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Quien resista la guerra del silencio interior gana

cualquier batalla. Además, cuando el silencio nos


cuesta y la soledad nos lastima, puede ser una señal
muy sutil de que, poco a poco, hemos estado dejando
que Dios se ausente de nuestro hogar interior.

Nuestra ansiedad e impaciencia con la vida se debe,


en gran parte, al hecho de que nos hemos alejado de
nuestra interioridad. Este distanciamiento, además de
debilitarnos emocionalmente, nos engaña cuando las
cosas son realmente importantes en nuestra vida.
Sin embargo, el regreso al camino espiritual
solo es posible cuando nos aferramos al
derecho inevitable de estar solos. Significa
conocer el momento adecuado para la pausa y
el retiro. Amigos, casi siempre tenemos una
palabra de consuelo... Pero, en ciertos
momentos de la vida, la soledad es nuestro
mejor asesor.

Con la prisa y las facilidades de la vida conectada,


nuestra mente parece acostumbrarse a la escasez
de reflexión y la pereza de pensar.
Las cosas geniales nos llegan llenas de educación,
pero si algo requiere un poco de esfuerzo, pronto nos
daremos por vencidos y buscaremos experiencias
más suaves para ocuparnos.
El encanto de las redes sociales puede
hacernos reacios a la disciplina espiritual.
cuando vamos a la meditación, ya estamos
marcados y sin energía para dejarnos moldear
por el sielencio que nos contrae por dentro. Si
la mente está demasiado inquieta, el silencio
no descansa y la oración no da fruto en
nosotros.
Vivimos en tiempos de mucha conexión, pero
también de mucha distracción. Nuestra mente
no deja de funcionar. la pausa, en cierto modo,
quita el placer de la conexión. lo que requiere
disciplina, a veces, nos distrae, nos sofoca, nos
irrita. Siempre preferimos los "lugares" más
divertidos y cómodos, insectos de cualquier
disgusto.

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