
AKETZALLI: No me extraña, ya están "hasta acá" de Santiago. Antes van a dejar que nos
achicharremos, que mover un dedo. (Hablando por el radio comunicador.) ¡Venado, ¿me
Me voy, porque ya he dicho aquello para lo que vine, no porque tema tu rostro.
Nunca me podrás perder. Y te digo: ese hombre que, desde hace rato, buscas
AKETZALLI: Maestro Beto... (Pausa.) Me duele el pecho, Maestro Beto… quiero que me trague
la tierra. Todo fue mi culpa. De haber sabido que esto iba a pasar, no le hubiera enseñado
la grabación a Santi. Yo sólo quería ayudar. ¡Perdóneme, por favor! (Comienza a llorar.)
Nunca logré ponerlos de acuerdo... Y es que yo los quiero mucho, pero no los entiendo,
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inútil... Hasta creo que sería mejor regresar a estudiar Biología, pero no puedo... Amo el
Teatro más que a nada, pero no invente, está bien difícil. Si tan sólo fuera como la
Ciencia... Pero no, aquí todo es subjetivo... (Pausa.) A ver, por ejemplo, ¿cómo saber con
certeza qué es verdadero y qué es falso? ¿Qué actuación es buena y cuál no? Yo soy muy
boba, Maestro, todo me gusta. Mis compañeros de la facultad me hacen burla porque es
como si yo estuviera daltónica y no pudiera diferenciar los colores del buen Teatro y del
mal Teatro. Por eso nunca supe si había que hacer lo que ustedes decían, o lo que decía
Santiago, o un poco de cada uno o de ninguno… ¡yo los veo tan hermosos en escena!
Rodrigo, Ehécatl… usted, Maestro Beto, que lo ilumina todo. Carmina, que es como una
Con que esté hecho con el corazón, yo soy feliz, ¿ve? ¡Y los errores no importan tanto,
somos humanos! Es como una fiesta, ¿a poco no? Lo importante es que esté sucediendo
en vivo... ¡Sucediendo! (Pausa.) Pero al parecer eso no me sirve; tengo que ser una
Silencio.
ALBERTO: No, ya me dio calor. Quiero hacer chis. Ah, jijo, ¿dónde me metieron? Ayúdame a
Cambio de luz. En el escenario, RODRIGO de vez en vez lanza fogonazos con el espray de pelo.
Ya se ha dado tanto vuelo, que hasta ha hecho una especie de coreografía pirotécnica. SANTIAGO
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RODRIGO/CREONTE: Por lo que a mí respecta, no tengo más deseo de ser rey que de
actuar como si lo fuera, ni ninguna otra persona que sepa razonar. En efecto,
ahora lo obtengo todo de ti sin temor, pero, si fuera yo mismo el que gobernara,
devorada por este brazo de Hefesto! (Lanza una llamarada al cielo para amedrentar a
CARMINA, quien sin embargo no se deja impresionar y avanza con determinación hacia
CARMINA: ¡Su atención por favor, ésta es primera llamada, diez minutos de intermedio! (Sale,
Cambio de luz. Camerino, sin gente. Las voces enardecidas se van acercando, hasta que entran
EHÉCATL: ¡Pero es que si no me avisas antes, Santiago, qué esperabas! ¡Tú sabes que no se me
Esto es una falta de respeto a mi trabajo. Yo partiéndome la madre tres meses para que
SANTIAGO: ¡No me chingues, Ehécatl! ¿Y ustedes, qué carajos? ¡Vámonos de regreso en este
CARMINA: No, mijo, nadie va a regresarse hasta que nos pongamos de acuerdo. ¿O estás contento
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RODRIGO: ¡Sí, niña, si destruyes el escenario y luego metes a un elefante y pones a unos
CARMINA: ¡Cállate, Rodrigo, que tú estás peor que todos estos juntos! Niños ególatras, haciendo
y deshaciendo porque pueden, porque son muy creativos. Y los demás, aquí de sus idiotas,
¿no? Por eso estamos como estamos, por machitos como ustedes que se miden el pene en
todos lados. ¡Ustedes son como la peste tebana, Dios Cristo, si Sófocles estuviera aquí
estaría fascinado con sus estupideces! Por su culpa nuestro teatro está enfermo y no existe
el arma de la reflexión con la que uno se pueda defender… ¡Me tienen harta! Grábatelo
CARMINA: No, pero eres como un caballo que sólo ve para el frente, mijo. Ahí estás, soportando
la carga y caminando por donde te dicen, sin criterio. Por eso a los actores nos va como
nos va.
SANTIAGO: Muchas gracias por tu aleccionadora regañiza, Carmina. Ahora, si son tan amables,
¡vámonos al escenario!
RODRIGO: Ay, sí, qué fácil, ¿no? Ten los huevos para cancelar la función, cabrón. Y si quedas
SANTIAGO: Mira, pinche esbirro, ya sé cuáles son tus verdaderas intenciones. Pero te vas a
quedar con las ganas. Esta obra se hace porque se hace, contigo o sin ti, ¿oíste?
RODRIGO: ¡No me diga, señor director! ¿Y cuáles son mis verdaderas intenciones, oiga?
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SANTIAGO: Boicotear este proyecto a como dé lugar, y mira que te has esmerado, Rodrigo. Como
por qué? Por miedo a perder tu trabajito si hablamos de cosas fuertes, ¿o me equivoco?
RODRIGO: No, mames, bróder, mi bequita... ¿A poco el varo para esta obra vino de la iniciativa
privada? ¡Si tú mamas chichi del gobierno desde hace años, cabrón!
SANTIAGO: Perdóname por no hacer del teatrito acartonado al que estás acostumbrado.
RODRIGO: No, chavo, también te manejo el posdrama. Lo que me caga es el teatro mal hecho.
¿Quieres hablar sobre el país? ¡Órale! Pero escríbete tu texto, o haz una adaptación
decente, sin ocurrencias mamonas. ¿Colgarse de un clásico? Qué a toda madre, ya tienes
medio camino recorrido. ¿Pero cagarse en él? No nos engañes ni engañes al público.
SANTIAGO: Con el público nunca he tenido problema, ¿eh? Al contrario, le encanta mi trabajo.
Son los pinches grillitos como tú los que están chingue y jode.
RODRIGO: Ya bájale dos rayitas a tu megalomanía, Maestro. ¿Quién te crees, Edipo salvándonos
SANTIAGO: ¡Y tú no eres nadie, Rodrigo Abarca, sólo el actor más convencional, previsible y
RODRIGO: ¡Ay, cabrón, ¿así de plano?! Y si tanto te cago, ¿para qué me llamaste?
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SANTIAGO: Porque a Alberto y a ti me los enjaretó el Coordinador cuando los sacaron del
RODRIGO: (Silencio.) Pues te regreso tu chamba, bróder, a mí nadie me hace ningún favor y
SANTIAGO: Por gente como tú este país no avanza. Burócrata. ¿Ya mejor dinos para quién
RODRIGO: Ay, Santiaguito... (Pausa.) ¿De veras crees que estás haciendo una revolución?
(Pausa.) Yo voy a las marchas desde que tú eras un escuincle moquiento. Los granaderos
me han apañado como tú ahorita, ¿sabes por qué? Porque yo no voy nomás para tomarme
fotos y subirlas al feis. ¿Burócrata? No, valedor, yo sí le entro a los putazos. Pero el arte
AKETZALLI.)
SANTIAGO: ¿Qué?
JIMENA: ¿Es éste, güey? (Toma una botella.) ¡Oso negro, asco mil!
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JIMENA: Güey, tranquila...
AKETZALLI: ¡Sí, el punto es que el vestuario no se ha vodkeado todavía, esta botella no tendría
CARMINA: ¿Y eso qué, hija? Estos niñitos por poco se sacan los ojos y el público está afuera
Silencio.
ansiedad, se fue a comprar una cerveza, y de ahí se la siguió, ¡pero llevaba más de diez
años sin tomar! ¿Qué pasó? Bueno, pues él cree que anoche se llevó por error tu termo,
Jimena. Y cuando le tomó creyendo que era su té, le supo un montón a vodka. Y aunque
lo escupió, si fue vodka, el contacto con el alcohol hizo que su adicción se reactivara.
Silencio.
JIMENA: Güey, a mí ni me vean. Mi termo me lo robaron la semana pasada y cero tomaría Oso
Negro.
CARMINA: ¿Y luego?
Pausa.
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EHÉCATL: Pues alguien más le echó vodka al termo del Maestro.
AKETZALLI: Ni idea.
EHÉCATL: ¿Cómo que para qué? Pues para boicotear el estreno. (Pausa.) ¿O tú cómo ves,
Santiago?
Silencio.
CARMINA: ¿Rodrigo?
RODRIGO: ¿Qué?
RODRIGO: ¿Yo? No, no se los permito. Podrá no gustarme la obra, pero jamás atentaría contra
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AKETZALLI: ¡Tú me preguntaste el lunes que si íbamos a tener vodka para los vestuarios!
JIMENA: ¡Güey, antier me preguntaste por mi termo, güey, tú te lo chingaste para hacer todo esto!
RODRIGO: No, Carmina, no voy a jurarles ni madres. Yo hasta aquí llegué. (Toma sus cosas y
sale.)
Silencio.
CARMINA: ¿Y ahora qué hacemos sin Rodrigo y sin Alberto, Santiago? (Pausa. SANTIAGO se
sienta, ve al vacío.)
EHÉCATL: ¿Santiago?
Silencio.
AKETZALLI: ¿Señor?
Silencio.
CARMINA: ¿Qué?
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SANTIAGO: (Pausa.) No.
EHÉCATL: ¿Entonces?
SANTIAGO: Sí.
CARMINA: ¿¿Qué??
Silencio.
SANTIAGO: No sé. (Pausa.) Desde hace unos días Alberto no incorporaba indicaciones, no
memorizaba los textos. Tuve miedo de que no llegara al personaje. Y como todos dicen
Silencio largo.
CARMINA: ¿Sabías que Alberto Rogel tiene dos hijas y que en aquella época de alcoholismo que
vida de Beto había sido vencer su alcoholismo, ¿y qué crees? En estos momentos su mujer
Tengo ganas de ir por la dichosa pistola del Venado y meterte un tiro en la cabeza. Pero
no eres digno de morir en un teatro, mijo, así que dale gracias a Dios. ¿Sabes cuántos de
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nosotros hemos perdido la razón porque a algún idiota se le hizo fácil destrozarnos la vida
para obtener una actuación extraordinaria? ¿Con estas bajezas pretendes lograr una
Silencio.
AKETZALLI: (Hablando por el radio comunicador.) ¿Qué pasó, Venado? ¡Qué! (Mirando al
monitor.) Les pedí que me lo cuidaran. Agárrenlo, por favor. (A todos.) Alberto está en el
escenario. (Sale.)
Cambio de luz. Escenario. ALBERTO entra cargando el garrafón de agua y una de las cajas del
inicio de la función.
ALBERTO: Por mí síganle con los chiflidos y las mentadas de madre. Yo con gusto me les
sumaba, pero resulta que me tocó estar de este lado. Y, por si no lo saben, a los actores
nos han enseñado a aguantarnos como los machos. Pero yo ya me cansé, así que ustedes
síganle, a ver si así dejamos de hacer estas vergüenzas de teatro. De por sí ya casi ni
vienen, luego andamos actuando nomás para nuestros cuates, y cuando vienen les
presentamos estas madres que ni nosotros entendemos. Aunque ‘ora que lo pienso, ustedes
también tienen la culpa, porque creen que a huevo hay que aplaudir. Así somos los
mexicanos, le aplaudimos a todo, ¿que no? Y nosotros de burros creyendo que nuestros
chous les gustan mucho, cuando nomás están siendo amables. (Entra RODRIGO, poco
Ora, ¿qué hacen aquí todos? No, ya tuvieron su momento y la regaron, ¿no vieron cómo
se puso la gente? Órale, a chingar a su madre, me toca a mí. Denme tres minutitos y se los
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abre la caja, toma el garrafón y lo sostiene en el aire.) ¡Quietos! ¡En esta caja están los
celulares del público porque a algún pendejo se le ocurrió que sería muy chispa
chinga’o! ¡Bueno, pues si no me dejan hablar, juro que los mojo todos y a ver de qué cuero
salen más correas! ¡Nadie se me ponga pendejo o me los “quebro”! ¡Sálganse, no los
quiero aquí! (Se salen. ALBERTO baja el garrafón.) Dispensen ustedes tanto grito.
Estábamos en que los aplausos, ¿no? ¡Pues no, señores! Si bien que los he visto cómo se
quedan dormidos en las butacas, no se hagan, y a la salida nos felicitan como si de veras
les hubiera encantado. ¡Díganos lo que piensan de verdad, me cae que no nos vamos a
sentir! Les tendrían que repartir tomates podridos a la entrada, como en tiempos de
Chéspir, y al primer momento que te aburriera algo, ¡órale, tomatazo! ¿Que no le estás
interactiva la cosa. No que ahora, hasta los despojamos de sus pertenencias con tal de que
aguanten nuestras payasadas. Pero basta: les quiero contar la historia original de Edipo
Rey, porque nuestro joven director se pasó por el Arco del Triunfo el hecho de que a Edipo
sí le causa conflicto haberse encamado a su jefecita. O sea, Edipo se entera que él mató a
su papá y luego que se había estado echando a su mamá por años y hasta que tuvo hijos
con ella. ¡Imagínense! No le queda otra más que sacarse los ojos, me cae. Y esto se llama
tragedia, mis amigos, tragedia ¿Pa’ qué ponernos de originales si Chófocles ya nos hizo
el favor? Nomás hacemos el ridículo. Hombre, que te enteres que te estás cogiendo a tu
mamá y me salgas con que el gobierno tiene que rendir cuentas de sus actos... Bueno, sí,
eso es lo que tiene que hacer el pinche gobierno, no soy quién para defender a esos
culeros… pero al César lo que es del César, y a Dios, que te vaya bien, ¿que no? (Entra
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CARMINA con paso decidido. ALBERTO alza el garrafón.) ¡Ni un paso más, Carmina o
adiós celulares!
ALBERTO: Nuestro problema, Carmina, es que cualquiera llega a vendernos espejitos. Ya es hora
de que el público aprenda a mentarnos la madre de vez en cuando, porque al fin esto se
hizo con sus impuestos. Si se quedan sin celular, no pasa nada, les salió barata la lección.
ALBERTO: No me hagan caso, discúlpenme, por favor. Soy un idiota… (Sale. CARMINA va al
CARMINA: Les pido un momento más de su tiempo. Antes que nada, les doy las gracias, de todo
corazón, por acompañarnos en nuestro estreno, por regalarnos estas horas de su vida, a
pesar del caos que es vivir en esta ciudad. Gracias. (Pausa.) Esta noche las cosas se han
cambio, si les parece, les contaré algunas cosas mientras les pongo sus celulares, uno por
uno, sobre el escenario para que después puedan recogerlos. Será como si un pedacito de
ustedes se pusiera en nuestro lugar. (CARMINA toma la caja y mientras habla comienza
estado los mejores actores de nuestro tiempo. Me gusta pensar que aún resuenan por ahí
los ecos de todos esos colegas, pronunciando las palabras de los más grandes dramaturgos
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primera obra cuando era niña. ¡Qué días aquéllos! No recuerdo si fue aquella vez cuando
me enamoré del Teatro. ¡Quién sabe! Seguramente escucharán a muchos actores decir que
pero no siempre es un sueño como la gente cree. Hay veces que es una pesadilla. Pero qué
caray, como todo, uno trata de vivirla con dignidad, y ya después se compone. Aunque
luego empeora otra vez y luego de vuelta… como en una montaña rusa. (Pausa.) ¡Pero
cuántos celulares, Dios Cristo! Tan bonitos y tan modernos. Yo, por más que me explican,
no les entiendo. Prefiero de los que venden en los minisúpers, sin tanta cosa. No se
desesperen con esta vieja, por favor. (Pausa.) Fíjense lo que son las cosas: Edipo Rey fue
la primera obra que leí en la carrera. Me sorprendí tanto al enterarme de que esta historia
había inspirado al mismísimo Freud… Recuerdo que durante una semana me desperté
sudando frío porque soñaba con sus personajes, con todo lo que sufrieron por una condena
de la que no eran culpables. Pensé que así era la vida: un montón de infortunios
encadenados, con un destino fatal e inevitable. Cuando entendí esto con claridad me
segura de que nadie lo haría como yo, de que yo había nacido para vivir esa historia. Aquél
año le pedí al Maestro la oportunidad de ser Edipo en el montaje final y muy lindo me
respondió: “Hija, tú serías perfecta para este personaje… pero no eres hombre”. (Pausa.)
Ese fue el primero de una interminable serie de papeles frustrados. Cuando estaba en edad
para hacer a Hedda Gabler, resultó que no era lo suficientemente rubia; cuando sentía que
podía ser Bernarda Alba, no era lo suficientemente vieja; cuando por fin comprendí la
pasión de Julieta por Romeo, resultó que ya no era joven. Y nunca pude hacer esos papeles
que me estaban destinados porque tenemos un Teatro terriblemente encorsetado por los
prejuicios de la apariencia física. (Pausa.) Esta noche ha sido tan demente que me atrevo
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a pedirles una última locura: olviden por unos minutos que están viendo a una mujer y
permítanme concluir esta obra siendo Edipo, para saldar de una buena vez esta deuda que
Cambio de luz. Camerino. SANTIAGO, sentado en una silla junto a la ventana, bebe de la botella
de vodka Oso Negro. Entra ALBERTO, llorando y apurado, toma su celular y marca. SANTIAGO
ALBERTO: (Al teléfono.) ¡Chaparrita!... Estoy bien, ¿cómo están las chaparras?... Al ratito te
cuento… Las amo más que a mi vida… ¿Bueno, bueno?... ¡Laura!... ¡Aaah! (Golpea el
celular.) ¡Nada sirve en este pinche mundo! (Voltea y descubre a SANTIAGO.) ¡Ay,
cabrón! ¡No me espantes, carnalito! ¿Qué haces ahí como un fantasma? (Pausa.) Ya nos
ALBERTO: Híjole, mano, me siento muy apenado contigo. Espero que me disculpes. (SANTIAGO
comienza a llorar desconsoladamente.) ¡No te me pongas así que me haces sentir peor!
SANTIAGO: Santiago.
ALBERTO: Oh, tú, pues… me caes bien. Eres bien entrón. Tienes unas ideas bien locas, pero eres
buena gente.
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SANTIAGO: No, de verdad. (Pausa. Se da valor.) En mi defensa puedo decir que mis intenciones
siempre fueron buenas… (Vuelve a llorar.) ¡Pero es que soy muy estúpido, no me doy a
entender! ¡Todo está muy claro en mi cabeza, pero no sé por qué carajos no me sale como
lo imagino! (Pausa.) Capaz que no sirvo para esto. Capaz que me he estado creyendo que
soy lo que no soy… la joven promesa... (Pausa.) Me siento siempre con mucha presión,
Alberto… y es por eso que a veces hago cosas... no muy ortodoxas que digamos.
ALBERTO: Bueno, ahora que lo dices, sí te la volaste, manito. (Silencio.) Mira que meterte a
hacer mi papel, no se vale. (SANTIAGO vuelve a llorar.) Pero no pasa nada, Sebastián,
con que ya no lo vuelvas a hacer, no hay tos. Porque sí te lo voy a decir con todo respeto,
SANTIAGO: Bueno, lo de hoy no cuenta. Además, no estuvo tan mal y eso que no tuve tiempo
para ensayar. En la escuela no era mal actor, los maestros decían que… (Pausa.) Mira,
ALBERTO: Carnalito, no hay problema, me cae. Aquí el que se echó el numerazo fui yo.
SANTIAGO: No, Alberto, escúchame por favor. Los directores a veces tenemos métodos que
pudieran ser cuestionables para lograr nuestros fines. Verás, nuestro fin con esta obra era
muy noble, una hazaña de gran miga y poderosa resonancia. Por otra parte, nuestras
pequeñas historias no son nada comparadas con las epopeyas que los hombres encaran
ALBERTO: Carnalito, no quiero ser grosero, pero me tomé unos alipuses. Si de por sí soy medio
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SANTIAGO: Bueno, sin rodeos, Alberto, yo fui quien…
JIMENA: ¡Qué bueno que los encontré! Betito, güey, ya que estás mejor, te tengo que pedir una
disculpi. Ayer te llevaste por error mi termo, güey, y mi té chai traía piquete, y yo de
pendeji sin saber que tú eres…o sea, que a ti tomar no te hace bien, baby. Soy una tonti
ALBERTO: ¡Aaaah, con razón! Desde cuándo te dije que les pusiéramos nuestro nombre a los
termos, ¿te acuerdas? Ah, qué Jimeniti tan borrachiti… Ya ni modo, corazón, quién nos
SANTIAGO: Jimena…
JIMENA: ¡Ah, y te buscan Rodri y Ehec en el escenario, Carmina está haciendo algo hermoso,
güey, no te lo pierdas!
Silencio.
JIMENA: Ajá. ¿Y luego qué, baby? ¿Que Alberto te matara a golpes? Y con razón. ¿Qué te pasó,
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SANTIAGO: Ni a mi novia. Ahora soy un criminal, ¿no? Pero si cualquiera de ustedes hubiera
SANTIAGO: ¡Jimena, ¿quién te crees para venir a darme lecciones de ética?! ¡Yo sé lo que hago!
SANTIAGO: ¡No entiendes, nadie entiende! Jamás dimensionaron hasta dónde pudimos llegar.
Cuando yo les hablé de una revolución cultural no era metáfora, Jimena, era real. Y que
me perdone Carmina Montiel, pero en una revolución te manchas las manos. ¿Es horrible?
SANTIAGO: Sí, sí lo estoy, porque estoy hasta la madre de que las cosas en este país no cambien,
y cuando aparece alguien que quiere cambiarlas, sus mismos compañeros le ponen el pie.
SANTIAGO: ¡Aquí ya no se trata de ustedes, Jimena, ni siquiera de mí! Lo que aquí teníamos era
SANTIAGO: ¡Teníamos al Coordinador Nacional de Artes Escénicas de nuestro lado, ¿se te hace
poco?!
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JIMENA: ¡¿Quéee?! (Pausa.) ¿Es neto, Santiago? No mames que todo esto es por el pinche
Guillermo Ramos...
SANTIAGO: A ver, Jimena, te recuerdo que gracias a Guillermo Ramos estamos aquí. Él nos
propuse hace años. Está arriesgando su puesto y su carrera al programar esta obra.
Silencio.
JIMENA: (Silencio.) Olvídalo... ya, tienes razón, no entiendo nada. Ahorita nos vemos. (Intenta
SANTIAGO: Piensas lo mismo que Rodrigo, ¿verdad? Que soy el protegido de Guillermo, que no
JIMENA: Nunca pensaría eso. Yo te admiro. (Pausa.) Pero no puedes tapar el sol con un dedo...
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JIMENA: (Silencio.) Mira, Santiago, tú eres un chingón. Pero ¿no se te hace muy raro que tengas
todo en charola de plata, que puedas montar lo que se te dé la gana y te den todas las becas
que quieras? (Pausa.) No entiendo cómo no te das cuenta. Tu adorado Maestro Ramos te
quiere mucho, demasiado para mi gusto y el de cualquiera que no esté tan ciego como tú,
¿captas? (Silencio.) ¡Abre los ojos, mi amor, Guillermo está enamorado de ti!
JIMENA: ¿No me crees? (Corre por su celular.) Pues te cuento: yo estoy loca, soy bien pinche
celosa y desde que empezamos a salir te hackeé el celular, perdóname, ¿sí? Pero adivina
qué me encontré hace tres meses... A un puto cabrón tirándote la onda durísimo. ¡El
imbécil de Memo se quiere cobrar los favores que te ha hecho! Si vieras los mensajes que
he tenido que borrar para que no te enteres. ¡Se quiere aprovechar de su poder, cuando tú
lo quieres como a un padre! ¡Cuál revolución para cambiar al país desde adentro, no hay
nada de eso, Santiago, sólo un ruco asqueroso que está obsesionado contigo! Escucha:
(Leyendo del celular.) “Niño prodigio: Este estreno es el producto de nuestros ideales, de
nuestro delirio y, por qué no decirlo, del amor, de ese indecible amor que estuvo antes que
todo y que te impulsa y que me impulsa y que no conoce fin. Sé que llegará el día de tu
correspondencia; tu silencio sólo es dulce espera de dichas infinitas. Mucha mierda, niño
mío, que el mundo es tuyo.” (Pausa.) Y tengo copia de todos los mensajes, por si un día
los quieres leer. (Silencio largo.) O a lo mejor tú ya sabías todo esto y yo de pendeja
SANTIAGO: Vete de aquí. (Silencio. SANTIAGO saca de nuevo la botella de vodka y bebe.) ¡Que
te largues, carajo!
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JIMENA: (Silencio.) ¿Ya lo sabías, Santiago?
Silencio largo. SANTIAGO, fuera de sí, comienza a gritar y a lanzar objetos. De pronto, irrumpe
JIMENA: Güey... qué pedo... (Pausa.) La gente está subiéndose al escenario... le están haciendo
Silencio en el camerino. Los aplausos no paran de sonar a lo lejos. Luego de unos segundos entra
AKETZALLI: (Buscando en el botiquín del camerino.) Mire, Maestra, por lo pronto huela tantito
alcohol. (Se lo pasa.) También hay dramamine, por si se siente muy mal…
CARMINA: No tengo nada, hija, fue un pretexto para irme de ahí. Ya recibí suficientes aplausos.
AKETZALLI: Ah, menos mal… (Llora.) Maestra, nunca había visto algo así. Mire, no paro de
temblar. Cuando usted acabó, durante un minuto podría cortarse el aire con cuchillo, y
luego, los aplausos... Maestra, ¿qué me pasó? Es como si me hubiera arrollado una
AKETZALLI: No, Maestra. No fue bonito, ¡fue terrible! Edipo era un buen rey, un buen hombre
que vivió tratando de hacer lo que creía que era correcto. Verlo derrumbarse así,
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devastado, sin piedad… Pero ahora entiendo, Maestra. Si uno ve una tragedia y dice “qué
CARMINA: Es posible. Cuestión de gustos. Para todos hay. Pero si a ti te gustó, soy muy feliz.
AKETZALLI: (Viendo por el monitor.) ¡Guau! Todo el público se está subiendo al escenario…
hay dos filas de cada lado, parecen hormiguitas. Los que toman su celular no se bajan,
siguen ahí, como si quisieran sentir la energía que quedó en el escenario. Otros buscan a
los actores para felicitarlos. Hay unos que voltean para todas partes. (Ríe.) ¡Pobres, de
CARMINA: Que sigan buscando, no voy a abandonar este cigarro por diez minutos de fama.
AKETZALLI: ¡Ay, no puede ser! Algunos se están tomando selfis, ¿usted cree? Seguro que
AKETZALLI: Y Santiago está hablando con el Coordinador y con gente muy trajeada, me
AKETZALLI: Pero todos dejaron el corazón en el escenario, Maestra, me consta. Además, como
que había algo raro en el ambiente... una chispa, una magia, no lo sé... Y bueno, al final
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CARMINA: Ay, Aketzalli.
EHÉCATL: Maestra, si yo pudiera actuar siquiera la cuarta parte como usted, me doy por bien
servido.
AKETZALLI: (Viendo su celular.) Mire, Maestra, ya están subiendo fotos. Hasta hicieron el
hashtag #TodosSomosEdipoRey.
RODRIGO: ¡Ah, no te pases! Checa: “Poniéndome en el lugar de los actores…” “¡Gracias por
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EHÉCATL: “Edipo papuchis. #CarminaMontielHazmeUnHijo.” (CARMINA ríe.) Ah, ya me
había emocionado.
RODRIGO: Cabrón, si tú eres rockstar. Ve: “Ehécatl Reyes no es hermoso, lo que le sigue y de
EHÉCATL: Cómo no, mira: “Rodrigo Abarca, el hombre de fuego en su regreso espectacular”
RODRIGO: No mames…
RODRIGO: A ver…
CARMINA: Aketzalli, ven. (AKETZALLI se acerca. Por lo bajo.) ¿Esto que están leyendo quiere
AKETZALLI: No lo sé, Maestra, supongo que sí. Es que la gente salió muy contenta.
EHÉCATL: A ver, escuchen: “Edipo Rey o Sófocles 2.1, de Santiago Cruz Mendiola, es desde
hoy un paradigma que sienta las bases del evento escénico mexicano. Cruz Mendiola parte
oscuro acontecer nacional puestos como pegote en una deslavada adaptación de Edipo
humana donde cada intérprete se muestra tal cual es, con una transparencia abrumadora
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en un acto de generosidad sin límites. Edipo Rey o Sófocles 2.1 nos habla no sólo del
talento arrollador del joven dramaturgo y director, sino de una comprensión del hecho
RODRIGO: ¡¿Quéee?!
¿Ya ves?
Reyes…” ¡¿Qué?!
RODRIGO: (Le quita el celular a EHÉCATL.) ¡Síguele! “y el trabajo cumplidor de Ehécatl Reyes
como un Edipo Rey que en esta versión es apenas un personaje secundario, hasta que toma
la voz de una de nuestras más grandes actrices y que ya echábamos de menos en la escena
nacional, Carmina Montiel, que termina por hacer de este montaje de Cruz Mendiola, su
obra Maestra.” (Pausa.) No mamar. (Entra JIMENA.) Mira, baby, ¿ya viste? Eres popular
en las redes…
Entra ALBERTO.
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ALBERTO: Carnalitos, ya que todo salió tan bien, ¿no se les antoja brindar? ¿No hay aunque sea
del vodka para quitar el olor? (Comienza a buscar. RODRIGO y EHÉCATL se coordinan
CARMINA: Espérate, Beto. Mejor cómete algo. (A AKETZALLI.) Hija, no seas malita, llévate a
Silencio.
CARMINA: Un actor reincidente y una obra patas pa’arriba, que resultó ser una obra maestra.
¡Qué belleza!
SANTIAGO: Señores…
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RODRIGO: (Con insinuación juguetona.) Uuuuuuh…
SANTIAGO: Silencio, por favor. Con la novedad de que el Secretario de Gobernación nos felicita
y dice que nuestra obra es lo que necesita el país en estos momentos. Nos aplaude el riesgo,
nos aplaude la provocación, y no nos censura nada. Al contrario, quiere que giremos por
Silencio largo.
EHÉCATL: Santiago, ¿pero qué nos va a censurar? Esto no fue nuestro espectáculo. Yo ni siquiera
EHÉCATL: ¿Cómo que así fue, Santiago? Tenemos que volver a invitarlos para que vean la obra
SANTIAGO: No pueden venir cada que nosotros queramos, Ehécatl. Además vamos a dejar la
RODRIGO: ¿Qué?
EHÉCATL: No mames, Santiago. ¿Y nuestro discurso? ¿Y las denuncias que íbamos a hacer
frente al Secretario? ¡¿Y mi trabajo, cabrón?! Mañana viene mi familia desde Torreón, no
CARMINA: Hijo, ¿en serio estás insinuando que presentemos esto mañana?
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SANTIAGO: El Secretario me pidió que la obra se presente tal cual la vio hoy, ni tiempo tuve de
EHÉCATL: Bueno, ¿al menos lo encaraste en corto? ¿Le mentaste la madre, de perdida?
EHÉCATL: ¡¿Cómo que no era el momento, cabrón, no mames?! (Pausa.) ¡No mames!
SANTIAGO: Les fascinó. (Pausa.) Yo sé que les estoy pidiendo algo extraño…
EHÉCATL: No, Santiago, nos estás pidiendo que nos vendamos. ¿O a poco te crees que esto es
lo que necesita el país? ¡Si con esto no le estamos diciendo nada al país!
SANTIAGO: ¡Ehécatl, entiende! Tenemos que ser más inteligentes que ellos. Estos pendejos no
nos van a callar, hasta crees. Nuestra carrera apenas comienza. En la siguiente obra
diremos lo que tengamos que decir. Pero esto que sucedió hoy fue más allá de nosotros.
Bajó el Teatro, bajó el duende, como le quieran llamar, ¿me entienden? La magia se nos
Silencio largo.
CARMINA: Ha pasado un ángel volando. (Pausa.) ¿O habrá sido el Duende que iba de salida?
EHÉCATL: (Pausa.) Si esto es lo que vamos a presentar mañana, yo aquí doy mis siete días,
Santiago.
SANTIAGO: ¿Qué?
JIMENA: O sea que renuncia y te da una semana para que ensayes con alguien más, güey…
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SANTIAGO: ¡Ya lo sé, Jimena! (Pausa.) Yo no quiero que te vayas, Ehec, pero como veas. Es tu
decisión. (EHÉCATL toma sus cosas y sale. Tras él, sale SANTIAGO.)
Silencio largo.
CARMINA: Y por todos los estados del país. (Pausa.) Un éxito rotundo.
ha aprovechado en la vida.
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CARMINA: Mira nada más, nunca mejor dicho. (Silencio.) ¿Tú tienes novia, Rodrigo?
CARMINA: Yo fui igual. Pero a lo mejor no es tan difícil. Inténtalo otra vez. Yo lo haría. (Pausa.)
RODRIGO: 22 de septiembre.
CARMINA: Un buen día. Suena bien, ¿no? Es bonito de decir, veintidós. Y se lee al derecho y al
revés.
CARMINA: Mira, no sabía. El otoño. Y hay luna llena, ¡qué más se puede pedir!
CARMINA: No, hija. La luna está en el corazón de quien la anhela. En el mío está llena. (Pausa.)
JIMENA: No
RODRIGO: No.
CARMINA: (Sonríe, pausa.) Entonces la muerte es elegante. Debe serlo. Fumar tranquiliza, la
muerte también.
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JIMENA: Carmi, una vez me dijeron que lo que tranquiliza no es fumar, sino respirar hondo. ¿Ves
que así se fuma? Pues eso tranquiliza un buen. Respirar es vivir, güey. Eso es lo que hay
CARMINA: Respirar es vivir. Y para fumar hay que respirar. Pero fumar mata. Así las cosas. Qué
CARMINA: Las veintidós dieciocho… Y en cuatro minutos, las veintidós veintidós. ¡Más belleza!
¿Se dan cuenta? Una obra de arte. Una auténtica obra maestra. (Pausa.) Jóvenes
hermosos… ¡Que Dios siempre me los proteja, sobre todo de la mala fortuna que él mismo
SANTIAGO: ¿Y Carmina?
SANTIAGO: Bueno, les digo a ustedes: mañana nos vemos a las diez de la mañana para ensayo.
SANTIAGO: No, Aketzalli, lo que pasó hoy. La obra se queda tal y como salió hoy.
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AKETZALLI: Oye, no, no inventes. ¿No sería mejor hacer lo que teníamos? ¿O suspender esta
SANTIAGO: No podemos suspender ni una sola función. Me acaban de decir en la taquilla que
ALBERTO: ¡Razón de más para brindar, saquen ese vodka! (Comienza a buscar la botella de
vodka.)
RODRIGO: ¿Y Ehécatl?
SANTIAGO: Ya hablé con él. Continúa con nosotros. Ya viene para acá.
RODRIGO: Pero si vamos a hacer lo mismo, dale más juego, no seas cabrón…
SANTIAGO: Ya veremos.
AKETZALLI: Insisto en que habría que ver la manera de reestrenar la próxima semana…
ALBERTO: ¡Aquí estaba la botella, cabrones! ¿No que no? ¡Salucita de la buena!
Bebe. Los demás intentan arrebatarle la botella, pero ALBERTO la defiende pegándola a su
cuerpo. En un momento en que todos están trenzados tratando de hacerse con la botella, suena un
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ALBERTO: ¡Pum!
Silencio.
Salen corriendo SANTIAGO, RODRIGO, JIMENA y AKETZALLI. Se escuchan en off sus voces
dando gritos. Pasos corriendo aquí y allá, alarma y llantos en aumento. ALBERTO se dirige a la
cajetilla de cigarros y toma uno, lo prende. Cierra la puerta con seguro, y al cerrarla, el ruido
ALBERTO: Oh, habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, al que solucionó
los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo, aquél al que los ciudadanos
(Pausa.) "Si tú eres mi linda amiga, ¿cómo no me abrazas, di?... Brazos con que te
abrazaba, de gusanos los cubrí." (Pausa.) ¿Tiemblas, corazón? (Llora. Pausa.) Fúmele,
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excelentes… Todos mis cigarritos para ti, mi recabrona… hágase tu voluntad. (Pausa.)
Oscuro final.
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