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EL MILAGRO DE LA TRANSFIGURACION

Base Bíblica: Marcos 8:31-33; 9:2-13

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14).

La transfiguración de Jesús ante tres de sus discípulos se enumera entre los milagros que registra
Marcos en su evangelio. Este evento cobró una enorme importancia en vista de la debilidad y
flaqueza espiritual de los discípulos una vez enterados de que su Maestro iba a morir pronto.

Cuando Jesús vio el desaliento que asomaba en ellos decidió escoger a los tres más
representativos de entre los doce y los llevó a “un monte alto” y allí les manifestó su gloria. Tan
indeleble fue este hecho para ellos que sesenta años después, Juan aún recordaba con entusiasmo
y firmeza de fe esta experiencia trascendente.

Para nosotros tiene mucho significado este milagro. Nos enseña cómo Jesús puede llevarnos a una
cumbre esplendorosa en nuestra vida cristiana con el fin de prepararnos para cuando tengamos
que pasar por el valle de la sombra de muerte. ¿No es así como la vida del creyente va entre
tribulaciones y victorias, entre momentos alegres y tristes, entre cumbres y valles? La madurez
cristiana consiste en ser sobrios ante la euforia de las fiestas y firmes ante los lamentos de dolor.

I-LA NECESIDAD DE SUBIR A LA CUMBRE

A) JESUS ANUNCIA SU MUERTE ( 8:31-33)

Es interesante observar cómo Jesús no había querido revelar antes a sus discípulos la dura verdad
de su muerte inminente. ¿Sería, acaso, por considerarlos incapaces de poder recibir semejante
información? O, tal vez se debió a que nunca antes había oído de labios de ellos una confesión
como la que pronunció Pedro (Mateo 16:16), por revelación divina. En todo caso, aquí
aprendemos mucho. Se nota el tacto del Maestro en cuanto a la naturaleza y profundidad de las
enseñanzas que iba colocando en el corazón de sus seguidores. Pero ahora después de haber
definido claramente su identidad como “el Hijo del Dios viviente”, ya era tiempo de hablarles de su
muerte. Mateo dice que “desde entonces”, desde la confesión cristológica y la revelación de su
divinidad, Jesús “comenzó” a explicarles que él era necesario morir en la cruz. Una exposición
prematura de este tema podía haber causado desaliento en muchos. Cuán cuidadoso es el Señor
en con las cosas que nos hace saber.

Sin embargo, aun con todas esas precauciones, los discípulos no estaban preparados para este
anuncio. Pero eso es natural, porque, ¿cuándo está uno preparado para recibir la triste noticia de
que un ser querido se acerca el momento de su muerte? Y mucho menos los discípulos, y todos los
que seguían a Jesús, que veían en Él la única esperanza para sus males en aquel mundo de engaño
y dolor. Pedro, el más expresivo del grupo, “tomó aparte” al Maestro “y comenzó a reconvenirle”.
Mateo dice que Pedro regañó al Señor, con la palabras, “ten compasión de ti”; con si Jesús
estuviera atentando contra su vida y pensando en un acto suicida para culminar su carrera. De ahí
la fuerte represión contra Pedro, la cual es idéntica a la que Jesús usó para desechar las ofertas
tentadoras y maliciosas del diablo en el desierto (Mateo 4:10). Tengamos cuidado de no dejarnos
usar por el enemigo pensando que estamos agradando al Señor con lo que hacemos o decimos.

B) JESUS MANIFIESTA SU GLORIA (9:2-4)

No cabe ninguna duda de que la actitud de Pedro era representativa del sentir de todos sus
compañeros. Lo que sucedió fue que sٗlo este discípulo tuvo el valor de expresar lo que sentía.
Tampoco dudamos que este anuncio de Jesús se haya empezado a propagar entre todos sus
seguidores. Esto, indudablemente, provocó comentarios e interrogantes entre ellos sobre si
realmente Jesús sería el Hijo de Dios.

El respondió con las declaraciones finales de Marcos 8:

(1) Ser discípulo es negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir al Maestro muy de cerca.

(2) El que quiere salvar su vida la pierde; y el que pierde, la salva.

(3) En su venida, se avergonzará del que se avergonzare de Él en este mundo.

(4) “Algunos” tendrían el privilegio de ver una manifestación preliminar del “reino” de Dios en la
transfiguración.

Dando seguimiento a su plan de afianzar la fe de sus discípulos, “seis días después, Jesús tomó a
Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y allí se transfiguró delante de
ellos”.

Hay tres detalles importantes aquí:

(1) “Resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo
16:2), lo cual era una vislumbre de su gloria celestial.

(2) Con El estaban “Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria” (Lucas 9:30,31), los
cuales representaban la ley y la profecía.

(3) El tema que trataban era “su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lucas 9:31), el
único medio para consumir la redención. Con esto comprobamos que el milagro de la
transfiguración tenía como fin fortalecer la fe de los discípulos en cuanto a la persona y obra de
Cristo y necesidad de su muerte redentora.

II-LECCIONES DE LA TRANSFIRACION

A) LA REACCION DE LOS DISCIPULOS (9:5,6)

Lo bello de la Escritura es que no esconde las cosas naturales y sencillas, ni siquiera las debilidades
y equivocaciones humanas, cuando describe los grandes milagros de Dios. Aquí observamos las
reacciones naturales, emocionales y erróneas de Pedro y sus dos compañeros ante esta
portentosa experiencia. A pesar de que Jesús había escogido a los tres alumnos sobresalientes de
su clase, aun ellos no estaban libres de interpretar a su modo las cosas que veían.

Por una parte, dice Marcos 9:6 que “estaban asustados: No era para menos, pues ante su mirada
física veía a los tres personajes rodeados de un resplandor celestial. No se trató de una visión
espiritual. El ver a Moisés, quien hacía 1500 años no había podido entrar a esa tierra; y contemplar
a Elías, quien hacía 900 años había sido arrebatado al cielo, era suficiente para desmayarse de
miedo. Por otra parte Lucas 9:32 dice que “estaban rendido de sueño”, lo cual sugiere que la
transfiguración pudo haber sido de noche y que estos tres distinguidos discípulos estaban muy
cansados.

Pero a pesar de su equivocación, la actitud de Pedro y la reacción de los otros, no dejan de inspirar
en nosotros la gloriosa sensación de estar frente a la manifestación de la gloria de Cristo. ¿Quién
no quiere quedarse allí, contemplando la grandeza de su majestad, y rendirle jubilosa adoración
por toda una eternidad? ¿ No hubiera usted tenido la misma idea? Y, ¿cómo se ha sentido en esos
momentos gloriosos en que el Espíritu Santo le ha hecho vivir el gozo que sólo Él puede dar?

B) EL MENSAJE DE DIOS EL PADRE (9:7,8)

Todavía no podían los discípulos salir de su asombro y temor ante la gloria que rodeaba a Jesús y
los dos testigos del más allá, cuando algo nuevo y mucho más glorioso apareció ante ellos. Vieron
lo que, se conoce como una teofanía, la aparición de Dios a los humanos. En las palabras de
Marcos, “vino una nube que les hizo sombra”. Recordemos que si todo sucedió de noche, aquel
sitio estaba iluminado por el resplandor del Jesús. Por lo tanto, fue necesario que la nube Shekina,
que siempre rodea a Dios, cubriera a estos testigos vivientes de Jesús.

“Desde la nube” resonaron una vez más las palabras divinas del Padre dando testimonio de la
naturaleza y la misión perfecta de su enviado, la segunda persona de la Trinidad. Las palabras,
“este es mi Hijo amado” ya había sido escuchadas por la multitud en el río Jordán (Mateo 3:17). En
aquella ocasión esta declaración solemne fue seguida por la frase “en quein tengo complacencia”.
Ahora agrega el Padre el mandato, “a él oíd”.

Eso era todo lo que necesitaban oír los discípulos: Que Jesús es el verdadero y único Hijo de Dios y
por lo tanto es Dios en toda plenitud (Colosenses 2:9). Esto es suficiente para que “en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y
toda lengua confiese que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:10,11). Eso es
todo lo que necesita saber el incrédulo, el escéptico y el teólogo moderno. Eso es lo que debe
proclamar la iglesia para que todos los creyentes se fortalezcan y no busquen nada más. “En
ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos” (Hechos 4:12)

C) EL SIGNIFICADO PROFETICO (9:8-10)


El informe lacónico de Marcos omite lo que les sucedió a los discípulos ante la gloriosa aparición
del Padre. Mateo dice que “al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron
gran temor”. Al verlos Jesús, se acercó a ellos, los tocó con amor y consideración y los alentó con
las palabras, “levantaos, y no temáis” (Mateo 17:6,7). Ni siquiera Moisés ni Elías se quedaron allí
para gozar de la presencia del Padre. Este privilegio sólo era para estos tres testigos del evangelio,
para que no dudaran más y para que proclamaran y escribieran sobre lo que habían visto y oído.

Cuando descendían del monte para reunirse con los otros, Jesús pidió a estos tres discípulos que
no divulgaran esta experiencia sino que la guardaran hasta “cuando el Hijo del Hombre hubiese
resucitado de los muertos”. Ellos obedecieron a su Señor, pero nadie puede negar lo que les sirvió
todo este cuando tuvieron que acompañar al Señor en los tristes momentos de su agonía en el
huerto de Getsemaní (Marcos 14:33). Este despliegue de gloria celestial era necesario para que los
apóstoles estuvieran seguros y firmes en su fe. Nosotros también necesitamos a veces subir al
monte alto, al monte Hermón espirital, ver la gloria de Cristo y escuchar la voz sublime de Dios a
través de su Palabra. De otro modo, nuestro testimonio será débil y se basará únicamente en lo
que otros nos cuentan.

III- LA LECCION PROFETICA DE ELIAS

A) UNA REFERENCIA NESIANICA ( 9:11-13)

Debemos tomar en cuenta la situación tan confusa en que se encontraban los discípulos cuando le
hicieron a Jesús la pregunta de Marcos 9:11

1- Desde niños habían venido escuchando a los maestros judíos hablar de que Elías vendría antes
de la llegada del Mesías. La venida de ese poderoso profeta de Dios marcaría el principio de la
restauración del reino de Israel. Malaquías dijo: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que
venga el día de Jehová, grande y temible” (Malaquías 4:5).

2- Los cuatro evangelios atribuyeron a Juan el Bautista el papel de precursor o anunciador de


Cristo como el Mesías prometido. Lucas dice que el mismo Bautista creía estar cumpliendo la
profecía de Isaías 40:3-5 donde se anunciaba como la “voz que clama en el desierto: Preparad el
camino del Señor”.

3- Jesús les dijo que Elías ya había venido (Mateo 11:14), refiriéndose a Juan el Bautista.

Por otra parte, Elías había estado junto con Moisés, al lado de Jesús en la transfiguración. Ellos
esperaban que el profeta se quedara para empezar así el cumplimiento de todo lo que se decía.
Pero para su sorpresa, desapareció. Era lógico, pues, que le hicieran esta pregunta cuando
descendían del monte. ¿No se ha hecho usted esta misma pregunta cuando lee estos pasajes?
¿Qué respuesta podríamos hallar?

En primer lugar tenemos que reconocer que en las escrituras hay muchas profecías de doble
referencia. Es decir, anuncios proféticos que señalaban a un personaje o un evento, el cual vino o
tuvo un cumplimiento parcial, pero que no llegó a la magnitud que la profecía anunciaba, a
grandes rasgos, el Rey de Tiro (Isaías 14), Ciro, el rey de Persia (Isaías 45:1-7), Antioco Epífanes
(Daniel 11), Juan el Bautista (Malaquías 4:5), (apocalipsis 11:3-12).

En segundo lugar debemos tomar en cuenta el objetivo de cada lección que Jesús enseñó a sus
discípulos. En este momento quería convencerlos de que El es el Mesías, el Hijo de Dios. Por eso
aparecieron Elías y Moisés. La respuesta es que si bien, Elías y el otro testigo aparecerán durante
los juicios apocalípticos según Apocalipsis 11:3-12, lo que ellos necesitaban saber, por el
momento, era que ya había llegado el reino de Dios, ya se estaba haciendo “volver el corazón de
los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:6). Esto no es
más que el cumplimiento del antiguo Testamento en el Nuevo y la unidad del mensaje que Dios ha
enviado para la salvación del pecador

CONCLUSION

En el transcurso de esta lección vimos que Jesús, comenzó a hablarles a sus discípulos acerca de su
muerte como un paso más del plan divino de redención. Luego de este episodio y como para
reforzar la fe de ellos Jesús tomó a tres de sus discípulos y los llevó a un monte alto, donde “se
transfiguró delante de ellos” mostrándoles toda la plenitud de su gloria para borrar cualquier señal
de duda sobre su deidad.

Elías y Moisés habían estado con Cristo, y éste aprovechó la referencia que hicieron los discípulos
al profeta Elías para confirmar que él es el Mesías esperado por el pueblo de Dios.

Los milagros de Jesús: ¿qué puede aprender de ellos?

TAL vez le sorprenda saber que en los relatos bíblicos de la vida terrestre de Jesús nunca se utiliza
la palabra griega habitual para “milagro”. Un término griego que en ocasiones se traduce
“milagro” es dý·na·mis, que significa literalmente “poder” (Lucas 8:46) y que también puede
verterse “habilidad” u “obras poderosas” (Mateo 11:20; 25:15). Según cierto erudito, este vocablo
“destaca el acto poderoso efectuado y, más particularmente, el poder mediante el cual se realizó.
Dicho acto se manifiesta como una expresión del poder divino en acción”.

Otro término griego relacionado es té·ras, que suele traducirse como “portento presagioso” o
“prodigio” (Juan 4:48; Hechos 2:19). Esta expresión recalca el efecto que produce en los
observadores. Muy a menudo, la muchedumbre y los discípulos quedaban atónitos ante las obras
poderosas de Jesús (Marcos 2:12; 4:41; 6:51; Lucas 9:43).

Una tercera voz griega aplicada a los milagros de Jesús es sē·méi·on, o “señal”. Esta palabra “se
centra en el significado más profundo del milagro —explica el teólogo Robert Deffinbaugh—. Las
señales son milagros que transmiten verdades acerca de nuestro Señor Jesús”.
¿Trucos de ilusionismo, o poder de Dios?

Los milagros de Jesús no se presentan en la Biblia como trucos de ilusionismo destinados a


entretener al público, sino como manifestaciones del “poder majestuoso de Dios”, según se
aprecia en el caso del muchacho de quien Jesús expulsó un demonio (Lucas 9:37-43). ¿Cree que
tales obras poderosas serían imposibles para el Dios todopoderoso, Aquel de quien se dice que
tiene “abundancia de energía dinámica”? (Isaías 40:26.) ¡Por supuesto que no!

Aunque en los Evangelios se contabilizan unos treinta y cinco milagros de Jesús, la cifra total se
desconoce. Mateo 14:14, por ejemplo, dice que Jesús “vio una gran muchedumbre; y se
compadeció de ellos, y curó a sus enfermos”, pero no especifica el número de enfermos que sanó.

Tales obras poderosas demostraron lo que Jesús afirmaba, que era el Hijo de Dios, el Mesías
prometido. Las mismas Escrituras confirmaron que era el poder de Dios lo que capacitaba a Jesús
para efectuar milagros. El apóstol Pedro se refirió a él como el “varón públicamente mostrado por
Dios a ustedes mediante obras poderosas y portentos presagiosos y señales que Dios hizo
mediante él en medio de ustedes, así como ustedes mismos lo saben” (Hechos 2:22). En otra
ocasión, Pedro indicó que después de que “Dios lo ungió con espíritu santo y poder, [Jesús] fue por
la tierra haciendo bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el Diablo; porque Dios estaba
con él” (Hechos 10:37, 38).

Los milagros de Jesús estaban estrechamente relacionados con su mensaje. Marcos 1:21-27
muestra cómo reaccionó la muchedumbre tanto a las enseñanzas de él como a uno de sus
milagros. El versículo 22 explica que las multitudes ‘quedaron atónitas por su modo de enseñar’, y
el versículo 27 indica que quedaron ‘pasmadas’ al verlo expulsar un demonio. Las obras poderosas
de Jesús y su mensaje atestiguaban que era el Mesías prometido.

Jesús no se limitó a afirmar que era el Mesías; su identidad quedó demostrada por lo que dijo e
hizo, así como por el poder de Dios manifestado en sus milagros. Cuando cuestionaron su papel y
su autoridad, respondió con valor: “Yo tengo el testimonio mayor que el de Juan [el Bautizante],
porque las obras mismas que mi Padre me asignó realizar, las obras mismas que yo hago, dan
testimonio acerca de mí, de que el Padre me despachó” (Juan 5:36).

Pruebas de autenticidad

¿Qué nos garantiza que los milagros de Jesús fueron verdaderamente reales? Analicemos algunas
de las pruebas de autenticidad que poseen.

Al realizar obras poderosas, Jesús nunca llamó la atención sobre sí mismo. Se aseguró de que Dios
recibiera los méritos y las alabanzas por cada milagro. Antes de sanar a un hombre ciego, por
ejemplo, hizo hincapié en que la curación se efectuaría “para que las obras de Dios se pusieran de
manifiesto en su caso” (Juan 9:1-3; 11:1-4).
A diferencia de los ilusionistas, magos y curanderos, Jesús nunca empleó hipnotismo, trucos,
exhibiciones espectaculares, conjuros ni rituales emotivos. Tampoco recurrió a supersticiones ni a
reliquias. Note la modestia con la que sanó a dos ciegos: “Enternecido —cuenta el relato—, Jesús
les tocó los ojos, y ellos inmediatamente recibieron la vista, y le siguieron” (Mateo 20:29-34). No
hubo ningún ritual, ninguna ceremonia, ningún despliegue ostentoso. Llevó a cabo estas obras
milagrosas a la vista de todos, a menudo con numerosos testigos presentes. No empleó juegos de
luces, montajes, ni accesorios. En cambio, los supuestos milagros de la actualidad a menudo no se
pueden documentar (Marcos 5:24-29; Lucas 7:11-15).

En algunas ocasiones, Jesús reconoció la fe de quienes se beneficiaron de sus milagros. Sin


embargo, la falta de fe de la persona no le impedía realizar el milagro. Mientras estuvo en la
ciudad galilea de Capernaum, “la gente le trajo muchos endemoniados; y con una palabra él
expulsó a los espíritus, y curó a todos los que se sentían mal” (Mateo 8:16).

El objetivo de sus milagros era cubrir auténticas necesidades físicas de la gente, no satisfacer su
curiosidad (Marcos 10:46-52; Lucas 23:8). Además, Jesús nunca efectuó milagros para beneficiarse
de algún modo (Mateo 4:2-4; 10:8).

¿Qué se puede decir de los relatos de los Evangelios?

Los detalles sobre los milagros atribuidos a Jesús nos han llegado a través de las páginas de los
cuatro Evangelios. ¿Tenemos base para confiar en estos relatos? Sí que la tenemos.

Como ya se mencionó, los milagros de Jesús se llevaron a cabo ante muchas personas, la mayoría
de las cuales todavía vivía en la época en que se escribieron los primeros Evangelios. Sobre la
honestidad de los escritores, el libro The Miracles and the Resurrection (Los milagros y la
resurrección) señala: “Acusar a los autores de los Evangelios de ahogar indiscriminadamente los
hechos históricos en un mar de supuestos milagros para difundir propaganda teológica sería una
flagrante injusticia. [...] Ellos trataron de realizar una tarea documental honrada”.

Los opositores judíos del cristianismo nunca pusieron en entredicho las obras poderosas que se
mencionan en los Evangelios. Lo único que cuestionaron fue el poder mediante el cual se
realizaron (Marcos 3:22-26). Tampoco pudo ningún detractor posterior negar los milagros de
Jesús. Todo lo contrario: durante los dos primeros siglos de nuestra era se hicieron diversas
alusiones a las obras milagrosas realizadas por Jesús. Obviamente, tenemos base sólida para
considerar auténticas las narraciones de los Evangelios sobre estos milagros.

El hombre detrás de los milagros

El análisis de los milagros de Jesús quedaría incompleto si tan solo se limitara a examinar los
argumentos lógicos que prueban su autenticidad. En su descripción de las obras poderosas de
Jesús, los Evangelios ponen al descubierto a un hombre de profundos sentimientos e inigualable
compasión, muy interesado en el bienestar de sus contemporáneos.
Analicemos la ocasión en la que un leproso se le acercó con la súplica desesperada: “Si tan solo
quieres, puedes limpiarme”. Jesús “se enterneció”, extendió la mano y tocando al leproso dijo:
“Quiero. Sé limpio”. De inmediato, el hombre sanó (Marcos 1:40-42). Jesús demostró así que era la
empatía lo que lo impulsaba a utilizar el poder divino para efectuar milagros.

¿Qué ocurrió cuando se tropezó con una procesión funeraria que salía de la ciudad de Naín? El
difunto era un joven, el único hijo de una viuda. Jesús “se enterneció” por la mujer, se aproximó a
ella y le dijo: “Deja de llorar”. Acto seguido le devolvió la vida a su hijo (Lucas 7:11-15).

La consoladora lección que podemos extraer de estos milagros es que Jesús ‘se enternecía’ y
trataba de ayudar a los demás. Sin embargo, estos milagros no son solo historia. “Jesucristo es el
mismo ayer y hoy, y para siempre”, afirma Hebreos 13:8. En la actualidad gobierna como Rey
celestial y está preparado y capacitado para utilizar los milagrosos poderes que Dios le ha dado de
una forma todavía más grandiosa que como lo hizo durante su vida humana en la Tierra. Pronto se
valdrá de ellos para curar a los humanos obedientes. Los testigos de Jehová con gusto le ayudarán
a aprender más acerca de esta brillante perspectiva futura.

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