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DERECHO VIEJO
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Diríase .. que en el cielo nos espera a los argentinos la idea platónica del
tango, su forma universal.
fibra tan particular del shibui, de esa apariencia amarga y triste de lo que
es esencialmente hermoso. “Un notable y joven pianista argentino, junto a
cuatro sobresalientes concertistas de cuerdas europeos, nos ha conmovido
“Lo Bello y lo Triste” del maestro Kawabata, parece haber encontrado su
música adecuada. Nos tapamos la boca ante tan grata demostración”. “No
lo puedo creer ¿Qué habrán escrito cuando estuvo la orquestra de Basso, o
la del maestro Salgán? ¿Qué habrán dicho entonces de Pichuco o de
Pugliese? Ni mi abuelo Yumba, se hubiese imaginado un comentario así”,
les había dicho Pablo a sus compañeros del quinteto, en el Aeropuerto de
Narita, al pie del avión, después de leer la nota.
apretando con todas sus fuerzas las teclas de un piano, hasta hacerlas
estallar por los aires. “Mis manos”, siguió pensando, “son tan importantes,
como las de un arquero de fútbol, como las de Amadeo Carrizo, como las
de Hugo Gatti, como las de Ubaldo Fillol; o como las de un asesino a
sueldo”, recordando una nota, publicada en una revista francesa, acerca de
la marcada gesticulación, con las manos y los brazos al hablar, que se
detectaba en hombres que usaban armas de fuego, recordando, también, las
manos grandes y enérgicas de Yumba, acompañando el ritmo del tango La
Yumba, con él sentado sobre su muslo derecho. Unas manos que ahora
tendrían, sólo, la capacidad de movimientos reflejos, por pura inercia del
sistema nervioso, que no podrían sujetar siquiera un trozo de algodón.
Casi tres años estuvo Pablo en París, excepto diez de visita a Buenos
Aires. Una beca para perfeccionarse en piano, otorgada por una fundación
francesa; casi siete años de formación en el Conservatorio, y más de diez
con, Vicenza, su profesor, permitieron la estadía.
Un año antes de terminar el colegio secundario, en Villa Urquiza, Pablo
comenzó a prepararse para la audición de La Fundación, una entidad
francesa, que becaba, anualmente, a un grupo reducido de jóvenes músicos,
para viajar a Francia, en la especialidad de piano y chelo. Ni su padre, ni su
abuelo, ni tampoco él estaban del todo seguros que lo iba a lograr. El
concurso sería por demás exigente, teniendo en cuenta que Pablo cursaba
sus estudios de Bachillerato por la mañana, si bien casi todas las tardes
asistía al Conservatorio desde que había concluído la primaria, y que
tomaba una clase semanal con su profesor. Sólo Vicenza, que desde que lo
escuchó tocar las teclas por primera vez, cuando tenía ocho años, sabía que
viajaría. Vicenza, venía observando desde un principio, que sería muy
buen pianista, que tenía oído, sensibilidad y que por momentos lograba
demostrar cierto talento.
-¡Sí! Mucho. Pero de eso ni una palabra. Lo sabíamos, como te dije, por
que hablábamos con una de las mujeres que trabajaban en la casa de él.
Con nosotros, como te decía, dale con Litz, Chopin, Mozart, Beethoben.
Tchaiskovsky. Nada de Firpo, de Greco, de Goñi, de Bardi, ni de De Caro.
La música clásica había entrado en casa por tu bisabuelo, un tano que era
fana de Verdi y de Rossini.
-¿Por qué, yo escuche tan poco de eso?
-Te debo una, dos tres ¿Que se yo cuántas? Me terminé enganchando
con el maestro Pugliese, por que además de ser comunista, para mí es el
que hizo más presente la música clásica en el tango. Escuhás a esa
orquesta, y notás que hay una pretensión de que suene como sinfónica, con
un toque a pampa, como dice “el maestro”. Te habré hartado de Pugliese,
pero también te hice escuchar a Tchaiskovsky y a Chopin. Me fui de tema.
-¿Qué importa?
-Tenés razón ¿Qué importa? Será el nene el músico de la familia. Te
aclaro que vos no sos inocente al respecto.
-¿Por qué?
-De vos puedo esperar hasta algo tan excéntrico como eso.
-No soy un excéntrico.
-No opino lo mismo. Comprarle un piano a Pablo de esas
características, con el peso extra de que tocaron monstruos de la categoría
de Wagner, Litz y Brahms. Me inquieta que semejante piano se convierta
en una exigencia. Todavía siquiera dio su audición en la Fundación. Elijen
entre el diez y el quince por ciento de los aspirantes. Matemática pura. Un
simple cálculo de probabilidades.
-Un buen piano excede a si viaja o no. No creo que le genere más
presión y exigencia de la que ya tiene, que tuvo y tendrá. Es un piano a la
altura de sus expectativas.
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-¡Bajá! ¡Vení que trajeron algo muy especial para vos!- le gritaron su
madre y su hermana, mientras su padre les indicaba a los fleteros el lugar
del living donde colocar el Bechstein de color negro.
Pablo, bajó las escaleras, descalzo, con una remera de dormir y unos
pantalones cortos desgastados, lenta y vergonzosamente.
-¡Apurate! - le dijo su hermana, al verlo bajar tan despacio.
-Piano, piano - respondió Pablo, sorprendiendo a todos. Quizás un poco
menos a su
padre.
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-El otro día escuché que Lawrence Olivier, en los ensayos de las obras
más serias, jugaba con el personaje que le tocaba interpretar, como
burlándolo. Ponía una voz finita y encogía el cuerpo para un personaje del
poder. Caminaba como un harapiento si se trataba de un aristócrata. Hacía
chistes si se trataba de un solemne. Una forma de sacarse el peso de
encima, de no caer en estereotipias. Me llamó mucho la atención- le
comentó su madre.
-Nosotros, lejos de ser actores, cuando preparábamos una materia difícil
en Ingeniería, inventábamos ecuaciones ridículas, con lo primero que nos
venía a la cabeza. Nombre de mujeres o equipos de fútbol - agregó su
padre.
-¿Me están queriendo decir que juegue como un chico con ese piano?
¿Que toque La
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Hacía casi dos horas que estaba tocando y decidió dar por concluida su
primera aproximación al Bechstein, nuevamente con un tango: Derecho
Viejo, de Arolas.
Una vez contaste, que cuando estuviste detenido, por comunista, por los
militares de la Revolución Libertadora, en el barco París, y los milicos
amenazaban con matar a todos los que estaban a bordo,te sucedió algo
extraordinario.Escuchaste que estaban tocando el himno nacional. Era
Pugliese al piano, perdón “el maestro”. Dijiste que nunca habías sentido
una emoción igual: la de ver a un hombre que con sus manos tocaba en
consonancia con el universo,sin esperar nada. Sin presente, sin pasado y
sin futuro. Lo recuerdo bien Yumba. Hoy, algo de eso empecé a entender.
Tu querido “nene”
noche para ir a bailar y de algún domingo por la tarde para ir a ver a River
Plate.
-Parece que no estás tan convencido de que vas a dar bien esa audición
para viajar a Europa dentro de un año. Me gusta que dudes, y me da miedo
que te vayas.
-De lo que estoy convencido es de que me voy a preparar de la mejor
manera posible..
Patricia le tomó las manos y le dijo:
-Tenés los dedos largos y fuertes; y las manos grandes. Creía que los
pianistas tenían manos pequeñas.
-Yo también.
-¿Vas a ser un pianista de música clásica?
-No lo sé todavía. Sé que quiero ser un muy buen pianista y que me
gusta mucho el tango.
-¿El tango? ¿Qué raro?
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-¿Raro?
-Sí. Le gusta a mi viejo y a mi abuelo.
-A mi abuelo también. Y mucho, como te conté. Desde chiquito lo
llamo Yumba.
-¿Por qué?
-Es una historia muy larga. La Yumba, es un tango muy famoso de
Pugliese. Un gran músico, que siempre formó orquestas extraordinarias,
con un énfasis en lo rítmico, muy particular. Yum, tiene que ver con una
marcación fuerte, y Ba, con una débil. Como me decía mi abuelo: “piano,
viene de pianoforte, piano quiere decir despacio y forte, fuerte.
-¿Vos cómo sos?
-Soy pianoforte.
-Me gusta. Me gusta que seas así - le dijo Patricia de manera risueña y
sensual.
-Me gustas. Me gustas forte.
-Piano, piano.
-Bueno. Hagamos todo en pianoforte.
-¿Me vas a hacer tanguera?
-No lo sé. Sé, que me gustas mucho - le respondió Pablo, mientras
comenzaba a besarla en los labios y a desabotonarle la blusa.
-Piano, piano, te dije.
-¿Qué tiene que ver que falten siete, cuatro, quince o un día para el
examen con venir a almorzar a mi casa? Viene el profesor. Un almuerzo,
por más prolongado que sea, no te va a hacer alejar de la música; ni puede
lograr que desaparezca el deseo de conseguir la beca; tampoco te va a
entumecer los dedos, ni va a producirte una otitis infecciosa de tal
magnitud que altere severamente tu capacidad auditiva.
-Yumba, Yumba. Todavía no aprendí a decirte que no.
-No. No. Forzado no. Es una invitación, no una obligación.
-Dale “abu”. Mañana doce y media estoy por tu casa ¿Qué vas a
cocinar?
-Matambrito de cerdo, tiernizado en leche, a la pizza , con papas a la
española.
-Me gusta.
-Mejor. El menú nunca lo deciden los invitados.
El profesor llegó media hora más tarde de lo acordado, lo que permitió que
Pablo y Yumba pudieran hablar sobre algunos temas que no pondrían de
manifiesto delante del profesor.
-¿Cómo va la cosa con tu novia? Si es que la podemos llamar novia.
-Bien. Digamos que la podemos llamar novia.
-Quedemos en que es tu novia. Siempre es bueno tener una novia.
Tener una chica que esté pendiente de vos, que te acompañe y con la que te
puedas relajar.
-Ya vas a conocer a Patricia, cuando crea que sea el momento
adecuado.
-Sí. Sí. No tiene por qué ser algo forzado. Si se da para que la conozca,
mejor.
-¿Cuánto hace que estás solo abuelo?
-Yo no estoy solo. Trato de no estarlo. Desde que murió la abuela, no
me volví a enamorar. Tuve y tengo buenas amigas. Muy queribles todas.
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Estoy bien así. A veces voy a milonguear, al teatro o a cenar con alguna de
ellas. Preparar una comida en casa para dos. Ya no espero nada. Hace rato
que perdí la esperanza. Trato de disfrutar cada momento hasta que me dé.
Como ahora, almorzar con vos y con Vicenza, que es un gran amigo.
-Yo estoy empezando a vivir. No me pasa nada de lo que decís, no
tengo esas sensaciones, pero creo entenderte ¡No la pasás mal abu!
-Y si me toca pasarla mal pibe, no hago dramas. Es peor. Sigo siendo,
de todas formas, medio cabrón. Medio cabrón en serio, medio cabrón en
broma. A veces, a pesar de los años, me atrapa el personaje. O me dejo
atrapar.
-Yumba, si fallo en el examen no me hago drama. Quiero decir, que me
voy a recontra calentar, pero lo volvería a intentar.
-¡Pará un poco! Con todo lo que estás estudiando. Con la pasión que
tocás. Ya aprendiste mucho más de lo que crees. Sabés, lo que es la
música. Tenés noción, de lo que es ser músico. Ya sos músico. Sos de
corazón caliente y manos disciplinadas, como dicen los rusos de sus buenos
pianistas. Algo de oído tengo.
-Patricia, cree lo mismo que vos.
-O es muy inteligente, o permitiste que te vaya conociendo esa chica
¿Cómo es ella?
-Es muy linda. En serio. Es suave y firme. Parece que te va a dar
siempre la razón, pero no. Sabe esperar. Me hace el aguante. Tiene el pelo
rubio, largo y con rulos.
-Van bien, entonces.
-Creo que sí. Pensé que me ibas a preguntar cómo me sentía antes de la
audición. Con qué músicos me venía identificando más. Cuales me costaba
más interpretar. Si estaba nervioso.
-Se dio así esta charla. El chamuyo verdadero, no se programa. Se da.
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-No. O podría haber sido que sí. Quiero decir que cuando tengo que
recomendar un piano, sólo pienso en quién lo va a tocar. Pianos buenos,
hay muchos, pero no todos son para todos. Hay algo en la personalidad del
pianista, que hace que no sea lo mismo un C. Bechstein, un Steinways, que
un Förster, en un mismo rango de precio. Algunos dirán que es una vana
sutileza. Tal vez lo sea, pero…
-Pero ¿qué te podemos decir profesor? Hace más de sesenta años que
tocás el piano.
-Son y no son tantos.
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-Profesor, nunca pensé que toca el piano desde hace tanto tiempo.
-Pura insistencia. No es ninguna virtud, tal vez sea sólo una manera de
soportar que vayan pasando los años. Cuando comencé a tomar lecciones
con un profesor del barrio, lo hice porque me daba curiosidad el piano,
también era un desafío para mí. Ustedes dos saben, que en mi casa había un
piano que había comprado mi abuelo materno y nadie lo tocaba. Me dio
ganas, y por qué no obligación. Recién cuando empecé a tomar clases con
don Gregorich Turbenko, me empecé a dar cuenta que quería ser pianista.
-Usted, me lo nombró más de una vez. Comentó que era un aristócrata
ruso, que se fue de su país después de la Revolución.
-Don Gregorich y tantos otros músicos. No es así profesor.
-Así fue. Stravinsky, Raschmaninov entre otros extraordinarios
compositores. Vieron que en Rusia le iban a quitar la libertad.
-La libertad y los bienes. Pongamos las cosas en su contexto histórico.
Todos los que se fueron, como Turbenko, pertenecían a la clase alta, a la
llamada aristocracia rusa. Una revolución es una revolución. Lo que estaba
de un lado iba para el otro lado, el lado mayoritario. Absolutamente todo.
Plata, bienes, ideas y privilegios confiscados. Tengamos en cuenta,
también, que hubo otros extraordinarios músicos como Prokófiev y
Shostakovich que decidieron quedarse.
para tu abuelo, sólo accedían, por falta de educación del gusto, a la música
etusiasta de Rossini o de Puccini, generadores de melodías alegres. Es
decir fáciles, por lo menos para algunos. Yo no pienso lo mismo. Como te
decía, los rusos decidieron crear un Conservatorio de Música, con dos
cedes: una en San Petesburgo, donde se formó Turbenko, y otro en Moscú.
De esos Conservatorios salieron los más conocidos compositores rusos. Al
rigor, lo consideraban fundamental para la formación musical. Y estoy de
acuerdo con ello. Querían, y lo lograron con creces, generar una música
propia que estuviese a la altura de la europea. Cuando comenzaron a
funcionar los Conservatorios, algunos nacionalistas lo consideraban una
extensión alemana en Rusia. En esa época muchos de los profesores, sobre
todo de piano, eran germanos.
-¡Che! Nos estamos olvidando de Turbenko.
-Tenés razón.
-¿No es lo mismo?
-¿Qué?
-¿Qué?
-Digo, la música rusa y la historia de Turbenko.
-De alguna manera sí, Pablo.
-Sí.
-La historia de la música no es ajena a cada época. Sin embargo,
cuando asumieron los comunistas, si bien todo lo vigilaban, para que nada
de la producción cultural atentara contra la revolución, la música rusa
siguió su propia evolución. Dentro y fuera de la Unión Soviética. El ballet,
al igual que la música clásica, en el caso de los rusos, como en todas las
épocas, conservó la esencia folklórica del lugar, por más que se utilizó ese
hecho como una demostración de nacionalismo político. Turbenko, nunca
dejó de ser ruso. “Disciplina y corazón caliente”, nos decía
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-Al Armenonville. Sí, lo comentó, durante los dos años que estuve yo,
sólo un par de veces, y con discreción..
-Turbenko no le decía casi nada a nadie. Lo poco que hablaba, lo hacía
dirigiéndose a todos en general.
-Yo no cocino nada. Voy a la rotisería y compro lo que haya. Si no, con
un poco de fiambre me conformo, y si tengo ganas de algo distinto salgo a
comer afuera.
Colón? ¿Te dijo alguna vez que fue pianista de la orquesta del Colón, por
cinco años, y que se fue por una pelea con el director? ¿Sabías que sus
compañeros de orquesta lo consideraban un pianista excelso?
-Bueno. Bueno. Digo lo quiero decir de mí, a cada alumno. Lo del
Colón, lo de la pelea no se la conté a ninguno de los que acompaño en el
recorrido del aprendizaje. Creo, que con decirte, como les digo a todos mis
alumnos, que siempre hay que tocar como si se estuvieras arriba del
escenario del Colón. Aunque te esté escuchando tu mamá, o el verdulero de
la esquina, es suficiente. De Rubistein ya les dije lo necesario. Primero lo
escuchan, después lo siguen escuchando hasta percibir, sentir que se toca
sin amaneramientos, pero de manera sensible, que el sonido tiene que salir
redondo, enérgico. Disculpame, me parece que tengo que bajar el volumen.
-Vos el volumen. Yo, el volumen y la velocidad.
Pablo, se sintió incómodo porque consideró que su abuelo había
expuesto al profesor. También, se dio cuenta de que Vicenza era un
hombre distinto, que amaba más de lo que creía a la música y que además
lo protegía.
-Sí. Pero no fue la pelea con Orgambide, lo que motivó mi ida. Aunque
no es lo habitual, o cueste creerlo, sentí en determinado momento, a veces
una pelea te hace pensar en otras cosas, que mi lugar no estaba en el Colón,
el lugar que más respeto en el mundo, si no dando clases en mi casa. Fue
una larga historia. Amores, inhibiciones, tal vez cierta comodidad. Pero a
no confundirse, elegí ser cabeza de ratón, sabiendo muy bien como es ser
cola de león. Para mis alumnos significo, la verdad es así, para los que
tienen pasta de pianista, alguien importante. Son estilos de vida
El día que Pablo tuvo que dar la audición en la. Fundación, amaneció
con lluvia. Con una intensa lluvia. Su padre, insistió en llevarlo en su
automóvil, pero él no quiso. Tampoco quiso que lo acompañara Patricia,
que había llegado empapada, a las siete de la mañana, a la puerta de su
casa. “Voy solo. Quiero ir solo. No sé si es por cábala o porque estoy
nervioso. Entiéndanme, les pido disculpas. Si llego hecho sopa a la
Fundación, no me importa. Cuando me siente al piano, ustedes me estarán
acompañando. No pretendo que estén de acuerdo conmigo. Es así”.
Patricia, le dio un beso en la boca, para después decirle al oído: “tu
abuelo, te decía una fuerte y una suave, como cuando me hacés el amor” La
frase, enterneció a Pablo. De inmediato recordó el patio de la casa de
Yumba, cuando sentado sobre el muslo de su abuelo esperaba la aparición
de una orquesta.
…..Cuando llegó a la parada del colectivo, ya tenía las zapatillas inundadas
de lluvia y la campera a medio inundar. El paraguas se le había dado vuelta
por el viento. Subió al 140, como si hubiese salido de una pileta de
natación, sintendo que el examen ya había comenzado. Pensó en Chopin,
que tocaba en público a pesar de la inhibición que le producía la presencia
de la gente. Pensó en Piazzolla, que pudo sentirse seguro de su música a
pesar de los cuestionamientos.
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….El viaje abordo del 140, se demoró por la cantidad de agua sobre el
pavimento. La poca velocidad a la que avanzaba el colectivo, le producía la
sensación que el tiempo también se ralentizaba, y que cuando se sentara al
piano tocaría en cámara lenta, lo que permitiría a sus examinadoras notar
sus defectos en la interpretación. Pero cuando el agua se desplazaba con
cierta violencia contra los frentes de las casas y edificios, por el efecto de
surcar sobre ella los vehículos, imaginaba que sincronizaba variaciones
musicales, golpeando con los dedos, puestos como garras sobre sus muslos.
Pablo, se bajó en la esquina de Corrientes y Alem, y caminó seis cuadras
y media hasta llegar a La Fundación, sintiendo bajo sus pies cierta
inestabilidad de la superficie, como si estuviese andando a orillas del mar.
….La parte de la audición con las partituras y arpegios, que había elegido,
resultó satisfactoria para los examinadores. Llegaba el turno de tocar sin
partitura, cuando comenzó a sentir cierta rigidez en los dedos de las manos,
particularmente en los de la derecha, y cierto zumbido en lo oídos. Temió
paralizarse. “Una fuerte y una suave. Una fuerte y una suave ¡Pianoforte
carajo!”, se dijo.
“¿Vamos con Bartok, dijiste?”, escuchó que le preguntaron como si él no
lo hubiese propuesto.
“¿Czerny les parece bien?”
-Guastavino.
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-¿Por qué?
-No sé. Es el más argentino.
-¿La música tiene nacionalidad para vos?- le preguntó el examinador al
que creía más exigentes de los tres que lo escuchaban.
-Para mí, sí. Chopin era polaco y por eso compuso Polonesas. Bach
tenía como nacionalidad la religión, a Dios, igual que Haydn. Tchaikovsky,
nunca dejó de componer como un ruso. Creo. Ustedes son los que saben.
Pugliese…
-Sigamos con Guastavino. Sigamos un poco más con Guastavino. En
otro momento hablamos de tango. Acá, estás tratando de aprobar una
audición para una beca de formación en música clásica ¿Lo sabes, no?
Pablo se sintió intimidado. Pensó en su profesor y en el profesor de su
profesor, Gregorich Turbenko. Turbenko lo entendería. Turbenko estaría de
acuerdo con su parecer. Los rusos siempre tuvieron en cuenta el folklore
de su país en su música.
cayendo sobre el agua, al ritmo de cada nota del piano, hasta hacerse, casi,
inaudible cuando cesó la lluvia.
…..Pablo deseo que el tiempo se detuviera, que esa sensación de plenitud
durara para siempre. Comenzaba a sentir sueño, no quería dormirse, o en
todo caso dormir para soñar con la continuidad de ese momento, cuando
empezaba el tercer movimiento: el Rondo Vivace, que lo invitaba a una
propuesta que, presumía, no defraudaría sus expectativas de mantener su
bienestar.
…..Volvía a llover y su estado de ensoñación parecía, apenas alterarse. El
movimiento ondulado del agua lo invitó a reanudar el nado, ahora en estilo
crol, de forma sincronizada, con algunas brazadas cortas y profundas, sin
terminar de extender sus brazos, alternando con brazadas largas, suaves y
de superficie. La melodía lo llevó a concentrarse en sus pies, como si la
música le indicara que debía acompañarla con un pataleo preciso, estirando
el dorso hacia arriba, intentando que sus pies estuviesen en la misma línea
recta que sus piernas para golpear contra el agua, como la paletas planas de
un remo, mientras el oleaje se desplazaba de pared a pared, lo que hacía no
sólo que le costara nadar en línea recta, sino que lo obligaba a desplazarse
meciéndose hacia los costados. Hacia delante, veía como las olas
descendían para comenzar escurrirse por las alcantarillas de las esquinas,
preanunciando que el concierto estaba llegando a su fin, provocando un
apuro por dar, la mayor cantidad de veces posible con sus extremidades
sobre el agua, más por placer que por ansiedad. Una ola emergió, de
repente, delante de él, con fuerza y altura, sobre la que se comenzaba a
montar una siguiente. Por detrás otras dos avanzaban para encontrarse en
un estallido que hizo elevar el agua hasta los cables de luz, que surcaban
por arriba de las veredas. Un último e inevitable revolcón, tan corto como
un orgasmo, después de girar en tirabuzón en el aire, como un bailarín, en
el final del tercer movimiento.
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ver que no aumentaba la diafanidad, sintió confianza. Algo, tal vez cierto
regocijo en su estado melancólico, hizo que comenzara a moverse
lentamente, como un mimo que simula el movimiento de un soldadito de
lata, a cuerda, que va sacudiendo toda su estructura, pareciendo que no se
puede mantener firme y está a punto de caer, y que se detiene cuando
concluyen las revoluciones,.que lo pusieron en marcha
-Si ya lo sabés.
-No puedo evitar preguntártelo.
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-No sé. Debe ser como decís. Yo la quiero. Igual ella está muy segura
de empezar Arquitectura. Sabe lo que quiere.
-¿Y?
-Si le decís si cambiaría de carrera por mí, dice que no. Si le digo que
se venga conmigo a París, no agarra viaje. Supongo.
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-Vuelvo en tres años ¡O antes! Seguro que en una año, año y medio
vengo de visita.
-En tres años, ni vos vas a ser el mismo, ni yo tampoco. Tengo ochenta
años. Después de los ochenta, las teclas del cuerpo comienzan a sonar
desafinadas.
-Abuelo, no tengo ganas de ponerme triste.
-Disculpá. Estaré empezando a aflojar. No te dije ¡comienza lo
desafinado!
-Vos, nunca aflojás Yumba.
-Si eso te hice creer, tenés una idea de tu abuelo un tanto sobrevalorada.
El tiempo, tal vez con algo de dolor, te ayuda a entender. Primero, recibís
una patada fuerte, que no sabés de donde vino, te revolcás un poco en el
césped y seguís jugando. Después, te dan otras patadas y te volvés a
levantar. Hasta que llega un momento, que ya no querés ni podés recibir
una pata da más ¡Nunca dejés de jugar, Pablo!
-No Yumba, te lo prometo.
-No tenés nada que prometerme.
-Hasta la vuelta, Yumba.
-Hasta la vuelta, Pablito. Sabés que…
-¿Qué, abuelo?
-No la vamos a rematar con un tango llorón.
-Totalmente de acuerdo
-¿A las seis de la tarde sale el avión?
-Sí, a las seis ¿por qué?
-Por nada. Pura curiosidad.
-Patri, seguro que un año, vuelvo por unas semanas ¡Pará de llorar por
favor, mi amor!
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-Chau, hijo. Va ir todo bien. Ya que hayas decidido viajar para crecer,
dice que va ir bien la cosa.
-¡Chau! ¡Chau! Chau Patri, chau mi amor. Chau mami. Chau, viejo.
Chau hermani…Mandelen un beso grande al abuelo.
“Ya lo sé, Pabló. Estás hargto. Tres meses con Gallo Ciegó, Nunca
tuvo novio, La Cayila, Degrecho Viejó, El Margne, Una noche de gagrufa.
Vamos bien Pabló, pienses lo que tú pienses. Sábelo”
-Bueno, Pabló agora vamos a comenzarg con otrós tangós, que seguro
conoces: Zorgro Gris, Grecuergdó, Mála Junta y A Fuego Lentó.
-Perdón, monsieur Luminé, y le voy a hablar en español. Usted me
trata como si yo fuese un francés que quiere iniciarse en la música exótica
del tango ¿Qué sabe usted de tango?
-Por favorg, Pabló. No viniste hasta aquí para discutirg, que sé o no
sé. Viniste para preguntargte y respondergte ¿Quiegrés música clásica o
tangó?
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llorar.
Fue Fabio, quien los motivó a formar un quinteto para hacer tango,
después de escucharlos tocar a dueto Zum, de Piazzola, Recuerdo, de
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Pugliese y Mala Junta, de De Caro. Fue Favio, quien los ayudó a buscar a
los músicos que podían formar parte de ese emprendimiento. Fue Favio,
quien convenció a Pablo de dirigir el quinteto que se conformó, sumando a
un violinista francés, un chelista rumano y un contrabajista danés que ya
tenían un recorrido del que carecían Philippe y Pablo. También, fue Fabio,
quien le sugirió a Pablo que el nombre del quinteto remitiera tanto a la
relación con su abuelo, como al estilo rítmico que intuía tendría el
quinteto.
-¿Y que otro nombre le podías poner? Gracias, espero que vaya bien.
Gracias Pablito por visitarme y por la noticia que me diste. Un regalo.
Chau, me voy a mi habitación.
-Abuelo. Yumba ¡esperá! Hablemos un poquito más.
-Ya está. Para atrás no se puede volver y para adelante, no hay na…
Vivo en una nube
-Chau, Yumba.
Después de la visita al geriátrico, Pablo, llamó a Patricia por teléfono para
decirle que no iba a encontrase con ella, como habían quedado, porque
estaba cansado y un poco triste. Le contó la charla con su abuelo,
intentando justificarse, pero no resultó.
-Lo sabía desde que dijiste que te ibas a París. Ya pasó todo lo que tenía
que pasar entre nosotros. Podemos vernos y charlar, sólo eso. No espero
más que eso.
-Patri, yo…
Pabló, terminó alquilando una sala de ensayos, que compartiría con una
banda de rock, cerca del Moline Rouge, a la que se accedía después de
bajar unos cuantos escalones, con una pesada puerta de entrada de madera,
que se hinchaba con facilidad por la humedad. El local de unos seis metros
por veinte, tenía las paredes cubiertas de restos de un empapelado, que
parecía haber sido de un color violáceo cuando lo colocaron, y pintado
luego de un dorado que se fue enmugreciendo por el tiempo; con un techo
de un tono oscuro impreciso, entre el gris y el verde; con grietas que
cuando llovía permitía filtraciones de agua, que caía sobre el piso de
parquet desparejo, al que le faltaban pedazos de madera; con dos tímidas
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orillas, con o sin guapos, con o sin aromas de tristeza, con o sin salidas y
puestas de sol sobre el Río de la Plata. Por momentos, sentía ganas de no
continuar con los ensayos, a pesar de que el quinteto sonaba cada vez mejor
y que se había comenzado a generar una química, que hacía que los tangos
fluyesen en un equilibrio cada vez mayor entre lo individual y lo colectivo.
Cuando Pablo notaba que alguna de las cuerdas se deslizaba en demasía
hacia lo melancólico, frenaba los ensayos de inmediato.
Emilie, se fascinaba cada vez que los visitaba para escucharlos tocar en
ese sótano de Montmartre, y los felicitaba con un pequeño y entusiasmado
aplauso. Philippe, sentía que ejecutaba una música que lo representaba,
como un puente de ida y vuelta entre su pasado y su futuro, como si el
tango expresara la historia de su vida. Jacques, disfrutaba sin sentirse
exigido, por lo que podía desplegar todo su virtuosismo y talento. Ejnar,
comenzaba a comprobar que, como el jazz, el tango le ofrecía una
posibilidad de experimentación, que no dejaba de abrírsele sin temor de
aburrirse, y Cornel, empezaba a comprender el entusiasmo de su abuelo por
el tango, a través de su propio entusiasmo.
-Vos sabés que nos es tan así ¿Por qué crees que no quiero terminar de
madurar? Puede ser, como decís, que algo de ello haya. Pero no se trata
sólo de eso.
-Vous savez ce, que je pense. Je pense que ce qui arrive à tous les
hommes quand ils choisissent d’être des hommes. Vous n’êtes pas unique.
-¿Es tan difícil de entender que esa piece d’ombres es una merde, una
cueva en la que me voy hundiendo? Como dice un tango “pensando
siempre en lo mismo me abismo”. Y esa sensación, no se la puedo
transmitir a los músicos. Es muy loco, pero me pierdo en el tono, en ese
sentimiento de que parece haber hecho causa el grupo. Ese tono, ese
espíritu es el que quiero para hacer tango. Para hacer música.
-¿Pourquoi ne pas parler à monsieur Luminié ?
-No, con monsieur Luminié no.
-Porquoi?
-Si bien me ayudó No estoy preparado todavía para hablar con él.
-Je pense qu’il est un bon moment pour le faire.
76
sacó el reloj, miró la hora, eran casi las veintitrés y treinta. “¿Habré
caminado más de las doce cuadras, que hay entre la sala de ensayos y el
departamento sin tener noción?”. Bajo la lluvia caliente de la ducha se dio
cuenta que hacía rato que tenía frío. Se secó, se puso una toalla sobre la
cintura, y otra sobre los hombros. Se calzó unas pantuflas de color blanco
de Emilie y se dirigió hacia la cocina. Encendió la luz y vio sobre la
mesada un plato con un poco más de un tercio de una tortilla de coles, y
una botella de vino blanco, con el corcho apenas puesto, con una cantidad
suficiente para un vaso. Comió, con tranquilidad, de parado, el tercio de la
tortilla con dos vasos de agua de la canilla, dejando la copa de vino como
postre. Abrió la puerta del dormitorio. Emilie, que parecería que dormía,
estaba desnuda y de costado sobre la cama, cubierta parcialmente por la
sábana y el acolchado gastado, que le cubrían el cuerpo en diagonal, desde
el hombro hasta el lado izquierdo de su cadera. Un diccionario francés-
español abierto, yacía sobre el borde de la cama, mitad sobre la superficie
de la sábana y mitad sobre el lomo del colchón.
Ejnar, que se sentía cómodo con el grupo, y con la música que iban
desplegando, tanto en los aspectos técnicos como emotivos, sabía que se
trataba de una experiencia, con principio y fin, aunque el fin aún estaba
lejos de sus intereses, por lo que le daba igual como decidieran llamar al
quinteto.
-¿L’Arolas?
subyacía una tristeza, que sin ser estentórea, permanecía casi sobre la
superficie de la melodía, sin dejar de conmover. Tampoco, que una
orquesta que se llamase L’Arolas, podría incomodar a nadie que le
interesase el tango, ni que la apóstrofe, como marca de lo francés (estando,
a favor de este último razonamiento, que el tango triunfó en Francia,
condición casi necesaria para que fuese reconocido en Argentina, como
muestra del paradigma de nuestro país). Además, él al igual que Piazzolla,
había entendido en París que se trataba del tango. Las razones, que se iba
esgrimiendo, agregaban racionalidad. Una racionalidad que conducía
nuevamente a la implicancia de Fabio en sus decisiones. Hasta ese
momento, no había percibido la magnitud que tenían para su vida. De
manera oblicua, sutil a veces, pero lo suficientemente importante para él.
La atmósfera parisina carecía de la humedad, otorgada a Buenos Aires,
pero para Pablo, algo que no se podía asir, que no se podía ver, que no le
impedía el paso, se hacía presente con un peso que comenzaba a agobiarlo,
a limitar su libertad, a meterse en su pensamiento como un quiste maligno
que comienza a expandirse en metástasis.
Cuando le comentó la idea de Philippe a Emilie, ella le dijo que, si bien,
no sonaba nada mal L’Arolas, el nombre que tenía que ponerle al quinteto
era el que é1 había elegido.
batalla del Marne. Se fue hasta una biblioteca, rastreo a Arolas, hasta
encontró, no sé cómo, el acta de su fallecimiento. Tengo una copia a mano.
-Pará, Fabio ¡Ahora, pará vos! Me dijiste que el nombre del quinteto
tenía que aludir a mi historia con Yumba y al estilo musical elegido ¿A qué
viene eso de Arolas?
-Si no entendés lo que te quiero decir, te vas a quedar enojado conmigo.
Sigo, “París, Hospital Bichart. El 29 de septiembre, a las once y cincuenta
y cinco fallece Lorenzo Arolas. Diagnostic Tuberculose Pulmonaire”.
Algunos dicen que lo mataron los macros parisienses, por arrebatarles una
francesita. Arolas era un romántico. Si es que murió de tuberculosis,
terminó su vida por la misma enfermedad que Chopin. Los dos muy
jóvenes y en París. No me quiero entrometer en la elección del nombre. Si
de alguna manera lo hice, no fue mi intención, si es eso lo que te preocupa.
-Bueno. Voy a proponer que se llama L’Chopin tangó ¡Y a la puta que
los parió!
-Sería original.
-Fabio, no me quiero enojar con vos.
-Ya estás enojado, mom ami.
-¡Dejate de hinchar las pelotas! ¿Cómo no me voy a enojar si me estás
boludeando?
Después de terminar la conversación con Favio, Pablo se sintió
apabullado. No podía con Fabio. Nunca había competido con él. Lo
respetaba como músico. Lo quería como amigo. Pero, por alguna razón que
desconocía lo hacía dudar de sí mismo, como si Fabio tuviese una
autosuficiencia de la que él carecía, que lo ponía en falta, que desbarataba
cualquier táctica que quisiera poner en juego con él, llevándolo a un estado
de constate interrogación. Fabio, se había convertido para Pablo, en una
especie de conciencia que tenía todas las respuestas a cualquier pregunta O
Fabio no era el que Pablo creía que era, o Pablo no sabía lo suficiente de sí
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mismo, o las dos cosas. Algo se había instalado en Pablo, así fuese que
Fabio desapareciera de la faz de la tierra. Empezó a pensar que si decidía,
más allá de que no estuviesen de acuerdo los músicos de manera unánime,
ponerle como nombre La Yumbera, al quinteto, ya no sería por que lo
quería, ni por que le parecía el nombre adecuado por el estilo musical, ni
por su historia personal, sino por afirmarse ante Fabio.
-Très argentine.
-¡Dame un beso!
Emilie había hablado con Fabio, o con Philippe. De todas formas a los
pocos días comenzó a tomar clases de orquestación con monsieur Luminié.
… A Pablo, le comenzó llamar la atención que Emilie le preguntara poco
o casi nada, de una vuelta que ella misma había propiciado. El asombro se
convirtió en sospecha, que se incrementaba porque ella casi no hacía
comentarios, cuando le hablaba de sus clases de orquestación, sospecha que
aun quedaba por fuera de la de las relaciones entre Emilie y Philippe.
-Vas bien con el tema de la orgquestación. Pegro lo que más valoro de
ti es que te has expuesto para lograrg tu objetívo.
-No hace falta que me lo comente, monsieur Luminié. No me resultó
fácil volver aquí.
-Lo comento porg que no cualquierg músico tiene la pregdisposición,
el cograje de volverg a sentargse aquí. Tú también tienes que valorarglo.
-Sigamos, monsieur Luminié.
-Es que hablarg de estos temas, forgma parte del apregndizaje.
-Ya me lo había anticipado. Tengo que tolerar sus clases.
-¿Cuándo voy a asistir a un ensaio? Tengo una idea, que quizás te
llame la atención..
-¿Qué idea?
-Yo tocaré el piano y tu segrás quien digrija.
-Me parece una locura.
-Puede serg. Inclúso sea una boludez. Pero cgreo que vale la pena
intentarglo.
-¿A qué viene este ataque de histeria? ¿Qué pasa? ¿Qué pasó? ¿Qué
mierda te pasa, Emilie, para que te pongas así? ¡Hablá, por favor! Me estoy
poniendo nervioso.
-Je pas qués ce qui me passe.
-¿Cómo que no sabés lo que te pasa? ¿Qué tiene que ver esto, con lo
que te pregunté?
-Je t’aime Pablo. Plus je ne peux pas dire.
-No te podés poner así porque me querés.¿Qué es lo que no me podés
decir? Acá hay algo más.
-Je n’aime que toi.
94
Emilie.
….Pablo, leyó tres o cuatro veces la carta. Sólo entendió, que lo que le
había pasado a Emilie era algo personal, su intimidad había sido
conmocionada. No sabía si esperarla, salir a buscarla, o que comenzara a
formar parte de su pasado. De todas formas, se sintió un poco menos
dolorido, como si el texto de la carta pusiese distancia con Emilie o con la
situación misma, y un poco más sosegado por el aturdimiento que le
producía esa especie de confesión que no lograba descifrar del todo, sin, si
tuviera que hacerlo por alguna razón, acaso de reciprocidad, poder escribir
lo que a él le estaba pasando. Pensó, con la parte suya que comenzaba a
anestesiar el dolor, que la melodía que había empezado a tararearle
aquella noche a Emilie al oído, podía convertirse en un tango. Salió del
departamento con el papel de la nota en la mano, por momentos le pareció
que mejor era dejarlo volar al viento. Si el destino sería el agua, por caer
dentro de alguna alcantarilla, todo se habría diluido; si fuese la vereda, y
alguien lo recogiera para leerlo, tal vez podría descifrar lo que no lograba
terminar de entender. Optó por doblarlo, y ponerlo en uno de los bolsillos
de su campera y enfilar hacía la piece d’ombres. Cuando se sentó en el
taburete, su primera composición tenía los primeros acordes, un motivo, un
98
Pablo aumentó sus horas como alumno con monsieur Luminie, y sus
horas como profesor de piano en el instituto de música en el que dictaba
clases desde hacía casi un año. El trabajo y el estudio, funcionaron como un
dique de contención al dolor, y a la tortura de no saber qué hacer con
Philippe y con Fabio. Pese a su estado, no quería perder el contacto con sus
músicos. Se juntaba con cada uno de ellos una o dos veces por semana,
excepto con Philippe, con el que podía mantener sólo conversaciones
telefónicas, que nunca superaban lo anodino, como para evitar entrar en
cuestiones espinosas, tanto para uno como para el otro.
lo que más le importaba en la vida, incluso más que Emilie y que las
disputas con Fabio. Cuando salieron del bar, después de haber estado casi
dos horas, ya era bien de noche. Hacia el sur partió Luminié, hacia el este
Pablo. Estaba a cuatro cuadras del pequeño departamento en la rue Lussac.
El trayecto le resultó fatigoso. Sentía que las piernas le pesaban. Por
momentos le faltaba el aire. Temía perder el equilibrio y caer al suelo, a
cada paso que daba. Estaba asustado, era aun demasiado joven para morir.
Intentó calmarse tarareando en voz baja la Quinta Sinfonía, de Beethoven,
sin lograr resultado, probó con La Yumba y el efecto aliviador fue tan
fugaz como una bocanada de humo. Pensó que si hablaba con alguien se
tranquilizaría. Se acercó a una cabina telefónica y comenzó a discar el
número de la casa de sus padres, en Villa Urquiza. Del otro lado escuchó la
voz de su hermana repitiendo “¡hola!”, tres o cuatro veces. Decidió colgar
el auricular, sin darse a conocer. Ya comenzaba a sentirse un poco más
tranquilo. Llegó al edificio de rue Lussac, como si hubiese terminado de
correr una maratón. Mientras subía hasta el segundo piso por escalera, la
señora Pompei, que había salido a recoger su gato, que deambulaba por el
edificio, lo saludo con extrañeza, o al menos eso le pareció a él. Ingresó a
la habitación y se metió bajo la ducha y comenzó a recordar como hacía el
amor con Emilie. La imagen de ella desnuda abriéndose a él, lo excitó.
Primero pensó en arreglárselas solo, después en ir en búsqueda de una
prostituta. Se cambió de apuro y salió a la calle. Sabía en que lugar del
Boulevard Saint Michel, podía encontrar lo que buscaba. La primera que
vio le pareció un tanto gorda y vieja, la segunda demasiado alta, la tercera
un poco insulsa. Fue la cuarta, una mestiza muy joven, de cabello enrulado,
menuda, con piernas bien formadas, pechos bien redondos, y ojos celestes,
con una sonrisa que parecía espontánea, más allá de lo que necesitaba
simular por su trabajo.
-Je dois foire l’amour.
107
esos a los que más que nada, les gustaba mirar, pero no lo hizo; sospecho,
sin equivocarse, que ese nuevo cliente, quería, necesitaba como le había
dicho, hacer el amor. Pablo, la observó, tendido a su lado, sin su campera ni
su remera, con el jeans desabotonado y el cierre a medio bajar, durante
cinco o diez minutos. Se deleitaba al contemplarla. La imagen de Emilie se
fundía con la de Sofie, bien podía ser el cuerpo de una, el de la otra.
-Ahora sí - le dijo Pablo, y se quitó los pantalones, y se puso de
rodillas en la cama frente a ella.
-Oui. Ahora sí, Pablo.
Pablo le quitó el corpiño y comenzó a besarla, le pareció que la piel de ella,
era más suave que la de Emilie, y eso lo excitó más. Sofie, cuidó de que
Pablo no se apurara. Ella también había comenzado a disfrutar. Hicieron el
amor cuatro veces. La última como quiso Sofie.
-Me gusta como follas. Lo haces con pasión, con bronca. Debes estar
rendido.
-Rendido a tus pies princesa - le dijo Pablo, y se echó a reír primero, y a
llorar después .
-Esto vale un poco más - le dijo Sofie y comenzó a abrazarlo.
-No pido descuento.
-Cuanta pena hay en ti. Me gusta que los hombres no escondan nada.
-Siempre se esconde algo.
Cuando salieron del hotel, ya había amanecido. La mañana de ese sábado,
se mostraba luminosa y fresca. Por el frío se abrazaron, por el frío y algo
más, que ninguno de los dos ni sabía, ni les importaba saber. Desayunaron
juntos en un bar que recién habría, sobre el Boulevard Saint Michele, y se
pusieron a hablar un poco, mientras tomaban café con leche y comían
croissant.
109
tensión del ensayo anterior. Cornel, supuso, al igual que Jacques que Pablo
había hablado con Philippe. Ejnar, quizás por tener unos años más que sus
compañeros, no creyó que la calma y la armonía durasen para siempre.
Monsieur Luminié, tampoco tomó ese equilibrio como definitivo, pensaba
que, como en la música, los ritmos podían ser cambiantes, no se podía
pasar de un tono otro, así por que sí, de todas formas disfrutó, conservando
cierta esperanza con cautela, conociendo cada vez un poco más a Pablo,
que siempre lograba alcanzar lo que se proponía, no sin disonancias. Los
temas para la primera presentación fueron consensuados, sin mayores
esfuerzos. Todos ya sabían que tocarían dos o tres temas de Arolas, seguro
que tres de De Caro, de Troilo y de Pugliese, y dos de Bardi, de Rovira y
de Piazzolla. Tres semanas y seis ensayos habían considerado como
suficientes antes del debut, en un pequeño teatro de Amiens, de buena
reputación por la calidad musical de los espectáculos que se ofrecían en el
lugar.
Pablo, apretándole con fuerza la mano, con la mirada fija en él, vacilante
entre el enojo y la necesidad del encuentro.
-Sólo, vine a escucharlos. Me dijeron que están tocando muy bien. Si
sienten que por sola presencia molesta, me voy. Tampoco vine para
quedarme todo el ensayo. Quería escucharlos tocar un par de temas. Yo
también estoy ansioso por el debut de ustedes.
El silencio cubrió la sala, y Pablo que estaba muy atento le dijo: “Me
alegra que te intereses por nosotros. Hacemos algo de Piazzolla y nos das
tu opinión. Será bien recibida”
Pablo comenzó con Zum (hasta ese momento se había decidido que
fuera un solo de piano). A mitad del tema, como si lo tuviese ensayado, lo
miró a Jacques y con un gesto de su cabeza, le indicó que improvisara. Al
terminar Fabio aplaudió.
-Magnífico, los felicito.
-Creo que salió bien. No sé si es una interpretación magnífica.
-Oui ¡Magnifique! - ratifico Philippe
-Vamos de nuevo, ya que sale magnífica. Sumate vos Philippe, como
segundo violín.
Cornell y Ejnar, se miraron entre sí, sin entender lo que estaba haciendo
Pablo, si bien la interpretación merecía elogios. La tensión iba siendo la
nota predominante en la sala de ensayos. La versión en la que se incluyó
Philippe, también sorprendió a Fabio. Pablo, temiendo que el descontrol lo
superara, decidió terminar el ensayo luego de las dos interpretciones de
Zum. Cuando Fabio terminó de saludar a todos para felicitarlos, sin haber
escuchado ejecutar ni a Cornell, ni a Ejnar, Pablo le pidió que se quedase.
-Hace rato que quería hablar con vos. Después de esa discusión, que
tuvimos por teléfono, no hablamos más ¿Cómo están tus cosas? Supongo
que bien.
-Estás cambiado Pablo. Te veo irritable, a la defensiva e irónico. No
pude escuchar al quinteto, tocaste vos y realmente me encantó, lo sumaste a
Jacques y después a Philippe, que sé cómo toca.
-Sí. Estoy a la defensiva. Además, aprendí algo de ironía de vos. Me
pasaron muchas cosas, o tal vez una sola. Vos tampoco pareces estar bien.
-No del todo. El conejo, se metió adentro de la galera. Por momentos,
siento que a la galera se la llevaron. Se acabó la magia.
-Parece, que la única magia puede estar en la música. Siento que
pasamos de amigos a enemigos, por lo menos para mí, y ahora no se si
decirte que estamos aliados en la desgracia.
-No entiendo una merde. Apenas tomamos un par de copas de vino.
-Me parece que vamos a tomar unas cuantas más.
-Sé que te separaste de Emilie. Una pena.
115
horas y medias para subir al escenario, tiempo suficiente para acostarse con
Sofie, si la encontraba, dormir un poco, juntarse con sus músicos a las
quince, en Gare du Nord, para llegar a las dieciséis al teatro, en Amiens, y
hacer los ajustes antes de la función.
A eso de las dos de mañana cuando volvió al Boulevard Saint Michele,
vio a Sofie caminando sola. Ya había concluído su jornada laboral, que
había comenzado a las diecinueve. Ya no tenía ganas de más clientes.
-Estoy cansada chabal. Me puedo reír contigo, pero no quiero follar
más por hoy.
-No importa. Te pago por dormir juntos.
-No te creo. Eres muy pasional, argentino ¿No te cansas de la música?
Yo me canso de follar.
-Sofie. Si no quieres follar conmigo, no importa. Necesito dormir
contigo.
-Conmigo o con cualquier mujer que te consuele.
Caminaron hasta el mismo hotel en el que se habían acostado, la primera
vez , riéndose de manera cómplice por decir ambos parte de la verdad,
Sofie porque si bien estaba cansada follaría con Pablo, antes o después de
dormirse; y Pablo por que quería tener sexo con Sofie y también dormir
con ella. Sofie, se descalzó al ingresar a la habitación, arrogó sus botas
cortas de color azul a un costado de la cama, Pablo la imitó y tiró sus
zapatillas Adidas, y sus medias deportivas al otro lado de la cama. Se
miraron con placer, disfrutando el uno de cada movimiento del otro, sin
saber si se iban a terminar de desvestir. Sofie, giró sobre si misma y se
despojó de la campera de jeans que llevaba puesta. Pablo, copió el
movimiento y se sacó la suya. Volvieron a mirarse a pura risa. Sofie, bajó
el cierre de su pollera azul para hacerla llegar hasta el piso con un
movimiento de ondulación de sus caderas y piernas. Pablo comenzó a
mirarla y a excitarse, mientra hacía caer su jean sin la cadencia de Sofie.
119
Con la blusa, también de color azul puesta, se sacó las medias y lo abrazó a
Pablo de la cintura. Pabló la besó en el cuello. Sofie, entrecerró sus ojos,
echó su cuerpo hacia atrás y le fue levantando la remera gris de algodón a
Pablo. Pabló le desabrochó la blusa con cuidado, aprovechando para
deslizar sus manos por el torso y los brazos de Sofie. Cuando intentó
liberar el corpiño, Sofie lo detuvo. Tomó las manos de Pablo y se llevó
cada uno de los dedos a la boca, apretándolos con sus labios y
succionándolos desde la base. Pablo, con los dedos aun húmedos la arrojó
sobre la cama. Acostados, uno frente al otro, se quedaron en silencio.
Cuando Pablo, intentó sacarle la bombacha Sofie le dijo que todavía no era
el momento, que estaba cansada y quería dormir un rato.
-Espero que no les moleste que vaya con ustedes - dijo Fabio.
-Sos bienvenido. No sé que piensa el resto - respondió Pablo
O por estar de acuerdo, o por que les resultaba indiferente, o por que no
querían contrariar a Pablo, Cornel, Ejnar y Jacques aceptaron la compañía
de Fabio, afirmando con un gesto de sus cabezas, que podría definirse entre
lo leve y la indistinto.
121
Luego de hablar sobre algunos arreglos, Pablo decidió salir por unos
minutos, porque le pareció escuchar a Fabio conversando con una mujer
joven, que podría ser Emilie. Con la excusa de la necesidad de ir al baño,
salió al pasillo y comprobó que ninguno de los dos estaba allí. Apurado
retomó la charla con el grupo, para evitar desconcentrarse, que era lo que
más temía.
Las butacas, estaban ocupadas en casi sus dos tercios cuando salieron a
escena. Al ver los asientos cubiertos hasta donde les permitía ver la luz del
escenario, los cinco se entusiasmaron. Pablo, pronunció para sus músicos
las dos sílabas que indicaban el comienzo, definían al grupo y al estilo
musical: yum - ba, y el debut se puso en marcha.
primero que pensó fue en no decirle nada a Fabio, pero por culpa, o por
honor, o por acatar una orden, o por el grupo, o por todas esas razones
superpuestas buscó a Fabio, que estaba sentado en medio de la segunda
fila, que de inmediato se dio vuelta y corrió hacia la salida del salón. Emilie
estaba con una amiga, en la puerta del auditorio, y aceptó el pedido de que
se quedara para hablar con Pablo.
Cuando quedaron los dos solos, caminaron casi sin decirse palabras que
los comprometieran, pero que insinuaban el principio a la introducción, de
lo que ninguno de los dos sabía, con las heridas que llevaban a cuesta cada
uno: si se trataba del fin de una relación, o de un reencuentro.
Emilie, espero que la besara. Sólo podía dejarse asir por él, como un
objeto, que esperaba fuese de amor.
Emilie le dijo a Pablo que se sentía cansada, que era tarde para abordar
un tren a París y le pidió que la acompañase hasta un hotel, y, si él quería,
pasaran la noche juntos. Pablo, sin sentirse despejado decidió dormir con
ella. Habían visto en el recorrido hasta la Catedral un pequeño alojamiento
a orillas del Somme, que parecía económico.
127
“Je ne peux pas te pardonner. Mais tu pardonne-moi”, para que fuese oída
por ambos.
-¿Qué te pareció?
-Il y a tant de amour dentro de ese tango. Fuera, je ne sais pas.
-Dentro de un tema todo es seguro, como en un cuadro, como en un
libro.
-Je suis fuera. Intempérie.
-Yo no sé si saldré alguna vez a esa intemperie. Si asomo la cabeza a la
intemperie, enseguida la meto adentro. Miro por la ventana. Hacer música
es observar por la ventana, y contar lo que estás mirando.
-Je suis así.
Antes que Pablo le respondiera, Emilie, tomo su bolso, que había dejado
apoyado al pie de la silla, y se fue sin decir palabra, cerrando con suavidad
la puerta del departamento. No parecía un acto determinado por el impulso,
no parecía un especulación para que Pablo saliera detrás de ella, siquiera
que no había soportado Bordeaux et Bleu, al que ella le hubiese cambiado
el orden de los colores. Más bien la sensación de que después de
reconocerse en esa música, en los acordes más marcados y rítmicos, de
verse expuesta a la intemperie, decidía regresar sola a su departamento.
Volvería a ver a Pablo, o no, tanto por lo que él decidiera como por lo que
ella decidiera, pero sabiendo que no serían los mismos. Tenía razón Pablo,
132
Monsieur Rodez los esperaba sentado en una mesa circular, vestido con
un traje de lino blanco, un sombrero Panamá con una vincha negra, y una
camisa de seda celeste desabotonada hasta donde termina el esternón. Una
botella de champagne en un balde, con la correspondiente servilleta
rodeándola, ya había sido descorchada. Mientras Pablo y Jacques, se
sentaban, entre risueña y tímidamente, monsieur Rodez comenzó a verter
el Pommery en dos copas, mientras los saludaba inclinando la cabeza.
140
ductilidad y que conduces un grupo, que no sólo suena muy bien sino que
además tiene una sensibilidad que logra llegar a la gente. Por eso estamos
aquí ¿Entiendes?
Pablo, entendió lo que le decía Rodez por su literalidad, también que valía
la pena empezar confiar en ese hombre que se parecía a Gerarde
Depardieu , pero de pelo negro y reteñido, con cara de boxeador y de
alcohólico, con el cuerpo de un rugbier después de años de haber dejado
las canchas, y un andar de elefante.
-Estuve pensando, por que algo de oído tengo, por cuestiones de
formación y de experiencia, que…
-¿Eres músico Antoine? - preguntó Pablo, interrumpiéndolo.
-Mira, tenemos tiempo. Les dije que me gusta hablar de mí. No nos
apuremos, habrá champagne, si quieren, hasta que estos caballitos
empiecen a girar ¡Nadie se va de aquí sin ver moverse a estos corceles
alrededor de uno!
-Allons - nous parler des tournées?- le preguntó Jacques, haciendo reír
a Antoine y a Pablo.
-Ya vamos a hablar de giras, Jacques ¡Son peor que las mujeres,
ustedes dos!
-Somos músicos. No contestaste la pregunta que hice - le respondió
Pablo.
-Nos vamos a divertir con La Yumbera. Ya nos estamos divirtiendo.
Buena señal.
-Un signe de quoi? – le preguntó Jacques.
-Sin humor no hay nada que valga la pena. No me gustan los músicos
sin humor, menos aún las mujeres que no lo tienen. Trato de tomarme la
vida con humor, llevo años representando artistas. Cantantes líricos, bandas
de rock, alguna que otra filarmónica, pianistas, grupos de jazz y de música
celta. Sin humor es imposible tratarlos. Por eso sé cómo venderlos.
143
que más me atraían, además de las mujeres, podían confluir en una sola: ser
representantes de músicos, pero no de cualquier músico. Como les dije
aprendí a diferenciar de muy chico, no sólo la seda del percal como se dice
en los tangos, sino la seda de mora, de hilos finos y uniformes, de la seda
bourette que tiene restos de capullo y cola de seda.
-Percal no somos, seda mora tampoco - dijo Pablo, mientras Jacques lo
miraba, sacudiendo la cabeza para compartir la opinión.
-Por lo que los escuché son seda bourette, y no es poco mis queridos
Yumberos. El tango, es pura seda bourette, de las mejores, si fuera seda
mora no sería tango. Seda mora es la música clásica. Es Rubinstein y tu
compatriota Marta Argerich. Ella eligió ser seda mora, sino hubiese
elegido el tango, que interpreta de manera extraordinaria, cuando lo hace.
Por eso les dijo que con seda bourette, es suficiente. La belleza la podemos
encontrar en cualquier música. Eso es lo que busco, como con las mujeres –
expresó Rodez, riéndose con ganas.
-Et va fini à la quatrième bouteille de Pommery ! – comentó, muy
suelto Jacques.
-Todavía, no alcanzan para mí, para que empiecen a dar vueltas los
caballitos.
-Yo, casi los veo girar - dijo Pablo, que comenzaba estar mareado por el
efecto del champagne y de la conversación.
-J’ai vu à l’un des chevaux se mouvoir - agregó Jacques.
-Por hoy ha sido suficiente. Uno de ustedes ha visto moverse a uno de
estos caballitos. Ya saben algo de mí. Evalúen si confían. Si les parece, los
espero pasado mañana a cenar en mi departamento. Está a unas cuadras de
aquí, sobre la misma Promenade des Anglais. Disfruten de Niza, de sus
mujeres. Hay para elegir, vienen de Alemania, Italia, Holanda, Inglaterra.
Hasta hay francesas, que no siempre son las más interesantes.
145
los detalles sin que necesitemos una lupa. Cada moldura, cada textura, cada
contorno que nunca es lineal; cada diseño de tapizado, me amplían la
posibilidad de cada acorde. Para la moral, y no puedo dejar de pensar en ti
Pablo, porque has nacido, como yo, en Argentina. La ostentación, que a
través del alarde, revela, pone de manifiesto, lo que se ve, está en general
mal conceptuada. A través de este estilo, que fue criticado en su momento,
la aristocracia francesa pudo dar lugar a lo lúdico y a lo sensual. No creo en
los músicos que dejan de lado su capacidad de jugar y su sensualidad. Y
esto no implica que se haga una música dulce e inofensiva. Al contrario,
produce una música que hace emerger los sentidos. Los que en cada uno
despierte. La vie elle-méme.
Por si no resultase poco la exuberancia de Rodez y del lugar, se sumaba
a ello Julie, presentándose con la fuerza de sus convicciones. Pablo,
comenzó a dejar de verla con ese dejo de palidez en su rostro, y como a una
mujer que al primer golpe de vista le hizo creer que pasaba inadvertida por
la vida Tendría por lo tanto que estar a la altura de la circunstancias, lo que
implicaba un esfuerzo que intentó alentar con más copas de champagne,
que con ostras. Jacques, fue quién siguió la conversación como en un
ambiente familiar, que en realidad lo era, para él, por provenir de una
familia adinerada con pretensiones de aristocracia. Rodez, mientras
permanecía callado, no dejaba de observar a Pablo, pensando que si no
lograba integrarse a ese ambiente que le resultaba ajeno y apabullante, no
los representaría, ni Pablo dejaría que los representasen.
que hicieran Bordeaux et Bleu. Sin haberlo hablado, dos dos, esperaban esa
solicitud.
La propuesta que les había hecho Antoine, antes del último sorbo de
Pommery, los sorprendió tanto por lo abultado de la cifra que cobrarían,
como por el alto porcentaje con que se quedaría Antoine de la gira de unos
veinticinco días, por Bruselas, Ámsterdam, Berlín y Múnich. En un mes
ganarían un poco más de ciento cincuenta mil euros. Más dinero del que
podrían juntar los cinco, durante dos años en los trabajos que venían
realizando. El monto definitivo, tal vez podría ser un poco inferior, lo
mismo podría suceder con la cantidad de conciertos. Se trataba del
153
La cifra del monto del primer contrato, no difería de lo que Rodez les
había anticipado a Pablo y a Jacques, una semana antes; tampoco los
lugares de presentación, ni la cantidad de actuaciones, ni el porcentaje de
las partes. Se agregaba a lo que habían conversado en el departamento de
Rodez, la grabación de dos discos, con una docena de temas a elección del
representante, en los próximos treinta días de firmado el contrato, del que
recibirían un anticipo, y la exigencia de ensayar tres horas diarias, de lunes
a viernes, hasta el comienzo de los conciertos. La fecha de firma del
155
El prestigio de los teatros donde debían actuar, hizo que Pablo, además
de sentir un reconocimiento, en lo personal, que estimaba superaba sus
condiciones como músico, se imaginara como si tuviese que tocar en
diferentes salas de un solo gran teatro. Recién cuando el tren se detuvo en
la Estación Central de Ámsterdam, tomó conciencia de que el Real Carré,
donde subirían a escena la noche siguiente, no era sólo el teatro más
importante de la ciudad sino que además, cinco años antes, habían estado
allí Pugliese con Piazzolla. Esa actuación, que no había pasado inadvertida
en el ambiente del tango, y que algunos le habían dado, incluso, la misma
trascendencia que a la presencia de Pugliese en el Teatro Colón; de la que
se comentaba que el público terminó aplaudiendo de pie, durante quince
minutos al maestro; de la que se creía que fue un encuentro, de tal
magnitud, que no podría repetirse; del que algunos conjeturaban como el
mayor homenaje al tango realizado por dos de sus mejores hijos, y a su vez
dos de sus mejores padres, que habían llegado hasta los límites de la
expresividad; de que más y mejor que ellos dos no se podía hacer tango; de
la que Pablo estaba al tanto desde que el acontecimiento fue reflejado por la
prensa argentina, sin poder evitar emocionarse, cuando se enteró, de sólo
imaginarlos a los dos juntos, haciendo La Yumba y Adiós Nonino;
expresando en escena, la mutua admiración, según comentrios,
compartiendo la misma búsqueda, manifestando, como consecuencia, que
había más de lo que se suponía en el tango, mancomunados por el talento y
la creencia de que la belleza es posible, y que apareció, en la dimensión de
lo que para él significaba, cuando salía de la estación de trenes, al sentir
que le faltaba un poco el aire, que se le entumecían los dedos de las manos
165
Rodez, que no había viajado con ellos, los esperaba, con impaciencia, en
el hotel Toren, donde estarían alojados por seis días. Estando a diez, quince
minutos, de a pie, de la Estación Central, pasada dos horas, de la llegada
del tren, los integrantes de La Yumbera, no se habían hecho presentes.
Pablo, para intentar calmar la ansiedad, de la que comenzaba a sentirse
prisionero, convenció a sus músicos de tomar un café y unas ginebras en
un bar a metros de la estación. La propuesta fue aceptada con alegría por el
grupo, que a pesar de que recién comenzaba la mañana, imaginó que una
copita no vendría mal. Philippe, Jacques y Cornel, con una sola rueda de
ginebra se dieron por satisfechos. Ejnar, acompaño a Pablo hasta la tercera.
A pesar de que todos se dieron cuenta que a Pablo algo le pasaba, él siguió
hasta la sexta, que no se convirtió ni en la séptima, ni en la novena porque
sus compañeros lo frenaron. Cuando llegaron al Toren, Pablo estaba
tranquilo, también borracho. Fue la primera vez, que Rodez se enojó con él.
No resultó convincente, o al menos justificable, que Pablo le argumentara a
Rodez que habiéndolo visto tomar, no era quien para reprenderlo, que no
era ni su asesor moral, ni su padre.
El primer ensayo en el Real Carré, estaba fijado para las trece treinta, y
haber ingresado al hotel casi a las once de la mañana, estando Pablo en un
estado que requería mucho más que el tiempo que mediaba entre la llegada
y la partida hacia la sala teatral para estar en condiciones de tocar, alteró los
ánimos de Rodez y, de a poco, también los del resto de los músicos, a
excepción de Ejnar. Pablo se duchó tres veces, con agua casi helada, y
tomó medio litro de café en el lobby del hotel. Cuando llegaron al Real
Carré, Pablo comenzó a temblar y lagrimear delante de sus compañeros, y
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Rodez, les ordenó que ingresaran de inmediato a los tres (habían pasado
diez minutos del horario convenido para comenzar con el ensayo). Ejnar y
Philippe, entraron de inmediato. Pablo, solicitó que lo dejasen dar solo una
vuelta a la manzana del Real Carré, como un principiante en natación que
no se zambulle ante la orden de su instructor, con la escusa de necesitar
recorrer el borde de la pileta antes de ingresar al agua. Rodez, no le
concedió el pedido. Pablo, igual pegó la vuelta para poder ingresar, sin
dejar de temblar, ni de lagrimear.
167
La noche del debut en el Real Carré, Pablo subió al escenario casi sin
poder haber dormido durante las últimas treinta y seis horas. Rodez, lo
había invitado a almorzar para intentar aplacar el estado de ansiedad de
Pablo, sabiendo del peso que significaba, que en ese teatro, habían tocado
juntos Pugliese con Piazzolla. Rodez, trató de relativizar esa actuación que
resultaba mítica para Pablo, diciéndole que ni un músico, ni el otro eran
dioses, que impedían que un mortal accediera a ese templo, y que si bien el
Real Carré era un teatro de prestigio en toda Europa, no era ningún templo.
Pablo, entendía lo que Rodez intentaba explicarle, pero sentía que no
estaba preparado para afrontar ese escenario. Presentía, al contrario de lo
que le decía Rodez, que una vez sentado al piano, estaría solo en ese
templo porque los dioses lo habrían abandonado. La única frase, de Rodez ,
168
que lo calmó un poco fue: “bueno, mon ami, alguna vez te tenía que pasar”.
Antes de comenzar la función Pablo le dijo a Rodez, “no te voy a
defraudar”. Fabio y monsieur Luminié, estaban en primera fila, atentos y
preocupados por Pablo, por los que les había anticipado Philippe. En el
primer tema, A Evaristo Carriego, monsieur Luminié notó a Pablo un poco
perdido. En el segundo tema, Lágrimas, Fabio le comentó a monsieur
Luminié los extravíos de Pablo. Recién en el quinto tema Nunca tuvo
novio, Pablo pudo concentrarse en la música, y fue tomando vuelo para
dejar atrás esa soledad que lo angustiaba. La actuación, terminó bien
arriba, cada músico pudo lucirse cuando correspondía, y la orquesta sonó
con fuerza y equilibrio. El público aplaudió con entusiasmo a La Yumbera,
y en particular Rodez, que lo hacía por Pablo, por no haber defraudado a
las autoridades del teatro y sobre todo por Julia Elena, su mujer, quien
había hecho lo imposible para facilitar la presentación en el Real Carré,
haciendo uso de su prestigio como pianista, poniendo en juego su
reputación.
Al salir del teatro, junto al resto del quinteto, Pablo vio, con sorpresa, a
Nathalie, que había decidido asistir a la presentación de La Yumbera, para
demostrarle, por pura presencia, su interés por él. Pablo, se quedó parado
frente a ella, sin saber que decirle.
Pablo, salió del hotel sin terminar de entender lo que pasaba. Rodez,
parecía haber sido claro: Cornel intentó seducir a su mujer, sin saberse en
que había consistido ese intento: si fue sólo verbal, si quizo besarla, si ella
le había dado sólo alguna señal, si habían tenido sexo. También parecía,
172
-¿Y Cornel?
-A continué de prendre une bière dans le parc. Nous t’avons vu passer.
-¿Qué es lo que pasó?
-Ce qui n’avait pas à passer
-¿Y cómo está éll?
-C’est mal. Il veut partir du groupe
-¡La puta madre!
Pablo fue con Jacques al encuentro de Cornel, sintiendo que la situación
se le escapaba de las manos. En sus cavilaciones, al salir del hotel, no se
había detenido a pensar en la posibilidad que se podría considerar era lo
obvio: Cornel se había acostado con Julie. Todo podía terminar de repente,
si bien Rodez parecía no estar dispuesto a cancelar ningún contrato, ni a
mostrarse afectado ante los integrantes de La Yumbera. Recordó,
comenzando a sentir el frío de Berlín, cuando Emilie le dijo que había
estado con Philippe.
-Philippe, se acostó con Emilie. Eso, me hizo muy mal. Sé, que todos lo
saben, pero hasta ahora no se lo dije a ninguno de ustedes.
-J’ai pensé que tu n’allais jamais le dire – dijo Cornel.
-C’est un orchestre de cocus - comentó Jacques.
-Cocus?- preguntó Pablo.
Y Jacques agachó un poco su cabeza, colocando sus dos dedos índices,
levantados, a cada lado de la frente.
Los tres, rieron con ganas cuando estaban por ingresar al hotel. Al entrar,
para tranquilidad no sólo de Cornel, Rodez, que se encontraba tomando
café en el lobby, los sorprendió con su saludo.
Al escuchar por segunda vez la frase, Pablo pensó que Rodez al incluirse
en “ese mundo que supimos conseguir”, si bien no dejaba de tener un tono
irónico, y quizás doliente, aceptaba lo sucedido, como algo que podía
pasar, que ya le había pasado, que le pasó ocupando el lugar de Cornel, que
le había pasado a él con Emilie y que por no tener más remedio, o por
privilegiar la música y a sus músicos, decidió comentarlo a sus
compañeros. La vida, entonces, sería así, como el título del tango de
Arolas: Derecho Viejo.
Poco antes de las ocho de la noche, Pablo salió del hotel en busca de un
teléfono público, para hablar con sus padres. Tal vez Yumba, su abuelo,
estaría con ellos a punto de brindar, a minutos de la medianoche en
Buenos Aires, y podría saludarlo también, aunque lo más probable fuese
que estuviese en el geriátrico. Seguía nevando con intensidad. Si bien, no
era la primera Navidad que pasaba fuera de Buenos Aires, los Mercados de
Navidad lo habían impresionado, sobre todo por el entusiasmo de la gente,
que manifestaba una carga de emotividad, que parecía facilitada por el
paisaje de la Marienplatz, rodeada de edificios estilo barroco y rococó
construidos en el siglo XVII, cubiertos de nieve. La imagen, le daba la
sensación de que se encontraba dentro de una de esas postales europeas,
que de chico le hacían pensar que allí se encontraba la verdadera Navidad.
Aunque estaba a miles de kilómetros de su familia, necesitaba creer que se
encontraba a pasos de la casa de Yumba, donde sin excepción pasaba junto
a sus padres y a su hermana las Nochebuenas. Minutos antes de las veinte
horas, Pablo marcó el número de teléfono de su casa. Atendió su madre,
convencida que del otro lado de la línea estaría su hijo. “Feliz Navidad”, se
dijeron de manera simultánea y con la misma emoción..
Rodez, salió del Torbräu, junto a Julie, que vestía como para ir a una
fiesta, en un hotel de cinco estrellas, más que a una cervecería, por más que
fuese Nochebuena, enfurecido por que al preguntar por Cornel, que no
estaba con el resto de los músicos, le dijeron que había decidido quedarse
en su habitación. La ausencia de Cornel, lo irritaba por que ponía en
evidencia la importancia de lo que había ocurrido entre el chelista y su
mujer.
hechizo, como tal vez habría sucedido, antes de los años treinta, en ese
mismo lugar, con las proclamas de Hitler, cuando aún no era el Führer.
Para La Yumbera y para Rodez, que había conseguido que actuasen allí,
por haber tocado en su época de concertista y por la influencia de su mujer,
que era respetada como pianista por la institución, era el concierto de
mayor importancia que darían en Alemania. La presencia de Julie, daba
cuenta de la trascendencia de la presentación. Cuando llegaron, para el
ensayo, a la Staatliche Akademie der Tonkunst, que había sido el
Führerbau (Edificio del Führer), del antiguo partido nazi, estaban tan
tensos como si debieran actuar en el Palais Garnier de la Ópera de París,
en la Deutsche Oper Berlín, o en el Teatro Colón de Buenos Aires. La
doble historia del lugar vinculado a la muerte, por el nazismo, y a la vida,
por la música, con la constante, en ambos casos, de la exigencia, los alejaba
de la posibilidad de apropiarse del lugar, sumado a la presencia de Julie,
que comenzaba a convertirse en un obstáculo.
seulement reçu des éloges pour "La Yumbera" et qui ont un appétit de les
connaître un peu plus.
-Merci Antoine, par cette invitation. Espérons qu'ils reviennent. Tous
sont vous de grands musiciens. Ils font un honneur au tango et à la
musique – digo Franz Metzger.
-Merci pour les éloges. Nous étions très nerveux au commencement.
C'était un honneur pour nous frapper dans l ' Akademie - respondió Pablo,
más por cortesía que por convencimiento, si bien lo que había dicho era
cierto (lo incomodaba, como al resto del grupo, lo protocolar).
-Leur le tango plaît-il? - preguntó Jacques
-Beaucoup, le tango de La Yumbera - respondió Edmund Friedman,
como intentando acercarse al grupo que parecía, y lo estaba, distante de las
autoridades de La Academia y de la dupla Rodez - Julie.
Jacques se convirtió durante esa cena en el portavoz grupal. Pablo
escuchaba la conversación como si mirara una película en su casa yendo
del living a la cocina y de la cocina a su habitación. Conocía los
argumentos de antemano, era Nathalie quien ocupaba su pensamiento.
Cornel, se mantuvo ensimismado, concentrado en la comida como un chico
que es invitado a cenar a una casa que no conoce, y trata de pasar
inadvertido para que no le pregunten nada. Philipe, sólo pensaba en volver
a París para pasar con Favio el fin de año y el año nuevo. Ejnar, no veía la
hora de levantarse para irse a dormir y plantear al día siguiente que la etapa
con La Yumbera estaba concluída.
La monotonía se mantuvo hasta que Fridman y Metzger saludaron,
antes de marcharse, deseando un feliz año a todos, y que Rodez pidiera la
segunda botella de champagne diciendo, que tenía algo muy importante que
decirles, con el mismo tono efusivo que había tenido en el almuerzo sobre
el. Promenade des Anglais, en La Rotonde Brasserie.
188
excepción, estaba en Annette, una mujer con más de sesenta años, que sólo
sonreía, pero con la mirada en otro lado, en otros pensamientos. Cuando
Jacques comentó que viajarían a Japón, mientras comían el típico postre
Galette de Rois, produciendo las esperadas miradas de aprobación, de grata
sorpresa y de reconocimiento, antes de la risa destinada a sellar lo dicho,
Annette, se apartó del libreto y comenzó a hablar con Pablo, Philippe,
Fabio y con su sobrino, como si no estuviesen presentes sus parientes,
prestando atención a lo que ninguno de sus familiares le daba la menor
importancia.
-Si vous voulez savoir à propos de comment ils sont les Japonais,
commencez à lire des écrivains japonais. À Mishima, Kawabata, Oé,
Akutagawa, Tanizaki.
-Pourquoi, Annette ? – preguntó Pablo, un poco más interesado que
Jacques, Fabio y Philippe, en lo que esa mujer podía aconsejarles.
-Par que les caprices, la cruauté de la femme aimée, la passion
amoureuse, le beau et le triste qu'ils vont de la main dans la littérature
japonaise, sont dans le tangó - respondió Annette, ante la mirada de
aprobación de Geraldine, que ya comenzaba a no parecerle tan tonta a
Pablo.
-C'est une nuit de Réveillon : suffis de parler! Aboutissons à la rue. Dix
minutes manquent pour qu'une nouvelle année commence – interrumpió,
madame Clodette, señalando con un dedo la hora, en su reloj de oro,
mientras su marido, terminaba de acomodarse el sobretotdo, sacudiéndose
como un perro, con una botella de champagne en cada mano.
Las calles de Fointainebleu, como la de todas las ciudades de Francia,
estaban ilumindas para la ocasión, con lamparitas colgadas de cables
enroscados en las ramas secas de los árboles, que hacía que se notase en
toda su intensidad la luz, como para que no hubiese dudas, que se está de
fiesta. Madame Clodette y monsieur Charles Edouard, enlazados por sus
198
Por efecto del champagne, o por haber estado con Geraldine, Pablo,
partió a París para abordar el tren a Amberes, con dolor de cabeza y
malestar estomacal, esperando que desaparecieran para cuando se
encontrara con Natahalie.
que Philippe leyó, Muerte en el estío, le resultó tan trágico, como cruel y a
su vez reparador: la historia de Tomoko, una mujer que pierde a dos de sus
hijos y a su cuñada a orillas del mar mientras dormía una siesta estival, que
transita el dolor, la tristeza, la culpa, la entereza y la esperanza; y la de su
esposo, Masaru, que sin dejar de lado el deber y la responsabilidad, se
debatió en el más profundo pesar de manera solitaria, y de cómo lograron
ambos que la tragedia dejase de ser propiedad de la familia para convertirse
en un hecho público, sin que por ello el hecho resultase irreductible a pesar
de la llegada de un nuevo hijo. Pero el cuento que más lo cautivó, más allá
del de la descripción de un harakiri que hace Mishima, como si hubiese
puesto un cámara a disposición del lector, para que registre cada detalle de
esa ceremonia de muerte en Patriotismo, fue Onnagata: la historia de
Masuyama, un joven que se une a un elenco de teatro kabuki, en la que los
hombres representan figuras femeninas, por la fascinación que le producía
ver actuar a de Mangiku Sanokawa, a quien consideraba un verdadero
onnagata, por que, como describe Mishima en ese cuento, “era incapaz de
representar con éxito papeles masculinos. Su presencia en escena estaba
colmada de colorido, siempre en tonos sombríos. Cada uno de sus gestos
era la escencia de la delicadeza. Mangiku nunca expresaba nada. Ni
siquiera fuerza, autoridad, entereza o coraje, excepto cuando interpretaba
papeles femeninos. Sólo así podía filtrar todos los matices de la emoción
humana. Ello es la esencia del onnagata”. La frase, al igual que a Pablo
con la de Oé, sobre la mujer de Bird, al leerla por primera vez, lo impactó.
Sin poder definirse como de un espíritu onnagata, Philippe pensó, primero
en Fabio como una presencia colorida, con tonos sombríos, y, luego, en él
mismo tocando el violín con esa misma coloratura para Pablo. La idea se le
imponía, como si de alguna manera se sintiese representado tanto por
Masuyama, como por Mangiku, sujeto a los vaivenes del texto, y por lo
tanto de su deseo. “La belleza femenina que mostraba Mangiku en el
206
El encuentro con Rodez, hacia fines de enero de ese año, tuvo un tono
casi protocolar. No se habían encontrado en un restaurante, como lo habían
hecho siempre, sino en un café cerca del Arco del Triunfo. Hablaron de la
gira por Japón y de dinero. La suma era menor a la que esperaban, pero
ninguno de los cuatro, manifestó una queja, siquiera en tono de humor. La
vuelta de Cornel a La Yumbera, les pareció la condición necesaria para
encarar el proyecto que consideraban más importante, tanto a nivel
personal, como grupal. El único momento de la conversación, que duró
poco más de una hora, de distensión fue cuando Rodez le preguntó a
Cornel, acerca del libro que estaba leyendo.
-Ne se dites pas, mon ami que tu lis des auteurs japonais pour se mettre
dans un climat?
-Les quatre nous lisons les auteurs japonais – respondió Jacques,
riéndose.
- Tu vas le mettre sur le piano, Paul?- preguntó Antoine.
-¡Sobre todo! - respondió Pablo, con una sonrisa incómoda, acortando
la frase para evitar rematarla como la había pensado: “sobre el culo de tu
mujer también”.
211
-Une bonne idée, mes amis en soire bourette - concluyó Antoine, antes
de marcharse y acordar la próxima cita en quince días para firmar el
contrato, a condición de que ya tuvieran resuelto el reemplazo de Ejnar.
Cornel, propuso a un contrabajista francés con el que había tocado en
París, por considerarlo d'une tête ouverte, que podía disfrutar tanto de
Bartok, de Mozart, de Duke Ellington, como de Frank Zappa, de Piazzolla,
o de Pink Floyd. Adrien, antes de ser presentado al grupo, había estudiado
las partituras de los tangos que, Cornel le había comentado, formaban parte
del repertorio de La Yumbera, además de haber escuchado compact disc, de
todas las orquestas de tango que pudo. A Pablo, le pareció que Adrien era
muy buen contrabajista y que interpretaba el sentido rítmico que el
pretendía, además le resultaba simpático, a diferencia de Ejnar, que parecía
siempre estar en otro lado, aunque nunca lo estaba cuando tocaba. Desde el
primer encuentro, Adrien entró en una sintonía, con el grupo, que podría
hasta decirse corporal. La intensidad con la que escuchaba a cada
integrante de La Yumbera, durante los ensayos, mostraba una avidez
musical que se podría suponer que lo desbordaría, al verlo parado y con su
cuerpo moviéndose como atravesado por cada acorde. Su pelo largo, sus
camisas de jeans con tacha, sus pulseras de cuero y zapatillas de color rojo,
naranja o violeta, le daban el aspecto de un músico de rock. Cuando le
comentaron que los cuatro venían leyendo a autores japoneses, Adrien los
sorprendió al decirles que leía haikus, desde hacía unos años por que
lograba encontrar una sencillez, una naturalidad, una libertad que lo
conmovían espiritualmente, y lo predisponían de la mejor manera para
tocar el contrabajo, el único instrumento, según él, en que lo sutil es lo más
importante, y que además se estaba haciendo vegetariano.
212
esa belleza? A las mujeres nos entristece pensar en eso”, como si al pisar
suelo japonés, se pusiera de manifiesto para él la noción de lo efímero, de
la que se sentía, hasta ese momento, protegido por la música. Cornel, le
comentaba su asombro a Philippe, con el que compartía asiento, tratando de
mitigar cierto vértigo, por la cantidad de gente que se aglomeraba para
cruzar las calles, cuando atravesaban Shibuya, a la hora de la salida de los
trabajos, sin saber que estaba en presencia de los cruces peatonales más
multitudinarios del mundo. Philippe, lo escuchaba, sin compartir el mismo
estado de ánimo; para él todo comenzaba a resultar fascinante, y al
contrario de lo que podía querer hacer Cornel en ese momento, sintió ganas
de bajarse del vehículo y de comenzar a caminar entre el gentío. Adrien,
que estaba sentado, detrás de ellos dos, permanecía en un estado entre la
contemplación y la meditación, como si se anticipara a sus compañeros en
la familiarización, de lo que suponía y,o esperaba encontrar en Japón.
El viaje duró casi dos horas. Pablo, a pesar de la refrigeración de la
minivan, no pudo evitar sentir calor durante casi todo el trayecto. Rodez,
que se hubiese apeado en busca de sake, comenzó a desplegar su
verborragia como si hubiese bebido más de lo suficiente, sin importarle si
era escuchado. Jacques, se fue sintiendo cada vez más inquieto, durante
esas dos horas ante la belleza de Mizuki; en más de una ocasión tuvo que
contener su deseo de acariciarle las manos (apenas atinó a rozarlas como al
descuido, pidiendo disculpas y ruborizándose), yendo a contramano de la
extroversión que lo caracterizaba, quedando nuevamente zambullido en la
historia de Keiko, el personaje que por su belleza inquietante y desenfado
había logrado seducir a Otoko, a Oki y a su hijo. Cornel, continuaba sin
poder controlar su extrañeza y su temor, a los que no les podía poner un
nombre. Philippe, que comenzaba a sentirse molesto por la predisposición
negativa de Cornel, trataba de dominar su excitación que empezaba
desparramarse por todo su cuerpo. Adrien, fue abondanando su estado de
216
-¿Y por que no, Antoine?.- le repondió Pablo, por reflejo, más que por
haberlo pensado.
-Debe obedecer a la mezcla del sake con el jet lange, mon ami Paul.
-¿Por qué no explorar las posibilidades armónicas y contrapuntísticas
del tango? Cuando le puse a este conjunto como nombre La Yumbera, lo
hice pensando en un punto de partida. Y fue Philippe, por influencia de mi
¡puto amigo Fabio!, que es argentino como yo, quien nos termina de abrir
las puertas a un sentimiento que llevábamos dentro, y que ahora acá en este
¡querido y puto país! se despliega. Me da temor. No creas Antoine, que me
resulta fácil. No ¡La puta que los parió que no! Me gusta el sake ¡Viva el
sake! ¡Carajo¡, como decimos en Argentina.
-Si le tango avait été inventé au Japon il aurait été plus subtil, plus
cérémonieux, demanderaitu. Faisons un tango intense.. C'est ce qu'ils
attendent demanderai, tu nous as dit il y a quelques mois – le replicó
Jacques a Antoine, haciéndole beber su propia medicina.
-Me había olvidado lo que dijiste en ese momento. Esa intensidad, que
nos propusiste es la que encuentra el grupo en Japón ¡Viva Japón! – agregó
Pablo, mientras sorbía sake con los ojos brillosos y una sonrisa que
escapaba a cualquier intento de control.
-No vamos a tocar como Rovira, vamos a tomar ese espíritu de
vanguardia sin irnos a la merde – terminó por aclararle Pablo, mientras el
señor Daichi y la señortia Mizuki se miraban compartiendo la molestia que
les ocasionaba la tensión que se había desatado, pasada, ya, la medianoche.
-Pablo, diles en inglés, a nuestros anfitriones, que si hay que pagar
algún adicional por la extensión del horario y las incomodidades
ocasionadas, lo descuente de nuestro cachet - dijo Antoine, un tanto ebrio
pero sin perder la vergüenza que había comenzado a sentir, ante la risa de
todos, inclusive del señor Dacihi y la señorita Mizuki, que algo de español
entendía, además de francés y de inglés.
218
simboliza la diosa, para dar luego paso al templo. Mizuki, les mostró, la
pagoda de cinco pisos cercana al Sensoji, y les hizo algunos comentarios,
mientras proseguían la caminata por los jardines japoneses, que rodean la
zona. El señor Daichi, aprobaba, con cierto orgullo, la forma gentil y
amena con que su empleada, explicaba a los ocasionales turistas, sin dejar
de observar, con preocupación, a Rodez por haberse percatado de la forma
en que miraba a Mizuki, sin darse cuenta u omitiendo la de Jacques, que
permaneció un poco más distante del resto de sus compañeros y de Rodez
(ubicados a poca distancia de ella), para evitar quedar en evidencia, de lo
que todos ya se habían dado cuenta, pero también para poder observarla
solo, sin tener que compartir con nadie, aunque sea por proximidad física,
ese momento y disfrutar de contemplar ese cuerpo de movimientos sutiles y
ágiles, de brazos largos con manos delgadas, ese pelo negro peinado con
una larga y trabajada trenza; ese rostro blanco y despejado, con una sonrisa
blanda; y esos ojos oscuros y .vivaces que parecían brillar para él a la luz
de la luna, en una noche suave de verano. Cuando estaban a unos cien
metros del hotel, Jacques se dio cuenta que Mizuki demoraba un poco el
paso para quedar última en la fila, detrás del señor Daichi. Jacques,
también lentificó su marcha para estar al lado de ella. Mizuki, lo miró por
primera vez a los ojos, Jacques se acercó lo más posible y volvió a repetir
el movimiento con su mano que había realizado en el restaurante. Mizuki,
esta vez, lo correspondió con una sonrisa y no corrió su mano. Jacques, le
dijo
-Je veux te voir.
-Pourquoi ?
-Pour être à seules avec toi.
-Il ne peut pas être.
-Si, il peut être. Cette nuit.
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-¡Tu t'es habillé ainsi par moi! Mizuki, comme vais-je faire pour partir
d'ici ?
-Je ne partirai jamais de toi, Jacques. Tu partiras. Tu te dois partir. Tu
es musical. La musique est l'amour, et après l'amour – le respondió
Mizuki, ante la mirada tierna y melancólica de Jacques.
Ella, le entregó esa mañana algo más que su cuerpo y todo lo que sabía
que le podía gustar a un hombre como él, que se atrevía a poner en juego su
sensibilidad y su fragilidad, intentando no lastimarlo ni lastimarse, con más
posiblidades de no lograrlo que de salir ilezos.
-Jacques, tu te dois partir. Aujourd'hui la presse va être. Les critiques
vont - le dijo Mizuki, ya pasado el mediodía, como si fuese una esposa que
le dice a su marido que debe ir a trabajar.
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mismo Rodez, que estaban al tanto del momento que atravesaba su abuelo.
Jacques, le dijo a Antoine.
-Antoine, tu nous maltraites. Je peux entendre ta colère. Mais ce que je
n'entends pas est pourquoi la tournée ne s'est pas étendue s'il nous est allé
bien - con tono de queja, como si Antoine fuese el responsable de su
destino, o al menos pudiese intervenir en el acontecer de su vida.para poder
permanecer en Japón, un tiempo impreciso, junto a Mizuki.
-Je suis, seulement un représentant. Comme le dit notre ami Paul
“Derecho Viejo” - le respondió Rodez, comenzando a reirse con ganas.
La risa, se fue contagiando entre el los integrantes de La Yumbera. La
queja de Jacques, por el grado de inocencia que tenía, distendió al grupo y
al señor Daichi, que había comenzado a preocuparse cuando vio primero a
los integrantes del quinteto y a su representante, entrar a la sala sin hablar
entre ellos, y presenció después las discuciones que parecían la antesala del
final, poniendo en peligro la concreción de la gira para el año siguiente,
que había acordado con Antoine, con un cachet más sustancioso,
haciéndolo dudar, durante toda esa tarde, de que se concretara. Al ver a
todos los que lo rodeaban reírse, Jacques, se sintió, por primera vez, desde
que había estado con Mizuki, que se estaba comportando como un tonto y
comenzó a reir él también.
La escena de cinco músicos, su representante y el empresario que los
contrató, en la que todos reían, segundos después de horas de tensión,
parecía la de un paso de comedia. El mundo estaba a punto de estallar, y de
golpe todo volvía a una natural calma precedente, aunque lo precedente en
este caso no era la calma. Como fuese, el señor Daichi se retiró del ensayo
con tranquilidad, al igual que los integrantes de La Yumbera y Rodez.
Cuando se saludaban con el señor Daichi, para volver a encontrarse unas
horas después, Pablo, recordó lo que le había dicho su padre cuando habló
por teléfono con él, acerca de lo mejor que podía hacer por su abuelo, y les
243