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Introducción
Años ´90: en el diseño y ejecución de las políticas sociales predominó un modelo minimalista de
lo social. En las políticas de salud este modelo significó una canasta básica de prestaciones y la
orientación de los recursos del Estado solo hacia los grupos más desfavorecidos. Focalización
El derecho internacional en materia de derechos humanos fija no sólo las obligaciones negativas,
sino también las positivas del Estado.
Es decir, no sólo aquellos que el Estado no debe hacer, sino también aquellos que debe hacer en
orden a lograr la plena realización de todos los derechos. En el campo de la salud, se ha definido
este derecho como el derechos a un sistema de salud eficaz e integrado, accesible para todos
que incluye:
Los derechos humanos y sus tratados internacionales brindan un marco normativo para articular el
diseño de estrategias de salud y actúan como un programa que puede guiar y orientar las políticas
públicas.
La idea esencial tras la adopción de un enfoque de derechos humanos es que las políticas e
instituciones se deben basar en las normas y principios establecidos en el derecho internacional.
1. Disponibilidad: cada Estado Parte deberá contar con un número suficiente de establecimientos,
bienes y servicios públicos de salud, así como de programas.
2. Accesibilidad: los establecimientos, bienes y servicios públicos deben ser accesibles a todas las
personas. Abarca cuatro dimensiones: 1) no discriminación; 2) accesibilidad física; 3) accesibilidad
económica; 4) acceso a la información.
3. Aceptabilidad: todos los establecimientos, bienes y servicios públicos deberán ser respetuosos
de la ética médica y culturalmente apropiados.
4. Calidad: los establecimientos, bienes y servicios públicos deberán ser apropiados desde el punto
de vista científico y médico y ser de buena calidad.
Existen limitaciones reales de recursos, por eso se plantean obligaciones básicas en el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Obligaciones:
e. Velar por una distribución equitativa de todas las instalaciones, bienes y servicios de salud.
Los nuevos mandatos dirigidos al Estado determinan que éste sea objeto de demandas y también
hacen punibles sus deficiencias. Los problemas relacionados con las políticas públicas conllevan
perjuicios para las personas y la población. Este reconocimiento establece nuevas relaciones de
poder: todas las personas deben contar con garantías que las posicionan de manera distinta
respecto a quienes controlan el Estado.
Una de las obligaciones de los Estados en materia de derechos sociales es garantizar contenidos
básicos de los mismos. Es decir, cumplir con el nivel esencial de cada uno de los derechos. No
puede excusarse en falta de recursos y solo aparece como el piso a partir del cual se va
desarrollando el más alto nivel de satisfacción de los mismos.
Dos principios centrales del enfoque de derechos: realización progresiva y gradual y prohibición de
regresividad. Esta gradualidad debe darse bajo condiciones:
- Con los recursos existentes se deben dar inmediato cumplimiento a las obligaciones. Se debe
garantizar su uso más eficiente.
- Si los derechos se van a cumplir de manera gradual, debe establecerse un plan de acción, fijar
plazos y metas.
La prohibición de regresividad significa que cuando se modifica o sustituye una norma anterior por
una posterior, ésta no puede limitar o restringir los derechos ya conquistados.
2) La organización del Estado para atender sus obligaciones. Acciones del Estado.
Tres aproximaciones para evaluar la relación vinculante entre los derechos humanos y la salud.
1)- Grado en que la legislación nacional y provincial se adecúa a la normativa internacional de los
derechos humanos en torno a la salud.
2)- Monitoreo de indicadores, particularmente aquellos de carácter epidemiológico.
3)- La sociedad civil debe jugar un rol de ciudadanía vigilante, fundamental para que se cumplan
las políticas del Estado. Sus acciones pueden estar dirigidas a la promoción y a la incidencia,
tendientes a la inclusión de normativas que aún no han sido desarrolladas. Recoger las denuncias
en casos de violaciones a los derechos humanos.
- Mayor bienestar posible implica el máximo de los recursos disponibles. Obligación de los Estados
de usar el máximo de los recursos disponibles. La perspectiva de derechos aporta un criterio de
evaluación: determinar si se están usando. Un elemento importante es que esta perspectiva obliga
a los Estados a ser transparentes en el manejo de los recursos y aporta armas a la ciudadanía para
exigir que se atienda progresivamente el derecho a la salud.
1978: quedó establecido que para el logro de esta meta era necesaria una estrategia específica.
APS.
Surge y es aceptada en función de un diagnóstico global que alertaba sobre la gran desigualdad
existente en la condición de salud de las personas. Desigualdad producto del dispar desarrollo
económico y de la crisis de los sistemas o modelos de atención médica.
Definición de APS según Declaración de Alma Ata. Cuidado esencial de la salud en base a métodos
científicos y socialmente aceptables y a tecnologías universalmente accesibles a toda persona y
familia de la comunidad a través de una participación plena y de unos costos que estén al alcance
de la Nación y la comunidad, para que mantengan en todas las etapas de su desarrollo el espíritu
de autonomía e independencia. Constituye una parte integral del sistema sanitario del país; su
función y objetivo es el progreso general social y económico de la comunidad. Es el primer nivel de
contacto con la persona, la familia y la comunidad con el sistema sanitario nacional.
Características de la APS:
2).- trata los principales problemas sanitarios. Servicios de promoción, prevención, curación y
rehabilitación;
5).- debe estar apoyada por sistemas de referencias funcionales y de colaboración recíproca;
La APS ordena una necesaria readecuación y reorganización de los recursos físicos, materiales y
humanos, que funcionen por niveles ascendentes de complejidad creciente.
Dos elementos de este concepto: 1) necesidad de atención; 2) una respuesta: oferta de servicios
de mayor o menor complejidad.
Los niveles de atención son planos o instancias tecnológicas para la atención de los problemas de
salud, que se distinguen entre sí por la combinación de contenidos.
Principios que deberían sostener los sistemas de salud nacionales: integralidad, flexibilidad,
universalidad, racionalidad tecnológica, regionalización, descentralización, intersectorialidad,
interjurisdiccionalidad, participación social, interdisciplinariedad y capacitación permanente.
APS deja de tener un único significado. Reconceptualización. Bajo el mismo rótulo hay diversas
maneras de entender la APS: como una estrategia, como un nivel de atención, como un programa
específico.
Atención primaria selectiva. Concentrar todos los esfuerzos en algunas intervenciones, dirigidas a
grupos de población precisos y en donde se maximiza la eficiencia en el uso de los recursos.
Walsh y Warren: propusieron una metodología que diera prioridad a ciertas enfermedades de
conformidad con: 1) la prevalencia, 2) grado de morbilidad o incapacidad que causan, 3) tasa de
mortalidad, 4) viabilidad y eficacia de las medidas de lucha y los costos de intervención.
Como toda política de estas características apunta a los síntomas y no a las causas estructurales
que originan los problemas. Son intervenciones selectivas para ejecutar programas específicos.
Busca mejorar determinados indicadores sanitarios en base a acciones puntuales y no en función
de un cambio sistémico de los servicios de salud.
El Estado define cuáles son los problemas sobre los que se va a actuar por lo tanto se reinstala un
verticalismo y un paternalismo en la planificación sanitaria que desincentiva la participación
comunitaria.
Esta experiencia abre un debate sobre las funciones propias de la APS. Establece que las mismas se
refieren a: ser el primer punto de contacto del paciente con el sistema; clarificar la demanda;
brindar información sobre la situación de salud del individuo que consulta; realizar procedimientos
diagnósticos de baja complejidad; realizar tratamientos; coordinar con otras disciplinas; realizar
tareas de prevención; y registrar la información en historias clínicas unificadas de manera de
garantizar la coordinación y la continuidad de la atención.
La propuesta de una APS renovada estaría en línea con las críticas más consistentes que se
hicieron a la versión selectiva y a la apropiación que de ella hizo el discurso neoliberal. Se define a
la APS: se dirige a toda la población, prioriza las intervenciones costo-efectivas para la población
más vulnerable y organiza redes de atención sanitaria; suministra un amplio rango de servicios y la
mejor calidad de atención, basada en los recursos disponibles; es un enfoque efectivo tanto para
países desarrollado como en desarrollo; contribuye a la igualdad en términos de indicadores de
salud; es menos costosa y más efectiva para los individuos de la sociedad; libera recursos para los
menos favorecidos.
Una noción abarcadora de la APS sería compatible con el enfoque de derechos en políticas
públicas al actuar como garantía de acceso al sistema de salud y asegurar la coordinación y
continuidad del cuidado.
Existen restricciones para la formulación e implementación de APS con enfoque de derechos. Pero
es posible alentar el encuentro entre una concepción de derechos y la perspectiva integral de la
APS por varias razones:
5) el grado de integración de la APS con el enfoque de derechos puede dirimir la tensión entre
formas diferentes de concebirla, reorientándola desde una política focalizada hacia una estrategia
universal de atención.
Para establecer la relación entre APS y enfoque de derechos es necesario abordar tres niveles de
análisis: a nivel macrosocial establecer las reglas que inciden en el cumplimiento del derecho a la
salud. A nivel intermedio, observar la implementación de mecanismos operativos para la
participación social, la rendición de cuentas, la comunicación e información a la población, la
intersectorialidad. Un tercer nivel, abordaje de los aspectos que se refieren a la interacción entre
el equipo de salud y la población a nivel microsocial; transformar a los usuarios de pacientes
asistidos en sujetos de derechos.
Adherir a una política de APS con enfoque de derechos requiero el desarrollo de capacidades
institucionales necesarias, ya que de ellas se desprenderían las opciones posibles.
La introducción de una política de APS con enfoque de derechos requiere un modelo de gestión
pública diferente.
La gestión de la APS implica generar una mayor integralidad en las acciones emprendidas por el
aparato público. Apunta a una mayor eficiencia en el uso de los recursos, a una mayor eficacia y
efectividad de las acciones. Articula las distintas propuestas sectoriales en función de un objetivo,
otorgando una respuesta más integral a las necesidades, potenciando el uso de los recursos.
Una de las mejores maneras que tenemos para valorar los logros sociales que disfruta una
determinada comunidad o para entender las injusticias sociales que ésta sufre es observar sus
condiciones de salud. Pongamos la mirada en la extrema desigualdad de la manera de vivir, de
enfermar y de morir de los seres humanos.
Hace más 25 años la OMS señaló un objetivo: “salud para todos en el año 2000”. Al iniciar el siglo
XXI un enorme número de personas sigue malviviendo enferma, desnutrida o subalimentada. La
mayoría de los seres humanos no posee el mínimo bienestar material y social que permita un
desarrollo adecuado de salud. En muchos países el estado de salud está empeorando. La brecha
entre los distintos grupos sociales aumenta. ¿Cómo es posible? En un momento de crecimiento de
la tecnología biomédica, del progreso en los diagnósticos, aparición de nuevos fármacos, nuevas
técnicas quirúrgicas. ¿Por qué no mejora por igual la salud de toda la población?
Las desigualdades en la salud no son sino el espejo de las desigualdades generadas por un
sistema económico y social como es la globalización neoliberal capitalista, que a su vez se rige
por la enormemente desigual distribución del poder político y económico. Buscar las verdaderas
causas y dejar de echar la culpa a las víctimas. Generar respuestas que nos alejen del
conformismo. Atisbar soluciones que permitan plantear acciones efectivas.
Objetivo del texto: ofrecer los fundamentos esenciales que permitan acercarnos a mirar de otra
forma uno de los principales retos que la humanidad afronta en el nuevo milenio: obtener un nivel
de salud más igualitario.
En todas las sociedades conocidas ha existido alguna clase de desigualdad según cual fuere la clase
social, la riqueza, el poder de los individuos.
Igualdad como identidad: cuando hablamos de la relación de igualdad que cada cosa tiene consigo
misma y con ninguna otra.
Igualdad descriptiva: mostrar igualdad que dos individuos poseen respecto a un elemento común.
Igualdad de tipo normativa: cuando señalamos un deseo y no una mera descripción de la realidad.
Ante diferencias que consideramos injustas y evitables, hacemos referencia a la aspiración de que
se produzca una determinada igualdad.
El logro de la equidad en salud comporta que todas las personas deben de “tener una oportunidad
justa de lograr el pleno desarrollo de su salud” o, dicho de otra manera, nadie debe de ser
discriminado en su intención de alcanzar ese objetivo. En relación con la salud, podemos definir la
equidad, las desigualdades sociales, o simplemente, la desigualdad, como aquellas diferencias en
salud que son innecesarias, injustas y evitables.
El problema es que no siempre parece fácil dilucidar qué cabe considerar como desigualdades
innecesarias, injustas y evitables. Esto es así por varias razones. En primer lugar, porque al
referirnos a la igualdad debemos también hacernos la pregunta: ¿igualdad de qué? Si se quiere
buscar la igualdad en términos de un factor, resulta imposible buscar la igualdad en términos de
otro. Segundo, porque la desigualdad debe definirse en “relación con”. El concepto de desigualdad
es relacional. Por ejemplo, sólo podemos establecer hasta qué punto es injusta la limitada
tenencia de determinados bienes o recursos cuando tenemos la capacidad de comparar el distinto
acceso que tienen los individuos. Y tercero, porque el juicio de qué es injusto o evitable varía
según la percepción, la cultura y los valores de cada individuo y grupo social en cada momento
histórico y en cada sociedad.
Si los seres humanos sólo percibimos directamente el dolor por la pérdida de lo concreto, ¿cómo
evaluar el sufrimiento de un conjunto?, ¿cómo valorar el dolor que sufre una colectividad? O, más
en general, ¿cómo aproximarnos a la situación de enfermedad y muerte que sufren las personas
que conforman determinada sociedad? Debemos precisar dos aspectos.
En primer lugar, la salud y la enfermedad (y las causas que conducen hasta ellas) de un grupo de
personas no es exactamente lo mismo que la suma de cada una de ellas tomadas individualmente.
(Ejemplo del suicidio de Durkheim) El estudio de una comunidad en su contexto social nos ayuda a
explicar las conductas colectivas. Impacto de determinantes sociales.
En segundo lugar que conviene resaltar es que la enfermedad, el dolor o la salud es un fenómeno
que debemos valorar no sólo cualitativamente sino también en forma cuantitativa. Necesitamos
construir e interpretar adecuadamente indicadores cuantitativos epidemiológicos como la
esperanza de vida al nacer, las tasas de mortalidad de una enfermedad o la proporción de
personas que sufren un problema crónico de salud. Sin los datos adecuados, sin la investigación
científica apropiada que permita descubrir esos u otros indicadores, gran parte de la salud pública
queda oculta, es invisible.
Cuando medimos la esperanza de vida de un país, las enfermedades más frecuentes en una u otra
región o las tasas de mortalidad según las clases sociales en los barrios de una ciudad, ponemos
ante nuestros ojos una nueva realidad. Al hacerlo, la interpretación pertinente de esa información
desenmascara la ignorancia oculta tras un velo de (des)información habitualmente centrado en el
individuo, revelándonos el creciente abismo de la desigualdad social en el enfermar y en el morir.
¿Qué información necesitamos para obtener el conocimiento que nos hace falta?, ¿qué datos
seleccionar para realizar estudios más pertinentes? Necesitamos disponer de información
relevante. En el campo de la salud pública, la propia disponibilidad de información influye
decisivamente en qué podemos mirar y a la vez es consecuencia de cómo miramos la salud. De
hecho, la deliberada ausencia de fuentes de información o la simple ausencia de datos, o la
presencia de datos poco confiables constituyen de por sí un signo revelador de su importancia.
Los números no siempre cuentan la verdad. La utilidad y validez de las estadísticas debe valorarse
caso por caso. Ni las fuentes de información son necesariamente objetivas, ni el uso de los datos
es siempre el más apropiado, ni su interpretación ha de ser necesariamente clara.
Incluso cuando usamos números fiables o análisis adecuados, sólo obtenemos una visión limitada
de la realidad, no de su conjunto. Las cifras miden con frialdad rasgos de individuos sin rostro, que
homogeneizan, que reducen dramas personales muy diferentes. Los números con frecuencia
distraen nuestra atención, tienden a alejarnos de la percepción psicológica del sufrimiento, el
dolor, la enfermedad o la muerte.
Johann Peter Frank. Disertación: “La miseria del pueblo, madre de las enfermedades” (1790- Italia)
Apunta que las clases sociales enferman de manera diferente según sus condiciones de vida,
señala que “la mayor parte de las dolencias que nos afectan procede del propio hombre” y que la
salud está muy relacionada con el sistema económico y el orden social en que se vive, afirmando
que para cambiar esa situación hacen falta reformas sociales y económicas.
Mientras Peter Frank expone su disertación, en Gran Bretaña está teniendo lugar una honda
transformación del sistema capitalista que va a cambiar el curso de la historia. La Revolución
Industrial, ha señalado Eric Hobsbawn, ha sido la “transformación más fundamental
experimentada por la vida humana en la historia del mundo”. Entre las características más
destacadas del capitalismo industrial del siglo XIX y, sobre todo, del capitalismo monopolista del
siglo XX destacan su acelerado crecimiento económico, el rapidísimo desarrollo tecnológico, y el
cada vez más desenfrenado nivel global de consumo.
Hobsbawn: el siglo XX es el peor y el mejor de los siglos. “El mundo es incomparablemente más
rico de lo que lo ha sido nunca por lo que respecta a su capacidad de producir bienes y servicios y
por la infinita variedad de los mismos”. Sin embargo, “se ha dado muerte o se ha dejado morir a
un número más elevado de seres humanos que en ningún otro período de la historia (…) ha sido el
siglo más mortífero de la historia”. Junto a progresos científicos-técnicos y sociales y muy difíciles
de imaginar hace cien años, el capitalismo ha generado uno de los hechos sociales más brutales de
la historia humana: el impresionante y constante aumento de las desigualdades.
Siglo XIX: la mitad de la población mundial, 2.800 millones de seres humanos, vive en la pobreza
con menos de dos dólares diarios.
Un 1% de la población mundial (menos de 50 millones de personas) acumula la misma cantidad de
ingresos que los 2.700 millones de personas más pobres. Y mientras el 20% más rico aumento sus
ingresos, el 50% más pobre se empobrece aún más en términos reales.
La pobreza no tiene que ver solo con la falta de riqueza o de bienes materiales sino también en su
relación con el nivel medio en que vive una sociedad determinada. “Se puede decir que las
personas se hallan en la pobreza cuando no tienen los recursos necesarios para obtener el tipo de
alimentación, participar en las actividades, y tener las condiciones de vida y comodidades que son
habituales, o al menos ampliamente estimuladas o aprobadas, en las sociedades donde viven”.
Mirar la pobreza en “términos relativos” nos acerca a entender la desigualdad material y social.
Una desigualdad que hoy en día es abismal.
En el siglo XX, como en el siglo XVIII, vivir en la pobreza sigue siendo perjudicial para la salud. Vivir
en un país pobre significa vivir menos y vivir peor: enfermar más, tener peores servicios sanitarios
y una menor calidad de vida. La pobreza impide vivir. En los países pobres, la muerte no es una
experiencia de ancianos sino de la infancia. La pobreza mata cada año, en el mundo, más gente
que durante toda la segunda guerra mundial. La pobreza perjudica terriblemente la salud.
Si cada civilización crea sus propias enfermedades y sus propias epidemias, la enfermedad más
importante de nuestra época, su epidemia más devastadora es la desigualdad en salud. El
planeta está enfermo de desigualdad.
El impacto de la desigualdad social sobre la salud es aún mayor de lo que las cifras reflejan. Y ello
por al menos dos razones. En primer lugar, porque entre los propios países ricos y pobres la salud
es muy diferente. En países relativamente ricos la esperanza de vida es diez años inferior a países
más ricos. Entre los países menos desarrollados, Costa Rica y Cuba tienen diez años más de
esperanza de vida que Perú, 20 años más que Haití y 30 años más que Angola. Y segundo, porque
los países, que parecen homogéneos en los mapas, ocultan enormes diferencias en su interior.
Enormes islas de desigualdad quedan enterradas bajo un número promedio. En un mismo país hay
regiones o barrios donde viven personas con niveles de riqueza y riesgos de tipo social, ambiental
o personal para la salud muy distintos según cual sean su clase social, género o etnia.
Estados Unidos, uno de los países más “adelantados” en el proceso de ampliar las desigualdades,
ha acrecentado en los últimos decenios sus desigualdades a través de medidas fiscales que
favorecen a los más ricos. Un país que con menos del 5% de la población planetaria consume más
del 40% del gasto sanitario mundial, el país que cuenta con los centros de investigación biomédica
con más recursos, es también el país donde en uno de cada diez hogares se pasa hambre, uno de
cada cinco habitantes es analfabeto funcional y los servicios de salud de gran parte de la población
están hechos añicos: casi 44 millones de ciudadanos, el 15% de la población del país, no tiene
cobertura sanitaria.
Es revelador constatar como los habitantes de la población “negra” de Harlem son mucho más
ricos en valor absoluto que los habitantes de Bangladesh. Sin embargo, todo parece indicar que su
salud es peor a causa de su mayor pobreza relativa en relación con la comunidad donde viven. Ser
pobre en una zona rica es más dañino para la salud que ser incluso más pobre en una zona pobre.
La investigación puede ayudar a desvelar muchas de las causas de las noticias que aparecen en los
mass media.
Lo que sobre todo afecta a nuestra salud es la desigualdad social. Comprender las relaciones
existentes entre las desigualdades sociales y las desigualdades de salud es algo mucho más
complejo que el simple hecho de constatar la desigualdad en la riqueza o la muerte entre los
individuos y grupos que se hallan en los extremos de la escala social, o bien entre las naciones o
áreas geográficas muy ricas o muy pobres. Las características de las desigualdades en salud
quedan ocultas.
Veamos dos rasgos básicos que la investigación sobre las desigualdades en salud ha permitido
desvelar. En primer lugar, las desigualdades son ubicuas, abarcan todos los campos: continentes,
países, regiones, ciudades, barrios, clases sociales géneros y etnias; y se manifiestan en una muy
larga lista de indicadores de salud: tasas de mortalidad más elevadas, mayor número de
enfermedades, peores hábitos de vida relacionados con la salud, menor utilización de los servicios
sanitarios a igual necesidad. Y segundo, las investigaciones sobre desigualdades en salud muestran
resultados muy similares y muy consistentes. La gran mayoría de estudios obtiene resultados muy
parecidos. La mayor parte de los trabajos tiene que ver con la peor de las desigualdades: la
muerte.
Más de dos décadas de abundante investigación científica, han permitido sacar a la luz cinco
elementos clave de las desigualdades en salud que analizaremos a continuación y que se resumen
en una sola frase: las desigualdades son enormes, graduales, crecientes, “adaptativas” y
“históricas”.
Las desigualdades son enormes. Muestran una gran magnitud. Quienes están mejor socio-
económicamente y quienes viven en las áreas más privilegiadas de los países o las ciudades tienen
mucha mejor salud que la población más desfavorecida. Las diferencias existentes en la
probabilidad de morir entre las clases sociales extremas son tan grandes que superan al
tabaquismo. En Gran Bretaña las clases sociales más privilegiadas tienen 7 años más de esperanza
de vida al nacer que las clases más desventajadas. El impacto de esas desigualdades en la salud
pública es enorme.
Las desigualdades son graduales. Se extienden a lo largo de toda la escala social. Lo fundamental
es entender como a medida que descendemos en la escala social, en el nivel de riqueza o en la
educación, la salud de los ciudadanos también empeora progresivamente.
Personas sin necesidades materiales o personales importantes y sin especiales riesgos para la
salud mueren antes y enferman más que aquellas que están situadas inmediatamente por encima
de la escala social. Hay algo intrínseco en la jerarquía y en la desigualdad social que daña la salud.
Todo parece indicar que la distinta “vulnerabilidad” social que poseen las clases sociales es el
factor clave más importante a tener en cuenta. Para cada país y momento histórico dado, las
desigualdades, como si tuvieran vida propia, “escogen” factores de riesgos que se “expresan” en
forma de enfermedades distintos en los grupos sociales.
La sociedad cambia, las enfermedades varían y los servicios sanitarios mejoran, pero el gradiente
de diferencias en salud injustas y evitables persista o aumenta.
Las desigualdades son adaptativas. Los grupos sociales más privilegiados se benefician antes y en
mayor proporción de las acciones e intervenciones sociales sanitarias dirigidas a mejorar la salud.
El uso y calidad de la asistencia sanitaria varía en sentido inverso a las necesidades de la población.
A mayores necesidades, menor y peor atención.
Las desigualdades son históricas. Las desigualdades en salud cambian a lo largo del tiempo, se
modifican según circunstancias muy complejas que solo pueden comprenderse totalmente cuando
se estudian en forma histórica.
Un pasado, una historia, individual y colectiva, que permite entender como la interrelación de
circunstancias provenientes y transmitidas del pasado y del contexto que los rodea produce la
salud y el surgimiento de desigualdades. La aparición de las desigualdades en salud no es fija ni
inevitable.
Las principales causas hay que buscarlas en los intensos cambios políticos y económicos sufridos.
La visión social más común, la ideología sanitaria dominante, indica que el origen de las
enfermedades radica en tres grupos principales de causas: la biología y la genética, los hábitos o
conductas personales, y el uso de los servicios sanitarios. Analicémoslas.
Factores bilógicos y genéticos. Una de las causas más citadas para explicar la enfermedad y
justificar las diferencias en salud es el llamado “determinismo biológico”. Para esa ideología los
agentes biológicos y genéticos presentes en cada individuo serían los principales “culpables” de la
predisposición a enfermar o a morir.
Aunque no hay duda que algunos de estos factores son importantes y dignos de ser tenidos en
cuenta, en realidad, desde el punto de vista colectivo, sólo juegan un papel relativamente menor
en la producción de la enfermedad y en la aparición de las desigualdades en salud de la
comunidad. En primer lugar, porque las enfermedades cuyo origen es exclusivamente genético,
como la distrofia muscular, sólo representan una parte muy pequeña de los problemas de salud de
la sociedad. Segundo, porque los factores biológicos no actúan aisladamente sino que interactúan
constantemente con el ambiente: una desventaja inicial de tipo biológico o genético puede, o no,
ser compensada mediante un cambio adecuado en el medio social. Tercero, porque la
predisposición genética casi nunca produce efectos inevitables. Cuarto, dado que las
desigualdades en salud entre las clases sociales aparecen en un gran número de enfermedades
distintas, ello nos hace pensar en la enorme importancia que juega el medio social y ambiental en
la producción de la salud. Finalmente, porque el actual conocimiento sobre la genética y su
relación con las enfermedades es aún muy insuficiente.
Hábitos personales relacionados con la salud. Fumar, beber alcohol en exceso, alimentarse
inadecuadamente, o hacer poco ejercicio físico serían los principales culpables de nuestra buena o
mala salud. Poner el acento en esos hábitos “individuales” comporta exagerar la responsabilidad
que las personas tienen sobre su propia salud. Se culpa a la víctima: cada individuo aparece como
el principal o el único responsable de su estado de salud. Si cada uno es responsable de sí mismo,
la responsabilidad social se minimiza o no existe.
Si somos los únicos responsables de nosotros mismos, la sociedad desaparece. Esos factores
“personales” no ocurren en un vacío social, se ven influidos por causas socioeconómicas que casi
siempre tienden a perjudicar más a los países y regiones más pobres, a las mujeres y a las clases
sociales más desfavorecidas.
La atención y servicios sanitarios. La atención sanitaria y las intervenciones médicas son menos
importantes para la salud comunitaria de lo que se pueda pensar. Que la atención sanitaria sólo
explique una parte de la reducción de la mortalidad no quiere decir que las intervenciones sean
innecesarias o poco efectivas, o que su papel en la calidad de vida de los enfermos sea poco
relevante, sino tan sólo que su impacto global en la salud de la población, en la salud comunitaria,
es menor de lo que solemos suponer. Dos factores que ayudan a entender esa afirmación. En
primer lugar, al mirar los problemas de salud de toda la comunidad, observamos cómo al menos
tres cuartas partes de la población, padece algún tipo de problema de salud, pero solamente
menos del 1% de los ciudadanos recibe tratamiento en un hospital. Y segundo, porque incluso en
el 15% de enfermedades para las cuales existe un tratamiento claramente efectivo, las tasas de
mortalidad se relacionan sobre todo con factores de tipo social y económico. Los gobiernos siguen
invirtiendo la mayor parte de sus presupuestos sanitarios en hospitales que sólo actúan sobre la
punta del iceberg de las enfermedades en lugar de promocionar la salud y prevenir la enfermedad
actuando sobre factores sociales, económicos y de salud pública muy reconocidos. Las condiciones
sociales que originan las enfermedades, en muchos casos injustas o evitables, quedan ocultas o
simplemente “desaparecen”.
Con menos frecuencia los trabajadores sanitarios indagan sobre la situación psicológica, familiar,
laboral o ambiental de los enfermos, y mucho menos aún sobre otros factores sociales relativos a
su clase social o a su situación económica, material, cultural o social. El conjunto de esos factores
sociales juegan un papel decisivo en la determinación de la salud colectiva ¿Cómo? ¿De qué
manera? ¿A través de qué vías o mecanismos?
Cada mujer, cada hombre, nace, vive, trabaja, se relaciona con los demás, enferma y muere
influido por el medio social que le rodea. No es posible entender a los individuos aisladamente sin
contar con su contexto familiar, cultural y social.
Casi la totalidad de los problemas de salud y de factores de riesgo relacionados con la salud no son
objetos independientes del medio social ni el simple fruto de un mal funcionamiento biológico del
cuerpo humano. Las enfermedades ocurren en seres humanos y dados que éstos viven en
sociedad, las enfermedades se convierten necesariamente en fenómenos sociales e históricos.
El todo (la sociedad) se refleja en las partes (los individuos) y las partes reflejan el todo.
En el siglo XXI el tipo de trabajo o su ausencia sigue enfermando y matando trabajadores. Las
condiciones de trabajo son probablemente el ámbito cotidiano más desconocido e invisible donde
la salud queda dañada. Cuando no hay trabajo la vida se pudre, cuando el trabajo no tiene alma, la
vida se asfixia.
Las causas sociales y económicas que promueven la aparición de las desigualdades en la salud
pueden clasificarse como absolutas y relativas. Absolutas por la influencia que tiene en la salud el
nivel de recursos global de que dispone cada sociedad y grupo social. Y relativas, porque el efecto
de esos recursos se ve influido por el contexto en que se hallan.
Mientras que en los países pobres el aumento de la riqueza media se asocia fuertemente al
aumento de la esperanza de vida, en los países ricos ésta se asocia, en cambio, con una
distribución más igualitaria de la riqueza. En otras palabras, mientras que en los países pobres una
mayor riqueza aumenta la esperanza de vida, en los países ricos un aumento de la riqueza solo la
mejora ligeramente.
En los países ricos, la menor desigualdad de la riqueza se asocia con una mayor esperanza de vida.
Es los países pobres se ha calculado que un incremento del ingreso per capital del 10% reduce las
tasas de mortalidad infantil y de mortalidad en la infancia entre un 2 y un 3,5%.
A nivel intermedio, los factores sociales más importantes debemos buscarlos en el medio laboral,
ambiental, familiar y cultural. Además del bajo nivel de ingresos familiar y la pobreza, los factores
más importantes que explican las desigualdades en salud son el desempleo, la precariedad laboral,
la explotación infantil, la falta de agua potable y alimentos, las malas condiciones de trabajo y
vivienda, la contaminación ambiental, el analfabetismo y la falta de apoyo familiar y social. Estos
factores se distribuyen en forma distinta según los países.
A nivel micro, la presencia de factores psicosociales como “estrés socioeconómico” producido por
la vida cotidiana, o factores psicosociales creadores de estrés en el medio laboral como son el
tener un nivel elevado de exigencias o una baja capacidad de control y apoyo social, entre otros,
son causas que tiene una reconocida importancia.
Si la salud y la política son inseparables y ésta última significa sobre todo la capacidad de conseguir
lo que se quiere, es fácil entender como la salud y el poder se hallan indisolublemente unidos.
¿Quién tiene el poder? ¿Quién rige hoy día las principales decisiones políticas en un planeta cada
vez más pequeño e interconectado?
Bajo el capitalismo actual, los objetivos de las empresas no se han modificado: ser más
competitivo que el vecino, obtener el máximo beneficio y sobrevivir como sea. Su alcance sí se ha
transformado: sus acciones se sitúan de forma más rápida que nunca en cualquier punto del
globo. Comprar barato y vender caro; se produce allá donde la mano de obra sea más barata y se
vende allá donde el nivel de vida sea más alto. El mercado se integra. Son empresas globales.
37000 empresas transnacionales dominan el planeta. 200 empresas, con su sede principal en unos
pocos países ricos, controlan cerca de un tercio de la actividad económica mundial. Un paso más
en el cíclico desarrollo de la llamada mundialización o “globalización” económica del capitalismo.
Las empresas no están solas. Trabajan en coordinación con los gobiernos y los organismos
internacionales más poderosos que ofrecen préstamos a condición de que los países aprueben
ajustes económicos e implantes políticas aceptables para los acreedores.
La globalización no es global. El 80% de los intercambios comerciales planetarios se realizan en las
tres grandes zonas hegemónicas del planeta: América del Norte, Europa occidental y Japón. Los
Estados Unidos controlan esa tríada mediante una supremacía militar, mediática y económica.
Los organismos mundiales y los grupos de los países más ricos tienen como objetivo principal la
abolición de barreras comerciales y la liberalización de los mercados para favorecer a las grandes
transnacionales. Protegen a las empresas y sus inversiones frente a los estados nacionales.
La economía mundial está a merced de un “mercado mundial” que no sabe cómo enfrentarse a las
fluctuaciones de la economía mundial. El fundamentalismo del mercado ha entregado la
conducción económica al capital financiero. Los intercambios financieros alcanzan una masa
enorme que se desplaza en función de intereses y sobrepasa al de los estados. El mercado
financiero presta dinero, paga menos y cobra más. La globalización neoliberal es un gran castillo
de naipes, un sistema frágil donde se suceden las crisis de los países produciendo catástrofes
sociales con enormes repercusiones sobre la vida y la salud de las poblaciones.
Tras la globalización neoliberal capitalista lo que está en juego es la salud y el bienestar de las
personas. El poder desigual daña desigualmente la salud. La globalización fragmentaria ha
ensanchado las desigualdades en salud. Entre un 10%y un 20% de la población vive con niveles
materiales muy elevados.
La salud pública puede definirse como aquella disciplina académica y tradición profesional que
tiene por objetivo conseguir la mayor salud posible para el mayor número de personas a través de
la aplicación del conocimiento científico en cada contexto social, político e histórico. Si los
principales determinantes que condicionan la salud y la enfermedad derivan sobre todo de los
efectos producidos por la desigual distribución de poder económico y social, sus remedios deben
ser políticos.
5. LA DETERMINACIÓN SOCIAL DE LA SALUD COMO HERRAMIENTA DE TRANSFORMACIÓN
HACIA UNA NUEVA SALUD PÚBLICA (SALUD COLECTIVA) – BREILH JAIME
La epidemiología es un terreno de lucha de ideas, de disputa sobre cómo enunciar la salud y cómo
actuar, y esa disputa obedece a intereses sociales encontrados.
Al asumir una tarea de reformulación disciplinar es inevitable situarse desde una perspectiva
teórico-política. Mirar desde un punto de vista de clase.
Saber que cuando se hace epidemiología hay una politicidad implícita y un nexo evidente o tácito
con intereses estratégicos de un sector social, no sólo es un acto de transparencia ética, sino un
signo de rigurosidad metodológica. Cuestión básica, sobre todo cuando el objeto de estudio
constituye un elemento sensible de la evaluación de un proyecto social o de gobierno, por ser un
recurso “diagnóstico” con el que se define la imagen sanitaria de la sociedad, con el que valoramos
el éxito o fracaso de las políticas y, sobre todo, con el que construimos evidencias de los impactos
generados por la producción y el vivir social.
Bajo el influjo social de los ´70 se crearon las condiciones para que varios núcleos de la medicina
social de América Latina se enfocaran en la relación entre el orden social capitalista y la salud,
escenario en que nos fue posible proponer de manera directa el uso de la noción de
determinación social de la salud en la epidemiología. Categoría que desarrolla una crítica del
paradigma empírico – funcionalista de la epidemiología y propone una herramienta para trabajar
la relación entre la reproducción social, los modos de vivir y de enfermar y morir.
El carácter crítico de la propuesta se fundamenta en la vinculación con la lucha de los pueblos por
superar un régimen social centrado en la acumulación de la riqueza y el reconocimiento de la
incompatibilidad del sistema social imperante y el modo de civilización que lo reproduce, frente a
la construcción de modos de vivir saludables. La epidemiología crítica no puede ser otra cosa que
radicalmente emancipadora.
3). Reificación de la relación causa – efecto como artefacto formal aplicado para identificar
factores de riesgos.
No le es posible explicar la relación entre el sistema social, los modos de vivir y la salud; ni
entender la distribución por clases de las formas e intensidades de exposición humana a procesos
peligrosos; ni la vulnerabilidad diferencial de los colectivos situados en inserciones sociales
distintas; ni comprender en profundidad el metabolismo sociedad – naturaleza y su impacto social.
Estos aportes iniciales fueron enriquecidos en los ´80 con la matriz de triple inequidad en la
determinación de la salud: clase, género y etnia. En los ´90 hay una recuperación del sujeto de la
epidemiología a través de una construcción intercultural de una crítica a la sociedad de mercado y
a principios del siglo XXI la investigación se enfocó al metabolismo sociedad – naturaleza.
El desarrollo más reciente plante las 4 “S” de la vida para confrontar la expansión violenta de la
acumulación de capital.
El proceso ha implicado una permanente conexión entre el trabajo epidemiológico con la lucha
para confrontar el poder patógeno del sistema social usando los instrumentos de la ciencia. Un
esfuerzo por acompañar la disputa de los sujetos políticos contra los peligros para la vida
producidos por el capitalismo.
En todo este camino, una contradicción compleja ha sido comprender cómo acoplar el debido
reclamo de nuestro pueblo por acceso a los servicios asistenciales de salud individual, con la
urgencia de transformar con sentido preventivo la determinación social de los problemas de salud.
Rupturas para la construcción del método de la epidemiología crítica: lectura en paralelo con otras
perspectivas epidemiológicas
Salud: objeto polisémico en tanto objeto real, objeto pensado y campo de praxis. Avanzar hacia un
paradigma crítico de la epidemiología, implica entrelazar tres transformaciones complementarias
e interdependientes, el replanteo ontológico como objeto complejo, la innovación en su
conceptualización en cuanto a las categorías y operaciones metodológicas que permitan hacerlo
inteligible, y la apertura y vinculación con las formas de incidencia y las fuerzas sociales
movilizadas, todo ello inscrito en un proceso dialectico de determinación socio histórica.
Conexión e interdependencia de objeto – sujeto – praxis. La determinación social aplica a los tres:
hay una determinación social del objeto, una de la construcción de los conceptos y una de la
práctica.
Por qué el método empírico analítico positivista que aplica la epistemología hegemónica es
distorsionante: acercarse a la realidad por la senso – percepción sólo alcanza a mirar unas partes o
fragmentos de la realidad, sin penetrar en el plano de la determinación de los procesos en el cual
tienen lugar y adquieren propiedades dichos fenómenos.
Cuatro categorías analíticas que permitan caracterizar y comparar, como el objeto es definido:
De ahí la necesidad de asumir una lógica dialéctica que mantenga con vida los dos polos del
movimiento de determinación (individual y colectivo) pero entendiendo el papel de cada uno. Un
proceso de generación de cambio que va de lo micro hacia lo macro; al que se opone
dialécticamente un proceso de reproducción de las condiciones generales de la sociedad.
En el proceso se dan formas de subsunción en las cuales los procesos de la dimensión más simple
se desarrollan bajo subsunción respecto a las más complejas, aparece la relación social – natural
que ocurre como un movimiento entre partes de un todo que es la naturaleza.
- Criterio de verdad.
En un extremo inverso, el paradigma determinista colectivo, para el cual el orden social está
determinado desde las instancias colectivas de las organizaciones provocando efecto en los grupos
y cosechando efectos en los individuos. Desde esta visión el problema radica en reconocer
características de las sociedades, sistemas de poder, Estados, instituciones y organizaciones.
Desde el paradigma de los determinantes sociales se coloca en el eje de la praxis la noción de
gobernanza.
Proyección práctica en relación con los tres elementos del triángulo de la política: a) un proyecto
emancipador para la salud; b) un bloque social articulado de sujetos – comunidades afectados y
movilizados; c) un cuerpo de conocimientos científicos y herramientas técnicas usadas y
rediseñadas en dirección al avance de los dos otros elementos.
La determinación social de la salud y la construcción de una nueva ética para la salud colectiva
Muchas veces la interdisciplina es presentada desde una visión aséptica, que intenta ampliar
definiciones o multiplicar miradas sin un sentido claramente definido. La interdisciplina es la
confrontación, en el diálogo, de distintas visiones de mundo traducidas en conocimiento.
La interdisciplina se enfrenta a la complejidad que traen las nuevas demandas hacia los servicios
de salud, en tanto la expresión de una serie de cuestiones que superan el conocimiento de cada
campo de saber.
Ésta implicó un importante crecimiento de los diferentes campos de saber. Ese incremento implica
limitaciones en el conocimiento de sistemas complejos y cierta restricción en las formas
constructivas del mismo.
Las relaciones entre los diferentes campos de saber, dentro de los equipos de trabajo, pueden ser
de tipo horizontal o vertical. La resolución posible es construir relaciones simétricas.
Algunos interrogantes actuales referidos a la interdisciplina
El trabajo en equipo se presenta como una posibilidad de construir algo diferente en la que
medida que pueda incorporar el concepto de diálogo por encima del de la imposición. Una
cuestión compleja se centra dentro de la necesidad de discutir marcos conceptuales generales
acercad del proceso salud-enfermedad, en la búsqueda de acuerdos y consensos, alrededor de
derechos de los pacientes, noción de salud, la visión de problema social, etc., posiblemente desde
allí sea factible la construcción de equipos de trabajo.