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ALFONSO

Y entonces, decidí escribirle una carta (sentido 1: interpretación como expresión). Debía ser íntima,
profunda, pero concreta porque, de manera contraria, entonces no nos quedaría posibilidad sino
decisión. Y en ese caso, ella y yo estaríamos ubicados en las antípodas de la inconciliable
resignación de vivir con la ausencia de su nombre. Lucía, la mensajera, pasaría por la epístola a las
14 hs, eran las 12:46 cuando la chispa de la ocurrencia me impulsó a tomar el bolígrafo y el papel, ya
eran las 13:08 y aún no me animaba a escribir pues solo pensaba en que para poder leerla
necesitaría hacerlo con Alfonso, el mejor criptógrafo (sentido 2: interpretación como interpretariado)
quien siempre ha sido un excelente descifrador de mis letras dirigidas siempre a la misma
destinataria (sentido 3: interpretación como ejecución).

No he sido su remitente hace ya varias semanas. En el último contacto epistolar me decía que a su
padre se le habría retrasado el viaje previsto, por lo que no podría contactarme con la frecuencia de
costumbre. No quería que su padre sospechara de este amorío y la aislara del papel y la tinta. Yo
solamente había entendido superfluamente su razón. Alfonso fue quien descifró (sentido 4:
interpretación como aclaración) lo dicho en lenguaje criptográfico del que ya me llevaba entrenando
tiempo atrás. Él me decía que la criptografía era como la lengua paterna para lograr acogerla de una
manera menos difícil. Eso me permitía intentar aprender más ágilmente (sentido 5: interpretación
como identificación). Así, poco a poco, memoricé rápidamente los códigos básicos y algunos
secundarios de la lengua paterna que disminuía la angustia del no tenerla cerca.

A las 13:32 recordé que ya podía descifrar su última carta sin necesidad de tener a Alfonso, y así
sentir que al fin era un encuentro caligráfico solo para mí. Abrí el cajón, tomé el sobre que tenía
algunos pliegues en la solapa, saqué la carta, la abrí y mi corazón se petrificó. Escribía ella, al final,
en símbolos primarios: no te amo (sentido 6: desenmascaramiento).

Alfonso me mintió, ¿por qué Alfonso me mentiría? Me pregunté.

Eran las 14 hs, Lucía llegó con su sonrisa amable y sus modales tan acordes a su personalidad, me
preguntó si le tenía algo, al decirle que no, sacó un sobre de su mochila y me lo entregó. Se despidió
amablemente, mientras yo miraba con curiosidad aquella carta. Al abrirla, solo leí: siempre fue mía.
Alfonso.

No solo era el mejor criptógrafo, sino también el mejor amante. Y lo peor, es que me quedaría con la
incertidumbre de saber si a ella le dijo lo que realmente le escribí (sentido 7: no hay hechos, solo
interpretaciones).

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