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Los primeros que sacaron las armas fueron los habitantes del
arrabal del mediodía. Con ellos hicieron causa inmediatamente los
de todos los arrabales. También se congregaron las tropas de la
guarnición, los omeyas y los siervos en el alcázar. Alháquem mandó
retirar los caballos y armas y organizó a sus defensores en
escuadrones. Sobrevino el choque entre los dos bandos, mas
llevaron la mejor parte sobre aquéllos los habitantes del arrabal y
rodearon el alcázar. En esta situación descendió Alháquem desde
lo más alto de su alcázar, se revistió con sus armas, excitó a sus
hombres al combate y se peleó con gran violencia. Entonces ordenó
el emir a su primo Obaidala que abriese un portillo en la muralla, por
el cual salió aquél con un contingente de tropas y viniendo a
espaldas de los habitantes del arrabal, sin que se apercibiesen de
él, prendió fuego en sus viviendas. Con esto se declararon aquellos
en fuga, fueron muertos atrozmente muchos y apresados cuantos
se encontraban en las viviendas y aduares. Alháquem condenó a
muerte a trescientos de los principales prisioneros que fueron
crucificados cabeza abajo. Tres días duraron el pillaje, la matanza y
el incendio en los arrabales de Córdoba.
(Crónica Silense)