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AUTONOMÍA PARA LIBERTAD

María Luisa Herrera López.

En cierto tiempo de la historia del mundo el gobierno y la iglesia subyugaban a la


sociedad, todo lo que dijeran, hicieran o decretaran lo seguía el proletariado sin rechistar, por
esto mismo (y con respecto a la cultura de la época) existía violencia en muchos ámbitos:
motines, pequeñas o grandes revoluciones cuando el pueblo se oponía rotundamente pero
todo regresaba paulatinamente a la normalidad gracias, en parte, a la ignorancia de la gente
porque, tal como dice Thomas Gray (1747) “Donde la ignorancia es la felicidad, es una
locura ser sabio” ¿Quién sería capaz de cometer una locura? Los estudiosos, los escribas de
ese tiempo, los que fundaron las universidades; pero si todo era liderado por el gobierno y la
iglesia ¿Qué sería de la universidad?
La autonomía universitaria se crea para abatir el problema anterior y surge con la
creación de la primera universidad en la edad media y delimitaba básicamente una libertad
con respecto a estos dos entes (Estado e iglesia), de conocimientos, pensamientos y labores
académicas; esto ha evolucionado a lo largo de los siglos hasta lo que se puede conocer hoy
en día desde dos perspectivas diferentes, lo que los gobiernos en su carta magna consigna y lo
que se practica desde los establecimientos de educación superior así como sus estudiantes lo
perciben. En Latinoamérica se comenzó a tratar la autonomía universitaria desde la reforma
de Córdoba de 1918 en la cual se tiene en cuenta a la universidad como un beneficio para la
comunidad y así mismo como un impulso con respecto a la innovación que se puede generar.
Cabe resaltar que en esta reforma se trataron puntos como la educación como “derecho
humano, bien social y obligación del Estado” (Mantilla, 2016).
En Colombia la autonomía universitaria se rige desde la Constitución de 1991 y la Ley 30
(1992) en el artículo 28 y es así como legalmente y ante el estado se toma la autonomía
universitaria como, según el artículo 69 de la Constitución política de Colombia (1991) “Las
universidades podrán darse sus directivas y regirse por sus propios estatutos, de acuerdo con
la ley”. Normalmente y en la mayoría de espacios se toma esta autonomía como la decisión
que tiene la institución para recibir aspirantes, administrar sus profesores y así mismo la
cátedra de estos últimos, aunque los estudiantes toman en ciertas ocasiones esta autonomía
como un medio por el cual se generan acciones sobre inconformidades frente al Estado; y
bien es cierto que se puede lograr esto, más sin embargo las leyes y estatutos básicos que
tratan la autonomía universitaria no toca esos puntos en particular por lo cual no es algo que
se acepte con buenos fundamentos.
Se debe tener en cuenta que una autonomía universitaria logra ser más beneficiosa que
perjudicial con respecto a diferencias con el gobierno y antes con la iglesia, pero aun así se ha
de tener en cuenta que “La autonomía universitaria y la regulación educativa son
interdependientes en un enfoque de sistematicidad y complejidad” (Vargas, 2017) es decir,
que aunque se trate de una desvinculación del gobierno es éste el que da recursos y hace
debidos seguimientos y regulaciones a las universidades para continuar con el proceso de una
innovación continua porque, además debe entenderse la autonomía en diversos contextos
socio económicos, desde lo complejo y asímismo adaptarse al cambio del conocimiento
(Ascun y UNAD, 2017).
A pesar de que la autonomía es un aspecto algo complejo de entender y así mismo de
poner en práctica se debe resaltar que “La autonomía hay que merecerla: Si bien el concepto
de autonomía del saber precedió al proceso de la condensación universitaria, a la universidad
le fue necesario cumplir internamente con los dictados de la ciencia, y externamente
demostrarlo para hacerse al reconocimiento social y jurídico de su propia autonomía
institucional” (Borrero, s.f.) Por ello abarcar la posición de un constante cambio, desde todos
los entes que forman parte de esta autonomía (universidad, comunidad y gobierno) es un
factor importante en el hecho de una continua innovación y, así mismo un avance en
tecnologías en diversos países. Por otro lado, la ayuda y apoyo a la sociedad que rodea la
universidad es relevante puesto que es un modo de demostrar que la autonomía brindada da
fruto y que se usa para resolver problemas reales de una comunidad directa, por esto la
mayoría de las mejores universidades a nivel global tienen reconocimiento por sus logros
hacia la comunidad.
La autonomía universitaria se ha de cumplir por el gobierno, pero de igual forma se ha de
tener en cuenta a éste como parte de la universidad y no excluirlo en los procesos debido a
que “No puede calificarse la autonomía como entera libertad e independencia del Estado,
puesto que vive y convive dentro de él” (Gareas, 2010) Y así, finalmente esta autonomía que
es una forma de libertad de cátedra y pensamiento aislado de los intereses del Estado o la
Iglesia no ha de confundirse completamente con las luchas fuera de la libertad de
pensamiento, financiamiento, derechos humanos o demás.

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