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COMENTARIO DE LA EPISTOLA A LOS

EFESIOS

Vincent Cheung

Prefacio

La carta de Pablo a los Efesios parece un breve curso de teología. Debido a su majestuoso y sublime
contenido, ha sido llamada “La Reina de las Epístolas”. No obstante no cubre todos los temas
teológicos, varias verdades centrales no son explícitamente declaradas aunque se asumen o implican.

Una base teológica sólida conduce a la estabilidad espiritual, de modo que el pueblo de Dios no sea
llevado de aquí para allá por cualquier viento de doctrina. Hoy en día cuando aún los cristianos
profesantes toleran casi todos los “ismos” que hay –catolicismo, mormonismo, liberalismo,
postmodernismo, barthianismo, arminianismo, marxismo, existencialismo, y así sucesivamente- es de la
mayor importancia para nosotros insistir en el evangelio bíblico, que es sòlo Dios quien, a través de
Cristo únicamente, predestina soberanamente (1:3-14), regenera (1:15-2:10), reconcilia (2:11-20),
santifica (4:1-6:9), y establece su pueblo (6:10-20).

Este comentario tiene como objetivo ayudar a los lectores a captar los principales temas teológicos en la
carta de Pablo de una manera lógica y coherente, aunque los lectores más avanzados probablemente
encontrarán algunas ideas útiles y declaraciones aplicables también. Este objetivo es consistente con el
objetivo del ministerio cristiano, según lo expuesto por Pablo en Efesios 4:11-16 –es decir, establecer el
pueblo de Dios por medio de exponer y enseñar el gran designio de Dios y la soberana gracia en la
salvación, que es el Padre que ha predeterminado quien sería salvo y quien se perdería, que es el Hijo
quien ha redimido a los elegidos, y que es el Espíritu quien aplica las bendiciones de Dios a los elegidos.

Efesios contiene una serie de frases largas llenas de cláusulas que están a su vez plenas de significado
teológico, de modo que muchas traducciones han roto estas largas frases en varias más cortas.
1.- INTRODUCCIÓN

EFESIOS 1:1-2

Siguiendo lo usual para la redacción de cartas de su época, Pablo comienza por identificarse a sí mismo
como el escritor, y luego menciona a sus lectores y escribe su saludo. Pablo siempre hace uso de este
espacio para llenarlo con contenido cristiano, de modo que incluso los saludos de todas sus cartas están
llenos de significado teológico, y de poder para edificar e instruir.

Liberales y herejes están siempre dispuestos a blasfemar y hacer problemas, y algunos de estos bobos
han sugerido que Pablo no es el autor de esta carta. Uno de sus argumentos es que esta carta emplea un
vocabulario que no se encuentra en otras cartas de Pablo, como si un autor debiera incluir los mismos
pensamientos y las mismas palabras una y otra vez en todos sus escritos.

Hasta donde yo sé, nunca he usado la palabra “bobos” en mis otros escritos, ni las palabras mentecatos,
alcornoques, cerebros de pájaro, lesos, arlequines, o cretinos. Así que no dejes que estos bravucones
acusen a Vincent Cheung por llamarles estas cosas, ¡puesto que estos párrafos o incluso todo el libro
deben haber sido escrito por otra persona! Con poco más conocimiento pero mucho más sofismas, ellos
han elaborado otros argumentos contra la autoría paulina, pero vamos a dejar atrás esta locura y
continuar adelante.

Una y otra vez me acuerdo de la necesidad de enseñar a nuestra gente las enseñanzas fundamentales de
la fe cristiana, pero cada vez que voy a instruir a un cristiano profesante en algún tema bíblico, el dirá
algo que expone su profunda ignorancia aún de los principios básicos de la verdadera religión.

Tengo en mente la vez en que yo estaba hablando con una persona sobre el papel de las mujeres en la
iglesia, cuando ella preguntó, “¿Pero por qué debemos escuchar a Pablo? No es como si fuera Dios o
Jesús”.

Contrariamente a lo que mucha gente cree, un desafío a la autoridad bíblica nunca es sólo una “pregunta
honesta”, sino que siempre es pecado. Cuando un pastor llama a sus ovejas, y ellas no vienen, ¿es el
pastor culpable? Cuando un amo manda a sus sirvientes, y ellos se niegan a obedecer, ¿es el amo
culpable? Jesús dice que sus ovejas escuchan su voz, y que le siguen. La incredulidad y la desobediencia
provienen de los defectos de las ovejas y la rebelión de los siervos –es decir, si ellas son las ovejas y
siervos del Señor. Del mismo modo, cuando Dios enseña y manda a través de su palabra, si tu fallas en
escuchar y obedecer, no es que tu tengas una pregunta honesta al respecto. En su lugar es mejor que te
arrepientas de tu duda y desafío, y pidas misericordia.

Esta mujer afirmaba ser cristiana, y si lo que Pablo escribió acerca del papel de la mujer en la iglesia le
hubiese gustado, en vez de cuestionar su autoridad, seguramente para ella ¡él habría sido un gran apóstol
de Dios, lleno de buen sentido y profunda sabiduría! Pero puesto que a ella no le gustaba lo que leía,
pensaba que debía haber algo malo en Pablo.

Le dije que lo que realmente quería era escribir su propia Biblia, y que ella quería una religión de su
propia creación. Si ella tiene una concepción en su mente acerca de todas las cosas y rehúsa ceder a la
autoridad bíblica, de modo que la Biblia es autoridad única e infalible sólo cuando ella está de acuerdo,
entonces ¿por qué ella está leyendo en vez de escribirla? Pero ella quería aferrarse a la afirmación de
que era cristiana, y por eso se quedó en silencio.

Esto me da tiempo para explicar que debemos escuchar a Pablo porque era “un apóstol de Cristo Jesús”.
Por definición, esto significa que él era un enviado con la plena autoridad de Cristo, quien dijo a sus
apóstoles que el Espíritu Santo les instruiría después de su resurrección y ascensión, y que ellos
entonces testificarían acerca de él (Juan.15:26-16:16). Así, Juan pudo escribir, “Nosotros somos de
Dios, y quien conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios no nos escucha. Así es como
reconocemos el Espíritu de verdad y el espíritu de mentira” (1 Juan 4:6).

Sin embargo, mientras que los apóstoles originales habían estado con Cristo “desde el principio” (Juan
15:27), esto no fue así con Pablo. Pero Cristo hizo de Pablo un caso especial, por lo que se le apareció
en el camino a Damasco, y le convirtió y le llamó al ministerio apostólico (Hch.9). Como el mismo
Pablo escribe, “Por último, como un abortivo, me apareció también a mí” (1 Corintios 15:8). Más tarde,
Pablo fue a los apóstoles que habían estado con Cristo en la carne, y expuso ante ellos el evangelio que
él había estado predicando entre los gentiles (Gálatas 2:2). Estos apóstoles –incluyendo a Santiago,
Pedro, y Juan- estuvieron de acuerdo con el mensaje de Pablo y reconocieron su ministerio como
proveniente de Dios, dándole “la mano derecha en señal de compañerismo” (Gálatas 2:9).

Así como Cristo envió a los apóstoles a hablar por él, más tarde incluyó a Pablo, quien fue también
aceptado por los otros apóstoles. Ahora bien, Cristo dijo que aquellos que aceptan a uno que él haya
enviado también lo acepta a él (Juan 13:20) –de modo que la iglesia está construida sobre la doctrina
apostólica como su misma fundación, con Cristo como piedra angular (Efesios 2:20; también
Hch.2:42)- y por lo tanto debemos escuchar a Pablo porque tenemos que escuchar a Cristo. Por lo tanto,
Pablo advierte que aquellos que no están de acuerdo con su evangelio, no son cristianos en absoluto
(Gálatas 1:6-12).

Por otra parte, debemos recordar que es Dios mismo quien produce la Biblia, y diciendo que Pablo era
un apóstol sólo hace hincapié en que él era el medio por el cual Dios nos dio su divina revelación verbal.
Los medios son apropiados pero secundarios –la cuestión principal es que “Toda la Escritura es
inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), y lo que Pablo escribió forma parte de la Escritura cristiana (2
Pedro 3:16) (1).

(1) Para tener más información sobre la inspiración e infalibilidad de la Escritura, por favor vea mi
Systematic Theology
Pablo no llegó a ser un apóstol por su propia voluntad o la voluntad de otros, ni tampoco por ganar o
apoderarse del oficio; más bien, el fue elegido para ser un apóstol “por la voluntad de Dios”. Barclay
comenta:

“Pablo nunca pensó de sí mismo como habiendo escogido hacer la obra de Dios. Él siempre pensó que
Dios lo eligió a él. Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros no me elegisteis a mí, pero yo los elegí a
ustedes” (Juan 15:16). Aquí precisamente radica la maravilla. No sería tan maravilloso que el hombre
escogiera a Dios; la maravilla es que Dios escogiera al hombre” (2).

La autoridad de su ministerio y a su vez la autoridad de esta carta está fundada en ninguna otra cosa que
no sea el soberano decreto de Dios. Dudar y oponerse a algo que Pablo escribió como un apóstol es
dudar y oponerse a Dios- no hay diferencia.

Aunque la carta está dirigida a “los santos en Éfeso”, hay algunas cuestiones textuales aquí. Sin
embargo, en lugar de tratar con argumentos concernientes a los manuscritos, dirigiremos nuestra
atención sólo a las indicaciones internas, y entonces llegaremos a una conclusión funcionalmente
aceptable desde la que podamos proceder con confianza.

Varias indicaciones en la carta sugieren que podría haber sido destinada a una amplia audiencia. Pablo
había predicado el evangelio en Éfeso durante tres años (Hch. 20:31), dos de los cuales se usaron
teniendo discusiones diarias en la escuela de Tirano (Hch.19:10). El resultado fue que “todos los judíos
y griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra del Señor” (Hch.19:10) (3).
Pero en nuestra carta, Pablo dice que él sólo se ha limitado a “escuchar acerca” de la fe de sus lectores
(Efesios 1:15), y que sus lectores deben haber “oído acerca” de su ministerio (3:2). Además, la carta
carece de referencias personales y saludos que son típicos de sus otras cartas. La implicación es que
Pablo está hablando no sólo a aquellos que él conocía muy bien (es decir, los efesios), sino también a
aquellos de quienes sòlo ha oído hablar. Por lo tanto, parece que su público objetivo tiene que haber
incluido más que los efesios.

Efesios es justamente considerada la menos ocasional de las cartas de Pablo. No fue escrita para abordar
problemas específicos, herejías, y situaciones, y esto es consistente con el punto de vista de que
probablemente era una carta general o circular. Al mismo tiempo, las expresiones de Pablo relacionadas
con “las fuerzas espirituales de maldad” (Efesios 6:12) y sus discusiones acerca del dominio de Cristo
sobre todos los “poderes” espirituales (1:8-2:2) nos recuerdan la atmósfera espiritual de Éfeso, y algunas
de las cosas que él encontró allí (4).

(2) William Barclay, The Letters to the Galatians and Ephesians, Revised Edition; Westminster John
Knox Press, 1976; p. 77.
(3) “Asia” es hoy Turquía.
(4) Clinton E. Arnold, Power and Magic: The Concept of Power in Ephesians; Baker Books, 1992
De hecho, después de varios incidentes en los que el poder del nombre de Cristo se hizo evidente (Hch.
19:13-17) y en los que el evangelio triunfó sobre la magia y la superstición pagana (Hch.19:18-20), “la
palabra del Señor se difundía ampliamente y crecía en poder” (Hch.19:20) a tal punto que amenazaba la
propia estructura económica de Éfeso, que en gran medida dependía del culto pagano (Hch. 19:23-27).
Demetrio el platero, dijo que la predicación de Pablo había afectado a “un gran número de personas
aquí, en Éfeso y en prácticamente toda la provincia de Asia” (Hch.19:26). Como se dijo antes, Lucas
escribe que “todos los judíos y griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra
del Señor” (Hch. 19:10).

Con lo anterior en mente, no es sorprendente que cuando Pablo escribió esta carta a los efesios, tenía en
mente a todos los otros cristianos en toda la provincia de Asía. Y no es sorprendente que cuando se
propuso dirigirse a todos los cristianos a lo largo de la provincia de Asia, él enviase su carta a Éfeso, que
era la ciudad principal de la zona, y desde la cual había proclamado el evangelio a toda la región por tres
años.

Por lo tanto, estoy de acuerdo con la conclusión de que nuestra carta estaba destinada a ser leída por los
cristianos en “Éfeso propiamente y las iglesias circundantes” (5). En cualquier caso, precisamente
porque el contenido de la carta no es ocasional, no es necesario saber las exactas circunstancias que
rodean su origen y circulación, puesto que estas cosas no determinan la interpretación correcta de
cualquier versículo de la carta.

Pablo llama a sus lectores “los santos en Éfeso” (6) y “los fieles en Cristo Jesús” (7). Para nuestro
propósito, es suficiente notar que Pablo está hablando a los cristianos, es decir, aquellos que han sido
consagrados a Dios por medio de la fe en Jesús Cristo. Esto es importante porque en lo que sigue Pablo
jubilosamente glorificará a Dios por todas las bendiciones que nos ha dado y gozamos en Cristo (8). Al
señalar a “nosotros” se está limitando a los creyentes, lo que evitará el malentendido de que estas
bendiciones espirituales pertenezcan a cualquier no-cristiano.

Tampoco debemos pensar que una persona que tiene algo menos que una creencia relacionada con
Jesucristo es un cristiano. Aquel que tiene un grado académico en teología pero que no tiene fe y niega
la enseñanza de la Escritura está condenado al infierno tal como una prostituta o un asesino no
arrepentido. Y aquel que en el nombre del cristianismo promueve el bienestar social y la justicia, pero
no tiene fe en el evangelio está lejos del reino de Dios. Entonces, alguien que dice tener fe en Cristo
pero también dice que las religiones no-cristianas son verdaderas y buenas, hace a Cristo un amigo de
los demonios. Dejad a esta persona tratar de obtener la salvación a través de estas falsas e impotentes
religiones, ya que Cristo ciertamente no le salvará.

(5) William Hendriksen, Exposition of Ephesians; Baker Books, 1967; p.61.


(6) Para una explicación de la palabra “santos”, ver Commentary of Philippians de Vincent Cheung.
(7) O “los creyentes en Cristo Jesús”. Hendriksen argumenta que ya que el artículo definido no es
repetido antes de la segunda palabra (“fieles”), la primera y la segunda por lo tanto forman una unidad, y
que ambas deberían ser tomadas como nombres y no como adjetivos. Así él traduce, “a los santos y
creyentes que están en Éfeso en Cristo Jesús”. Hendriksen, p.70.
(8) En 1:11-13, Pablo distingue entre “nosotros” (los judíos) y “vosotros” (los gentiles) para establecer
su punto de que los dos ahora están unidos en Cristo.
La verdadera fe en Cristo es fe en Él como realmente es –Redentor, Señor y Dios- y no como tú esclavo
o tú mascota, para ser adorado o desdeñado a tú gusto. Tener fe genuina en Cristo es llegar a ser
enemigo de todo el mundo (incluyendo a la mayoría de los cristianos profesantes), ya que
necesariamente significa que tú desprecias sus “dioses”, desprecias sus “virtudes” y te has convertido en
una luz que expone su suciedad y su maldad. Si tú estás en desacuerdo con esto, tú lealtad está dividida
(por decirlo suavemente), y cualquier seguridad espiritual que tú tengas está sin garantía. Como
Santiago escribe, “pueblo adúltero, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera que escoge ser amigo del mundo se convierte en un enemigo de Dios” (Santiago 4:4).

Pablo concluye su saludo con la bendición de costumbre, que sus lectores tengan “gracia y paz”. Parece
que ha combinado los saludos usuales de los griegos y los judíos, y les ha dado un contexto cristiano,
llenando las palabras con significado cristiano. Los gentiles se deseaban unos a otros “gracia”. Para los
cristianos, esta se refiere a las muy inmerecidas bendiciones de Dios, y especialmente destaca la
soberana bondad e iniciativa de Dios en la salvación. Los judíos se deseaban unos a otros “paz”, o el
shalom hebreo. Como en muchas otras instancias en la Escritura, “paz” aquí no se refiere a un estado
subjetivo, sino a una condición objetiva. Entre otras cosas, esto se refiere a la reconciliación entre Dios y
sus elegidos, y también la armonía entre el pueblo de Dios.

Tal gracia y paz viene “de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. No hay gracia ni paz
aparte de Dios, autor de nuestra salvación, y Cristo quien obtuvo nuestra salvación. Además, esto no es
como si cualquier idea de Cristo lo haría, sino sólo el Cristo bíblico podía y obtuvo salvación, y sólo la
fe en este Cristo es eficaz. En este versículo, la única preposición “desde” introduce la expresión
completa “Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo”, implicando que los dos están en un nivel de
igualdad. El Cristo bíblico era Dios, quien habiendo tomado sobre sí mismo la naturaleza humana, se
sacrificó a sí mismo en beneficio de aquellos a quienes Dios había escogido en la eternidad.

2.- PREDESTINACIÓN

EFESIOS 1:3-14

Aunque nuestras versiones bíblicas dividen este pasaje en frases y párrafos, en el original griego se
compone de una larga sentencia. Y aunque la sentencia está densamente llena de contenido teológico, no
está escrita en la forma de una formulación precisa o argumento ordenado; más bien, está en la forma de
una doxología (1).

Algunas personas tienden a pensar que mientras que la teología en sí misma no tiene vida y es inútil,
nuestra relación con Dios debe consistir principalmente de doxología. ¿Pero de donde viene el contenido
de nuestra doxología? Si la adoración y la alabanza son tan importantes, entonces también es importante
saber a quien estamos adorando y para qué ofrecemos alabanza. Una vez que se intenta responder estas
preguntas, estamos haciendo teología.

Se suele afirmar que la teología correcta no conduce necesariamente a la adoración correcta, y que la
doctrina correcta no necesariamente conduce a la vida correcta. Esto es engañoso, puesto que es
verdadero sólo en el sentido de que uno puede aprender la correcta teología sin estar verdaderamente
de acuerdo con ella. Si no hay una correcta adoración y una vida correcta, entonces es que la teología no
es realmente correcta después de todo, o que no es la verdad conforme a lo que Dios ha revelado. La
verdad verdadera, por supuesto, es concedida sólo por el Espíritu Santo a través de su obra de
regeneración e iluminación.

(1) Una doxología es “usualmente una expresión litúrgica de adoración a Dios” (Merriam-Webster’s
Collegiate Dictionary, Tenth Edition).
La doxología de Pablo está llena de teología. Él está alabando a Dios por ciertas cosas, y sería imposible
compartir su temor y entusiasmo reverente sin conocer también estas cosas. Así cuanto menos sepas de
teología, más pobre será tu adoración, y una doxología vacía no es doxología en absoluto. Por lo tanto,
la teología es el fundamento necesario de la doxología, y la doxología es el contexto apropiado para la
teología.

La fe y la práctica cristiana son coherentes y armoniosas, así que tú no tendrías que pensar de una
manera cuando estás alabando y de otra manera cuando estás estudiando. De modo que realmente no
hay razón para que un libro “devocional” sea menos teológico y más práctico o incluso místico. Y a
menos que haya algo mal contigo o con el libro, leer una teología sistemática o un comentario bíblico
debe producir pensamientos de alabanza y acción de gracias en ti que estallen en una doxología. Parece
que esto es lo que le sucede a Pablo cuando el reflexiona sobre el gran plan de Dios para la historia y su
bondad hacia el elegido.

El pasaje se compone de una frase larga que contiene una serie de cláusulas y frases cuya relación entre
sí no siempre es fácil de determinar, y el pensamiento de cada una parece crecer en la anterior y
mezclarse en la siguiente. Por esta razón, algunos comentaristas han concluido que es imposible de
diseccionar y analizar claramente.

Sin embargo, hay indicios de una estructura y diseño intencional en la doxología. “Bendito” es usado
tres veces en el v.3 (2), seguido de un esquema al parecer trinitario, describiendo los roles especiales del
Padre, el Hijo, y el Espíritu en el plan de Dios y la obra de redención. En términos teológicos, el pasaje
habla de elección, redención, y aplicación (3). A lo largo del pasaje, Pablo declara repetidamente la
causa (“su voluntad”) y el propósito (“su gloria”) del predeterminado plan de Dios, así como los medios
(“en Cristo”) por el cual Dios lo llevaría a cabo. Además, el pasaje anticipa algunos de los temas que
Pablo desarrollará con mayor detalle más adelante

ELECCIÓN

Pablo comienza con la doctrina de la predestinación, y mucho de lo que sigue en la carta es, de hecho,
una exposición de lo que Dios ha predeterminado realizar (y ahora ha realizado o está realizando) en la
historia. Puesto que la predestinación es obviamente importante para Pablo, y puesto que todo lo que
sigue en esta carta está totalmente fundado en la predestinación y predeterminación soberana de Dios, y
puesto que muchos comentaristas yerran seriamente en este tema, nosotros nos tomaremos un tiempo
para exponer esta doctrina.

(2) “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (RVR 60).
(3) Para el tercer item, Hendriksen tiene “certificación” en vez de “aplicación” (Ephesians, p.71; ver v.
13-14), lo cual es correcto, pero he escogido un término más amplio que incluye más elementos, tales
como la fe (v. 13).
En la eternidad, Dios había escogido un número invariable de individuos específicos para salvación, y
había decidido que los adoptaría para que fueran sus hijos por medio de Jesucristo. Esto es, de acuerdo a
su plan preordenado, todo caería en pecado en Adán, incluyendo a los elegidos, a quienes ya había
elegido. Entonces, desde esta masa de humanidad pecadora, el llamaría y sacaría fuera a sus elegidos,
removiéndolos del reino de las tinieblas y colocándolos en el reino de Su Hijo (Colosenses 1:13).

Su selección de cada individuo no se basa en fe u obras previstas; más bien su decisión fue hecha
completamente al margen de la decisión o mérito de la persona. Esto es al menos parte de lo que Pablo
tiene en mente cuando escribe que Dios ha elegido a su pueblo “antes de la fundación del mundo”. En
otro lugar, cuando Pablo considera a Jacob y a Esaú en relación a la predestinación, él escribe, “Sin
embargo, antes de que los gemelos nacieran o hubieran hecho algo bueno o malo… (a Rebeca, su
madre) le fue dicho.’El mayor servirá al menor’” (Romanos 9:11-12).

Una objeción puede ser que aunque Dios no basó su elección en algo que ellos ya hayan hecho, quizá lo
haya basado en algo que él sabía que ellos harían; es decir, tal vez él basó su elección en la fe o las obras
previstas. Contra esto, Pablo dice que Dios anunció su decisión antes de que los gemelos nacieran “para
que el propósito de Dios en la elección permaneciese: no por obras sino por el que llama” (vs.11-12). Al
negar que la elección se basara en algo que los gemelos habían hecho, Pablo no deja abierta la
posibilidad de que la elección se basase en algo que ellos harían. En cambio, niega por completo que la
elección se basase en algo de ellos, sino que se basaba en “Él que llama” y el “propósito de Dios”.

Pablo asume el mismo principio en Efesios. Dios escogió a ciertos individuos no por causa de alguna fe
u obra prevista en ellos, y no por causa de sus decisiones o méritos, sino que la elección para salvación
se basó únicamente en su voluntad (1:5), su placer (1:5), su gracia (1:6-7), su plan (1:11), y su propósito
(1:11). Una vez más, el énfasis es que la elección de Dios de los individuos fue hecha completamente al
margen de todo lo previsto en los individuos mismos. Como Calvino declara:

“Con esto quiere decir que Dios no buscaba una causa (exterior) de sí mismo, pero nos predestinó
porque tal era su voluntad… Al Adoptarnos, por lo tanto, el Señor no mira lo que somos y no se
reconcilia con nosotros por cualquier obra personal. Su único motivo es el eterno buen placer, por el
cual Él nos predestinó… Por esto él nos dice que Dios nos abraza en Su amor y favor libremente y no
sobre la base de un salario, así que, cuando aun no habíamos nacido y cuando Él fue impulsado por nada
más que sí mismo, nos escogió” (4).

Desde el lado negativo, Pablo hace una negación general de que esta elección esté basada sobre algo en
el individuo; por el lado positivo, él insiste en que la elección se basa en la voluntad, gracia, placer y
propósito de Dios. Por lo tanto, los teólogos que son fieles a la enseñanza bíblica están en lo correcto al
afirmar que la divina elección es “incondicional”.

(4) Juan Calvino, The Epistles of Paul the Apostle to the Galatians, Ephesians, Philippians and
Colossians; Oliver & Boyd/Eerdmans, 1965; p. 127.
Entonces, otra objeción es que tal vez Pablo está hablando de una elección colectiva, o que tal vez el
objeto de la elección es Cristo en lugar de los individuos. Es decir, quizás el único elegido es realmente
Cristo mismo, y que Dios había determinado que todo el que libremente escogiera estar en Cristo por fe
sería incluido en el grupo de los “elegidos”. Sin embargo, el pasaje no hace en absoluto alguna alusión
en esta dirección, pero de plano lo contradice. Una y otra vez, Pablo usa expresiones como, “él nos
escogió”, “él nos predestino”, y “él se dio por nosotros” –por “nosotros”, no Cristo.

Que Dios nos escogió en “él” no puede ser usado para implicar que nosotros somos los que nos
colocamos a nosotros mismos “en Él”. Nosotros, como individuos nunca escogimos estar en Adán, pero
él seguía siendo el cabeza federal de toda la humanidad, y Pablo escribe que todos cayeron en el pecado
y la muerte en Adán (1 Corintios 15:22). Del mismo modo, para los elegidos estar “en Cristo” significa
solamente que Cristo es la cabeza federal de los elegidos, y no que cada individuo puede escoger por sí
mismo estar en Cristo, y así convertirse en un elegido, ni que Cristo mismo fue el objeto de la elección
para salvación.

Por otra parte, Pablo escribe en 1 Corintios 1:27-30, “Pero Dios eligió… para que nadie se jacte delante
de él. Es por causa de él que ustedes están en Cristo Jesús, quien ha llegado a ser para nosotros
sabiduría de Dios –es decir, nuestra justicia, santidad y redención”. Contra aquellos que dicen que sólo
Cristo es el objeto de la elección, y que todo aquel que entra en él se convierte en un elegido de Dios, el
pasaje dice, “es a causa de él “ –es decir, por causa de Dios- que están en Cristo Jesús. Dios es el único
que decide quien llega a estar “en Cristo”, y entonces él es el único que nos pone en Cristo por su
voluntad y poder. Por lo tanto la elección divina es una selección de individuos para la salvación.

Dependiendo del contexto, expresiones tales como “en Cristo”, “en él”, y “en quien” a veces llevan a
otro significado –principalmente, ellas hablan de Cristo como el agente por el cual Dios cumple sus
planes y propósitos. Así Pablo dice que Dios “nos escogió en él” y que él “nos predestinó para ser
adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo” (5).

(5) Refiriéndose a la frase “en Cristo” (y sus equivalentes), Peter O’Brien escribe, “A menudo su uso es
instrumental, significando ‘por medio de la agencia de Cristo’” [Peter O’Brien, The Letter to the
Ephesians (The Pillar New Testament Commentary); Wm. B, Eerdmans Publishing Co., 1999; p.97].
O’Brien entonces hace varias declaraciones ambiguas acerca de cómo la frase designa a “Cristo como la
‘esfera’ en la cual las decisiones divinas son tomadas y llevadas a efecto” (p. 98), pero él después de
todo se está refiriendo a “La idea de la incorporación de muchos a una cabeza representativa” (p. 98).
En otras palabras, “en Cristo” (y sus equivalentes) se refiere a Cristo como el agente o medio por el cual
Dios realiza su plan divino. Y en otros contextos, se refiere a Cristo como la cabeza federal de los
elegidos. Este correcto entendimiento de “en Cristo” ayuda a prevenir distorsiones y diluciones de la
doctrina bíblica de la predestinación, así como otras falsas enseñanzas que son basadas en la frase.
Mientras la frase es ambigua para la gente (aunque su uso bíblico es claro), ellos permanecen
susceptibles a toda clase de interpretaciones extrañas y místicas. “En Cristo” se refiere a la agencia y
representación, y no a nuestro estar “en el interior” de Cristo en un sentido místico o incluso físico. De
hecho, en en griego puede ser traducido “en”, “por”, o “con”, y a veces “el sentido causal de en es más
inteligible que el local” (Gordon H. Clark, Ephesians; The Trinity Foundation, 1985; p. 16). En otras
palabras, “en Cristo” a menudo significa nada más que “por Cristo” o “a través de Cristo”.
Esto es suficiente para refutar la idea de una elección colectiva (esto es, como una negación de la
doctrina bíblica de la elección individual para salvación), que es realmente una fantasía tonta inventada
para subvertir la clara enseñanza bíblica (6). Pero otro punto que podemos afirmar acerca de esto es que,
cuando estamos considerando las obras de un ser omnisciente, la idea de elección colectiva como un
intento de negar la elección individual es absurdo.

Si uno afirma la omnisciencia divina, como cada cristiano debe hacerlo, entonces el conocimiento
soberano de Dios sobre grupos de personas obliga a esta persona a reconocer también la soberanía de
Dios sobre los individuos. Esto se debe a que un ser omnisciente no piensa en un grupo de algunos sin
conocer a cada objeto individual que compone el grupo.

Por ejemplo, cuando uso la palabra “árboles”, sin establecer un límite en la palabra, como en “estos
árboles”, la estoy usando como un universal, como en “todos los árboles”. Pero yo no conozco todos los
árboles, no he hecho ninguno de ellos, ni he determinado ninguna de sus propiedades, y ni siquiera
conozco exhaustivamente algún árbol en particular. ¿Así que sé lo que estoy diciendo? No sobre las
bases del empirismo. Por otro lado, cuando Dios usa la palabra “árboles”, él la dice como quien los ha
hecho y sabe todo de ellos. Su conocimiento de todos los árboles en particular corresponde a su
concepto del universal “árboles”. En contraste, cuando yo digo “árboles”, el actual contenido de mi
conocimiento no incluye todos los árboles, aunque intento referirme a todos los árboles por la palabra.
Por lo tanto, cuando Dios dice que todos los árboles son de cierta manera, él tiene en mente cada árbol,
que cada árbol es de cierta manera, y no sólo los árboles en abstracto sin el contenido real de todos los
árboles. Porque Dios es omnisciente, para él “árboles” debe significar la suma de todos los árboles
individuales, y no los árboles en abstracto.

Si tú tienes dos hijos, llamados Tomás y María, entonces cada vez que tú dices “mis hijos”, de hecho te
estás refiriendo a Tomás y María en particular. Tú no tienes la intención de decir “mis hijos” sin el
contenido real de “Tomás y María”. Las palabras, “mis hijos”, representan para ti “Tomás y María”.
Supongamos que tú eres omnisciente, pero todavía no tienes hijos. En este caso, “mis hijos” aún
significa “Tomás y María”, puesto que tú sabrías con certeza que vas a tener a estos niños en el futuro.
Por lo tanto, un ser omnisciente nunca usa una designación de grupo sin conciencia de todos los
miembros de ese grupo. Es decir, el término universal siempre representa la suma de todos los
individuos pertenecientes al grupo. Un ser que carece de omnisciencia usa el término universal sin
conocimiento de todos los individuos de ese grupo, pero un ser que posee omnisciencia usa el término
universal con conciencia de todos los individuos de ese grupo. Esto es una implicación necesaria de la
omnisciencia.

Por consiguiente, cuando Dios piensa en una nación, él también está pensando en todos los individuos
que comprende esa nación en cualquier momento dado, puesto que una nación es la suma de todos los
individuos a quienes Dios ha escogido que pertenezcan a esa nación, y él tiene un conocimiento
exhaustivo de cada individuo. Sin duda, él creó a cada individuo para ser incluido en la nación que él
escogió para ese individuo. Esto no es como si Dios decide aplicar una política determinada hacia cierto
grupo, tal como humanos masculinos, y entonces permitir que cada ser humano voluntariamente llegue a
ser miembro de ese grupo. En vez de eso, Dios crea a todos los seres humanos, y los agrupa juntos como
a él se le antoja.

(6) Ver O’Brien, p.99.


Por lo tanto, no tiene sentido decir que Dios ejerce su soberanía absoluta sobre un grupo, tal como una
nación o los elegidos, sin también afirmar la implicación necesaria de que él ejerce soberanía absoluta
sobre cada individuo dentro del grupo. No tiene sentido decir que Dios elige un grupo para salvación sin
determinar cuales individuos estarían en ese grupo, o que él controla una nación sin controlar a los
individuos dentro de esa nación. Los individuos no se hacen y mueven a ellos mismos. El punto es que
incluso en lugares en donde la Biblia está enfatizando la soberanía de Dios sobre grupos, su soberanía
sobre los individuos está implicada. Esto se declara además en los muchos pasajes bíblicos que
directamente afirman la soberanía absoluta de Dios sobre los individuos, y no sólo los grupos o las
naciones.

La doctrina bíblica de la predestinación se opone a la creencia popular de que el hombre tiene libre
voluntad.

Ahora, en la literatura teológica y filosófica, el libre albedrío es rara vez definido, y casi nunca definido
de un modo correcto y relevante. Puesto que la libertad es un concepto relativo –tú eres libre de algo- al
definir libre albedrío nosotros debemos preguntar “¿Libres de qué?” Si por “libre albedrío” nos estamos
refiriendo a libertad de Dios en cualquier sentido, entonces debemos rechazarlo. En este sentido, sólo
Dios tiene libre albedrío, ya que sólo él es libre de toda otra influencia que sea fuera de él mismo.

Pero si nos estamos refiriendo a libertad de cualquier otra cosa, entonces en nuestro contexto ello es
irrelevante, porque estamos considerando la posibilidad de que tengamos o no alguna libertad en nuestra
relación con Dios, y no en nuestra relación con alguna otra persona o cosa. Como Martín Lutero escribe:
“Pero nuestra pregunta es esta: si él tiene “libre albedrío” respecto a Dios, ese Dios debería obedecer al
hombre y hacer lo que quiere el hombre, o si Dios no tiene, más bien, una voluntad libre con respecto al
hombre, ese hombre debería querer y hacer lo que Dios quiera, y ser capaz de hacer nada más que lo Él
quiera y haga” (7).

Con esta definición correcta del libre albedrío en mente, la Biblia en ninguna parte enseña que el
hombre tiene libre albedrío (8), pero en su lugar enseña repetidamente que Dios tiene soberanía absoluta
sobre el hombre, incluyendo todas sus decisiones y acciones. Sin embargo, el deseo pecaminoso de la
autonomía está tan arraigado en el pensamiento del hombre pecador que él asume falsamente que en
verdad tiene libertad, y a veces aún afirma que la Escritura también la reconoce.

(7) Martín Lutero, The Bondage of the Will; traducido por J. I. Packer y O. R. Johnston; Fleming H.
Revell, 1957; p. 310. Ya he explicado y defendido la doctrina bíblica de la predestinación en diferentes
lugares y en diferentes modos. En este tiempo, invitaré a Lutero como mi compañero al citarlo un
número de veces en las siguientes páginas (en el texto principal y en los pie de notas). Una razón para
esto es demostrar que la posición que yo tomo en este y en otros libros es verdad tanto en la Escritura
como en la Reforma. Por otro lado, muchos escritores protestantes, e incluso algunos calvinistas
profesantes y teólogos reformados, han admitido ciertos supuestos arminianos cuando se trata de la
soberanía y predestinación divina, y la responsabilidad y libertad (o libre voluntad) humana, de modo
que su teología ha llegado a ser una mezcla de incompatibles creencias bíblicas y no-bíblicas. Entonces,
ellos declaran que los cristianos deben afirmar las contradicciones resultantes, puesto que ellas son de
hecho enseñadas en la Biblia, cuando esas contradicciones no provienen de la Biblia en absoluto.
Además, es imposible afirmar dos proposiciones contradictorias, puesto que afirmar ambas es realmente
negar ambas en orden inverso. Cuando se trata de la libertad humana, afirmar que el hombre tiene libre
voluntad en cualquier sentido en relación con Dios es negar tanto la Escritura como la Reforma.
(8) “Existen exposiciones y discusiones mías en las cuales he afirmado constantemente, por muchas
horas, que el “libre albedrío” no existe, una cosa (yo he usado esa palabra) consistente de un nombre
solamente” (Lutero, p. 271).
Algunos comentaristas no pueden resistir su impulso pecaminoso para desafiar lo que nuestro pasaje
enseña e implica. Por ejemplo, después de un breve reconocimiento de que este pasaje enseña la
doctrina de la predestinación, Francis Foulkes agrega, “Esta doctrina de la elección o la
predestinación… no está puesta en oposición al hecho auto-evidente de la libre voluntad humana” (9).
Él no ofrece ni referencias bíblicas ni sus propios argumentos, sólo dice que la libre voluntad es auto-
evidente (10). Pero no es en absoluto auto-evidente que el hombre tenga libre voluntad; más bien, lo que
es auto-evidente es que si la predestinación absoluta es verdadera, entonces la libre voluntad humana es
falsa (11).

Foulkes continúa, “Se trata de una paradoja que el Nuevo Testamento no busca resolver, y que nuestras
mente finitas no pueden comprender” (12). ¿Ahora es una “paradoja”? ¿Cómo? ¿Donde? ¿Por qué? Es
“auto-evidente” para mi que él es un charlatán, y que su mente es en verdad “finita” –muy finita. Como
Lutero escribe, “No hay conflicto en las palabras de la Escritura, y no hay necesidad de una
‘explicación’ para ‘cortar el nudo’. Los protagonistas del “libre albedrío” crean dificultades donde no
existen, y sueñan contradicciones por sí mismos” (13). Foulkes, como muchos otros, insiste en que hay
tal cosa como la libre voluntad humana cuando la Escritura en ninguna parte la enseña, y entonces
cuando él viene contra la doctrina de la predestinación absoluta, que la Escritura sí enseña el clama,
“¡paradoja!” y “¡misterio!” Frente a esta idiotez enmascarada como exposición académica, ¿no
deberíamos gritar en respuesta, “¡imbecil!” y “¡lunático!”? Que quede claro, entonces, que la Escritura
contradice a Foulkes, no a sí misma.

Si Dios es soberano, entonces el hombre no puede ser libre -es decir, no libre de Dios, de su poder y su
control. Sin embargo, esto no contradice la enseñanza bíblica de que el hombre es moralmente
responsable por sus pensamientos y acciones. La confusión común es que la libertad y la
responsabilidad son o la misma cosa –así que ellas a veces son usadas intercambiablemente en la
literatura teológica y filosófica- o que una no puede estar sin la otra.

(9) Francis Foulkes, The Letter of Paul to the Ephesians (Tyndale New Testament Commentaries);
InterVarsity Press, 1989; p. 55.
(10) “Pero la Escritura pone ante nosotros un hombre que no está solamente atado, miserable, cautivo,
enfermo y muerto, sino que por medio de la operación de Satanás su señor, agrega a sus otras miserias
esta ceguera, de modo que él se cree libre, feliz, poseedor de libertad y habilidad, totalmente sano y
vivo… Por esto, la obra de Satanás es para mantener a los hombres sin que reconozcan su miseria, pero
presumir que pueden hacer todo lo que quieran” (Lutero, p. 162). En otras palabras, el hombre piensa
que tiene libre voluntad no porque es auto-evidente, sino porque es engañado por el diablo.
(11) “Si creemos que es verdad que Dios prevé y preordena todas las cosas; que él no puede ser
engañado u obstruido en su presciencia y predestinación; y que nada sucede sin Su voluntad (lo cual la
razón misma es compelida a conceder); entonces, sobre el propio testimonio de la razón, no puede
existir la “libre voluntad” en el hombre, o ángel, o cualquier criatura” (Lutero, p. 317). Por
“presciencia”, Lutero no se refiere a una presciencia pasiva en la cual Dios de algún modo recibe
pasivamente información acerca del futuro, como si el futuro se trajera a si mismo sin su deliberada
voluntad y poder. Más bien, de acuerdo con el uso bíblico, Lutero sostiene que Dios conoce el futuro
porque él ha decidido lo que hará suceder en el futuro, de modo que su presciencia es igual a la
preordenación: “¿Supones tú que Él no hará lo que prevé, o que Él no prevé lo que hará?” (Lutero, p.
80).
(12) Foulkes, p. 55.
(13) Lutero, P. 236.
Es falsa la suposición de que si el hombre no es libre, entonces no puede ser responsable. En otras
palabras, la premisa asumida, a menudo no declarada, es que “la responsabilidad presupone la libertad”.
Sin embargo, no hay razón para aceptar esta premisa, ya que por definición, responsabilidad no tiene
nada que ver con la libertad; más bien, la responsabilidad tiene que ver con si uno será capaz de rendir
cuentas. La primera definición del diccionario de “responsable” es “susceptible de ser llamado a
responder” (14). Puesto que Dios ha dado sus leyes morales a la humanidad, y ya que él ha pronunciado
juicio sobre aquellos que desobedecen, esto significa que el hombre es responsable. La cuestión de la
libertad no entra en la discusión.

Aquí debo amonestar a muchos teólogos calvinistas y reformados por ser infieles tanto a la Escritura
como a la tradición teológica a la cual ellos deben lealtad, porque algunos de ellos también afirman esta
suposición no-bíblica e irracional de que la responsabilidad moral presupone la libertad humana. Ellos
están de acuerdo con los herejes que para que los mandamientos de Dios tengan sentido, los hombres
deben ser libres para obedecerlos (15). Así ellos generan contradicciones, antinomias, y paradojas (o
cualquier otra cosa que ellos puedan llamarles) en relación con la doctrina de la predestinación, y luego
las presentan como parte de la enseñanza bíblica, cuando la verdad es que la Biblia las contradice, y no
a sí misma.

Por ejemplo, en su “Evangelismo y la Soberanía de Dios”, J.I. Packer escribió lo siguiente:


“La antinomia particular que nos interesa aquí es la aparente oposición entre la soberanía divina y la
responsabilidad humana, o (presentándolo más bíblicamente) entre lo que Dios hace como Rey y lo que
Él hace como Juez. La Escritura nos enseña que, como Rey, Él ordena y controla todas las cosas, las
acciones humanas entre ellas, en conformidad con Su propósito eterno. La Escritura también enseña
que, como Juez, Él hace a todo hombre responsable por las decisiones que toma y los cursos de acción
que sigue…

La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre son enseñadas lado a lado en la misma Biblia; a
veces, de hecho, en el mismo texto. Ambas nos son garantizadas por la autoridad divina misma; ambas,
por lo tanto, son verdad. De ello se desprende que deben mantenerse juntas, y no jugar una contra otra.
El hombre es un agente moral responsable, aunque él está también divinamente controlado; el hombre
es divinamente controlado, aunque también es un agente moral responsable. La soberanía de Dios es
una realidad, y la responsabilidad del hombre es una realidad también.
Esta es la antinomia revelada en términos de los cuales tenemos que hacernos cargo pensando en el
evangelismo” (16).

(14) Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, Tenth Edition. Ver también Webster’s New World
College Dictionary, Fourth Edition.
(15) “Pero la diatriba es así ruinosamente hundida en, suprimida con, y extinguida por, esta noción de su
propia fantasía carnal, que está incapacitado para comandar imposibilidades, que no puede controlarse a
si mismo; pero siempre que escucha una afirmación imperativa o hipotética inmediatamente la anexa a
sus propias inferencias indicativas: ‘algo es mandado, por lo tanto podemos hacerlo, de otro modo el
mandato es estúpido’” (Lutero, p. 237).
(16) J. I. Packer, Evangelism and the Sovereignty of God; InterVarsity Press, 1961; p. 22-23.
Es verdad que Packer define la “antinomia” como sólo una “aparente” contradicción (17), pero para él
esto no significa que la mente humana pueda resolverla. Es decir, el tipo de antinomia que estamos
tratando no es una contradicción real en la mente de Dios, pero parece serlo en nosotros, y no es algo
que nosotros podamos resolver. Como el escribe, “Para nuestras mentes finitas, por supuesto, la cosa es
inexplicable” (18). Él debería hablar sólo por sí mismo –para su muy finita mente, la “cosa” puede ser
inexplicable (ya que él la hizo inexplicable), pero ¿cómo se atreve a imponer su confusión sobre el resto
de nosotros y aún sobre la Escritura misma?

Así que él dice que debemos afirmar ambos lados de una aparente contradicción mientras aún parece ser
una contradicción. Sin embargo, yo he demostrado en otra parte que esto es imposible, ya que mientras
las dos proposiciones nos parezcan contradictorias (sean o no verdaderamente contradictorias), entonces
el afirmar ambas es realmente negar ambas en orden inverso (19).

¿Cuál es la aparente contradicción? Packer dice que es entre la soberanía divina y la responsabilidad
humana. Él afirma correctamente que la soberanía divina significa que el hombre es “divinamente
controlado” (así que el hombre no es libre), y para él esto parece contradecir la responsabilidad humana.
En otras palabras, él asume que la responsabilidad presupone la libertad.
Pero, Lutero ha refutado este sinsentido hace tiempo. En The Bondage of the Will, Lutero escribió lo
siguiente contra Erasmo:
“Por tanto, mi buen Erasmo, como las veces que me confrontaste con las palabras de la ley, así a
menudo yo te confronté con las palabras de Pablo: ‘Por la ley es el conocimiento del pecado’ -¡no el
poder de la voluntad! Se reúnen desde las grandes concordancias todas las palabras imperativas en un
montón caótico… y yo a la vez declaro que ellos siempre demuestran, no lo que los hombres pueden
hacer, o hacen, sino lo que ellos harían.

Incluso los gramáticos y los estudiantes en las esquinas de la calle saben que nada más es significado
por los verbos en modo imperativo que lo que se debe hacer, y que lo que es hecho o se puede hacer
sería expresado por verbos en el indicativo. ¿Cómo es posible que ustedes teólogos, sean doblemente
más estúpidos que los colegiales, y que tan pronto como encuentran un único verbo imperativo ustedes
infieran un significado indicativo, como si el momento en que una cosa es mandada ella es hecha, o
pueda ser hecha?

(17) Ibid., p. 19.


(18) Ibid., p. 23.
(19) El estatus lógico de una aparente contradicción es exactamente el mismo que el de una real
contradicción hasta que la aparente contradicción sea resuelta. Si uno lógicamente percibe que algo es
sólo una aparente contradicción, entonces ya lo tendría resuelto, y no sería ni siquiera una aparente
contradicción, sino que en absoluto habría una contradicción.
“Pero hay muchos un desliz ‘por el arco de la taza y el labio” –y las cosas que tú mandaste y que fueron
lo suficientemente posible aún no pueden ser hechas, así de grande el abismo que hay entre las
afirmaciones en imperativo e indicativo en las más simples materias cada día. Aún en este negocio de
guardar la ley, que está tan lejos de nuestro alcance como el cielo de la tierra y tan imposible de
alcanzar, tú haces indicativos de los imperativos con tal presteza que al momento de escuchar la palabra
de mandato: “haced”, “guardad”, “elegid”, inmediatamente tendrás lo que ha sido guardado, hecho,
elegido, o cumplido o que estas cosas puedan ser hechas por nuestra propia fuerza” (20).

Packer es un ejemplo especialmente adecuado de cómo muchos teólogos reformados curiosa e


irónicamente se han equivocado en este tema. Esto es porque ¡Packer tradujo el libro de Lutero! Yo
estoy bastante seguro que Packer había leído a Lutero antes de publicar Evangelismo y La Soberanía de
Dios, puesto que fue lanzado en 1961, y su traducción de La Esclavitud de la Voluntad fue realizada en
1957, y él probablemente había leído a Lutero mucho tiempo antes de eso.

Por lo tanto, debo concluir que o bien Packer está en desacuerdo con Lutero, o él está simplemente
confundido (21). Él afirma que desea ser bíblico en sus creencias, pero si esto es cierto, entonces no
debería añadir e imponer su propia premisa, “responsabilidad presupone libertad”, a la Escritura, al
menos en este tema, Lutero tiene mucho más respeto por la Escritura que Packer.

Nosotros esperaríamos que un arminiano, quién está totalmente confundido acerca de la elección, la
redención, y la conversión, falle en reconocer la simple pero clara distinción entre libertad y
responsabilidad. Pero, ¿qué está mal con los eruditos calvinistas y reformados que aún tontamente
asumen que la responsabilidad presupone la libertad, haciendo una especie de paradoja de toda la
doctrina de la predestinación, y luego dicen que nadie puede resolverlo? ¿No causan ellos problemas
innecesarios? ¿No son ellos lunáticos e idiotas, y como los arminianos, también “el doble de estúpidos
que los colegiales”?

Con Lutero, debemos afirmar que en este tema la Escritura no contiene contradicciones, ni antinomias,
ni paradojas, pero que teólogos infieles e incompetentes “crean dificultades donde no las hay, y sueñan
contradicciones para ellos mismos” (22). La Escritura enseña tanto la soberanía divina como la
responsabilidad humana, y estas dos no se contradicen entre sí; además la responsabilidad humana no
presupone la libertad humana.

(20) Lutero, p.159. En otras palabras, los mandamientos de Dios hacen a los hombres responsables, pero
esto no implica la libertad humana (ni la capacidad). Así para Lutero las dos están separadas. Esto es lo
correcto de la posición reformada y protestante (y bíblica).
(21) Una explicación más formal es atribuir el error de Packer (y errores similares en otros) a los efectos
noéticos del pecado.
(22) Lutero, p. 236.
Entonces, la cuestión llega a ser una cuestión de justicia. La objeción es que si este es el caso, es decir,
si Dios les da leyes morales a personas que no pueden obedecerlas, entonces ¿no sería injusto que Dios
los juzgara? Una vez más, la objeción se une a dos cosas diferentes por mera suposición sin argumento.
¿Desde cuando y de acuerdo a qué es la justicia relacionada necesariamente con la libertad para
obedecer? Sólo porque tú los juntas en tu mente no significa que ellas deben estar unidas.

Pablo prevé tal ilógica objeción cuando él discute la elección divina en su carta a los Romanos. Él llega
a la conclusión que Dios soberanamente determina y controla todas las cosas, aún la voluntad del
hombre: “Por lo tanto Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia, y Él endurece a quien
quiere endurecer” (Romanos 9:18). Pero luego continúa, “Alguien me dirá: ‘Entonces ¿Por qué aún nos
culpa? Porque ¿Quién se resistirá a su voluntad? (v.19).

La objeción es la misma que ahora estamos considerando. El reclamo es que ya que Dios controla todas
las cosas, esto significa que nadie puede decidir en contra de lo que Dios ha decidido. Y ya que Dios
elige endurecer a algunas personas, esto significa que no hay una voluntad libre para obedecer los
mandamientos de Dios. Pero entonces, Dios ha determinado juzgar la desobediencia. Puesto que el
objetor falsamente asume que la responsabilidad presupone libertad, él pregunta, “Entonces ¿Por qué
Dios todavía me hace responsable, si no tengo libertad para obedecer o desobedecer?” En respuesta,
Pablo reprende a los objetores, y escribe:

“Pero, ¿Quién eres tú, oh hombre, para hablar a Dios? ‘Lo que ha sido formado dirá al que lo formó:
‘¿Por qué me has hecho esto?’’ ¿No tiene el alfarero derecho a hacer del mismo trozo de arcilla algunas
vasijas para nobles propósitos y otras para uso común?

¿Y qué si Dios, eligiendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia los
objetos de su ira –preparados para destrucción? ¿Y qué si Él esto lo hace para dar a conocer las riquezas
de su gloria a los objetos de su misericordia, los cuales el preparó de antemano para su gloria –a
nosotros, a quienes el también ha llamado, no sólo desde los judíos sino también desde los gentiles?
(Romanos 9:20-24) (23).

Dios es el único estándar de justicia, y nosotros debemos someternos a su estándar en lugar de imponer
nuestras propias normas falsas sobre él. Por consiguiente, Dios tiene el “derecho” para preparar algunas
personas para la gloria, y para preparar otras para destrucción (24).

(23) “Él está hablando de los hombres, comparándolos con barro y a Dios con un alfarero. La
comparación es seguramente obtusa –inapropiada, ciertamente, y fútil- si él no piensa que nuestra
libertad es nada” (Lutero, p. 219).
(24) “Dios es Él cuya voluntad, ninguna causa o motivo puede establecerse como su regla y estándar;
pues no hay nada en un nivel con ella o sobre ella, pero ella es así misma la regla para todas las cosas. Si
alguna regla o estándar, o causa o motivo, existía para ella, ya no podría ser la voluntad de Dios. Lo que
Dios quiere no está bien porque debe, o está forzado en su voluntad; al contrario, lo que lleva a cabo
debe ser correcto, porque Él así lo quiere. Causas y motivos son establecidos para la voluntad de la
criatura, pero no para la voluntad del Creador –a menos que establezca otro Creador por encima de él”
(Lutero, p. 209).
En cuanto a la acusación de que la doctrina de la predestinación alienta el libertinaje, algo debe estar
mal con los que hacen esta objeción. Antes de escuchar esta objeción por primera vez, nunca se cruzó
por mi mente que la gracia de Dios pueda ser una licencia para pecar. Es justo que el hombre se someta
a Dios y obedezca sus mandamientos (Eclesiastés 12:13). Sin embargo, algunos de estos objetores
hablan como si el pecado sigue necesariamente la gracia. ¿Quién tiene la culpa de que crean esto? La
objeción no supone ningún desafío a la doctrina de la predestinación, pero nos dice algo acerca de lo que
piensa la gente. En cualquier caso, Pablo escribe que Dios nos ha predestinado “para ser santos e
inmaculados en su presencia”, así que la predestinación lleva a la santidad, y no al libertinaje.

REPROBACIÓN

Hablando de los que han sido “preparados para destrucción”, pasaremos ahora a estudiar la doctrina de
la reprobación. Se puede llamar a esta doctrina el lado negativo de la predestinación, así que mientras en
la elección Dios eligió a quienes el salvaría, en la reprobación él escogió a quienes él condenaría.

Dado que en nuestro pasaje Pablo está enfatizando el lado positivo de la predestinación, o elección, y ya
que yo he discutido y defendido la doctrina de la reprobación en otro lugar, yo me sentiría justificado en
moverme sin tratar el tema aquí. Sin embargo, aunque el énfasis es sobre la elección, algunos
comentaristas no pueden resistir la tentación pecaminosa de negar otra doctrina bíblica, y así ellos
aprovechan esta oportunidad para afirmar que aunque la Escritura enseña la elección (aunque ellos
tienen un falso entendimiento de esta doctrina), ciertamente no enseña la reprobación. Así que aquí voy
a ofrecer una breve discusión sobre el tema.

Por ejemplo, Arthur Patzia escribe, “La elección para salvación no implica que Dios, por lo tanto,
predestine al resto de la humanidad a la condenación” (25). Correcto, ¿Quizás es su propia idea
condenarse a sí mismos? Del mismo modo, William MacDonald escribe, “La biblia nunca enseña que
Dios elige hombres para que se pierdan” (26).

Al igual que con la doctrina de la elección y la herejía de la libre voluntad, algunos teólogos calvinistas
y reformados de nuevo se comprometen con suposiciones no bíblicas cuando se trata de la doctrina de la
reprobación. Por ejemplo, R. C. Sproul escribe:

“El punto de vista reformado enseña que Dios positiva y activamente interviene en las vidas de los
elegidos para asegurar su salvación. Al resto de la humanidad Dios los deja a sí mismos. Él no crea
incredulidad en sus corazones. La incredulidad ya está allí. Él no los obliga a pecar. Ellos pecan por sus
propias decisiones. En el punto de vista calvinista el decreto de la elección es positivo; el decreto de la
reprobación es negativo” (27).

(25) Arthur G. Patzia, Ephesians, Colossians, Philemon (New International Biblical Commentary);
Hendrickson Publishers, 1990; p. 152.
(26) William MacDonald, Believer’s Bible Commentary; Thomas Nelson Publishers, 1995; p. 1908.
(27) R. C. Sproul, Chosen by God; Tyndale House Publishers, 1986; p. 142-143.
Junto con muchos otros, él agrega que afirmar la reprobación activa es afirmar el “híper-calvinismo”,
“sub-calvinismo”, o incluso “anti-calvinismo” (28).

Contra los escritores anteriores y otros como ellos, yo afirmo que la Escritura enseña tanto la elección
como la reprobación, y que ambos la elección y la reprobación son activos e incondicionales (29).
Además de la Escritura, encuentro confirmación en los escritos de los reformadores.

Por ejemplo, para citar a Lutero de nuevo, el sostiene que los reprobados, y aún el diablo mismo, son
“una obra de Dios”, y por lo tanto están sujetos al poder y acción divinos en el mismo sentido “que todo
el resto de las criaturas y obras de Dios”. Así Dios “se mueve y trabaja” para operar estos instrumentos
del mal para sus propios rectos propósitos, y no que les permite ser ociosos en hacer el mal:

“Así que lo que llamamos el remanente de naturaleza en el impío y en Satán, como siendo una creatura
y una obra de Dios, no está menos sujeto a la omnipotencia y acción Divina que todo el resto de las
creaturas y obras de Dios. Puesto que Dios se mueve y trabaja todo en todos, Él mueve y trabaja aún en
Satanás y los impíos…

“Aquí tú ves que cuando Dios obra en y por los malos, las malas acciones son el resultado; sin embargo
Dios, Él si hace el mal por medio de los hombres malos, no puede actuar malvadamente por sí mismo,
porque Él es bueno, y no puede hacer mal; pero Él usa instrumentos del mal, los cuales no pueden
escapar al impulso y movimiento de Su poder. La falta que cuenta por el mal que se hace cuando Dios
se mueve a la acción se encuentra en estos instrumentos, a los cuales Dios no permite estar inactivos. De
la misma manera un carpintero podría cortar malamente con un hacha de filo irregular. Así que el
hombre impío no puede sino errar y pecar siempre, porque bajo el impulso del poder divino él no tiene
permitido estar inactivo, pero quiere, desea y actúa de acuerdo a su naturaleza” (30).

En cuanto al endurecimiento del corazón de Faraón, Sproul escribe, “El endurecimiento activo
implicaría la intervención directa de Dios en las cámaras interiores del corazón de Faraón”, y así él
afirma el “endurecimiento pasivo” (31). Pero Lutero escribe:

“Así el endurecimiento de Faraón es causado por Dios: Dios está presente sin que sepa su malvado
corazón lo que por naturaleza él odia; al mismo tiempo, Él continúa por acción omnipotente para mover
dentro de él la mala voluntad que Él encuentra allí. Faraón, por razón de lo malvado de su voluntad, no
puede sino odiar lo que se le opone, y confiar en su propia fuerza; y él incrementa tanto su obstinación
que no quiere escuchar ni reflexionar, así que es arrastrado en las garras de Satanás como un loco
furioso” (32).

(28) Ibid., p. 142.


(29) Como con la elección, por “incondicional”, yo quiero decir que la razón y la causa de la
reprobación de los individuos están en Dios mismo. Este es justo otro modo de decir que los reprobados
no se designan a sí mismos a la eternidad y luego creados ellos mismos en el tiempo.
(30) Lutero, p. 204.
(31) Sproul, p. 144.
(32) Lutero, p. 207.
Lutero dice que verdaderamente Dios se mueve dentro de Faraón (33). Pero él también se refiere a “la
mala voluntad que Él encuentra allí”. Esto suena como Sproul cuando se refiere al mal que “ya está
allí”, pero no significa la misma cosa.

Cuando se habla de Judas, Lutero deja claro como “la mala voluntad la cual Él encuentra allí”, llega allí:
“Es cierto que Judas actuó de buena gana, y no bajo compulsión, pero su voluntad fue la obra de Dios, la
cual trajo a la existencia por medio de su omnipotencia, como todo lo demás” (34). En otras palabras, es
cierto que los réprobos “voluntariamente” pecan, en el sentido de que deciden pecar. Pero esta voluntad
o esta decisión es “la obra de Dios, que trajo a la existencia por medio de su omnipotencia, como todo lo
demás”. Esto no suena muy pasivo, ¿verdad? Si esto no es todavía lo suficientemente claro, Lutero
también escribe lo siguiente:

“Pablo enseña que la fe y la incredulidad llegan a nosotros no por obra nuestra, sino a través del amor y
el odio de Dios (35).

La voluntad del rey no puede escapar a la acción del Dios omnipotente por el cual las voluntades de
todos los hombres, buenos y malos, son movidas a querer y hacer (36).

Lo que quiero afirmar y mantener es lo siguiente: que cuando Dios obra aparte de la gracia de Su
Espíritu, Él hace todas las cosas en todos los hombres, incluso en los impíos, porque sólo Él se mueve,
hace actuar, e impulsa por el movimiento de Su omnipotencia, todas esas cosas que sólo Él ha creado;
ellos no pueden ni evitar ni alterar este movimiento, pero necesariamente seguirlo y obedecerlo, cada
cosa de acuerdo a la medida de su poder dado por Dios. Así todas las cosas, aún los impíos, cooperan
con Dios (37).

(33) “Los que tienen alguna familiaridad con la Escritura saben que solamente he citado algunos
infinitos testimonios que hay; y lo he hecho así en gracia a la brevedad. Sin embargo, por lo que he
citado se verá clara y manifiestamente que los que ponen una simple permisión en lugar de la
providencia de Dios, como si Dios permaneciese mano sobre mano contemplando lo que fortuitamente
acontece, desatinan y desvarían sobremanera; pues si ello fuese así, los juicios de Dios dependerían de la
voluntad de los hombres… Y ciertamente, si Dios no obrara interiormente en las mentes de los hombres,
no sería verdad lo que dice la Escritura: que Él priva de la lengua a los que hablan bien, y la prudencia a
los ancianos (Ezequiel 7:26); que priva de entendimiento a los príncipes de la tierra, para que se
extravíen (Job 12:24)…” (John Calvin, Institutes of the Christian Religion; The Westminster Press; p.
231).
(34) Ibid., p. 213.
(35) Ibid., p. 228-229.
(36) Ibid., p. 259.
(37) Ibid., p. 267.
“Como dice Pablo: “Éramos todos hijos de la ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3), creados de tal
modo por Dios mismo desde una semilla que había sido corrompida por el pecado de un hombre, Adán”
(38).

De nuevo, Lutero ciertamente habla de Dios obrando y moviendo “la mala voluntad que Él encuentra
allí”, es decir, él habla de los impíos que tienen una mala naturaleza, y es esta mala naturaleza la que
Dios trabaja y mueve. Para Lutero no significa la misma cosa como Sproul cuando dice que el mal “ya
está ahí”, como si Dios no tuviera nada que ver con que esté allí. Más bien, Lutero se refiere a esta mala
naturaleza como un “poder dado por Dios”, y aquellos que son malos por naturaleza han sido “creados
como tales por Dios mismo”. En otras palabras, el mal está “ya allí” sólo en relación a lo que Dios ha
hecho activamente antes “allí” (39).

Esta es la posición de Lutero el reformador. En cuanto a Calvino, encontramos lo siguiente en sus


escritos:

“Tratemos ahora de los réprobos, de los cuales habla también el Apóstol en el pasaje ya indicado.
Porque así como Jacob sin haber aún merecido cosa alguna con sus obras es recibido en gracia, del
mismo modo Esaú sin haber cometido ofensa alguna, es rechazado por Dios ( Romanos 9:13). Si
consideramos las obras, haríamos grave injuria al Apóstol, como si no hubiera visto lo que es evidente
para nosotros. Ahora bien, que él no la ha visto se prueba porque insiste particularmente en que antes de
que hubiera hecho bien o mal alguno, el uno fue escogido, y el otro rechazado; de donde concluye que el
fundamento de la predestinación no consiste en las obras.

“Además, después de haber suscitado la cuestión de si Dios es injusto, no alega que Dios ha pagado a
Esaú según su malicia; lo cual sería la más clara y cierta defensa de la justicia de Dios; sino que resuelve
la cuestión con una solución bien diversa; a saber, que Dios suscita a los réprobos para exaltar en ellos
Su gloria. Y finalmente pone como conclusión, que Dios tiene misericordia de quien quiere, y que
endurece a quien le parece (Romanos 9:18).

“¿No vemos cómo el Apóstol entrega lo uno y lo otro a la sola voluntad de Dios? Si nosotros, pues, no
podemos asignar otra razón de por qué Dios hace misericordia a los suyos, sino que porque le place,
tampoco dispondremos de otra razón de por qué rechaza y desecha a los otros, que este mismo
beneplácito. Porque cuando se dice que Dios endurece, o que hace misericordia a quien le agrada, es
para advertirnos que no busquemos causa ninguna fuera de su voluntad” (40).

(38) Ibid., p.314.


(39) Es desde esta perspectiva que debemos entender un número de expresiones bíblicas pasivas como,
“Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones”
(Romanos 1:24). Tal lenguaje pasivo es literalmente verdadero, pero sólo en relación a algo que Dios ya
ha hecho activamente. Así cuando nosotros no hablamos relativamente, sino absolutamente, de modo
que debemos referirnos a como algo que está “ya allí” ponemos “allí” en primer lugar, entonces
debemos hablar de la acción de Dios como activa más bien que pasiva.
(40) Calvino, Institutes; p. 946-947.
“Algunos se acogen aquí a la distinción entre voluntad y permisión, diciendo que los impíos se pierden
porque así lo permite Dios, mas no porque Él lo quiera. Pero, ¿cómo diremos que Él lo permite, sino
porque así lo quiere? Pues no es verosímil que el hombre se haya buscado su perdición por la sola
permisión de Dios, y no por su ordenación. Como si Dios no hubiera ordenado en qué condición y
estado quería que estuviese la más excelente de todas sus criaturas. No dudo, pues, un instante en
confesar simplemente con San Agustín, que la voluntad de Dios es la necesidad de todas las cosas, y que
necesariamente ha de suceder lo que Él quiera, como también indefectiblemente sucederá cuanto Él ha
previsto” (41).

Hay muchos más pasajes en los escritos de los reformadores, pero parecería innecesario acumular más
citas. Está claro que ellos no niegan sino incluso enseñan que la reprobación, tanto como la elección, son
ambas activas e incondicionales.

Pero ahora ¿quién es reformado? Y ¿quién es calvinista? Sproul sostiene que en los reprobados, el mal
“ya está allí” como si Dios no lo hubiese puesto allí –pero entonces ¿cómo llegó allí? ¿Hay otro
Creador? Él dice que Dios a los reprobados “los deja a sí mismos” pecar “por sus propias decisiones”.
Pero ¿hay otro omnipotente principio metafísico o poder por medio del cual los reprobados funcionen?
La reprobación pasiva sólo puede resultar desde una forma de dualismo, y quizás de una imposible
teoría de generación espontánea, pero el teísmo cristiano necesariamente implica una elección activa y
una reprobación activa, puesto que nada puede suceder aparte de la activa voluntad y poder de Dios.

No todos los teólogos calvinistas y reformados actuales piensan como Packer y Sproul. Por ejemplo, G.
H. Kersten escribe:

“Desde las escrituras citadas es evidente que la reprobación es más que permitir quedar en el estado
donde él calló. Es una predeterminación del estado de perdición, tanto de ángeles como de hombres,
porque Dios también determinó decretar a algunos de los ángeles para perdición, reservándolos en
eternas cadenas bajo oscuridad hasta el juicio del gran día. Los reprobados están señalados, ordenados, y
dispuestos para destrucción… La reprobación es por lo tanto un decreto no más pasivo que el de la
elección lo es; ello es un decreto activo”.

“La causa de la reprobación no se encuentra en algo fuera de Dios, ni aún en el pecado, sino en la
absoluta soberanía de Dios…Esta reprobación es el decreto independiente de Dios desde la eternidad, el
soberano, la determinación de Dios mismo. Es un acto del beneplácito del Padre…”

(41) Ibid., p. 956.


“El pecado, la incredulidad, el endurecimiento, y lo que sea mencionado como una razón para el justo
juicio de Dios, todo resulta del decreto de Dios, y no es la causa del decreto. Dios es soberano en la
elección, pero también en el rechazo. Ambas dependen sólo de la complacencia soberana de Dios, y,
siendo decreto de Dios no puede ser dependiente de alguien o de alguna cosa fuera de Dios…”

“Como la elección no es general, ni lo es la reprobación… Concierne a cierta gente, conocida de Dios


por nombre” (42).

Aun cuando pienso que hemos demostrado que la reprobación activa es consistente con la teología
calvinista y reformada, estamos más interesados en que la Escritura lo dice. Sobre este tema, Pablo
escribe lo siguiente:

“Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían
aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección
permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está
escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.”

“¿Qué pues diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no
depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a
Faraón: ‘Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea
anunciado por toda la tierra’. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere
endurecer, endurece.”

(42) G. H. Kersten, Reformed Dogmatics; Netherlands Reformed Book and Publishing Committee,
1980; p. 137-138. Tempranamente yo negué la elección colectiva y afirmé la elección individual, y aquí
Kersten, hace como yo, rechaza la reprobación colectiva a favor de la reprobación individual.
“Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh
hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó:¿por qué me
has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para
honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó
con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de
su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los
cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”
(Romanos 9:10-24) (43).

Desde este pasaje podemos derivar al menos cuatro puntos que son relevantes para nuestra discusión
sobre la elección y la reprobación.

Primero, la reprobación es escritural. Al contrario de las afirmaciones de algunos comentaristas quienes


reconocen la elección pero niegan la reprobación, la Biblia enseña ambas doctrinas, y las enseña aquí,
en el mismo pasaje.

Segundo, la reprobación es individual. Al contrario de las afirmaciones de los que insisten que la
reprobación debe ser colectiva, aún si ello es escritural, Pablo examina a Jacob y Esaú como individuos
–no a las naciones que surgirán de ellos, sino a “los gemelos” (44).

Tercero, la reprobación es incondicional. Cuando discutimos la elección divina, nosotros ya señalamos


sobre la base de este pasaje que la elección para salvación es incondicional. Es decir, Dios selecciona a
los individuos para salvación no por causa de algo previsto en ellos. Pero Pablo también está tratando la
reprobación en este mismo pasaje, y en el mismo modo; por lo tanto, la reprobación es incondicional en
el mismo sentido que la elección es incondicional.

A la luz de esto, Wayne Grudem mugientemente denigra la Escritura y descaradamente la desafía


cuando escribe, “así en la presentación de la Escritura la causa de la elección descansa en Dios, y la
causa de la reprobación descansa en el pecador” (45). Esto no es bíblico y es imposible. Pablo dice que
Dios ha decidido tratar con Jacob y Esaú en forma diferente “antes que los gemelos hubieran nacido o
hecho algo bueno o malo”. Tal como la elección no es basada en “algo bueno” en la persona, la
reprobación no es basada en “algo…malo” en la persona, como si la persona misma pudiera crear y
operar, con Dios pasivamente contemplándolo.

Como un antiguo profesor de teología, Grudem al menos debería tener claridad de mente para hacer la
simple distinción hecha por Kersten, quien escribe, “el pecado es la causa meritoria del castigo. La
causa determinante del estado de reprobación es la soberanía de Dios” (46). Esto es mejor, pero para
que alguna gente no distorsione aún esta declaración, yo agregaría que la causa determinante de esta
muy meritoria causa (el pecado) es también la soberanía de Dios.

Seguramente Grudem debió haber leído lo que nosotros citamos anteriormente de Calvino: “Si,
entonces, no podemos determinar una razón por qué él otorga misericordia a sus propios, excepto que
ello le place, ni deberemos tener alguna razón para rechazar otras, más que su voluntad. Porque cuando
se dice que Dios endurece o muestra misericordia a quien él quiere, los hombres son advertidos por esto
para no buscar la causa fuera de su voluntad” Si él está en desacuerdo con Calvino, entonces debería
decirlo y luego plantear su refutación, pero tal como es, su posición deshonra a Dios, denigra la
Escritura, confunde a los ignorantes, y malgasta nuestro tiempo.
(43) Muchos otros pasajes bíblicos afirman la reprobación activa, pero no tenemos tiempo para
examinarlos aquí. Por ejemplo, vea 1 Pedro 2:8. Wayne Grudem escribe, “Este versículo no dice
simplemente que Dios destinó el hecho que aquellos que desobedecen tropezarían, sino que más bien
habla de Dios destinando ciertas personas a desobedecer y tropezar: ‘como ellos fueron destinados a
hacer’” (Systematic Theology; Zondervan Publishing House, 1994; p.685).
(44) Recordar nuestra temprana discusión de que la soberanía de Dios sobre grupos presupone su
soberanía sobre individuos. Tal como la elección colectiva (como un intento para negar la elección
individual) no tiene sentido, la reprobación colectiva (como un intento para negar la reprobación
individual) no tiene sentido.
(45) Grudem, Systematic Theology; p.686.
(46) Kersten, p.138.
Cuarto, la reprobación es activa. Mucha gente sostiene que aún si la reprobación es escritural e
individual, ello debe no obstante ser un decreto pasivo; sin embargo, la Escritura enseña de otro modo.

Pablo escribe que tal como algunos son “preparados de antemano para gloria”, otros son “preparados
para destrucción”. Debido a consideraciones gramaticales pero también a sus sesgos teológicos, muchos
han sugerido que quizás “preparados para destrucción” está pensado en el sentido pasivo, así que es
como si los reprobados se prepararon a sí mismos para destrucción.

Sin embargo, una variación en la expresión no siempre significa una variación en el sentido. Por
ejemplo, supóngase que yo dijese, “Yo compré este libro para mi mismo; el otro fue comprado para mi
amigo”. Esto no significa que mientras yo compré el primer libro, alguien también compró el segundo
para mi amigo, o peor aún, el segundo libro se compró a sí mismo para mi amigo. El contexto
claramente muestra que yo compré ambos libros –uno para mi mismo, y el otro para mi amigo.

La falsa interpretación parece requerir el constante uso de expresiones rígidas. En vez de decir, “yo
compré este libro para mi mismo, pero el otro fue comprado para mi amigo”, yo estaría siempre
obligado a decir, “yo compré este libro para mi mismo, y compré el otro para mi amigo”. William
Strunk habría preferido la segunda versión todo el tiempo (47), pero los otros entonces qué, ¿Por qué
debo yo someterme a este requerimiento cuando el contexto es claramente suficiente para determinar el
significado, a menos que los intérpretes no quieran aceptar el claro significado?

Dicho eso, el contexto de Romanos 9 es como sigue. Pablo escribe en el versículo 18, “Por lo tanto Dios
tiene misericordia de quien quiere tener misericordia, y él endurece a quien quiere endurecer”. No dice
que la gente se endurece a sí misma. Muchos quieren hacer que diga esto, pero no dice esto. Entonces,
Pablo escribe en el versículo 21, “¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma
masa un vaso para honra y otro para deshonra? Seguramente los vasos no se hacen a sí mismos. Pero
este es el contexto que Pablo nos da por el cual debemos entender la expresión, “preparados para
destrucción” (v.22).

Además, Dios dijo, “A Jacob amé, mas a Esaú odié” (v.13). Esto también indica que la reprobación es
tan activa como la elección, que tal como Dios decidió tratar a Jacob en cierto modo sin basar esta
decisión en algo hallado en Jacob, Dios decidió tratar a Esaú en cierto modo también sin basar esta
decisión en algo encontrado en Esaú. Como si ello cambiara algo, los comentaristas son rápidos en
sugerir que “odio” aquí significa meramente “amar menos”. Bien, pero ¿qué significa esto? Y ¿cuánto
mucho menos? Espinaca te amo, pero a ti berenjena te amo menos. ¿Cuánto menos? Yo te odio.

(47) William Strunk, Jr., E.B. White, The Elements of Style, Fourth Edition; Allyn & Bacon, 2000; p.18.
Muchos teólogos reformados enseñan que la diferencia entre la elección y la reprobación es que
mientras Dios debe activamente seleccionar y llamar fuera al elegido para salvación, él meramente pasa
por alto al reprobado, como si esto exonerara a Dios de algún horrible y deshonroso crimen. Pero la
reprobación activa no es crimen –es el justo decreto de Dios para revelar su ira y su poder (v.22), y para
hacer notoria su misericordia hacia el elegido (v. 23), y todo para su gloria.

Así todas las cosas son hechas por la voluntad y poder de Dios, y él no necesita excusarse por sus
decretos y acciones.

Aunque hay sin duda una diferencia entre la elección y la reprobación, ambas son igualmente activas. La
real diferencia es que hay un paso adicional en la ejecución del decreto de Dios para el elegido.

Específicamente, en la eternidad Dios concibió y decretó la creación tanto de los elegidos


individualmente como de los reprobados individualmente, y decretó que ambos caerían en pecado por
medio de Adán, pero él también decretó que salvaría a los elegidos por medio de Cristo. Cuando Adán
cayó en pecado, tanto los elegidos como los reprobados individualmente cayeron con él. Los individuos
reprobados son entonces en su posición divinamente decretada, preparados para destrucción, mientras
que los individuos elegidos esperan la aplicación de la redención en el tiempo señalado por Dios.

Nuestros oponentes entonces objetan, “¿Pero esto no hace a Dios el autor de pecado?” Muchos teólogos
reformados son rápidos para negar este cargo (48), aún incluyendo aquellos que afirman la reprobación
activa, y ellos hacen todo tipo de distinciones y calificaciones para distanciar a Dios del pecado y el mal
(49). Pero puesto que la frase “autor del pecado” no es encontrada aún en la Biblia, me pregunto por qué
ellos son tan rápidos para inventar o reconocer una frase no bíblica, y luego atropellándose para decir,
“Dios no es eso”.

La mayoría de la gente no se detiene a considerar lo que la frase significa. Específicamente, ¿qué se está
dando a entender por “autor”? Cuando Dios inspiró la Escritura, él no tomó físicamente la pluma para
escribir, pero las creaturas lo hicieron (causado por Dios, por supuesto). Así si tú estás dando a entender
por los “autores” de la Escritura aquellos que físicamente tomaron la pluma, entonces los escritores
humanos son los autores. Pero si tú te refieres al origen del contenido –los pensamientos y las palabras-
y las muchas causas que hicieron que los escritores humanos tomaran la pluma, y el poder que movió la
pluma, entonces Dios es el autor de la Escritura.

De modo que si la cuestión es si la doctrina de la predestinación hace a Dios un pecador, como uno que
comete pecado o mal, entonces debemos negarlo. Pero si esto es lo que se está queriendo decir, entonces
permítasenos reformular la cuestión para decir “pecador” o “malvado” en vez de “autor del pecado”.
Ahora, puesto que Dios es el único estándar de lo justo y lo malo, entonces para él ser un pecador,
tendría que establecer una ley moral para sí mismo, y luego quebrarla, y entonces juzgarse a sí mismo
por ser malo. Sin embargo, la Escritura afirma que él es justo en todo lo que él hace.

Pero si la cuestión es si Dios es la causa última o aún inmediata del pecado, entonces debemos
afirmarlo, y en este sentido, y por aquellos que por alguna razón desean usar la frase, entonces Dios sin
duda es “el autor del pecado”, porque él es necesariamente el autor de todas las cosas. El supuesto
común es que hay algo “malo” al decir que Dios es el autor del pecado. Sin embargo, puesto que Dios es
el único estándar de lo bueno y lo malo, es malo para Dios ser el autor del pecado sólo si Dios mismo ha
decretado que es malo para él ser el autor del pecado. No es por que nos parece decir que ello es malo, y
sólo porque algunas personas asumen que ello es malo no lo hace malo.

(48) Sproul, p.144.


(49) Kersten, p.125.
¿Debemos apelar a los reformadores nuevamente? Pero hemos dado más que unos pocos pasajes de la
Escritura, y muchas citas de los reformadores. Tal vez veremos a uno más, pero uno que es
aparentemente menos relevante para nuestro tópico. Esto es cuando Calvino dice, “De hecho, ni aún la
abundancia de pan no nos beneficiaría en lo más mínimo a menos que divinamente se convirtiera en
alimento” (50). Declaraciones similares abundan en los escritos de Calvino.

Los Teólogos son aficionados a apelar a “las causas secundarias” para distanciar a Dios del pecado y el
mal. Ellos dicen que sin duda Dios causa el pecado y el mal, pero sólo a través de causas secundarias, y
así él las causa indirectamente. Sin embargo, esto no distancia realmente a Dios del pecado y el mal
porque, para comenzar, todo el tiempo Dios debe directamente hacer que las causas secundarias trabajen
del modo que él desea que ellas trabajen, y él debe directamente hacer que los objetos supuestamente
afectados por las causas secundarias respondan del modo que él desea que ellos respondan. De otro
modo, sería como si nosotros reconociéramos un principio metafísico o poder que es diferente de Dios
pero que es poderoso como Dios, lo cual es dualismo (51).

Como en la declaración de Calvino, aunque el pan es determinado para ser en un sentido una causa
secundaria por la cual Dios alimenta vuestro cuerpo, Dios aún debe en un sentido real causar
directamente la nutrición, puesto que no hay poder en el pan mismo para nutrir, como si el pan pudiese
existir y obrar aparte del poder inmediato y directo de Dios. Aunque este es un elemento necesario de su
sistema doctrinal, muchos teólogos reformados parecen omitir este simple punto.

Ahora, las apelaciones a las causas secundarias son legítimas mientras estén correctamente aplicadas;
sin embargo, si la intención es distanciar a Dios de los eventos o los efectos (tales como el asesinato, el
estupro, etc.) como un modo de hacer teodicea, entonces la intención fracasa, porque nada puede
realmente distanciar a Dios de esta manera. Es bíblicamente incorrecto y metafísicamente imposible.
Por lo tanto, en este sentido –en el sentido de que Dios es necesariamente el autor de todas las cosas-
debemos afirmar que Dios es el autor del pecado. Pero agregaremos que esto no genera un problema
apologético, porque no hay un argumento racional o bíblico que demuestre que hay algo malo en ello;
Dios y sus acciones son correctos por definición (52).

(50) Calvino, Institutes; p. 909.


(51) Herman Hoeksema, Reformed Dogmatics, Vol. 1; Reformed Free Publishing Association, 2004; p.
226-227.
(52) Ahora, Santiago escribe, “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;
porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:13-14). Esto es a veces usado contra mi
posición. Sin embargo, todo lo que se dice es que: 1) Dios no es tentado por el mal, lo cual no contradice
mi posición, y 2) Dios no tienta a nadie, lo cual es verdad también, puesto que él causa otras cosas para
tentar, incluyendo la concupiscencia y el diablo. Así Santiago no contradice mi posición en absoluto.
Más bien, Isaías dice, “Yo formo la luz y creo las tinieblas, Yo hago la paz y creo el mal. Yo el Señor
soy el que hago todas estas cosas” (Isaías 45:7, KJV). Por supuesto, mucha gente insiste que aquí “mal”
significa “calamidad” – ¡como si esto hiciera las cosas algo mejor! “Calamidad” ciertamente incluye
guerras, asesinatos, violaciones, alzamientos políticos, y cosas por el estilo.
La doctrina de la predestinación es sin duda controversial, no porque la Escritura sea poco clara o que
haya buenos argumentos en contra, sino que es controversial principalmente debido a que el hombre
pecaminoso, enseñado por Satanás, demanda salvación de Dios aún negándose a darle a Él toda la
gloria. En vez de eso, él se reserva un determinado rol para sí mismo, afirmando que Dios a lo más hace
posible la salvación, pero no es efectiva para nadie hasta que la persona permita a Dios salvarle.

Él se convence a sí mismo que es el dueño de su alma, y que nadie puede tomarla fuera de sus manos.
Jesús dijo, “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los designé” (Juan
15:16); en contraste, el hombre pecaminoso replica, “¡Tú me has ‘escogido’ solamente porque sabías
que yo te escogería, así que mi voluntad lógicamente precede y determina tú voluntad!” Él dice, “si la
conversión es necesaria, entonces por mi voluntad yo me volveré contra mi (mala) voluntad, y por mi
poder escaparé del poder de Satanás y las garras de pecado, y por mi poder me volveré a Cristo y le
permitiré salvarme, como si yo le necesitase totalmente”.

El hombre pecaminoso puede resentir lo anterior como una falsedad, y él puede disimular sus
pensamientos y motivos reales con hermosas palabras y expresiones reverentes, pero debajo de todo eso
descansa tal impiedad y desafío que sería satisfecho nada menos que con hacerse a sí mismo el centro
del universo, así que aún Dios debería atenderle y servirle. Y así la “libre voluntad” es el slogan de
Satanás, y el arminianismo su credo. Por otro lado, el cristianismo y el calvinismo (el cual fielmente
expresa las enseñanzas del cristianismo) sostienen que, “La salvación viene del Señor” (Jonás 2:9) –es
decir, realmente y totalmente de Dios, y no sólo parcialmente o aún la mayor parte de él.

Sí, la doctrina es controversial, de modo que incluso algunos que claman estar de acuerdo con nosotros
sugieren que no deberíamos predicar acerca de ello. Pero entonces ellos ¿realmente están de acuerdo con
nosotros? Si lo que hemos estado diciendo es correcto, entonces la predestinación está inseparablemente
entrelazada con cualquier exposición adecuada de la teología bíblica y del evangelio mismo. Su
sugerencia insulta a Dios, como si él fuese estúpido, o como que él se equivocó en revelarnos esta
doctrina a través de la Escritura. En contraste a su impiedad, Lutero escribe:

“Es, entonces, fundamentalmente necesario y saludable para los cristianos saber que Dios no prevé nada
contingentemente, sino que Él prevé, determina, y hace todas las cosas de acuerdo a su propia
inmutable, eterna e infalible voluntad….(53)

“Como dije anteriormente, lo que puede ser encontrado en o probado por los escritos sagrados es puro y
saludable, y puede ser seguramente publicado, aprendido y sabido – y, sin duda, lo sería. Así vuestra
declaración, de que algunas cosas no deberían ser expuestas a los oídos de todos, si es hecha con
referencia a los contenidos de la Escritura, es falsa; y si ustedes hablaban de otras cosas, vuestra
observación fue irrelevante y fuera de lugar, y un despilfarro de papel y tiempo (54).

(53) Lutero, p. 80.


(54) Lutero, p. 86.
En cuanto al argumento de que la predestinación es mejor dejarla sin enseñar debido al alboroto y
desunión que causa, Lutero replica:

“¡Qué orador exagerado es usted! –pero totalmente ignorante en lo que está hablando. En una palabra,
usted trata esta discusión como si el tema puesto entre nosotros fuese el cobro de una deuda, o algún
otro asunto trivial, la pérdida de cuales asuntos es mucho menos que la paz pública, y por eso nadie
debería alterarse tanto como para titubear en dar y tomar, admitiendo el punto de ser necesario, a fin de
garantizar que no hay ocasión para que se produzca desorden público. Usted deja en claro que esta paz y
reposo carnal le parecen lejos más importantes que la fe, la consciencia, la salvación, la Palabra de Dios,
la gloria de Cristo, y Dios mismo.

“Déjeme decirle, por lo tanto –y yo le ruego deje que esto penetre en lo profundo de su mente- yo
sostengo que una verdad solemne y vital, de consecuencia eterna, está en juego en esta discusión; una
tan crucial y fundamental que debe ser mantenida y defendida aún al costo de la vida, aún cuando como
resultado todo el mundo fuera, no sólo impelido hacia el alboroto y la conmoción, sino destruido en caos
y reducido a nada. Si usted no capta eso, si lo deja impasible, entonces ¡ocúpese de sus propios
negocios, y deje que esto sea tomado y movido por quienes le es encargado por Dios!” (55).

Entonces aún algunos dirán que si la doctrina debe ser enseñada, quizás debería ser enseñada sólo a los
santos maduros, o al menos sólo a los creyentes, pero ciertamente ni mencionado en el evangelismo.

Sin embargo, Jesús fríamente les dijo a sus auditores, incluyendo a los incrédulos, que nadie puede
conocer al Padre a menos que “el Hijo escoja a quien revelarlo” (Mateo 11:27), que ninguno puede
venir a él para salvación a menos que el Padre “le trajere” (Juan 6:44) y “le haya habilitado” (Juan 6:65).
Esto significa que es totalmente legítimo predicar, incluso a los incrédulos, “Aunque tú serás salvado
sólo si vienes a Cristo y crees en el evangelio, y a menos que Dios te escoja y habilite, tú no puedes
venir y creer”. Además, Jesús les dijo a los incrédulos, “Ustedes no creen porque no son mis ovejas”
(Juan 10:26). Esto significa que es totalmente apropiado predicar, aún a los incrédulos, “Si ustedes no
creen, es porque no son del pueblo de Dios, sino de los reprobados, destinados para destrucción”.

¿Esto no ofendería a algunos oyentes, y los conduciría afuera (de la iglesia)? Sí, predicando de este
modo se ofenderían los reprobados y se irían afuera (de la iglesia), lo cual también significará que
tendremos menos falsos convertidos en nuestras iglesias, quienes nos causan problemas innecesarios e
irresolvibles (porque ellos son irregenerados). Pero seguramente el elegido se regocijaría de escuchar
acerca del soberano poder y gracia de Dios, revelado para su gloria y nuestra salvación. Como Pablo
escribe, “Cuan hermosos son los pies del que trae las buenas nuevas” (Romanos 10:15). Aquí él cita a
Isaías 52:7, y el mensaje en este versículo es “¡Tú Dios reina!” (56). Así el soberano reinado y gracia de
Dios es el mensaje del evangelio.

(55) Ibid., p.90.


(56) El versículo dice, “¡Cuan hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del
que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ‘¡tú Dios
Reina!’”
Esto es lo que encontramos en el ministerio de Cristo, así que cuando él dice, “Yo les he dicho que
ninguno puede venir a mi si no le fuere dado del Padre”, muchos de sus discípulos “volvieron atrás, y ya
no andaban más con él”; en contraste Pedro dice, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:65-69). Por
lo tanto, debido a la enseñanza de la Escritura, el ejemplo de Cristo, la doctrina de los apóstoles (57), e
incluso la consecuencia más deseable, tanto de la elección como de la reprobación son temas apropiados
y agradables en la enseñanza y el evangelismo.

La verdad es que mientras muchos calvinistas titubean, los arminianos están corporativamente
proclamando su falso evangelio de la libre voluntad, que la gente debe salvarse a sí misma sobre la base
de lo que Cristo ha hecho, que Dios ha dado el primer paso pero ahora el paso final y decisivo es de
ellos darlo, y que Dios no puede hacer nada en sus vidas sin su consentimiento. En primer lugar, para
nosotros negar cualquier parte del sistema bíblico de verdad es un gran pecado, especialmente en una
doctrina tan fundacional, y a la luz de la audacia de los arminianos, no predicar corporativamente la
predestinación y la gracia soberana en todos los contextos sería devastador, y ha sido devastador, para la
fortaleza y progreso de la iglesia.

Alguna gente trata esto como un tema secundario, tan trivial para disputar; sin embargo, hemos
demostrado que la doctrina no es trivial, ni es sólo un asunto de preferencia o perspectiva. Más bien,
estamos considerado la naturaleza de Dios y el evangelio. ¿Es nuestro Dios como la Biblia lo revela –
soberano y omnipotente- o es como los dioses de la mitología pagana –limitado y peleador? ¿Es la
salvación realmente “del Señor”, o es en parte de Dios y en parte del hombre?

Lutero escribe que el tema es “de consecuencia eterna” (58). Él llama al tópico “la cosa real”, “el tema
esencial”, “el eje sobre el cual giramos”, y “el sitio vital”, comparado a cualquier otra disputa son sólo
“asuntos extraños” y “bagatelas” (59). Si tú eres un cristiano, diseña tu programa de estudios teológicos
en conformidad; si tú eres un pastor, pon en tu agenda predicar con esto en mente. Lutero y los
reformadores entendieron la naturaleza de la disputa y sus implicaciones, porque sin un Dios
absolutamente soberano que hace todas las cosas por su soberano poder y salva a su pueblo solamente
por su soberana gracia, no sería cristianismo. Por lo tanto, permítasenos no estar avergonzados del
evangelio –el verdadero y total evangelio- que Dios salva a sus elegidos únicamente por su gracia, de
acuerdo a su voluntad y complacencia, y para su gloria.

(57) Los apóstoles predicaron sobre la soberanía y predestinación divinas en sus sermones
“evangelísticos” (Hechos 2:23; 17:26), y seguramente también lo enseñaron en la iglesia (Hechos 4:28).
No hay controversia entre ellos; afirmaron la soberanía de Dios por sobre todas las cosas, incluyendo el
pecado y la salvación.
(58) Lutero, p. 90.
(59) Ibid., p.319.
REDENCIÓN

Aunque la predestinación atraviesa la totalidad del pasaje bajo discusión (1:3-14), y aunque la agencia y
gobierno de Cristo también aparecen por todo el pasaje, hemos notado que parece ser una progresión en
énfasis desde la obra de predestinación del Padre, a la obra de redención del Hijo, y luego a la obra de
aplicación del Espíritu. Sin embargo, Pablo aparentemente no intenta crear secciones rígidamente
definidas en este pasaje, sino más bien componer una doxología teológicamente y devocionalmente rica
que mezcle todas estas ideas juntas. De todos modos, ahora veremos la obra de redención del Hijo (v. 7).

La redención se refiere a liberación por pagar un precio. Barclay agrega un punto teológicamente
significante, “En cada caso el concepto es la liberación de un hombre desde una situación de la cual él
carece de poder para liberarse a sí mismo o desde un castigo el cual nunca podría pagar por sí mismo”
(60). Debido a que el hombre es totalmente depravado, él necesita más que un poco de ayuda de Dios.
Incluso si Dios le diera un poco de gracia, no lo beneficiaría del todo; más bien, la salvación debe ser
por gracia.

La manera en que Cristo realizó la obra de redención fue “por medio de su sangre”. La idea de expiación
por sangre es crucial para entender la salvación. Cristo no murió en la cruz como un mero ejemplo
moral o como un mártir casual, no está el significado principal de expiación en el líquido que sale de su
cuerpo. En vez de eso, la expresión se refiere a Cristo como la cabeza federal de los elegidos,
ofreciéndose a sí mismo como un perfecto sacrificio para rendir completa satisfacción a la justicia
divina, la cual de otro modo habría requerido el castigo eterno contra los pecadores.

Porque esto es lo que la expresión significa, Hendriksen lo traduce como, “liberación como resultado del
pago de un rescate” (61), agregando que “Él dio su sangre”, “Él dio su alma”, “Él se dio a sí mismo”
como equivalentes en significado (62). Similarmente, Barclay traduce, “una liberación que costó su
vida” (63). Ellos están en lo correcto en gran parte, y estas traducciones o paráfrasis ayudarían a corregir
algo de las falsas doctrinas e interpretaciones místicas enseñadas por un gran número de predicadores
herejes y teológicamente ignorantes.

Por otro lado, “traducir” la expresión en un modo que evita enteramente la mención de la sangre quita
algo esencial del texto, principalmente, la clara alusión del sacrificio de Cristo como el cumplimiento de
los sacrificios sangrientos del Antiguo Testamento. Como dice Levítico, “Es la sangre que hace
expiación por la vida de uno” (17:11); sin embargo, “Porque la sangre de los toros y de los machos
cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4), y así los sacrificios del Antiguo Testamento
simbolizaron y anticiparon el único sacrificio que realmente “echaría fuera los pecados”, es decir, el
sacrificio de Cristo (64).

(60) Barclay, p. 81.


(61) Hendriksen, p. 69.
(62) Ibid., p.82.
(63) Barclay, p. 81.
(64) Ver también Hechos 20:28; 1 Corintios 6:19-20; 1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 5:9.
Por esta razón, al tratar de traducir el “significado” de la expresión en vez de las palabras, esas
traducciones también han cambiado el significado real del versículo. Como con otros problemas de
interpretación bíblica, la mejor solución es probablemente no traducir el significado en vez de las
palabras, sino educar a los creyentes y refutar a los herejes. Y los predicadores, que más bien sueñan
teorías místicas, deberían despertar y leer algunos buenos comentarios.

Conceptos errados de esta expresión han dado origen a un número de doctrinas perversas y prácticas
grotescas. Por ejemplo, muchos pentecostales y carismáticos interceden “apelando a la sangre”. La
enseñanza sugiere que de cara a los poderes demoníacos y en tiempos de desesperación, uno puede
verbalmente invocar la sangre de Jesús para liberación. Por esto ellos no se refieren meramente a la
muerte sacrificial de Cristo por la cual él ha obtenido nuestra salvación y bendiciones, sino que a
menudo parece que ellos apelan al derramamiento de la sangre misma –es decir, el líquido- como si ella
tuviese algún poder místico en el reino espiritual para exorcizar malos espíritus y conferir al peticionario
las bendiciones necesitadas.

Quizás esto no sea tan chocante como la superstición católica del “agua bendita”, puesto que al menos
ellos están apelando a la sangre de Cristo, y al menos ellos tienen algo de hecho básico, aunque
distorsionado. No obstante, puesto que la Escritura nunca enseña esta práctica, y puesto que está de
hecho basado en una ridícula distorsión de la expresión bíblica, “apelar a la sangre” nunca debería ser
enseñado ni practicado.

Más que inventar supersticiones necias, deberíamos estudiar lo que Pablo realmente dice en esta carta
acerca de cómo vencer a los “poderes” y heredar las bendiciones. La aproximación de Pablo a los
“poderes” es lo más opuesto al punto de vista mágico o místico. Él escribe a un área donde había mucho
interés y superstición acerca de fuerzas mágicas y poderes demoníacos. En lugar de enseñarles fórmulas
“cristianas” de exorcismo y cantos cristianos “mágicos”, y en lugar de enviarles crucifijos y amuletos, él
les escribe una carta de alta teología, enseñándoles que los cristianos triunfan sobre todos los poderes
demoníacos en nuestra experiencia subjetiva por medio del entendimiento intelectual de la obra objetiva
de Dios en la predestinación, la obra de Cristo en la redención, y el presente reinado de Cristo en la
exaltación.

Así que nosotros exorcizamos por medio de la teología. Los anti-intelectualistas creen que la teología es
molesta e impotente, y sin duda esto es la verdad de su teología y de nuestros opositores. Pero la
teología paulina –es decir, la teología cristiana, en la cual Dios es soberano y Cristo es exaltado- tiene
“poder divino para demoler fortalezas” (2 Corintios 10:4). Pablo enfatizará el intelecto (y su relación
con el poder divino) varias veces más en el resto de la carta.

Hebreos 9:22 dice, “sin derramamiento de sangre no se hace remisión”, pero debido a la perfecta
expiación de Cristo, nosotros ahora tenemos “el perdón de los pecados” (Efesios 1:7). Puesto que la
salvación del pecado requiere una perfecta expiación por sangre, ya que Dios ha escogido solamente a
Jesucristo para hacer tal expiación, y subsecuentemente, puesto que sólo Cristo ha hecho tal expiación,
esto significa que la salvación del pecado está basada solamente en Cristo, y que no hay salvación en
otra parte. Que no hay salvación en otra parte significa que toda la ira de Dios descenderá, y aún ahora
descansa, sobre los no-cristianos. Ello significa que no sólo serán condenados al infierno para siempre
los ateos y agnósticos, sino también todos los no-cristianos –mormones, musulmanes, budistas,
católicos, y así otros- y esto incluye a todos quienes profesan un falso evangelio (Gálatas 1:8-9).
Otra implicación de la necesidad y la realidad de la sangre expiatoria es que, puesto que la expiación de
Cristo es una real expiación (no sólo una potencial expiación), y puesto que ella rindió completa
satisfacción a la justicia divina (no sólo una satisfacción parcial), esto significa que para aquellos
quienes Cristo hace la expiación, él la hecho perfecta, completa, y final expiación por todos sus
pecados, lo cual significa que no hay pecado remanente por el que Dios les condenaría. Todo esto
significa que cada individuo por quien Cristo murió será salvo.

Sin embargo, esto no nos dice por quien Cristo hizo expiación –sólo sabemos que todos aquellos por lo
que Cristo hizo expiación serán salvos. Pero entonces, puesto que la Escritura explícitamente y
repetidamente enseña que nadie será salvado, esto significa necesariamente que Cristo no murió por
toda persona. De nuevo, si Cristo hizo expiación por todos nuestros pecados, entonces no hay nada que
quede por lo cual Dios te condenaría, lo que significa que tú necesariamente serás salvado. Y si Cristo
hizo tal expiación por todos, entonces esto significa que todos serán salvados; sin embargo, ya que la
Escritura dice que nadie será salvado, esto necesariamente significa que Cristo no hizo expiación por
todos.

En lugar de eso, la Escritura enseña que Cristo murió sólo por su iglesia, su pueblo, sus ovejas.
Enseñada por implicación necesaria y explícita mención en la Escritura, esta es la doctrina bíblica de la
expiación eficaz particular. En otras palabras, Dios tiene un plan específico en la redención, y Cristo fue
el agente por medio del cual Dios llevó a cabo este plan.

Por supuesto, mucha gente detesta esta doctrina bíblica, quizás aún más que otras. En contra de la
enseñanza escritural, ellos insisten en que Cristo hizo una expiación universal, que él murió por cada
persona que existiría en la historia humana. Sin embargo, este punto de vista necesariamente establece o
una expiación imperfecta o una salvación universal. Pero puesto que la Escritura afirma una perfecta
expiación y niega una salvación universal, esto significa que la expiación universal es necesariamente
falsa.

Una objeción puede ser que, aún si Cristo hizo una expiación perfecta por nuestros pecados, nosotros
debemos tener fe en lo que él ha hecho a fin de recibir los beneficios de esta expiación. Pero ¿qué es la
fe, y cómo ella viene? Esta objeción parece asumir que, aunque no podemos hacer expiación por
nuestros propios pecados, en nuestro estado pecaminoso aún podemos manufacturar fe por nuestra “libre
voluntad”. Esto es, mientras estamos espiritualmente muertos y depravados, nosotros aún podemos
libremente hacer la más importante decisión espiritual positiva en nuestras vidas. Esto es irracional, no
bíblico, y herético.

Ya hemos refutado la libre voluntad, y en nuestra condición de muerte espiritual, es imposible tener una
disposición espiritual positiva requerida para tener fe en Cristo. También la objeción asume que Cristo
no expió por el pecado del incrédulo, o una carencia de fe; por lo tanto la objeción no aplica una
perfecta expiación, en la cual Cristo hizo expiación por todos los pecados del elegido. Pero puesto que la
Escritura sin duda enseña una perfecta expiación, la objeción no aplica.

En complemento, la Escritura nunca enseña que la fe es algo que debemos conjurar por nosotros mismos
a fin de obtener las bendiciones de Dios; más bien, describe la fe como precisamente una de las
bendiciones obtenidas por la obra redentora de Cristo para aquellos a quienes él ha redimido. En otras
palabras, tú no te beneficias de la expiación por causa de que tienes fe; más bien, tú tienes fe porque ella
es un beneficio de la expiación. Es decir, la fe no es algo por lo cual tú obtienes los beneficios de la
expiación, sino que la fe es algo por la cual Dios te aplica los beneficios de la expiación. Además, la fe
misma es “un don de Dios” (Efesios 2:8) antes que nada; es algo que Dios te da, y no algo que tú sólo
decides producir.

Así que de nuevo afirmamos con la Escritura, que la salvación es real y totalmente de Dios, de principio
a fin (Hebreos 12:2). La fe bíblica no es algo que viene por nuestra propia decisión o por nuestro propio
poder, sino que ella es una “fe que viene a través de él” (Hechos 3:16). Lutero escribe que la fe es “un
especial y raro don de Dios” (65). Por lo tanto, afirmamos inflexiblemente que la expiación de sangre de
Cristo es perfecta, completa, final, actual, efectiva, y particular, y que la fe misma es un don que él ha
obtenido para nosotros por su sacrificio, así que no hay lugar para la jactancia, excepto en lo que Cristo
ha hecho (66).

Cuando la Escritura enseña que la expiación de Cristo ha satisfecho completamente la justicia de Dios,
ello no implica ni deberíamos inferir que había un desacuerdo en la Deidad. Es decir, no es como si Dios
el Padre fuera un Dios de ira, de modo que él está comprometido sólo con la exacta venganza sobre
aquellos que han transgredido sus santas leyes, y que Dios el Hijo es un Dios de gracia, de modo que el
está comprometido sólo con redimir a los pecadores. Esto sería una inferencia ridícula e incierta de la
necesidad y la actualidad de la expiación por sangre.

Contrariamente a este falso entendimiento, Pablo declara que es Dios quien nos ha escogido para ser
salvos, y que es “de acuerdo con las riquezas de la gracia de Dios” que él envió a Cristo para hacer esta
perfecta expiación por nosotros. Por lo tanto, no hay desacuerdo entre los miembros de la Deidad, ni es
la justicia contradicha por la gracia en el plan de Dios. Más bien, es debido a la gracia de Dios que él
hizo un camino para satisfacer su propia justicia (67), así que él puede ser tanto “el justo y el
justificador” (Romanos 3:26, NASB) de aquellos que él ha escogido para salvación en Cristo. Y así,
afirmamos que la justicia y la gracia están en perfecta armonía, y el Padre y el Hijo están en perfecto
acuerdo.

Hebreos 9:15 aptamente resume lo que hemos dicho acerca de la expiación: “Por esta razón Cristo es el
mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para remisión de las transgresiones que
había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”.

(65) Lutero, p. 155.


(66) Para ver más de la doctrina Bíblica de la expiación particular efectiva, consulte mi Systematic
Theology.
(67) Al salvar pecadores, Dios no anula, menosprecia, o contradice su propia justicia; más bien, él la ha
satisfecho por medio de la expiación de Cristo.
Cristo es le “mediador” entre Dios y el hombre, así que sólo a través de él puede el hombre conocer a
Dios y ser salvado. Él es el agente por medio del cual Dios realiza su plan predeterminado y redime a
sus escogidos, y él es la cabeza federal en quien todos los escogidos son salvados. Fuera de Cristo, sólo
hay oscuridad y muerte, Solamente el cristianismo conduce al cielo; y las religiones y filosofías no
cristianas conducen al infierno,

Cristo es el mediador del “nuevo pacto”. Él es el cumplimiento de todas las expectativas y


anticipaciones, y todos los tipos y sombras de la previa administración de la gracia de Dios, ese es el
“primer pacto”. Los sacrificios de sangre del pasado fueron realmente tipos del único sacrificio perfecto
que Dios mismo proporcionó para su pueblo, y el sacrificio de Cristo fue el cumplimiento total.

Cristo “murió como un rescate”, no como un mero ejemplo moral o un mártir fortuito. Él no murió sólo
para inspirar a otros a hacer algo, sino que él hizo algo, principalmente, rendir completa satisfacción a la
justicia divina y redimir a los escogidos. Debido a que él murió como un real rescate, su muerte no
obtuvo la mera posibilidad de la salvación para el elegido, sino la salvación completa para el elegido. Él
no sólo empezó a salvar a su pueblo, sino que él lo hizo. Él no sólo dio el primer paso, sino que hizo
todo lo que se requirió para salvar a su pueblo. El resto, aún la fe del elegido, es la aplicación de lo que
Cristo ha hecho.

Cristo murió por su pueblo para “librarlos de los pecados cometidos”. La expiación es para perdón, y la
real expiación garantiza el perdón real. Es decir, una real y perfecta expiación no proporciona una mera
posibilidad de perdón, sino que la realidad del perdón. Por lo tanto, todos estos por los que Cristo murió
serán salvos. No hay ninguna chance de que alguno de estos por quienes él murió se perdiera.

Cristo murió, no para salvar a todos, sino solamente “a aquellos que son llamados”. Aunque la real y
perfecta expiación de Cristo garantiza el real perdón de todos aquellos por quienes él murió, no implica
la salvación universal, puesto que él no murió por todos, sino sólo por aquellos a quienes Dios ha
escogido. Si Dios te ha escogido y dado fe en Cristo, entonces es únicamente apropiado que tú le sirvas
y obedezcas con temor y temblor. Tú mejor ni te atrevas a pensar o sugerir que tienes el buen sentido o
claridad moral para escoger a Cristo, como si Dios no causa tú elección soberana e irresistiblemente. El
arminianismo representa lo más alto de la impiedad y la esencia de la falsa religión.

Cristo murió para salvarnos de nuestros propios pecados, y aquellos quienes son llamados “recibirán la
promesa de herencia eterna”. Pablo escribe, “Cosas que ningún ojo ha visto, ni oído ha escuchado, ni
mente ha concebido, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman –pero Dios nos las ha
revelado por su Espíritu” (1 Corintios 2:9-10). La herencia que aguardamos, y sin duda ya hemos
recibido, es tan grande y preciosa que, si Dios no lo hubiese revelado, nosotros nunca habríamos sido
capaces aún de concebirlo. Pero para el incrédulo, la muerte es su destino, y el tormento del infierno su
herencia. “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que
cayeron, pero la bondad para contigo” (Romanos 11:22).

ILUMINACIÓN

En la eternidad, Dios inmutablemente seleccionó a aquellos que él salvaría; a su vez, Cristo


perfectamente satisfizo la justicia divina en beneficio de estos escogidos; entonces, a lo largo de la
historia (incluso antes que Cristo viniese, pero anticipando su venida), el Espíritu aplicó las bendiciones
predeterminadas por Dios y obtenidas por Cristo para los elegidos por medio de la fe en Cristo (dándola
a ellos y energizándola).

Una bendición fundamental que viene desde la divina gracia y que el Espíritu aplica al elegido es
intelectual –es el don de “toda sabiduría y entendimiento” (1:8).

La palabra traducida “sabiduría” es sophia. Ella tiene un rico trasfondo en el pensamiento griego, y
acentúa agudeza y discernimiento intelectual en lo filosófico, teorético, y académico. En nuestro
contexto, puesto que Pablo se está refiriendo a lo que Dios nos da por revelación e impartición, nosotros
podemos usarla para designar agudeza, discernimiento intelectual, conocimiento, e inteligencia
contemplando lo teológico y doctrinal. Por supuesto, esto es sólo para notar como el contexto específico
ilumina el entendimiento de esta palabra –ella permanece bajo el amplio significado de sophia. Es por
nuestra sabiduría bíblica y discernimiento teológico que respondemos las preguntas filosóficas. Dios nos
ha hecho maestros filósofos por su gracia.

La palabra traducida “entendimiento” (inteligencia, RVR60) es phronesis, y es traducida en cualquier


otra parte como “discernimiento intelectual”, “prudencia”, y “sano sentido”. Aunque las dos palabras no
son siempre consistentemente y precisamente distinguidas, aquí parece correcto mantener una
diferencia, así que mientras “sabiduría” acentúa lo filosófico (o en un contexto bíblico, lo teológico),
“prudencia” enfatiza la sabiduría práctica, es decir, discernimiento concerniente al correcto uso de los
medios para obtener el fin deseado, y que conduce a una acción justa. Así la primera palabra acentúa lo
teológico y la segunda acentúa lo práctico (68).

Barclay escribe, “Este es el ruego de Pablo que Jesús nos traiga sophia, el conocimiento intelectual que
satisface la mente, y phronesis, el conocimiento práctico que nos capacita para tratar día a día los
problemas de la vida práctica y el vivir” (69). En otras palabras, Dios nos ha hecho tanto filosóficamente
como prácticamente competentes; los cristianos son aquellos quienes saben como pensar y como vivir.
Max Turner observa que esta sabiduría y prudencia son “como el corazón de nuestro caminar con Dios”
(70). Por lo tanto, los “cristianos” anti-intelectuales e irracionalistas han tomado una posición anti-
bíblica.

Pablo enseña que esta sabiduría y prudencia vienen de la gracia de Dios, la cual él “prodigó
abundantemente” sobre nosotros (v.8). La palabra se refiere a la superabundancia, un monto excesivo, y
una medida rebosante. Así Pablo está hablando de “una gracia sobremedida” (71), fuera de la cual Dios
nos concede toda sabiduría y prudencia –todo conocimiento filosófico, teológico, teorético, ético, y
práctico. Esto no implica que Dios nos ha dado omnisciencia (72) –el énfasis está quizás en todo tipo de
sabiduría –pero al menos significa que lo que Dios ha dado es comprehensivo, y más que suficiente.

(68) Hay alguna confusión en cuanto a que las palabras deberían aplicarse a Dios, de modo que él
ejercería sabiduría y prudencia, o en que las palabras se refieran a algo que Dios nos da. Con buenas
razones, muchos comentaristas agregan con nosotros que Pablo se está refiriendo a lo último. En honor a
la brevedad, no discutiremos este punto en profundidad excepto para observar que el contexto se presta
a sí mismo para este entendimiento, y que en el versículo paralelo en Colosenses 1:9 es claro que Pablo
se está refiriendo a algo que Dios nos da: “… de pedir a Dios que seáis llenos del conocimiento de su
voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”.
(69) Barclay, p. 83.
(70) Max Turner, “Ephesians”, in New Bible Commentary: 21 Century Edition; InterVarsity Press,
1994; p. 1226.
(71) Kenneth S. Wuest, Ephesians and Colossians; Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1953; p.42.
(72) R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Paul’Epistles to the Galatians, to the Ephesians, and to
the Philippians; Hendrickson Publishers, 2001; p. 368.
¡Qué perfidia es ésta, entonces, de decir que la revelación bíblica sola es insuficiente como un
fundamento intelectual comprehensivo! Y ¡Qué blasfemia es decir que la revelación bíblica sola es
insuficiente para orientar toda necesidad práctica! La revelación de Dios para nosotros es suficiente –
más que suficiente- para sostener una cosmovisión completa, tanto como para proporcionar una
definitiva guía para hacer decisiones sabias y morales.

A menudo escuchamos a creyentes profesantes decir sueltamente, “la Biblia no trata esto”, y entonces
continúan para considerar sus problemas como si esta suposición es verdad. Hay muchos que
rápidamente asumen que la revelación bíblica es insuficiente, pero los mismos son lentos en admitir que
ellos son justamente estúpidos y flojos.

En vez de eso, su actitud debería ser como sigue: “Puesto que la Escritura afirma ser suficiente para
hacerme ‘enteramente preparado para toda buena obra’ (2 Timoteo 3:17), y ya que yo tengo este
problema o esta decisión que hacer, significa que la Biblia debe tener una respuesta adecuada. Así el
problema nunca está en la Biblia, sino en mi ignorancia de lo que enseña e implica, y también en mi
flojera para no gastar más tiempo en tratar de encontrarla. Si hay algo que la Biblia ciertamente no trata,
entonces significa que yo no necesito saber porque tengo una cosmovisión comprehensiva, o para tomar
decisiones sabias y morales. En otras palabras, la Biblia contiene toda la información necesaria para que
yo sea un cristiano bueno y que crece en todo sentido y en todo camino. Incluso pienso que yo no vivo
todo lo que enseño, toda la información que necesito sin duda está allí, y es mi deber y deleite estudiarla
y obedecerla”.

Hay esperanza para aquellos que piensan de este modo. La Escritura misma promete, “Si alguno de
vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le
será dada” (Santiago 1:5). Por otro lado, mucha gente pone su propia ignorancia como juez de Dios: “¡Si
yo no sé acerca de ello, eso significa que Dios nunca ha dicho nada en cuanto a ello!” Este modo de
pensar es irracional, no bíblico, y pecaminoso.

Por lo tanto, es doblemente vergonzoso, que los creyentes profesantes busquen respuestas para las
preguntas esenciales en los científicos y filósofos, como si ellos supieran algo, y buscar instrucciones
aún sobre asuntos ordinarios en sicólogos, expertos auto-formados, o incluso gurús y adivinos. ¿No son
estos creyentes profesantes insensatos e indignos? ¿O son ellos realmente incrédulos, quienes como
perros retornan a su vómito, y cerdos vuelven al barro (2 Pedro 2:22)? En cualquier momento, podemos
decir por seguro que ellos tienen poco conocimiento de y respeto por la Escritura.

Ahora, Pablo enseña que la revelación de Dios a nosotros cubre todo lo que es necesario para el
pensamiento y conducta humanos, y todo lo que es necesario para la salvación y la santidad. El
cristianismo trata tanto lo filosófico como lo práctico. Sobre esta base (que la cosmovisión bíblica trata
tanto lo filosófico como lo práctico), Foulkes escribe, “Si esto es correcto, se sigue que la sabiduría de
Dios no es meramente intelectual o académica…también es la fuente del entendimiento en los detalles
de la vida diaria” (73). Él es técnicamente correcto, y muchos otros también en este punto; sin embargo,
lo que ellos a menudo parecen olvidar es que esto también obra de otro modo. Es decir, Pablo tal como
seguramente demuestra que la sabiduría de Dios no es meramente “la fuente del entendimiento de los
detalles de la vida diaria”, sino que también es “intelectual o académico”. Si la sabiduría bíblica no es
sólo filosófica sino también práctica, entonces no es sólo práctica sino también filosófica. Y si hay algo
que sin duda acentúa lo intelectual mucho, como si esto fuera posible, parece ser mucho más quien no
acentúa lo suficiente.
Otro punto que muchos escritores fallan en comprender es que es en efecto perder el “balance” de lo
intelectual con lo práctico, o lo práctico con lo intelectual. En este versículo, tanto la “sabiduría” como
la “prudencia” son por definición dadas para la mente. No es como si la “sabiduría” es dada para tu
mente, y la “prudencia” es dada para tus pies. En este sentido, tanto la sabiduría como la prudencia son
“intelectuales”. La diferencia no es que una es intelectual y la otra no-intelectual, sino que ellas se
refieren a sabiduría intelectual acerca de diferentes cosas. Por lo tanto, el don de Dios de “sabiduría y
prudencia” se refiere a una revelación comprehensiva e impartición de sabiduría intelectual,
garantizándonos información más que suficiente contemplando todo tema filosófico y cosas prácticas. A
luz de esto, déjennos destruir toda huella de anti-intelectualismo e irracionalismo en nuestro pensar. Un
cristianismo anti-intelectual es anti-cristianismo (74).

REVELACIÓN

Ahora, todos estos que son salvados bajo ambas administraciones de la gracia de Dios tanto de la
antigua como de la nueva son salvados sobre la misma base, especialmente, por medio de la fe dada por
Dios en obra redentora de Cristo. No obstante bajo la nueva administración, hay una completa
revelación del “misterio de su voluntad” (v. 9). La revelación de este “misterio” corresponde al don de
Dios de “sabiduría y prudencia”. En otras palabras, cuando la Escritura dice que Dios dio a su pueblo
“sabiduría y prudencia”, no es justo decir que Dios nos da potencial intelectual y capacidades (aunque
estas están incluidas), sino se dice también que Dios nos revela información real para nuestro
entendimiento y aplicación.

La palabra “misterio” es una de las favoritas de los anti-intelectuales, y ellos constantemente la


maltratan y abusan de ella. Cuando ellos usan la palabra, se están refiriendo a algo que no hacemos o
incluso no podemos entender, y entonces algunas veces hacen un punto adicional que no es algo que
nosotros pensaríamos mucho, y ciertamente no discutiríamos. Los anti-intelectuales a menudo usan la
palabra como un escape para algo que ellos no pueden refutar pero que al mismo tiempo rehúsan
aceptar. Pero los cristianos no deberían ser como loa ateos, quienes son intelectualmente deshonestos e
incompetentes.

(73) Foulkes, p. 59.


(74) Algunos eruditos insisten en que “sabiduría” en la Escritura es principalmente práctica (y moral),
pero la base para su afirmación consiste de sus suposiciones y prejuicios anti-intelectualistas más que
una fiel y honesta exégesis bíblica. Su punto de vista es obviamente falso a la luz de estos y muchos
otros versículos bíblicos, mostrando que la sabiduría bíblica es tanto filosófica como práctica, no sólo
práctica.
Por ejemplo, algunas veces después de explicar la doctrina de la predestinación a alguien, y después de
responder todas sus preguntas y objeciones, él diría sin dejar de suspirar, “Bien, yo pienso que es justo
un misterio”, en el sentido que la doctrina es algo que no puede entender después de todo. Pero yo justo
terminé de explicárselo, respondí todas sus preguntas y objeciones, hasta él no podía encontrar nada
bíblicamente o lógicamente malo con ello. No es que la doctrina no pueda ser entendida, sino que se
negó a aceptarla y ese fue el único modo en que él pensó podría escapar. Si Dios ha revelado una
doctrina en la Escritura, llamarla un “misterio” (en el sentido de algo todavía oculto), como si él nunca
lo hubiese revelado, sería insultarlo y desafiarlo. Por lo tanto, nunca deberíamos abandonar el desafío de
una falsa e ilegítima apelación al “misterio”, especialmente cuando es hecha para enmascarar la
incredulidad y provocación de algunos.

Si algo es claramente revelado y explicado, entonces ciertamente no es un “misterio” en el sentido que


ello está aún oculto o que no puede ser entendido. Sin duda, cuando se usa esta palabra, hay una
confusión entre el uso común y el uso bíblico.

En el uso común, la palabra a menudo se refiere a algo que no puede ser entendido, pero en el uso
bíblico, e incluso en el contexto de nuestro pasaje, es obvio que la palabra es usada de un modo
diferente. Pablo ha dicho justo que Dios nos da “sabiduría y prudencia”, y escribe que “él nos dio a
conocer el misterio de su voluntad” (v. 8). En otras palabras, un “misterio” no es algo que los humanos
no puedan entender, aún si ello es algo oculto en un tiempo dado. Aquí Pablo está refiriéndose a algo
estaba oculto, pero que ahora ha sido “dado a conocer”. En vez de referirse a algo que nosotros no
sabemos o no podemos entender, el uso bíblico de “misterio” se refiere casi a lo opuesto –sin duda, a
algo que probablemente estaba oculto, pero ahora ha sido revelado y explicado (75).

Así, O’Brien llama a este misterio un “secreto abierto” (76). Markus Barth es más elaborado, y escribe:

“Pero el único mysterion de Dios, incluso el “secreto” de Dios, es para Pablo lejos de ser incognoscible.
Es conocido por revelación y es para ser dado a conocer a todo el mundo. Ciertamente tiene el más alto
respeto por la revelación y el evangelio confiado a él –pero es respeto causado por el conocimiento más
bien que por ignorancia e incompetencia… El “secreto” del cual habla puede así no ser identificado con
un misterio totalmente o parcialmente, siempre o temporalmente, realmente o intencionalmente oculto
en un banco de nubes. Él no está empleando lógica paradójica o glosolalia. Simple, franco, sobrio,
valiente al hablar, pensamiento matizado con características de la dicción de un orador, es el modo en
que él habla del secreto de Dios. En resumen, cuando él habla de un mysterion, entonces él se refiere a
un misterio que es revelado; todo lo que ha dicho está basado en la manifestación de lo que estaba
oculto en tiempos pasados (77).

(75) En otro contexto, Lutero escribe, “¿Pablo no ha reconocido que es sabiduría oculta en un misterio,
profetizada sin duda por los profetas pero revelada solamente por el evangelio, así que era secreto desde
la eternidad y desconocido para el mundo (cf. 1 Corintios 2:7)?” (Lutero, p. 306). Así para Lutero, un
“misterio” significa algo profetizado por los profetas, pero revelado por el evangelio, como también
afirma aquí. Ver también Romanos 16:25-26; 1 Corintios 2:7-10; Efesios 3:2-6,6:19; Colosenses 1:25-
27, 2:2-3; 4:3.
(76) O’Brien, p.109.
(77) Markus Barth, Ephesians 1-3 (The Anchor Bible, Vol. 34); Doubleday, 1974; p. 126.
El uso bíblico de “misterio” es sin duda pleno de sentido e instructivo, pero no da lugar para el anti-
intelectualismo, y no da excusa para limitar el sometimiento u obediencia. Apelar al “misterio” (como
algo aún oculto) puede sonar piadoso y reverente para alguien, como si estuviese conmovido por la
profundidad y lo maravilloso de la sabiduría divina; sin embargo, cuando tal apelación es hecha ante una
clara revelación, simplemente expone la flojera y el menosprecio de uno. Si Dios ha revelado algo,
entonces deberíamos estudiarlo, y deberíamos creerlo (78).

RECONCILIACIÓN

¿Qué es, entonces, este misterio?¿Cuál es el contenido de este “secreto”, que estuvo una vez oculto, pero
ahora ha sido revelado? Aunque Pablo elabora esto más adelante en la carta, el contexto inmediato
también nos da claras indicaciones.

Primero, cualquier cosa que sea este “misterio” concierne a “su voluntad”, está totalmente fundado
sobre la soberanía absoluta de Dios, y realizado por la agencia del Hijo. Pablo escribe que es “según su
beneplácito” (v. 9), el cual “él se había propuesto en Cristo” (v.9), y para ser ejecutado en su tiempo
designado (v. 10).

Entonces, Pablo declara que el misterio de su voluntad es “reunir todas las cosas, así las que están en los
cielos, como las que están en la tierra bajo una cabeza, en Cristo” (v. 10). La palabra traducida “reunir”
o “ordenar” designa en matemáticas a la práctica de sumar una columna de figuras y colocar la suma a
la cabeza, y en retórica, se refiere a la conclusión de un discurso o argumento. Por lo tanto, hablando
ampliamente, el plan “secreto” de Dios es para “ordenar” “todas las cosas en los cielos y sobre la tierra”
bajo Cristo (79).

Dios está ordenando “todas las cosas en el cielo y sobre la tierra” bajo Cristo. En el sentido general, esto
no está restringido a la salvación o los creyentes, sino que literalmente se refiere a “todas las cosas”.
Pablo se está refiriendo primero a la unidad cósmica; sin embargo, esto no implica que todas las cosas
serán apaciblemente reconciliadas con Dios en Cristo. Más bien, Pablo parece tener en mente la misma
cosa de la que habla en Filipenses 2:9-11 –principalmente, que Dios ha exaltado a Cristo al lugar más
alto, así que toda voluntad “confiese que Jesús Cristo es Señor, para la gloria de Dios el Padre”, aunque
muchos sin duda harán esto por compulsión y no por fe sincera. En este sentido, cuando Pablo dice que
Dios está reuniendo “todas las cosas” bajo Cristo, él también incluye todas las cosas que nunca serán
apaciblemente reconciliadas con Dios, tales como Satanás, sus ángeles, y los reprobados.

En otras palabras, Dios pondrá cada cosa en su propio lugar por definir y exhibir claramente su relación
con Cristo. Esto no significa implicar que cada uno será salvado, puesto que no toda relación con Cristo
es una relación salvífica. Sin embargo, puesto que Cristo mismo dijo, “El que no está conmigo está
contra mí” (Mateo 12:30), cada persona tiene o una relación positiva o una relación negativa con él. Es
imposible no tener alguna relación con Cristo; nadie es neutral –uno o es su amigo o su enemigo.

(78) El uso bíblico de “misterio” también implica la necesidad de una revelación especial –es algo que
permanecería oculto a menos que y hasta que Dios nos lo revele, y ahora sin duda él lo ha revelado.
(79) Yo digo “hablando ampliamente” porque después de esto Pablo inmediatamente trae una aplicación
específica de esta idea (v. 11-12).
Ya que Dios es el único que soberanamente dirige toda la historia por su providencia, y puesto que esta
enseñanza (que él reunirá todas las cosas en Cristo) declara el propósito hacia el cual Dios dirige toda la
historia por su providencia, esta enseñanza es por lo tanto también el principio necesario por el cual cada
uno pueda tener un entendimiento exacto de la historia, o los eventos históricos, o las personas, y los
períodos.

Es decir, puesto que Dios dirige toda la historia –cada detalle de ella- con la intención de reunir todas las
cosas en Cristo, esto significa que el único modo para tener un exacto punto de vista de cualquier evento
histórico, persona, o período es adoptar este principio como la presuposición del entendimiento e
interpretación histórica. Esto se aplica incluso a las decisiones y acontecimientos aparentemente menos
significantes.

Esto a su vez significa que los no cristianos no pueden ser buenos historiadores. Ellos no consideran la
existencia de materias como conocimiento práctico y capacidad inteligente, menos presupondrán
primero la soberanía de Dios y la primacía de Cristo, ellos son incompetentes, imperfectos, e
incompletos en sus interpretaciones históricas. Puesto que toda la historia sigue el plan predeterminado
de Dios, excluir o ignorar a Cristo en las investigaciones históricas de uno es también excluir cualquier
posibilidad para un entendimiento correcto. “Cristo” (incluyendo toda la sabiduría y conocimiento
oculto en él, revelado a nosotros en la Escritura) debe ser nuestro punto de partida intelectual, incluso en
el estudio de la historia.

Hay un sentido más específico en el cual Dios está ordenando todas las cosas en Cristo, y ese es el
sentido soteriológico, en el cual nos estamos refiriendo a como Dios reúne juntos a todos sus escogidos
bajo Cristo. Inmediatamente después de declarar que Dios “reunirá todas las cosas” juntas bajo Cristo,
Pablo continúa:

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria,
nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.

En él también vosotros habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y


habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa…” (Efesios 1:11-13).

En estos versículos, Pablo hace distinción entre Judíos y no-judíos (o gentiles) (80). Sin embargo, él no
hace esta distinción para enfatizar la distinción; más bien, él lo hace de modo que puede indicar como
los dos grupos ahora han sido unidos, especialmente, por la predeterminación de Dios, la expiación de
Cristo, y la obra del Espíritu.

(80) Ver también Efesios 2:11-13; 3:1-6; y 4:17.


La unidad entre los dos grupos en Cristo esta enteramente fundada en el plan inmutable y
predeterminado de Dios. Y fue Dios quien decidió que él escogería para salvación tanto a judíos como
no judíos, o más bien, fue Dios quien decidió que él crearía a algunos de esos que él ha concebido y
escogido en su mente en la eternidad como judíos, y algunos como gentiles. Los judíos y los gentiles no
se crearon a sí mismos (o por algún otro) para ser presentados a Dios para su escogimiento; más bien
Dios creó a algunos de sus elegidos para ser judíos, y creó a otros para ser gentiles, pero ambos son
elegidos en Cristo.

Para parafrasear al apóstol, “El misterio de su voluntad es que él reunirá todas las cosas bajo Cristo.
Cuando él vino a su pueblo, él había predestinado a algunos de nosotros judíos para creer primero en
Cristo, pero él había predestinado a algunos de vosotros gentiles para también creer en Cristo y ser
salvados. Por darnos fe en el mismo evangelio, Dios ha colocado a vosotros creyentes gentiles “en
Cristo” en el mismo modo en que él lo había hecho con nosotros creyentes judíos” (81). Que esto es
claramente lo que Pablo tiene en mente es visto más tarde en la carta, cuando el escribe:

“Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que
por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual
podéis entender cual sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones
no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas
por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio. (Efesios 3:2-6)

Note especialmente el v. 6 en el cual claramente explica que es el “misterio” del que él está hablando:
“Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo
Jesús”. Por fe en el evangelio, los cristianos gentiles han llegado a ser “coherederos”, “miembros del
mismo cuerpo”, y “copartícipes” con los cristianos judíos en Cristo. Como escribe Pablo en otro lugar,
“Porque no hay diferencia entre judío y gentil, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos
10:12-13).

Si el sentido general del “misterio de su voluntad” es la unidad del cosmos bajo Cristo (en el sentido de
que aún las fuerzas hostiles son puestas en su debido lugar), entonces el sentido específico del misterio
es la unidad de los elegidos bajo Cristo (en el sentido de que judíos y gentiles han llegado a ser uno en
él, compartiendo el mismo estatus).

(81) Es imposible entender correctamente Efesios sin el total reconocimiento de que Dios ejerce total y
directo control sobre todas las cosas, desde las direcciones más generales a los detalles más específicos
en toda la historia, incluyendo aún algunas cosas aparentemente insignificantes como la muerte de un
pajarillo (Mateo 10:29).
Si esto no es difícil de entender, para algunos de nosotros la cuestión más difícil será por qué esto es un
“misterio”. Ello ni parece complejo ni sorprendente para muchos o incluso la mayoría de nosotros. La
respuesta corresponde a la verdadera naturaleza del “misterio” divino, es decir algo que estaba oculto,
pero ahora ha sido revelado. Como R. B. Kuiper escribe:

“la salvación es para los gentiles tanto como para los judíos. Para nosotros que vivimos en el siglo XX
después de Cristo es difícil, si no imposible, comprender la novedad de esa verdad para los judíos del
primer siglo de la era cristiana. Ello les impresionó como siendo excedidamente radical. Tan
profundamente estaba el hecho de que Dios había manifestado Su palabra a Jacob, Sus estatutos y Sus
juicios a Israel, y que Él no ha tratado así con ninguna otra nación (Salmo 147:19-20ª) impregnando las
fibras más íntimas del alma judía, que ella se rebeló violentamente contra la noción de que la pared
intermedia que separaba a judíos y gentiles había sido derribada y esta paz les estaba siendo predicada a
ellos que estaban tan lejos tan bien como a ellos que estaban cerca (Efesios 2:14,17).

“Los judíos de esos días estaban casi totalmente ciegos a lo que nos parece ser, y realmente es, el plan y
la enseñanza enfática del Antiguo Testamento: que la iglesia nacional un día florecería en adelante hacia
una iglesia universal. A pesar del hecho que el Maestro había mandado en numerosas ocasiones a sus
discípulos a ser sus testigos hasta las últimas partes de la tierra, ello requirió una visión y una voz desde
los cielos para convencer al apóstol Pedro de lo correcto de predicar el evangelio a un romano…” (82).

Por lo tanto, la razón de que muchos de nosotros podemos no mirar esta doctrina como un misterio es
precisamente porque ella ha sido revelada ahora, así que muchos de nosotros ya lo sabemos (o pensamos
que lo sabemos) y lo asumimos en nuestro pensamiento.

No obstante, esta doctrina es todavía tan necesaria y relevante como siempre. Aunque pensamos que la
sabemos, muchos cristianos profesantes la tienen, quizás sin intención, ignorada o incluso negada en su
pensamiento. Me estoy refiriendo a las enseñanzas no bíblicas dispensacionalistas que insisten en que
Dios aún ahora mira al pueblo judío como especialmente escogido y superior a los gentiles. Afirmar esto
en cualquier sentido y cualquier grado es rechazar el real “misterio” que ahora ha sido revelado por
muchos siglos, y que nosotros supuestamente sabemos tan bien.

Si el misterio de su voluntad es que los gentiles son también igualmente herederos en Cristo, entonces es
justo como cierto que los judíos no son en absoluto superiores a los gentiles en Cristo, y aquellos judíos
que no creen no están en Cristo en absoluto, y ciertamente no son superiores a nadie. Los judíos no
cristianos son condenados al infierno tal como muchos de los más viles y malvados gentiles no
cristianos. “Porque no hay diferencia” (romanos 3:22; 10:12) (83).

(82) R. B. Kuiper, For Whom Did Christ Die? ; Wipf and Stock Publishers; p. 31. Note que, como
Kuiper reconoce, un “misterio” no es algo que necesariamente ha estado completamente oculto, sino que
es ahora revelado de hecho ha sido “el plan y la enseñanza enfática del Antiguo Testamento” todo el
tiempo. Por lo tanto, nosotros decimos que un misterio en la Escritura es algo que está profetizado (o a
veces al menos insinuado) por los profetas y que es ahora totalmente revelado por Cristo y los apóstoles.
La salvación de los gentiles está fundada en la promesa de Dios a Abraham (Génesis 12:3).
(83) ¿Hay un lugar para los judíos que han pasado más allá de lo que se debe, entonces? Sí pero no
porque son judíos, sino porque son pecadores, tal como todos también.
Cuando Dios anunciado por Cristo, “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y
será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43), él no estaba haciendo una vana amenaza
– ¡él lo hizo! La iglesia ahora consiste principalmente de gentiles, no de judíos. Los judíos no tienen
derechos especiales o exclusivos en el reino; más bien, ellos deben entrar tal como todos también, esto
es, por medio de la fe en Cristo. Y ellos no están para recibir un tratamiento especial ni dar una
veneración especial en la iglesia (Gálatas 3:28) (84). Este punto es muy simple, y básico en el evangelio
bíblico; no obstante, muchos dispensacionalistas lo omiten o incluso lo rechazan.

CERTIFICACIÓN

De acuerdo a la predeterminación de Dios, él salvaría al elegido judío y al elegido gentil del mismo
modo –por darles fe en el evangelio de Jesucristo. Como Pablo escribe en otro lugar, “Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a
Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3:8). Aunque los judíos fueron
cronológicamente “los que primeramente esperaban en Cristo” (Efesios 1:12) los gentiles “también
fueron incluidos en Cristo” por escuchar y creer el evangelio (v. 13).

Luego, Pablo dice, “Habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios
1:13). En el antiguo mundo, un sello era a menudo aplicado a una carta, a un documento legal, a una
escritura de propiedad, o a un importante cargamento con el fin de protegerlo, y para servir como una
prueba de propiedad o autenticidad. Una carta o cargamento sellado podía ser abierto sólo por el
receptor designado, y dependiendo de la persona cuyo sello marcaba el artículo, romper ilegalmente un
sello podría resultar en graves consecuencias.

La Escritura enseña que cuando creímos en el evangelio, Dios nos selló con su Santo Espíritu. Por hacer
así, él oficialmente declara que él nos posee y protege, y que no estamos disponibles para nadie también.
Y también hemos sido sellados para un propósito, y eso por el sello de Dios. Como Pablo escribe más
tarde en la carta, “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de
la redención” (4:30). Por tanto, el sello de Dios sobre nosotros implica que, por su divina autoridad y
poder, él ha declarado que nosotros permaneceremos en el estado de fe y gracia, y que obtendremos el
complemento de nuestra redención.

(84) Por supuesto, Yo no digo que a ellos debería serle dado un tratamiento inferior o menos respeto
que a otros, sino sólo que ellos no deben ser considerados superiores en algún sentido sólo porque ellos
son judíos. Note que Romanos 3:1-2 se refiere a una ventaja que los judíos tuvieron en la historia,
porque ellos tenían la Escritura. Sin embargo, ellos no han tenido largamente aún esta ventaja, porque
los gentiles ahora también tienen la Escritura; además, los cristianos gentiles recibieron correctamente el
Nuevo Testamento, lo cual les capacita para entender el Antiguo aún mejor que los judíos. Cualquier
persona o cualquier grupo que afirma algo menos que la Escritura entera está en una severa desventaja,
por ponerlo suavemente. Ahora, si una persona judía se arrepiente y cree el evangelio , entonces podría
llegar a ser igual al creyente no judío, pero por ningún medio superior. El punto es que raza y
espiritualidad son irrelevantes. Como Pablo continúa diciendo, “¿Qué, pues? ¿somos nosotros mejores
que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo
pecado” (Romanos 3:9).
Ciertamente, el Espíritu Santo por quien Dios nos ha sellado, “es un depósito garantizando nuestra
herencia” (v. 14). Un “depósito” se refiere a un pago reducido o un primer pago parcial provisto por el
comprador para manifestar su intención de completar la compra y reservar el artículo de modo que este
llegue a ser no disponible para cualquier otra parte.

En el mundo comercial de hoy día, es posible perder el depósito si alguien no desea más el artículo o si
no puede producir el resto del dinero; sin embargo, parece que en ese tiempo, el “depósito” se refiere a
un pago parcial o a una prenda garantizando que seguiría el pago total. En cualquier caso, el uso de
Pablo de “depósito” ciertamente indica mucho más Queen mero gesto de la intención de Dios, porque él
explícitamente declara que es una garantía de que Dios completará lo que ha comenzado en nosotros.
Pablo repite esto en una de sus cartas a los corintios, diciendo, “Y el que no confirma con vosotros en
Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en
nuestros corazones” (2 Corintios 1:21-22) y “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha
dado las arras del Espíritu” (5:5).

Por lo tanto, Pablo enseña que una vez que una persona verdaderamente llega a ser un cristiano,
ciertamente no hay posibilidad de que llegue a ser un no-cristiano de nuevo; una vez que Dios da a una
persona verdadera fe en Cristo, no hay posibilidad de que pierda esta fe (Juan 10:29). Aunque cristianos
verdaderos a menudo tropiezan, y a veces incluso caen en grandes pecados, es imposible para ellos estar
verdadera y finalmente perdidos (Lucas 22:32). Si una persona verdadera y finalmente renuncia a la fe,
entonces ello sólo puede significar en primer lugar que nunca había sido un verdadero cristiano, no
importa cuanto el aparentaba ser lo uno para otros. Como Juan escribe, “Salieron de nosotros, pero no
eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron
para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2.19).

Esto no implica que una vez que tú has llegado a ser un cristiano, entonces tú puedes constante y
deliberadamente pecar sin ninguna consideración por las leyes y preceptos de Dios y a pesar de eso
considerarte a ti mismo un cristiano, pero si tú realmente eres un cristiano, entonces tú no pensarás de
este modo. Porque un verdadero cristiano es uno que ha sido interiormente cambiado por Dios, él no
adoptará real y finalmente un estilo de vida licencioso. Además, un verdadero cristiano que ha
temporalmente tropezado hacia un modo pecaminoso de vida necesitará una seguridad de salvación.
Aunque él es siempre salvo, no puede tener certeza de ello, y esta necesidad de seguridad es a menudo
uno de los medios que Dios usa para restaurar al creyente que ha tropezado. Una conducta normal y
saludable de un cristiano es buscar diligentemente seguridad de su salvación por medio de procurar
conocimiento y santidad (2 Pedro 1:10).

Alguna gente llama a esta enseñanza la doctrina de la “eterna seguridad”, pero yo prefiero “la
preservación de los creyentes” o “la preservación de los santos”. Entonces, alguno llama a esto “la
perseverancia de los santos”, lo que no está errado, porque los verdaderos cristianos sin duda perseveran
en su fe. No obstante, debemos recordar que perseveramos en la fe sólo porque Dios nos preserva por
su poder. Como Pablo escribe en el mismo contexto donde él menciona el sello y depósito de Dios,
“Ahora es Dios quién nos hace a nosotros y ustedes permanecer firmes en Cristo” (2 Corintios 1:21;
también vea 1 Pedro 1:3-5).

En conexión con el “depósito, Pablo nos llama “posesión de Dios” (v. 14). Esto parece ser una alusión a
como Dios se dirigió a Israel en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Dios dijo en Éxodo 19.5-6,
“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre
todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente
santa”. Pedro tomó las mismas expresiones usadas aquí y las aplicó a la iglesia: “Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). Y él claramente
tiene a los gentiles en mente cuando escribe esto: “Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero
que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis
alcanzado misericordia” (v.10; vea Romanos 9:23-26).

En otras palabras, los cristianos gentiles son mucho más “pueblo de Dios” que como fueron los judíos, y
ahora si un judío desea ser uno del pueblo de Dios, debe también creer en Cristo. Que él sea un judío no
significa nada, “Porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Lucas
3:8). Es tiempo no sólo para los judíos de aprender esto, sino también para los no-judíos, incluso
cristianos profesantes, para aprender esto. “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo2:19) –si
Dios nos ha dado verdaderamente fe en Cristo, entonces estamos entre sus escogidos; si estamos entre
sus escogidos, entonces somos su especial posesión; y si somos su especial posesión, entonces él nos ha
dado su garantía de que nos protegerá y preservará celosamente para el día de la redención por su
omnipotencia.

CONCLUSIÓN

Es sólo cuando atribuimos al poder y la iniciativa de Dios cada aspecto y cada etapa de nuestra
salvación que podemos ser consistentes con el repetidamente declarado propósito del predeterminado
plan de Dios, especialmente, que Dios hace todas las cosas “para la alabanza de su gloria” (Efesios 1:14;
también v. 6 y 12). El arminianismo falsifica grandemente tanto el contenido como la ejecución del plan
de Dios, y roba a Dios de su alabanza y gloria. Así la doxología teológica de Pablo (v. 3-14) se opone al
arminianismo en todas sus formas.

Dios es uno “que hace todas las cosas de acuerdo con el propósito de su voluntad” (v.11), y no uno que
pide permiso y opinión del hombre, como si el hombre puede permitir y opinar algo sin el directo
control de Dios. Porque hay tal cosa como la soberanía divina, no hay tal cosa como la libre voluntad
humana –“sólo una persona insana podría creer las dos tesis” (85). Por supuesto los arminianos son
insanos, o al menos suenan como. En cualquier caso, lo que realmente sucede es que ellos afirman la
libre voluntad humana, y ellos mienten cuando afirman la soberanía divina. Y como hemos visto antes,
los calvinistas inconsistentes también suenan absolutamente necios.

(85) Gordon H. Clark, Today’s Evangelism; The Trinity Foundation, 1990; p. 58.
La doxología de Pablo comienza esta carta y contiene todos los temas principales de la carta. Al mismo
tiempo, el contenido de la doxología misma está fundado en la doctrina de la predestinación, y por lo
tanto la predestinación es el fundamento de toda la carta (86). Y puesto que Pablo hace de la doctrina de
la predestinación el fundamento de su carta, nosotros hemos acordado hacerla el fundamento de esta
exposición de la carta. La predestinación es el fundamento de la salvación y esperanza cristiana; es el
Dios omnipotente que soberanamente preordenó todas las cosas en la eternidad y quien luego ejecuta
sus decretos en el tiempo y la historia.

El resto de esta carta examina como Dios ha estado llevando a cabo sus soberanos decretos, y nuestra
correspondiente respuesta como creyentes. En cualquier caso, ya que hemos establecido la total
importancia de la predestinación como fundamento teológico, y puesto que ya hemos tocado
ligeramente los temas principales de esta carta en esta exposición de la doxología, y a menos que este
comentario llegue a ser excesivamente largo, estamos justificados al dar breve tratamiento a las
secciones restantes de esta carta, y ser perdonados por pasar sobre muchos de los detalles.

(86) Una implicación es que si un comentario comienza su exposición de Efesios afirmando el


arminianismo (y/o el dispensacionalismo), entonces se pierde completamente el principal empuje del
pensamiento del apóstol. Si se falla en comprender el verdadero fundamento de la carta, entonces no hay
esperanza de explicar correctamente el resto de ella. Aunque tal comentario puede ser usado como un
contraste por los eruditos, es indigno de confianza e inútil como una guía para el lector general, porque
distorsiona tanto la doxología de Pablo, y también los temas que él trata en el resto de esta carta, tales
como la depravación humana, la regeneración, la reconciliación (entre judíos y gentiles), la conversión
(arrepentimiento y fe), la santificación, y el poder y la lucha espiritual.

3.- REGENERACIÓN (p.51)

EFESIOS 1:15-23

Desde la doxología de 1:3-14, Pablo vuelve a dar gracias y orar en el v.15 (1). Entonces, como señala
Patzia, “Es posible considerar 1:20-3:13 como un largo paréntesis doctrinal en que el apóstol desarrolla
sus ideas sobre la unidad de judíos y gentiles en la iglesia (2:11,12) y expone su rol personal como
mensajero del evangelio (3:1-13)” (2). Él explícitamente ocupa la oración de nuevo en 3:14-19, al
parecer una continuación de lo que empezó en 1:15. Después de 1:3-14, la siguiente sección principal
parece ser 1:15-2:10, y esto es lo que vamos a discutir en este capítulo de nuestro comentario.

Muchas personas se quejan de que si el calvinismo es cierto –si la Biblia es verdad- entonces la oración
se convierte en un ejercicio sin sentido. Según ellos, si Dios ha predeterminado todas las cosas,
incluyendo todos los pensamientos de los hombres, entonces no hay razón para orar en absoluto. Sin
embargo, esta objeción revela ciertos supuestos no bíblicos e injustificados acerca del rol y función de la
oración. En otras palabras, debido a que ellos han asumido ciertas cosas acerca de la oración que no son
bíblicas, entonces su concepto de la oración naturalmente contradice doctrinas bíblicas relevantes, tales
como la soberanía divina, la elección, y la reprobación.
La objeción es también autodestructiva. Jesús dice, “Vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad antes
que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8). Aún si ellos rechazan la doctrina bíblica de la soberanía divina,
ellos sí afirman la omnisciencia divina, entonces por su propio modo de pensar, la oración aún sería sin
sentido, puesto que Dios ya conoce cualquier cosa que ellos deseen decirle en oración.

(1) Ver D. A. Carson, A Call to Spiritual Reformation: Priorities from Paul and his Prayers; Baker
Books, 1992; P. 167-180.
(2) Patzia, p163
Si su concepto de la oración consiste en iniciar una acción por Dios, cambiando la mente de Dios, o
introduciendo un nuevo pensamiento en la mente de Dios, entonces puesto que esto contradice lo que la
Escritura revela acerca de la naturaleza de Dios, su concepto de oración sale de la esfera de la oración
cristiana por completo. A su modo de pensar, la omnisciencia divina debe ser un problema tanto como la
soberanía divina, pero la Biblia enseña ambas.

La Escritura en ninguna parte enseña que la oración es para que Dios haga algo que ya no haya deseado
hacer, o para decirle algo que él ya no sepa. Más bien, la oración es uno de los medios por los cuales
Dios hace lo que él ya ha decidido hacer, y para proporcionar lo que él ya sabe que necesitamos. No está
en conflicto ni con la soberanía divina ni con la omnisciencia divina. Una aplicación consistente de la
doctrina bíblica de la soberanía divina necesariamente implicaría que incluso nuestras oraciones son
inmutablemente predeterminadas por Dios en la eternidad e irresistiblemente causadas por Dios en la
historia.

En otras palabras, al preguntar, “Si Dios ha predeterminado todas las cosas, entonces ¿por qué
necesitamos orar?” o asumes que Dios realmente no ha predeterminado todas la cosas (así que él no ha
predeterminado nuestras oraciones) o que es de algún modo malo para Dios iniciar y causar nuestras
oraciones y luego usarlas como el medio por el cual él ejecuta lo que ha predeterminado. La primera es
una aplicación incoherente de la soberanía divina, en cuyo caso falla al atacar la soberanía divina; la
segunda no es para que nosotros lo digamos, y revela extrema arrogancia, como si nosotros debemos
imponer a Dios como él ejecute sus decretos.

Pablo no sostiene el falso punto de vista de la oración que acabamos de mencionar. En vez de pensar
que la soberanía y la predestinación divina hacen innecesaria y sin sentido la oración, él ora
precisamente sobre la base de lo que ya ha dicho sobre la soberanía y predestinación divina. Nuestra
expectación positiva al orar está basada precisamente en el hecho de que Dios está en total control de
todas las circunstancias. Y nuestra fe al orar por la conversión y crecimiento de la gente está basada
precisamente en el hecho de que Dios ejerce completo control sobre toda la gente, incluyendo todos sus
pensamientos y motivos. La oración es significativa debido a las doctrinas bíblicas de la absoluta
soberanía y predestinación divinas, y no a pesar de ellas (3).

La oración de Pablo continúa lo que él ya ha afirmado en 1:3-14, y especialmente vs. 13 y 14. Porque
Dios es soberano, porque él ha predestinado a los creyentes para salvación, porque él ha escogido reunir
todas las cosas en Cristo, y en particular porque él ha decidido salvar y unir judíos y gentiles en Cristo, y
que este decreto está actualmente cumpliéndose en las vidas de sus lectores, Pablo da gracias.

(3) Ver Vincent Cheung, Prayer and Revelation.


Habiendo oído hablar de la “fe” de sus lectores, Pablo dice que el da gracias “por ellos” no “a” ellos.
Esto es consistente con la enseñanza bíblica de que la fe no es algo iniciado y controlado por la gente
misma, sino que la fe es un don de Dios. Como D. A. Carson señala correctamente, “si escuchamos de
un considerable número de personas en otra ciudad o país que han sido genuinamente transformados por
el evangelio, no se nos ocurriría darles las gracias a ellos por llegar a ser cristianos. En cambio,
agradeceríamos a Dios por obrar en ellos para convertirlos en cristianos. Eso es lo que Pablo está
haciendo” (4).

Por otra parte, ya que los arminianos atribuyen al menos una parte de la fe de los convertidos a su propia
“libre voluntad”, ¿No apartaríamos para estos nuevos creyentes una apropiada cantidad de acción de
gracias? Pero si estamos procurando ser fieles a y consistentes con la enseñanza bíblica, más bien que
acción de gracias a los convertidos por llegar a ser cristianos, o alabarles por su buen sentido de aceptar
el evangelio, deberíamos darles gracias a Dios por hacerles cristianos, y alabarle sólo a él por su
sabiduría y bondad en rescatarles del pecado y la muerte, solamente por su soberana gracia y poder.

Pablo dirige su oración al “Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria”. Su idea de Dios es
definida y exclusiva. La mayoría de las religiones en este mundo son muy diferentes unas de otras, así
que Pablo no está orando a una deidad genérica, como si hay tal cosa. Más bien, él está orando al que
tiene una relación específica con Jesucristo, y que tiene una relación específica con los creyentes por
medio de Jesucristo. Él no está orando a Alá o Buda, o cualquier otro dios. En cambio él está orando a
uno que es antitético y hostil a Alá y Buda, y a todos los otros dioses.

Aunque Pablo está agradecido por la conversión de sus lectores y por la estabilidad espiritual que han
alcanzado, él ora para que Dios les conceda gran progreso y crecimiento. Esto es porque el fin de Pablo
nunca ha sido solo la conversión, sino “presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses
1:28), así que la conversión es sólo el comienzo de lo que sucederá en los creyentes. Por lo tanto, ni el
apóstol ni los convertidos pueden ser complacientes, sino que deben esforzarse hacia la perfección por el
poder de Dios, eso es, por la capacidad que Dios les da.

Para este fin, Pablo ora que Dios dé a sus lectores “el Espíritu de sabiduría y revelación”. La palabra
traducida “espíritu” en si misma puede referirse al Espíritu Santo, al espíritu humano, o incluso a una
cualidad o condición de la mente. No es siempre inmediatamente obvio a cual de estos términos se
refiere, y uno debe tomar en cuenta el contexto.

Algunos comentaristas observan que cuando “espíritu” esta precedido por el artículo definido (“el”), la
expresión a menudo se refiere al Espíritu de Dios, y así sería traducido “el Espíritu”. En esta instancia,
el artículo definido está ausente en el original; sin embargo, esto no significa automáticamente que
Pablo se está refiriendo al espíritu humano. La otra posibilidad es que, cuando el artículo definido está
perdido, y cuando el contexto lo demanda, el entendimiento correcto sería que se trata de un don o
manifestación del Espíritu de Dios.

El contexto de nuestro pasaje parece dejar espacio sólo para la última posibilidad. Primero, Pablo está
pidiendo a Dios darles a sus lectores este “espíritu”, cuando nosotros sabemos desde el v. 13 que ellos
ya han recibido el Espíritu Santo, y que como humanos cada uno de ellos ya tiene un espíritu. Segundo,
el ruego de Pablo por “el Espíritu de sabiduría y revelación” para que sea dado a sus lectores parece
paralelo con lo que inmediatamente sigue, eso es, su ruego de que “los ojos de su corazón puedan ser
iluminados”.
(4) Carson, Spiritual Reformation; p. 171.
Por lo tanto, el ruego de Pablo no es que Dios dé a sus lectores el Espíritu Santo, como si ellos no
hubiesen ya recibido el Espíritu, y ciertamente no es que Dios dé a cada uno de ellos espíritu humano.
Más bien, Pablo está pidiendo a Dios que conceda a sus lectores la cualidad intelectual de “sabiduría y
revelación”, o como él lo ha puesto en Colosenses, él esta pidiendo a Dios darles “sabiduría espiritual y
entendimiento” (Colosenses 1:9). Así algunas traducciones en su lugar dicen, “un espíritu de sabiduría y
revelación”. Tal sabiduría, por supuesto, es el resultado de la obra del Espíritu Santo en la mente
humana. Así qué, Wuest concluye correctamente:

“La palabra pneuma tiene entre sus varios significados, “una disposición o influencia que llena y
gobierna el alma de alguien”. Que Pablo está orando por que Dios pueda obrar en las vidas de los santos
efesios para que ellos tengan la sabiduría espiritual y una revelación de Él que es el resultado de la obra
del Espíritu Santo de energizar su espíritu humano. Esa disposición espiritual caracterizaría a estos
santos” (5).

El fundamento de tal ruego no puede ser otro que la absoluta soberanía de Dios sobre todas las cosas.
Dentro de la cosmovisión bíblica, orar por sabiduría e iluminación presupone un contacto directo con
Dios y control sobre la mente del hombre. La enseñanza bíblica se opone a cualquier idea de que Dios
ejerza absoluto control sobre todas las cosas pero al mismo tiempo permita a la mente humana
controlarse a sí misma por su propia libre voluntad, como si esto aun fuese posible metafísicamente. En
lugar de eso, la Escritura testifica en muchos lugares que Dios puede e ilumina a algunos y confunde a
otros (6), según su voluntad y placer. Por lo tanto, la soberanía de Dios se extiende a la mente del
hombre, y nada escapa a su absoluto control y determinación.

La prioridad de Pablo es intelectual, y su oración refleja esto. Un cristiano obra correctamente por el
entendimiento intelectual de la información revelada. En otras palabras, un cristiano debería esforzarse
por entender y recordar las doctrinas bíblicas, y entonces obedecerlas y vivir por medio de ellas. Un
cristiano vive y crece por el conocimiento, y el conocimiento acerca de las cosas de Dios. Cuando Pablo
ora para que sus lectores reciban sabiduría espiritual, que ellos reciban una agudeza intelectual sobre las
cosas espirituales, él está en efecto orando que Dios abra para ellos el camino para bendición y progreso
espiritual real y sostenido.

La sabiduría espiritual es algo que Pablo ruega a Dios de a sus lectores, implicando que no es algo que
se pueda obtener solamente por esfuerzo humano. Parafraseando a Pablo, aunque Dios emplea ministros
humanos para enseñar y persuadir, sólo Dios mismo puede hacer tales esfuerzos efectivos (1 Corintios
3:6). Para aquellos que son espiritualmente ciegos, Dios envía instrumentos humanos para aproximarse
y confrontarlos, pero sus palabras llegan a ser efectivas sólo cuando Dios directamente obra desde
dentro de las mentes de los oyentes, originando luz espiritual para derribar fortalezas desde dentro (2
Corintios 4:4-6).

(5) Wuest, p. 52.


(6) Por ejemplo, ver Daniel 1:17-20; 4:29-37; 5:21.
Aun después de la conversión, el progreso espiritual puede venir sólo desde la obra de Dios dentro de la
mente del hombre. Dios ciertamente envía hombres para enseñar desde afuera, pero esto sólo
proporciona la ocasión en la cual Dios puede escoger conceder iluminación desde dentro. Por lo tanto,
tal como no podemos jactarnos en nuestra conversión, excepto por lo que Cristo ha hecho en nosotros,
no podemos jactarnos de nuestro progreso en la santificación, esto es, excepto por lo que Cristo continúa
haciendo en nosotros. Aunque estamos hablando de soteriología bíblica (Mateo16:16-17), por otra parte
siendo una explícita enseñanza bíblica en sí misma, este punto es de hecho una implicación necesaria y
una aplicación específica de epistemología bíblica (7).

El ruego de Pablo por “un espíritu de sabiduría y revelación” es paralelo a su ruego de que Dios ilumine
“los ojos de vuestro corazón”. Los carismáticos a menudo abusan de esta porción de la Escritura,
derivando de ella la noción de que es legítimo esperar “revelaciones” privadas de nuevas doctrinas,
información personal, y futuros eventos. Aun si nosotros debiéramos esperar que Dios nos revele estas
cosas, no podemos justificar esta expectación desde este pasaje bíblico, porque está enseñando algo
enteramente diferente. Luego, hay evangélicos no-carismáticos e incluso creyentes reformados quienes,
sobre la base del lenguaje usado en este pasaje, sugieren que no debemos retener la palabra de Dios
solamente en nuestras mentes, sino que nuestro conocimiento debe moverse “desde nuestras cabezas a
nuestros corazones”, o que no debemos creer la palabra de Dios “solamente en nuestras cabezas, sino
también en nuestros corazones”.

Sin embargo, este pasaje no puede justificar ni revelaciones extra-bíblicas ni la distinción “cabeza-
corazón”.

Cuando examinamos los versículos 17 y 18 en su contexto, tanto lo que viene antes como lo que viene
después de estos versículos nos dice precisamente que Pablo desea que sus lectores entiendan. La
oración está solamente reconociendo el hecho de que aunque ministros humanos puedan enseñar acerca
de cosas espirituales, Dios luego debe obrar directamente en lo interior para causar comprensión y
asentimiento. No proporciona soporte para revelaciones extra-bíblicas.

En cuanto a la enseñanza acerca de la “cabeza” y el “corazón”, no sólo es una distinción no-bíblica, sino
que es también no-bíblico sugerir que el hombre piensa con su “cabeza”. Si el hombre realmente piensa
con su “cabeza”, como en su cabeza física o cerebro, entonces ningún pensamiento puede permanecer
después que el cuerpo muera, pero esto contradice la enseñanza bíblica concerniente a la continua
conciencia del hombre después de la muerte física. Ninguna materia que el rol de la “cabeza” o el
cerebro está, el hombre piensa con su mente incorpórea, no su “cabeza” física o cerebro.

En cuanto al “corazón”, yo ya he tratado con esta palabra y su frecuente abuso en varios otros lugares.
Aquí no repetiré todo lo que he dicho sobre el tema, pero una breve explicación debe bastar.

(7) Ver Vincent Cheung, Ultimate Questions.


Los cristianos a menudo afirman que el “corazón” se refiere a la “personalidad total”, agregando que
esto debe incluir “la mente, la voluntad, y las emociones”. Pero en ninguna parte en la Escritura nosotros
encontramos que el “corazón” puede ser dividido en estas partes; más bien, parece que estas divisiones
fueron derivadas desde la sicología secular. Por otra parte, la idea es en sí misma absurda –parece
sugerir que la voluntad y las emociones son de algún modo diferentes de la mente, que ellas son no-
mentales. Pero tanto nuestras decisiones como las emociones son mentales por definición; no hay tal
cosa como decisión no-mental o una emoción no-mental.

Si por decir que el “corazón” significa la “personalidad total” ellos se están refiriendo a todas las
facultades de la mente pensar, decidir, emocionarse (puesto que la mente, la voluntad, y las emociones
son todas mentales), entonces ellos están justamente diciendo que el corazón significa la mente, lo que
es mi posición. Toda la mente del hombre es la “personalidad total” del hombre, y así el corazón del
hombre.

Por lo tanto, “los ojos de vuestro corazón” es sólo otra forma de decir, “el entendimiento de vuestra
mente”. Pablo está así orando para que sus lectores reciban un entendimiento intelectual acerca de las
cosas espirituales, especialmente las doctrinas que él menciona en esta misma carta. Como el Salmo
119:18 declara, “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. Del mismo modo, O’Brien agrega
que Pablo esta enfatizando el “pensamiento” de una persona (8).

Este punto tiene tremendas implicaciones para la vida y desarrollo del cristiano. Mientras algunos
cristianos piensan que la verdadera sabiduría espiritual depende de algo “más allá” que el entendimiento
intelectual de las cosas espirituales, ellos se cuidarán en tratar de comprender las verdades bíblicas con
esta parte no-mental de su persona. El problema es que esta parte no-mental no existe, así que ellos
siempre estarán esforzándose para cumplir algo que no puede ser hecho, con una parte de su persona que
no existe.

En lugar de perseguir después las fantasías místicas, deberíamos aceptar la simplicidad del modelo
bíblico, ese progreso espiritual está fundado en la mente –o en el intelecto- y viene de un genuino
entendimiento de y una sincera conformidad a lo que Dios ha revelado en la Escritura, y entonces una
fiel obediencia a lo que uno ha aprendido. Para decirlo nuevamente, el modo bíblico consiste de
entendimiento intelectual, sincera conformidad, y fiel obediencia, ninguna tontera acerca de transferir
conocimiento desde la cabeza al corazón.

Otra implicación de la oración de Pablo es que la verdadera iluminación y progreso espiritual dependen
de suplicar al Dios personal, y usar los medios que este Dios ha ordenado; ello no viene de aprestar las
propias habilidades de uno o manipulación impersonal o aun de las fuerzas demoníacas. De hecho, La
Escritura rechaza la idea de que nosotros tengamos algunas habilidades inherentes para obtener
verdadera iluminación espiritual, y por supuesto, para cooperar con fuerzas impersonales o demoníacas
sólo podría conducir a un desastre y cautiverio espiritual.

El modo bíblico para el crecimiento espiritual se opone a toda idea y tendencias deísticas, y todo medio
místico y oculto. En otras palabras, aunque Dios ha ordenado varios medios para ayudarnos a adquirir
conocimiento espiritual y progreso moral, y aunque todos estos medios están fundados en un
entendimiento intelectual de las proposiciones reveladas, todo esto no excluye la necesidad de la directa
participación de Dios para hacer estos medios efectivos. Rechazar el misticismo y el anti-intelectualismo
no resulta en deísmo; más bien, el intelectualismo bíblico depende de la inmanencia de Dios –su gracia
y poder al obrar en nuestras vidas y nuestras mentes. Por lo tanto, mientras diligentemente tomamos
ventaja de todos los medios que Dios ha provisto para nuestro progreso espiritual, nosotros además
encarecidamente le pedimos por iluminación espiritual.

(8) O’Brien, p.134.


El intelectualismo bíblico está también contra lo oculto y las falsas enseñanzas y prácticas espirituales.
En lugar de practicar un tipo de “meditación” en el cual uno vacía su mente, repite un mantra, o se
enfoca en sí mismo o el mundo, la meditación bíblica no es una práctica de pasivo no-pensar, sino que
es la práctica de un activo y riguroso pensar teológico, disciplinando la mente para enfocarse en la
palabra de Dios. El propósito no es para deificarse a sí mismo o para identificarse con Dios, sino para
humillarse a sí mismo y glorificar a nuestro Dios.

A la luz de estas cruciales diferencias, los intentos del no-cristiano de iluminación espiritual son no sólo
absurdos e inefectivos, sino peligrosos y destructivos.

Un hombre joven buscó perfeccionar su intelecto y alcanzar poder espiritual a través de un estudioso
estilo de vida de ocultos estudios y meditación. En lugar de ganar lo que él deseaba, esto estropeó tanto
su mente que al tiempo tenía dificultades para ejecutar aun las funciones mentales regulares.

Pero entonces, soberanamente y repentinamente Dios lo convirtió, e internamente le incitó a leer a


través del Nuevo Testamento desde Mateo a Apocalipsis. Aunque él no podía entender todo lo que leía,
al tiempo en que terminó de leer Apocalipsis, su mente estaba completamente curada, e hizo mejor que
antes. Desde entonces, Dios ha continuado concediéndole mucho más sabiduría espiritual por medio de
su palabra.

El proceso no fue místico o espectacular, sino que obviamente fue más bien intelectual y ordinario, e
incluso fue por esta aparente práctica mundana que el verdadero poder espiritual fue finalmente
desatado en la vida de este hombre. El medio ordenado por Dios de la lectura de la Biblia proporciona la
ocasión para que el poder divino trabaje internamente, resultando en una gran liberación y verdadera
iluminación espiritual. El daño que había acumulado por muchos años a través de intensa participación
en lo oculto fue borrado en cosa de días por sólo “leer un libro”. Esto es verdadero poder espiritual.

La mayoría de los carismáticos y muchos evangélicos han cambiado el verdadero poder espiritual por
falso poder espiritual, y verdadera sabiduría por misticismo sin sentido. En lugar de manejar las armas
intelectuales inspiradas y energizadas por el “poder divino para derribar fortalezas” (2 Corintios 10:4),
ellos las han cambiado por prácticas místicas inspiradas y energizadas por su propia carne. La Escritura
enseña que las fortalezas que debemos demoler consisten de “argumentos” intelectuales (v. 5). Pero
algunos han equivocado completamente la naturaleza de este conflicto espiritual –que nosotros estamos
“para llevar cautivo todo pensamiento”- y de este modo ellos pierden su tiempo vociferando oraciones y
reprendiendo demonios en el cielo (9).

A la luz de la oración de Pablo, debemos examinar nuestras propias prioridades en la oración y en la


vida, ver si ellas son consistentes con el pensamiento del apóstol. ¿Cuáles son nuestras prioridades en la
oración? ¿En qué hacemos énfasis en nuestra vida? ¿Dónde invertimos nuestro dinero? ¿Cómo gastamos
nuestro tiempo?

Mucha gente está más interesada en la prosperidad, la salud, el confort, la popularidad, y títulos que
cimenten su orgullo. ¿Qué hacemos cuando oramos por nuestros amigos, parientes, y niños? ¿Nos
enfocamos principalmente en sus trabajos y prospectos, y que los niños puedan destacarse en sus
deportes? Pero mientras “los paganos corren detrás de todas estas cosas” (Mateo 6:32), nosotros como
creyentes debemos volver nuestra atención a las cosas de arriba. Como los animales y los infantes, los
no-cristianos primariamente reaccionan a y son conducidos por sus sentidas necesidades. Los cristianos,
por otro lado, deben primariamente reaccionar a y ser conducidos por los preceptos de Dios.
Cuando viene el progreso espiritual, ¿Cómo hacemos para orar? ¿Oramos por extraños sentimientos y
experiencias espectaculares? ¿Pedimos por místicos encuentros divinos? ¿Deseamos que nuestras
mentes trasciendan para siempre, en lugar de edificarlas por las enseñanzas de Cristo? Pablo ora por
sabiduría y entendimiento espiritual. Además, él espera que Dios responda tal oración en conjunción con
los medios divinamente ordenados, esto es, las enseñanzas de la Escritura. Así que él es diferente de
esos que, mientras oran por iluminación espiritual de Dios, piensan que ello vendrá aparte de los medios
que Dios mismo ha ordenado. En su lugar, ellos imaginan que después de orar por profundo
conocimiento espiritual, casi cualquier idea que se les ocurra debe ser correcta y bíblica. Esta es una
falsa concepción de charismata.

Nosotros debemos tener una actitud correcta hacia los medios de gracia, y un punto de vista correcto
respecto a la relación entre el poder divino y los instrumentos humanos, y el entendimiento que aun los
instrumentos humanos dependen del poder divino para funcionar. Es decir, aunque es verdad que Dios
ilumina las mentes de sus escogidos mientras los ministros humanos les predican, incluso estos
predicadores predican solamente porque han sido soberanamente enviados (Romanos 10:15). Por lo
tanto, nosotros no sólo oramos “abre mis ojos”, sino que oramos, “abre mis ojos para que pueda ver
cosas maravillosas en tu ley” (Salmo 119:18).

(9) Daniel 10 relata lo que sucedió en el mundo espiritual como resultado de su oración a Dios. No
enseña que oramos directamente contra demonios o ángeles para nada. Más bien, debemos orar
directamente a Dios, y confiar en él para hacer lo que sea necesario hacer. Entonces nosotros
participamos en el conflicto espiritual y libramos guerra contra Satanás principalmente por ocuparnos en
la predicación y argumentación intelectual contra las ideas demoníacas en otras personas. Y puesto que
nuestras armas divinas están fundadas en sabiduría espiritual, no estamos refiriéndonos a argumentar
contra las ideas no-cristianas con sabiduría no-cristiana. La naturaleza del conflicto espiritual no
consiste de argumentar contra, por ejemplo, ciencia secular con mejor ciencia secular; más bien, por
sabiduría y poder divinos, declaramos y demostramos la superioridad de la sabiduría divina sobre todo
el espectro de ideas seculares. Nos estamos refiriendo al triunfo de la teología cristiana sobre todas las
ideas no-cristianas, si el debate tiene que ver con ciencia, historia, política, ética, o cualquier otro tema.
En resumen, nuestra estrategia es una sabia aplicación de la revelación bíblica, hecha efectiva por el
poder divino.
La prioridad de Pablo es intelectual, pero bajo este interés general, hay varias doctrinas específicas que
él ahora desea que sus lectores entiendan. Así su prioridad es intelectual en general, y doctrinal en
particular. Tal como Dios nos concede no sólo potencial intelectual (v. 8) sino también nos revela
información real sobre “el misterio de su voluntad” (v. 9), Pablo ora para que sus lectores reciban no
sólo potencial intelectual (v.17) sino también real conocimiento acerca de doctrinas específicas. En
particular, él ora para que sus lectores “conozcan lo mejor”, que ellos conozcan “la esperanza a que él os
ha llamado”, “las riquezas de su gloriosa herencia en los santos”, y “su incomparable gran poder para
nosotros quienes creemos”. Resumiendo, Pablo ora para que ellos conozcan “su llamamiento”, su
“herencia”, y “su poder”.

Es popular hacer una perspicaz distinción entre “conocer a Dios” y “conocer acerca de Dios”. Sin
embargo, si hay una diferencia entre las dos del todo, debe haber al menos una relación concreta y
directa; de otro modo, sería posible para alguno afirmar significativamente, “Yo conozco a Dios muy
bien, pero no sé nada en absoluto acerca de él”, lo cual no tiene sentido. Tener una relación con alguien
necesariamente implica conocer acerca de esa persona, y conocer mejor a alguien necesariamente
implica ganar conocimiento adicional acerca de él. De otro modo sería posible afirmar
significativamente, “yo le conozco mucho mejor ahora, pero no se nada más acerca de él”, lo cual es un
sinsentido.

En nuestro pasaje, “conocerle mejor” parece ser un ruego general que Pablo hace más específico por lo
que sigue inmediatamente. Como explica Patzia, “los siguientes versículos revelan la dirección
espiritual de sus ruegos y como es ilustrada y desarrollada. Conocer a Dios es para “ser iluminado”
(1:18a); la iluminación conduce a un entendimiento de la esperanza a la que Dios ha llamado (1:18b),
las bendiciones de Dios (herencia, 1:18c), y poder de Dios (1:19), como es demostrado en la
resurrección de Cristo (1:20) y la exaltación (1:21-23)” (10).

Hoy hay mucha gente que claman que desean “conocer a Dios”, pero no están dispuestos a usar los
medios ordenados por Dios para llegar a conocerle, puesto que muchos de ellos están realmente
buscando sensaciones y experiencias en lugar de real conocimiento espiritual. Si una persona
verdaderamente desea conocer a Dios mejor, permítanle tomar una teología sistemática o un comentario
bíblico, y que lo lea con oración.

Conocer mejor a Dios involucra entender “la esperanza a la cual os ha llamado”, o “la esperanza de Su
llamamiento” (NASB). Ya que los cristianos son los únicos llamados por Dios, es apropiado para Pablo
hablar de la “esperanza de su llamamiento” (4:4) más adelante en la carta. Pero aquí parece que el
apóstol desea continuar su énfasis en que la salvación es totalmente iniciada y efectuada por Dios, y así
él habla de “Su llamamiento”. Es decir, aunque los cristianos sean los únicos llamados por Dios, Pablo
quiere dar importancia a que es Dios quien ha llamado a los cristianos.

La “esperanza” cristiana no es subjetiva –no es una sensación privada o una opinión personal acerca del
plan de Dios o del destino del cristiano. En lugar de eso, es una realidad y expectación objetiva fundada
en las promesas inmutables de Dios. Porque los gentiles estaban “separados de Cristo”, ellos también
estaban “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (2:12). Los no-cristianos hoy día están en la misma
condición que estos gentiles estuvieron antes de su conversión –hay gente desesperada y sin Dios,
viviendo vidas sin sentido e inútiles. Y cuando ellos mueren, su condición sólo llegará a ser mucho peor.

En contraste, Dios ha rescatado soberanamente estos lectores gentiles de su fútil existencia, y les ha
dado esperanza en Jesucristo. Pablo ora para que ellos entiendan lo que les ha sucedido, y aprendan el
contenido de la esperanza a la cual Dios les ha llamado. El contenido de su esperanza incluye todo lo
que el apóstol ya ha mencionado, y también lo que él continuará discutiendo en el resto de la carta.

Pablo ora para que sus lectores también conozcan “las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos”
(NASB). Él ha mencionado “nuestra herencia” en el versículo 14, que se parece al paralelo en
Colosenses 1:12, el cual dice que “el Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los
santos en luz”. Así que no hay duda de que los cristianos poseen una herencia de Dios. Así el contexto
puede sugerir que Pablo está también refiriéndose a la herencia de los creyentes en el versículo 18.

No obstante, algunos comentaristas insisten en que de acuerdo al griego, Pablo tiene en mente la
herencia de Dios. Tanto el amplio contexto de los temas y expresiones bíblicas como el contexto
limitado de esta carta permiten este entendimiento; es ciertamente correcto pensar del pueblo de Dios
como su posesión o herencia (v. 14b). La Escritura enseña ambas ideas –que los cristianos tienen una
herencia de Dios y que los cristianos son la herencia de Dios. Pablo debe probablemente tener en mente
lo último en el versículo 18, y si es así, él ora que “empiece a manifestarse en ellos a lo que Dios les ha
destinado con todos los santos una maravillosa herencia para él mismo” (11).

Después de orar para que sus lectores conozcan la esperanza a la que Dios los ha llamado y la gloria de
la herencia de Dios, Pablo ruega que ellos también conozcan “la supereminente grandeza de su poder”,
porque es este gran poder el que resguarda el llamamiento y asegura la herencia. La palabra traducida
“supereminente” (“incomparable” en NIV) es hyperballon, y “sugiere que la concepción de ella está
conectada a ser proyectada hacia otra esfera enteramente” (12). Así cuando precede a megethos
(“grandeza”), la combinación “muestra en un modo más enfático la grandeza del poder hacia los que
creen” (13). Denota una superabundancia de poder.

Como si esto no fuese suficiente, Pablo recalca su punto por medio de apilar un sinónimo sobre otro, y
escribe, “Ese poder [dynamis] es como el obrar [energeia] de su poderosa [kratos] fuerza [ischys]” (v.
19). Aunque el griego aquí es “altamente poético” (14), de modo que una paráfrasis en crudo inglés no
le hace justicia, Pablo está esencialmente orando para que sus lectores puedan conocer algo acerca del
poderoso obrar del poderoso poder de Dios. Él está estirando los límites de las expresiones humanas en
un intento de dar una adecuada descripción de la magnitud del poder de Dios (15).

(11) Turner, p. 1227.


(12) A. Skevington Wood, Ephesians (The Expositor’s Bible Commentary, Vol.11); Zondervan
Publishing House, 1978; p. 30.
(13) O’Brien, p.137.
(14) Patzia, p. 167.
Al considerar la sobresaliente grandeza del poder de Dios, Pablo no se está refiriendo sólo a su poder
potencial, sino más bien a su poder demostrado. Él no está hablando sólo del poder que Dios podría
ejercer, sino del poder que Dios ha ejercido. Él escribe, “ese poder es como la operación de su poderoso
poder, el cual él ejerció en Cristo” (v. 20).

Indudablemente tan grande poder no puede ser desatado con gran efecto. Específicamente, ¿Qué hace
Dios con su poder? ¿Cómo él lo demuestra? Pablo explica que este poder fue ejercido en Cristo cuando
Dios “le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra”. En otras palabras, este poder fue librado y
demostrado en la resurrección y exaltación de Jesucristo.

Para ser breve, no gastaremos el tiempo considerando la resurrección de Cristo por sí mismo, excepto
mencionar que su resurrección garantiza la futura resurrección de todos aquellos que confían en él (1
Corintios 6:14, 15:23). No obstante, aun este hecho es correctamente entendido sólo cuando es
considerado en conexión con la exaltación de Cristo a la diestra de Dios, es decir, al más alto lugar de
autoridad. De esta manera, Cristo cumple la profecía mesiánica del Salmo 110.

En la exaltación de Cristo, Dios le ha colocado “por sobre todo principado y autoridad, poder y dominio,
y todo título que pueda ser dado, no sólo en la era presente sino también en la porvenir” (v. 21). Algunos
comentaristas observan que los lectores de Pablo residen en una región donde la idolatría, el ocultismo,
y diferentes supersticiones existen abundantemente (Hechos 19:17-19, 24-28), y ellos sugieren que el
apóstol está posiblemente interesado en mostrar que “ninguno de los poderes ante los que se inclinan
temerosos pueden compararse con Jesús” (v.16). Aunque nuestra lucha es “contra los poderes de este
mundo tenebroso y contra las fuerzas espirituales del mal en las regiones celestiales” (6:12), Cristo ha
sido exaltado por sobre todos ellos, y Dios nos ha equipado completamente para permanecer firmes
(6:13-17) (17).

Pablo desea dejar muy en claro que no hay excepción sino que Cristo está sobre “todo principado y
autoridad, poder y dominio, y todo título que pueda ser dado, no sólo en el presente siglo sino también
en la era venidera”. El asunto no es quién, que, o cuando estas entidades son, sino que Pablo dice “Dios
colocó todas las cosas bajo sus pies y lo designó para ser cabeza sobre todas las cosas” (v. 22). Cristo
gobierna con Dios sobre su diestra, y no hay nada sobre él o igual a él. La autoridad de Cristo hace
segura nuestra protección y victoria, porque es “por la iglesia” (v. 22) que Dios le ha así exaltado, de
modo que la autoridad final de Cristo beneficia y empodera directamente al pueblo de Dios.

(15) Yo digo expresiones humanas ordinarias (como en nuestro hablar de todos los días) porque,
estrictamente hablando, aún el “mero lenguaje humano” es adecuado para expresar cualquier
pensamiento, si no por otro medio que usar “X” para denotar la idea.
(16) Turner, p. 1228.
(17) Clinton Arnold, Power and Magic: The Concept of Power in Ephesians; p. 52-56.
Algunos tienden a pensar que esta revelación bíblica del poder de Dios y la exaltación de Cristo es
menos relevante (o incluso totalmente irrelevante) para la iglesia hoy que cuando Pablo escribió esta
carta. Seguramente no hay espacio para consideraciones serias de “los poderes de este mundo
tenebroso” y “las fuerzas espirituales del mal en los lugares celestiales” en esta moderna era científica.
Pero esto no es así. Además del hecho que la ciencia misma es irracional (18) y supersticiosa (19),
nuestra presente lucha es todavía contra “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera
en los hijos de desobediencia” (2:2).

La mayoría de la población del mundo es mugientemente idólatra y supersticiosa, y la mayor parte del
resto (incluyendo la comunidad científica) no es esencialmente mejor, sino sólo más sofisticada en su
idolatría y más científica en sus supersticiones. La adivinación y aún la necromancia son tan populares
como siempre entre los occidentales; la principal diferencia parece ser que ellos han agregado religiones
y supersticiones orientales a su repertorio.

Aún algunos cristianos profesantes afirman que sus vidas pueden ser gobernadas por los planetas y otras
fuerzas naturales, cuando la Escritura explícitamente condena creer tales cosas. Y algunos de estos así-
llamados creyentes cuando piensan que sí pueden reacomodar sus muebles según el manual del Feng-
Shui, entonces salud y fortuna vendrán fácilmente a su vida.

Ahora, los científicos formales pueden mofarse de las disciplinas de la parasicología e investigación
paranormal como pseudociencias, pero ellos aún tienen que establecer sus propias disciplinas de
ciencias naturales sobre bases racionales por una defendible filosofía de la ciencia. El método científico
aun no puede decirme por qué mi pincel gotea sobre el piso cuando lo suelto, aún menos puede refutar el
Feng Shui.

Por el contrario, las doctrinas bíblicas de la soberanía de Dios, la predestinación de los hombres, y la
exaltación de Cristo constituye la respuesta definitiva para todas las idolatrías y supersticiones. Porque
Dios es soberano sobre todas las cosas, porque él ha predestinado a todos los hombres (ya sea para
salvación o para destrucción), y porque él ha exaltado a Cristo sobre todos los poderes, nosotros
permanecemos sobre una fundación racional e infalible cuando nos burlamos de las idolatrías y
supersticiones, condenamos a todas las religiones y filosofías no-cristianas, y refutamos el método
científico.

Los misioneros predicando en la jungla no tienen razón para temer a los médicos brujos, y el creyente
viviendo en la ciudad no tiene razón para temer que su ventana está enfrentando la dirección
equivocada. Del mismo modo, el estudiante de secundaria como el universitario no tiene razón para
pensar que el método irracional y supersticioso de su profesor pueda enseñar alguna verdad, deja solo
refutar su fe (20). El convertido de una cultura que se inclina a adorar a sus ancestros es ahora libre de (y
obligado a) abandonar esa blasfema y prohibida práctica. Sea que estemos hablando de antiguas
idolatrías o modernas supersticiones, misticismo panteísta o ciencia ateísta, son todas irracionales y sin
sentido. Por lo tanto, “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).

(18) Vincent Cheung, Ultimate Questions and Presuppositional Confrontations.


(19) Bertrand Russell, Sceptical Essays, “Is Science Superstitius?”
(20) Gordon H. Clark, The Philosophy of Science and Belief in God; The Trinity Foundation, 1996.
En efecto, la cosmovisión bíblica no responde solo a supersticiones “adultas”, sino que también
proporciona una respuesta directa al temor de los niños de fantasmas y monstruos. Los no-cristianos
pueden simplemente decirle a sus niños que no hay tales cosas como fantasmas y monstruos, pero
¿Cómo hacen ellos para saber esto? Sobre la base del empirismo, sería imposible confortar a un niño
que piensa que ha visto un monstruo, es decir, a menos que él sea tan irracional como el empírico
cuando viene a la epistemología, y así inconsistentemente aplica la teoría empírica. Quizás el empírico
debería parar de decirle a su hijo, “cree solamente en lo que tú puedas ver y sentir” y en lugar de eso
decirle, “cree solamente en lo que yo te digo que puedo ver y sentir”

Por otro lado, los padres cristianos pueden decirles a sus niños que aún si hay cosas como fantasmas y
monstruos, Cristo está por sobre todos ellos, y él protegerá y vindicará a aquellos que confían en él. Por
supuesto, podemos ( y deberíamos) enseñar a nuestros niños un curso breve de demonología bíblica para
disipar falsas ideas acerca de lo sobrenatural, pero aún antes de hacer eso, la soberanía de Dios y la
exaltación de Cristo ya nos proporcionan una amplia y directa respuesta a todas las cosas concerniente a
los “poderes”.

Asó nosotros no actuamos como teólogos cuando necesitamos información doctrinal y luego cambiamos
para actuar como místicos cuando necesitamos del poder divino. Una teología que es bíblica es también
una teología que es poderosa. Así Pablo está, en efecto, orando para que sus lectores puedan llegar a ser
mejores teólogos, no grandes místicos y carismáticos. Para que la iglesia tenga el poder de Dios para
esta generación, se necesita un sano y correcto entendimiento de la soberanía de Dios, la predestinación
de los hombres, y la exaltación de Cristo.

Pablo escribe que Dios hizo a Cristo cabeza sobre todas las cosas “a la iglesia”, y la relación entre Cristo
y la iglesia es representada por decir que la iglesia “es su cuerpo” (v. 23). Esta es una metáfora
poderosa, rica en significado y estímulo para los creyentes; sin embargo, alguna gente la ha dado vuelta
al revés y llegado a una interpretación que es precisamente lo opuesto a la intención de Pablo.

Por ejemplo, William Barclay escribe, “Decir que la Iglesia es el Cuerpo significa que Jesús tiene
continuidad en nosotros” (21). ¿Realmente? ¿Por qué? Hasta ahora la carta ha dejado claro que somos
nosotros los que contamos con él. Algunos carismáticos enseñan que Cristo en su presente condición
(exaltado) no puede ejercer autoridad sobre los poderes demoníacos, porque él no está presente en la
tierra con un cuerpo físico, y ha delegado toda su autoridad sobre los asuntos espirituales de la tierra a la
iglesia, es decir, los creyentes (22). Esta enseñanza es nada menos que una blasfemia.

Así una metáfora que intenta ilustrar nuestra dependencia de Cristo y nuestra unidad en él ha sido
distorsionada para retratar a Cristo como indefenso e impotente, esperando que nosotros siguiéramos sus
direcciones, o como algunos de ellos enseñan, que nosotros “le concederíamos a él permiso” para actuar
sobre la tierra, quizás a través de nuestra oraciones y acciones.

(21) Barclay, p. 94.


(22) Kenneth E. Hagin, The Believer’s Authority; Faith Library Publications.
Por supuesto las metáforas son limitadas, y cuando se toman fuera de contexto, ellas pueden ser
distorsionadas. En este caso, no es del todo difícil evitar brincar hacia conclusiones heréticas. Hasta
aquí, Pablo ha mencionado como Dios ha predeterminado para recapitular todas las cosas en Cristo, y
para unir a los judíos elegidos y a los gentiles elegidos “en Cristo”. Es muy natural decir que este
“cuerpo” de creyentes están ahora unidos bajo una “cabeza”, la cual es Cristo.

Cuando observamos el cuerpo físico, un dedo no tiene directa e inherente relación con otro dedo, y el
codo no tiene directa e inherente relación con la rodilla, pero todos estos están unidos por y bajo una
“cabeza”. Del mismo modo, gente de varias culturas y trasfondos pueden parecer que tienen poco en
común, y en un comienzo aun pueden ser hostiles unos con otros; sin embargo, ellos han llegado a ser
uno en Cristo. Esto debe ser al menos parte de lo que Pablo quiere decir por la metáfora, puesto que él
más adelante escribe en esta carta:

“Porque él mismo es nuestra paz, quien ha hecho de los dos uno y ha destruido la barrera, la muralla
divisoria de hostilidad, por abolir en su carne la ley con sus mandamientos y regulaciones. Su propósito
era crear en sí mismo un nuevo hombre de los dos, haciendo así la paz, y en este único cuerpo
reconciliar a ambos con Dios por medio de la cruz, por la cual él mató las enemistades” (Efesios 2:14-
16).

Así por observar el contexto, hemos derivado a una conclusión mucho más sensible y teológicamente
rica (23).

Pero parece que Pablo pretende comunicar aún más por medio de la metáfora. Más adelante en la carta,
cuando él lo menciona de nuevo, lo aplica a la relación entre un marido y su esposa. Él escribe,
“Esposas, sométanse a sus maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la esposa como Cristo
es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia se somete a
Cristo, así también las esposas deben someterse a sus maridos en todo” (5:22-24).

Al decir que el marido es la cabeza de la esposa, Pablo ciertamente no quiere decir que el marido es
“continuado en” la esposa. Ni está diciendo que la esposa debe “concederle permiso” antes de que el
marido pueda hacer algo en la casa. El pretende decir precisamente lo opuesto. Al aplicar la metáfora
“cabeza-cuerpo” a la relación matrimonial, Pablo está diciendo que “las esposas deben someterse a sus
maridos en todo”. Y esto es lo que él quiere decir cuando dice que la iglesia es el cuerpo de Cristo –no
que Cristo está “continuado en nosotros”, sino que él esta reinando sobre nosotros. Para que la iglesia
sea el cuerpo de Cristo “la iglesia debe estar sometida a Cristo” (24).

(23) Una implicación es que quien se ha unido a otra “cabeza”, tal como Mahoma, está completamente
fuera de Cristo y el cuerpo del pueblo de Dios; él es cortado de Dios, y condenado al tormento eterno en
el infierno. Dios ha unido a su pueblo bajo una cabeza, por lo tanto, “En ningún otro hay salvación;
porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos
4:12). En vez de estar desconcertados por esta enseñanza, los cristianos deben regocijarse y gloriarse en
ella.
(24) La metáfora transmite otra valiosa lección acerca de nuestra relación con Cristo. Por ejemplo, que
Cristo es la cabeza implica que él sostiene y cuida a los creyentes, y causa el crecimiento de la iglesia
(Efesios 4:16; Colosenses 2:19). Ver O’Brien, p. 148.
Dicho eso, como su cuerpo, la iglesia ciertamente funciona como una expresión de Cristo en la tierra (v.
23), sólo que nosotros no podemos decir que él está imposibilitado sin nosotros. Como Cristo mismo
enseña, “Yo soy la vid, vosotros sois los pámpanos. Si un hombre permanece en mí y yo en él, él llevará
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). En contraste, la herejía
mencionada anteriormente enseña que “sin nosotros, él no puede hacer nada”, lo cual es blasfemia.

La porción final del versículo 23 presenta varias dificultades, las cuales no trataremos aquí. Por ahora, el
resumen de O’Brian es suficientemente apropiado:

“Al hablar de la iglesia como “cuerpo” y “plenitud” de Cristo, él enfáticamente subraya su importancia
con el propósito de Dios. Su glorioso lugar en el plan divino, sin embargo, no proporciona fundamento
para la jactancia, arrogancia, o la ostentación de una “aire superior”, porque la iglesia es totalmente
dependiente de Cristo. En sí misma, ella es nada. Su posición privilegiada viene de su relación con el
Único quien como cabeza graciosamente la llena con su presencia”.

El plan predeterminado de Dios para salvar a su pueblo no está basado en pensamiento ansioso, sino que
es su superabundante poder lo que causa que suceda y llegue a su culminación. Según lo extenso que
nosotros físicamente prediquemos acerca de la superabundante grandeza de su poder, combatiremos
efectivamente la incredulidad secular y la teología liberal (Mateo 22:29), y según el grado que nosotros
comprendamos intelectualmente la superabundante grandeza de su poder que él ha ejercido en la
redención para nuestro beneficio, nuestra propia fe llegará a ser firme y constante (1 Corintios 15:58,
NASB).

Dios ha sido extremadamente generoso con su poder para el beneficio de su pueblo, y él ha hecho más
que suficiente para vencer a todas las fuerzas hostiles. Por lo tanto, no hay razón para que los creyentes
se encojan en temor y derrota ante la oposición, ya sea que hablemos de objeciones de los incrédulos o
persecuciones desde los gobiernos. La iglesia no fallará en su misión, porque Cristo ya está sobre el
trono. “Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los
comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis”
(Números 14:9).

EFESIOS 2: 1-10

Efesios 2:1-10 continúa 1:15-23 y también prepara para lo que sigue. Después de examinar el poder
divino que ha sido demostrado en la resurrección y exaltación de Cristo, Pablo ahora aplica la realidad
del poder de Dios específicamente a los creyentes.

Primero Pablo define la condición original de los convertidos, de modo que los lectores pueden entender
el contexto en el cual Dios ejercita su poder en sus vidas. Para esto, Pablo selecciona la metáfora de la
muerte para describir su pasada condición espiritual, y escribe, “vosotros estabais muertos”. Este es
lenguaje metafórico en el sentido de que él no se está refiriendo a la muerte física, sino a la muerte
espiritual, significando que ellos estaban muertos “en sus transgresiones y pecados”.

Él no está hablando sólo de los endurecidos criminales violentos o los adoradores fanáticos de los
ídolos, sino que él tiene en mente a todos aquellos que “siguen la corriente de este mundo”. Cuando es
usado en el sentido espiritual y moral, el “mundo” designa la esfera de vida e influencia que está fuera
de la iglesia, y ajeno de los preceptos y promesas de Dios. Desde esta perspectiva, la Escritura reconoce
sólo dos grupos de personas –los cristianos y los no-cristianos, los creyentes y los incrédulos, o la iglesia
y el mundo. Una persona pertenece o un grupo o a otro; no hay una tercera categoría, y no hay un
territorio neutral.

Muchos incrédulos como para considerarse a sí mismos pensadores independientes; declaran que están
libres de dogmas religiosos y asunciones populares –ellos piensan por sí mismos. Por supuesto, si esto
es verdad, entonces ellos deberían independientemente investigar la naturaleza de la realidad. En lugar
de creer ciegamente lo que afirman sus científicos y profesores acerca de la física, la biología, la
política, y cualquier otro tema, ellos deberían directamente examinar la “evidencia” por sí mismos; por
otra parte, no hay garantía para ellos afirmar teorías concernientes a los átomos, la evolución, y así en
adelante.

La verdad es que ellos no son pensadores independientes – de hecho, ellos son difícilmente pensadores
en absoluto; más bien, ellos son meramente seguidores de “la corriente de este mundo”, siendo llevados
adelante por las últimos apariciones en ciencia y filosofía. Cuando sus teorías no están más de moda,
entonces ellos cambiarán sus mentes en el nombre del “progreso”. Por supuesto, esto significa que lo
que ellos ahora afirman es temporal y despreciable.

No sólo es estupidez seguir la corriente de este mundo, sino que también es diabólico, porque el
pensamiento mundano es modelado y controlado por “el príncipe de la potestad del aire”. Con esta
expresión, el apóstol se está refiriendo a “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.
Aquellos que siguen la corriente de este mundo están por lo tanto en abierta rebelión contra Dios. Como
escribe Santiago, “Cualquiera que escoge ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios”
(Santiago 4:4).

Al hacer una distinción entre “vosotros” y “nosotros” (v. 1, 3), Pablo de nuevo distingue entre gentiles y
judíos, pero como antes, él hace esto sólo para enfatizar el modo a través del cual los dos grupos han
sido reconciliados. Retornaremos a esto nuevamente al tratar 2:11, pero ahora, debemos notar el énfasis
actual de Pablo, principalmente, que los judíos no-cristianos estaban en la misma condición de
depravación espiritual que los gentiles no-cristianos.

Pablo describe la depravación de los judíos no cristianos desde un ángulo diferente. Mientras él se
centra en las influencias externas y demoníacas cuando describe a los gentiles, tal como el mundo y el
diablo, él enfatiza los factores internos cuando describe a los judíos. Así el escribe que los judíos no-
cristianos estaban “siguiendo los deseos y pensamientos” y “gratificando los deseos” de su “naturaleza
pecaminosa”.

Por supuesto, esto no quiere decir que los judíos no tenían malas influencias externas, pero debido a que
ellos tenían la ley de Dios, estas influencias eran quizás comparativamente débiles, mientras que los
gentiles estaban relativamente poco restringidos cuando se entregaban a religiones demoníacas,
prácticas ocultas, y filosofías paganas.

Así como los judíos no-cristianos también sometidos a influencias externas mundanas y demoníacas, los
gentiles no-cristianos también tenían una naturaleza interna pecaminosa. Pablo deja esto en claro cuando
dice, “Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. Los judíos no-cristianos y los
gentiles no-cristianos tienen la misma naturaleza pecaminosa. Por lo tanto, Pablo escribe, “¿Qué pues?
¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles,
que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9).

Resumiendo lo que Pablo enseña acerca de la condición espiritual de los no-cristianos. Aunque el
incrédulo afirma ser básicamente libre y bueno, de hecho, es un esclavo y un seguidor del pecado.
Específicamente, nuestro pasaje establece que él pecaminosamente sigue la carne (v. 3), el mundo, y al
diablo (v. 2). Él esta caracterizado por la desobediencia (v. 2), las transgresiones, y los pecados (v. 1).
La totalidad de esto suma un estado de muerte espiritual, lo que implica inhabilidad y pasividad
espiritual.

Pablo no está refiriéndose sólo a lo que usualmente consideramos como los peores y los más violentos
criminales, ni es tal depravación espiritual limitada a gentes de ciertas razas, culturas, y trasfondos; más
bien, él dice que “todos nosotros” y “el resto” caen bajo esta descripción, significando que toda la
humanidad está espiritualmente muerta en sus transgresiones y pecados. Y sería errado asumir que una
persona llega a ser un pecador sólo después que él personalmente cometió su primer pecado, ya que todo
nosotros somos “por naturaleza objetos de ira”. Por lo tanto, nadie puede decir que no está
espiritualmente muerto porque no es realmente pecaminoso, puesto que él es por naturaleza
pecaminoso, y objeto de la ira divina, y desde esta naturaleza depravada fluyen una multitud de pecados.

Quien es un no-cristiano sigue a la carne, al mundo, y al diablo, y quien sigue a la carne, al mundo, y al
diablo está también espiritualmente “muerto”. Por lo tanto, la Escritura concluye que todos los no-
cristianos están espiritualmente muertos. Si esta metáfora para la condición espiritual de los incrédulos
es totalmente significativa –si ella es exacto reflejo de la muerte física- entonces, necesariamente
significa que quien está espiritualmente muerto está también espiritualmente incapacitado (25). La
muerte espiritual necesariamente implica total inhabilidad y pasividad espiritual. En otras palabras, un
no-cristiano, estando espiritualmente muerto, no puede hacer nada para contribuir o aun moverse hacia
su propia salvación. Él debe esperar por un poder externo que haga algo en él, así que la salvación es
una obra divina que es hecha al hombre, no por el hombre o con el hombre (26).

Pablo nos ha dado un cuadro extremadamente negativo de la condición espiritual del hombre. En efecto,
él ha hecho lo imposible para que el hombre haga algo para mejorar o cambiar su situación. Sin
embargo, Pablo no nos deja aquí, sino que él dice que Dios ha hecho algo por nosotros, esto es, él
escogió a algunos. Y él dice que Dios lo hizo debido a su “misericordia” y “amor”. Por otra parte, Pablo
afirma que la misericordia y el amor Dios son dados soberanamente, significando que Dios los da a
cualquiera que él quiera sin consideración de las condiciones de los objetos de su misericordia y amor
(Romanos 9:13,15).

Esto significa que Dios muestra su misericordia y amor a una persona no porque esa persona está
deseosa de recibirle; más bien, el hecho de que la persona está deseosa de recibirle es porque la
misericordia y el amor de Dios, produjeron esta buena disposición en la persona. Pablo explica, “Pero el
hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios; porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14, NASB). En otras palabras, una
persona muerta espiritualmente no puede decidir recibir a Dios; una persona recibe a Dios porque Dios
primero le ha dado vida espiritualmente.

Así nuestro pasaje afirma que debido a su misericordia y amor hacia el elegido, él “nos ha dado vida con
Cristo”. En el mismo versículo, Pablo nos recuerda que Dios nos dio vida porque estábamos “muertos
en transgresiones” –la resurrección espiritual es la única solución para la muerte espiritual (27). El
apóstol permanece consistente con su metáfora. Al decir que estábamos espiritualmente “muertos”, él
piensa precisamente en el tipo de “pérdida de vida” que requiere una resurrección. Por lo tanto, cuando
él dice “muerto”, él quiere decir “muerto”, y no mera debilidad o enfermedad. No había una solución
superficial; realmente se requiere una resurrección espiritual para salvarnos de nuestro estado de pecado.

Esto se une con lo que ya hemos afirmado acerca de la soberanía de Dios en la salvación, tal como la
doctrina bíblica de la elección incondicional. Ahora trataremos con la doctrina bíblica de la regeneración
–debido a que el hombre está espiritualmente muerto, él debe ser espiritualmente resucitado. Por otra
parte, esta resurrección espiritual ocurre sólo debido a la soberana decisión y poder de Dios, sin ninguna
decisión o cooperación del hombre –un hombre muerto no puede decidir o cooperar. Como escribe
Loraine Boettner:

(25) James White, The Sovereign Grace of God; Reformation Press, 2003; p. 56-59.
(26) Los teólogos llaman a este punto de vista bíblico “monergismo”, en el cual la salvación es
totalmente un don y una obra de Dios. El punto de vista no-bíblico y herético es llamado “sinergismo”,
en el cual el hombre debe al menos libremente cooperar para que Dios le salve. Pero el punto de vista
bíblico rechaza que alguna “cooperación” desde el hombre sea en sí misma un don y una obra de Dios.
(27) Si un hombre está verdaderamente muerto, entonces la rehabilitación es imposible e inútil,
especialmente la rehabilitación por medio de otros hombres “muertos”, usando teorías y métodos
producidos por sus mentes “muertas”. La verdadera sabiduría y santidad no puede permanecer sobre una
fundación corrupta.
“Los pecadores son comparados con hombres muertos, o incluso a huesos secos en su total incapacidad.
En esto ellos son totalmente semejantes. La elección de algunos para vida eterna es tan soberana como si
Cristo fuera a pasar a través de un cementerio y convida a uno aquí y a otro allí para venir adelante, la
razón para restaurar a algunos a la vida y dejar a otros en su sepulcro podría encontrarse sólo en Su
beneplácito, y no en la muerte misma (28).

Jesús también enseñó la necesidad de la regeneración. Él dijo, “De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere se nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Y él también enseñó que esta es una
obra soberana de Dios: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene,
ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). La regeneración, o el nuevo
nacimiento, es algo que Dios controla – no es algo que tu controlas o decides. Así que contrario a la
opinión popular, la Escritura nunca enseña que tú eres regenerado por fe; más bien, enseña que tú eres
justificado por fe, y que tú tienes fe porque eres regenerado. Es decir, primero Dios te regenera
soberanamente, luego produce fe en ti, y por medio de esta fe, él te justifica.

El final del versículo 5 explica lo que esta enseñanza realmente significa que “es por gracia que sois
salvos”. En otras palabras, lo que hemos dicho antes se resume al decir que somos salvos por la gracia
de Dios. Decir que éramos en nosotros mismos impotentes para mejorar, para cambiar, para agradar a
Dios, o incluso para cooperar con Dios, no es una enseñanza extraña o extrema; esto es lo que
precisamente la Escritura quiere decir cuando enseña que la salvación es por gracia. Además, esto
necesariamente implica que negar esta enseñanza es negar que seamos salvos por la gracia de Dios. Por
lo tanto, el Arminianismo (que tenemos libre voluntad, que la fe precede a la regeneración (29), que la
salvación es sinergística (30), y así en adelante) es inconsistente aun con la doctrina evangélica general
(31) –sus adherentes deben o contradecirse a si mismos sobre múltiples punto de teología, o como varios
de ellos han hecho, abrazan conceptos religiosos paganos mientras retienen los rótulos bíblicos.

(28) Loraine Boettner, The Reformed Doctrine of Predestination; Presbyterian and Reformed Publishing
Company, 1932; p. 71.
(29) Los arminianos usualmente creen que la fe viene antes que la regeneración, o que Dios regenera a
una persona porque esa persona tiene fe en el evangelio. Sin embargo, la Escritura enseña que antes de
la regeneración una persona está espiritualmente muerta, y por lo tanto no puede tener fe; la
regeneración, más bien, precede y produce la fe. Nosotros tenemos fe porque primero Dios
soberanamente nos ha regenerado.
(30) Esta es la idea de que un hombre inconverso puede (y debe) cooperar con Dios aún en las etapas
iniciales de su salvación. Pero nuevamente, ya que un hombre inconverso está espiritualmente muerto,
él no puede y no quiere cooperar. Por el contrario, él es obstinada y consistentemente hostil hacia Dios y
las cosas de Dios.
(31) “Sólo aquellos puntos de vista que adjudican a Dios todo el poder en la salvación de los pecadores
son consistentemente evangélicos” (Boettner, p. 173).
Pablo declara que Dios “nos dio vida con Cristo”, estableciendo así la relación entre la resurrección de
Cristo y nuestra resurrección espiritual (como también nuestra futura resurrección física) (32). Nuestro
pasaje previo enseña que Dios resucitó a Cristo desde la muerte por su gran poder, y ahora Pablo indica
que debido a que Cristo es la cabeza federal de los elegidos, esto significa que los cristianos han sido
resucitados juntamente con él. El mismo poder divino que fue ejercido en la resurrección de Cristo ha
efectuado nuestra resurrección espiritual, y efectuará nuestra futura resurrección física. Que Dios
resucitó a su pueblo “con Cristo” también significa que todos quienes no estaban en Cristo no fueron
resucitados con él, y permanecerán para siempre en la muerte espiritual, en esta era y la era venidera.

Cuando Dios “nos resucitó con Cristo”, él no sólo nos dio vida simplemente, sino que también “nos
sentó con él en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (v. 6). Él hizo esto “para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia, expresada en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús” (v. 7).

El significado de “en los siglos venideros” parece diferir de “en el (siglo) por venir” en 1:21. Mientras
que Pablo está haciendo la típica distinción entre la dos-eras (siglos) en 1:21 (“no sólo en este presente
siglo sino también en el por venir”), aquí él está probablemente refiriéndose a todos los siglos que
vienen en el tiempo relacionado a la escritura de esta carta, pero probablemente también incluya “la era
por venir”.

En otras palabras, los elegidos de Dios ya están sentados con Cristo así que él puede demostrar su gracia
y bondad para nosotros, no sólo en la era por venir, sino también a través de estos siglos en los cuales la
iglesia exista y trabaje en la tierra. Tal como Dios ha demostrado “la superabundante grandeza de Su
poder” (1:19, NASB) en la resurrección y exaltación de Cristo, él ahora demuestra “la superabundante
riqueza de Su gracia” (2:7, NASB) en levantar y sentar a los cristianos con Cristo.

Cristo ha sido exaltado por sobre todos los “poderes”, y Pablo dice que Dios ya “nos ha sentado con él”.
Debido a que nosotros estamos en Cristo, ahora gozamos de protección de y victoria sobre todos los
poderes malignos. No hay necesidad de apaciguar los dioses y las fuerzas de las religiones y
supersticiones paganas. Además, esta enseñanza también contradice muchas supersticiones y herejías
que son distorsiones del cristianismo.

Por ejemplo, es total estupidez decir que necesitamos apelar a los santos, ángeles, y María para
ayudarnos en la intercesión, o para funcionar como mediadores en algún sentido. Nosotros ya estamos
sentados con Cristo -¿Cuánto más cerca de Dios necesitamos estar? Como Pablo escribe más adelante
en esta misma carta, “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo
Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). Nosotros tenemos acceso a través de Cristo ahora; nada más es
necesario. Enseñar que alguna otra persona u otro ser distinto que Cristo puede o debe funcionar como
una especie de mediador entre Dios y el hombre, o entre Cristo y el hombre, es blasfemia y herejía.
Aunque hay muchas más razones, al menos debido a este punto, el catolicismo no es cristianismo, y los
católicos no son cristianos.

(32) La Escritura enseña que nuestra resurrección física está basada en y modelada después por la
resurrección física de Cristo. En efecto, debido a que Cristo es la cabeza federal de los elegidos, su
resurrección física garantiza nuestra futura resurrección física. Sin embargo, ya que este no es el énfasis
de Pablo en este pasaje, no discutiremos nada más que esto.
Luego, en los versículos 8-10, Pablo declara la implicación teológica y resume lo que ha dicho en los
versículos 1-7. Él escribe:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas”.

En resumen, Pablo dice que el poder y la gracia de Dios efectuaron nuestra justificación y santificación,
y porque la justificación “no es por obras” e incluso las obras de nuestra santificación han sido
“preparadas de antemano”, la conclusión es que “nadie puede gloriarse” acerca de alguna parte de
nuestra salvación.

Los comentaristas están en desacuerdo en cuanto a que si las palabras “y esto no de vosotros, pues es
don de Dios” se están refiriendo a la “fe”, o alguna otra cosa también, tal como la idea de la salvación
total por gracia. El desacuerdo surge porque mientras “esto” en el griego es neutro, “fe” es femenino, y
algunos afirman que el pronombre neutro no puede referirse a un nombre femenino.

Esta discusión es importante al menos porque algunos arminianos toman ventaja del desacuerdo para
sostener que la fe no es algo dado soberanamente por Dios, sino que es algo que nosotros decidimos
tener por nuestra propia libre voluntad. Sin embargo, este versículo no ayuda al arminianismo por al
menos las siguientes razones.

Primero, Yo he argumentado anteriormente en este comentario y en otros libros que la fe bíblica no es


algo por lo cual nosotros obtenemos salvación desde Dios, sino que es el medio por el cual Dios nos
aplica la salvación. Además, la Escritura explícitamente testifica que es algo que Dios soberanamente
nos da, y no algo que nosotros producimos en nuestras mentes por nuestra propia voluntad, con la libre
voluntad que es algo que no tenemos en absoluto.

Segundo, es errado pensar que un pronombre neutro nunca puede referirse a un nombre femenino en el
griego. Pero aun si “esto” no se refiera estrictamente a la “fe” en este caso, sino más bien se refiera a la
idea total de la salvación por gracia, no se excluye la fe –ello simplemente se refiere a algo más que,
pero incluyendo, la fe. Además, aun si las palabras “esto no de vosotros mismos” no tienen directa
referencia a la “fe”, no podemos ir más allá de lo que el versículo dice e imponer sobre la palabra “fe” lo
que el versículo no dice. Esto es, el versículo nunca dice, “esta fe es de vosotros mismos, ella no es un
don de Dios”.

Tercero, otro argumento gramatical, hay razón para creer que “esto” se refiera a la “fe” en el versículo 8.
Nuevamente, el versículo dice, “es por gracia que ustedes han sido salvados, por medio de la fe –y esto
no de vosotros mismos, ello es don de Dios”. Puesto que la divina “gracia” en la salvación es por
definición algo que Dios da y ejerce, y no es algo producido o ejercido por nosotros, parecería
redundante e innecesario decir que la “gracia” es “no de vosotros mismos”.

Por otro lado, puesto que la fe es algo que sucede en nuestras mentes en vez de la mente de Dios, es muy
fácil comprenderla mal como un producto de nuestra propia voluntad y poder, pensando que tenemos fe
porque nosotros decidimos creer por nuestra propia “libre voluntad”. Puesto que el hombre pecaminoso
tiende a pensar que la fe es un producto de su propia voluntad, pero ya que la fe es en efecto un don de
Dios, entonces tiene sentido para el apóstol aclararlo aquí, de modo que no pensemos erradamente que
la gracia viene de Dios (lo cual es verdad por definición), pero que la fe viene de nosotros.

Cuarto, incluso si ignoramos totalmente el griego y todas las otras partes de la Escritura, el contexto
inmediato de los versículos (2: 1-10) prohíbe la idea de que el hombre tiene algún rol positivo en su
propia salvación.

Los versículos 1-3 describen nuestra depravación espiritual antes de la conversión, diciendo que
nosotros estábamos muertos en transgresiones y pecados, que seguíamos a la carne, al mundo, y al
diablo. Luego los versículos 4-7 enseñan que es por la iniciativa de Dios –su amor, gracia, y bondad-
que él nos ha resucitado y sentado con Cristo. Vemos expresiones como, “su gran amor por nosotros”,
“Dios… es rico en misericordia”, “(Dios) nos dio vida con Cristo”, “Dios nos resucitó con Cristo”,
“(Dios) nos sentó con él”, “que… él para mostrar… su gracia”, “… expresada en su bondad para
nosotros”, etc. Los versículos 8-10 continúan lo anterior y están claramente diseñados para atribuir todo
el poder e iniciativa a Dios en nuestra salvación. Estos versículos incluyen expresiones como, “por
gracia ustedes han sido salvados”, “esto no es de vosotros mismos”, “ello es don de Dios”, “no por
obras”, “así que nadie puede gloriarse”, “nosotros somos obra de Dios”, “creados en Cristo Jesús para
hacer buenas obras”, “las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Todo el pasaje enfatiza nuestra depravación e inhabilidad, y luego la gracia de Dios y la obra de Dios –
que éramos totalmente pecaminosos e impotentes, y que cada bien espiritual producido en nosotros
viene de la soberana gracia y poder de Dios. Así que ¿cómo hacemos para obtener una fe que viene
desde “la libre voluntad” totalmente de repente? Ello sería completamente inconsistente con el
contenido y la intención de toda la sección.

Por lo tanto, aun si no podemos aclarar el desacuerdo gramatical, ello no hace una diferencia teológica.
El punto es que cada fase y cada estado de la salvación son totalmente “el don de Dios” y “no de
nosotros mismos”. Sea que estemos hablando de la gracia o la fe, o cualquier otro aspecto de la
salvación, ninguno viene de nosotros, así que “nadie puede jactarse”.

La justificación por gracia a través de la fe no conduce al desenfreno, sino más bien a la santificación,
puesto que Dios “(nos) creó en Cristo Jesús para hacer buenas obras”. Y si no podemos jactarnos acerca
de nuestra justificación, tampoco podemos jactarnos de nuestra santificación, debido a que cada buena
obra que hacemos ha sido “preparada de antemano para nosotros hacerla”. En su soberana gracia, Dios
ha predeterminado todas las cosas de la salvación, incluyendo tanto nuestra fe como nuestras obras.

Aunque respecto a nuestra fe es correcto decir “nuestra” fe, en el sentido de que ella sucede en nuestras
mentes, ella es de hecho un don de Dios –él es el único que produce esta fe en nuestras mentes. Lo
mismo es cierto en la santificación. Aunque respecto a nuestras obras se puede correctamente decir que
son nuestras obras, ya que somos los únicos que las realizamos, aun, Dios es el único que concede tanto
la voluntad como la acción en nuestras buenas obras. Por lo tanto, Pablo escribe, “ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
de acuerdo a su buen propósito” (Filipenses 2:12-13).
4.- RECONCILIACIÓN

EFESIOS 2:11-22

Puesto que ya me he ocupado de los principales temas de 2:11-22 y 3:1-13 en lo que he escrito hasta
ahora en este libro y en mis otros libros, si tú ha estado prestando atención, entonces deberías ser capaz
de entender estos dos pasajes bastante bien. Así en lo que sigue proporcionaré sólo un resumen, y
brevemente mencionaré algunos detalles que son específicos de estos dos pasajes.

Con un rotundo “por lo tanto”, Pablo conecta lo que está a punto de decir con lo que ya ha escrito. En
otras palabras, lo que va a decir de los cristianos gentiles siendo hechos uno con los cristianos judíos
como pueblo de Dios en Cristo es verdadero sobre la base de lo que he explicado hasta ahora sobre la
doctrina de la predestinación y la regeneración.

Antes de que Cristo viniese, los que eran gentiles por nacimiento fueron llamados “los incircuncisos”
por los judíos, quienes se llamaban a sí mismos “los circuncisos”. La circuncisión era el signo externo
de una relación de pacto con Dios, de modo que el rito hizo una clara distinción entre los descendientes
físicos de Abraham y los que eran “extranjeros a los pactos de la promesa”.

Sin embargo, esto no implica que todos los judíos fueron salvados, o que todos los gentiles no fueran
salvados. Pablo se refiere a la circuncisión “hecha en el cuerpo por las manos de los hombres”, dejando
en claro que él no se está necesariamente refiriendo a una distinción interna entre los judíos y los
gentiles, sino sólo tomando en cuenta que los judíos tenían la ventaja del signo externo del pacto. En
cuanto a su condición interna, el pasaje anterior ha dejado claro que tanto los judíos como los gentiles
eran “por naturaleza objetos de la ira”, y entonces no había diferencia.

Tan temprano como en Deuteronomio, la Escritura menciona una circuncisión del corazón como
opuesta a una que afecta solamente la carne (Deuteronomio 30:6). En oposición a una religión
puramente externa que es sin amor sincero y verdadera santidad, Jeremías afirma que tal como la gente
de las naciones extranjeras eran incircuncisos, el pueblo de Israel no era mejor, porque eran
“incircuncisos de corazón” (Jeremías 9:26).

Como explica Pablo en su carta a los Romanos, “Un hombre no es un judío si lo es sólo exteriormente,
ni es la circuncisión meramente externa y física. No, un hombre es un judío si lo es interiormente; y la
circuncisión es circuncisión del corazón, por el Espíritu, no por el código escrito. Tal alabanza de un
hombre no es de los hombres, sino de Dios” (2:28-29). El único tipo de circuncisión que hace la real
diferencia espiritual es la de tipo interna, por el cual Dios mismo opera en el corazón del hombre para
cortar la suciedad interior y remover su corrupción espiritual.

Esto ha sido así desde el principio. Ya sea que estemos hablando del Antiguo Pacto o del Nuevo Pacto,
una persona es regenerada y salva del pecado sólo si ha sido internamente circuncidada por un soberano
acto de Dios. Como Pablo escribe a los cristianos gentiles en su carta a los Colosenses, “En él también
fuisteis circuncidados, despojándoos de la naturaleza pecaminosa, no por una circuncisión hecha por
manos de hombre sino con la circuncisión hecha por Cristo” (Colosenses 2:11).
Bajo el Antiguo Pacto, la mayoría de los gentiles fueron dejados en oscuridad espiritual, aunque Dios
regeneró y salvó a un pequeño número de ellos. Por otro lado, a los judíos fueron dados los signos
externos del pacto y los medios de gracia, tales como la circuncisión, la Escritura, y el templo. Bajo el
Nuevo Pacto, Dios ahora da a conocer el evangelio de la libre gracia a todos los grupos de personas, sin
los engorrosos signos y rituales externos requeridos bajo la anterior administración de su gracia.

Bajo la anterior administración de la gracia, era relativamente difícil para los gentiles aproximarse y
conocer a Dios. Ellos no tenían la Escritura ni el templo. Ellos fueron incircuncisos. Sin observar los
numerosos rituales y leyes dietéticas, ellos fueron considerados ceremonialmente impuros. Por lo tanto
existía una “pared divisoria de hostilidad” entre los judíos y los gentiles.

Entonces, Cristo trajo la “paz” (1), y “destruyó la barrera”. Lo hizo mediante el cumplimiento de tipos y
sombras de los rituales y sacrificios, y aboliendo así su práctica. Es importante recordar que él no
destruyó las leyes morales, sino sólo “la ley de mandamientos expresados en ordenanzas” (Efesios
2:15) tales como las ceremonias y regulaciones dietéticas. Aparte de eso, las leyes de Dios, tales como
los Diez Mandamientos, permanecen en pleno efecto y continúan para guiar y gobernar el pensamiento
y la conducta moral del pueblo de Dios, y hacer rendir cuentas a toda la humanidad (2). La Escritura
destruye el legalismo sin dejar espacio para el antinomianismo.

Al igual que en 2:1-10, Pablo describe en primer lugar la condición de los conversos. Su patrón de
pensamiento es el mismo del pasaje anterior, en que aquí él de nuevo muestra que los inconversos eran
impotentes, sin esperanza, y sin Dios. Y como en el pasaje anterior, Dios hizo algo para cambiar la
situación. Los gentiles no hicieron nada, y no podían hacer nada para destruir “la barrera” que les
impedía acercarse a Dios y alcanzar la salvación. Ellos no se acercan a Dios por su propia libre voluntad
–no hay tal cosa como libre voluntad en primer lugar- más bien, ellos fueron “hechos cercanos por la
sangre de Cristo”. Ellos nada hicieron, y no podían hacer nada- algo fue hecho para ellos por Dios y por
Cristo. Ellos fueron traídos a Dios por la sangre de Cristo, no por su libre voluntad o buen sentido.

El efecto de lo que Cristo ha hecho es que él ha creado “un hombre de dos, haciendo la paz” (3). Por
supuesto, al decir que los judíos y gentiles ahora están unidos y en paz, no estamos diciendo que todos
los creyentes e incrédulos están ahora unidos y en paz. Más bien, estamos diciendo que ahora cualquier
gentil puede llegar a ser uno del pueblo de Dios por fe en Cristo sin someterse a los rituales y
ceremonias de la ley. Y si una persona sea judío o gentil, no viene a Dios por fe en Cristo, él no es uno
del pueblo de Dios, aún cuando él observe todos los rituales y ceremonias judías.

Así la paz se logra y mantiene solamente en Cristo, de modo ya no importa si una persona es un judío o
un no-judío, sino que todos son semejantes e iguales por fe en Cristo, y no hay ninguna diferencia y
ninguna hostilidad entre cristianos judíos y cristianos gentiles. Por otra parte, la diferencia espiritual y
hostilidad entre cristianos y no cristianos sigue siendo igual de fuerte que antes, si no aún mayor, ahora
que Cristo ha venido, y ha sido levantado y exaltado.

En efecto, tenemos motivos para creer que la hostilidad espiritual entre creyentes e incrédulos ha llegado
a ser mucho más pronunciada que antes. Aunque algunos gentiles fueron en verdad soberanamente
regenerados por Dios bajo el Antiguo Pacto, ahora que Cristo ha destruido “la barrera”, la aplicación de
la gracia divina ha llegado a ser amplia y global. De igual modo, aunque Dios hizo a los gentiles
responsables por sus pecados (Romanos 1y 2), y condenó a todos los incrédulos al tormento eterno en el
infierno, Dios envía ahora a su pueblo a todas las áreas del mundo, para demandar explícitamente fe y
obediencia al evangelio. Como Pablo dice, “ahora manda a todos los pueblos que se arrepientan”
(Hechos 17:30). La única manera de alcanzar la verdadera paz entre cristianos y no-cristianos es que los
no-cristianos lleguen a ser cristianos, pero siempre habrá enemistad entre los hijos de Dios y los hijos de
Satanás (Génesis 3:15).

(1) Algunas veces la frase “él mismo es nuestra paz” (v. 14) es usada para estimular a los creyentes a
confiar en Cristo para su tranquilidad subjetiva y para tener paz en sus mentes. Sin embargo, como en
muchos otros casos, aquí el significado es claramente una paz objetiva y relacional.
(2) Vincent Cheung, The Sermon on the Mount.
(3) Charles D. Provan, The Church Is Israel Now; Ross House Books, 2003.
Tal como los incrédulos no pudieron escapar de la revelación natural en el pasado, y todavía no pueden
escapar de ella, ahora la iglesia tiene como uno de sus más importantes mandatos confrontar a la gente
de todas las naciones con la revelación especial de la Escritura. Como Cristo manda, “Por tanto, id, y
haced discípulos en todas las naciones… enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado” (Mateo
28:19.20). Así, Pedro escribe, “Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios, y si
primero comienza con nosotros ¿cuál será el resultado para aquellos que no obedecen el evangelio de
Dios? Y, si es difícil para los justos ser salvados, ¿qué será del impío y el pecador?” (1 Pedro 4:17-18).

Sea judío o gentil, no hay escape de la revelación natural de Dios y de sus leyes morales, y no hay
excusa para rechazar a Cristo y su evangelio. Por otra parte, “A través de él ambos tenemos acceso al
Padre por un mismo Espíritu”. Los no-cristianos necesitan saber que no hay otra manera de acercarse a
Dios sino a través de Cristo; ellos deben denunciar el pluralismo religioso, y todas las religiones y
filosofías no-cristianas. Los cristianos necesitan también saber esto; ellos deben denunciar todas las
doctrinas (lo oculto, otras religiones, etc.) que comprometen la suficiencia de Cristo.

Porque somos cristianos, “no somos ni extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con el pueblo de
Dios y miembros de la familia de Dios”. Algunos predicadores están acostumbrados a hablar de los
judíos (aún aquellos que se llaman a sí mismos “judíos” hoy en día) como “pueblo de Dios”. Pero
entonces, ¿qué somos nosotros? Estos predicadores ignoran el “misterio” que Pablo sinceramente
predicó y quería que sus lectores aprendiesen. Muchos de ellos pueden reconocer que somos
verdaderamente el pueblo de Dios en Cristo, pero que los judíos, sean ellos cristianos o no, son pueblo
de Dios en un sentido especial.

Pero, para citar a Pablo de nuevo: “Un hombre no es un judío si él lo es sólo exteriormente, ni es la
circuncisión meramente externa y física. No, un hombre es un judío si lo es interiormente; y la
circuncisión es circuncisión del corazón, por el Espíritu, y no por el código escrito. Tal alabanza de un
hombre no es de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29). Como un cristiano gentil, yo soy más
judío que un judío no-cristiano. Pablo explícitamente dijo que alguien que no ha sido cambiado por el
Espíritu Dios “no es un judío”. Así el judío no-cristiano no es en absoluto judío. Ellos no pueden ser
pueblo de Dios en un sentido especial, porque ellos no son pueblo de Dios en absoluto. Sólo los
cristianos son pueblo de Dios ahora, sean judíos o gentiles. Gálatas 3:29 declara, “si ustedes pertenecen
a Cristo, entonces son simiente de Abraham y herederos según la promesa”. Porque yo pertenezco a
Cristo, yo soy simiente de Abraham, y heredero de todo lo que Dios le prometió a él. Así cuando los
predicadores llaman a los judíos “pueblo de Dios”, ellos o están contradiciendo a Pablo o deben estar
hablando de mí.

Esta verdad necesita ser enfatizada una y otra vez entre los cristianos hoy día, porque mientras ella fue
una de las principales revelaciones que Pablo quería transmitir a su audiencia, muchos cristianos no lo
han aprendido. El problema es especialmente marcado entre los dispensacionalistas. Su fantasioso
esquema escatológico y falsas divisiones y administraciones de los pactos bíblicos trastornan la
simplicidad del evangelio, desvían el uso correcto de los recursos, y oscurecen la verdad que Pablo
expone en su carta. Ellos hacen a los creyentes tratar a los judíos como judíos, y como pueblo superior,
más bien que como pecadores “como el resto” (2:3). Algunos de ellos pueden aún considerar esta
enseñanza anti-semítica, pero Pablo fue su mayor defensor, y yo dudo que él amase a los judíos algo
menos que los dispensacionalistas (Romanos 9:3-4) (4).
La familia de Dios es construida sobre “el fundamento de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús
mismo como la piedra angular”. Los comentaristas no están de acuerdo en cuanto al significado preciso
de “apóstoles y profetas”. Analizaremos brevemente las dificultades y su significancia.

Sería conveniente para entender la expresión como una referencia a los profetas del Antiguo Testamento
y a los apóstoles del Nuevo Testamento. Sin embargo, algunos sostienen que esto es improbable porque
Pablo entonces habría usado el orden inverso, diciendo, “los profetas y apóstoles” en lugar de “los
apóstoles y los profetas”. Una indicación más segura de que Pablo probablemente no tenía en mente a
los profetas del AT es que más tarde escribe, “el misterio… no fue dado a conocer a los hombres en
otras generaciones como ahora lo ha sido revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de
Dios” (3:5). Aunque a los profetas del AT se había insinuado este “misterio”, este no fue revelado
plenamente hasta la venida de Cristo y la predicación de sus apóstoles. Aunque los profetas del AT
tuvieron una visión muy parcial de este “misterio”, Pablo claramente tiene la intención de excluirlos
aquí diciendo, “ahora ha sido revelado… a los santos apóstoles y profetas de Dios”. Por lo tanto, parece
que Pablo está verdaderamente refiriéndose a los apóstoles del NT y profetas del NT.

Entonces, porque las palabras “apóstoles” y “profetas” comparten un artículo definido (“los”), la
cuestión que surge en cuanto a si Pablo se está refiriendo sólo a un grupo de personas, de modo que la
expresión significa algo como, “los apóstoles quienes también funcionan como profetas”, o “los
apóstoles quienes profetizan”. Sin embargo, otros comentaristas niegan que esta sea la implicación
necesaria de un simple artículo, prefieren pensar que Pablo está refiriéndose apóstoles y profetas. No
obstante, el uso de un solo artículo ante los dos nombres parece que por lo menos significa una fuerte
unidad entre los apóstoles y profetas.

En cualquier caso, la cuestión más importante es el significado teológico, o el punto verdadero que
Pablo tiene la intención de transmitir. Él claramente intenta decir que el “fundamento” de la familia de
Dios consiste de los mensajeros de las revelaciones divinas, o más precisamente, la revelación divina
misma. Ya sea que él se esté refiriendo tanto a mensajeros del AT como del NT, o solamente a
mensajeros del NT, el punto es que el fundamento es la revelación bíblica, o las doctrinas que Dios nos
ha revelado a través de estos mensajeros, como está registrado en la Escritura. Por lo tanto, este
fundamento es “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Nada de esto se va a modificar o
eliminarse, ni es algo a lo que se le va a añadir algo, más bien, nuestra tarea es la de guardar, perpetuar,
y propagar las doctrinas de los apóstoles.

(4) Keith A. Mathison, Dispensationalism: Rightly Dividing the People of God? (Presbyterian and
Reformed Publishing Company, 1995); Vern S. Poythress, Understanding Dispensationalists
(Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1993); John H. Gerstner, Wrong Dividing the Word
of Truth: A Critique of Dispensationalism (Soli Deo Gloria, 2000).
Todo esto fue iniciado por Cristo y está fundado sobre Cristo, que es “la piedra del ángulo”. El tiene un
lugar aún más prominente que los apóstoles. El templo de Dios está siendo construido hacia fuera y
hacia arriba desde esta piedra de ángulo, y cada ladrillo o piedra encuentra su propio lugar en referencia
a él (Mateo 16:18). Turner correctamente declara, “El punto, entonces, parecería ser que el templo es
edificado sobre y arriba de la revelación dada en Cristo, a través de la elaboración e implementación
reveladora del misterio por medio de las figuras profético-apostólicas” (5). Cristo es el punto de partida
de nuestro pensamiento y conducta, y la Escritura es nuestro fundamento espiritual e intelectual.

Así en los vs.21 y 22 dice, “En él todo el edificio está bien coordinado, y se levanta para llegar a ser un
templo santo en el Señor. Y en él, vosotros también sois juntamente edificados para llegar a ser una
morada en la cual Dios viva por su Espíritu”. Del mismo modo, Pedro escribe:

“En la medida que ustedes vienen a él, la piedra viva –rechazada por los hombres pero escogida por
Dios y preciosa para él- ustedes también, como piedras vivas, están siendo edificadas como una casa
espiritual para ser un sacerdocio santo, ofreciendo sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio
de Jesucristo. La Escritura dice: “Mira, yo pongo una piedra en Sión, una piedra angular escogida y
preciosa, y el que confía en él nunca será avergonzado” (1 Pe. 2:4-6).

Antes de la venida de Cristo, los judíos fueron privilegiados “en todos los sentidos”, por que “ha ellos
les han sido confiadas las mismas palabras de Dios” (Romanos 3:2), es decir, La Escritura. Ellos
también tenían el templo de Dios.

Sin embargo, desde la venida de Cristo, los judíos han rechazado la revelación más plena de Dios, la
complementación de la Escritura por medio de los apóstoles. La única manera de hacerlo era
abandonando la misma revelación que había en el Antiguo Testamento. Además, Dios destruyó el
templo y levantó su verdadero templo en su iglesia. Por lo tanto, los cristianos son ahora los
“encargados de las mismas palabras de Dios”, y los cristianos constituyen el templo mismo de Dios.
Como Dios dice en Oseas, “Y diré a aquellos llamados ‘no es mi pueblo’, ‘ustedes son mi pueblo’ y
ellos dirán, tu eres mi Dios” (Oseas 2:23).

(5) Turner, p. 1233.


EFESIOS 3:1-13

En 3:6, un versículo que citamos antes, Pablo ofrece una declaración clara sobre el “misterio” que ha
estado discutiendo, también funciona como un resumen adecuado para 2:11-22. Él escribe, “Este
misterio es que a través del evangelio los gentiles son coherederos con Israel, miembros del mismo
cuerpo y partícipes de la promesa en Cristo Jesús”. El misterio, una vez oculto, pero ahora revelado, es
que los cristianos gentiles serían “herederos juntos”, “miembros juntos”, y “copartícipes” con los judíos
cristianos, esto es, “en Cristo Jesús”.

Por predicar este evangelio, Pablo ha llegado a ser un prisionero de Roma. De acuerdo con su firme
creencia en la soberanía de Dios y el poder de Cristo, se niega a sí mismo como una víctima de la
persecución religiosa o poder político; más bien, se llama a sí mismo “el prisionero de Cristo Jesús”,
quien controla cada detalle de toda situación, dirigiendo la historia exactamente como él lo ha
predeterminado.

Mucha gente ni siquiera pierde el sueño o se salta un almuerzo por el bien del evangelio, menos aún van
a sufrir prisión o incluso el martirio por ello. Esto es así porque muchos cristianos profesantes son falsos
convertidos; ellos nunca han sido regenerados. Y el resto de nosotros somos débiles –débiles, y flojos, y
patéticos. Al no hacer de Cristo nuestra única obsesión, nos hemos convertido en mundanos e ineficaces.
Luego el Apóstol orará por poder interior (vs.14-19), a lo cual debemos prestar especial atención.

Habiéndose identificado a sí mismo en el v.1, “Yo Pablo” se queda sin un verbo hasta el v. 14 (“me
pongo de rodillas”). Esto es porque la mención de su prisión “por el bien de los gentiles” conduce a
Pablo hacia otra digresión o paréntesis (v.2-13). Él explica, “esta gracia me fue dada: predicar a los
gentiles”.

A pesar de que antes era un perseguidor de los creyentes, el dice: “Yo fui hecho ministro (NASB, no
“llegué a ser”, NIV) por “el don de la gracia de Dios”. Al llamar a Pablo para el ministerio del
evangelio, el Señor le dijo, “Yo te envío a ellos para abras sus ojos y los vuelvas de las tinieblas a la luz,
y de la potestad de Satanás a Dios, para que puedan recibir el perdón de los pecados y herencia entre los
santificados por la fe en mi” (Hechos 26:17-18). Tal como es la soberanía de Dios la que trae a los
hombres a la salvación en Cristo, así es su soberanía la que llama a los hombres al ministerio de Cristo.
Y así como nadie puede llegar a ser creyente por su propia “libre voluntad” –aunque la libre voluntad no
existe como ya sabemos- nadie puede llegar a ser un ministro por su propia voluntad.

Por supuesto, esto no quiere decir que podemos llegar a ser otras cosas por nuestra propia libre voluntad.
Es la soberanía de Dios la que nos pone en nuestros propios lugares y vocaciones. No obstante, el oficio
de predicar el evangelio es un llamado especial, y por causa de la fidelidad de Pablo a su llamado, fue
encarcelado, y eventualmente martirizado. Dios no te salva sólo para que puedas continuar realizando
tus ambiciones personales y deseos egoístas, sino que él ha preordenado un lugar para ti en su plan, uno
que tú cumplirás por su gracia y poder, y no por “libre voluntad”.

En relación con esto, los predicadores a menudo dicen a la gente, “Dios tiene un plan maravilloso para
tu vida”, o algo por el estilo. Esto es verdad en cuanto a los elegidos. Como Romanos 8:28 dice, “Y
sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman, quienes han sido
llamados según su propósito.” Pero no debemos aplicar esto indiscriminadamente a toda la humanidad,
puesto que no es verdad para toda la humanidad. Sería una mentira decir a los réprobos que Dios tiene
un maravilloso plan para su vida, precisamente porque Dios tiene un terrible plan para su vida, que
terminará en futilidad, destrucción, y un consciente tormento eterno en el infierno.

Por lo tanto nuestro mensaje debería ser, “Dios ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se
arrepientan. El único modo de escapar de la ira de Dios es si tú vas a Cristo. Si Dios te ha escogido para
salvación, entonces él verdaderamente tiene un hermoso plan para tu vida; de lo contrario, él tiene un
terrible plan para tu vida, y no hay nada delante de ti sino muerte y destrucción. Por lo tanto témanle y
búsquenlo, mientras todavía hay tiempo”.

El mensaje que Pablo fue enviado a predicar es el mismo que ha estado exponiendo en esta carta. Él
escribe que le fue dado a conocer “por revelación”. Pero él le dice a su audiencia que, mediante la
lectura de su carta, ellos “serían capaces de entender” esto que ha recibido de Dios. Su preocupación es
que sus lectores alcancen una comprensión intelectual del evangelio, con el fin de “abrir sus ojos y que
se conviertan de las tinieblas a la luz”. De nuevo, él busca “aclarar a cada uno la administración de su
misterio”. Su ministerio apela a la mente, su objetivo es intelectual.

Hoy algunas iglesias y ministerios apelan a las emociones, e incluso algunos a los sentidos como el
olfato y el tacto. Estos no son ministerios bíblicos, y sus esfuerzos no producen los efectos bíblicos. El
objetivo principal de un ministerio bíblico es siempre transmitir las enseñanzas bíblicas a la mente
mediante varias formas de comunicación verbal, tal como hablar y escribir, o incluso el lenguaje de
señas. Un ministerio que no comunica doctrina es completamente inútil, no tiene nada que hacer con el
cristianismo.

Como afirmé anteriormente, muchos creyentes profesantes se apresuran a afirmar que la Escritura no se
refiere a muchas cosas que a ellos les gustaría saber, y que sin duda Dios ha ocultado de nosotros sus
intenciones y propósitos. Sin embargo, como he dicho, el problema no es con la Biblia, sino que estas
personas son estúpidas y perezosas, y no van a orar por la sabiduría y tomar tiempo para estudiar.

Por supuesto que “las riquezas de Cristo”, siendo infinitas, son “inescrutables”, pero esto no significa
que no podemos saber nada acerca de las intenciones y propósitos de Dios, puesto que la Biblia revela
muchas cosas para nosotros. Como Pablo escribe, “Su intención era que ahora, a través de la iglesia, la
multiforme sabiduría de Dios se daría a conocer a los principados y potestades en los reinos celestiales,
conforme a su propósito eterno el cual ha cumplido en Cristo Jesús nuestro Señor” (vs.10-11).

Los comentaristas no están inmediatamente de acuerdo en si “principados y potestades” se refieren a


seres buenos o malos, o ambos. Aquí me limitaré a señalar un paralelo en el entendimiento de Pedro:

“En cuanto a esta salvación, los profetas, quienes hablaron de la gracia que iba a venir a ustedes,
buscando intensamente y con el mayor cuidado, tratando de encontrar el tiempo y las circunstancias en
que el Espíritu de Cristo en ellos había señalado cuando él predijo los sufrimientos de Cristo y las
glorias que vendrían tras ellos. Les fue revelado que ellos no estaban sirviendo a ellos mismos sino a
ustedes, cuando hablaban de las cosas que ahora han sido dichas a vosotros por quienes les han
predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado desde el cielo. Incluso los ángeles anhelan
contemplar estas cosas” (1 Pedro 1:10-12).

Pablo llama “multiforme” sabiduría de Dios. Por supuesto, la sabiduría divina es rica, colorida y
multifacética, pero esto no quiere decir que puede ser pluralista o inconsistente, que dos religiones
contradictorias puedan ser ambas verdaderas, o que doctrinas contradictorias que afirman ser bíblicas
puedan ser ambas correctas. Puesto que el cristianismo es verdadero, entonces el Islam, el
Mormonismo, el Catolicismo, el Judaísmo (ya que rechaza al cristianismo), y todas las religiones no-
cristianas deben ser falsas. Puesto que el calvinismo es correcto, el arminianismo, debe ser incorrecto.
La “multiforme sabiduría” de Dios nos enseña que la verdad es absoluta y exclusiva –colorida, pero
completamente racional y auto-consistente.

La intención de Dios es dar a conocer su sabiduría “por medio de la iglesia” y esto “en conformidad a su
propósito eterno el cual ha cumplido en Cristo Jesús”. El mandato y propósito de la iglesia es así
fundado sobre la preordenación de Dios, la cual no es mera ilusión sino algo que Dios ya ha establecido
en la historia en Cristo. Por lo tanto, “En él y por la fe en él podemos acercarnos a Dios con libertad y
confianza”.

Esto a su vez significa que el encarcelamiento de Pablo no es un accidente, o una inesperada subversión
del plan de Dios por los hombres. Más bien, ello es parte de la manifestación externa del plan
preordenado de Dios, el cual él ha cumplido en Cristo. El plan de Dios ya ha llegado a ser realidad a
través de Jesucristo, y él sigue cumpliendo todo lo que él ha predeterminado, no sólo a pesar de los
sufrimientos de Pablo, sino incluso a través de ellos. Pablo escribió esta misma “Reina de las Epístolas”,
mientras estaba en prisión. Como él dice en otra parte, “Este es mi evangelio, por el cual estoy sufriendo
hasta el punto de ser encadenado como un criminal. Pero la palabra de Dios no está encadenada” (2
Timoteo 2:8-9).

La predestinación, entonces, no conduce a la desesperación de los elegidos, sino a la libertad, la


confianza y el ánimo. Porque sabemos que el plan de Dios se está cumpliendo con precisión de acuerdo
con su preordenación, y que su “propósito eterno” se ha convertido en una realidad, habiéndose
cumplido en Jesucristo.

EFESIOS 3:14-21

En 3:14, Pablo toma la oración que había comenzado en 3:1. Si 1:20-3:13 es en verdad “un largo
paréntesis doctrinal” (6), entonces 3:14-21 es de hecho una continuación de lo que Pablo empezó en
1:17. Hay similitudes en el contenido, pero no podemos decir con certeza que se trata de una
continuación; ella podría ser una segunda oración.

Pablo ora al Padre “del cual toda su familia en el cielo y sobre la tierra deriva su nombre”. Aquí hay un
juego de palabras entre “Padre” (patros) y “familia” (patria). Los comentaristas no están de acuerdo en
si el versículo debería decir “cada familia” o “toda la familia”. Si es lo primero, entonces está diciendo
que la paternidad humana distorsionada e imperfecta como es, ha sido modelada a la manera de Dios el
Padre. Pero si Pablo tiene la intención de decir “toda la familia” entonces se está refiriendo a la “familia
de Dios” (2:19), es decir, la familia de los redimidos en Cristo.

Algunos comentaristas consideran que “toda la familia”, es una traducción imposible porque el artículo
definido no se encuentra. Otros, como Clark y Wilson, responden que no es la implicación necesaria,
puesto que 2 Timoteo 3:16 también carece de artículo, pero debe ser traducido, “toda la Escritura” (7).
Si la gramática no es concluyente, o incluso si favorece “toda familia”, el contexto sin duda favorece a
“toda la familia”. Con todo esto dicho acerca de los gentiles siendo “miembros de la familia de Dios”
(2:19), y luego como han sido llamados a una “una esperanza” bajo “un solo Dios y Padre” (4:4-5), lo
más probable es que Pablo esté hablando en línea con el contexto, y así refiriéndose a la familia de los
redimidos, o los cristianos.

(6) Patzia, p. 163.


(7) Clark, Ephesians; p.117.
Es asombroso cuanto disparates anti-intelectuales pueden evocar muchos comentaristas cuando escriben
sobre este pasaje completamente intelectualista, y así examinaremos lo que sigue con la intención de
corregir esas distorsiones.

Pablo ora para que Dios fortalezca a sus lectores con poder “en el hombre interior” (RVA). El “hombre
interior” no se refiere a alguna parte no-intelectual del hombre, o cualquier otra cosa distinta de la
mente, pero la interpretación más sencilla es que “Pablo quiso decir la mente de los efesios convertidos”
(8). Pablo ora para que el poder de Dios haga sus mentes fuertes de manera que “Cristo habite en
vuestros corazones por la fe”. Como ya lo hemos establecido previamente, el “corazón” no es no-
intelectual, sino que “principalmente significa el entendimiento o el intelecto” (9). Clark añade que
“muy pocas veces significa la emoción”, y como dije antes, aun las emociones son intelectuales –ellas
pueden no ser racionales o académicas, pero ellas son de la mente.

Porque Cristo “habita” en una persona, con el significado de estar “establecido”, enfatiza la influencia
omnipresente y duradera de Cristo en la persona, e implica auténtica y permanente conformidad con el
carácter de Cristo. Como D. A. Carson explica:

“No se equivoquen: cuando Cristo llega por primera vez al interior de nuestras vidas, él nos encuentra
en muy malas condiciones. Se requiere una gran cantidad de poder para cambiarnos; y por esto es que
Pablo ora por poder. Él pide que Dios pueda fortalecernos por su poder en el ser interior, que Cristo
pueda genuinamente morar en nosotros, transformándonos en una morada que intensamente refleje su
propio carácter” (10).

Pablo ora para que “Cristo pueda habitar en vuestros corazones por medio de la fe”. La mayoría de la
gente parece pensar que esto significa que Cristo mora en nosotros por causa de nuestra fe, o que Cristo
habita en nosotros en respuesta a nuestra fe. Un comentarista escribe, “Esta morada es por la fe –es
decir, en la medida que confían en él él hace de sus corazones su casa” (11). Y el modo en que Cristo
mora en nosotros es a menudo descrito como una “unión mística”, que siendo tan mística, no puede ser
más explicada.

Sin embargo, el versículo es mucho más intelectualista que esto. Hemos señalado que tanto el “hombre
interior” como el “corazón” se refieren a la mente. Así al decir que Cristo habita en nuestros corazones
no significa que nuestros corazones son contenedores de Cristo como los “baldes” son contenedores de
agua. No siempre se le ocurre a la gente que “fe” simplemente significa “creer” y creer es una actividad
mental. El versículo, entonces, parece afirmar que “el modo de habitar Cristo en nuestra mente es a
través de la fe” y “el poder y la fuerza que derivamos en respuesta a las oraciones de Pablo nos vienen a
través y son proporcionadas por nuestra comprensión de la Escritura” (12).

(8) Ibid., p. 120.


(9) Ibid., p. 121.
(10) Carson, Espiritual Reformation; p. 187.
(11) O’Brien, p. 259.
(12) Clark, Ephesians; p. 123.
Pablo escribe que Cristo habita en nuestros corazones por “fe”, y no a través de algún místico, no-
intelectual, e indescriptible “algo”. Charles Hodge escribe que “las dos condiciones esenciales de este
habitar de Cristo” son “una naturaleza racional” y “fe”. Él entonces nota que la fe “incluye aprehensión
espiritual –la percepción de la verdad y excelencia de ‘las cosas del Espíritu’” (13).

¿Dónde está el elemento místico en todo esto? Si nuestro muy sencillo entendimiento es aún
básicamente correcto, entonces, si aún la Escritura enseña una “unión mística” en otros lugares, ella no
se enseña aquí.

En la segunda parte del v.17, Pablo o bien comienza la próxima petición, o simplemente extiende la
primera. Cualquiera que sea el caso, él continúa en lo mismo o un tema muy similar. En casi todos los
comentarios que he examinado, el anti-intelectualismo del autor comienza a hervir a partir del v.18 –si
no ha comenzado mucho antes- y llega a su “clímax” cuando alcanza el v.19. Esto es muy irónico, ya
que tanto el lenguaje como el pensamiento en estos dos versículos (v.18-19) son altamente
intelectualistas, tal vez algunos de los más intelectualistas en toda la Escritura.

Pablo ora para que, “arraigados y cimentados en amor”, los creyentes “puedan tener poder…para
comprender cuan ancho, y largo, y alto, y profundo es el amor de Cristo”. Él mezcla una metáfora
botánica y una metáfora arquitectónica para indicar que sus lectores ya están arraigados y cimentados en
amor, y que a partir de esta sólida base, él ora para que ellos puedan tener el poder de captar todas las
dimensiones del amor de Cristo. El lenguaje indica a Candlish “un conocimiento amplio de las cosas de
Dios” (14). Clark añade, “la impresión es inequívoca de que el entendimiento debe ser profundo y
ancho, profundo y extensivo” (15).

Entonces, el anti-intelectualismo de muchos comentaristas alcanza su cenit en el v.19, debido a que el


versículo se refiere a un “amor que excede a todo conocimiento”.

Por ejemplo, sobre la base de este versículo, Patzia escribe, “el énfasis está en el amor más bien que en
el conocimiento” (16). Sin embargo, el conocimiento es en realidad el énfasis –el amor está nombrado
como lo que uno debe saber. La oración es para ellos, no para el amor, sino “para comprender…y
conocer”. El amor es sólo el objeto del conocimiento.

(13) Charles Hodge, The Epistle to the Ephesians; The Banner of Truth Trust, 1991; p. 129-130.
(14) Clark, Ephesians; p. 123.
(15) Ibid.
(16) Patzia, p. 223.
Entonces, él dice algo realmente absurdo: “el amor, no el conocimiento, conduce a un entendimiento
más profundo de Dios” (17). Pero ¿cuál es la diferencia entre el conocimiento y el entendimiento?
Incluso si son diferentes, seguramente que son casi sinónimos, al menos ellos deben caer bajo la misma
categoría.

Esto es como si Patzia dijese, “el amor, no el conocimiento, conduce a un conocimiento más profundo
de Dios”, o “el amor, no el entendimiento, conduce a un entendimiento más profundo de Dios”. Pero
esto es un disparate. Por definición, el conocimiento lleva a conocer mejor que cualquier otra cosa,
puesto que lo primero es ya lo último; y el entendimiento conduce al entendimiento mejor que cualquier
otra cosa, puesto que lo primero es ya lo último. Entonces, ¿Cómo puede el amor conducir a una mejor
X que X conduce a X? Tal vez a Patzia no le importa, porque él tiene el amor.

La mayor objeción contra Patzia y otros como él es que este pasaje simplemente no dice lo que ellos
dicen que dice. No dice que el amor es superior al conocimiento, y no dice que el amor es una mejor
manera de conocer o comprender a Dios que el conocimiento. Más bien, la oración es para que los
creyentes “comprendan… el amor de Cristo, y conozcan… este amor que excede a todo conocimiento”.
El amor no es el medio para conocer a Dios en este pasaje, sino que es el objeto del conocimiento –esto
es lo que Pablo quiere que sepamos.

No obstante, este versículo dice que este amor “excede a todo conocimiento”. ¿No deja esto espacio
para el misticismo, si no para el anti-intelectualismo? Pero es precisamente esta frase que hace de este
versículo probablemente uno de los más intelectualistas de toda la Escritura.

Observe lo que el versículo no dice –no dice que nosotros no podemos conocer “este amor que excede
todo conocimiento”. En cambio Pablo ora para que nosotros “comprendamos… y conozcamos este
amor que excede todo conocimiento”. Por supuesto, no podemos comprender plenamente o conocer el
infinito amor de Cristo; yo no discuto este punto. Pero esto no significa que no podemos saber nada
acerca de ello, o que sólo podemos conocer un poco de él. Más bien, Pablo sólo termina diciendo que
nosotros “comprendamos cuan ancho, y largo, y alto, y profundo es el amor de Cristo” –es decir, todas
sus dimensiones. Sin embargo, este amor “excede a todo conocimiento”, y no podemos conocerlo
plenamente.

El énfasis está en la grandeza de este amor, y no en nuestra incapacidad para alcanzar el conocimiento.
De hecho, es precisamente para aumentar nuestra capacidad de entender que Pablo ora que “podamos
tener poder”. Teniendo en mente que Pablo desea que tengamos poder para conocer este amor, cuanto
más se hace énfasis en este amor que “excede todo conocimiento”, más intelectualistas llegan a ser estos
versículos. Como ilustración, orar para que un estudiante de secundaria pueda tener el poder para
entender todas las dimensiones del álgebra y la literatura es sin duda intelectualista, pero orar para que
un bebé recién nacido pueda tener el poder para entender todas las dimensiones de la literatura,
matemáticas, física, biología, química, historia, filosofía, y teología es aún más intelectualista.

Así, la mayor distancia que uno pone entre el amor de Cristo y nuestro intelecto, las palabras de Pablo
llegan a ser más intelectualistas, ya que no importa que tan lejos este amor parece superar nuestro
conocimiento, él ora para que nosotros comprendamos aún eso. Para mantener aún el mínimo indicio de
anti-intelectualismo, y para evitar llegar a ser completamente intelectualista, uno debe o disminuir el
amor de Cristo a un nivel finito, o exaltar la mente del hombre a un nivel infinito. La Escritura no lo
permite (18).
(17) Ibid. Quizás él piensa que el “entendimiento” es algo completamente no-intelectual, pero él no
afirma esto, ni explica su significado. Y si “conocimiento” y “entendimiento” no son sinónimos o casi
sinónimos, él no explica la diferencia entre ellos.
(18) Nuestra interpretación sincera e intelectualista de 3:14-21 es ciertamente consistente con lo
próximo que viene, por ejemplo, en 4:14-15.
Pablo ora para que Dios nos de el poder de entender y conocer el amor de Cristo, “que podáis ser
llenados a la medida de toda la plenitud de Dios”. En otras palabras, al conocimiento se suma la
plenitud. Clark concluye, “La plenitud de Dios en nosotros consiste en el conocimiento, no simplemente
de la introducción de los gentiles a la iglesia, también de una extensa teología. Los cristianos ignorantes
están vacíos, o casi vacíos. Es sorprendente que tantos comentaristas pierdan este punto” (19). Esta
plenitud de conocimiento, esta “extensa teología”, no está reservada sólo para los profesores de teología
o los estudiantes de seminarios, sino que Pablo ora para que sus lectores la obtengan “junto con todos
los santos”.

En esto, Pablo irrumpe en una doxología, una vez más, alabando al “que es capaz de hacer mucho más
abundantemente de todo lo que pedimos o imaginamos, según su poder que está trabajando en
nosotros”. En otras palabras, podemos tener confianza en que Dios concederá esta petición –esto es,
comprender y conocer todas las dimensiones de su amor –y de hecho, él hará más de lo que podamos
pedir o imaginar.

Al igual que en el v.19, este lenguaje acerca de nuestras limitaciones ante la grandeza de Dios, no refuta
el intelectualismo, sino que más bien lo demuestra y refuerza, puesto que el apóstol está diciendo que
Dios concederá esta petición para que nosotros “comprendamos” y “conozcamos”, y él lo hará por el
mismo poder divino que actúa en nosotros, incluso ahora. En todo caso, Dios quiere que seamos
“inmensurablemente más” intelectualistas que lo que somos ahora, más allá de “todo lo que pidamos o
imaginamos”. Esto es sólo otra manera de decir que Dios quiere que le conozcamos mucho más y mejor,
y por medio de nuestras oraciones por conocimiento, él sin duda hará que esto suceda.

Aunque el conocimiento teológico es inherentemente valioso, todo este conocimiento tiene un gran
propósito. Es en última instancia, para glorificar a Dios, no sólo en la era por venir (“por los siglos de
los siglos”), sino “por todas las generaciones” –incluso ahora. A la luz de esto, seguramente no estamos
actuando como pueblo redimido, sino más bien como bestias difíciles si nosotros somos negligentes o
incluso rehusamos orar por un entendimiento intelectual de todas las dimensiones del amor divino –esto
es, “todo el plan de redención… toda la divina revelación” (20).

(19) Clark, Ephesians; p. 123.


(20) Ibid.
5.- SANTIFICACIÓN

EFESIOS 4:1-16

Los eruditos señalan que en las cartas de Pablo, él a menudo, primero hace hincapié en lo doctrinal, y
luego procede a la práctica y la ética. Aunque hay algo de verdad en esto, la observación en sí misma es
un poco engañosa, y si se abusa, puede ser peligrosa para un correcto entendimiento de la fe.

El punto puede ser engañoso si uno hace una distinción demasiado fuerte entre la doctrina y la práctica.
En primer lugar, puede ocultar el hecho de que las porciones prácticas de las cartas de Pablo aún
consisten de información intelectual sobre la fe cristiana, y en este sentido esas porciones son
doctrinales. Más bien que ser práctico en el sentido de no-doctrinal, ellas simplemente consisten de
información doctrinal acerca de diferentes materias, llamadas cosas prácticas. En segundo lugar, lo que
nosotros consideramos porciones prácticas de estas cartas no eluden las afirmaciones y exposiciones
teológicas, sino como escribe Word, “la teología no se queda atrás sino que se entrelaza con las
exhortaciones morales” (1).

El peligro surge cuando algunos comentaristas abusan de esta distinción para condenar el
intelectualismo bíblico, y promover un pragmatismo anti-intelectual. Es decir, algunos de ellos van tan
lejos como para afirmar que el único propósito de la doctrina es servir a la práctica, o que es siempre
inútil considerar la doctrina sin extraer las consecuencias prácticas. Si ellos pudieran hablar libremente,
probablemente podrían también sugerir que descartemos la doctrina una vez que lleguemos a la práctica.
Pero ya hemos registrado y explicado nuestra oposición a esta filosofía anti-bíblica, y así nos
limitaremos a recordar que la Escritura es completamente intelectualista, y que aún cuando aborda lo
práctico, está aún hablando doctrinalmente acerca de las cosas prácticas.

Si podemos mantener lo anterior en mente, entonces no hay mucho daño en estar cautelosamente de
acuerdo con la explicación de Patzia concerniente a la relación entre los capítulos1-3 y los capítulos 4-6.
El escribe, “Si los capítulos 1-3 proveen la base teológica para la unidad cristiana, entonces los capítulos
4-6 contienen la instrucción práctica para su mantenimiento” (2).

Pablo, sin duda, vuelve a la cuestión de cómo los creyentes deben comportarse para mantener la paz y la
unidad entre los cristianos que Dios ha establecido en Cristo, y que Cristo ha asegurado por su propia
sangre. Como alguien que ha sido fiel a su llamado aún al punto de sufrir prisión, Pablo urge a sus
lectores a vivir en una manera que sea consistente con el llamado que han recibido.

Específicamente, él exhorta a los creyentes a “hacer todo lo posible” para mantener la unidad y la paz
entre ellos. Esto exige que ellos ejerciten humildad, mansedumbre, paciencia, y amor hacia otros.
Aunque los cristianos pueden presentar muchas diferencias superficiales, espiritualmente hablando, sólo
hay un cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos
ellos.

La relación entre los creyentes se basa en una unidad espiritual real, no en un trato humano o acuerdo
social, y no sólo por interés financiero mutuo o político, o el bienestar general de la humanidad. La
unidad del humanismo se basa en el compromiso, pero no es así con la unidad cristiana. Más bien, como
el apóstol ha explicado, Dios ha predeterminado que su pueblo llegaría a ser uno en Cristo. Como
individuos redimidos pero imperfectos, todavía habrá fricción entre creyentes, pero ahora tenemos un
fundamento verdadero para la unidad en Cristo, y también tenemos los recursos espirituales por los
cuales mantener la unidad y para resolver los conflictos.

Después de considerar a iglesia como un todo, Pablo también considera al individuo, y escribe, “Pero a
cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según Cristo la ha repartido”. Él no se está refiriendo a la
gracia que salva, puesto que él está escribiendo a aquellos que ya han sido salvados; sino que él se está
refiriendo a la gracia que equipa a cada creyente individualmente para el servicio y ministerio. El
contexto muestra que esto es lo que él tiene en mente (vs. 9-16).

(1) Wood, p. 54.


(2) Patzia, p. 228.
En relación con esta declaración acerca de la gracia dada para equipar a los creyentes individualmente,
Pablo alude al salmo 68:18: “Por eso dice: ‘Cuando subió a lo alto, llevó cautivo a la cautividad y dio
dones a los hombres’”. Aplicando el versículo a Cristo, continúa, “¿Qué significa ‘él ascendió’ sino que
también había descendido a las partes más bajas, a las regiones terrenales? El que descendió es el mismo
que subió a lo más alto que todos los cielos, a fin de llenar todo el universo”. “Lo más bajo, las regiones
terrenales” es mejor entendido como simplemente “la tierra”. En otras palabras, el mismo Cristo que
“ascendió a lo alto” es también el que primero “descendió” a la tierra. Así Pablo se está refiriendo a la
encarnación de Cristo y su crucifixión, y su resurrección y exaltación.

Este Salvador, que bajó del cielo y luego volvió a subir, ha confrontado y conquistado todos los poderes
en todos los ámbitos y en todos los niveles, y “los llevó cautivos en su comitiva”. Como Pablo escribe
en Colosenses, “Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz” (2:15). Él hizo esto “con el fin de llenar el universo entero”. Por supuesto, esto no
es una afirmación del panteísmo, sino una expresión de su penetrante influencia y control (3). En su
posición exaltada, Cristo es “la cabeza sobre todo de la iglesia” (Efesios 1:22).

Como el conquistador y el exaltado, él “dio dones a los hombres”. Pablo dice que estos dones han sido
dados a “cada uno de nosotros”. Pero luego decide centrarse en aquellos que están en posiciones de
liderazgo. Él específicamente menciona “apóstoles”, “profetas”, “evangelistas”, y “pastores y maestros”,
y así “los de mayor iluminación particularmente aquellos que revelan, declaran y enseñan el evangelio”
(4). Esto es consistente con el énfasis de Pablo sobre lo intelectual y doctrinal que atraviesa esta carta.

Los “apóstoles” y “profetas” fueron los ministros doctrinales fundacionales en la iglesia. Debido a que
el sistema bíblico de verdad ha sido “de una vez” (Judas 3) establecido por ellos, nadie puede remover,
cambiar, o añadir a este fundamento. Por lo tanto, hoy nadie puede ser apóstol y profeta en el mismo
sentido que estos términos son usados cuando se refieren a aquellos que establecieron permanentemente
la fundación doctrinal de la iglesia.

Por esta razón –porque no puede existir ninguna nueva doctrina revelada hoy día- mucha gente sostiene
que no pueden existir apóstoles y profetas hoy en ningún sentido significativo, mientras que otros
insisten que no hay evidencia bíblica conclusiva de que estos ministerios estén ahora extintos. Muchos
de estos mismos individuos concuerdan en que la Escritura ha sido completada de una vez por todas,
pero ellos mantienen que pueden existir apóstoles y profetas hoy quienes no son infalibles, y que no
escriben la Escritura.

Sin aclarar el desacuerdo aquí por detallados argumentos (5), propondré un simple principio. Pablo aquí
enumera sólo ministros doctrinales –aquellos que predican y enseñan la revelación bíblica- con los
apóstoles y profetas como los de mayor autoridad entre ellos.

(3) Turner, p. 1228 (sobre 1:23).


(4) Ibid., p. 1238.
(5) Walter Chantry, Signs of the Apostles (The Banner of Truth Trust); C. K. Barrett, The Signs of an
Apostle (Authentic Media).
Por lo tanto, si hay apóstoles y profetas hoy día (6), entonces ellos deben tener el conocimiento doctrinal
y la competencia intelectual que nosotros requerimos por este pasaje para esperarlo de ellos.

Un apóstol de Dios ciertamente debe saber mucho más acerca de las doctrinas bíblicas que alguien como
yo, y ¿cuán patético sería un profeta si supiera menos que el típico estudiante de seminario? No
obstante, en estos días hay numerosos individuos que se designan a sí mismos como apóstoles y
profetas. Casi todos ellos son carismáticos, pero hay probablemente algunos que no son. Hasta yo estoy
vigilante, casi todos ellos saben menos acerca de la Escritura que yo aun antes de mi conversión, o
realmente, cualquiera que ha memorizado incluso un tercio del Catecismo Menor. De hecho, en algunos
casos, es muy difícil creer que ellos son cristianos, dejemos solos a los apóstoles y profetas.

La cuestión de si hay aun apóstoles y profetas es algo importante, ya que es una cuestión acerca de
doctrina bíblica, y que conlleva algunas implicaciones significativas. Sin embargo, al menos en todos
los casos que yo he visto, la cuestión fue prematura, puesto que la persona se descalificó a sí misma
antes de que el asunto llegase a ser relevante. En las palabras de Calvino (aunque él escribió en un
contexto diferente pero aun relevante), “[Ellos] son burros ignorantes que no conocen aun lo básico y
trivial de los rudimentos de la fe” (7). Aquellos que claman ser apóstoles y profetas hoy día son tan
heréticos cuando vienen a las doctrinas bíblicas más centrales que debemos dudar si algunos de ellos son
cristianos del todo, y los menos heréticos exhiben tal pobreza de conocimiento doctrinal que la cuestión
más apropiada es si ellos están calificados para manejar aun los menos demandantes deberes de la
iglesia.

En otras palabras, una rata de alcantarilla debería de preocuparse acerca de su próximo alimento en
lugar de acerca de cómo puede llegar a ser rey de las bestias; un retardado holgazán callejero debería
estar interesado en como podría encontrar un refugio o incluso un trabajo en vez de cómo podría llegar a
ser presidente. Si una persona no puede exceder aun a alguien como yo en conocimiento bíblico y
competencia intelectual, él debería ser más modesto, y en lugar de clamar ser un apóstol, el debería
voluntariamente ser el portero de la iglesia.

Parece que los carismáticos piensan que la función del profeta es casi lo mismo que un adivino, pero de
lo que sabemos acerca de los profetas en la Escritura (8), un profeta hoy día debería al menos ser capaz
de refutar el liberalismo, el panteísmo, el pluralismo, el relativismo, el comunismo, el fascismo, el
modernismo, y el postmodernismo, como también instruir al pueblo de Dios sobre la correcta
interpretación y aplicación de la Escritura. Puesto que aun un estudiante de seminario puede hacer esto –
y la mayoría de los estudiantes de seminario son absolutamente incompetentes- los carismáticos, sean
“profetas” o no, son completamente incapacitados.

(6) Bien, ya estamos de acuerdo en que no pueden existir apóstoles o profetas con el mismo nivel de
autoridad como aquellos que escribieron la Escritura. En otras palabras, nadie hoy en día puede
reemplazar alguna parte de la Escritura, y nadie hoy día puede escribir nueva Escritura. La cuestión es si
hay todavía apóstoles y profetas en algún sentido significativo –esto es, si hay débiles manifestaciones
de estos ministerios hoy día.
(7) Calvino, Institutes; p 1097.
(8) O. Palmer Robertson, The Final Word (The Banner of Truth Trust) y The Christ of the Prophets (P
& R Publishing); Michael J. Williams, The Prophet and His Message (P & R Publishing).
Como para el aun más alto oficio, si nosotros encontramos a alguien que aun remotamente califique,
entonces podemos considerar si él es un apóstol. Los carismáticos entusiásticamente declaran la
“restauración de los quíntuples ministerios” (9), pero si Dios está haciendo la restauración del oficio de
apóstol, entonces él está recurriendo, para enviarnos, gente que califica para llevar el título, en lugar de
darnos imbéciles auto-promovidos. La cuestión más relevante es si (y para esa materia, incluso las
iglesias evangélicas y reformadas) los carismáticos aún tienen reales pastores y reales creyentes en su
medio.

El punto es que títulos deberían corresponder para funciones y calificaciones, y “apóstoles” y “profetas”
deberían ser testeados. Por esto Jesús elogió a la iglesia de Éfeso, diciendo, “Yo conozco tus obras, y tu
arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y que has probado a los que se dicen ser
apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2).

Los “evangelistas”, por supuesto, predican el evangelio a los inconversos (Hechos 8 y 21:8) (10), y el
suyo es probablemente un ministerio itinerante. Sin embargo, sería un error pensar que ellos predican
sólo a los inconversos, porque nuestro pasaje y probablemente también 2 Timoteo 4:5 sugieren que ellos
juegan un rol importante en promover el progreso doctrinal y el acuerdo entre la iglesia. O’Brien
escribe:

“La exhortación a Timoteo a “hacer la obra de un evangelista” es puesta dentro del contexto de una
congregación establecida, lo cual presumiblemente significa un ministerio a creyentes e incrédulos
igualmente, mientras el verbo análogo, traducido “predica el evangelio”, cubre un rango de actividades
desde el evangelismo primario y la plantación de iglesias a continuar la edificación de los cristianos y la
confirmación de congregaciones establecidas (cf. Romanos 1:11-15). Aquí en Efesios 4 los evangelistas
son dados por el ascendido Cristo para el propósito de edificar su cuerpo, y esto incluye tanto
crecimiento intensivo como extensivo” (11).

(9) Ver C. Peter Wagner, Apostles and Prophets: The Foundation of the Church and The New Apostolic
Churches (Gospel Light Publications), Spheres of Authority: Apostles in Today’s Church (Wagner
Publications); Rick Joyner, The Apostolic Ministry and The Prophetic Ministry (Morning Star
Publications); Bill Hamon, Apostles, Prophets and the Coming Moves of God (Destiny Image
Publishers); David Cannistraci, Apostles and the Emerging Apostolic Movement (Gospel Light
Publications); John Eckhardt, Moving in the Apostolic: God’s Plan for Leading His Church to the Final
Victory (Gospel Light Publications); Kenneth E. Hagin The Ministry Gifts and He Gave Gifts Unto Men
(Faith Library Publications).
(10) F. Scott Spencer, The Portrait of Philip in Acts: a Study of Roles and Relations (Sheffield
Academic Press, 1992); Roger Carswell, And Some Evangelists (Christian Focus Publications, 2003);
Peter T. O’Bien, Gospel and Mission in the Writings of Paul: An Exegetical and Theological Analysis
(Baker Academic, 1995).
(11) O’Brien, p. 299.
Los “pastores y maestros” están unidos por un simple artículo definido. Esto sugiere que o Pablo tiene
sólo un grupo de ministros en mente, o al menos un traslapo de funciones. Los maestros, por supuesto,
enseñan. Por otro lado, muchos pastores a menudo casi ni enseñan lo suficiente. Clark observa, “Desde
mi admitidamente limitada experiencia podría suponer que muchos de los ministros hoy día gastan una
gran parte del tiempo pastoreando y curando almas en la restringida forma de la consejería pastoral; y
pocos gastan mucho tiempo enseñando. Los antiguos ministros escoceses usaron el ir de casa en casa
para catequizar. Ellos entonces habían educado a la congregación” (12).

Quizás un modo para apreciar esta lista de ministerios es dividirlos en lo fundacional (apóstoles y
profetas), lo trans-local (evangelistas), y lo local (pastores y maestros). El punto importante es que todos
ellos son doctrinales. Calvino señala, “el hecho que la iglesia está regulada por la predicación de la
Palabra, no es una invención humana, sino el mandato de Cristo… la doctrina es el sujeto presente”
(13).
En otra parte, Pablo escribe, “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros,
y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su
obra” (1 Tesalonicenses 5:12-13), y “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble
honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Timoteo 5:17). Los ministros doctrinales
tienen el más grande rol de dirigir el crecimiento de la iglesia; por lo tanto, en lugar de descuidarlos o
abusar de ellos, los creyentes deben respetarlos “debido a su obra”, y hacer todo lo que ellos puedan
para ayudar a estos ministros apropiadamente a cumplir sus deberes.

El propósito de estos ministros doctrinales es “preparar al pueblo de Dios para las obras de servicio, así
que el cuerpo de Cristo puede ser edificado”

Una antigua interpretación toma las tres frases en este versículo como separadas por las preposiciones,
así la KJV traduce, “Para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo”. Entonces el significado parece que sería que Cristo ha dado estos
ministros a su pueblo, de modo que estos ministros 1) perfeccionarían a los santos, 2) realizarían la obra
del ministerio, y 3) edificarían el cuerpo de Cristo.

Por otro lado, la más reciente interpretación toma nota de las diferentes preposiciones, tomando la
posición de que la segunda frase depende de la primera, y que la tercera depende de las dos primeras.
Este ha llegado a ser el punto de vista dominante, y está reflejado en algunas de las últimas traducciones,
incluyendo la NIV: “para [pros] preparar al pueblo de Dios para [eis] obras de servicio, de modo que
[eis] el cuerpo de Cristo pueda ser edificado”. O, en la REB: “para [pros] equipar al pueblo de Dios para
[eis] trabajar en su servicio, para [eis] la edificación del cuerpo de Cristo” (14).

Además de la objeción gramatical, está la objeción práctica contra el antiguo punto de vista y es que
asigna a los ministros “especiales” toda la responsabilidad del servicio, y así alienta a los otros creyentes
a ser meros espectadores en la iglesia. Esto socavaría la enseñanza bíblica del “sacerdocio de todos los
creyentes”. Sin embargo, si uno toma el pasaje entero en consideración, aún el viejo punto de vista no
fomenta a un cristiano espectador. El versículo 7 dice que “a cada uno de nosotros fue dada la gracia”,
y el versículo 16 concluye que el cuerpo de Cristo mantiene su integridad y progreso “como cada parte
hace su obra”. Por lo tanto, aunque el nuevo punto de vista es probablemente correcto en su fundamento
gramatical, ello por último no hace ninguna diferencia teológica para el pasaje entero.

(12) Clark, Ephesians; p. 138.


(13) Calvin, Ephesians; p. 178-179.
(14) Ver Turner, p. 1238, y Mark e. Dever, “The Priesthood of All Believers: Reconsidering Every
Member Ministry”, in The Compromised Church: The Present Evangelical Crisis, edited by John H.
Armstrong; Crossway Books, 1998.
Si nosotros debemos evitar el socavamiento “del sacerdocio de todos los creyentes”, entonces también
debemos evitar el socavamiento del rol de los ministros doctrinales, puesto que Pablo sin duda pone
muy alto su importancia en este pasaje. De hecho, sea que afirmemos el viejo o el nuevo punto de vista
en este versículo, los ministros doctrinales son los únicos quienes “equipan a los santos”. Si todo el
pueblo de Dios está automáticamente e igualmente calificado desde la conversión, entonces no sería
necesario para Cristo enviar estos ministros especiales, ni para Pablo distinguirlos del resto de los
creyentes. Así que, por supuesto, todos los creyentes son estimulados (y requeridos) a participar en el
progreso y crecimiento de la iglesia; no obstante, ellos deben aceptar la enseñanza y capacitación que
Cristo proporciona a través de los ministros doctrinales.

En tiempos recientes, como la mentalidad del pueblo ha llegado a ser más y más democrática e
individualista, al punto de mostrar rumiante desden y desafío aun contra las propias autoridades, “el
sacerdocio de todos los creyentes” ha llegado a ser un concepto incrementalmente abusado. Así que
porque todos somos sacerdotes de Dios en Cristo no significa que todos seamos igualmente capaces de
conocimiento acerca de las cosas de Dios. Este mismo pasaje que afirma que a cada uno de nosotros ha
sido dada la gracia y que cada parte debe hacer su trabajo también afirma que cada uno debe ser
entrenado y enseñado por los ministros especiales que Cristo ha dado a su iglesia.

Algún tiempo atrás, una mujer descubrió mi ministerio, y estaba totalmente enamorada con la enseñanza
bíblica que yo ofrecía. Cuando encontré que ella había comenzado a ir a una asamblea conducida por un
cierto hereje, y que ella había llegado a absorber y sostener sus enseñanzas. Yo gentilmente le advertí a
ella acerca del hombre, y le di varios ejemplos claros de cómo sus enseñanzas se apartaban de las
doctrinas bíblicas centrales.

De modo que, ella instantáneamente se convirtió desde una entusiasta sostenedora de mi ministerio a
una lunática delirante. Ella estaba choqueada y enrabiada de que yo hablara en contra de este otro
hombre a quien ella había llegado a amar tanto. Ella no trató de refutar mis objeciones contra las
enseñanzas del hombre; más bien, ella respondió, “cada uno de nosotros tiene su propio don de Dios. Tú
eres un maestro para el cuerpo de Cristo, así que tú eres sobresaliente como detallado y exacto en la
enseñanza bíblica. Pero él es un exhortador –él es como un cheerleader en el cuerpo de Cristo”. Este es
el tipo de insanidad que tengo a veces que tratar.

Ella pensó que esta era una aplicación apropiada de la enseñanza bíblica de que cada creyente tiene su
propio don (Efesios 4:7-16), que hay una diversidad de dones, y que cada parte es necesaria (1 Corintios
12). Por supuesto, reconozco y afirmo estas enseñanzas -no como ella las entendió, pero si como son
enseñadas en la Escritura.

Si hay un ministerio de “exhortar” como uno que habla animando al cuerpo de Cristo, entonces en lugar
de tener a la gente sólo excitada y apasionada acerca de nada, él debía exhortar a la gente con algo, y
para algo. Por ejemplo, él debía exhortar a la gente a afirmar y seguir la sana doctrina, evitar las
herejías, seguir la santidad, y vencer el mal. ¿Esta mujer piensa que un exhortador está realizando un
ministerio bíblico cuando él exhorta a la gente con falsas doctrinas y herejías? ¿Así un portero de iglesia
puede ser un Satanista, y aun estar agradando a Dios, porque su don es limpiar y no la doctrina? Pero si
es así, entonces tal vez un pastor puede cometer adulterio o aun un crimen, y todavía ser aprobado por
Dios, puesto que su don es predicar y no la fidelidad. ¿Qué si yo digo que soy llamado sólo a enseñar la
doctrina del cuerpo de Cristo, así que no es asunto si yo mato, violo, y robo, porque es deber de otra
persona ser el ejemplo moral? Tenemos diferentes dones, tú lo sabes. Pero así como somos todos
cristianos, todos somos llamados a seguir la santidad, también a afirmar la sana doctrina.
Si ella verdaderamente creía que yo era un maestro del cuerpo de Cristo, entonces de acuerdo con su
propio punto de vista, ella debería haber puesto atención a mi cuando yo trataba asuntos doctrinales, y
ella debería haber atendido mis advertencias acerca del hereje y sus herejías. Y si ella verdaderamente
creía que enseñar era mi don, entonces en su punto de vista, ese exhortador debería haber venido
primero a aprender doctrina bíblica de mí (o de un maestro como yo), y entonces exhortar a la gente
para afirmar y seguir estas doctrinas bíblicas, o exhortarles sobre la base de estas doctrinas. En lugar de
eso, ella pensó que porque él era un “exhortador”, él no necesitaba ser preciso cuando venía a la
doctrina. Yo asumo que ella habría traspasado la línea si él hubiese exhortado a la gente a adorar al
diablo, pero esto sería arbitrario, e inconsistente con su propia posición.

Debemos evitar esta distorsión de la enseñanza acerca de la diversidad de dones. El pasaje sin duda
enseña que debido a nuestra diversidad de dones, cada uno podemos hacer contribuciones únicas al
crecimiento del cuerpo de Cristo; no obstante, cualquiera que sea nuestro don, estamos unidos por la
obra que Cristo ha hecho para redimirnos, y estamos unidos por doctrinas bíblicas comunes. Es
precisamente para unir a su pueblo alrededor de estas doctrinas que Cristo ha enviado estos ministros
doctrinales.

Por esta razón, aunque el pasaje comienza por hablarnos acerca de la gracia dada a cada uno de
nosotros, Pablo inmediatamente enaltece a los ministros doctrinales, porque ellos son los únicos que
alimentan y dirigen la gracia dada a cada creyente. Esto es, cualquiera que sea tu función en el cuerpo de
Cristo, tú no estás preparado para realizar tus deberes a menos que tú hayas sido estrenado y continúes
siendo enseñado por los ministros doctrinales.

En efecto, los líderes de las iglesias no deben olvidar a ninguno que sea enseñable y obediente para
participar en alguna forma de ministerio en la iglesia. Hebreos 13:17 dice, “Obedeced a vuestros líderes
y someteos a su autoridad. Ellos cuidan de vosotros como hombres que deben dar cuenta. Obedecedles
para que su trabajo sea un gozo, no una carga, porque no os sería provechoso”. Por otro lado, quien
rechaza aprender de y sometido a las propias autoridades está descalificado aún para lavar los baños de
la iglesia.

Si tú estás ansioso por participar en el ministerio debido a que la Escritura enseña que tú eres un
“sacerdote” de Dios, entonces tu mejor acción sería una de todo el tiempo, y esto significa que tú debes
ser diligente en orar y estudiar. El ministerio no es una oportunidad para que ganes atención para ti
mismo, para satisfacer tu deseo de realización, o para hacer a la gente escuchar tus anécdotas
irrelevantes y opiniones estúpidas. Cristo ha dado los ministros doctrinales para prepararte para tu
ministerio para la iglesia, pero si tú rechazas aprender y someterte, entonces no tienes derecho a
participar, porque la misma Escritura que sigues para participar declara que estos ministros doctrinales
son quienes te equiparan.

En cuanto los ministros doctrinales (de la enseñanza) cumplan sus deberes y los demás creyentes
aprendan de ellos y entonces estén en condiciones de participar en “la obra del ministerio” (15), ellos
edifican el cuerpo de Cristo. El objetivo es “alcanzar la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo
de Dios”.

“La fe” se refiere claramente al sistema de doctrina en la Biblia que cada cristiano debe afirmar y seguir.
1 Timoteo 3:9 dice: “[los Diáconos] deben retener las verdades profundas de la fe con una conciencia
clara”, 1 Timoteo 4:6 habla de ser “un buen ministro” quien ha sido “educado en las verdades de la fe y
de la buena enseñanza que has seguido”; y Judas 3 urge a sus lectores a “contender por la fe que ha sido
una vez dada a los santos”. “Fe” aquí se usa en el sentido objetivo, refiriéndose a la doctrina
(enseñanza) bíblica.

Por ahora sabemos que muchos comentaristas no pueden tolerar el énfasis intelectual de Pablo y se
hallan en problemas cuando se encuentran con la palabra “conocimiento”. Sobre la base que la palabra
usada aquí no es gnosis sino epignosis (16), y a veces sin ninguna base en absoluto (17), algunos
comentaristas sostienen que Pablo está refiriéndose al “conocimiento del corazón”, o algo “más
profundo” que el intelecto, tal como una “comunión” personal con Cristo.

Por ejemplo, Foulkes escribe, “la fe no es sólo la aceptación de una colección de dogmas abrazando los
cuales se alcanza la unidad” (18). El está muy equivocado. Pablo está enseñando exactamente que la fe
es una colección de dogmas, abrazando (siguiendo obedientemente) los cuales se alcanza la unidad. La
idea central de este pasaje es que Cristo ha dado a la iglesia ministros doctrinales para enseñar estos
dogmas y la verdadera unidad de los cristianos se logra cuando los creyentes “abrazan” estas doctrinas.
Pablo está enseñando precisamente lo que niega Foulkes.

Foulkes continúa “[Fe] es algo más profundo y más personal. Es unidad en el conocimiento del Hijo de
Dios…Nunca podemos conocer a alguna persona simplemente con nuestra mente y el conocimiento de
esa persona como se contempla aquí debe implicar la más profunda comunión posible” (19).

El dice que nunca podremos conocer a alguna persona simplemente con nuestra mente, pero no
especifica que otra parte de la persona humana hay con la cual podamos conocer a alguien. ¿Quiere
decir que podemos conocer a alguien con nuestro bazo, tan bien como con nuestra mente? O ¿Quiere
decir que podemos conocer a alguien con nuestro “corazón” también? Pero ya hemos mostrado que el
corazón es la mente, son la misma parte de la persona humana.

(15) Barclay piensa que esto se refiere a “servicio práctico” (p. 149). Los creyentes quienes son
relativamente ineptos en materias intelectuales, aun si ellos han sido entrenados para el servicio práctico,
no deben ser admitidos para usurpar la autoridad doctrinal en la iglesia. La mayoría de la gente no es
llamada al oficio de maestro (Santiago 3.1), pero algunos son muy talentosos en el manejo de los
asuntos prácticos en la iglesia.
(16) Ver el ejemplo de Lenski más abajo.
(17) Ver el ejemplo de Foulkes más abajo.
(18) Foulkes, p. 129.
(19) Ibid.
El dice que este “conocimiento” debe implicar “la más profunda comunión posible”. De nuevo, si esta
comunión “no es una relación mental sostenida por comunicación intelectual, entonces ¿qué parte de la
persona humana está hablando? ¿Hay una parte no-mental de la persona humana con la que podemos
tener “la más profunda comunión posible” con otro? Foulkes parece que piensa eso, y por cierto si tú
has sido influido por pensamiento antibíblico sobre esta materia, tú estarías de acuerdo con él. Sin
embargo, tanto Foulkes y tú deben mostrar desde las Escrituras que existe una parte no-mental en la
persona humana, pero nosotros ya hemos establecido que el “corazón”, “el hombre interior”, y todos los
términos como estos se refieren a la mente.

Foulkes y muchos otros comentaristas dicen lo que dicen porque es lo que más les parece que suena
dulce y piadoso –ciertamente no tienen ningún fundamento exegético para ello- pero el problema es que
es una tontería sin sentido. Por supuesto que debemos tener “la más profunda comunión posible” con
Cristo, pero esta sigue siendo una relación mental, que involucra comunicación intelectual. Así
volvemos a una relación con Cristo y con cualquier otro basados en las doctrinas reveladas en la
Escritura.

Aun tenemos que hablar de gnosis y epignosis. Lenski escribe, “No está referido al mero conocimiento
intelectual, tal como gnosis podría expresar, sino al verdadero conocimiento del corazón” (20). Pero
¿qué es “conocimiento del corazón”? y ¿dónde está? ¿Qué es conocimiento del “corazón” sino
conocimiento intelectual? ¿Es el “corazón” no-mental, y procesa información no verbal a todos? Si es
así –si el corazón procesa información no verbal- entonces ¿cómo podemos tener conocimiento del
“corazón” acerca de la doctrina bíblica? Si no –si el corazón procesa información verbal- entonces
¿cómo es el “corazón” diferente de la mente? Una vez más, ya hemos establecido que el corazón es la
mente.

Algunas personas sostienen que hay que distinguir la mente del corazón, porque incluso un no creyente
puede estar de acuerdo con las doctrinas bíblicas en su mente, pero no es verdaderamente salvo, hasta
que está de acuerdo con ellas en su corazón. En respuesta, primero, no podemos hacer esta distinción
entre la mente y el corazón, si la Biblia nunca hace tal distinción, sino que usa los dos términos casi
como sinónimos, si no es como sinónimos exactos. Segundo, la Biblia nunca admite que un incrédulo
pueda verdaderamente estar de acuerdo con las doctrinas bíblicas- ella sólo enseña que él puede
declarar estar de acuerdo.

Además, aunque el no creyente pueda realmente estar de acuerdo con algunas proposiciones bíblicas,
la Biblia niega que él pueda estar de acuerdo con las proposiciones bíblicas que son necesarias para la
salvación. Más bien, se requiere de la gracia y el poder soberanos de Dios que trabaja en la mente del
hombre para convertirle, concediéndole la voluntad y el poder para estar de acuerdo con esas
proposiciones bíblicas que son necesarias para la salvación (21).

(20) Lenski, p. 534.


(21) Esta es también un réplica parcial a las objeciones basado en Santiago 2:19. Los demonios pueden
afirmar la singularidad de Dios, pero ¿pueden ellos sinceramente afirmar la proposición, “yo quiero
ahora gozosamente adorar a Cristo”? Note que para afirmar sinceramente esta proposición además
implicaría la real adoración de Cristo.
Lenski considera que gnosis es “el conocimiento intelectual”, pero que epignosis es “conocimiento del
corazón”. Este es uno de los mitos exegéticos más populares, y muchos eruditos y predicadores
carismáticos, evangélicos, e incluso Reformados se apoyan en el.

Clark responde: “El Griego Helenístico no hace distinción entre gnosis y ginosko, y epignosis” (22). El
Léxico de Thayer dice que epignosis significa “conocimiento correcto y preciso; usado en el NT para el
conocimiento de las cosas éticas y divinas”, y en relación con nuestro versículo en particular: “De
Cristo, el verdadero conocimiento de la naturaleza de Cristo, dignidad y beneficios” (23).

Lawrence Richards escribe “Epiginosko es también traducido en el NT como ‘saber’. Este es una
forma intensiva de ginosko e implica un total o más completo conocimiento” (24). Y en relación con
Efesios 1:17, Ralph Earle escribe:

“La palabra griega regular para “conocimiento” es gnosis…Pero la palabra aquí es epignosis… ¿Hay
alguna diferencia?”

Trench escribe: “De epignosis, en comparación con gnosis, será suficiente decir que epi debe ser
considerado como intensivo, dando a la palabra compuesta una fuerza mayor que la que poseía”.
Lightfoot dice: “El compuesto epignosis es un avance sobre gnosis, que denota un mayor y más
completo conocimiento”. Y Salmond está de acuerdo: “Esto significa un conocimiento que es
verdadero, preciso, exhaustivo, por lo que podría traducirse como pleno conocimiento”.

Pablo gusta de las palabras compuestas. Este hecho parece ser un reflejo de su poderosa personalidad. Él
sentía profundamente y se expresaba a sí mismo fuertemente. Su uso de compuestos con el intensivo epi
era una proyección
de su naturaleza muy intensa, que se manifestó también en una vida de devoción sin igual al Señor (25).

En otras palabras, el prefijo epi hace más intensivo el significado de gnosis, produciendo un más grande
y profundo conocimiento del mismo tipo, pero no cambia el significado hacia otro tipo de conocimiento.
Ahora, como Lenski mismo admite, gnosis denota “conocimiento intelectual” y puesto que “el Griego
Helenístico no hace distinción entre gnosis y epignosis”, y el prefijo epi incluso intensifica el
significado de gnosis, resulta que en vez de denotar “el conocimiento del corazón” (como algo diferente
del conocimiento intelectual), epignosis se refiere a un “conocimiento súper-intelectual”

(22) Clark, Ephesians; p. 140.


(23) Joseph H. Thayer, Thayer’s Greek- English Lexicon of the New Testament; Hendrickson Publishers.
(24) Lawrence O. Richards, New International Encyclopedia of Bible Words; Zondervan Publishing
House, 1991; p. 383.
(25) Ralph Earle, Word Meaning in the New Testament; Hendrickson Publisher; p. 294.
Así para parafrasear al apóstol, Cristo nos ha enviado estos ministros doctrinales para que ellos preparen
a los creyentes para el servicio; esto resulta en la edificación continua de toda la iglesia, a fin de que
todos estemos de acuerdo en la doctrina y en el profundo, intenso, conocimiento súper-intelectual sobre
el Hijo de Dios, es decir, Jesucristo. Es de esta manera y en este sentido que nos esforzamos por
alcanzar “la medida de la plenitud de Cristo”

La Escritura enseña que la unidad cristiana es unidad doctrinal, es decir, para los cristianos estar
unidos es estar de acuerdo en la doctrina. Aunque esta es la posición bíblica, es lo contrario de lo que
muchos creyentes profesantes afirman y enseñan hoy en día. Ellos insisten en que podemos y debemos
unirnos en torno a “Cristo”, no en la forma de un acuerdo doctrinal, sino a pesar incluso de grandes
desacuerdos doctrinales.

Sin embargo, es imposible unirse en torno a “Cristo” mientras se afirman posiciones doctrinales
incompatibles acerca de él, ya que “Cristo” se convertiría entonces en un sonido indefinido y sin
significado y con un contenido no definido. Si Tomás piensa que Cristo es un elefante, María piensa que
Cristo es un oso polar, Juana piensa que Cristo es sólo un profeta humano, y Vincent piensa que Cristo
es Dios encarnado, entonces decir que podemos unirnos en torno a “Cristo” mientras mantenemos estas
diferentes concepciones acerca de “Cristo” harían que tanto “Cristo” como “unidad” carecieran de
sentido. Porque así como Juana rehúsa obedecer a un elefante, Vincent rehúsa adorar a un oso polar.

Si tu respuesta es que las creencias de los cristianos profesantes no son realmente tan diferentes, por lo
que el problema anterior es puramente hipotético, entonces por implicación tú has admitido que la
unidad cristiana depende de la unidad doctrinal, sólo que tú piensas que esta unidad doctrinal ya está
presente y es suficiente. Si tú insistes en que debe haber sólo un mínimo de acuerdo doctrinal entre los
creyentes, entonces ya diferimos sobre un principio doctrinal que me parece central. Es uno que yo me
niego a transar; por lo tanto nuestro desacuerdo doctrinal ha resultado en desunión.

Para los cristianos unirse en torno a Cristo significa afirmar las mismas cosas acerca de Cristo, tales
como quién es, lo que ha hecho, su encarnación, crucifixión, resurrección, y exaltación, su relación con
el Padre, su relación con los creyentes, y su relación entre los creyentes y él. En otras palabras, la unidad
en Cristo debe ser unidad en lo que la Escritura enseña acerca de Cristo. De lo contrario, no hay unidad,
aun si hay compromiso.

Lo que los ministros de doctrina hacen, entonces, es enseñar la verdad acerca de Cristo y refutar falsas
ideas acerca de él: “Predicar el evangelio tiene como objetivo un acuerdo teológico” (26). Entonces,
cuando las partes del cuerpo de Cristo aprenden y refuerzan estas doctrinas, ellos crecen en
conocimiento y concuerdan entre sí. Esta es la esencia de la verdadera unidad cristiana. Repito, la
unidad cristiana es unidad doctrinal , y esta unidad doctrinal es la que Pablo enseña e ilustra aquí.

Si tú eres un líder de la iglesia, entonces este es tu mandato. Debes promover el acuerdo doctrinal por
medio de enseñar fielmente y con fuerza las doctrinas bíblicas y refutar todas las ideas no bíblicas. Tú
no debes llegar a un acuerdo por compromiso, o por reducir el sistema de verdad bíblica a un común
denominador con el que todos pueden inmediatamente estar de acuerdo. Más bien, tú debes promover la
verdad y destruir la mentira.

(26) Clark, Ephesians; p. 139.


La Biblia nunca nos anima a “dejar a un lado nuestras diferencias doctrinales”, sino más bien a
enfrentarlas y resolverlas. En lugar de tratar de complacer a ambos lados de un desacuerdo doctrinal, si
una parte tiene la posición bíblica, entonces debe ganar la discusión, y el otro debe descartar su falsa
posición. Si ambas partes se encuentran en posiciones no bíblicas, ambos deberían desprenderse de sus
falsas posiciones para abrazar la bíblica.

Por supuesto, esto exige compromiso y valentía inusual en ti. “Llegará el momento en que los hombres
no soportarán la sana doctrina. En su lugar, para satisfacer sus propios deseos, se rodearán de un gran
número de maestros que dirán lo que su comezón de oídos quiere oír” (2 Timoteo 4:3). Si embargo, este
es el propósito para el cual Cristo te ha llamado.

Algunos se quejan de que parece muy remoto un acuerdo doctrinal total o sustancial entre los creyentes.
Pero esto es en parte porque ¡tú no has estado haciendo tu trabajo! Es tu culpa así que no te quejes. Si tú
has estado pensando o enseñando todo el tiempo que la unidad cristiana no está basada en la doctrina,
sino más bien en un “amor” no-doctrinal o “Cristo”, entonces no es extraño que no haya progreso en un
acuerdo doctrinal. Y ¿Has estado orando por un acuerdo doctrinal en la iglesia o sólo has orado por un
acuerdo en actitudes y acciones?

Hay mucho más que podemos y debemos hacer para promover un acuerdo doctrinal entre los creyentes.
Por supuesto, todo descansa sobre el plan predeterminado de Dios, y sólo él puede producir un cambio
y crecimiento real. No obstante, hemos establecido tu deber como creyente y como ministro, y la
perfección final la cual Dios eventualmente trae a su iglesia (27).

Pablo aun no ha terminado con su énfasis sobre la doctrina, sino que establece que en cuanto los
ministros doctrinales cumplan fielmente su deber, en cuanto ellos preparen a los creyentes para la obra
de servicio, la iglesia como un todo se moverá hacia un acuerdo doctrinal, y así la iglesia alcanzará la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo, “Para que ya no seamos niños fluctuantes llevados por
doquiera de todo viento de doctrina , por estratagemas de hombres que para engañar emplean con
astucia las artimañas del error”. Por lo tanto, debemos decirnos que la unidad cristiana es una unidad
doctrinal, y también enseñar que la madurez cristiana es madurez doctrinal.

Las falsas doctrinas afectan a los cristianos inmaduros. Las iglesias evangélicas y reformadas tienen
muy poca inmunidad (28), principalmente porque sus líderes fallan en dar a la doctrina la más alta
prioridad; en vez de ello, promueven programas de drama o danza, cantatas, noches para solteros, y
paseos o vigilias. Sería mejor que ellos cancelaran todos estos programas, y dedicaran todo el tiempo y
dinero a clases de teología. Ese sería un buen comienzo.

(27) Considera como este objetivo de acuerdo doctrinal se ajustaría en un esquema de escatología
postmilenial.
(28) Por ejemplo, considera la reciente herejía sobre la justificación en Auburn Avenue.
Los líderes de la iglesia deben diligentemente “confrontar a otros con la sana doctrina y refutar a
quienes se oponen a ella” (Tito 1:9). Cuando ellos fallan en hacer esto, los creyentes bajo su cuidado
permanecerán como niños espirituales, susceptibles a “las estratagemas de hombres que para engañar
emplean con astucia las artimañas del error”. Algunos de ellos serán conducidos a la cientología, o al
catolicismo, o al mormonismo y entonces algunos también serán arrastrados por los carismáticos.

Lo que Pablo llamaría un “viento de doctrina”, los carismáticos a menudo veneran como un “verdadero
don (regalo)”. El término proviene de 2 Pedro 1:12, pero por supuesto que lo han distorsionado. Por este
término, los carismáticos se refieren a una enseñanza que Dios está ahora supuestamente enfatizando a
la iglesia, probablemente una que fue revelada a los apóstoles, pero que se había “perdido” hasta ahora.
Así que ellos están emocionados por estas “nuevas” verdades sobre espíritus territoriales, oración
intercesora, gobierno de la iglesia, discipulado, y el “fin de los tiempos”. Ellos piensan que sus
“apóstoles” y “profetas” están trayendo estas verdades a la gente, pero todo lo que ellos están trayendo
son sólo olas sobre olas de herejías.

Si realmente quieren aprender las verdades bíblicas, sólo deberían tomar una dogmática reformada, y
entonces encontrarían que ya no necesitan más a sus apóstoles y profetas. Pero como los teólogos
bíblicos no enseñan a la gente a “penetrar” en la presencia del Espíritu Santo, a ladrar como perros y
hacer otros ruidos animales en la iglesia (alegando que están inspirados por el Espíritu Santo), y a
derribar los demonios territoriales, a lo mejor mantendrán a sus apóstoles y profetas, después de todo.

Por supuesto, como he dicho, los vientos de doctrina no sólo soplaran a través del movimiento
carismático, sino también en las iglesias evangélicas y reformadas; sin embargo, las herejías que afectan
a estas últimas son mucho más sofisticadas, o “inteligentes”, si se quiere. En cualquier caso, una herejía
es una herejía, y nosotros debemos refutarla y destruirla.

El mejor modo, sin embargo, es invertir nuestro tiempo y recursos en edificar a los creyentes sobre la
sana doctrina, para que ya no sean más como niños. Tenga en cuenta que “bebés” espirituales son los
que no tienen resistencia a las falsas doctrinas, y en consecuencia, los adultos espirituales son los que
han sido solidificados por las sanas doctrinas, por lo que no son fácilmente zarandeados.

Una medida principal de madurez espiritual es la madurez doctrinal. ¿Es el conocimiento doctrinal de la
persona amplio, profundo, exacto y solidificado? Entonces, él es espiritualmente maduro. Uno puede
objetar que una persona puede memorizar una teología sistemática y aun seguir siendo una persona
licenciosa, o incluso incrédulo. Esto es cierto, y por eso es que digo que debe estar “solidificado” en la
sana doctrina. Una persona que sinceramente y constantemente cree y sigue la sana doctrina es por
definición un verdadero cristiano, y espiritualmente maduro.

Pablo escribe en 1 Corintios 13:11, “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como un niño,
razonaba como un niño. Cuando me convertí en un hombre, dejé atrás las cosas de niño”. La madurez
espiritual tiene que ver con crecer en el hablar, en el pensamiento, y en razonar acerca de las cosas
espirituales. Tal persona posee un profundo discernimiento espiritual; no es fácilmente engañado. Como
creyente, esto es lo que tú debes esforzarte por llegar a ser; como un líder de la iglesia, esto es en lo que
debes ayudar a los creyentes llegar a ser. Debemos leer acerca de la doctrina, pensar acerca de la
doctrina, y hablar acerca de la doctrina –todo el tiempo. Como Herman Hoeksema dijo, “Si tú me
preguntas, en nuestro tiempo, qué es lo que nuestro pueblo necesita por sobre todo, en primer lugar, mi
respuesta es: ¡Doctrina! Si tú me preguntas qué es lo que ellos necesitan en segundo lugar, Yo digo:
¡Doctrina! Si tú me preguntas lo que ellos necesitan en tercer lugar, Yo digo: ¡Doctrina!” (29).
Por ahora tú debes tener la impresión de que hago demasiado hincapié en la doctrina, y quizás tú piensas
que presiono mucho también. Pero la razón por la que tú crees que yo te presiono demasiado es porque
tú piensas tan poco de la Biblia, y puesto que la Biblia es Palabra de Dios, la razón por qué tú piensas
tan poco de la Biblia es porque tu piensas tan poco de Dios. Y repetidamente digo, “¡Estudia teología!”
pero yo espero que seas lo suficientemente agudo para notar que esta es sólo una manera formal de
decirte, “¡Escucha a Dios!”.

En vez de ser zarandeado de aquí para allá por cada tendencia herética, promovemos el crecimiento del
cuerpo de Cristo por “hablar la verdad en amor”. Ahora, ¿qué significa esto? Mucha gente parece pensar
que esto significa, “afirma la verdad, pero hazlo delicadamente”. Ellos definen “amor” de acuerdo a la
etiqueta social secular, la norma no-cristiana de lenguaje y comportamiento aceptable.

Pero si esta es la definición correcta, y si este es el entendimiento correcto de “hablar la verdad en


amor”, entonces Pablo estaría diciendo a Tito “habla la verdad en odio” cuando escribe, “Por lo tanto,
repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe y no presten atención a los mitos judíos o a los
mandamientos de aquellos que rechazan la verdad” (Tito 1:13-14). La preocupación de Pablo es
obviamente algo similar a nuestro presente, esto es, precisión y madurez doctrinal. Sin embargo, él dice,
“Repréndelos duramente, para que sean sanos en al fe”. Bueno, ¿Esto es amor o no? ¿Por qué crees tú
que Pablo dice en primer lugar repréndelos? Porque él los ama (Proverbios 27:5; 1 Timoteo 5:20).

Por supuesto, reprender con dureza a alguien no es a menudo el primer paso contra la falsa doctrina o la
inmadurez espiritual, pero se suele reservar para el obstinado e impenitente, y aquellos en inmediato
riesgo de naufragio espiritual. El punto es que “hablar la verdad en amor” no exige que siempre
hablemos suave y delicadamente, pero es precisamente nuestro amor el que a veces nos exige dar un
atronador reproche contra el pecar o errar del creyente. Pablo escribe, “Estas son, pues, las cosas que
debes enseñar. Exhorta y reprende con toda autoridad” –a veces yo exhorto y al mismo tiempo reprendo,
pero siempre enseño. Algunas personas piensan que yo siempre debo exhortar, a veces enseñar, y nunca
reprender, pero Pablo me asegura: “No dejes que nadie te desprecie” (Tito 2:15). Así que yo voy a
seguir exhortando y reprendiendo gente. ¿Por qué? Porque les amo (30).

(29) Herman Hoeksema, Believers and Their Seed; Reformed Free Publishing Association, 1997; p. vii.
(30) Amar no significa “ser agradable”. El amor bíblico es mucho más grande que esto. Se refiere a una
obediencia a las leyes de Dios en nuestras relaciones con Dios y con las personas (Juan 14:21; Romanos
13:10). Esto es volicional y sacrificial, a menudo resulta en una acción concreta que beneficia a otros a
nuestra costa. Aquí hacemos hincapié en “hablar la verdad en amor” entre creyentes. Para una discusión
específica sobre qué es amar y odiar en nuestra relación con los incrédulos, ver mi Teología Sistemática.
“A medida que cada parte hace su trabajo”, el cuerpo de Cristo “está unido entre sí” y “crece y se edifica
a sí misma en amor”. Ya hemos dicho lo suficiente sobre este pasaje de manera que tú debes ser capaz
de entender esto por ahora. Así que no voy a decir más, salvo añadir que sería útil leer 1 Corintios 12
(especialmente vs. 12-16) en relación con este pasaje.

EFESIOS 4:17-24

Dios les ha elegido para salvación, regenerándoles, y les ha hecho “Israel” en Cristo. Y ahora, porque
pertenecen a un cuerpo con todos los herederos de Dios, deben contribuir a su crecimiento, Pablo manda
a estos creyentes a dejar de vivir como los gentiles, en cambio deben “vivir una vida digna de la
vocación a que han sido llamados” (4:1). En otras palabras, ellos deben dejar de vivir como no-
cristianos, y vivir como cristianos.

Pero ¿qué son los “gentiles” o cómo los no-cristianos? ¿Qué está mal con ellos que los cristianos no
deben ser como ellos? Lea vs.17 y 19. ¿Qué dice Pablo? Él menciona “la inutilidad de su pensamiento”,
y que están “en la oscuridad de su entendimiento”. Así él no está aun en condiciones de apelar al
intelecto, aun no puede hacer nada con la doctrina. Finalmente llega a un énfasis más práctico y moral, y
de inmediato se refiere a la mente otra vez. Él dice que los incrédulos están separados de Dios, que ellos
son ignorantes y están endurecidos. Entonces, Pablo continúa diciendo, son insensibles, indulgentes, y
continuamente impulsados por la lujuria. En otras palabras, como la Escritura consistentemente y
repetidamente enseña, todos los no cristianos son estúpidos y malos.

Cuando la Escritura dice claramente que los no-cristianos son retrasados mentales, a menudo las
personas tratan de distorsionar esto en referencia a la inteligencia “moral”. Pero esto es desafiar la
palabra de Dios. Por supuesto, que los incrédulos son estúpidos en lo concerniente a las cosas morales,
pero esto es porque ellos son estúpidos con relación a todas las cosas. Los cristianos a menudo dicen
que muchos no-cristianos son muy inteligentes y muy morales, pero que simplemente no son lo
suficientemente buenos, o que su sabiduría y moralidad no son del tipo correcto. Una vez más, la
Escritura niega esto; por el contrario, condena a todos los no-cristianos como estúpidos y malos.

Pablo dice que su mentalidad termina en la futilidad, y que su entendimiento está oscurecido.
Hendriksen escribió, “El entendimiento o poder de razonamiento discursivo ha sido afectado por el
pecado” (31). Romanos 1:22 dice, “Aunque afirmaban ser sabios, llegaron a ser necios”. En el mismo
sentido en que los incrédulos dicen ser sabios, Pablo dice que ellos son tontos. Pero los incrédulos no
afirman ser sólo moralmente sabios, sino también intelectualmente sabios; por lo tanto, cuando Pablo
dice que ellos son “tontos” en el mismo sentido en que ellos afirman ser sabios, quiere decir que son
intelectualmente tontos, y no sólo moralmente tontos.

Por lo tanto, el apóstol está sin duda refiriéndose a su capacidad para pensar y razonar, no sólo en cuanto
a la moralidad, sino en cuanto a cualquier cosa. Tu debes o rechazar esta afirmación, y por lo tanto
abandonar la infalibilidad bíblica, y tal vez denunciar conjuntamente el cristianismo, o bien debes
confesar con la Escritura que todos los incrédulos son idiotas o retrasados mentales.

En los debates públicos, una objeción a veces surge en mi contra, incluso de personas que de otro modo
apoyan mis escritos –ellos no están de acuerdo en que llame a los no-cristianos imbéciles. Sin embargo,
yo no sólo llamo imbéciles a los no-cristianos, porque estas personas que piensan que no debería llamar
imbéciles a los no-cristianos ellos mismos son también imbéciles, aunque sean cristianos. Esto es porque
si han leído mucho de lo que he escrito, entonces deben haber visto mi sustento bíblico para llamar a los
no-cristianos imbéciles. A menos que puedan ofrecer una refutación bíblica, ellos están desafiando la
Escritura cuando se quejan de que yo no debería llamar a los no-cristianos lo que la propia Escritura los
llama. Así ellos también son imbéciles.

Casi todas estas personas que están en desacuerdo de admitir que la Escritura llame a los no-cristianos
“tontos”, no objetan cuando yo señalo que la palabra griega es moros, de la cual se deriva la palabra
inglesa “moron” (idiota). Pero siguen insistiendo en que yo no debería llamarlos así. En lugar de pensar
de acuerdo con la Escritura, parece que están actuando bajo una norma no-cristiana.

Una persona respondió, en efecto, “Tienes razón, pero simplemente no lo digas, al menos no en sus
caras”. Pero, ¿estamos autorizados para predicar el Salmo14:1 y Romanos 1:22, y otros versículos que
nos dicen que los incrédulos son estúpidos? Si es así, ¿ésta persona está diciendo que debemos predicar
sobre estos versículos a sus espaldas? ¿O no debemos predicar sobre estos versículos, y sólo leerlos en
silencio en casa?

La Escritura dice que los incrédulos son “pecadores” y que son “malos”. ¿Tenemos prohibido decirles
eso también? ¿O es aceptable llamarles “pecadores” y no “imbéciles”, y decirles que son “malos” y no
“estúpidos? ¿Podemos decirle que son “pecado”? ¿Sí, en sus caras? Si es así, ¿Cómo puede ser “idiota”
y “estúpido” algo peor? Si no, ¿Entonces cómo podemos aun predicar el evangelio?

Otra persona escribió, “Estoy totalmente de acuerdo en que yo era un estúpido, tonto, e imbécil en mis
creencias antes de llegar a ser un cristiano…pero yo simplemente no veo la justificación para el uso en
la forma de insultos que he leído en los escritos del Sr. Cheung”.

¿Así que yo no tengo justificación en decir la verdad y enseñanza de la Biblia? En cualquier caso, esto
es un relato incompleto de mi posición. Esta persona admite sólo ser un “idiota en mis creencias”, pero
la Escritura no sólo dice que los no-cristianos son idiotas en lo que ellos creen –ella dice que ellos, las
personas, son imbéciles. Como para “justificación”, sólo porque él no lo ve no quiere decir que está
ausente. Es obvio para mí que él no ha leído mis materiales con suficiente atención. El hecho es que yo
proveo justificación para esto en mis libros.

(31) Hendriksen, p. 210.


Además, para mi no es una cuestión de insultos (32), sino una cuestión de doctrina. De hecho, la única
justificación para no llamar a los no-cristianos “idiotas” es si ellos en realidad no son idiotas. Él sólo
puede decir que mi enfoque está errado si utiliza una norma no bíblica de juicio o etiqueta. Para las
personas que tanto tiempo han sido entrenadas por los incrédulos sobre la forma de hablar se
escandalizan cuando alguien viene y repite la Biblia. Esto también significa que él que se oponga a la
práctica de llamar a los no-cristianos “imbéciles” primero debe refutar la Escritura, en mi cosmovisión,
esta no es una táctica de los insultos, sino parte de mi teología.

En un foro, una persona propone el silogismo: “La Escritura dice que los no-cristianos son tontos; X es
un no-cristiano; por lo tanto, X es un tonto”. Luego él pregunta cómo Vincent Cheung podría estar
equivocado si la Escritura es infalible y si éste silogismo es válido. Una persona responde que no se
atreve a estar en desacuerdo con lo que Dios dice, y entonces está de acuerdo con la primera premisa y
la conclusión necesaria del silogismo –pero de alguna manera Vincent Cheung es aun incorrecto.

Él afirma que no quiere “juzgar” a la gente. Pero entonces, considera este silogismo: “la Escritura dice
que los no-cristianos son pecadores; X es un no-cristiano; por lo tanto, X es un pecador”. Por el
razonamiento de esta persona, también sería incorrecto llamar al no cristiano pecador. Pero si este es el
caso, ¿cómo puedo predicar el evangelio? ¿Tengo permitido decirle a los cristianos que los no-cristianos
son pecadores? Entonces, ¿Cómo puedo enseñar la Biblia? Y si supuestamente no podemos “juzgar” (en
el sentido no bíblico que sostiene esta persona), entonces ¿Cómo asumimos que alguien aun pueda
necesitar el evangelio? Entonces, ¿Podemos predicar alguna cosa a alguien? Este razonamiento de la
persona equivale a decir que si bien hay que estar de acuerdo con la Biblia, no se nos permite sacar las
implicaciones necesarias de ella, y no estamos autorizados a aplicar sus enseñanzas negativas a nadie.
No, porque ello sería “juzgar” a las personas.

Hay algunos que piensan que pueden llamar a la gente pecadores, pero no imbéciles. Pero, ¿Por qué es
“pecador” menos ofensivo que “idiota”? ¿O por qué es “malo” más agradable que “estúpido”? Los no-
cristianos niegan las dos etiquetas, pero la Escritura los llama ambos.

Entonces, alguna personas, al menos en la superficie, me aplauden por ser fiel a la Escritura al llamar al
incrédulo un tonto, pero ellos quieren que yo sea tan poético y educado –en otras palabras, no claro,
acerca de que ellos están escandalizados y avergonzados cuando yo me he limitado a repetir lo que la
Escritura dice en el habla normal, de modo que tanto cristianos como no-cristianos puedan entender.

Mis críticos parecen asumir una moral secular que ha sido diseñada para silenciar a los cristianos, de
modo que ellos están vinculados por conceptos no bíblicos de etiqueta y tolerancia. Para mí, yo no
“andaré como los gentiles” y esto incluye creer lo que la Escritura dice acerca de ellos, y llamarles lo
que la Escritura les llama, aun en sus caras. Si la Escritura es nuestro fundamento espiritual e intelectual,
entonces debemos aceptar, el honor, aplicar, y declarar su evaluación de los no-cristianos, y sus
pronunciamientos contra ellos.

(32) Y si tú estás llamándoles lo que ellos realmente son, ¿por qué es un insulto injurioso?
Entonces, algunos cristianos encuentran aceptable cuando me refiero a los no-cristianos como
“irracionales” o incluso “imprudentes”, pero se horrorizan cuando utilizo la palabra “estúpido”. Otros
incluso llaman al no-cristiano “tonto”, de acuerdo con el salmo 14 y Romanos 1. Pero cuando yo uso la
palabra “idiotas” o “estúpidos”, de nuevo soy culpable de algún crimen horrible. No me extraña que los
no-cristianos llaman a los cristianos estúpidos idiotas.

Ahora bien, es doctrina propia de la Escritura que los no-cristianos son estúpidos y que son imbéciles.
Estoy dispuesto a afirmar esta doctrina en términos claros e inequívocos ante cristianos y no-cristianos
–ya sea en un tono suave o duro, con restricción o gestos extravagantes, o con maneras tenues o fuertes,
como la situación lo requiera. Yo simplemente aplico y repito las palabras de los profetas y los
apóstoles. Si tú no estás de acuerdo con esto, es porque ¿realmente no soy bíblico, o es porque tú eres un
cobarde patético, y un producto del adoctrinamiento no cristiano?

Pablo escribe que ellos están con el “entendimiento entenebrecido”. ¿Están mis críticos de acuerdo con
la Escritura en que los no-cristianos están con el “entendimiento entenebrecido”, pero que ellos son al
mismo tiempo muy inteligentes? En Romanos 1:21, Pablo escribe que “su pensamiento se convirtió en
inútil y su tonto corazón fue entenebrecido”, muy parecido a lo que escribe aquí en Efesios. El Léxico
de Thayer dice que la palabra (asunetos) significa “poco inteligente, sin entendimiento”, y que en
Romanos 1:21, significa “estúpido” (33).

Luego, Pablo añade que los no-cristianos “disfrutan de todo tipo de impurezas, con un deseo continuo
por más”. ¿Están mis críticos de acuerdo con la Escritura que los no-cristianos están “endurecidos”, y
que continuamente tienen “sed de más” cosas viles e impuras, pero que al mismo tiempo son gente muy
buena? ¿Están locos? ¿O son tan estúpidos como los incrédulos?

Pablo dice que los no-cristianos son vanos, estúpidos, endurecidos, crueles, y llenos de lujuria. Mis
críticos deben o aceptar la infalibilidad bíblica o rechazarla. Si la aceptan, entonces deben estar de
acuerdo con Pablo y conmigo de que los no-cristianos son estúpidos y malos; si ellos la rechazan,
entonces deben decirnos sobre qué base pueden llamarse a sí mismos cristianos. Si ellos no son
cristianos, entonces deben refutar el cristianismo antes de criticarme por repetir lo que mi cosmovisión
dice acerca de los no-cristianos.

(33) Thayer, Thayer’s Greek-English Lexicon.


En cualquier caso, algunos creyentes saben que tengo razón, que la Escritura sin duda llama a los
incrédulos estúpidos y malos, pero ellos se molestan conmigo por ser bíblico y no ambiguo. Por otra
parte, siguiendo la Escritura, yo no me detengo en llamarlos estúpidos y malos; más bien, yo procedo a
proclamar el evangelio, presionado el punto de que sólo Cristo puede salvarles de ser idiotas y
monstruos. Hay mucho más que puedo decir sobre esto, y hay otras objeciones específicas que puedo
mencionar y responder (34), pero debemos seguir adelante (35).

Como dije, Pablo aun no apela al intelecto, y aun no trata con la doctrina. Después de recordar a sus
lectores que los no-cristianos son estúpidos y malos, y también recordarles que ellos no son como los
no-cristianos, porque ellos han sido cambiados por la enseñanza cristiana. Cuidadosamente noten las
referencias intelectuales:

“Ustedes, en cambio, no han llegado a conocer a Cristo de esta manera. Seguramente escucharon de él
y fueron enseñados en él de acuerdo con la verdad que es en Jesús. Ustedes fueron enseñados, con
respecto a su antigua forma de vida, para poner fuera su viejo yo, que está corrompido por sus deseos
engañosos; siendo hechos nuevos en la actitud de vuestra mente; y para poner el nuevo hombre, creado
para ser como Dios en verdadera justicia y santidad”.

Según Pablo, el problema de los no-cristianos consiste en su pensamiento inútil, oscuridad mental,
corazón insensible, y lujuria continua. Ahora él afirma que los cristianos son diferentes porque han
sido enseñados en la verdad del cristianismo. El poder de Dios nos libra del pensamiento inútil y la
continua lujuria, no por un encuentro o experiencia divina, sino por la enseñanza de Cristo, o la doctrina
cristiana, aplicada a la mente por el poder divino.

Incluso el acto de poner fuera el viejo yo y ponerse el nuevo hombre es un ejercicio intelectual. El
pasaje paralelo en Colosenses 3:9-10 dice, “No mintáis los unos a los otros, ya que ustedes han quitado
el viejo hombre con sus prácticas y han puesto el nuevo, que está siendo renovado en conocimiento a
imagen de su Creador”. Por supuesto, los cristianos son capaces de creer y practicar la doctrina cristiana
porque han sido primero elegidos soberanamente y regenerados por Dios, como ya lo hemos discutido.

Parafraseando, Pablo está diciendo a sus lectores, “Ustedes no tienen que ser como los no cristianos,
porque les han enseñado otra cosa. Se les ha enseñado la verdad de Jesucristo, es decir, la cosmovisión
cristiana. Por otra parte, ustedes pueden vivir consistentemente con esta cosmovisión cristiana porque
Dios los ha regenerado y su poder está obrando en ustedes. Al renovar sus mentes con las enseñanzas
bíblicas, ustedes pueden ponerse el nuevo hombre, formar nuevos patrones de pensamiento y hábitos
morales, y conformarse a la verdadera justicia y santidad”.

(34) Hay varios versículos bíblicos que la gente usa contra mi punto de vista (que es realmente justo
repetir y aplicar lo que la Biblia dice acerca de los no-cristianos), pero yo puedo demostrar que ellos han
mal entendido estos versículos. Por ejemplo, mi respuesta a la aplicación errada de Mateo 5:22, vea The
Sermon on the Mount. Además, el modo en que ellos aplican –es decir, desaplican- estos versículos a
menudo los harían contradecir otras cosas expresadas por Cristo y Pablo. Más bien que realizar una
exégesis cuidadosa, y procurar un entendimiento coherente de la Escritura, ellos han tomado esos
versículos, que distorsionados, parecen sostener lo que ellos han aprendido de los no-cristianos sobre
como tratar, pensar acerca, y hablar a los no-cristianos. ¿Por qué crees que los incrédulos enseñan la
“tolerancia” intelectual? Es porque su pensamiento y conducta no puede resistir aun el escrutinio casual
de un cristiano informado. Por otro lado, yo sé por la Escritura que las falsas creencias no deben ser
toleradas, sino más bien destruidas por refutaciones conclusivas.
(35) Para más sobre este tema, además de mis propias discusiones en mis otros libros, ver también
Douglas Wilson, The Serrated Edge: A Brief Defense of Biblical Satire and Trinitarian Skylarking
(Canon Press, 2003), y Robert A. Morey, “And God Mocked Them” (audio).
EFESIOS 4:25-5:2

En la santificación, el cristiano renueva su mente con la enseñanza de la Escritura, y entonces siguiendo


sus instrucciones, pone fuera el viejo hombre y pone dentro el nuevo hombre. Habiendo establecido esto
en el pasaje anterior, Pablo ahora enumera varias áreas específicas en las cuales los cristianos deben
practicar este principio, y explica lo que significa poner fuera el viejo hombre y poner dentro el nuevo
hombre en el contexto de estos ejemplos.

Porque ya no debemos vivir como los gentiles, y porque hemos recibido la enseñanza de Cristo, “por lo
tanto” debemos ahora “dejar la mentira”. El viejo hombre tiende a mentir cada vez que le parece
ventajoso hacerlo, pero tenemos que poner el nuevo hombre y así “hablar con la verdad cada uno a su
prójimo, pues todos somos miembros de un cuerpo”. Tenga en cuenta que aunque debemos seguir los
principios bíblicos de ética en todo momento y con todos. Pablo aquí está especialmente concentrado en
nuestro comportamiento dentro de la familia de Dios, ya que el contexto tienen que ver con el
mantenimiento de la paz y la unidad que Dios ha producido entre su pueblo por medio de Cristo.

“Si se enojan no pequen” viene del Salmo 4:4. Noten la continuidad entre la ética del Antiguo
Testamento y la ética del Nuevo Testamento (36). Cristo no nos redimió para que podamos desobedecer
los principios morales del Antiguo Testamento, sino que nos concede un nuevo espíritu para
obedecerlos como conviene (Ezequiel 11:19-20). Hay tal cosa como una indignación justa. Es decir, el
enojo no es siempre pecaminoso. Pero el enojo es justo cuando surge porque somos celosos del honor de
Dios, y celosos por la verdad (Marcos 3:5). No obstante, no debemos tratar de justificar nuestra ira
egoísta, o falta de paciencia y compasión, llamándola justa indignación. La ira justa es diferente a
simplemente guardar rencor. Si podemos ver la diferencia y controlar nuestras emociones, entonces no
“daremos cabida el diablo”.

(36) Ver Vincent Cheung, The Sermon on the Mount.


Sin duda algunos de los lectores eran ladrones antes de que fueran convertidos. Ahora que son
cristianos, robar es inaceptable, porque esto no es lo que han aprendido de Cristo (4:20); más bien, ellos
han sido enseñados a dejar de lado el viejo hombre y vestirse del nuevo. Esto es, ellos no sólo deben
poner fuera al viejo yo, sino que deben también poner dentro el nuevo; ellos deben no sólo poner fuera
la maldad, sino también buscar la santidad. Por lo tanto, no es suficiente para ellos solamente dejar de
robar, además Pablo dice que ellos deben encontrar algún trabajo útil que hacer, de modo que puedan
“tener algo que compartir con los necesitados”.

El mismo principio se aplica a nuestro hablar cotidiano. Ahora que somos cristianos debemos poner
lejos cualquier charla “malsana”, y en vez de eso, debemos hablar “sólo lo que es útil para la edificación
de los otros”.

Los carismáticos suelen abusar del mandamiento, “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios”. A veces,
ellos aplican esto a lo que consideran ser “movido” por el Espíritu, y advierten a los que se oponen a las
cosas insólitas que los carismáticos afirman que el Espíritu quiere hacer en los servicios en la iglesia.
Sin embargo, sea este principio correcto o no, esto no es lo que este pasaje tiene la intención de decir.

A veces ellos infieren que el Espíritu Santo se ofende con facilidad, que es como una pequeña niña
miedosa, o que podría ser fácilmente expulsado fuera como una paloma. Pero si el Espíritu es tan
“sensible” como ellos dicen, nosotros nunca tendríamos la presencia y poder del Espíritu. Los
carismáticos sobreestiman su propia santidad, subestiman la robusta personalidad del Espíritu.

La “unción” no se aparta de ti simplemente porque dormiste demasiado o comiste en exceso, porque


tienes que limpiar el inodoro, lavar ropa, o alimentar a tu bebé antes de predicar, o porque el líder de
música toca mal la alabanza durante el servicio. ¡El poder reside en el Espíritu! No depende de ti, o de tu
sereno estado mental. El Espíritu está con nosotros debido a la obra de Cristo, no por causa de nuestra
santidad, y no porque nos las arreglemos para andar de puntillas a su alrededor todo el tiempo.

Por otra parte, puesto que Dios es impasible, la referencia a la “aflicción” es un antropopatismo. Dios no
tiene emociones (37).

Dicho esto, el punto de Pablo es para nosotros “poder olvidarse de toda forma de malicia”. Pero otra
vez, la santificación bíblica involucra más que simplemente posponer el viejo yo, junto con sus deseos y
hábitos pecaminosos, debemos poner las virtudes correspondientes. En este caso, Pablo nos urge a “ser
imitadores de Dios…y vivir una vida de amor”. Siguiendo el propio ejemplo de Dios, debemos “ser
bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándoos unos a otros, tal como Cristo los perdonó a
ustedes”.

Es evidente que Pablo está presentando un nuevo patrón de pensamiento y vida a sus lectores. Nosotros
ya no podemos vivir como los no cristianos, porque hemos sido elegidos, cambiados, y convertidos en
Cristo. Los no-cristianos mienten y roban, son amargados y maliciosos. En un tiempo, éramos como
ellos, pero ahora en vez actuar como los hijos de Satanás, debemos ser “imitadores de Dios, como hijos
amados”.

(37) Ver Vincent Cheung, Systematic Theology.


EFESIOS 5:3-20

Pablo está consciente de las perversiones sexuales desenfrenadas que rodean a los creyentes, y así
después de darles algunos ejemplos concretos sobre poner fuera la vieja naturaleza y revestirse de la
nueva, él proporciona una extensa alerta contra la “inmoralidad sexual” y “lo que los desobedientes
hacen en secreto” –cosas que son “vergonzosas aún de mencionar”.

Entre los creyentes, no debe haber “ni un atisbo de inmoralidad sexual, o de cualquier tipo de
impureza”. ¡Qué lejos estamos de esta norma bíblica! Y, sin embargo, todavía estamos tratando de ser
amables con el pecado y los pecadores, y criticamos a quienes lo denuncian. Pero Pablo no se detiene
aquí. Él añade que incluso la “broma pesada” debería sustituirse por “acción de gracias”. Algunos
cristianos están dispuestos a mostrar a los no-cristianos que no somos mojigatos, pero si alguna vez
tenemos éxito en hacer esto de manera convincente, entonces eso también significaría que hemos
aceptado una norma moral no cristiana. En lugar de tratar de probar que no somos mojigatos,
deberíamos mostrar que ellos son bestias inmundas.

Pablo continúa desarrollando un punto importante. Él dice, “Porque de esto tú debes estar seguro:
ningún inmoral, impuro o avaro –el tal es un idólatra- tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que
nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia”. Muchos cristianos han cambiado su teología para acomodarse al estilo de vida
pecaminoso de los no-cristianos. Es como si pensasen que si vamos a afirmar que todas estas cosas
conducen al infierno, entonces significaría que muchas personas se van al infierno, y seguramente ¡no
queremos una teología tan dura! Pero lo tomas o lo dejas, esto es el Cristianismo.

En otro lugar, Pablo escribe de manera similar, “¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de
Dios? No se dejen engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios” (1 Co. 6:9-10). Incluso cuando cristianos profesantes dicen que está bien
cometer adulterio, que está bien tener un aborto, que está bien si tú eres un homosexual, que está bien si
tú dejas a tu esposo o esposa. Después de todo, tú debes seguir tu corazón ¿verdad? Dios entiende.

Pero eso no está bien. Pablo explícitamente afirma que los adúlteros, homosexuales, ladrones, y aún los
borrachos no heredarán el reino de Dios. Ellos no son cristianos, y se van al infierno –todos ellos. Pablo
sabe que a la gente no le gusta pensar de esta manera y que muchos afirmarán lo contrario, y por eso es
que en un pasaje él advierte, “Que nadie os engañe con palabras vacías, porque por estas cosas viene la
ira de Dios sobre aquellos que son desobedientes”, y en otro lugar él también escribe, “No os dejéis
engañar”.

En otras palabras, es precisamente por estas cosas –inmoralidad sexual, bromas pesadas, adulterio, robo,
homosexualidad, embriaguez, y todas las otras cosas que la Escritura llama pecado –que la ira de Dios
ya está viniendo sobre “los desobedientes”. Es precisamente a causa de estas cosas que los no-cristianos
irán al infierno. Cuanto antes los cristianos despierten a esta realidad, más pronto pueden tomar los
enfoques adecuado hacia estas personas. Es decir, no deben decirles a los homosexuales que pueden
permanecer homosexuales y todavía ir al cielo siempre que ellos crean en Cristo. No, si ellos creen en
Cristo, entonces deben dejar de ser homosexuales. Del mismo modo, no se puede ser cristiano y tener un
aborto, o abandonar al esposo o esposa por otra persona. Todas estas cosas son abominaciones. No es
amor o compasión engañar a un pecador al dejarlo pensar que él no es de hecho un pecador.
“Por lo tanto, no debemos ser socios de ellos”. En lugar de unirse a ellos en sus pecados, o su
aprobación de estos pecados, nosotros no tenemos “nada que ver con las obras infructuosas de las
tinieblas, sino más bien reprenderlas”. Pablo crea un gran contraste entre cristianos y no-cristianos.
Considerando que fuimos “una vez oscuridad…ahora sois luz en el Señor “. Los cristianos son como la
luz, y los no-cristianos como la oscuridad. Debemos “vivir como hijos de la luz”. A través de esta carta,
Pablo se esmera para transmitir las tremendas diferencias intelectuales y morales entre los Cristianos y
los no-cristianos, y aquí la imagen no puede ser más clara- cristianos y no-cristianos son intelectual y
moralmente opuestos.

Pero no basta con establecer el contraste. Él escribe, “Sean muy cuidadosos, entonces, en como viven –
no como necios sino como sabios”. En otras palabras, no sean estúpidos como los no-cristianos, sino
inteligentes, y que significa esto “hacer lo máximo en cada oportunidad”, sin duda, vivir como hijos de
luz, y exponer las obras de las tinieblas. “Por lo tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la
voluntad de Dios”. Aquí está el contraste de nuevo. Los no-cristianos son estúpidos; se entregan a sus
pasiones e inmoralidad y piensan que lo están haciendo muy bien. Pero no debemos ser como ellos; más
bien, debemos ser sabios y entendidos de la voluntad del Señor.

Pablo continúa, “No se emborrachen con vino, que conduce al desenfreno. Antes bien, sed llenos con el
Espíritu. Una vez más los carismáticos distorsionan este versículo. Ellos hacen una interpretación
mística y experiencial de este versículo, en vez de, una interpretación intelectual y moral consistente con
el contexto. Muchos de ellos asumen que esto significa que el Espíritu es un sustituto para el vino, y que
producirá similares efectos mentales y físicos en una persona (38).

Pero el versículo no enseña esto, más bien, el contraste está aún entre locura y sabiduría (39). De hecho,
O’Brien convincentemente argumenta que el Espíritu Santo no es el contenido de la llenura, sino más
bien, el instrumento de la llenura. En otras palabras, este verso, no dice, “sean llenos con el Espíritu”,
sino “sean llenos por el Espíritu”. En cuanto al contenido de “plenitud” o “llenura”, recuerde las
expresiones pertinentes hasta ahora en esta carta. O’Brien concluye:

“El contenido con el cual los creyentes han sido (o están siendo) llenados es la plenitud de (el Triuno)
Dios o de Cristo. Ningún otro texto en Efesios (o en otra parte en Pablo) se centra específicamente en el
Espíritu Santo como el contenido de esta plenitud. Es mejor, entonces, entender 5:18 en términos de la
mediación del Espíritu en la llenura de Dios y Cristo en los creyentes. En otras palabras, los lectores de
Pablo son transformados por el Espíritu en la semejanza de Dios y de Cristo, ideas que son enteramente
consistentes con las anteriores exhortaciones de 4:32-5:2… Entonces, ser exhortados a “estar o ser
llenos del Espíritu” significa que Pablo urge a sus lectores a dejar que el Espíritu les cambie más y más
a la imagen de Dios y de Cristo, noción que es consistente con la teología paulina en cualquier lugar
(40).

Esta llenura por el Espíritu Santo genera en los creyentes “salmos, himnos y cánticos espirituales”, que a
su vez están conectados con “dando gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo”. Esto aparece al describir cada doxología y acciones de gracias que hemos leído de esta
carta, pero al contrario de los espontáneos “cánticos espirituales” de los carismáticos, las doxologías de
Pablo contienen profunda teología y exhiben un pensamiento coherente.

Esta interpretación es creíble porque el versículo paralelo en Colosenses dice, “La palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con toda sabiduría, y
también cantando salmos, himnos y cánticos espirituales con gratitud a Dios en vuestros corazones”
(3:16). Aquí lo que está llenando a los creyentes se dice explícitamente que es “la palabra de Cristo”, y
el efecto es que ellos iban a “enseñar y exhortar unos a otros con toda sabiduría, y cantando salmos,
himnos y cánticos espirituales con gratitud a Dios en sus corazones”.

(38) Hechos 2 no sostiene la posición carismática. Primero, el pasaje nunca dice que los discípulos
actuaban como borrachos, sino sólo que alguna gente que querían burlarse de ellos los acusaron de estar
bebidos. Segundo, Pedro explícitamente niega que los hombres estuvieran bebidos (v. 15). Contra
muchos carismáticos, Pedro no estaba diciendo sólo que los hombres no estaban bebidos en el modo en
que sus acusadores pensaban (“como ustedes suponen”); más bien, él quiere decir, “Al contrario de lo
que ustedes suponen, esta gente no está ebria en absoluto”
(39) Turner, p.1242.
(40) O’Brien, p. 392.
Algunas personas pueden ser más propensas a escribir canciones y doxologías, aún cuando no sean tan
buenas como las de Pablo, pero todos los que afirman haber sido llenados por el Espíritu con la palabra
de Cristo deben “enseñar y exhortar…con toda sabiduría”. Esto es sólo otra manera de decir que el
Espíritu Santo nos llena con conocimiento bíblico, y como él lo hace, seremos capaces de enseñar y
exhortar a otros con una visión teológica, quizás aún en la forma de cánticos y doxologías con gratitud
en nuestros corazones a Dios (41).

EFESIOS 5:21-6:9

Hay dificultad para determinar la relación entre el v. 21 con los vs. circundantes. Gramaticalmente,
parece pertenecer al pasaje anterior, y se refiere a uno de los resultados de ser llenado por el Espíritu. En
cuanto al contenido, sin embargo, el versículo parece introducir la siguiente sección sobre las relaciones
domésticas. De hecho, es este versículo 21 el que proporciona el verbo para el v. 22. Por lo tanto,
debemos reconocer la relación del v.21 tanto con los que le preceden y los que le siguen.

Correspondiendo a la exhortación anterior de Pablo, “Hagan todo el esfuerzo para guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz” (4:3), las personas que son llenadas por el Espíritu no siempre insisten
en hacer las cosas a su manera, y de buen grado se someten unos a otros, siempre y cuando esto no
comprometa la doctrina. Después de instruir a los creyentes sobre como comportarse en la casa de Dios
en general, él procede a discutir las relaciones en los hogares particulares de los cristianos.

El versículo dice, “someteos unos a otros en el temor de Cristo”. Algunos han derivado de esto la
enseñanza de la “sumisión mutua”, lo que significa que cada creyente debe someterse a cada uno de los
otros creyentes, y ellos lo aplican también a las relaciones domésticas que Pablo está a punto de discutir.
Sin embargo, esto no es lo que el versículo enseña, y cuando uno trata de imponer la “sumisión mutua”
en los vs. siguientes, vemos que no encaja. Consideraremos varios argumentos que demuestran que el
versículo se opone a la “sumisión mutua”.

Para empezar, la palabra traducida como “sumisión” (hypotasso) regularmente funciona para describir
una subordinación unidireccional a otra autoridad, en lugar de una relación simétrica. O’Brien escribe
que “ello siempre tiene que ver con un relación ordenada en la que una persona está por ‘sobre’ otra que
está por ‘debajo’” (42). Por lo tanto, decir que la palabra puede referirse a una relación de sumisión
mutua y reciproca sería “no entender el alcance semántico del término” (43). Es decir, la palabra no
permite la “sumisión mutua” como la interpretación del versículo, sino que denota una sumisión
unidireccional a la autoridad competente en una determinada situación (44). Mary Kassian concluye:

(41) Para algunos ejemplos de esto, ver los himnos de Martín Lutero, John Newton, Augustus Toplady,
entre otros.
(42) O’Brien, p. 402.
(43) Ibid.
(44) Parafraseando, el versículo está diciendo, “someteos unos a otros –esto es, esposas a maridos, niños
a padres, y esclavos a maestros”. Ver también Dan Doriani, Women and Ministry: What the Bible
Teaches; Crossway Books, 2003; p. 66.
Hypostasso requiere siempre que una parte de una relación está sometida a la otra, y no viceversa. El
contexto de Efesios 5:21 apoya esta posición. En este versículo, Pablo hace un llamado general a todos
los cristianos a someterse unos a otros en cualquiera que sea la relación jerárquica en que están
involucrados. Luego él da tres ejemplos específicos de relaciones en las cuales la sumisión de una parte
es requerida. El v. 21 es así apropiadamente entendido como una introducción a los versículos que
siguen (45).

Entonces, “unos a otros” no implica necesariamente una relación de igualdad y reciprocidad. Por
ejemplo, Pablo escribe en Gálatas 6:2, “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley
de Cristo”, pero luego escribe en el v.5, “Porque cada uno llevará su propia carga”. Su idea es, por
supuesto, que cada persona debería de hecho “llevar su propia carga”, el más fuerte debería ayudar al
más débil, o aquellos que son capaces deberían ayudar a aquellos que están en necesidad. Desde luego
no quiere decir que cada uno de nosotros deberíamos simplemente intercambiar nuestras “cargas” y así
nunca llevaríamos nuestras propias cargas mientras siempre estaríamos llevando las cargas de otras
personas (45).

Otro ejemplo es Apocalipsis 6:4. El versículo dice, “Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba
le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros”. Esto sólo significa que los
hombres lucharían entre sí, y que muchos de ellos iban a morir. Ciertamente esto no es afirmar que sería
exactamente una mutua destrucción en toda confrontación, que la gente sería muerta por pares, o que
ambas partes en cada confrontación siempre mataría al otro, de modo que cada uno tendría que herir
fatalmente a la otra persona casi al mismo tiempo, ya que alguien no puede infligir daño a su oponente
después que él mismo ya ha sido asesinado.

Por lo tanto, “unos a otros” en 5:21 no necesariamente implica “sumisión mutua” en el sentido de una
sumisión completamente recíproca; así que, debemos determinar el significado observando el contexto.

¿Qué interpretación demanda el contexto?

Ahora, una sumisión completamente recíproca significaría que mientras las esposas deben someterse a
los maridos, los maridos deben también someterse a sus esposas (en exactamente el mismo sentido y en
exactamente la misma medida), mientras que los niños deben someterse a los padres, los padres también
deben someterse a los niños (en exactamente el mismo sentido y en exactamente la misma medida), y
que si bien los esclavos deben someterse a los amos, los amos también deben someterse a los esclavos
(en exactamente el mismo sentido y en exactamente la misma medida).

Sin embargo, el pasaje (5:22-6:9) no enseña esto –lo que Pablo verdaderamente dice es que las esposas
deben someterse a los maridos, que los hijos deben someterse a los padres, y que los esclavos deben
someterse a los amos, él nunca dice que los esposos deben someterse a las esposas, que los padres
deben someterse a los hijos, o los amos deben someterse a los esclavos.

Pablo sin duda enseña que los esposos deben tratar bien a sus esposas, que los padres deben tratar bien a
sus hijos, y que los amos deben tratar bien a sus esclavos, pero esto es muy diferente de la enseñanza de
la sumisión. Pablo nunca dice, “Esposas, someteos a vuestros maridos, y maridos someteos a vuestras
esposas”, o “Esclavos, obedezcan a vuestros amos, y amos obedezcan a vuestros esclavos”.

(45) Mary A. Kassian, Women, Creation, and the Fall; Crossway Books, 1990; p. 36.
(46) Ver también 1 Corintios 11:33; Lucas 2:15; 24:32.
De hecho, parece que al menos una de las razones por qué Pablo manda a quien tiene autoridad tratar
bien a sus subordinados es porque precisamente estos últimos deben someterse y obedecer. Es como si
Pablo les dijese, “Debido a que ellos deben obedecerte, ellos están en una posición vulnerable para ser
abusados por ti; por lo tanto, tal como yo les mando a someterse a ti, yo te exhorto a que no los
maltrates, sino que más bien seas amoroso con ellos. Tal como tienes autoridad sobre aquellos que están
debajo de ti, todos estamos bajo la autoridad de Cristo, y somos responsables ante Él.

Además, Pablo usa la relación matrimonial como una figura de la relación entre Cristo y la iglesia.
Ahora bien, si el v. 21 requiere que entendamos 5:22-6:9 como enseñando “sumisión mutua”, entonces
es necesario implicar que Cristo mismo debe obedecer a la iglesia en el mismo sentido y en la misma
medida que la iglesia obedece a Cristo. Pero esto sería una blasfemia; por lo tanto, la doctrina de la
sumisión mutua termina siendo blasfemia.

Por otro lado, Pablo escribe, “Porque el marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la
iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así
también las esposas deben estar sometidas a sus esposos en todo”. Note que “el esposo es…como Cristo
es”, y “como la iglesia…así también las esposas”. ¿No es esto dar una tremenda autoridad a los maridos
sobre sus esposas? Sin duda lo es, y esto parece ser al menos una razón por la qué Pablo escribe,
“maridos, amad a vuestras esposas”.

Por lo tanto, concluimos con Lenski, “…en lo que sigue (vs.22-6:9) nosotros, de hecho, tenemos
sometimiento pero no recíproco, ni mutua sujeción. Las esposas deben estar sometidas a sus esposos, los
niños a sus padres, los esclavos a sus amos, pero no a la inversa, y los maridos y amos no están
sometidos a otras personas en la familia” (48).

Ahora vamos a tratar con los vs. 22-24. Su significado parece explicarse por sí mismo, especialmente a
la luz de nuestra discusión del v.21. Sin embargo, ha habido muchos intentos de distorsionar y subvertir
el claro significado del pasaje. Por ejemplo, la Biblia de Estudio Nueva Versión Internacional rechaza la
enseñanza de Pablo, y da la siguiente excusa:

“Someterse significa que uno cede sus propios derechos. Si la relación llamada por ello, como en el
militar, el término podría connotar obediencia, pero este significado no es aplicado aquí. De hecho, la
palabra “obedecer” no aparece en la Escritura con respecto a las esposas, aunque sí con respecto a los
hijos (6:1) y los esclavos (6:5)” (49).

Sumisión es definida aquí como “ceder los derechos propios”. Otro popular malentendido de “sumisión”
lo contrasta con “obediencia”, y toma sumisión en este contexto para significar humildad y respeto en la
actitud de la esposa, en lugar de conformidad a la voluntad del marido en el comportamiento. Con esta
última definición, es concebible que una mujer pueda exhibir total desobediencia, y al mismo tiempo
satisfacer el requerimiento de exhibir total “sumisión”, sólo porque ella tiene una actitud respetuosa.
Ambas definiciones son falsas dado el contexto del pasaje y como la palabra es usada en otros
versículos bíblicos.

(47) Calvino escribe, “no que la autoridad sea igual, sino que las esposas no pueden obedecer a Cristo
menos que lo que ellas conceden de obediencia a sus maridos” (Ephesians, p. 205).
(48) Lenski, p. 623.
(49) The NIV Study Bible, 10th Anniversary Edition; The Zondervan Corporation, 1995; ver notas sobre
Efesios 5:22.
En cuanto a la afirmación de que “la palabra ‘obedecer’ no aparece en la Escritura con respecto a las
esposas, aunque lo hace con respecto a los niños (6:1) y esclavos (6:5)” es una mentira descarada.

En respuesta, en primer lugar, aunque la palabra traducida “someter” (hypotasso) en el v.22 es diferente
de la que se traduce como “obedecer” (hypakouo) en vs. 6:1 y 6:5, es innecesario usar hypakouo
(“obedecer”) en el v. 22, puesto que hypotasso (“someter”) puede también denotar obediencia. Por
ejemplo, la misma palabra hypotasso (“someter”) es usada en Lucas 2:51, pero esta vez la NVI refleja el
significado de obediencia: “Entonces [Jesús] fue a Nazaret con ellos y fue obediente [hypotasso] a
ellos”. Pero hypakouo (“obedecer”) es usado en Efesios 6:1 donde dice, “Hijos, obedeced (hypakouo) a
vuestros padres en el Señor, porque esto es justo”.

¿Se atreve el comentarista (50) a insinuar que Jesús estaba simplemente “sometido” a sus padres en su
actitud, pero que él no era “obediente” a ellos? Es decir, ¿él asintió y sonrió, pero no hizo lo que ellos
decían? Si es así, ¿dejó Jesús de obedecer el mandamiento, “Honra a tu padre y a tu madre”? Pablo cita
este mandamiento en Efesios 6:2 como la base para que los niños obedezcan a sus padres, pero la Biblia
usa hypotasso (“someter”) en referencia a Cristo en Lucas 2:51.

Pero esa no es la mejor parte. Este comentarista afirma que, “la palabra ‘obedecer’ no aparece en la
Escritura con respecto a las esposas” (51). Por lo tanto tiene que decir que la Escritura nunca utiliza
hypakouo (“obedecer”) cuando se refiere a las esposas, pero que usa solamente hypotasso (“someter”).
Sin embargo, la Escritura usa hypakouo (“obedecer”) cuando habla acerca de Sara en 1 Pedro 3:5-6:
“Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando
sujetas (hypotasso) a sus maridos; como Sara obedecía (hypakouo) a Abraham, llamándole señor; de la
cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza”

Veamos, la afirmación es que “la palabra ‘obedecer’ no aparece en la Escritura con respecto a las
esposas”. Pero entonces ¿Qué era Sara? Ella era la esposa de Abraham, y Pedro escribe que ella
obedeció (hypakouo) a su esposo. Entonces, él dice que las mujeres deben seguir su ejemplo. Esto
necesariamente implica que también debemos aplicar hypakouo (“obedecer”) a todas las esposas.
Además, en el mismo versículo se equivale a hypotasso (“someter”) con hypakouo (“obedecer”), o al
menos asume que hypotasso (“someter”) implica hipakouo (“obedecer”), puesto que dice, “Ellas fueron
sumisas [hypotasso] a sus propios maridos, como Sara, quien obedeció [hypokouo] a Abraham y le
llamó señor”. Es decir, ellas fueron sumisas, como Sara, quien obedeció.

(50) Walter L. Liefeld parece ser el único responsable por esta porción de la NIV Study Bible.
(51) Esta declaración no aparece en la edición revisada más reciente de la NIV Study Bible; sin
embargo, retiene la posición que el término no se refiere a la obediencia en este pasaje. En otras
palabras, la afirmación permanece, pero la razón ha desaparecido. ¿Es este un caso de deshonestidad
intelectual, o solamente esto refleja una “inocente” decisión editorial? Yo no puedo decirlo.
Por lo tanto, sea que la Escritura use hypakouo o hypotasso (y ahora vemos que usa ambas palabras),
ella manda que las esposas obedezcan a sus maridos –nada menos que eso. Una esposa debe obedecer a
su marido, Pablo dice, “para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:5); una esposa
desobediente trae vergüenza al reino de Dios.

A los maridos se les manda a amar a sus esposas: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo
amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. El mandamiento a los esposos no es para mostrar un
mero afecto, sino a amar a las esposas hasta la muerte, y estimarlas más que a su propia vida y
bienestar. Ahora si las esposas protestan que es tan difícil obedecer a sus maridos, es aún más difícil
para los maridos amar a estas desobedientes esposas como el mandamiento lo establece aquí.

Muchas mujeres son difíciles de amar, especialmente las feministas desafiantes. Si Dios no nos ha
llenado con el amor divino en la regeneración, sin duda, sería humanamente imposible amar a nadie
como Cristo ama, y menos aún a las mujeres rebeldes que se niegan a obedecer a sus maridos. En
cualquier caso, es mejor tanto para los esposos como para las esposas seguir los preceptos de Dios,
puesto que es de hecho más fácil obedecer a un marido amoroso, y amar a una esposa obediente.

No obstante, cada uno de nosotros es responsable ante Dios independientemente de lo que la otra
persona hace, como afirma el apóstol Pedro (1 Pedro 3:1-7). No se trata hasta donde el marido pueda
retener su amor hacia una esposa desobediente, y no es hasta donde una esposa pueda dar su obediencia
a un esposo que no la ama. En cuanto al predicador, él puede ayudar tanto al esposo como a la esposa
recordándoles sus respectivos deberes.

En el contexto del matrimonio, Pablo escribe, “Este es un profundo misterio –pero yo estoy hablando
acerca de Cristo y la iglesia” (v.32). El “misterio” probablemente se refiere a cómo el matrimonio sirve
como un tipo de la relación entre Cristo y la iglesia. Observe que, aunque Pablo ve el matrimonio como
un reflejo de la relación entre Cristo y la iglesia, él también aplica su conocimiento acerca de la relación
entre Cristo y la iglesia cuando teologiza sobre el matrimonio. Es decir, que lo que la Escritura enseña
acerca de cualquiera de las dos uniones incrementa nuestro entendimiento de la otra (52).

Luego, Pablo procede a discutir la relación entre padres e hijos. Nuevamente, aquí no se trata de una
mutua sumisión. Como escribe Dan Doriani, “Los padres aún pueden decir a sus hijos cuando deben ir a
la cama, y los niños no deben replicar, ‘de acuerdo, pero ustedes deberían ir a la cama, también’” (53).
Por supuesto, los niños deben obedecer tanto a sus padres como a sus madres, pero cuando Pablo vuelve
a dirigirse a unos en autoridad, él habla sólo a los papás, y los amonesta, “no exasperéis a vuestros hijos,
sino, enseñadles en la disciplina e instrucción del Señor”.

Así como el hombre es la cabeza de la mujer, él es también la cabeza de toda la familia; por lo tanto, en
él descansa finalmente la responsabilidad de la educación de sus hijos. Además de eso, no sólo le
concierne la vocación y prospectos de los hijos, sino más bien, él debe educarles en “la disciplina e
instrucción del Señor”. En otras palabras, él debería asegurarse de que ellos aprendan y sigan las
doctrinas bíblicas. Este ha sido el deber de los padres, y especialmente de los papás, a través de la
historia de la humanidad (Deuteronomio 6:6-9). De ello necesariamente se deduce que, si ustedes no han
estado enseñando a sus hijos teología cristiana, entonces ustedes son malos padres. Esta es la vara de
medir la familia, y hasta que ello no es primero discutido y establecido, todas las otras consideraciones
son triviales (54).
(52) Vea David J. Engelsma, Marriage: The Mystery of Christ and the Church: The Covenant-Bond in
Scripture and History (revised edition); Reformed Free Publishing Association, 1998.
(53) Doriani, p.66.
(54) Ver Lou Priolo, Teach Them Diligently: How to use the Scripture in Child Trainning (Timeless
Texts, 2000), y Bruce A. Ray, Withhold Not Correction (Presbyterian and Reformed Publishing
Company, 1978).

En cuanto a amos y esclavos, Pablo dice a los esclavos que deben obedecer a sus amos. Contrariamente
a una mal interpretación de Gálatas 3:28 (55), la cual trata de la justificación por la fe, la conversión no
disuelve las relaciones, obligaciones, y autoridades humanas. Si tú eres una esposa, aún es tú deber
obedecer a tú marido; si tú eres un hijo, aún es tu deber obedecer a tus padres; y si tú eres un esclavo,
aún es tu deber obedecer a tu amo. Sin embargo, hay una gran diferencia: todos los cristianos ahora
tienen un común Amo, y “no hay favoritismos con él”, y “el Señor recompensará a cada uno por el bien
que haya hecho, sea esclavo o libre”.

El pasaje (6:5-8) provee el fundamento para la incomparable ética bíblica del trabajo por la que los
cristianos han sido famosos en tiempos pasados, pero que ahora sólo unos pocos de ellos todavía la
demuestra. Esta ética del trabajo nos llama a un respeto y temor sincero hacia un superior, pero también
a mirar más allá de ellos al Señor: “Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres”.
Hoy muchos cristianos profesantes son tan flojos e improductivos como los no-cristianos. Pero Pablo
escribe, “os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (4:1) (56).

(55) “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús”.
(56) Para una perspectiva bíblica de la esclavitud misma, ver John Murray, Principles of Conduct ;
William B. Eerdmans Publishing Company, 1957.
EFESIOS 6:10-20

Martyn Lloyd-Jones observa que hay tres peligros cuando enfrentamos la guerra espiritual: 1) Pensar
que no hay tal guerra, 2) Evitar la guerra, y 3) Pelear con las armas equivocadas (57). Nuestro pasaje en
Efesios 6 es sólo uno de los muchos en la Escritura recordándonos que como cristianos estamos
envueltos en una guerra espiritual, exhortándonos a comprometernos activamente en ella, y
explicándonos las armas que Dios nos ha dado.

Porque estamos en guerra, y porque hay fuerzas del mal en este mundo que amenazan la paz y unidad
que Cristo ha establecido para la iglesia, Pablo concluye esta carta con un llamado a las armas. Debemos
admitir que el énfasis de Pablo aquí es sobre lo defensivo (58); probablemente esto es así debido a su
énfasis previo a través de esta carta sobre la preordinación de Dios y la obra de Cristo. Por lo tanto,
ahora él habla de nuestra guerra espiritual no tanto como un indeciso conflicto entre dos reinos, sino
como nuestro esfuerzo por “permanecer firmes” contra los poderes hostiles que podrían romper lo que
Dios ya ha establecido para nosotros en Cristo (59).

Así Pablo dice a sus lectores que se pongan “toda la armadura de Dios”. Toda la armadura de Dios es
verdaderamente completa, incluye todo lo que el cristiano necesita para “estar firme contra las
asechanzas del Diablo”. Contrariamente a lo que la gente parece pensar, las armas que Dios nos da no
son místicas en su naturaleza y poder. Más bien, cada pieza de la armadura se refiere al contenido
doctrinal de un área de la fe cristiana y su establecimiento en nuestras vidas. En efecto, exploraremos
brevemente éstas áreas de verdades bíblicas que constituyen nuestras armas defensivas y ofensivas.

Primero Pablo exhorta a sus lectores a “ser fuertes”, o más literalmente, “sed fortalecidos”. El verbo
pasivo implica que no somos nosotros quienes nos fortalecemos a nosotros mismos, sino que
continuamente dependemos de Dios para fortalecernos. Los cristianos derivan su fuerza de Dios –somos
fuertes solamente por su “enorme poder”.

Tempranamente en la carta, Pablo indicó que el mismo poder que Dios ha ejercido en la resurrección de
Cristo está siendo usado para el beneficio de aquellos que están en Cristo (Efesios 1:18-20). Dios ya está
aplicando este gran poder en nosotros, así que no necesitamos rogarle para hacerlo disponible; más bien,
su poder se manifestará en nuestras vidas cuando nuestras mentes sean “iluminadas”, así que podemos
conocer “su incomparable gran poder para con nosotros los que creemos… la cual operó en Cristo en su
resurrección y exaltación. Es por este entendimiento teológico que nosotros debemos estudiar y orar.

(57) D. Martyn Lloyd Jones, Knowing the Times; The Banner of Truth Trust, 1989; p. 200-207.
(58) No obstante, cuando el contexto lo demanda, Pablo vuelve a la metáfora de la guerra en un modo
más activo y agresivo (ver 2 Corintios 10:3-5).
(59) La siguiente exposición sobre 6:10-17 ha sido adaptada de una serie de sermones, realizados
tempranamente como “La armadura de Dios”. Ver también a John MacArthur, How to Meet the Enemy
(Chariot Victor Publishing, 1992), y William Gurnall, The Christian in Complete Armour (The Banner
of Truth Trust).
El poder que Dios ha hecho disponible para nosotros es más que suficiente. De hecho, es por medio de
“su poder que obra dentro de nosotros” que él “hará inmensurablemente más que todo lo que pidamos o
imaginemos” (Efesios 3:20). Podemos tener confianza de cara a la presión, las circunstancias adversas,
los poderes hostiles, y aún las fuerzas demoníacas, sabiendo que Dios ha puesto en nuestras vidas un
poder tan fuerte que levantó a Jesús desde la muerte. Este poder está disponible para cada persona que
está en Cristo.

Esta información puede sorprender a algunos cristianos, especialmente aquellos cuyas vidas son
caracterizadas por defectos y esterilidad. Aunque el poder de Dios está disponible para cada cristiano,
permanece ineficaz en algunos de ellos por causa de una falta de conocimiento y entendimiento. El
apóstol busca remediar esto orando para que Dios ilumine las mentes de sus lectores, de modo que ellos
puedan percibir lo que ha estado disponible para ellos en Cristo.

Así que cuando Pablo dice “sean fuertes en el Señor y en su enorme poder”, él no está sugiriendo que
hacemos esto sólo por orar para que Dios nos fortalezca, sino también por el entendimiento que él nos
ha dado en Cristo. Cuando un cristiano percibe que el poder de Dios le ha sido aplicado por medio de
Cristo, él cesa de ser temeroso de otra gente, de las situaciones adversas, y de los poderes hostiles.
Recuerda lo que la Escritura dice, “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).

Pablo dice que Dios ha escogido “para dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los
gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Juan explica “Si alguno
reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios vive en él y él en Dios” (1 Juan 4:15). La Biblia nos dice
que somos “templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en [nosotros]” (1 Corintios 3:16). Juan dice
en 1 Juan 4:4, “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido”. Por “los”, él se está refiriendo a los
espíritus que inspiran a los “falsos profetas”, incluso al “espíritu del anticristo” (v. 3). Nosotros les
hemos vencido porque “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (v. 4).

Nosotros podemos vencer al mundo cuando creemos y dependemos del poder de Dios. Los escogidos de
Dios están destinados para la victoria (Romanos 8:37). Después de todo, “¿Quién es el que vence al
mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:5).

Entonces, leamos el versículo 11, “vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo”. La palabra traducida “asechanzas” (methodeia) se refiere a treta o
estratagema –el engaño es el “método” por el cual Satanás busca derrotar al creyente. Es por vestirnos
“con toda la armadura de Dios” que seremos capaces de “permanecer firmes contra” el diablo.

Pedro también nos advierte que el diablo quiere atacarnos: “Estén sobrios y alerta. Vuestro enemigo el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe,
sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1
Pedro 5:8-9). Él está llamándonos a permanecer despiertos –“estén sobrios y alerta”. Aunque el diablo
“ande alrededor como león rugiente buscando a quien devorar”, nosotros podemos “resistirle” y
permanecer inmovibles en nuestra estancia de fe. El apóstol Juan nos asegura que, “sabemos que todo
aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda,
y el maligno no le toca” (1 Juan 5:18).

El engaño es el arma de Satanás. Él nos mentirá, e intentará bombardearnos con pensamientos y


argumentos no-bíblicos, y quienes fallan en “escapar del lazo del diablo” son “tomados cautivos a
voluntad de él” (2 Timoteo 2:26). Por otro lado, Jesús dice, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-31).

Sólo los cristianos son verdaderamente libres. El resto del mundo “está bajo el control del maligno” (1
Juan 5:19). Esto es porque sólo los cristianos poseen y afirman la verdad, y a través de los lentes de la
Escritura, ellos son capaces de percibir verdaderamente la realidad. En cuanto a los no-cristianos, Pablo
dice, “el dios de este siglo ha cegado las mentes de los incrédulos, de modo que ellos no pueden ver la
luz del evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4). Todos los no-
cristianos están ciegos en sus mentes, y por eso niegan la realidad. Así la batalla espiritual es disputada
en la mente. Aun después de que tú hayas llegado a ser un cristiano, el diablo continuará atacando tu
mente con mentiras, y tratando de socavar tu fe en Cristo.

Jesús nos proporciona valiosa información de la naturaleza interior del diablo cuando él dice a los
fariseos, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha
sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando el miente, el habla su lenguaje natural, porque él es un mentiroso, y padre de mentira” (Juan
8:44). Cuando el diablo dice una mentira, el está haciendo lo que es propio de su naturaleza. Mentir es
natural para el diablo. Así él ataca al pueblo de Dios propagando mentiras que conducen al pueblo lejos
de Dios.

Esto significa que la naturaleza de nuestro conflicto espiritual contra el diablo es intelectual. Como dice
Pablo: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción
de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). Las armas que Dios
nos ha dado tienen “poder divino para demoler fortalezas”, las cuales son de hecho “argumentos” que
son “contra el conocimiento de Dios”. Así nosotros combatimos para “llevar cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo”. Así es como se hace la guerra espiritual, y es para este propósito que Dios nos
ha dado “toda la armadura de Dios”.

Continuando al versículo 12, Pablo escribe, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes”. Nuestra lucha no es natural, sino espiritual, y que
nosotros estemos involucrados en la guerra espiritual a su vez significa que nuestro conflicto tiene que
ver con el intelecto, con ideas, y con argumentos.

Al decir que nuestra lucha es espiritual no la hace a ella una lucha mística; por lo tanto, no podemos
pensar, como algunos tienden a hacerlo, que por “espiritual” nos estamos refiriendo a lo místico más
bien que a lo intelectual, porque es la mente o el intelecto que trata con las cosas espirituales. Al decir
que tenemos armas con “poder divino”, Pablo se refiere a la capacidad dada por Dios para “demoler
argumentos y toda pretensión que se levanta a sí misma contra el conocimiento de Dios, y para llevar
cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente e Cristo”.

Al percibir el poder de Dios por medio de un entendimiento intelectual de la verdad teológica, podemos
estar confiados en el resultado. Hemos notado que Dios nos está aplicando el mismo poder que resucitó
a Jesús de la muerte. Es el mismo poder que energiza nuestra obra cristiana: “Nosotros le proclamamos
a él, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar
perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él,
la cual actúa poderosamente en mí” (Colosenses 1:28-29).
Satanás no puede resistir u oponerse a este poder. Por eso cuando “nos ponemos toda la armadura de
Dios”, somos capaces de “estar firmes contra las asechanzas del diablo”. Por esto es que también el
apóstol Santiago puede asegurar a sus lectores, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros” (Santiago 4:7).

Por supuesto que al discutir la obra del diablo, debemos tener en mente que aun el diablo está bajo
control soberano de Dios, y que él no puede hacer nada que no haya sido “decretado activamente por
Dios”. Así, aun el diablo es uno de los medios por los cuales Dios cumple sus propios propósitos. En
cualquier momento, Dios puede aniquilarlo; sin embargo, Dios ha ordenado que debemos resistir al
diablo por el conocimiento de la Escritura y la energía del Espíritu –para la gloria de Dios y para
nuestra santificación.

Puesto que el versículo 11 nos instruye para “ponernos toda la armadura de Dios”, debemos tomar cada
pieza de la armadura que Dios nos ha dado, y no descuidar ninguna, de modo que estemos preparados
para “estar firmes contra las asechanzas del diablo”. Luego el versículo 12 dice, “porque no tenemos
lucha contra carne y sangre”, sino “contra fuerzas espirituales del mal”. Nosotros debemos reconocer la
realidad de los poderes demoníacos, que los malos espíritus son reales. Bajo la voluntad soberana de
Dios, estos seres manejan sus poderes engañosos para cegar a la gente ante la verdad de la palabra de
Dios. Es por medio de la soberana gracia de Dios que somos iluminados en cuanto a la verdad y
capacitados para afirmarla. Pablo explica, “nadie puede llamar a ‘Jesús Señor’, sino por el Espíritu
Santo” (1 Corintios 12:3). Dios remueve nuestra ceguera espiritual y transmite sus verdades a nuestras
mentes por medio de la Escritura.

Jesús ora, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). No sólo nuestra iluminación
inicial en cuanto a las cosas de Dios viene desde la Escritura, sino todo subsecuente crecimiento
espiritual también viene por medio de la Escritura, y esta es la base de nuestra santificación progresiva.
En relación con esto Pablo escribe, “sed transformados por la renovación de vuestra mente” (Romanos
12.2). Nosotros somos “renovados en el conocimiento” (Colosenses 3:10) –no por experiencias místicas,
y ni aun principalmente por medio de la oración. Es sólo cuando entendemos y retenemos las verdades
bíblicas en nuestras mentes que viviremos nuestras vidas en obediencia a Dios y resistiremos
exitosamente al diablo cuando venga contra nosotros.

Pablo continúa en el versículo 13, “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir
en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. La armadura de Dios no sólo nos protege de las
“asechanzas del diablo”, sino que también nos permite estar firmes “cuando venga el día del mal”. Es
decir, cuando cada pieza de la armadura que Dios nos ha proporcionado está intacta, entonces podemos
hacer frente al enemigo y combatir con confianza mano a mano.

Pablo compara la armadura que Dios nos ha dado con la armadura usada por los soldados romanos. Por
supuesto, la diferencia es que nuestras armas no son físicas sino espirituales. Sin embargo, ellas no son
espirituales en el sentido de ser místicas; más bien cada pieza de la armadura representa un set de
verdades bíblicas (y su disciplinada aplicación) que protege un área determinada de nuestro andar
cristiano.

Por ejemplo, es posible que cuando Pablo escribe que la salvación es como un “yelmo”, ello significa
que la verdad bíblica acerca de la salvación es un medio para proteger nuestra mente. O, cuando la
justicia es comparada a una coraza, quizá ello significa que nuestro entendimiento de la justicia de
Cristo y nuestra justificación sirven para guardar nuestra conciencia contra acusaciones.
En cualquier caso, puesto que Pablo de hecho nombra las doctrinas, podemos estar confiados que cada
pieza del armamento corresponde a una doctrina bíblica que debemos aprender a fin de ser exitosos en
la guerra contra el enemigo. Puesto que comprendemos la verdad doctrinal con la mente iluminada por
el Espíritu Santo, es innegable que todas estas armas espirituales son de naturaleza intelectual (60).

La relevancia es que cuando nos “ponemos” toda la armadura de Dios, no lo hacemos por medio de
imaginarnos a nosotros mismos vestidos en una armadura mística con una apariencia semejante a la de
un soldado romano, ni hacemos ejercicio del poder de estas armas por medio de movimientos físicos.
Más bien, nuestras armas tienen “poder divino” para “demoler argumentos… y… llevar cautivo todo
pensamiento para hacerlo obediente a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). En la guerra espiritual, tratamos con
argumentos y pensamientos, con la mente o el intelecto. Tal es la naturaleza de la batalla y de las armas.

Así interpretaremos la identificación de Pablo de cada arma espiritual para una correspondiente pieza de
la armadura del soldado romano como significando algo, en el sentido que la salvación es un yelmo por
una razón –principalmente, para proteger la mente como un yelmo físico guarda la cabeza. Desde esta
perspectiva, comparar la “verdad” con el cinturón en la armadura de un soldado romano es también
apropiado. Aun si esto conduce la analogía de Pablo muy lejos, mientras tengamos en mente que estas
son armas intelectuales dadas a nosotros para combatir argumentos intelectuales del diablo, estamos
operando dentro de los límites del texto.

Pablo dice que la verdad es como un cinturón, y en la armadura del soldado romano, es el cinturón el
que sostiene el resto de los elementos en su lugar. Del mismo modo, la verdad sostiene todas las cosas
juntas en nuestro andar cristiano, y por lo tanto ella es principalísima. Sin la verdad revelada a nosotros
por Dios en la Escritura, no habría justicia, paz, fe, ni salvación para nosotros “ponernos”. Sin la verdad
revelada a nosotros por Dios en la Escritura, no tendríamos la espada del Espíritu, la cual es la palabra
de Dios.

(60) Mucha gente desea dar a estas armas un énfasis moral. Por ejemplo, “justicia” debería denotar
nuestra personal integridad y santidad más bien que la enseñanza de la Escritura sobre la justicia. Yo no
me opongo a una interpretación moral de estas armas; sin embargo, aun lo moral está basado en lo
intelectual. La moralidad no ocurre en un vacío o en nuestros cuerpos –ella tiene que ver con nuestro
pensamiento, disposiciones, y decisiones. En este sentido, aun la moralidad es mental e intelectual.
¿Qué entendemos nosotros por verdad? Jesús dice, “Si ustedes sostienen mi enseñanza, ustedes son
realmente mis discípulos. Entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:31-32).
Ustedes conocerán la verdad sólo si “permanecen en” la enseñanza (logos = palabra, razón, doctrina) de
Jesús. Contrariamente a mucha opinión popular, la fortaleza de un cristiano no descansa en la
experiencia, oración, o comunión, sino en la verdad –esto es, en los principios teológicos y en las
doctrinas bíblicas enseñadas por la Escritura. Sin la verdad, no podemos ni definir ni tampoco
“vestirnos” con las otras piezas de nuestra armadura, tal como la justicia, la fe, y la salvación. Como un
cristiano, tu prioridad debe ser obtener conocimiento de la verdad. Puesto que Dios nos revela la verdad
a través de la palabra de la Escritura, tu debes seguir estudios teológicos y bíblicos para construir el
fundamento de tu vida espiritual.

Jesús dice que el conocimiento de la verdad te hará libre. En cuanto incrementamos nuestro
conocimiento y confianza en la verdad, llegaremos a estar crecientemente protegidos del engaño. Como
Pablo explica, “Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios,
para que podamos entender lo que Dios libremente nos ha dado” (1 Corintios 2:12). Mientras el diablo
nos miente y trata de engañarnos –siempre bajo el soberano decreto de Dios- Dios ha enviado el Espíritu
Santo a nuestros corazones para que “podamos entender lo que Dios libremente nos ha dado”

Como escribe Pedro, “Su divino poder nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad por
medio de nuestro conocimiento de él quien nos llamó por su propia gloria y bondad” (2 Pedro 1:3). En
Cristo, Dios ya nos ha dado “todo lo que necesitamos para la vida”, pero es “a través de nuestro
conocimiento de él” que sus provisiones nos son aplicadas. Tal conocimiento se encuentra sólo en la
Escritura, y es el Espíritu Santo quien soberanamente nos concede entendimiento y asentimiento de tal
conocimiento.

Muchos cristianos profesantes creen la mentira de que lo espiritual es irracional y que lo intelectual no
es espiritual –que espiritualidad y racionalidad son mutuamente exclusivas. Pero puesto que las armas
divinas te fueron dadas para “demoler argumentos” y “llevar cautivo todo pensamiento”, tú no llegarás
a ser más espiritual ignorando la esencial naturaleza intelectual de la fe y la vida bíblica. Ignorar lo
intelectual de esto es más bien cesar completamente la resistencia al diablo y sus engaños, y por
descartar así todas tus armas divinas, llegarás a ser totalmente “sensual” (carnal) y no espiritual de
acuerdo a los estándares bíblicos.

Pablo menciona después la coraza de justicia: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la
verdad, y vestidos con la coraza de justicia” (6:14). Todos nosotros éramos pecadores antes de la
conversión, y aunque Dios ha cambiado soberanamente nuestra disposición básica en la regeneración,
como cristianos no hemos alcanzado la perfección y continuamos cometiendo pecado. Estas
transgresiones se vuelven una amenaza a nuestra confianza cuando nos aproximamos a Dios.

Juan escribe, “Queridos amigos, si nuestro corazón no nos condena, tenemos confianza ante Dios y
recibiremos cualquier cosa que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le
place a él” (1 Juan 3:21-22). Tener un modo para tratar realmente con el pecado que conduce a la
libertad de la condenación es esencial para permanecer confiado en la presencia de Dios, y esto viene de
un entendimiento de la justicia que Dios ha provisto para nosotros por medio de Cristo. Esta justicia
funciona entonces como una “coraza” en nuestra batalla espiritual, guardando nuestro corazón y
conciencia.
Necesitamos saber que nunca podemos alcanzar la verdadera justicia por nuestras propias buenas obras;
más bien, ella nos debe ser imputada por Dios. Pablo afirma que la justicia es un regalo (Romanos 5:17)
que Dios concede a sus elegidos por medio de la fe: “Dios lo hizo a él que no tenía pecado ser pecado
por nosotros, así que en él podemos llegar a ser justicia de Dios” (2 Corintios 5:21). La Biblia enseña
que “un hombre es justificado por fe aparte de observar la ley” (Romanos 3:28). Jesús no había
cometido pecado, pero “el Señor ha cargado en él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6), para que
“todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Sin embargo, si Dios no te
ha concedido fe para confiar en Jesucristo para salvación, entonces tú no eres justo: “Todo aquel que en
él cree no es condenado, pero todo aquel que no cree ya ha sido condenado porque él no ha creído en el
nombre del único Hijo de Dios” (Juan 3:18).

La Escritura nos urge a “acercarnos a Dios con un corazón sincero en total seguridad de fe, habiendo
purificados nuestros corazones de una conciencia culpable” (Hebreos 10:22). El cristiano es una
persona justa, no por causa de sus propias buenas obras, sino porque él ha sido justificado por Dios por
medio de la fe en la obra de Jesucristo. Este conocimiento nos da la base desde la cual podemos resistir
cualquier cosa que busque socavar nuestra confianza al aproximarnos a Dios en adoración y oración.

Los cristianos a veces continúan cometiendo pecado, pero Dios ha proporcionado una solución para los
pecados cometidos después de la conversión, de modo que nuestra comunión con él pueda permanecer
intacta. Aunque pecar es inexcusable, Dios que “conoce como estamos formados” y quien “se acuerda
de que somos polvo” (Salmo 103:14), tiene misericordia de nosotros y nos ha dado un Abogado, así que
“si alguno hubiere pecado, tenemos a uno que habla al Padre en nuestra defensa –a Jesucristo el justo”
(1 Juan 2:1). Es decir, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo y olvidará nuestros pecados y
nos purificará de toda injusticia” (1 Juan 1:9).

Por supuesto, un verdadero cristiano no abusará de la gracia de Dios pecando constantemente, pensando
en que todo lo que necesita hacer es confesar sus pecados más tarde. La persona que hace esto no es un
cristiano en absoluto, ya que un cristiano es uno que ha sido genuinamente cambiado por Dios: “Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no
puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9). Y Pablo escribe, “¿Qué, pues, diremos entonces?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia pueda incrementarse? ¡Por ningún medio! Nosotros
morimos al pecado; ¿cómo podemos vivir en ello más tiempo? (Romanos 6:1-2). Aquellos que aman a
Dios obedecen su palabra: “Este es el amor por Dios: obedecer sus mandamientos. Y sus mandamientos
no son molestos” (1 Juan 5:3).

Después de la coraza de justicia, Pablo dice que al ponernos toda la armadura de Dios, debemos tener
nuestros “pies calzados con la disposición que viene del evangelio de la paz” (6:15). La Escritura a
veces usa la imagen de caminar para representar nuestra conducta diaria, tal como cuando Pablo dice,
“Nosotros andamos por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7, KJV). Por lo tanto, cuando el apóstol dice que
el “evangelio de la paz” (o “la disposición que viene de el”) es como un calzado para nuestro andar
cristiano, él está diciéndonos que el contenido intelectual del evangelio no sólo debe ser un tema de
discusión durante ciertos tiempos y actividades específicos, sino que debe ser una parte integral y
dominante de nuestra conducta diaria. En el contexto de nuestra guerra espiritual, el evangelio es el
medio por el cual nos mantenemos firmes, y también por el cual progresa y extiende sus límites el Reino
de Dios.

Los programas, la caridad, la música, e incluso la oración no son esencialmente los medios decisivos por
los cuales nos mantendremos firmes y conquistaremos territorio enemigo. Más bien, es por proclamar el
contenido intelectual del evangelio que destruiremos las fortalezas que han sido construidas en las
mentes de los no-cristianos.

Nuestro evangelio es un evangelio de paz, pero esta paz no es para con los enemigos de Dios, tales
como los demonios y los incrédulos –inmediatamente después de la caída del hombre, Dios estableció
hostilidad entre los hijos de Dios y los hijos de Satanás (Génesis 3:15). Es imposible tener verdadera paz
con cualquiera que pertenezca al reino de las tinieblas. Más bien, esta paz es sólo para tenerla con Dios
y con cristianos. Como dice Juan, “Nosotros proclamamos lo que hemos visto y oído, para que también
ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1
Juan 1:3). Sólo cuando permanezcamos firmes y conquistemos territorio enemigo con este evangelio
seremos capaces de gozarnos en esta comunión con otros. Pablo dice en Romanos 16:20, “El Dios de
Paz pronto aplastará a Satanás bajo vuestros pies”.

Pablo dice que tenemos la disposición que viene del evangelio de paz, así que nosotros no estamos sólo
para conocer el contenido del evangelio para nosotros mismos, sino que debemos estar preparados para
articularlo (expresarlo claramente) y defenderlo ante otros. Pedro también nos instruye para hacer esto, y
escribe, “Estad siempre preparados para dar una respuesta a todo el que pregunta y den la razón por la
esperanza que ustedes tienen” (1 Pedro 3:15).

Siempre estemos listos para usar el evangelio para destruir las fortalezas intelectuales anti-bíblicas que
han sido instaladas en las mentes de los otros. Nunca ser atrapados sin un argumento para la
cosmovisión cristiana, o sin una refutación contra el pensamiento no-cristiano. Tú debes estar preparado
para responder a cualquiera que te haga preguntas acerca de la fe cristiana. Debes tener un conocimiento
preciso y completo de las doctrinas bíblicas, y ser capaz de defenderlas concluyentemente contra todas
las objeciones. Esta es la responsabilidad de cada cristiano; por lo tanto, cada cristiano debe sumergirse
en el estudio de la teología y la apologética.

El mandato bíblico para el cristiano es que debería “ir por todo el mundo y predicar las buenas nuevas a
toda creación” (Marcos 16:15). Esta no es una opción. Jesús manda a sus discípulos a predicar el
evangelio a “todo el mundo”. Así es como destruiremos las obras de Satanás.

Pablo dice que él no se “avergüenza del evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de todo
aquel que cree” (Romanos 1:16). El evangelio es “el poder de Dios”, por medio del cual Dios cumplirá
sus propósitos en la tierra. Dios no ha hecho sus representantes, así que podemos proclamar sus
mandamientos a las naciones: “En el pasado Dios pasó por alto tal ignorancia, pero ahora él manda a
toda la gente en todo lugar que se arrepientan” (Hechos 17:30).

Una vez que tenemos establecido firmemente en nuestras mentes que el evangelio es “el poder de Dios”,
no estaremos “avergonzados del evangelio”, o afligiremos por sus pretensiones y demandas. Cuando
comenzamos a apreciar y afirmar que el cristianismo es superior a todo otro sistema de creencia, que es
el único que verdaderamente representa y revela a Dios, y que es la única fuente de verdad y
conocimiento, dejaremos de ser tímidos en cuanto a presentar sus pretensiones y demandas ala mundo.
Una vez que estemos convencidos de esto y hayamos aprendido como articularlo y defenderlo ante
otros, habremos obtenido “la disposición (apresto) que viene del evangelio de la paz”.

El evangelio es, sin duda, una buena nueva para el elegido de Dios, y trae al creyente a un estado de paz
con Dios y su pueblo. Es “la fragancia de vida” de aquellos que lo aceptan, pero como es también un
arma contra el enemigo, lleva “olor de muerte” a aquellos que rechazan sus pretensiones y demandas (2
Corintios 2:16). Así que el que predica el evangelio trae el poder de Dios para llamar y salvar a aquellos
que Dios ha escogido para creer, y al mismo tiempo trae destrucción y condenación a quienes Dios ha
designado como reprobados. El que predica el evangelio es un mensajero de Dios, descargando su poder
para salvar y para destruir, para justificar y para condenar.

Sin embargo, contrariamente a mucha gente, estoy en desacuerdo de que lo que es comúnmente
llamado “evangelismo” sea la más alta prioridad de la iglesia. Más bien, la Escritura indica que el
ministerio de la enseñanza –esto es, la educación teológica de los creyentes- tiene precedencia sobre el
evangelismo, y ese evangelismo no es un fin en sí mismo, sino sólo el medio por el cual los elegidos son
traídos a la iglesia para que puedan ser enseñados.

Esto puede sonar extraño a quienes están acostumbrados a escuchar que el evangelismo es la prioridad
top de la iglesia. Este punto de vista no bíblico ha causado que mucha gente menosprecie el invertir y
participar en la instrucción teológica de los creyentes. Como resultado, más cristianos profesantes son
débiles en intelecto, ignorantes de las doctrinas bíblicas, e incompetentes en defender la fe. Después de
todo, sin una educación extensiva por la iglesia y otras instituciones (tal como la familia), ¿Cómo
alcanzarán muchos cristianos “la disposición” descrita anteriormente? Y ¿Cómo puede alguien predicar
correctamente el evangelio sin tener al menos un entendimiento elemental de las doctrinas bíblicas?
Pero, puesto que Dios nos ha mandado a proclamar y defender la fe, esto significa que sin estudios
bíblicos y teológicos, es imposible para un cristiano obedecer a Dios.

Ningún cristiano dudaría del celo evangelístico de Pablo, pero él describe su propio ministerio como
sigue:

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es
Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y
enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”
(Colosenses 1:27-29).

Él dice que está “amonestando y enseñando a todo hombre con toda sabiduría, a fin de presentarlo
perfecto en Cristo” (Colosenses 1:28). Dice que está haciendo la obra del ministerio con la energía de
Dios, la cual obra poderosamente en él (v. 29), así que puede no sólo traer gente a la conversión, sino
que más allá de eso para “presentar a todos perfectos en Cristo”. Él dice que este es “el fin” (v. 29) para
el cual trabaja.

La madurez es el objetivo del ministerio cristiano, no la conversión. La conversión debería ser


considerada sólo como el primer paso que el elegido da hacia la madurez y perfección en Cristo. Tanto
el evangelismo como la enseñanza sirven al fin último de producir cristianos maduros para ser
presentados a Cristo. Esta debería ser la prioridad de la iglesia. Mientras que el evangelismo concluye
una vez que Dios soberanamente concede a una persona arrepentimiento y fe, un creyente requiere
enseñanza bíblica y teológica durante toda su vida. El evangelismo es sólo un medio de breve vigencia
para un largo proceso (enseñanza) que en cambio conduce al fin último (madurez y perfección). Así la
visión del evangelismo como la más grande tarea de la iglesia es una distorsión de la naturaleza del
ministerio bíblico, y a menudo resulta que la madurez espiritual, el real objetivo, nunca es alcanzado o
aun considerado.
Puesto que la principal tarea de la iglesia es enseñar a los creyentes, la mayor parte del tiempo y dinero
de la iglesia debería ser dedicado a la educación bíblica y teológica de los cristianos, ya sea en la forma
de sermones, lecturas, libros, videos, radiodifusión, u otros medios. Poner el evangelismo primero
resulta en la acumulación de creyentes débiles y falsos convertidos, y hace de la iglesia un pobre testigo
para el mundo. Esto a su vez socava al evangelismo mismo. Poner el evangelismo primero es antibíblico
y autodestructivo.

En la que es comúnmente llamada la “Gran Comisión”, un pasaje a menudo usado para estimular el
evangelismo, Jesús dice:

“Toda autoridad en el cielo y en la tierra me ha sido dada. Por lo tanto, id y haced discípulos de todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
obedecer todas las cosas que yo les he mandado. Y seguramente yo estoy con vosotros siempre, hasta el
fin de todas las edades” (Mateo 28:18-20).

Si la intención de Jesús era mandar solamente a evangelizar, ¿Por qué este mandato incluye “enseñar” a
la gente? Si la intención de Jesús era mandar lo que mucha gente hoy día llama “evangelismo”, entonces
¿Por qué él está mandándonos a enseñar a los no cristianos a “obedecer todas las cosas” que él ha
mandado? Cuando la gente realiza lo que ellos consideran “evangelismo”, ¿Exponen todos los
mandamientos de la Escritura a los incrédulos? Pero este pasaje cobra perfecto sentido cuando
percibimos que Jesús tiene en mente el ministerio de la enseñanza –nuestro mandato es para “hacer
discípulos… enseñándoles a obedecer todas las cosas” de la Escritura.

Incluso si pensamos que las palabras, “Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones,
bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, se refieren solamente al
“evangelismo”, debemos admitir que la última parte, “enseñándoles a obedecer todas las cosas que yo
les he mandado a ustedes”, se refiere al ministerio de la enseñanza, y que la primera (evangelismo)
conduce a la última (enseñanza). El evangelismo es sólo un medio para producir convertidos, de modo
que nosotros podamos enseñarles a obedecer todos los mandamientos de Cristo. Por lo tanto, aquellos
que exaltan el evangelismo a expensas del ministerio de la enseñanza desafían el mandamiento de Cristo
que les llama a obedecer.

Resumiendo, la Biblia dice que el propósito del ministerio es producir cristianos maduros (4:12-14). Por
supuesto, que para llegar a la madurez en Cristo, uno debe primero estar en Cristo, y esa es la razón para
el evangelismo. Esto también significa que el evangelismo no es el objetivo final del ministerio
cristiano, sino el medio por el cual Dios llama a los elegidos hacia una unión con Cristo, y por medio del
proceso de santificación, llegar a ser maduro en él. Por lo tanto, el evangelismo no es un ministerio o
responsabilidad más grande que el ministerio de la enseñanza, sino que sólo sirve como un medio para
traer a la gente al ministerio de la enseñanza. Aun el evangelismo mismo es dependiente de las
instrucciones doctrinales recibidas anteriormente por el que realiza el evangelismo. Porque la Escritura
define todas las creencias cristianas, la doctrina necesariamente precede a todas las actividades
cristianas.

Así “la disposición (apresto) que viene del evangelio de la paz”, debe significar algo más que tener sólo
la comprensión suficiente del evangelio para decirle a la gente como llegar a ser cristiano, ello debe
implicar un conocimiento profundo de las doctrinas bíblicas. De otro modo, todo cristiano ya estaría
suficientemente preparado, puesto que la totalidad de ellos ya han aprendido lo suficiente para llegar a
ser cristianos en primer lugar, y ninguno necesitaría deliberadamente obtener esta “disposición”. Sin
embargo, el hecho de que Pablo nos mande ponernos la “disposición” del evangelio implica que no es
algo automático, y en cambio implica que algunos cristianos pueden no estar “dispuestos” con el
evangelio. Sólo el ministerio de la enseñanza puede remediar esta falta de preparación, y cualquier así
llamado ministerio “evangelístico” que no proporcione una enseñanza meticulosa y profunda de teología
cristiana, es incompleto y no bíblico.

Viniendo ahora al versículo 16, Pablo introduce aquí el “escudo de la fe”: “Además de todo esto, tomad
el escudo de la fe, con el cual ustedes pueden extinguir todos las flechas llameantes del maligno”. La
palabra traducida “escudo” es thyreon, y Wood escribe como sigue:

“Thyreon se deriva de thyra (una puerta) y se refiere al gran scutum rectangular u ovalado que el
soldado romano sostenía frente a él para su protección. Consistía de dos capas de madera pegadas con
cola, cubiertas con lino o cáñamo y cuero, enmarcado con metal. Los soldados, a menudo, combatían
formando una sólida muralla (testudo) de escudos. Pero aun en un combate individual el soldado se
encontraba suficientemente protegido. Después del asedio de Dyrachium, un soldado contó no menos de
220 dardos clavados en su escudo. Para el cristiano su escudo protector es la fe (pistis) (61).

La cuestión es a cual “fe” se refiere aquí, a la creencia subjetiva del cristiano o al contenido objetivo del
cristianismo. Wood responde, “El creer no puede ser divorciado de lo que es creído, y no debería
trazarse una línea rígida entre estos dos aspectos” (62). Pero su afirmación no conduce a una solución
del tema. Aun si el creer no puede ser separado de lo que es creído, lo que es creído puede ser
distinguido de lo que debe ser creído. Es decir, la fe subjetiva del cristiano profesante no siempre
corresponde al contenido objetivo del cristianismo. Por supuesto, en este caso, lo que es tomado por la
persona no es “el escudo de la fe”, y la persona está sin la protección espiritual total que se requiere.

Hemos establecido que cada pieza de la armadura representa la doctrina bíblica correspondiente, esto
significa que cada pieza de la armadura se refiere a un aspecto objetivo de la fe cristiana, y no
precisamente a la creencia subjetiva del individuo acerca del asunto. Así que el cinturón de la verdad se
refiere a la verdad misma, y no justamente a nuestra confianza en ella. Del mismo modo, la coraza de
justicia representa la doctrina bíblica sobre el tema, y no precisamente la percepción subjetiva individual
de ella.

Ciertamente, Pablo no está diciendo a sus lectores “pónganse sus creencias subjetivas”, puesto que las
creencias subjetivas nunca están fuera de uno. Más bien, su punto es que el cristiano debe
deliberadamente “ponerse” algo que puede ser o “puesto” o “quitado” –es decir, algo que tiene
existencia objetiva y validez independiente de las creencias subjetivas del individuo. Por ejemplo, la
espada del Espíritu es la palabra de Dios, no nuestra fe acerca de la palabra de Dios. Al mandarnos a
tomar la espada, Pablo nos está mandando a creerla y aplicarla.

Él está llamando a sus lectores a tomar posesión e identificarse con las doctrinas bíblicas representadas
por estas piezas de la armadura. La verdad es verdad por sí misma, ya sea que uno confíe o no en ella;
sin embargo, ella no beneficiará a quien no la ha puesto sobre la estructura de sus pensamientos y
acciones. El contenido del evangelio permanece lo mismo aun si una persona tiene sólo un
entendimiento parcial de él, pero cuando él “se lo pone” por medio de un estudio y capacitación
intensivos, y permite que el evangelio gobierne su conducta diaria, él llega a ser alguien que está
preparado para el avance y expansión del Reino de Dios. Del mismo modo, el escudo de la fe puede
muy bien representar el contenido objetivo de la fe cristiana, pero protegerá al que lo ha tomado y
puesto ante él.
Sobre los ataques demoníacos sobre la iglesia, Wood escribe, “Pero en el contexto de Efesios, es muy
probable que se haya intentado deliberadamente destruir la unidad del cuerpo de Cristo (3:14-22; 4:1-
16,27) a través de la invasión de la falsa doctrina y de fomentar la disensión (4:2,21,31,32; 5:6)” (63).
Pablo instruye a los filipenses a ser “del mismo pensamiento” (Filipenses 2:2), y que ellos deberían “con
una mente” estar “contendiendo juntos por la fe del evangelio” (1:27, NASB). Una iglesia difícilmente
puede ser “de la misma mente” cuando sus miembros no pueden estar de acuerdo sobre el contenido del
evangelio, y cuando las falsas doctrinas se han apoderado de las mentes de los creyentes profesantes.
Divisiones y herejías invaden la iglesia hoy día porque ella ha menospreciado el estudio de la teología y
apologética bíblica.

(61) Wood, p. 88.


(62) Ibid., p. 88.
(63) Ibid., p. 86.
Las falsas doctrinas son como “flechas ardientes”, rápidamente esparcen destrucción. Pero el escudo de
la fe puede “extinguir todas las flechas ardientes del maligno”. Si el escudo de la fe se refiere al
contenido de la fe cristiana, entonces “tomarlo” significaría aprender y afirmar el contenido de la
Escritura. Aquellos que entienden cabalmente y proclaman firmemente las doctrinas bíblicas son
capaces de resistir y superar las falsas ideas que les son enviadas como flechas.

Aunque requiere fuerza y disciplina tomar este escudo y sostenerlo delante de nosotros, su uso es a
veces extraordinariamente simple, especialmente cuando vienen ataques privados contra nuestras
mentes:

“Aun cuando Pablo no nos da ejemplos individuales de estas flechas ardientes, Hodge menciona
pensamientos horribles, blasfemos, escépticos y las más sutiles sugerencias de codicia, descontento, y
vanidad. Estos, o cualquier otro que la figura de lenguaje pueda representar, pueden ser extinguidos por
la fe. Los malos pensamientos deben ser desalojados y expulsados por buenos pensamientos. Si en una
aflicción dudamos ya sea del poder o la sabiduría de Dios, deberíamos decirnos a nosotros mismos, “Yo
creo en Dios Padre Todopoderoso”, o repetir algún versículo que hable de su amoroso cuidado. Así las
doctrinas de la fe expulsarán nuestras falsas ideas” (64).

Que el escudo de la fe y las flechas ardientes sean de naturaleza intelectual y doctrinal produce ciertas
implicaciones, especialmente, “Debemos tener ya estudiadas y memorizadas partes de la Escritura para
tener algo que recordar. Este estudio es como tomar el escudo” (65). Quien es débil en el entendimiento
bíblico y teológico, no ha tomado el escudo de la fe, y sin duda no puede hacerlo hasta que haya
aprendido lo fundamental de teología y apologética. Hasta entonces, tiene poca protección contra las
falsas ideas que vienen contra él. Una vez que un miembro de la iglesia ha sido herido o infectado por
falsa doctrina, el daño puede diseminarse rápidamente si se deja sin confrontar, porque “un poco de
levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:9). Es importante para la iglesia que los líderes enseñen a su
gente, para que ellos lleguen a estar capacitados para usar el escudo de la fe (Hebreos 5:13-14; Efesios
4:11-16).

Este “tomar” el escudo de la fe no es sólo un asunto de la voluntad, sino también del entendimiento. No
es únicamente asunto de volición, sino también de comprensión. De hecho, el entendimiento intelectual
de las doctrinas bíblicas necesariamente precede al asentimiento volitivo de ellas, puesto que, no
podríamos afianzarnos en algo que aun no está allí. Si el escudo de la fe representa el contenido objetivo
de la Escritura, entonces la comprensión intelectual y la sumisión volitiva a la Escritura representan el
acto de tomarlo. El gran tamaño del escudo es significativo. El conocimiento de la verdad en un área
puede que no ofrezca la protección suficiente y precisa ante la falsedad y confusión en otra área. Por lo
tanto, tomar el escudo de la fe implica alcanzar un conocimiento amplio y profundo de la Escritura.

(64) Clark, Ephesians; p. 208.


(65) Ibid., p.208.
El yelmo era “la parte más ornamental de la antigua armadura” (66), y Pablo usa esta atractiva pieza de
la armadura para representar la salvación: “Tomen el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que
es la palabra de Dios” (Efesios 6:17). Hodge escribe:

“Lo que adorna y protege al cristiano, lo que le permite sostener su cabeza con confianza y gozo, es el
hecho de que es salvo. Él es alguien redimido, trasladado del reino de las tinieblas al Reino del amado
Hijo de Dios. Si aun está bajo condenación, si aun está separado de Dios, un forastero, un extraño, sin
Dios y sin Cristo, él no tendría valor para entrar en este conflicto. Debido a que es un conciudadano de
los santos, un hijo de Dios, un participante de la salvación del evangelio, es que él puede enfrentar con
confianza aun a los más potentes enemigos, sabiendo que será más que vencedor por medio del que le
ama” (67).

En un sentido, Dios revela su bondad a todos: “Él causa que el sol se eleve sobre los malos y los buenos,
y envía lluvia sobre los justos y los injustos” (Mateo 5:45). Aun aquellos que son hostiles a Dios deben
constantemente depender de su sostenimiento para toda su existencia, “Porque en él vivimos, y nos
movemos y somos” (Hechos 17:28). Todos deberían ser motivados por la bondad de Dios, tanto como
para arrepentirse ante Dios y creer en Cristo. Pero sin la soberana decisión de Dios, ellos no pueden
arrepentirse y creer, por lo tanto, la bondad general de Dios resulta en la eterna condenación de los
reprobados.

La escritura nos muestra que la gracia salvadora de Dios es revelada y aplicada a sus elegidos, y que el
inicuo no tiene parte en ella. Así la salvación distingue a los cristianos del resto de la humanidad. Los
cristianos son el pueblo escogido de Dios: “Pero ustedes son un pueblo escogido, un sacerdocio real, una
nación santa, un pueblo perteneciente a Dios, para que ustedes puedan proclamar las virtudes de aquel
que los llamó fuera de las tinieblas a su maravillosa luz” (1 Pedro 2:9). Todos los otros seres humanos
no son salvados porque Dios no los ha escogido.

El yelmo puede representar la salvación del cristiano en otro significativo modo, además de su gracia.
“Tomar es realmente recibir o aceptar (deshazte). Los artículos previos fueron dispuestos para que el
soldado los tomara. El yelmo y la espada podrían serle alcanzados por un sirviente o por su escudero. El
verbo es apropiado para la “donación” de la salvación” (68).

(66) Hodge, p. 286.


(67) Ibid., p. 286.
(68) Wood, p.88.
El yelmo representa apropiadamente la salvación del cristiano no sólo a causa de su atractivo, sino
también a causa de la manera en que el cristiano lo toma. Aunque el creyente se atavíe de las otras
piezas de la armadura por tomarlas o ponérselas voluntariamente, la salvación es totalmente dependiente
de Dios (69). El cristiano no debe elogiarse a sí mismo de que ha “aceptado a Cristo” porque era mejor y
más sabio que los incrédulos, cuando en realidad fue Dios quien soberanamente lo ha escogido y
aceptado. La única razón por la que somos capaces de amarle es “porque él nos amó primero” (1 Juan
4:19). Así en lugar de jactancia y vanagloria, nosotros deberíamos ofrecer acción de gracias a Dios,
quien nos ha escogido y mostrado su misericordia no a causa de una condición previa en nosotros, sino a
causa de su soberana gracia.

En cuanto a si hay algún significado en la salvación que sea representado por una cofia, algunos
sugieren que la metáfora se refiere claramente al pensar (70), pero otros consideran esto “demasiado
imaginativo” (71). Para entender correctamente un pasaje, no deberíamos aplicar una metáfora en un
modo que excede la intención del escritor; sin embargo, aun cuando Pablo no enfatiza explícitamente el
intelecto con la metáfora yelmo, muchos elementos a través del pasaje implican tal énfasis.

Por ejemplo, la verdad, la justicia, el evangelio, la fe (tanto en su aspecto subjetivo como objetivo), la
salvación, y la palabra de Dios, todas implican un contenido intelectual para ser entendido por la mente.
Por lo tanto, aun si hacer de la salvación un yelmo no es en sí mismo un intento por enfatizar la
comprensión intelectual de la soteriología, la inclusión de este énfasis es inescapable. En otro lugar
Pablo escribe, “[Las Escrituras] son capaces para hacerte sabio para la salvación a través de la fe en
Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15). La sabiduría para la salvación viene de una comprensión intelectual de
la Biblia, aplicada a nuestras mentes por el Espíritu Santo para producir conversión y santificación.

Nosotros hemos derivado algunos puntos de la metáfora que compara la salvación como un yelmo para
el cristiano. Primero, la salvación es “la parte más ornamental” del cristianismo, tanto que “aún los
ángeles desean mirar” (1 Pedro 1:12). También la fe con la cual afirmamos que el evangelio “no es de
nosotros mismos, pues es don de Dios”, así que “nadie puede jactarse” (Efesios 2:8-9). Además, es de la
mayor importancia que obtengamos un profundísimo entendimiento teológico de la salvación, puesto
que sólo entonces estaremos llevando correctamente el yelmo de la salvación, el cual es capaz de
protegernos de las numerosas falsas doctrinas que rondan al súbdito del reino de Dios.

La pieza final de la armadura e la espada, la cual representa a la palabra de Dios: “Tomen el yelmo de la
salvación y la espada del Espíritu, la cual es la palabra de Dios” (Efesios 6:17). En tiempos antiguos,
había distintos tipos de espadas, variando en tamaño y peso; sin embargo, puesto que Pablo está
derivando sus metáforas del armamento del soldado romano, la “espada” puede sólo referirse a la espada
corta y recta que usaba el soldado romano (72). Esto está también indicado por la palabra griega que usa
Pablo, machaira, como opuesta a la palabra usada para la espada larga, rhamphaia, usada en Lucas
2:35.

(69) No obstante, esto es sólo un asunto de énfasis, puesto que aun la volición para ponerse otras partes
de las piezas de la armadura aun proviene de la soberana voluntad de Dios (Filipenses 2:12-13).
(70) Clark, Ephesians; p. 209.
(71) Ibid., p.209.
(72) Barth, p. 776.
Algunos comentaristas observan que la espada es la única arma usada para atacar en el set de la
armadura descrita. En efecto, la espada es tanto un arma defensiva como ofensiva. Además de su obvio
propósito de matar al enemigo, también servía para bloquear algunos de los ataques que venían de él
(73). La implicación de ser una espada corta es que al combatir cuerpo a cuerpo con el enemigo se
requería de un arma liviana y maniobrable.

Que esta espada sea “del Espíritu” (tou neumatos) no significa sólo que es de una naturaleza espiritual
(como una “espada espiritual”), sino que también la espada, como fue mencionada previamente en
conjunto con el yelmo, le sería alcanzada por un sirviente, y así Barth piensa que ello significa “la
espada provista por el Espíritu” (75). La espada es “del Espíritu” en el sentido de que ella es producida
por y dada a nosotros por el Espíritu Santo.

Nosotros encontramos algunas dificultades cuando llegamos al punto donde se dice que la espada es “la
palabra de Dios”. Hay varias interpretaciones propuestas, y puesto que una de ellas es obviamente la
más falsa, la trataremos en primer lugar.

Este primer punto de vista enseña que las palabras de la Escritura, particularmente aquellas “dadas” a la
persona por el Espíritu en el momento, cuando son pronunciadas por los labios creyentes de un cristiano,
forman lo que se constituye en una espada real o figurada en el reino espiritual para infligir heridas a las
fuerzas demoníacas.

Esta interpretación mística sugiere que el poder de la espada del Espíritu no descansa en el contenido
intelectual de la Palabra de Dios, sino en la fuerza bruta que contiene para vencer al enemigo. Sin
embargo, como Gordon Fee escribe, “[Pablo] simplemente no habría entendido la fascinación con la
expresión “palabras” que uno encuentra entre algunos carismáticos contemporáneos”. El punto de vista
en cuestión falla completamente al considerar “el modo en que él usa este tipo de lenguaje” (76).

El segundo punto de vista, también popular entre los carismáticos, indica que puesto que la palabra
griega usada en la frase “la palabra de Dios” es rhema como opuesta a logos, la palabra del Espíritu
debe referirse entonces a una “palabra” dada en el momento por el Espíritu Santo.

Es verdad que nosotros podemos depender del Espíritu Santo para traer a nuestro consciente versículos
de la Escritura que necesitamos para confrontar un particular pensamiento, tentación, o argumento. Sin
embargo, sería muy necio pensar que aun obviamente versículos bíblicos importantes sean ineficaces
contra un pensamiento o argumento no bíblicos a menos que ellos sean primero de algún modo
“vivificados” por el Espíritu Santo para el momento. Pero esta necedad mística parece ser lo que este
segundo punto de vista declara o implica.

Los cristianos obtienen su “espada” y llegan a tener destreza para usarla por medio del entrenamiento
bíblico y teológico que debería ser usual en la iglesia. Habiéndose preparado él mismo de esta manera,
no debería requerir de una palabra especial que le sea dada para el momento cuando llegue a estar bajo
ataque, puesto que ya tiene en mente un número de versículos de la Escritura que son aplicables. El
cristiano no debería requerir de ninguna unción especial del Espíritu antes de aplicar un versículo de la
Escritura obviamente importante a una situación.
(73) Marvin Vincent, Vincent’s Word Studies in the New Testament, Vol. 3; Hendrickson Publishers, p.
410.
(74) Wood, p. 88.
(75) Barth, p. 776.
(76) Gordon Fee, God’s Empowering Presence; Hendrickson Publishers, 1994; p. 728-729.
Este segundo punto de vista lleva demasiado lejos la citada distinción entre rhema y logos, puesto que
las dos palabras son a menudo intercambiables en el Nuevo Testamento (77). Un número de falsas
doctrinas pueden rastrearse hasta la excitada predicación popular de aquellos que han aplicado hasta lo
extremo las falsas distinciones entre estas dos palabras; ellos dan la impresión que aunque logos es la
palabra de Dios, ella es más bien inútil e ineficaz hasta que el Espíritu la “vivifica” y la transforma en
rhema. Esta enseñanza es falsa y no bíblica. Pablo escribe, “Toda la Escritura es inspirada por Dios y es
útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios
pueda ser enteramente equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). Todo versículo de la
Escritura es “inspirado por Dios” –“vivo” y eficaz en todo tiempo, incluso sin ninguna unción espiritual
especial para expresarlo.

Dicho eso, el uso de Pablo de la palabra rhema puede realmente tener alguna importancia. Gordon Fee
escribe:

“Mientras estas palabras son sinónimas y por lo tanto, a menudo, pueden ser usadas
intercambiablemente, rhema tiende a poner el énfasis en lo que es hablado puntualmente, mientras que
logos frecuentemente enfatiza el contenido del mensaje”.

Sin embargo, esto no conduce al segundo punto de vista como fue descrito antes. Gordon Fee continúa:

“Si esa distinción cabe aquí, entonces Pablo está casi sin duda refiriéndose todavía al evangelio, tal
como lo hace en Romanos 10:17, pero el énfasis está ahora sobre la real “proclamación” del mensaje,
inspirado por el Espíritu. Para poner eso en términos más contemporáneos, al urgirlos a tomar la espada
del Espíritu y entonces identificando esa espada con la “palabra de Dios”, Pablo no está identificando la
“espada” con el libro, sino con la proclamación de Cristo, la cual sin duda en nuestro caso encontramos
en el libro” (78).

Esto nos conduce al tercer punto de vista el cual dice que la espada del Espíritu no es otra cosa que la
publicación y la aplicación de las palabras de la Escritura. Se refiere a lo intelectual y no a lo místico.
De los tres puntos de vista revisados, éste es el único que refleja el significado y la intención de la
metáfora de Pablo acerca de la espada del Espíritu como la palabra de Dios.

Así el contenido de rhema no es diferente de logos, aunque en ciertas instancias rhema puede denotar la
real comunicación del contenido. Donde quiera que choquen las ideas cristianas y las no cristianas, el
creyente debería estar preparado no sólo para mantener su territorio, sino también para invadir y
capturar territorios enemigos. Cada vez que un cristiano defiende verbalmente las ideas cristianas y
ataca las ideas no cristianas en una manera bíblica, él está empuñando la espada del Espíritu. La
expresión verbal y la expresión intelectual de la palabra de Dios es el rhema de Dios; ella es una espada
que viene del Espíritu.

(77) Foulkes, p. 184.


(78) Fee, p. 728-729.
Es muy tonto y no espiritual pensar que debemos esperar hasta que el Espíritu Santo “vivifique” un
versículo de la Escritura antes que podamos efectivamente responder a un pensamiento o argumento no
bíblico, aun cuando ya sabemos como responder por los estudios que previamente hemos realizado de la
Escritura. En lugar de eso, la Escritura misma afirma que todo versículo bíblico es verdad, eficaz, y
“vivo” en todo tiempo (2 Timoteo 3:16; Hebreos 4:12). Tú debes usar lo que ya sabes de la Escritura
para embestir al enemigo, en vez que pensar que todo lo que tú sabes de la Escritura es inútil hasta que
una parte de ella sea “vivificada” para tu situación particular. Esto también significa que si tú sabes muy
poco, serás incapaz de enfrentar efectivamente los ataques espirituales en contra tuya. El remedio no es
esperar por algún “avivamiento” místico del Espíritu Santo; más bien, la única solución es un programa
intenso de educación teológica (2 Timoteo 2:15).

Ahora consideraremos un ejemplo de cómo Jesús manejó la espada del Espíritu contra el diablo:

“Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

Después de transcurridos cuarenta días y cuarenta noches, él tuvo hambre. El tentador vino a él y dijo,
“Si tú eres el Hijo de Dios, dí a estas piedras que se conviertan en pan”. Jesús respondió, “Está escrito:
‘no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”.

“Entonces el diablo tomándole le llevó a la ciudad santa y le puso sobre el punto más alto del templo.
“Si tú eres el Hijo de Dios” dijo él, “échate abajo; porque escrito está: ‘A sus ángeles mandará acerca de
ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra’”. Jesús le respondió,
“Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.

“De nuevo le tomó el diablo y le llevó a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y su
esplendor. “Todo esto te daré”, le dijo, “si tú postrado me adorares”. Jesús le dijo, “¡Apártate de mi,
Satanás! Porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él servirás’”.

“Entonces el diablo le dejó, y los ángeles vinieron y le atendieron” (Mateo 4:1-11).

Este pasaje ilustra como Jesús usó la espada del Espíritu para vencer la tentación. En las tres
tentaciones, él aplicó citas directas de la Escritura para contrarrestar las palabras de Satanás.

En la primera instancia, él cita Deuteronomio 8:3 para resistir al diablo. Viendo como Jesús usa la
Escritura para defenderse a sí mismo la primera vez, el diablo hace un segundo intento y cita desde el
Salmo 91:11-12, esperando engañar y persuadir a Cristo. Pero Jesús responde diciendo, “Escrito está
también: ‘No tentarás al Señor tu Dios’”, citando Deuteronomio 6:16.

Toda batalla espiritual implica la autoridad y aplicación de la Escritura, y razonamientos y argumentos


teológicos. En esta segunda tentación, Satanás cita un pasaje bíblico que, cuando es falsamente
entendido y aplicado, parece permitir a Jesús saltar desde el Templo. Pero Jesús nota que Satanás ha
abusado del pasaje, y así le dice, “Escrito está también” en la Escritura que uno no debería tentar a Dios,
así expone el abuso que hace Satanás del Salmo 91:11-12.

Este intercambio genera varias implicaciones importantes. Por ejemplo, la respuesta que Jesús da,
necesariamente asume la unidad de la Escritura, que una parte de la Biblia está de acuerdo con todas las
otras partes, y que una parte de la Biblia nunca contradice a otra parte. Él es consistente con un principio
hermenéutico que la fe cristiana ha afirmado por largo tiempo. Además el modo en que Jesús trata esta
tentación apoya sólidamente la disciplina de la teología sistemática.

El empuñar la espada del Espíritu es para presentar y defender las verdades bíblicas y para atacar las
creencias no bíblicas por medio de rigurosos argumentos escriturales y racionales. Por lo tanto, esta
arma puede aplicarse a la predicación, escritura, debates, y conversaciones ordinarias en las cuales el
cristiano presenta y defiende la cosmovisión bíblica y refuta las creencias no bíblicas.

Todo esto sonará extraño a aquellos que están acostumbrados a considerar la espada del Espíritu desde
una perspectiva mística, en lugar de pensar en el acto de argumentar contra los enemigos del
pensamiento bíblico, o defender la fe contra sus ataques. Pero es la aproximación mística a la espada del
Espíritu la que es extraña al pensamiento bíblico. Contra la aproximación mística, debemos insistir en
que la espada del Espíritu se refiere a presentaciones y argumentos intelectuales cuyo contenido y forma
son derivados de la Escritura. Como Matthew Henry escribe, “La palabra de Dios es muy necesaria , y
de gran uso para el cristiano, a fin de sostenerse en la guerra espiritual y en lo que sigue… con ésta
embestimos a los agresores. Los argumentos escriturales son los argumentos más poderosos” (79).

La respuesta de Cristo a la segunda tentación de Satanás muestra que la espada del Espíritu anticipa el
reino de Dios a través de la argumentación escritural. Entonces en la tercera tentación, él sella la derrota
de Satanás con otra aplicación correcta de la Escritura y emerge victorioso. Es por usar persistentemente
la espada del Espíritu de esta manera que nosotros despojaremos los territorios ahora ocupados por el
diablo, esto es, rescataremos las mentes de los elegidos y confundiremos las mentes de los réprobos (2
Corintios 4:4-6; 10:3-5).

(79) Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible; Hendrickson Publishers, 1991; p. 2319.
Ejemplos del uso de la espada del Espíritu a través de la argumentación espiritual abundan en el
ministerio de Pablo (Hechos 17:2-4, 16-17; 18:4-5,19). Él es enfático en cuanto a la naturaleza
intelectual de nuestro conflicto con Satanás (2 Corintios 10:3-5). El diablo “ha cegado el entendimiento
de los incrédulos, así que ellos no pueden ver la luz del evangelio” (2 Corintios 4:4), y es nuestro
propósito “demoler argumentos” que han sido erigidos contra la fe bíblica, y “llevar cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo”.

El que usa poderosamente la espada del Espíritu es el que posee un considerable conocimiento teológico
y gran poder de raciocinio. Por otro lado, uno que carece de estos bienes espirituales nunca puede
infligir mucho daño al reino de las tinieblas. Permítasenos apreciar las palabras del apóstol Pablo que
dice, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

Porque Pablo menciona la oración en el versículo 18, alguna gente desea saber si ella representa otra
pieza de la armadura. Pero Pablo no afirma esto, así que no debemos asumir que aún tiene en mente la
metáfora de la armadura. No obstante, la imagen marcial permanece en su trasfondo.

En efecto, el urge a sus lectores a “estar alertas”, y en lugar de que ellos relajen su vigilancia espiritual,
ellos deben persistir en orar, “en todo tiempo, con toda oración y súplica” y “velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos”.

Entonces, él también hace una súplica personal por oración. Esta súplica es importante, porque nos
enseña cuan comprometido está Pablo en esto. Veamos lo que él pide a los creyentes: que oren para que
él pueda “sin miedo, dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio”. Este es el compromiso
natural de cada ministro –predicar el evangelio y hacerlo sin miedo.

6. CONCLUSION

EFESIOS 6:21-24

Cada parte de la carta de Pablo es objetable y repulsiva para los incrédulos y herejes.
Consecuentemente, ellos también encontrarán cada parte de este comentario objetable y repulsivo.
Durante el curso de mi exposición, hemos afirmado y estudiado las doctrinas de la absoluta soberanía de
Dios (1), la total depravación del hombre, la expiación particular de Cristo, el llamado irresistible del
Espíritu, y la preservación de los santos (2). Todos los incrédulos y herejes, incluyendo a la mayoría de
los cristianos profesantes, detestan estas doctrinas bíblicas.

En un modo ordenado, y siguiendo la estructura de la carta de Pablo, hemos procedido desde la


predestinación a la regeneración, de la regeneración a la reconciliación, y de la reconciliación a la
santificación. Entre otras cosas, hemos discutido la necedad e impiedad de los no-cristianos, el énfasis
intelectual de la fe cristiana, y la estructura de autoridad en el hogar. Hemos mostrado que el
cristianismo es totalmente determinista e intelectualista. Por el contrario, la esencia del cristianismo
popular consiste de anti-determinismo y anti-intelectualismo. La implicación necesaria es que el
“cristianismo” popular es anti-cristianismo.

¿Qué es lo que todo esto significa? Si los incrédulos y herejes encuentran el cristianismo objetable y
repulsivo, y si el cristianismo popular es realmente anti-cristianismo, ello significa que el mundo odia al
cristianismo, y por lo tanto ellos odian a los cristianos, y ellos odian el cristianismo y a los cristianos
porque ellos han odiado primero a Cristo (Juan 15:18) (3). Por esta razón –esto es, porque el mundo odia
a Cristo, al cristianismo, y a los cristianos- es un asunto de suprema importancia para nosotros tomar las
armas espirituales que Dios nos ha dado, así que podamos estar firmes sobre el suelo y mantener lo que
Dios ha consumado para nosotros en Cristo.

Para concluir, entonces, “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema” (1 Corintio 16:22), pero
“Gracia a todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con un inmortal amor” (6:24).

(1) Esto incluye la elección incondicional y la reprobación activa.


(2) Así nosotros hemos afirmado y estudiado “Los Cinco Puntos del Calvinismo”.
(3) Todo no-cristiano –cada persona que Dios no ha cambiado y convertido- es un enemigo de Cristo
(Mateo 12:30).

FIN

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