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DICTAMEN: 23/1970

ORGANISMO: Dir. Asuntos Técnicos y Jurídicos - DGI - AFIP


FECHA: 20/03/1970

Compraventa inmobiliaria. Condición para que se considere. Compraventa de mercadería o un acto de inversión: Consecuentemente,
para valorar económicamente el acto debe prescindirse de que se trate o no de un acto de comercio de acuerdo con el Código, y considerar la
función económica que el bien cumple con el patrimonio del enajenante, función que de acuerdo con la ley fiscal puede ser de un bien de capital o
de un bien de cambio o mercadería.
A tal fin debe analizarse si la adquisición del bien que se enajena implica un acto de inversión -incorporándose al patrimonio con sentido de
permanencia- o si por el contrario, la adquisición tuvo por fin un propósito de lucro.
La intención de especular debe ser simultánea a la adquisición, esto es, debe existir en el momento en que la cosa o el derecho se adquieran.
Además, no basta cualquier intención de lucro, es necesario que sea el motivo principal y directo de la operación y que ese lucro haya de producirse
mediante la enajenación de lo adquirido.
En el caso de las cosas muebles la función económica del bien se puede determinar unas veces por la calidad de la persona que lo adquiere,
otras veces por las circunstancias que acompañan al acto o que lo constituyen.
Así por ejemplo si un comerciante compra bienes muebles relacionados con el objeto de su comercio, se presume por el carácter de la persona
que ha realizado la operación -profesión habitual-, que la adquisición de los mismos se ha efectuado para lucrar con su enajenación y que, por lo
tanto, la función económica que cumple el bien es de una mercadería.
Pero así también, si un abogado, un médico u otra persona compra una partida considerable de bolsas de azúcar o de bordalesas de vino, la
presunción perfectamente razonable y correcta -aun cuando se trate de una sola operación- es que esa compra corresponde a un propósito de
especulación, desde que los efectos comprados no pueden destinarse por razón de su cantidad a los usos personales del comprador y, en
consecuencia, éste en esa operación "hace comercio".
En lo que respecta a los inmuebles cabe igual razonamiento; establecido que una persona hace profesión habitual en la compraventa, cambio o
disposición de bienes inmuebles, deberá presumirse, salvo prueba en contrario, que en toda realización de bienes que efectúe existe intención de
especular, constituyendo los inmuebles "mercaderías".
Este concepto de mercadería aplicado a los inmuebles no es nuevo. Ya Adam Smith definía la mercadería como "un objeto cualquiera, mueble o
inmueble, corporal o incorporal, cambiable por una cierta cantidad de trabajo o por un producto cualquiera de éste y más habitualmente por la
moneda".
Asimismo, la venta de un inmueble, aun sin ser realizada por una persona que haga profesión habitual en la compraventa, cambio o disposición
de tales bienes, puede estar comprendida en el impuesto a los réditos si se trata de un bien de cambio.

DICT. 23/1970 - DATJ (DGI) - 20/03/1970

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