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Universidad Nacional de Colombia – sede Bogotá

Maestría en Estudios Culturales


Seminario Teorías de la Cultura I – 2019-II
Profesor: Mauricio Montenegro
Presentado por: Paula Carolina Uribe Polo

Reseña del texto Teoría de la cultura. En Marxismo y literatura. Williams, Raymond. – 2009.

Contexto. Raymond Williams (1921-1988) fue un profesor, crítico literario, teórico marxista y escritor galés. Nació en una
familia de clase obrera, su padre fue railway signalman (guardavía del tren). Desde muy joven se interesó por asuntos
políticos. Cuando se inscribe en la Universidad, en Cambridge, se une al Partido Comunista de Gran Bretaña. Allí conoce a
Eric Hobsbawn. Interrumpe sus estudios por unirse al ejército en la II Guerra Mundial, sirve en Normandía. Posterior a ello,
en 1946 fue a Oxford a enseñar inglés como tutor en instituciones de educación para adultos. En 1961 se muda a
Cambridge nuevamente y empieza a trabajar como profesor de Drama Moderno (Hall, 2008).

Fue un referente intelectual de Stuart Hall, como él mismo lo describe en un obituario que hizo de Williams, en 1988. Tiene
una extensa obra que abarca la crítica literaria, novelas, investigaciones sobre la cultura inglesa, política, historia. En 1989
se crea la Sociedad de Raymond Williams, para “apoyar y desarrollar proyectos intelectuales y políticos en áreas
estrechamente relacionadas con el trabajo de Williams” (The Raymond Williams Society, s.f.).

Marxismo y literatura es la aventura teórica de Williams por recorrer casi dos siglos de historia económica, política y
cultural, configurados a través de la obra de Karl Marx y del pensamiento marxista, para analizar, discutir conceptos
claves del –lo que el mismo Williams expuso como- materialismo cultural.

Podría pensarse cuando se empieza a leer a Williams, que uno se va a encontrar con un juicioso estudio de la cultura
y sus formas a través del crisol marxista más ortodoxo. Sí, es un estudio bastante juicioso, pero no es tan ortodoxo
como yo creía. Como es usual en los marxistas del siglo XX, el elemento clave dentro de los desarrollos teóricos de
intelectuales como Thompson, Hall y el mismo Williams, es ser disruptivo con la tradición marxista, siendo marxistas.
Esta tradición la describe con alto nivel de detalle Williams en el segundo capítulo del libro, Teoría de la cultura. Su
nombre de por si indica que es una revisión de la obra de Marx, del marxismo como modelo teórico, de la aplicación
del marxismo hecho por los rusos y, de entender lo que ha resultado problemático para todas las corrientes de
pensamiento humano en la historia: la conciencia, la sensibilidad, la expresión, las formas de ser y sentir de las
personas, el arte y lo que ahora llamamos cultura.

Más allá de la muy pertinente explicación de Williams del pensamiento marxista y sus aplicaciones en el estudio de la
realidad, lo que más me inquietó es la continua revisión en el lenguaje de los conceptos bases del marxismo, que para
el autor han sido una barrera para lograr comprender la obra de Marx en su contexto histórico, y que parece ser un
claro ejemplo de lo que él explica reiterativamente como la obstinación de los intelectuales por fijar términos, procesos
que son cambiantes, variables, contradictorios, siempre vivos. Me refiero a que, entender la obra de Marx a través del
materialismo histórico, es preguntarse cómo entiendo esa obra a luces de lo que soy ahora (mi entonces es muy
diferente al de Marx).

Seguramente Williams cuando empezó a leer a Marx o a los intelectuales marxistas, se preguntó si las condiciones en
las que se escribió, por ejemplo, El Capital, comparte algo con las condiciones que estaba viviendo Williams en su
entonces. ¿Por qué una propuesta teórica, metodológica, es vigente? ¿por qué es importante Marx? ¿por qué es
importante el marxismo? Yo interpreto entre líneas a Williams haciéndose estas preguntas y dedicando su vida a
responder preguntas de su clase, de su vida, de sus experiencias a través del marxismo. ¿Por qué pienso así? ¿por qué
me visto de tal manera y no de otra? ¿por qué hablo así? Preguntas sustanciales de la existencia que pueden parecer
triviales pero que realmente escarban en el corazón de los individuos insertos en una sociedad.

Cercano al estilo de la enciclopedia, Williams va desarrollando conceptos claves del materialismo histórico: base y
superestructura, la determinación, fuerzas productivas, del reflejo a la mediación, etc. ¿Por qué así? Lo que es
manifiesto en el texto es que Williams está fuertemente sujeto al estructuralismo de los años 70. El mismo autor señala
la importancia del estudio del “sistema de signos” como posibilidad de comprender ciertos procesos culturales dentro
de una estructura especifica de relaciones sociales (pág. 191).
1
El propósito de Williams es poner de manifiesto una serie de problemas, contradicciones y obstáculos que lo largo del
estudio de la obra de Marx han surgido, gracias a las interpretaciones de quienes lo leen, de barreras como el idioma
(Williams insiste bastante en la precisión conceptual al traducir ciertos términos del alemán al inglés), la pugna contra
el pensamiento dominante de la época, los contextos históricos de quienes lo han leído y han enarbolado su análisis
teórico/práctico de las formas económicas, políticas, sociales y –para este caso- culturales de la sociedad. Su aguda
critica se halla en la visión reduccionista de base y superestructura para explicar las formas culturales relacionadas
con lo práctico, con la actividad. Así pues, el autor argumenta que lo que faltó en el periodo histórico en el cual Marx y
Engels desarrollaron sus ideas, fue “un adecuado reconocimiento de las conexiones indisolubles que existen entre
producción material, actividad e instituciones políticas y culturales y la conciencia” (pág. 112), para analizar ciertos
aspectos como el arte.

Quiero destacar lo que considero el aporte más importante del texto de Wiliams y es el capítulo de estructuras de
sentimiento. En esta parte, la anunciación de los problemas que impiden un análisis más cercano a la naturaleza del
materialismo histórico como metodología, es precisamente la relación de las actividades culturales con el tiempo y las
experiencias que se desarrollan dentro y alrededor de ellas. Se cree que, para analizar una actividad cultural
necesariamente debe ser un producto terminado, acabado, es decir, del pasado. Aquellas actividades que sean del
orden de lo presente, de lo reciente si se quiere, tiende a ser rechazado, según Williams. Esto se debe, nuevamente, a
la fijación de las relaciones, instituciones, formaciones y posiciones ya conocidas, es decir, lo social; lo que no cabe
dentro del anterior orden, se considera subjetivo, es decir, personal. El llamado de Williams es dejar de considerar como
algo muerto las relaciones humanas, pues siempre están en constante movimiento, cambio, incluso en las obras de
arte que, aunque son objetos acabados, no quiere decir que no se siga construyendo significados, experiencias
alrededor de la obra.

El argumento de la obra de arte inacabada en un sentido experiencial siempre me ha llamado mucho la atención,
porque me gusta el cine y a través de las películas he logrado vivir esto que relata Williams. En el caso del cine -que ya
es una obra acabada y que es masiva- la relación con los espectadores es variable, compleja y muy poderosa. La
capacidad de una narración visual de establecer con el espectador vivencias emotivas, usualmente reflejadas en las
tendencias que se incorporan en las formas expresivas de la gente como modas, íconos, referencias culturales. En este
caso práctico, Williams podría decir que, a través de la obra que es la película, discurren una serie de signos
culturalmente conocidos y asimilados; estos signos harán parte de una estructura discursiva que a su vez es la forma
bajo la cual una hegemonía se presenta. Siguiendo la línea de Williams, sería pertinente hacer un análisis (o seguir
haciéndolo) de las formaciones.

Las formaciones las expone Williams como: “aquellos movimientos y tendencias efectivos, en la vida intelectual y
artística, que tienen una influencia significativa y a veces decisiva sobre el desarrollo activo de una cultura y que
presentan una relación variable y a veces solapada con las instituciones formales” (pág. 161). Las instituciones
formales serían la iglesia, la escuela, la empresa, la familia; estructuras que reproducen e incorporan un selecto rango
de significados, valores y prácticas; básicamente la constitución fundamental de lo hegemónico.

Pues bien, si Williams pone como agenda el estudio de las formaciones en las prácticas culturales, será entonces
importante, siguiendo el ejemplo de las películas, el análisis histórico del cine de acuerdo a sus diferentes formas de
configuración y la relación tan estrecha que ha establecido con el público, desde lo experiencial. Más allá de si el cine
logra algún efecto en las personas, o si las personas cambian porque una película se lo insinuó, sería interesante
profundizar en la experiencia inacabada que la película recrea y que el espectador guarda consigo. Yo me pregunto
¿por qué las personas se repiten una y otra vez una misma película? ¿Podría relacionarse con eso que sugiere Williams,
la experiencia inacabada?

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