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Universidad Veracruzana
Seminario Especializado
Teatralidad Carpera en México de Socorro Merlín
Geraldine Lamadrid Guerrero
1. Contextualización
La teatralidad carpera es una de las expresiones culturales y artísticas que se ubican en el
terreno de lo popular, el del uso y costumbre de una población determinada, con
características socioculturales particulares. Para el caso de México y concretamente de la
Ciudad de México, la carpa fue el espacio de interacción y entretenimiento de mayor
accesibilidad para la población. Esto responde a la naturaleza de su producción, los
costos de instalación, más bajos en las zonas de menor valor económico de las ciudades
(terrenos baldíos o abandonados por ejemplo), permitía instalar las carpas de lona y
ofertar boletos de entrada a precios más adecuados a las posibilidades de consumo de una
vasta población con dificultades económicas (vieja característica de la mayor parte de la
población en México), la que comúnmente es referida de forma genérica como el pueblo.
La carpa fue entonces la teatralidad del pueblo, no sólo por las cuestiones económicas
sino también por el tipo de temas abordados en las actuaciones y por la variedad de
pequeños espectáculos que se ofrecían a su interior como parte de un programa
variopinto. Las condiciones que permitieron el auge de las carpas durante el periodo
1930-1950, se deben a la consolidación del Estado-nación, a la crisis económica
internacional a partir del crack del 29, la inmigración campo-ciudad y la reestructuración
del campo laboral artístico en Estados Unidos y México (Merlín 1995: 16).
Considero que para comprender el carácter de las teatralidades populares hay que
destacar el papel de la fantasía, de la imaginación que liga la realidad con el
inconsciente. La fantasía es la única actividad mental que mantiene un mayor grado
de libertad con respecto al principio de realidad, inclusive en el consciente
desarrollado, en esta esfera se ubica el arte. Que se define aquí como el elemento que liga
los elementos constitutivos del inconsciente con lo productos del consciente. Existe una
doble conexión entre los instintos sexuales y la fantasía por un lado y por otro de los
instintos del ego y las actividades del consciente. La particularidad del análisis de la
fantasía en la propuesta freudiana revisada por Marcuse es que la relaciona con el
principio de placer, lo que fundamenta el carácter libre del mismo frente al principio de
realidad. La libertad de la fantasía tiene un alto precio y es la irrelevancia e inutilidad
según él, aunque yo no estoy de acuerdo con esta idea. De hecho, es contradictoria con
otra propuesta suya que plantea la posibilidad de cambio y de transformación de la
sociedad represiva, en la que el instrumento transformador es inicialmente la imaginación
para poder visualizar lo que se persigue. “La imaginación visualiza la reconciliación
del individuo con la totalidad, del deseo con la realización, de la felicidad con la razón”
(Marcuse 1953: 35).
Detrás de la ilusión se encuentra el conocimiento y así en el arte, la fantasía crea
un universo de percepción y comprensión subjetiva y objetiva. Esto nos conduce a un
análisis de la función cognoscitiva de la fantasía que es la estética. El arte constituye de
tal forma, la forma más tangible de acceder a lo reprimido tanto a nivel individual como a
nivel social, y la imaginación es el instrumento para superar la dominación.“El arte opone
a la represión institucionalizada la imagen del hombre como sujeto libre.” (Marcuse
1953: 35). De esta idea, se deriva que el arte existe en relación directa a la falta de
libertad. Pudiéndose afirmar que todas las obras de arte tienen un contenido arquetípico:
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la negación de falta de libertad que debe ser representada con la apariencia de la realidad.
Aunque se prive a la expresión artística de cierto grado de libertad para expresarse a
través de formas o elementos conocidos en los que tiene que traducirse la fantasía.
Uno de los ejemplos más claros de cómo se puede utilizar la imaginación para
escapar de la realidad represiva se da bajo la forma de soñar despierto. Se manifiesta
como un proceso del pensamiento que no obedece las leyes establecidas por la razón
humana pues conserva las estructuras y tendencias originales de la psique. Por medio de
ella podemos visualizar al individuo reconciliado con sus deseos. Presentándonos
posibles realidades fundamentadas en mayor o menor grado de conocimiento,
combinando elementos con libertad de asociación sin necesidad de apegarnos
estrictamente a un razonamiento que restrinja nuestras pulsiones.
Jung la define como “ actividad creadora de la que salen las respuestas a todas las
preguntas contestables”, “la madre de todas las posibilidades, en la que todos los
opuestos mentales como los conflictos entre el mundo externo y el interno están unidos”.
Desde el punto de vista de la sociología, este es el mecanismo que sirve de justificación a
muchas de las respuestas que los hombres han dado a su existencia, para poder
encontrarle algún sentido.
La imaginación tienen un carácter retrospectivo y expectante, algunos autores
consideran más valioso el carácter retrospectivo por ser el mecanismo de referencia a la
“percepción original”, pero yo considero más valioso su carácter expectante que es
también el que resalta Marcuse. Porque en él podemos depositar todas nuestras
inquietudes de innovación y transformación, individual y social, es donde la pulsión de
vida se hace más patente. Como negativa a la negación de libertad y de libre albedrío que
no se nos presenta a través del principio de realidad.
Freud, planteaba una idea de la civilización de tipo evolutivo. El punto de partida es
un suceso en la historia geológica, le sigue el inicio de la civilización para culminar en el
más alto grado de civilización en el que el hombre dejará de ser un animal histórico para
convertirse en sujeto racional, consciente que hace del mundo objetivo su campo de
realización. Pero este ideal de civilización se enfrenta a su propia realidad que tiene más
que ver con el fantasma del progreso, la inmadurez social y la escasez. Es frente a estos
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elementos que subyacen la vida cotidiana de los miembros de las sociedades modernas
donde la fantasía ocupa un lugar crucial como vía de escape a la opresión.
El trabajo se realiza en un campo de ausencia de libertad que no permite el libre
juego de las facultades de la imaginación y el deseo, pero como es una actividad
innegablemente necesaria para satisfacer otras disposiciones físicas y mentales, debe
definirse mediante la razón. Para lograr el orden no represivo las necesidades básicas
deberán ser satisfechas con un gasto mínimo de energía física y mental en un tiempo
mínimo, esta organización la indicará la razón y será esta una forma de aprovechar
alguna de sus potencialidades; de tal manera que la organización social del trabajo sea
redefinida con otra finalidad, la de alcanzar la libertad en otros espacios que ocupan la
mayor parte de nuestro tiempo pudiendo a la vez tener satisfechas nuestras necesidades.
La dimensión liberadora por excelencia es entonces la de la belleza, el arte, en la que se
conjugan la sensualidad y la razón.
Esta concepción estética es representa un esfuerzo mediador entre la sensualidad
y la razón, intentando reconciliar las dos esferas de la existencia humana, la individual y
la social. La sensualidad se ve reforzada frente a la razón estableciéndose la posibilidad
de que se libere de la represión racional para construir un nuevo principio de realidad no
represivo. El término original de estética significaba “perteneciente a los sentidos” con
énfasis en la función cognoscitiva, pero frente al racionalismo perdió su valor
cognoscitivo para reducirse a un carácter sensual. Es a partir de mediados del s. XVIII
que Alexander Baumgarten redefine el término como “perteneciente a la belleza y el
arte”. Instalándose así el orden de la sensualidad frente al orden de la razón represiva en
la búsqueda de constituir una nueva realidad con una base más sólida. “Los principios y
verdades de la sensualidad proporcionan el contenido de la estética, y el objetivo y
propósito de la estética es el perfeccionamiento del conocimiento sensual. Esta perfección
es la belleza.” (Baumgarten, 1750:14) Aquí encontramos el paso de la estética como
ciencia de la sensualidad a ciencia del arte, transformándose a su vez el orden de la
sensualidad en el orden del arte. El arte se contrapone a la razón para presentar la
sensualidad liberada de los tabúes. Opera conforme a las leyes de la libertad y por ello a
través de la imaginación se desarrolla el libre juego de la fantasía creadora, en lugar de
reconciliar ambos impulsos haciendo la sensualidad racional y la razón sensual, la
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civilización ha subyugado la sensualidad a la razón. Schiller establece que dicha
reconciliación es posible a través de un tercer impulso “el impulso del juego” y relaciona
la estética con la política como dos aspectos del mismo problema. Para superar el
problema político, represivo característico de la civilización, hay que pasar por la
estética, esto es por la belleza como camino a la libertad. La libertad es así la liberación
de la realidad socialmente establecida. La función estética es una parte de la existencia
humana y sólo basándose en criterios que la hagan universal podrá proporcionar los
medios para revolucionar las formas de percepción y sentimiento. A esta revolución se
llegará a su vez cuando la civilización haya alcanzado su madurez física e intelectual. La
belleza simboliza el campo de la moral que se rige por leyes propias, demostrando de
forma intuitiva la realidad de la libertad. La muestra indirectamente valiéndose de
símbolos porque la libertad no se corresponde con ninguna percepción de los sentidos. La
salvación de la cultura se dará cuando se logre sostener la moral en los principios de la
sensualidad. El mayor inconveniente es el tiempo, por tanto la humanidad se encuentra en
continua lucha contra el tiempo, para derrotar su curso destructivo. Finalmente añade que
para que la cultura sea libre se necesita dejar de enaltecer la razón para exaltar la
sensualidad.
Después de esta exposición sobre Marcuse aparentemente desligada de la
teatralidad carpera, considero necesario justificar que no se haya entrelazado esta idea
hasta ahora, pues me resultó necesario explicar de esa manera, esta interpretación del arte
en la sociedad.
La fantasía, el juego del deseo, el carácter expectante de lo que puede suceder
durante la fiesta, durante el evento teatral, durante el paréntesis de tiempo formal para
disfrutar de la lucidez del ingenio humorístico y los cuerpos semidesnudos de las tiples y
coristas, son en definitiva, elementos constitutivos de la carpa como espacio identitario de
disfrute. La necesidad de liberar el principio de placer que nos rige tanto como el principio
de realidad es imperante y dominante en el tiempo teatral. Esto nos da paso a la
comprensión de la carpa como un espacio en el que las relaciones de poder sucumben ante
el juego de la fantasía y son invertidos contínuamente los roles a través del uso del
lenguaje y los personajes y personalidades que ahí se reunían. En todos los tiempos
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buscamos la liberación, la realización de nuestra libertad a través de distintas formas de
relación y de representación humanas.
A modo de conclusión
Las circunstancias particulares de México en la década de los años treinta a los cincuenta,
favorecieron el auge de la teatralidad carpera frente a las formas artísticas hegemónicas de
diversión. La carpa representó en aquel momento el espacio de juego y liberación del
deseo de libertad frente a las dificultades socioeconómicas, la inestabilidad política del
momento y los sueños de libertad. La dominación es un juego de actores sociales en el
que cada uno ocupa una posición y juega sus mejores cartas cuando es consciente de
tenerlas o se deja llevar por el ritmo del juego dirigido entonces por otros, ya nos explicó
Pierre Bourdieu cómo operan las reglas del juego social, de los campos y de las
transacciones de capitales no puramente monetarios aunque sí de base económica. En la
teatralidad carpera se materializaron simbólicamente a través de las artes (canto, baile e
interpretación) los personajes de la vida cotidiana que hacían de medio catártico para que
los espectadores pudieran reírse de sí mismos. Los seres humanos no podemos vivir sin
elementos simbólicos e imaginarios a los que aferrarnos. Todos los tenemos, algunas
personas nos esforzamos por inventar los símbolos propios que nos guían en nuestra
existencia otros viven solamente de los símbolos que otros les otorgan. Los artistas de la
carpa supieron adecuarse a las exigencias de su momento histórico para satisfacer las
necesidades de su público, inventando a partir de su realidad los símbolos de
identificación adecuados, cuando el público de carpa se transformó y vió satisfechas sus
necesidades en las nuevas formas de representación artística y social, la carpa como
espacio de entretenimiento e identificación decayó, sin olvidar claro está, la fuerte
influencia que los medios económicos hayan tenido en esto.
Este ensayo de reflexión acerca de la teatralidad carpera me ha permitido
reconocer en mayor profundidad el valor de las expresiones artísticas populares en las
que la tensión vida-muerte, eros-tanatos, aparece con mayor sinceridad y pureza por ello,
entremezclándose en formas a veces difíciles de comprender o más complejas, que en las
formas de arte que buscan solamente satisfacer el goce estético y apegarse a cierto orden
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establecido en el ámbito artístico.
Bibliografía consultada
• Bataille, Georges. El erotismo. Editorial Tusquets; Colección Ensayo. Barcelona.
2002.
• Hernández Pacheco, Javier. Friedich Nietzsche, Estudio sobre vida y
trascendencia. Herder, Barcelona, 1990.
• Marcuse, Herbert. Eros y civilización. 1953.
• Martínez, Romina. Las “carperas” de Guadalajara. En Estudios Jalicienses No.
76. Revista trimestral de El Colegio de Jalisco. Guadalajara, México. Mayo 2009.
• Merlín, Socorro. Vida y milagros de las carpas. La carpa en México 1930-1950.
INBA/ Centro Nacional de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, Ciudad de
México. 1995.
• Ramos, Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. Secretaría de
Educación Pública. Lecturas Mexicanas 92. México. 1987.