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Inicio / Catálogo / Freudiana nº 30

Revista Freudiana

¿Cómo puede un delirio


desencadenarse a partir de
un duelo?
Vicente Palomera

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Vicente Palomera

¿CÓMO PUEDE UN
DELIRIO
DESENCADENARSE A
PARTIR DE UN DUELO?
Al abordar la psicosis partiendo del complejo paterno, Freud
se encontró con el hecho de que en la psicosis el ideal
aparece en el lugar del padre pero sin la función protectora
que tiene en la neurosis. La irrupción de la psicosis pone en
juego esta dinámica. Helene Deutsch quiso mostrarlo a
partir de un interesante caso de su propia clínica. 1

Se trata del caso de una mujer que sufría de crisis


depresivas periódicas de tal envergadura que requerían su
hospitalización por temor a un pasaje al acto suicida.

Este cuadro clínico, que se caracterizaba por una


sintomatología melancólica grave, dio un viraje hacia la
paranoia. Se trataba pues de explicar este cambio en el que
el humor depresivo de la paciente giró hacia un delirio de
persecución.

El factor precipitante de este viraje se aclaró más tarde


cuando, de modo casual, Deutsch encontró, en el diario de
la paciente, un material altamente significativo. Durante una
de las fases melancólicas de la paciente, el marido fallece
de un mal incurable. Aparentemente, este acontecimiento
no parecía haber producido ninguna impresión sobre la
paciente («Dies Ereignis machte anscheinend keinen
Eindruck auJ die Patientin»).

En la fase más aguda de la depresión, las anotaciones del


diario se interrumpían y, cuando volvía a retomar el diario,
escribía sobre las típicas autoacusaciones melancólicas: no
amaba bastante al marido, no lo merecía, etc. Lo más
extraño -señala Deutsch- era que la muerte del marido, más
que intervenir como un acontecimiento traumático de
ruptura, no hacía sino acrecentar y reforzar las auto
acusaciones («Es ist sehr befremdend, dass der Tod des
Mannes ganz unerwarteterweise diese Selbstanklagen nur
vorüvergehend verstärkt hatte»).

La explicación de ésto la encontramos en el mismo diario.


En sus anotaciones aparece la idea delirante de que el
marido no estaba muerto y que unas personas malvadas
intentaban separarlo de ella porque sabían lo mucho que él
la amaba y la respetaba.

A través de algunos signos enigmáticos (geheimnisvolle


Zeichen), el marido le hacía saber que aún estaba vivo y
debía esconderse por temor de sus enemigos: éste era, en
verdad, el motivo por el que la había hecho creer que
estaba muerto. La paciente desarrolló así un sistema
delirante paranoico, donde misteriosamente vivía complejas
experiencias junto al marido muerto que ella consideraba
vivo («Die Patientin merkt, wie ihr der Mann durch
geheimnisvolle Zeichen zu erkennen gibt, dass er am Leben
sei und dass er sich aus Angst vor allen diesen Menschen
verstecken muss, so dass man ihn für Tot hält»).

Ocurrió luego una interesante transformación. Las ideas


paranoides seguirán refiriéndose al marido, pero con la
diferencia de que el amado protector se ha transformado en
un perseguidor cada vez más cruel. El mundo presentaba
signos misteriosos que indicaban la presencia del marido,
cuya obra, ahora consistía, sin embargo, en atormentar a la
paciente. Los apuntes del diario terminan con una creciente
actitud implacable del marido-perseguidor.

En este caso, vemos que el desencadenamiento psicótico


se manifestó a partir de un duelo. Este dato tiene su
importancia si lo tomamos en la perspectiva de lo que Lacan
observó años después. En efecto, Lacan toma el duelo
como el reverso de la forclusión de la metáfora paterna que
determina la estructura psicótica: «La dimensión intolerable
que se plantea a la experiencia humana no es la
experiencia de la propia muerte, que nadie tendrá, sino la
muerte de otro. El agujero de esta pérdida, que provoca el
duelo en el sujeto, ¿dónde está?, está en lo real. Entra así
en una relación inversa con lo que sucede en la Verwerfung.
Al igual que lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo
real, el agujero de la pérdida en lo real moviliza el
significante. Este agujero deja un sitio donde se proyecta el
significante que falta, esencial en la estrucutra del Otro. Se
trata del significante que uno sólo puede pagar con su carne
y con su sangre, de aquel significante que esencialmente es
el falo cubierto por el velo. Este significante tiene su sitio
ahí. Y al mismo tiempo no puede hallarlo, porque no puede
articularse en el Otro. Es entonces cuando, al igual que en
la psicosis -y por eso el duelo está emparentado con la
psicosis- en su lugar pululan las imágenes que componen
los fenómenos del duelo». 2

A la muerte de una persona amada se abre un agujero en lo


real producido por la desaparición del objeto de amor;
estamos en un plano distinto de aquel en que se abre el
agujero en lo simbólico determinado por la forclusión. Del
mismo modo en que en la forclusión, aquello que no tiene
acceso a lo simbólico se presenta en lo real, el agujero en lo
real provocado por el duelo repercute sobre lo simbólico. El
rito fúnebre a través del cual se honra la memoria del
difunto ejemplifica la movilización significante que retorna
para afrontar la ausencia creada por el agujero en la
existencia. El efecto de idealización que acompaña el duelo
proviene del llamado a lo simbólico al que se le pide suplir la
carencia real. La idealización vacía el significante de la
existencia concreta al que está ligado para hacerlo
disponible para un nuevo vínculo. Si tenemos presente la
equivalencia entre existencia y goce -como realización de la
posibilidad pulsional- vemos que tanto el duelo como la
forclusión, partiendo de polos opuestos, obtienen el mismo
resultado de separar el goce del ideal.

No parecerá extraño entonces que el duelo, al invocar el


ideal como compensación simbólica de la pérdida, pueda,
en una estructura psicótica, funcionar como factor
desencadenante.

En el caso presentado por Deutsch la estructura psicótica


de la paciente estaba compensada mientras el marido, que
era al mismo tiempo paladín y objeto de amor, mantenía
juntas, a través de la propia existencia, la función proyectiva
del ideal y la libidinal del goce. El marido encarnaba pues la
función de compromiso que, en la neurosis, está articulada
en el síntoma y suplía, de este modo, la carencia metafórica
del Nombre del Padre.

Con la muerte del marido esa función de suplencia que,


como síntoma viviente, el esposo realizaba para su mujer,
se ve afectada, desarticulándose así la dimensión pulsional
del goce y la función simbólica del ideal. Pero ¿de qué
modo el agujero en lo real dejado por el duelo pone al
descubierto la falla en lo simbólico debida a la forclusión? El
ideal, en su función protectora y compensadora respecto a
la carencia del Nombre-del-Padre, no era representado por
el marido, sino encarnado por él.

Si el trabajo normal de duelo hace un llamado al ideal para


compensar la carencia en lo real, en el caso de Helene
Deutsch, con la muerte del marido, la paciente se encuentra
frente a una ulterior carencia: el agujero en lo real y el
agujero en lo simbólico coinciden, no dejando al sujeto nada
a lo que llamar, abriendo así la vía al desencadenamiento
de la psicosis.

Este caso nos permite entender cómo en el nexo entre la


disgregación narcisista y la manifestación directa de la
instancia crítica del ideal del yo está la razón que llevó a
Freud a tomar el delirio de ser observado como paradigma
de la génesis del superyó (ver el Beobachtungswahn del
que Freud habla en «Introducción al narcisismo»). 3

Las manifestaciones de ese delirio de observación


consisten en una impresión de hipertransparencia de la
conciencia, en la que todos los pensamientos pueden ser
leídos, las acciones observadas y las intenciones previstas.
El paranoico puede ser informado sobre las acciones de la
instancia observante, por ejemplo, de las voces que se
manfiestan. Una fuerza de este género que observa,
descubre y critica todas las intenciones del sujeto existe
efectivamente -escribe Freud- en la vida de cada uno, pero
en el delirio aparece sin máscara.

En otras palabras, en la psicosis el sujeto se encuentra en


relación directa con tal instancia que actúa sobre él como
desde el exterior, mientras en la neurosis se verifica una
inversión a través de la cual el sujeto la interioriza, por
medio del ideal, haciéndola propia: sólo la interposición del
ideal produce el efecto de autocrítica y de autoobservación
autocrítica típica de la conciencia moral.
Notas
1 H. Deutsch, «Zur Psychologie der manisch-
depressiven Zustande «, IZP, vol XIX, 1933.

2 J. Lacan, «Las lecciones sobre Harnlet» III, en


revista Freudiana 8, p. 31-32. Paidós, Barcelona,
1993.

3 S.Freud, «Introducción al narcisismo», o. c., T


XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1984.

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