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HISTORIA DE LA VIDA COTIDIANA EN MÉXICO

Tomo 111 ,
EL SIGLO XVIII: ENTRE TRADICION Y CAMBIO
PILAR GONZALBO A IZPURU
coordinadora

EL COLEGIO DE MÉXICO
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
México
CONTENIDO

Presentación, 11
Pilar Gonzalbo Aizpuru

PRIMERA PARTE
LAS RUTINAS ANTE LA VIDA Y LA MUERTE

l. Del mercado a la cocina.


La alimentación en la Ciudad de México, 17
l o econó mi co de cie rtos co mestibl es, 20; Difere ncias sociales en la alimentación , 21 ;
La alimentac ió n capita lina: cantidades, calidades y varied ades, 26; Las cocinas y los puestos
callejeros, 32; Alimentación festiva, 38; Consideraciones fin ales, 40
Enriq ueta Quiroz
2. Vida cotidiana y cultura material en el Zacatecas colonial, 45
Po r el camino real de la plata, 46; Ser veci no de la ciudad , 47 ; El día de mercad o, 5 1;
Vivir co nfo rtabl emente, 53; Cubrir e l cue rpo y m ostrar la calidad , 57 ;
El ti e mpo del alimento, 65; El tiempo del desca nso y del sueño, 67
Francisco Garcia Gonzá lez
3. Las pulquerías en la vida diaria de los habitantes
de la Ciudad de México, 71
Las pulquerías de la Ciudad de México en el siglo XV III, 73; Producto res y ex pendi os
d e pulque, 74 ; El ideal no rmati vo, 78 ; El re lajamiento de las no rm as, 80; Co nsum o,
ido latría y o tros pecad os, 86; Estímulo y obstáculo para e l trabajo , 9 0
Miguel Angel Vásquez Mel éndez
4. La vida urbana en el real de San Francisco de Cuéllar
de Chihuahua, 97
El espacio vital, 97; Prospe rid ad y desarrollo del real, lOO ; La vivie nd a, 104;
El atuend o y las apari encias, l l l ; El lujo cotidiano, 112 ; El atuend o de l va rón , 114;
Los sustentos agrícolas y ga naderos, 11 5
Salvador Treviño C.

[7[
8 EL SICLO XVIII : E TRE TRADI CIÚN Y CA MB IO

5. El espejo de la vida. Crédito al consumo y cotidianidad


en la hacienda de Charco de Arauja (1796-1799), 123
Charco ele Arauj a y su contexto históri co , 126; Un mi cromunclo cualquiera, 129;
Los secto res medios y humildes en Charco ele Arauj a, 134 ; Los vaqueros, 138;
Aparceros y peo nes , 140 ; Los artesanos y el ir y ve nir de un mundo más ampli o, 146;
ReOexiones fin ales en torn o a la subsistencia ca mpesina y las p rov isiones de la hac ienda, 148
Mabel M. Rodríguez Centeno
6. Plata cincelada y terciopelo carmesí:
una casa para el conde de Regla, 155
Preparand o y amuebland o la casa, 162; Arregland o la casa: 1765- 1782, 166;
Destin o ele la casa ele Sa n Felipe Ne ri , 173
Edith Couturier
7. Remedios contra la enfermedad y el hambre , 179
Introducción , 179; El matlazá huatl de 1736-1 737 en la capital ele la Nueva Es paña:
"compendi o medi cinal y remedi os contra la peste", 180 ; La orac ión , la magia y los amuletos,
otros remedi os comra la enferm edad , 19 1; La crisis agrícola ele 1785- 1786, 194;
Los recetari os, 1785-1 786, 198; Consideraciones fin ales, 203
América Malina del Villar
8. Muerte precoz. Los niños en el siglo XV III , 213
El bebé de la condesa, 21 3; La muerte infantil , 21 6; La caída del niño canto r, 220 ;
Caídas, golpes y accidentes , 222 ; Morir lej os: Tomás Metitón , portado r ele la vac una, 229;
Epidemi as y enbmeclacles, 232; Epílogo, 237
Dorothy Tanch de Estrada
9. Fastos y piedades fúnebres en el ámbito maya, 247
Mario Humberto Ruz
10. Soberano, plebe y cadalso
bajo una misma luz en Nueva España, 287
Aj usti ciado y cadalso : luga res de dominac ión y ele confrontac ión , 289; Fuem e, picota y horca
en el es pac io y en la ico nografía , 292; Soberano y justi cia en el mundo his pánico, 294 ;
Cadalso y ajusti ciado: ¿redención o casti go' , 297; La máquina j udi cial en Méx i o:
junio-agosto de 1692 , 300 ; Delitos y penas en el largo plazo, 305; La pena ele muert e
y la crisis del abso lutismo: ele Gálvez a Revill agigeclo (1767- 1794), 308;
Fern ánclez de Liza rdi: cuand o la sociedad ave ntaja al so berano, 3 12
Thomas Calvo
CO TE IDO 9

SEG U DA PART E
LA DIVERSIDAD DEL UN IV ERSO HUMANO

11. Los privilegios del nombre. Los nobles novohispanos


a fines de la época colonial, 325
Preliminar, 325; Los palac ios de la ciudad , 3 26; Las necesidades del confort , 33 2 ;
Convive ncia familiar, 335; En la intimidad del hoga r, 338; La sociabilidad , 344 ;
La seducción de la moda, 346; Sociedad en movimiento, 349; A manera de conclusión , 350
Verón ica Zárate Toscano
12. El colegio del Espíritu Santo de la Compañía de j esús de Puebla , 357
La Compañía se ejercita en el servicio de Dios, 357; La iglesia de la Compañía de j esús, 360;
El colegio era el mejor que tenían estos religiosos en este reino, 363; Es necesa ri o un siti o
donde se haga casa en que podamos vivi r, 366; Se resolvió construir esta casa de ejercicios
con todas la o fi ci nas necesarias, 375; El guardarro pa y la ímima cotidianidad , 377;
Q ue ningun o cierre su cámara ... a la hora del recogimiento, 383
Rosa/va Loreto López
13. Estampas de Saltillo a fin es del virreinato , 391
lm roducción, 39 1; Exeq uias de una cri olla promineme, 392; La agonía, 392;
Las honras fúnebres, 396; Las limosnas, 398; Dos muje res q ue se hiciero n oír, 399;
El cielo puede es perar, 404; Un petimetre en altillo, 406; lncideme en la escuela, 4 12
Ma1ia Elena Santoscoy Flores
14. Travesía de lujo. ¿Cómo viajaba un virrey en el siglo xv111? , 423
Laura áter

15. justicia y prác ticas señoriales en Zacatecas, 443


jurisd icciones ri va les, inmunidades de hecho y solidarid ades mineras, 44 5;
Fueros, exenciones y otras preeminencias: el conde de an Mateo, sus pari emes,
amigos, paniaguados y parciales, 45 1; orm as y prácti cas de la exce pción nobiliaria, 4 62
Frédériqu e Langue
16. Los insultos en la ueva España en el siglo XV III , 473
Los insultos y el cuerpo, 4 76; La ro pa y los insultos, 482 ; La jerarquía y los insultos, 484;
Los insultos y la idemidad pro pia, 486; Los es pac ios y los insultos, 487;
Co mpon am ie mo insultame, 49 1; Los insultos y la violencia, 492;
Los insul tos y el tiem po, 493; Concl usiones, 495
Sonya Lipsett-Rivera
10 EL SIGLO XVIII : E TR E TRADI 1 Y CAMBI O

17. "Como frágil y miserable":


las muj eres nahuas del valle de Toluca, 501
Introducción, 501; Vida de mujeres: la visión de la Iglesia católica , 501 ;
Voces de las mujeres del va lle de Toluca, 504; Mala vida, 506; La palabra de casamiento
y la cuestión del honor, 509; Producción de bebidas , 5 12 ; Inj erencia de las au torid ades , 5 14;
Prácticas curati vas, 5 17; ¿Fragilidad? , una interpretación , 522
Caterin a Pi zzigoni
18. Oratorios domésticos: piedad y oración privada, 531
De ornato y decencia, 535 ; De abusos y bailes , 545
Gabriela Sánchez Reyes

19. Conflictos y rutinas de la vida familiar, 553


Una juve ntud turbulenta, 558; Un matrim oni o por amor, 562 ;
La imposible nueva vida, 567; Un final sin desenlace, 571
Pilar Gonzalbo Aizpu ru

Fichas técnicas de ilustraciones, 579

Índice analítico, 589


18
ORATORIOS DOMÉSTICOS: PIEDAD Y ORACIÓN PRIVADA

GABR IELA SÁNCHE Z REYES


Universidad Nacional AL1tónoma de México

En este prese nte siglo se han apartado los fi eles del ve rdad ero espíritu
de la Iglesia dejando de concurrir a las iglesias parroqui ales y edi fican-
do ca pillas y erm itas en que gastan sus ca udales .
IV C ONC ILI O PROVINCIA L M EXICANO , 1771

LA ÉPO A BARROCA FUE TI EM PO DE EFU SIONES DE FERVO R PIA DOSO y de vigilancia de la or-
todoxia por parte de las autoridades eclesiásticas. La sociedad novohispana procuró te-
ner una pl ena vida espiritual, para lo cual no era necesario vivir en un claustro o pro-
fesa r en una orden regular. Los más acomodados, como católicos bien instruidos,
sabían que sus obli gaciones religiosas no se limitaban a ciertas fechas y lugares, sino
que exigían someterse a determinadas normas de conducta para mantener una íntima
relac ión con la divinidad , facilitada en muchas ocasiones por sus plegarias dedicadas a
sus intermediarios co mo la Virgen y los santos. Para establecer vías de comunicación
con Dios, sólo es necesaria la oración , es decir, el acto por el cual se reali za un a serie de
deprecaciones que puede realiza rse de manera colectiva o individual. Ya que la oración
puede se r interior o exterior, se puede practicar en cualquier sitio, incluso en el espa-
cio laboral, en la calle y, desde luego, en la propia casa, aun en el dormitori o, en espe-
cial al despertar y al acostarse. Para asegurar mayor recogimiento y solemnidad , se re-
comendaba que la oración se hiciera al menos una vez al día, preferentemente en una
iglesia, o que se dedicaran las plegarias ante alguna imagen piadosa dentro de las vi-
viendas. Como parte de las oraciones que se pueden efectuar de manera individual y
privada, se encuentra el rezo del santo rosari o en familia, cuya p ráctica se promovió
precisamente en los siglos XV II y XV III. De igual forma, hay una serie de ejercicios pia-
dosos como las novenas , los triduos y el vía crucis; a mediodía el rezo del ángelus, y en
la noc he, antes de acostarse , alguna jacu latoria. En el culto católico existe la costumbre

[53 11
532 EL SIGLO XV III. ENTRE TRADICIO Y CA IBIO

Santa Teresa penitente.


ORATORIOS DOMÉSTI OS: PIEDAD Y ORACIÓ PRI VADA 533

de crear diferentes espacios de oración, como son los tradicionales altares instalados ya
sea con una sencilla estampa o con una escultura, así como los oratorios y capill as do-
mésticas. Ésta fue una práctica muy común, que consistió en aderezar un espacio del
hogar con la imagen del santo patrono o la devoción familiar. La imagen religiosa de-
bía estar acompañada de flores, manteles, velas y cualquier otro ornato necesa rio para
su lucimi ento .
Si bien hay oraciones que se pueden rezar de manera privada, hay un acto que pue-
de realizarse exclusivamente en las iglesias y capillas autorizadas y consagradas, y éste
es el sacrifi cio de la eucaristía en el ritual celebrado durante la santa misa. Éste es uno
de los sacramentos instituidos por Cristo y que son dones espirituales que santifican el
alma para la salvación de los hombres , otorgándoles un estado de gracia. De acuerdo
con el catecismo romano , todos los sacramentos, recibidos con pureza de espíritu,
confi eren la gracia, pero sólo a través de la eucaristía en forma de pan y vino se entra
en com unión con Cristo para ce lebrar el memorial de su muerte y de su resurrección
como lo prometió en la Última Cena. En el altar, y según lo estab lecido por la liturgia
católica, se repiten los gestos y las palabras canónicas para su celeb ración. Como un
privilegio, la Iglesia concedió licencias especiales para celebrar la santa misa en las vi-
viendas privadas. De ahí que los oratorios domésticos sean algo más que un lugar de
oración, ya que son los espacios en que se consagra y administra la eucaristía.
Uno de los aspectos que más apoyó el Concilio de Trento, y como respuesta a las
criticas protestantes, fue la defensa de los sacramentos. La Iglesia católica se sirvió del
arte para promoverlos, en especia l la penitencia y la eucaristía. Para el primero, la ima-
gen de María Magdalena se volvió el emb l ~ma del arrepentimiento. En cuanto a la co-
munión , proliferaron las rep resentaciones de la Úl tima Cena, en la que Cristo institu-
yó el sacramento, ade más de escenas relacionadas con mil agros como en algunos
pasajes de las vidas de los santos que recibieron milagrosamente este sacramento. 1 Pa-
ra ce lebrar la misa se requiere un altar, es decir, una mesa, preferentemente de piedra
o bien de madera , sobre la cua l se dispone una serie de ornamentos y objetos litúrgi-
cos necesarios para la celebración eucarística. Parte fundamental del altar para su con-
sagración es un ara , es decir una caja que contiene reliquias de mártires que se deposi-
tan en una oquedad denominada sepulcro , que deberá estar se llada . Su función es
recordar su sacrificio, que se une al de Cristo. Sobre el ara se co locan el cáliz, los man-
teles y el corporal cuya función es evitar que las partículas del pan se dispersen.
El altar propiamente se compone de una co nsola, unas gradas, un sagrari o y un re-
tablo. La mesa debe levantarse sobre una o varias gradas donde se co locan candeleros
y fl oreros y debe estar un poco despegado del muro. En la concepción del altar existe
una correspondencia entre la Pasión de Cristo y de los santos mártires. Después del si-
glo IV , el altar fue asimilado como la tumba de Cristo. Sobre esto , Gu ill aume Durand
534 EL SIGLO XV II I. ENTRE TRAD ICION Y CAMBI O

Devociones

Lo más singular que puede alabarse es la frecuentación a los Santos Sacramentos la devoció n a
lo Divino, y la ostentación de tantas fiestas, y la liberalidad de los án imos, no se conoce en el mun-
do Ciudad donde se repartan cada año tantas limosnas en Misas, dotes de huérfanas, Hospi tales,
vergonzantes, mendigos, Cofradías, y Conventos, no tiene número el guarismo para contarlas.
Agustín DE VETANCURT, "Tratado de la ciudad de México y las grandezas que la ilustran después que la funda-
ron españoles", en La ciudad de México en el siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas (1990), p. 48.

de Mende apunta en su Manu al para comprender la significación simbólica de las catedra-


les y las iglesias, publi cado en el siglo XIII , los cinco significados del altar. Uno es la mor-
tificación de nuestros sentid os o nuestro corazón ; también es la Iglesia espiritual; así co-
mo las cuatro partes del mund o d ond e la Iglesia extiende su imperi o; el alta r es
asimismo el cuerpo de Cristo, y recuerda la mesa sobre la cual Cristo celebró la cena
con sus d iscípulos 2 Los ornamentos del altar, además del aspecto utilitari o, cobran un
sentido simbólico . La mesa se adereza con los corporales que son paños blancos de li -
no que cubren la mesa hasta el suelo, que deben se r bendecidos por un obispo. Su fun -
ción es d oble porque, por una parte , evitan que el vino y el pan se derramen en el pi-
so, y por la otra, simbolizan el sudario que envolvió el cuerpo de Cristo .
En cuanto a los vasos sagrados, Guillaume Durand de Mende recomienda el uso
del oro o la plata de manera que no se ox iden o que, debido a su fragilidad , no co nse r-
ven el vin o y la eucaristía. So n indispensables un cáliz para la consagración del vin o,
un co pón para contener las hostias dentro del sagrario, una patena que es un pl ato me-
tálico sobre el cual se parte la eucari stía y una custodi a para exponer y adorar el ant í-
sim o. Los vasos sagrad os también tienen un sentid o simbólico : el cáliz representa el se-
pulcro donde reposó el cuerpo de Cristo; la patena es imagen de la piedra que sirvió
como lápida a su tumba. El altar y los mi smos vasos se cubren con los corporales, los
cuales evocan el sudario que amortaj ó a Cristo 3 De igual form a, campanas, ince nsa ri os,
cirios y vin ajeras acompañan al ceremonial. Desde luego, un crucifij o recuerda el sac ri -
ficio que se rememora en el ritual.
Los siglos XV II y XV III destacan por un tipo de devoción eucarísti ca basado en la vi-
sita al Santísimo. Esto se traduj o en la vi da cotidi ana en la fundación de co frad ías de-
dicadas al Santísim o Sacramento, en la asistencia a las iglesias para adorarl o con fre-
cuencia y en la vo luntad de cumplir con la comuni ón más de una vez al año, que era
lo establecido obligatoriamente por la lglesia. 4 Dentro de estas prácticas piad osas se en-
cuentra la creación de espacios dedicados a la co munión frecuente dentro de las habi-
tac iones d omésticas. En la intimidad de los hoga res se rec reó un espacio de o ración
donde los gestos, las lecturas y los himn os de la liturgia acompañaron día con d ía la vi-
O RAT O RIOS DO MÉST ICOS: PIEDAD Y O RAC IÓN PR IVA DA 535

da de los moradores: sirvientes y señores se unían en la misma oración. Pero, ¿qué ti-
po de oratorios o capill as se erigieron en las viviendas, cómo se adornaron y qué requi-
sitos se requerían para tener uno? Esta pregunta n os guiará por los rin cones de las re-
sidencias coloni ales del siglo XV III para con ocer sus espacios de oración .

DE ORNATO Y DECENCIA

La obligación de todo cristiano es comulgar por lo menos una vez al añ o. La asistencia


a la celebración de la misa permite que el creyente sea partícipe de dos momentos : la
liturgia de la palabra, constituida por las lecturas, la homilía y la oración universal, y el
segundo momento que corresponde a la liturgia de la eucaristía donde -se presentan el
vino, el pan y la comunión. Durante esta ceremonia se perpetúa el sacrificio de la cruz
y el banquete de la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo. Mediante este ritual ;;e
cumple con el mandato de conmem orar su sacrificio. La eucaristía es el sacramento de
la salvación , además de ser el único que además de conferir la gracia, entrega al autor
de ella . De ahí que se consideren de enorme gravedad los sacrilegios cometidos contra
las hostias consagradas y aun contra los obj etos que están en contacto con ellas.
La celebración de este sacramento entre particulares motivó que desde el siglo XV I,
la Iglesia novohispana emitiera licencias especiales para celebrar la santa misa en luga-
res privados co mo capillas y oratorios domésticos. Respecto a las capillas domésticas,
estos permisos fueron so licitados para su construcción en haciendas, obrajes, molinos,
casas señ oriales y conventos. Una capilla doméstica era una construcción arquitectóni-
ca separada de la casa, con ca pacidad para un retablo, y a la que podían asistir los ve-
cin os del lugar. Estaba erigida a modo de iglesia, con puerta abierta a la calle y con cam-
panario5 En el caso de las residencias señ ori ales, las dimensiones de las capillas podían
vari ar, pero su ubi cación fu e en la planta alta y en el centro de la finca . Su planta era
cuadrada , con cubiertas de viguería o bóveda y podían tener incluso una pequeña sa-
cri stía. En la portada, o rnada con piedra labrada, se ostentaba el escudo nobiliari o de
la famili a 6
Un ejemplo es la capilla de la casa del co nde de Sa n Bartolomé de Xala, ubicada en
la calle de Capuchinas, hoy Venustiano Carranza. Di cha casa fu e edificada por el arqui-
tecto Lorenzo Rodríguez entre 1763 y 1764. Hacia el año de 1784 se realizó un inven-
tario de la casa, ya que tras haber enviud ado, el cond e de Xala se orden ó como presbí-
tero el 3 de mayo de dicho añ o.7 En la descripción de la casa se apunta que la capilla
tenía su puerta hacia el corredor principal con una reja de hierro, y un co lateral ensam-
blado y dorado con 14 li enzos de santos. Un nicho central albergaba un a im agen ma-
riana baj o la advocación de la Virgen de los Dolores, que lucía un vestido de raso li so
-
536 l l ~Jl,LO XVIII L TRI TRADICIO Y CAMBIO

Pecador arrepentido recibe la comunión.


O RATO RI OS DOMÉSTI COS PI EDA D Y O RACIÓN PRI VADA 53 7

rosado y un manto de lustrina, además de portar un resplandor y daga de plata sobre-


dorada. De igual forma , había un nicho y una mesa con una im agen de Santa Gertru-
dis de manufactura guatemalteca, la cual estaba ataviada con un vestido de mué , aureo-
la y báculo de plata. También tenían otras esculturas devocionales dedicadas a Sanjosé
y a San Juan Nepomuceno. La licencia para esta capilla fu e emitida por el papa Clemen-
te XIV, en un breve fechado el 28 de noviembre de 1765 8 Otro ejemplo de capillas en
resid encias es la perteneciente a la Casa del Alfeñique en la ciudad de Puebla, que in-
cluso tiene una pequeña sacristía, y un o más es la casa del conde de Valle de Orizaba,
hoy conocida como de los Azulej os, donde se conserva aún la portada de la capilla.

Capillas y oratorios

En otra parte separada estaba el Oratorio, con colgadura de damascos carmesíes bordados de oro,
frontal y casulla de los mismos, y la cenefa de la colgadura vestida toda de láminas de Roma ... ha-
bía un retab lo, de dos varas fondo, de carey y un árbol en medio, que en el hueco de su tronco en-
cerraba un Cristo de marfil, de más de una vara de alto, que más juzgara la vista que era cuerpo
vivo de Cristo muerto. Alrededor de este cuadro, a trechos, engastados en las hojas del árbol ha-
bía muchos círculos de marfil en que estaban, de medio relieve, todos los misterios de la Vida,
Muerte y Pasión de Cristo y los de Nuestra Señora, cosa digna de toda admiración, que en tan pe-
queño campo pud iese florecer tanto el primor del el arte. Sobre el altar, había otros Niños de la
misma materia y mano, y todo servicio de plata, y a un lado, tenía Su Excelencia su sitial carmesí
y, en encubierto con arte, un clavicord io que mientras se celebraba la misa le tocaban; y en otra
parte correspondiente a esta capilla había in camerín retirado, todo vestido de láminas no de me-
nor estima ni va lor que las primeras, adornado con dos escritorio, uno de plata y otro de marfil,
con muchos ram il letes de flores, ce rcado todo de albahacas; un bufete de carey, y silla de broca-
do y tapete de seda y aderezo de plata para escribir.
Descripción del orator io de Pa lacio Virrreinal dura nte la estancia del vi rrey Marqués de Vi llena (1640). en Cris-
tóbal GUTIÉRREZ DE MEDI NA, Viaje del virrey Marqués de Vi/lena (1947). pp. 75-76.

Fuera de las ciudades, las haciendas fueron centros comunitari os donde tanto se-
ñores como sirvientes tenían que recibir los sacramentos . Ante esta necesidad de cum-
plir co n los oficios divinos, se edificaron capillas para la gente del servicio. Un ejemplo
es el caso de la capi ll a de la hacienda de San Nico lás de la Torre , perteneciente al co n-
de de Medina y Torre, caballero de la Orden de Alcántara. La fábri ca se realizó con pie-
dra y lodo, y la ca pilla constaba de sacristía y techo de vigas co n suelo enladrillado. En
el interior se dispusieron tres "retablos de lienzo" y varias esculturas y pinturas de san-
tos , algun as ornadas con coronas y perlas. La capilla gozaba de la concesión de varias
indul gencias plenarias y privilegios. Jarras, tarimas , alfombrillas, tapetes, confesiona-
rios, pú lpi to pintado de jaspe, cruces, ca ndiles, campanas, sil las, andas , manteles, mi-
538 EL SIGLO XVIII. ENTRE TRAD ICIÓN Y CAMB IO

Sacerdote oficiando misa.


O RAT O RI OS DO MÉST ICOS PIEDAD Y O RA CIÓN PRIVADA 539

Lugares para el culto, 1768

Ha viendo ya puesto por muestra a la Catedral, se deja de tratar individualmente de lo opulento, y


rico de los demás Temp los, que en cuanto cabe compiten con el la ... [existen muchas] Iglesias, sin
[contar] con los muchos Oratorios, que hay en Casas particulares tiene para el Sagrado Culto.
Jua n Manuel de SAN ViCENTE, "Exacta descripción de la magnifica corte mexicana . .", en La ciudad de México
en el siglo XVIII ( 7690-1780}. Tres crónicas, 1990.

sales y albas ornamentaban y permitían la celebración de la misa en la capilla de esta


haci enda 9
En el caso de la capilla doméstica de la hacienda de San José, en la vi lla de San Fe-
lipe en San Miguel el Grande, propiedad del marqués de Guardio la, inventariada en
1751 , se registró que su fábrica era de lodo con cimientos de piedra y los muros blan-
queados y pintados con su cenefa; su techo era de viguería, con campanario y con una
torre de lad rill o. El importe de la construcción fu e de 2 4 38 pesos con cuatro reales . El
altar mayor con un li enzo estaba dedicado a San José, y había uno co lateral con cua-
dros de diferentes santos. Desde luego, se contaba con todos aquellos paramentos litúr-
gicos necesarios para la consagració eucarística. 10
A diferencia de las capillas, los ratorios domtsticos gran habitaciones de uso fa-
miliar dentro de las residencias. En ellos había un altar conformado por una mesa y una
imagen -una escultura de bulto o alguna pintura- y este recinto bien podía conver-
tirse posteriormente en una capilla. Los oratorios se localizaban en el interior de la ca-
sa, sin puerta al público y sin campanario 11 La Iglesia fue muy cautelosa en torno a las
licencias concedidas; su vigilancia quedó clara desde el Concilio de Tremo: durante su
vigesimosegunda sesión se declaró que cualquier lugar piadoso debería estar sujeto a
un obispo 12 El pontífice Gregorio Xlll (1572-1585) estipuló que los oratorios debían
instalarse en lugares decentes y cerrados. En cuanto a los permisos, estableció que se
concederían só lo en caso de enfermedad , con la condición de que a quien se le confi-
riera esta gracia estaría obligado a asistir a la iglesia.
Este tipo de oratorios se podían encontrar en las casas o palacios de obispos, así co-
mo en casas de particulares, pero nunca en celdas de regulares. Una de las cond iciones
era que dichos oratorios no debían disfrutar de las prerrogativas exclusivas de las pa-
rroquias, como son la administración de los sacramentos, tener pila bautismal , fu ero
penitencial, la celebración del matrimonio , la extremaunción , la bendición de cenizas
en el primer día de cuaresma y la de palmas el Domingo de Ramos, el cobro de di ez-
mos, así como primicias y ofrendas. 13 Otro requisito era que no debía oficiarse más ele
una misa diaria , exceptuando los días de Pascua, Pentecostés y Navidad 14 A partir de
1615 , la aprobación de estos recintos fu e un derecho reservado exclusivamente a la
540 EL SIGLO XVI II. ENTRE TRADIC IÓN Y CAt-.-1610

Retrato de sor María Guadalupe Juan Villa lobos con Santa Bárbara,
cuadro anónimo del siglo XVII I.
O RATO RIOS DOMESTICOS: PIEDA D Y O RA C IÓN PR IVADA 54 1

Santa Sede 1 5 Los as pirantes debían se r particul ares, de lin aje noble, con alguna afec-
ción que les impidiera asistir a su parroquia y siempre y cuando el o ratorio estuviera
"decentemente edificad o co n muro y atav iados ... Libres de todos los d o mésticos
usos". 16
El primer Concilio Provincial Mex icano, de 1555 , también hizo referencia a este
asunto, especifi cando que estos recintos debían prohibirse donde hubiera una cama,
co n excepción de las habitaciones de los enferm os que estuvieran imposibilitados de le-
va ntarse de ell a. 17 En el siglo XV III , ellV Co ncilio Mexicano, ce lebrad o en 177 1, reto-
mó este asunto. A pesar de estar constituidas las normas para su establecimi ento, en él
se reiteró la costumbre entre la población de este tipo de oratorio. La crítica se centró
en el alejamiento y falta de co ncurrencia de los fieles a las parroqui as, además de que
su construcció n se llevaba a cabo contravini endo las disposiciones eclesiásticas. LS Esta
vigilancia y las reglamentaciones emitidas, sólo señalan el arraigo popul ar que tenían
este tipo de oratorios 1 9
Gracias a la información proporcionada en las solicitudes de licencia, podemos co-
noce r la ubicación y algunas ele las característi cas de los orato rios domésticos. En una
ele ell as se especifica el área de la casa d onde se emplazaría, aclarando que se encontra-
ba apartado del resto ele la vivienda o simplemente fuera ele las labores. En otros casos,
se precisa que el oratorio estaría en una habitación ubicada en el patio o sólo se señala
que éste se encontraría en "la casa de su m orada". Cabe mencionar que entre las dife-
rentes clases de viviendas , este tipo d e oratorio podía levantarse en aquéll as que fu eran
graneles y co n dos plantas, es decir, con varias piezas como un a sala , recámaras, des-
pensa , cocina, caballerizas y bodegas 20
Los so licitan tes eran prin cipalmente dueñ os ele haciendas, alcaldes ele co rte, con-
tad o res, racioneros de la catedral, presbíteros, co nd es o mi emb ros de mayo razgos. Las
licencias son muy claras en sus peticiones: los días requeridos eran los domingos y fies-
tas ele guard ar, excepto los p ro hibidos por derecho; en otros casos, se so licitaba para to-
dos los días del año. El objetivo , desde luego , era la admini stración de los santos sacra-
mentos de la penitencia y la eucaristía.
Los motivos aducidos en las soli citud es ele licencias muestran algun as constantes:
la prin cipal es a causa de las enfermedad es o po r achaques graves; por estar di stante la
casa ele la parroqu ia o por tener problemas para trasladarse a la iglesia d ebid o a los ma-
los caminos; otra ca usal mencio nada son los imped imentos po r las ocupaciones labo-
ra les o la preocupación de que los sirvientes y la familia careciera n de la euca ri stía. Una
"vista de ojos y reco nocimi ento del oratori o" practi cad a po r un reli gioso era forzosa,
porque él acreditaba las co ndi ciones del rec into. Los reportes sólo señalan en términ os
generales que el orato rio es "muy decente co n o rnato y decencia necesa ria". Los exvo-
tos pintad os so n una fu ente muy vali osa para conoce r el interi or ele estas habitaciones,
542 EL SIGLO XVII I. ENTRE TRADI CION Y CA MBI O

Licencia para oratorio doméstico.

donde el enfermo y el o ratorio convi ven , la búsqueda de la protección del santo se ha-
ce presente en el lecho del enfermo.
El presbítero José Antonio de Hogal, un importante impresor en el siglo XV III , cu-
ya im prenta estuvo ubicada en la calle de Tiburcio , obtuvo en el año de 1767 el títul o
de impreso r del supremo gobierno , por lo que su establecimiento se llamó Im prenta
Real. Sin embargo, en 178 1 obtuvo el privilegio de impresión de los billetes de lotería
lo que lo llevó a abandonar su imprenta 21 De él sabemos, por su so licitud de li cencia,
que tenía dos hermanas enfermas, una casi ciega y la otra con frecuentes ataques de epi -
lepsia, trastornos que les impedían salir sin exponerse a sufrir contingencias en la ca-
lle. Por tal razón , acondicionó "una pieza enteramente separada de la habitación, y ele-
más usos domésticos, y adornada con la dece ncia posibl e, y con todos los requi sitos
necesa rios en una casa" 22 El permiso se le otorgó por estar el orato rio bien surtid o ele
vasos sagrados, ornamentos y demás, necesarios para la celebración de la mi sa.
De igual forma, el cap itán Diego Sá nchez de la Reyn a, enfermo en cama durante
cinco años , arregló en la sa la de su casa un oratorio "colgada de doseles amarill os y co-
lorados y un altar adornado de láminas con su baldaquin o y otros Li ensos Con su fro n-
ORATOR IOS DOMESTI COS: PIEDAD Y O RACIÓN PRIVADA 543

La Virgen de Guadal upe parece bendecir el orden


que al mi smo tiempo permitía las mezclas y pregonaba la seg regación .

tal a ra Co nsagrada Ca lis o rna me ntos y su tarim a alfo mbrada y dese nte p ara pode rse ce-
lebra r el Santo Sacrifi cio" 23 Cumplidas las co ndi cio nes, se le conced ió li cencia al ba-
chi lle r Juan Anto nio el e Arroyo en 175 0 , quien se enco ntraba mu y e n fe rm o el e medi o
544 EL SIGLO XV III. EN TR E TRAD IC ION Y CA MBI O

cuerpo para abajo, y para quien su única preocupación era no poder recibir la santa co-
muni ón con la frecuencia debida 2 4
En algunos casos, las licencias se otorgaban para ciertos miembros de la famili a, de
manera de ev itar que otros pari entes o allegados, por pereza o comodidad , no asistie-
ran a la iglesia. En el permiso presentado por el conde De la To rre, cuyo domicilio se
loca li zaba en la ca lle de Don Juan Ma nuel, se especifica que sólo podían asistir, excep-
tuando los días prohibid os por derecho, los miembros de la familia con sus muj eres y
pari entes con hasta cuatro grados de consanguinidad y afinidad 2 5 Los permisos podían
se r efectivos únicamente cuando el solicitante estuviera presente, por lo cual el marqués
de Guardiola solicitó que la li cencia se extendi era a sus hij os y familiares, ya que tal dis-
posición le resultaba difícil de cumplir en parti cular durante los días en que él se au-
sentaba para atender sus asuntos. 26
Pero no todos los orato rios se consagraban en casas señoriales. Algunos dueños de
obrajes, y debido a las largas jornadas de trabajo que p odían impedirles la asistencia a
la iglesia, se sintieron justifi cados para pedir permiso de crear su orato rio. Esta situa-
ción fue frecuente en un tipo vivienda caracterizada por tener, además de los usos do-
mésticos, un área de labores . En 1750 , María Sánchez de Ambrís junto con sus cuatro
hermanas, doncellas y huérfanas, dueñas de una panadería y tienda, pidieron se les di -
jera misa dentro de su casa, de manera que tanto ellas com o sus sirvientes pudieran
asistir todos los días del año a la misa 27
Las peticiones n o señalan preferencia por algún religioso para celebrar la misa . En
173 2 , Francisco de Zúpide y Acuña, contador de resultas del Real Tribun al y Audi en-
cia de Cuentas de la Corte, dueño de la hacienda San José Xalcuenco, en Mixcoac , se-
ñala que se obliga a pagar dos pesos de lim osna, al parecer la retribución acostumbra-
da a los clérigos en otras haciendas y obraj es por sus servicios 28
La disponibilidad de un oratorio doméstico no sólo sati sfacía la piedad de la fami -
lia, sin o que fue también un signo de presti gio y distinción social. Algunas familias in-
dígenas no estuvieron al margen de esta costumbre, mediante la cual manifestaban su
fervor religioso y su pree minencia en la comunidad . Así, en 1739, los hij os de Isabel Ma-
ría , viuda de Pedro Lucas, indios naturales y vecin os del puebl o de San Luis de las Pe-
ras, en Chiapa de Mota, piden se respete la licencia oto rgada a su madre difunta. Su ora-
tori o era de adobe, lodo y piedra con cubi erta ele vigas en un jacal ele tejamanil. Arguyen
que hay un altar con un crucifij o ele tamaño natural, además ele se r muy decente y co n
mucho aseo . Apuntan que si bien no tienen los paramentos necesa rios para la mi sa, la
iglesia del pueblo les suministra lo necesari o para su celebración en dicho oratori o 29
Cualquier asunto relacionado con el oratori o doméstico tenía que ser notificado a las au-
toridades eclesiásti cas, por tal razón , el marqués ele Guaclalupe Gallardo pidió permi so
30
para el traslado ele su oratorio a otra habitación , por resultarl e ele mayor comoclicl acl
O RAT O RIOS DO MESTICO S PI EDAD Y O RACIO N PRI VADA 545

Sucesos milagrosos tamb ién podían ocurrir en estos recintos, como sucedió en
1791 en el pueblo de Sa njuan Ystayo pan , actual estado el e Puebla: lo que comenzó co-
mo oratori o en una habitación ele la casa el e Agustín López Arteaga, se transform ó en
capilla con los gastos co rrespondientes para la fábrica ele un retab lo y la co mpra ele los
utensilios necesarios. La imagen del recinto estaba bajo la advocación de uestra Seño-
ra el e la Soledad , co pia el e ot ra imagen mi lagrosa ve nerada en Puebla. De acuerdo con
el dueño de la capi ll a, la imagen exudó, lo que lo ll evó a colocar un rotulón en la puer-
ta, que posteri orm ente fue retiracl o 3 1

DE ABUSOS Y BAILES

La vigil ancia de este tipo el e oratorios dom ésticos fue una preoc upación del clero ; por
esa razó n se emitieron edictos para procurar el respeto ele los usos sagrados de estos es-
pacios particulares. Las autoridad es inquisitoriales los emitían y estaban dirigidos ato-
dos los obispados y provincias. En ell os se apunta su preocupación por la "perni ciosa
e intolerable" costumbre, cada vez más difundida , de que todo género ele gente haga

Oratorios pintados, de paniculares devociones, haziendo nac imiemos de nuestro Salvador


y Redepmtor lesu Christo, y Altares a la Sa ntísima Virgen Maria nuestra Señora, su Madre,
y a otros Santos, y Santas de su devoción , poniendo en dichos Altares cierto numero supers-
ti cioso de candelas encendidas, y algu nos retratos de perso nas que muri eron con op ini ón
de virLUd , co n resplandores, y señales de gloria, sin determinación de la sama Sede Apos-
tólica32

La orden era muy clara: denunciar aquellos orato ri os que mostraran cualquier
irregulariclacl. En especial lo relacionado co n la veneración de ge nte fallecida en olor a
santidad pero sin reconocimiento ele la autoridad eclesiástica. El contro l sobre los pro-
cesos el e canoni zación era un asunto que co mpetía a la Sagrada Congregación de Ritos,
establecida en 1588. El pontífice Urbano V111 (162 3-1644) fu e más estri cto al respec-
to , puesto que estableció que la santidad estaría suj eta a mejores criterios que la sola fa-
ma ele santidad. La bula publicada en octubre ele 1625 rese rvó las pautas el e santidad
a la sede papal. Entre otras cosas, prohibió la representación con aureolas ele perso nas
que no estu vieran beatificadas , así como la colocación de ve las en sus se pulcros; de
igual forma , prohibió la impresión ele biografías en las que se revelaran sus milagros o
visiones sin previa autorización episco paJ3 3
En torn o a la representación ele las imágenes de los santos, la Iglesia fue muy caute-
losa ele que éstas tuvie ran la decencia y el deco ro debidos. Por tal razón, en sus concilios
546 EL SIGLO XVI II. ENTRE TRAD IC IÓN Y CAMB IO

Altares domésticos, 1770

Se contin úa entre diferentes personas y especialmente entre la Gente Común el tener oratorio
dentro de sus Casas poniendo Altares Con muchas lu ces a devoción de los Santos San Francisco,
San Nicolás, Santa Rosa y otros Santos con el festejo, y ruido de arpa, y Guitarra, y danzas que ha-
cen en los mismos oratorios, bailando Hombres, y Mujeres todo el día y la noche frecuentando las
Casas en que se hacen estas festejos mucho Concurso de gente.
AGN , Inquisición, vol. 1179, exp. 10, f. 185.

siempre fue muy precisa al pedir al clero su atención y vigilancia sobre la imaginería re-
ligiosa realizada por los artistas. EllV Concilio Provincial Mexicano estipuló que los pin-
tores debían representar con propiedad a los santos en los pasajes sabidos por la histo-
ria sagrada ; sin trajes indecentes, deshonestos o provocativos, y desde luego, sin figurar
nuevos pasajes que no estuvieran apoyados en la historia sagrada o basados únicamen-
te en la opinión pública. Subrayaba que , finalmente , el pintor es "un predicador mudo",
razón por la cual debía evitar supersticiones e idolatrías 34 A pesar de ello , en estos ora-
torios se llegaron a encontrar imágenes "muy imperfectas" 35 colocadas en los altares.
Los edictos eran leídos en los púlpitos, de manera que la gente conociera y denun-
ciara aquellos que les faltaran. En 1712 , el clérigo Juan de Guzmán leyó uno en el púl-
pito de la catedral. Posteriormente, lo fijó en uno de los pilares de la iglesia, para evi-
tar las supersticiones, impiedades y faltas en las imágenes de los santos 36
A todo lo anterior debe añadirse la vigilancia de la Inquisición para impedir la ce-
lebración de bailes en los oratorios, en los que interviniera la "indecencia de lugar, ban-
quetes, juegos , musicas, bayles y juntas"37 Este edicto quería evitar el trato indecente
entre hombres y muj eres, quienes con el pretexto de la reunión para rezar, contrataban
músicos que acompañaban las oraciones.
En 1712 en la ciudad de Querétaro, Francisco de Ortega y Montañés fu e llamado
a declarar por haber contravenido el edicto en que se prohibían los oratorios domésti-
cos. El denunciante fue Félix Vallejo, mercader, quien se presentó por descargo de su
conciencia. El altar estuvo expuesto durante ocho días y se dedicó a San Francisco y
otros santos. Se aliñó con nueve luces , ramilletes de flores y una araña con seis luces.
Delante del altar se encontraban tres músicos con guitarra, lira y bandola; dos de ellos
eran de oficio maestros de carpintería y el otro oficial de tej edor. En la noche , Sebas-
tián de Sierra representó una loa y una relación de comedia, además de diferentes can-
tos. Esa noche había gran "concurso de gente" , como 22 hombres y mujeres a quienes
se les convidó vino, chocolate, bizcochos y colaciones. Un escándalo más se sumó a esa
noche: como consecuencia de las velas se incendió Diego Sánchez, maestro de herre-
O RATO RIOS DO M ÉST ICOS PIEDAD Y O RACIO N PR IVADA 54 7

', OS LOS lNQylS!DORES APOSTOLICOS CONTRA LA HERE'I'IC .A


praacdad,yapoRafia c~ ~Ra Ciudad, r Ar~obilpado de Mcxico •.Y en los Obofpados de Tlafu l•, ·
, MecboiCan.Nueva Gahe~a,Guathcm.ala .,~ ua~aca ~ Nlcaugua,.Yucatao,Hon~uru,Chiapa,Nu t·
. u Vllu!':Y ~n todos los ERados, y Prooonmo de la Nutva Efpaña,lsl., Filippnus, y los Olilri.
tos, y lunfdiCCIODU,p~r IU(OUdad Apofiollca , &e, Hnemoa fabcr atodos los nzinos, ymo· -
• raduru,,dlanrrs y habiráces,afsi en dh dicha Ciudad de Muico,como en" t()d ,u las dcm 45 Ciuda
du,•illas,yluguu dc aucflrodilltiélo y junfdiccion,comoanre Nos par ecio el f,ñor Doélor Do o Aotonio de Ga·
uiola Ptomoror Eiful,de eltc San él o Officio,, nos hizo rclacion, éj ca oqutíh dicha Ciudad de Mnico, y en orras
Ciudades deaqudle nuellro diflriélo, fe ba introducido de algo u tiempo a<A a paltt, por perniciofi ,e intoltrable
eoflambre,caue todo gcaero dc gcotu, coa notable cfundalo de! pu eblo Chrifiiano, el bazer eu fuscafas Ora< o-
rlos priuados,d~ paniculares deuodoncs,hazie.ndo aa<imieatos de oueRro Saluado:' 1 Red~ mptor Icfu,Chi itlo, y
· Alraresa la fanllfstma Vugeo Marra ooeilra Sonora, fu Madre, y a otros Santos, y Saot•• dcfu dcuocion, poniendo
en dichos Almu cierto numero fuperllidoffo de caodclas encendidas, y alguoos retratOS de petfonas que muti<ró
cooopioion de vinud,con refplaodorcs,y fcñolcs de gloria,fio dc!erminacioo de la fa ora Sede Apollolrca,y contra
lo por rilo derermioado,coogrcgaodoffe para tales celebridadcs,en las pams donde fe hateo los dichos Oratorios,
hombres y mugues, á comer y beber demafiada"!:nte,ii jugar,eaotar,y baylar <on grande dc;h onc ílidad, ¿ iodc-
ccacu,tomudo por capa y cubictta dé: aqueflos,y otros m•yores peccadoo de obra,y de palabra ,la debocíó al oa•
cimiento de lefa ChrilloSeóor oucllro,ala Virgen faotifsima nueflu Señora fo Madrc, al Santo,ó Sa nra, cuya feRi.
yidad,pteteoden dar a enteoder que celebran ; portan ilicicos y reprobados medio •, eu graue dañodelus coocico-
cias,de que han refulrado y cada diarcfulran (como nos era notorio de mut ho tiempo a ella parte, por alguoas tcf-
t ificacioncs de 1~ ~o'\tcoido en fu pedimeoto) gravifsimas ofe ofu cima la MagcR•d dtDios ouellro Señor,aúfsio-
oandofc fapcrOICIOD<S,y abufos,conrrala purc~a de auellra fa ora Fcc Catholrca,y vcoeraooo a l•s lmagenrs.y afsi
mifmo muerte odcffallradas,y lo qu( mas cra digo o de remcdio, el mal exéplo qur fe da ua a los hcr •gc. enemlgoo
declarados,de las iagradu lmagencs (e ti ya de vida adóracioo niegan,) que en u e no{orros ellan encubi elloo,vicn-
do en los fieles ,y Catholicos Chritlianos,las veneraban y refptélaban muy poco, onada ,co n ralu y un impías jun
us,y conveodculos indignos de pelnJicirCt,por (us circ:uollaociu,entrt C.nholicos , y que pua éjfc obui,3fro y a ta ~
saffeo •queOos incooveoieores ro duhonor de oueUro Scñor le fu Chrino,de fu fanribi ma Madre oucnra St ñou,
y de fus Saoros,y Sao ras. Nos pidio,y fuplic a,le mandaffemos dar uuelluslcrras, y céfuras, para ~oc publicadas en
Ja forma ord1naria.fe prohibic1Tca drchos N:¡cicnie ocos 1 0tacotiot~juotu y convcericulos,coa concorJ o publiCoJo.
color,ni prctci!O algueo,oi poner rcuatos de pcrfonas DO beatificadas ' o canoniudu por la Stde Apollolica' COR
. refplandorcs de gloria, ni encédcr candelas,en cierro numero d,ttcrminado. Y por Nos villo fu pedimiento fcr jufio,
queriendo acudir al remedio defemtjantes abufos,que cada dia parece, que el demonio oueRro coman <aemigo,
va introduciendo para dc~rraygardelosaoimos de los Fieles,lu buenas coflumbres,ylo (olido y fundamental de
ouellra faocafec Carholica,deftru1rodo fu linctlidad,y purexa en laado¡acion delaslmagencs,y quefeaa vcnera·
das y adoradas,fegua,y..comu lo d~bcu fcr correCatholicoo,y que fus oraciones ydeaociones particulares fe orde-
nen a Colo lo qocli:su permitido··por nucflra madre la faaélalglefia Carholica Romapa,fin mezclar las cofas fagra
das,can las profanas,de que ranto fe defagrada y ofende la diuina Magellad,quc eo firs lacrificios pide roda pureza,
y decencia.Y por coollaroos, y rcon cierra de oda de los ri cos,ccrcmoniasloperAiciooes.¿ impicdadcs 1y o u os gra
ves, y enormes pccados que en hncr dichos Nacimi étos,y Oratorios ea la forma dicha le hao caufado,y caufa n,dc
que eflamos en grao manera coodolidos,viendo ti poco reparo ,que ea ralea abu fos, ¿ iarroduciones fe ha hccho,y
haz c. Por raro por eltcuor de la pr<ffentc mandamos, rcquerimos,y amonefiamos, y en virtud de faora obedien.
cia,y fopena de Excomunioo ma1or larz feotenriz ipfo fatlo incuneoda,y de quinientos ducados dc Callilla,para
gaAos cxuaordiouiot de cf\c dicho Santo Ofhcio,a codos los vc-zinos,y moradorrs,t Aantts y habita otcs,afsi deíla
dic ha Ciudad de Mexico,como de las dcmasCiudadcs,villas,y lugares del dicho nu ellro diRriélo,de qual quier clla
do,diguidad,grado,calidad,ó prche minencia, que fuu,cxemptos,ó no exemptos,afsi Eclefiallicos,Scc ulares,como
Regulares,que luego quc elle ouefrro Ediélo venga a vueftra neticia,o delfnpieredes eo qualqoicr manera, no ha·
gais,oicoofintais hazer e o vuefuas ca(as,los dichos Nacimientos, y Oratorios pub1icos1 en qvt interbeogan indecé~
cia delogar,baoquctcs,jucgos,muficas, b•yles y juntas,ui pógars ea los Airaros dclasdichas vuefuas cafas, rcrra;os
de P.crfonu ~~· mpri<ron con opinion de vinad,con rcfplandortl y feñales de glori~,no clhndo bcauficados,o ca
ooorzado.,o~_cae.1!'9.s,e~ce?days caodelas,en DU P.~J 'd~cermi do, por voforros , v~Cc,o•·hrJos, ~'~rcorcs, Y_p ~r-
" - foaaacoa~~·· Ytrssmrfmqosmandamos,folasmsrmas e ; 1 ••• -"~JJ op~~~
JCD Cd&ii . ~-.11!11111b'o tdiCto,,lego deofro dG ~ - ·_, caysaore os, o a~ r "
par u dos en que osl\"allucdes,a'los manifc fru y~nua"eiai,r,a•a!'é¡ con na ellos proceda mos, <O.PI.t bflli cm os por
Dcrecho,Bullas Apofrolicas,<infrruccioncs del Sao lo OfficiÓ, como contra inobedienm aouefrros maodaros que
mas foo dichos A poftolicos. Ea tefrimonio de lo qual mandamos dar,y dimos 1• prc!feat• firmada de nucfuos oom
brcs,fcllada con elfello menor acltc di<ho Santo Ollicio,y rcfreodada de vno de los ~~crctanosdc el, EoM~ltcO&
cinco diasdelmcs d~ Dizie!llbrc de mil y_fcifcicatosy c¡uarc~ca 1 I!CI años,

Edicto del Santo Tribunal de la Inquisición.


548 EL SIC LO XVII I. ENTRE TRAD ICIÓN Y CA MBI O

ro 38 La resolución final fu e que , debid o a que los asistentes eran con siderad os como
ge nte honrada y teme rosa ele Di os , se les reprendi e ra paternal y caritati vam ente; para
ell o se recomendó que se les leye ra ele nuevo el ed icto, espe rand o que no reincid ie ran .
La costumbre d e estos o ratori os en las casas provocó también la falta de asistencia
a los se rvicios en las iglesias , qu izás en buena medid a por comodidad . En la vill a de Ta-
cubaya se supo de la existen cia d e capi ll as sec retas e n casas pa rti culares, d onde se ad-
ministraban los sacrame ntos a algunas muj e res cuand o n o había ninguna razón que les
imposibilitara asistir a su pa rroquia. Por ta l razón , se leye ron durante la mi sa las restri c-
cion es so bre el caso, y el texto se ex puso en una tabla orn ada en la sacri stía, de m ane-
ra que todos la leyeran y no alega ran ignorancia sobre el tema 39
La vigil ancia el e los actos realizados en la intimidad , es d ec ir, en estos espac ios ed i-
ficados y orn ados p or la piedad religiosa, era necesa ria pa ra evitar que, con el pretexto
de la oración colectiva , la reuni ón ele h ombres y muj eres, bail es, comida y bebid as ale-
jaran el alma ele la oración.
Estas moradas de rezo pri vad o eran adem ás, espacios d e soc iabilidad , de re uni ón
ele sirvi.entes y señores, y d onde la fam ilia compartía y elevaba sus plegarias a Dios. La
intimidad del h ogar se veía con solada por las invocacion es y la presencia divin a el e
Cri sto en el altar. El espíritu se reconfortaba al saber que el cuerpo ele Cristo mo raba
en la misma residen cia.
Los oratori.os domésticos fu eron espacios cleclicaclos a la oración , d onde las ge nu -
f1 exiones y los gestos propios ele los rezos se rea lizaban de ntro de las casas. En estos si-
tios se exponían las pasiones humanas, como el dolo r y la esp eranza, p ero estos se nL i-
mi entos se podían tran sform ar. Así, para el siglo xv 111, las prácticas piad osas tambi én se
secula ri.zaro n, y lo sucedido en los oratorios no fu e la excepci ón. Lo que antes fu eron
palab ras devotas se tornaron en amorosas, las m anos en oración ah ora tomaban a la pa-
reja el e baile, y la boca, antes dedi cada a los ca ntos sagrados, reía y seguía las palabras
pro fanas .
ORATOR IOS DO •IÉSTI COS: PI EDAD Y ORACIÓ PRIVA DA 549

NOTAS

1 M ALE, 1982, pp. 163- 165.


2 DURAND DE M ENDE, 1996, p. 55.
1
RI 'AU , 2000, vo l. 1, pp. 280-28 1.
4 L ~llR UN, 1990, p. 99.
) BAQUERO , 1771 , p. 5.
6 M OYoSEN, 1982, pp. 23-28.
7 ROM I:RO DI: TERREROS, 1957, p. 8.
H MOYSSEN, 1982, pp. 29-31.
9 AN, José Ignacio Can o y ~ oct ezu m a, not. 158, vo l. 960, rf. l-9v, 18 de rebrero de 18 12.
10 AGN , Víncul os vo l. 48, exp. 7, f. 8v. In vent ari o de la hacienda de San José, marqu és de Guardi ola.
11 BAQUERO, 177 J' p. 6.
12 El sacrosanto... , 1798, pp. 313-3 14.
1) BAQU ERO, 177 1, pp. 16 , 19 y 92.
14
BAQUERO, 177 1' pp . 28-29.
11 El sacrosa nto .. , 1798, p .313 , no la l .
16 1\GN, Bi enes nac ionales, vo l. 153, ex p. 1, s.f.
17 Co ncili os .. , 1769, p. 8 1. En espec ial el primer co ncili o pro híbe este tipo de oratori os de man era
que se cv i1c escá nd alo entre los natu ra les recién con ve rtid os.
18 ZAIIINO PE.AFORT, 1999, libro 111, tít u lo xv ii , pár ra ro 1, "De las casas religiosas y piadosas", p. 228 .
19 So bre el tema de los oratorios ex istieron dos posturas, una apoyá ndolos, como lo post ula Francisco
de Paul a BAQUERO en su Dise rtación apologética ... en el LI SO ele los oratorios domésticos, de 177 1. Mientras que
Juan José de ERICE se oponía en su obra titu lada Controversia moral sobre el LI SO ele los oratorios domés ticos, 1788.
20 GONZALBO AI ZPURU , 2001.
21 Diccionario Porrúa .. , vol. 2, p. 1698.
22 AGN, Bienes nac ionales, vol. 593 , ex p . 25 , s. f.
21 AGN, Bi enes nacionales, vol. 593, ex p. 1, s.f.
24 AGN, Bi enes nac ionales, vo l. 702, ex p . 9, s.f., núm . 40.
21 1\GN, Bi enes nac ionales, vo l. 1165, ex p. 7, s. f.
26 AGN, Bienes nacio nales, vo l. 345, ex p. 84 , rf. 1-2v.
27 1\GN, Bienes nacionales, vo l. 702 , exp. 9, s. f. , núm . 35.
2H AGN, Bi enes naciona les, vol. 828 , ex p. 4 , s.f.
29 AGN, Inqui sición , vo l. 867, ex p . 4 , s.f.
30 AGN, Bi enes nac ionales, vol. 424 , ex p . 19, rf. 1-2v.
31 AG N, Bienes nacional es , vo l. 593, exp. 25, s. f.
32 !IGN, Inq uisición , vo l. 66 1, exp. 1, f. 9.
33 RUBIAL, 1999, pp . 34-35.
34 ZA HINO PEÑMORT, 1999, pp . 279-280.
35 AGN, Inqui sición , vo l. 11 79, ex p. 10, f. 174.
36 AGN, Inqu isición , vo l. 745, s.e, r. 673.
17 1\GN , Inq ui sición , vo l. 66 1. , ex p . 1, f. 9.
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