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docente.
Cuando se habla de calidad en la educación, es imprescindible analizar el rol del docente desde sus
pensamientos, sentimientos y necesidades. Este artículo da cuenta de cómo los elementos
contextuales han afectado la salud mental de los maestros, tanto que lo han convertido en un
tema trascendental en América, ya que países como Canadá, España, Perú, Chile y Colombia han
identificado la salud mental como un proceso integrador inherente al ser humano en el cual el
colegio como lugar de trabajo, sus elementos internos y externos, generan una gran presión y, en
ocasiones, malestar; igualmente las reformas que proponen los gobiernos, siguiendo intereses
particulares y sugerencias de los organismos internacionales, también causan molestias visibles en
el docente, por lo que se ha detectado la necesidad de generar acciones preventivas que mejoren
la calidad de vida de los maestros; además, se exalta la importancia de conocer la legislación con
respecto a las enfermedades laborales docentes.
Esta es una realidad que ha venido siendo investigada en diferentes países. En Colombia, el
desgaste profesional y el malestar docente desde y hacia su tarea ha sido una problemática que
aumenta con los años, ya que el estrés de los maestros ha reaccionado a los cambios a lo largo de
la historia y a los procesos de globalización, los cuales han llevado al docente a asumir roles que
antes eran responsabilidad de otros, como la participación activa de los padres en el proceso
escolar. Hoy las familias están integradas por miembros por fuera de la agrupación nuclear, por lo
que, en muchos casos, la responsabilidad educativa recae solo sobre la escuela, porque falta
comunicación asertiva en el hogar, lo cual expone a los estudiantes a inminentes riesgos como la
drogadicción, las pandillas y la violencia entre pares. En este escenario, es el docente quien debe
identificar las problemáticas, hacerles seguimiento, enseñar valores y ser subjetivo entre la
objetividad del proceso educativo, como lo señala Esteve (1994).
El docente debe mantener un equilibrio mental en todas sus dimensiones personales para dar un
rendimiento completo de calidad en el aula de clases, lo que implica que su hogar, su proyección
como profesional, su vida material, su autoestima y su espiritualidad deben producir un gran
rendimiento para no ahogarse en el aula de clase. Infortunadamente, hoy los maestros asumen los
episodios de estrés como algo natural y, según diferentes investigadores (Vives, 2005; Andrade y
Gómez, 2008), los docentes se encuentran en constante riesgo de padecer enfermedades
mentales, y lo más preocupante es que existe un desconocimiento de la normatividad y
seguimiento de enfermedades profesionales y una evidente falta de prevención por parte de los
empleadores de los docentes. Díaz-Granados, González y Jaramillo (2006) concuerdan en que “los
maestros se están enloqueciendo porque las exigencias implementadas por la ley 715 de 2001 son
tantas y tan desproporcionadas, que los docentes ya no dan abasto con tantas demandas”.
Parece inaceptable pensar que antes de 2015 las enfermedades mentales no eran consideradas
de tipo profesional para los docentes. El decreto 1655 de 2015 establece las siguientes
enfermedades mentales en la tabla 10: “Neurosis, depresión, síndrome de Burnout (estrés
crónico), trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de
adaptación, excitación mental, psicosis y tendencias suicidas”. Estos padecimientos, según el
decreto, pueden ser prevenidos desde la implementación de los comités paritarios de salud y
seguridad en el trabajo. Esto ha provocado que la empresa prestadora de salud del magisterio
colombiano opte por incapacitar una y otra vez a los docentes, de manera progresiva, durante
días, semanas y de forma definitiva.
Sin embargo, el mejor método es prevenir y evitar la baja de un docente, para no producir
traumatismo en los estudiantes, quienes quedan solos mientras la Secretaría de Educación
nombra un reemplazo por cada periodo de incapacidad. Según el reporte de ausentismo docente
de 2015, sólo se cubre 60% de las incapacidades, mientras se pierden los procesos académicos
cuando se nombra uno, dos o tres maestros diferentes y no se puede liberar la plaza hasta tanto
no se defina la vida laboral del docente, con lo que se trastoca, por supuesto, la calidad educativa.
De acuerdo con los reportes del Ministerio de Educación Nacional, en 2011 5.748 docentes
tuvieron incapacidades por causas como el estrés y la depresión (El Tiempo, 28 de agosto de
2012); y en 2012 se generaron 74.848 días de incapacidad en Bogotá por enfermedades
profesionales, según el reporte de la entidad prestadora de salud de docentes del Ministerio de
Educación de Colombia (Medicol). En este informe se detecta que no solo los problemas de
cuerdas vocales son la primera y más importante enfermedad profesional de los docentes, sino
que el estrés, la depresión y las enfermedades mentales, catalogadas como leves, han tenido un
considerable ascenso. Al ser inhabilitados para ejercer su profesión e incluso a veces para llevar las
riendas de su vida, cientos de maestros se pensionan anticipadamente, lo que permea a la
comunidad educativa y al proceso de convivencia entre los educadores y los demás actores
educativos.
Aunque los datos anteriores son reveladores, no se están generando procesos de prevención o
concientización, para de esta forma tratar de disminuir el número de docentes que ameritan una
incapacidad médica o se pensionan por enfermedad mental y a los cuales es necesario hacer una
descarga laboral.
No en vano, la Federación Mundial para la Salud Mental exhortó el año pasado a los gobiernos y
habitantes del planeta a “hacer de los temas de salud mental una prioridad global” pues para el
año 2015, año en el que se deberán cumplir los objetivos del milenio, la salud mental será el
primer motivo de consulta en el mundo y para 2020 la enfermedad depresiva superará a las
patologías cardiovasculares como primera causa de morbilidad en salud pública.
ANUNCIO
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Conclusiones
Como principal hallazgo, se encontró que los docentes tienen una noción clara y definida de la
salud mental relacionada con bienestar, trabajar a gusto y de alguna manera lograr un equilibrio
en las dimensiones familiar, emocional, laboral y económica, pero no tienen una idea clara de
cuáles son las normas con respecto a salud mental, riesgos laborales y prevención de
enfermedades mentales; simplemente viven el día a día según la implementación de las normas
de los políticos de turno, asumiendo como normales sus dolencias físicas o sus predisposiciones.
Es claro que hace falta prevención por parte de los contratantes, se evidencia no solo la falta de
políticas y normatividad, sino su aplicabilidad en los colegios públicos y privados. Esta situación
clama procesos de prevención y total disponibilidad de participación, pero se ve opacada por el
desconocimiento de la norma, lo que impide promover los derechos al respecto. Los primeros
responsables de esta prevención son las secretarías de educación, las aseguradoras de riesgos
laborales, los rectores y coordinadores, quienes son los llamados a ejecutar acciones y a generar
espacios para desarrollar las políticas de prevención según la ley, por medio de los comités
paritarios de seguridad y salud en el trabajo, los mismos que deben informar acerca de los
conductos regulares y los procesos que deben efectuar los docentes cuando detectan que se
encuentran en riesgo.
Los docentes son los primeros que deben estar conscientes de su autocuidado mental,
independientemente de que existan leyes o no, pues aunque el número de profesionales es
bastante amplio, cuando se padece una enfermedad mental, el proceso es individual. Es
importante participar de las actividades que se plantean para este fin y no dejar perder estos
espacios por desinterés o inasistencia.
Es fundamental identificar los factores de riesgo a los que se pueden enfrentar a lo largo de su vida
profesional los docentes y promover de manera urgente la prevención, pues la falta de ella lleva a
la enfermedad crónica y a la incapacidad temporal, parcial o definitiva.
Referencias
Andrade, J.; Gómez, I. (2008). Salud laboral. Investigaciones realizadas en Colombia. Recuperado
en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80111670002
Además de la propia carga de trabajo los profesores deben enfrentarse a numerosas situaciones
de estrés a diario. El aumento de las exigencias de las familias sobre los enseñantes, la crítica
social a la que están continuamente expuestos culpabilizándoles en muchos casos del fracaso
escolar, el tener que hacer frente y resolver conflictos entre alumnos, el tener que trabajar con
alumnos a menudo desmotivados y la falta de respaldo y/ o recursos a la hora de desempeñar su
labor son alguno de los principales aspectos que llevan a muchos profesionales de la docencia a
una situación que se conoce como “Síndrome de Burnout”.
Entre los 10 primeros factores de riesgo laboral identificados por los enseñantes 8 son de carácter
psicosocial e inciden de forma directa en la salud mental.
3. Exceso de horario lectivo con falta de tiempo para atender a los alumnos, familia, tareas
administrativas…
4. Problemas disciplinarios.
6. Esfuerzo vocal.
10. Cuestionamiento y desconfianza por parte de todos hacia el trabajo del profesorado.
De este modo no es de extrañar que el estrés, la ansiedad y la depresión ocupen los primeros
puestos en la lista enfermedades que causan baja laboral entre los docentes.
Prevención:
Desde el punto de vista del centro
educativo, la prevención pasa necesariamente por una evaluación constante de los riesgos,
constante porque se trata de un elemento dinámico que debe revisarse y actualizarse y por tanto
requiere de revisiones periódicas en especial cada vez que
Pero sin duda, el aspecto que más puede incidir en mejorar la salud mental de los docentes es el
fomentar un buen clima laboral en el que los profesionales de la docencia se sientan “escuchados
y apoyados”. De este modo, el trabajo en grupo, la creación de grupos de ayuda mutua entre
compañeros y el fomentar actividades lúdicas son elementos que no requieren grandes recursos
pero que sin embargo pueden incidir directamente en una mejor salud mental de quienes se
dedican a la docencia.
Entre las enfermedades más frecuentes que encontramos en esta profesión, destacamos:
El estrés, la ansiedad y la depresión ocupan los primeros puestos en la lista enfermedades que
causan baja laboral entre los docentes.
La profesora Coral Oliver, psicóloga del Centro de Salud Pública de la Universidad Autónoma de
Madrid, opina: "Cierta dosis de estrés no es mala; incluso puede ser un factor estimulante de la
actividad profesional". De este modo, el estrés, en cantidades y condiciones adecuadas, puede
considerarse como algo necesario para tener una vida satisfactoria. Ahora bien, un exceso de
estrés, puede ser perjudicial o, incluso, biológicamente nefasto para la salud.
En el ámbito de los docentes, se habla mucho del estrés y del efecto “burnout” (también llamado
«síndrome de estar quemado «síndrome de la quemazón», «síndrome del estrés laboral
asistencial», «síndrome del desgaste profesional»), usándose indistintamente estos términos y, a
veces, incluso confundiéndolos. Aunque fuertemente relacionados entre sí en cuanto a su
significado, no es lo mismo estar estresado que estar "quemado".
El concepto de “Burnout” fue acuñado por Freudenberger en 1974. Con posterioridad Maslach y
Pines (1977) lo dieron a conocer y, desde entonces, dicho término se utiliza para referirse al
desgaste profesional que sufren los trabajadores de los servicios humanos (educación, salud,
administración pública, etc.), debido a unas condiciones de trabajo que tienen fuertes demandas
sociales.
El estrés, puede surgir cuando un individuo está sometido a fuertes demandas conductuales que le
resultan difícil llevar a cabo. La respuesta del organismo al estrés se produce de manera
inmediata, el organismo se activa y vuelve a equilibrarse una vez superada la situación, pero se va
desgastando si se repite con excesiva frecuencia. Sin embargo, el efecto “burnout” se origina
cuando los profesionales sobrepasan su capacidad de reacción de una forma adaptativa. Su
consecuencia inmediata se presenta en síntomas de agotamiento, fatiga, desgaste psicológico, con
severas pérdidas de energía que causan un descenso de cantidad y calidad de rendimiento, en
definitiva, una sensación de no poder transmitir más de sí mismo a los demás, que deriva en
frustración, fracaso y actitudes negativas no sólo ante el trabajo sino también ante la vida y hacia
otras personas.
Después de la gripe el segundo proceso más numeroso ha sido la depresión. En su opinión, "los
docentes, generalmente, no saben desconectar y evadirse de los conflictos laborales en su vida de
ocio y en su relación con amigos y familiares".
El profesional de la enseñanza percibe y padece esta situación a través de los propios síntomas de
estrés, que la mayoría de las veces sí son semejantes a los de “burnout”, y ambos desembocan en
un absentismo intermitente e, incluso, en enfermedades laborales. Enfermedad que puede venir
acompañada de fuerte irritabilidad, insomnio, vómitos, inestabilidad emocional, arritmias
cardiacas, tensión nerviosa, preocupaciones excesivas, falta de energías...
Por otra parte, son varias las causas que originan el estrés entre los docentes y, de paso, abren el
camino sin retorno hacia el efecto “burnout”. Los doctores Maslach y J. Jackson destacan:
- La falta y premura de tiempo para terminar el trabajo relacionado con las clases (preparación de
las mismas, corrección de exámenes, programación de actividades, etc.),
- La falta de disciplina por parte de los alumnos, con reiteradas faltas de respeto hacia los
profesores.
- La excesiva burocracia a la que se ven sometidos los docentes por parte de la Administración.
- El excesivo número de horas lectivas que soportan algunos profesionales a lo largo de la jornada
escolar.
- La falta de apoyo.
- La despersonalización (DP): Se deriva del "tedioso e insistente contacto diario con la fuente del
conflicto, unido al esfuerzo desarrollado para vencerlo, sin recibir recompensa alguna. Todo esto
desarrolla un sentimiento de distanciamiento o despersonalización con respecto a los alumnos por
el que poco les importa ya que aprendan o no, que estén interesados o no".
Se manifiesta por irritabilidad, actitudes negativas y respuestas frías e impersonales hacia las
personas, en este caso, hacia compañeros, alumnado…
- La falta de realización personal (RP): con respuestas negativas hacia sí mismo y el trabajo. En el
ambiente laboral, cuando la Administración, el equipo directivo, la Inspección, etc. no favorecen el
necesario ajuste entre los docentes y los objetivos a conseguir, aparecen aspectos tales como falta
de energías, descenso en el interés por los alumnos, percepción de éstos como frustrantes y
desmotivados, alto absentismo y deseo de abandonar la profesión. Como consecuencia de este
proceso se produce un descenso de la calidad de la enseñanza, que no es más que la expresión de
una pérdida de ilusiones. Este panorama difícilmente puede remitir por sí sólo si no se introducen
cambios en el contexto laboral.
Como bien dice el proverbio popular: “ Más vale prevenir que curar”.
Para combatir el estrés y no dar pié a la espiral del efecto “burnout”, los profesores han de superar
un grave hándicap: "...vencer su propia emoción negativa relacionada con la impotencia de la
solución deseada...", es decir, vencer su propio desánimo y desesperanza.
Algunos especialistas en esta materia sostienen, como medidas efectivas para vencer el estrés,
controlar y conocer las emociones y los sentimientos propios, así como desarrollar una actitud de
preocupación despegada (dedicación sin absorción total).
- Realizar ejercicio físico adecuado y posible ya que, además de la mejora del riego sanguíneo, un
cuerpo saludable resiste mejor el estrés.
En algunos países de la UE, como Francia, llevan años introduciendo estos métodos y tratando
este problema con la consideración que se merece. Los resultados son altamente satisfactorios
entre los profesores.
BIBLIOGRAFÍA
Ferrando Belart, J. (1993). Fuentes, manifestaciones y variables relacionadas con el estrés laboral
en una muestra de docentes de Barcelona. Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona.
Franco Martínez, S., & Esteve Zarazaga, J. M. (1995). Estrés laboral docente: estudio comparativo
con la profesión de enfermería. Málaga: Universidad, Secretariado de publicaciones.
Guerrero Barona, E., & Vicente Castro, F. (2001). Síndrome de "Burnout" o desgaste profesional y
afrontamiento del estrés en el profesorado. Cáceres: Universidad de Extremadura
Resumen
Psiquiatría y Otorrinolaringología, aparecen como las ramas médicas que cuentan con más
profesionales de la enseñanza entre sus principales pacientes. Las dolencias de la faringe
constituyen una enfermedad docente por excelencia. Pero si se suman las afecciones de
neurología y psiquiatría, temas de salud mental es una de las mayores causas del absentismo
laboral de los profesores, y la principal si se tiene en cuenta su duración. En este artículo,
repasamos las principales causas de absentismo docente, causas y prevenciones posibles.
Desde los años 80 las investigaciones demuestran que existe una relación entre el trabajo docente
y diversos trastornos de salud tanto a nivel biológico (problemas cardiovasculares, respiratorios,
lumbalgias, cervicalgias, preeclampsia o úlcera de estómago, etc.), como psicológico (ansiedad,
depresión, insatisfacción laboral, reducción de la productividad, absentismo laboral, pasividad en
la vida extra laboral. etc.)