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Se denomina ciencia a un conjunto de conocimientos ordenados de manera sistemática.

En tanto
conocimiento, una disciplina científica debe definir un objeto de estudio, esto es, un recorte de la
realidad o de la experiencia que se desea conocer y sobre el cual se dispondrán las distintas
experimentaciones. La madre de todas las ciencias es la filosofía, expresión que en griego significa
“amor a la sabiduría” y que comenzó a cultivarse en la lejana Grecia clásica. La filosofía continuó su
desarrollo por varios siglos, hasta que, con el advenimiento del humanismo, comenzaron a
distinguirse distintas ramas del conocimiento que reclamaban autonomía.
En general las ciencias suelen distinguirse entre formales, naturales y sociales. En el caso de las
ciencias naturales, estas carecen de contenido, sino que solo se circunscriben a formalizaciones,
formas de inferencias lógicas, operaciones matemáticas, etc.; en el caso de las ciencias naturales,
estas se ocupan del estudio de la naturaleza, como por ejemplo la física, la biología, la astronomía,
etc.; finalmente, en el caso de las ciencias sociales, estas se ocupan de la interacción de las
personas entre sí, teniendo como ejemplo la antropología, la economía, el derecho, etc.
En la actualidad, la adquisición y validación de conocimientos para la elaboración y
perfeccionamiento de una ciencia se llevan a cabo a partir del método hipotético deductivo. Este
implica la elaboración de una explicación tentativa de un fenómeno y a partir de allí dedicarse a la
confección de experimentos que validen o refuten la teoría elaborada; en el caso de que la
experimentación lleve a conclusiones contrarias a la hipótesis, se dice que está esta se ha refutado
mientras que si la conclusión se condice con lo expuesto en la hipótesis, se dice que esta se ha
contrastado, pero no puede decirse que se ha verificado. Así, las hipótesis nunca se verifican, pues
eso implicaría llegar a partir de una observación particular a hacer una ley general, accionar
improcedente.
El saber científico se encuentra de alguna manera en consonancia con el consenso de la llamada
comunidad científica. Este se basa en la posibilidad de replicar los experimentos que un grupo en
particular puede llevar a cabo. No obstante, toda nueva idea u observación suele debatirse en el
círculo científico, circunstancia que habilita nuevas ideas o posturas.
La ciencia se ha desarrollado de modo notable a partir de los siglos precedentes. Cuando este saber
sistemático se aplica al plano de la economía, logra en muchas ocasiones una mejora de la
productividad y de la calidad de vida.
http://definicion.mx/ciencia/
Definición de Ética
La definición de ética es compleja, dado que el ámbito cultural en el que se desempeña el gobierno,
es cambiante y no se puede caracterizar lo ético como sinónimo de honestidad, es necesario adoptar
un marco global en el proceso de toma de decisiones.
Los funcionarios públicos son percibidos en oportunidades con presunción de culpabilidad, lo que ha
impedido una buena gestión.
El concepto de ética se asocia con la moral y la bondad. La ética exige de los funcionarios públicos
valores como la vocación, la aptitud y ser diligentes. Su función debe ser la de trabajar y servir.
Los funcionarios públicos han tenido influencia en la sociedad desde tiempos pretéritos. La
obligación de cumplir con las órdenes de los superiores, conduce a el planteamiento de cuestiones
éticas referentes a los límites y consecuencias de sus actuaciones.
La ética es una parte de la filosofía que trata de la moral y obligaciones de los individuos.

Etimológicamente Ética se deriva de la palabra griega ETHOS que significa ¨morada¨, cimentada en
la estructura de la persona. Por lo tanto, es la ciencia de los actos humanos encaminados hacia el
bien.
La ética es un conocimiento de la conducta propia dirigida a orientar nuestra actividad hacia el bien,
evitando destruirnos. Parte de la persona humana, se vale del conocimiento de sus actos y termina
por elevarla. La ética es la ciencia de las acciones humanas.
De la espiritualidad de la persona humana derivan sus rasgos característicos: La persona es un ser
individual separado de los otros, irrepetible, gracias a su espíritu. La persona es libre y responsable
de sus propios actos debido a su inteligencia, mediante la cual es capaz de entender no sólo las
cosas sino el fin de éstas, sus actos y el sentido de su propia vida. La persona es intimidad. La
espiritualidad del alma humana hace posible esta intimidad, por la que el alma se ve a sí misma
como origen de las funciones personales. Sólo por el alma espiritual el hombre tiene conciencia, ésta
consiste en el acto y el hábito del alma por el cual ésta aplica la ciencia y establece el juicio práctico
de la sindéresis-haz el bien y evita el mal-resumen de la ley natural.
http://www.eumed.net/libros-gratis/2005/dfch-fun/f23.htm
Resumen
Este trabajo devela algunas implicaciones éticas a las que conduce la ciencia y la tecnología en la
medida en que transforman la cultura y por tanto los hábitos; para ello se propone defender la
siguiente hipótesis: si es cierto que toda consolidación científica y sus consecuencias tecnológicas
transforman el mundo, entonces es cierto que este proceso transforma la humanidad y por ende las
relaciones entre las personas, es decir, lo social y lo cultural, por tanto hay que repensar la ética a
partir de la ciencia y la tecnología. De acuerdo con esta hipótesis, el objetivo de la reflexión consiste
en visibilizar la importancia de tener en cuenta a los sujetos y las sujetas en la actividad científica y
sus consecuencias tecnológicas. Para ello se desarrollan tres puntos; primero, la ciencia como
responsabilidad social; segundo, la labor de la ética en los procesos tecno científicos; y tercero la
humanidad, la ciencia y los sueños.
Delimitación del problema.
El saber parece ser una condición natural a la cual están expuestos los seres humanos por
naturaleza así lo reconoció Aristóteles ad calendas grecas, (1967. p. 909) “Todo hombre por
naturaleza apetece saber”; lo cual implica que la humanidad siempre está alerta al mundo para
descifrar aquellos sucesos incomprensibles. El conocimiento, ya sea como acumulación de
experiencias o como la relación entre un sujeto y un objeto, o como la capacidad que tienen los
personas de darle significado a los fenómenos del mundo, ha sido una condición de la humanidad.
Desde la mitología de los antiguos, hasta la racionalidad de la Grecia clásica, pasando por la era
cristiana de la edad media, o el renacimiento y el despertar de la curiosidad de la modernidad y como
la llaman algunos la postmodernidad, el conocimiento siempre ha estado presente en las entrañas de
las personas, ha constituido el motor que mueve a la humanidad en la búsqueda de mejores
condiciones de vida, en la búsqueda de hacer la vida más fácil; o quizá por simple curiosidad. Los
seres racionales tenemos que preguntarnos por la forma de ser, de actuar del mundo y por cómo
dirigimos esta dinámica del mundo.
Sin embargo, la propensión a conocer no ha sido suficiente, puesto que se ha avanzado a la
explicación, el control y la predicción de los fenómenos en el mundo, es decir, el conocimiento ha
conducido a lo que denominamos ciencia. Ésta también ha constituido uno de los elementos
característicos en la evolución, en este sentido, la objetivación de la realidad siempre ha sido una
inquietud que ha acompañado a los seres racionales y esto ha hecho que los seres, hombres y
mujeres vivan en disposición del saber sobre la ciencia; esto es, de explicar controlar y predecir los
eventos en el mundo. No obstante, la curiosidad no termina aquí, puesto que el querer saber sobre el
mundo ha desencadenado en la transformación de lo conocido, esto es, en producciones ex
somáticas que facilitan la vida a la humanidad misma o en algunos casos se la hacen más difícil,
cruel y miserable. A estas producciones que se desprenden del saber científico es a lo que le
denominamos tecnología.

Bajo este panorama podemos afirmar que vivimos en una época en donde la ciencia se ha
convertido en un elemento predominante, y por tanto los cambios tecnológicos son frecuentes, no
sólo en los países de alta tecnología sino en el mundo en general. Los descubrimientos son
frecuentes y esto hace que la sociedad avance de una forma muy rápida en pos de mejores
condiciones de vida. Sin embargo, hay cosas que aún no están claras en el proyecto científico y
tecnológico, lo cual nos sugiere un interrogante en medio de muchos problemas a los cuales puede
conducir este panorama, el cual podemos formular de la siguiente forma: ¿cuál es la labor de las
sujetas y sujetos en los procesos científicos y tecnológicos? Es decir, en realidad se piensa en la
humanidad cuando se activa una nueva ciencia y por tanto una nueva tecnología, este interrogante
nos conduce a reflexionar sobre la labor de la ética, en el modo de ser de los seres humanos en el
mundo de la vida, en el contexto de la ciencia y la tecnología, problema que intentaremos profundizar
en este escrito.
El contexto de la ciencia y la tecnología es el escenario sobre el cual se moverá este trabajo; pero la
unidad de análisis es la ética, como elemento que involucra el hacer de la humanidad: los hombres y
las mujeres en sociedad, en tanto constituyen la esencia del mundo de la vida, tanto el mundo de la
cotidianidad como el mundo de las reflexiones. En este sentido, la hipótesis de la que partiremos es
la siguiente: si es cierto que toda consolidación científica y sus consecuencias tecnológicas
transforman el mundo, entonces es cierto que este proceso transforma la humanidad y por ende las
relaciones entre las personas, es decir, lo social y lo cultural, y por tanto hay que repensar la ética a
partir de la ciencia y la tecnología. De acuerdo con esta hipótesis, el objetivo de la reflexión consiste
en visibilizar la importancia de tener en cuenta al individuo en la actividad científica y sus
consecuencias tecnológicas. Para ello reflexionaremos sobre los siguientes puntos; primero, la
ciencia como responsabilidad social; segundo, la labor de la ética en los procesos tecno científicos;
tercero la humanidad, la ciencia y los sueños. En lo que sigue le daremos curso a estos elementos
con el fin de ratificar la hipótesis.
1. La ciencia como responsabilidad social
La ciencia es una práctica que elabora la sociedad para la sociedad, es decir, es una actividad
humana para los humanos; esto implica que en los objetos científicos está incluida la
intencionalidad de la humanidad y en los seres humanos siempre hay intencionalidades
científicas. Miremos esta tesis más despacio. Que la ciencia sea una práctica lo muestran los
procesos que elaboran los científicos, que empiezan con la selección de un problema en un área
del conocimiento específico y termina con la solución o no solución del mismo, mediante la
aplicación de un método determinado, diferente a los estudios sobre ciencia que pueden
considerase como teorías según lo afirma Javier Echeverría (1995. p. 52): “contrariamente a esta
concepción, que ha tenido y sigue teniendo gran influencia, hay que considerar que la ciencia es
una actividad, y que los estudios sobre la ciencia, en los cuales participan historiadores,
sociólogos, antropólogos, psicólogos, filósofos y otros profesionales, no pueden restringirse
únicamente a los aspectos cognoscitivos de la actividad científica”.
De acuerdo con esto, no podemos considerar la ciencia como una teoría, en el sentido en que se
consideraba antiguamente, al respecto el mismo Popper (1990. p. 57) afirmaba que “las ciencias
empíricas son sistemas de teorías. Y la lógica del conocimiento científico, por tanto, puede
describirse como una teoría de teorías.” Sin embargo, esta definición parece que hace más
referencia al conocimiento de la ciencia que a la ciencia en sí misma, por lo menos así lo admite
Colciencias.

“El conocimiento científico es un sistema de lenguajes artificial, soportado por un conjunto de


proposiciones, generables verificables, provisionales y válidas en circunstancias específicas de
tiempo y espacio, soportado por conceptos, categorías, definiciones, juicios, es decir,
afirmaciones o negaciones en forma de hipótesis que sirven para la construcción de “teorías” y
“leyes” del mundo y su realidad…”
De esta forma podemos afirmar que la ciencia es un concepto que nombra la actividad de los
investigadores en la búsqueda de explicar la realidad, mientras que las teorías científicas son
aquellos conjuntos de enunciados que dan cuenta de la realidad. Así encontramos que la ciencia
es una práctica y como tal es elaborada por seres humanos. Este enunciado a simple vista
parece trivial, no obstante, posee algunos supuestos que visibilizan el papel que desempeña la
humanidad en las construcciones científicas, las cuales han estado atravesadas por algunos
malentendidos, como el problema del dualismo y el conflicto de la objetivación de la humanidad.
En el primer caso, se considera tradicionalmente que la ciencia excluye al hombre mismo de su
dinámica, esto es, considerar que en lo conocido no existe quien conoce, o como se dice en
términos gnoseológicos, el objeto es independiente del sujeto y existe excluido totalmente del
sujeto que lo conoce, lo cual implica la exclusión del ser humano en los procesos y en los
productos de la actividad científica. En este sentido, la objetivización es el hacer de un fragmento
de la realidad un objeto de estudio, pues se considera más objetivo entre más independencia
tenga de la subjetividad, lo cual significa la deshumanización absoluta de la actividad científica.
De esta forma la ciencia desde Galileo (1564 – 1642) impone la mate matización de la naturaleza
y desde ese momento sólo es objetivo aquello que es determinable mediante la cuantificación a
partir de los procesos lógicos deductivos, esto significa que la realidad deja de ser una expresión
del mundo y pasa a ser lo determinable de lo que se nos presenta, lo cual significa que lo real
pierde sentido para darle paso a lo que aparece de una forma numérica o geométrica, lo cual
implica la ausencia de la subjetividad y le da vía libre a la objetividad. Por esto afirma Husserl
(1990. p. 54-55) que Galileo es el gran descubridor, pero a la vez el encubridor de la realidad
natural

Galileo, el descubridor de la física, esto es, de la naturaleza física – o para hacer justicia a los que
le prepararon el terreno, el descubridor que dio cima a la tarea –, es un genio descubridor y
encubridor a un tiempo. Descubre la naturaleza matemática, la idea metódica, rotula el camino de
la infinitud de los descubridores y de los descubrimientos físicos. Descubre, frente a la causalidad
universal del mundo intuitivo-sensible ( en cuanto forma invariante del mismo) lo que desde
entonces es llamado sin más la ley de la causalidad, la “forma apriórica” del mundo “verdadero”
(idealizado y materializado), la “ley de la legaliformidad exacta” según la cual todo evento de la
“naturaleza” – de la naturaleza idealizada – viene sometido a “leyes exactas” todo esto es
descubrimiento-encubrimiento, y hasta hoy lo hemos asumido como la pura y simple verdad.
Porque nada ha cambiado, en efecto, en el orden principal la crítica de la “ley clásica de la
causalidad”, de efectos filosóficos presuntamente revolucionarios, protagonizada por la nueva
física atómica.

Es Galileo quien implanta en el saber científico la determinación matemática, lo cual ha


contribuido a la evolución de la humanidad mediante tecnologías que han facilitado la existencia
en el mundo productivo. El mundo, a partir del matemático italiano, puede ser analizado y, por
tanto, determinado mediante el descubrimiento de causalidades, las cuales sólo pueden ser
nominadas como tal en la medida en que reflejen regularidades en la naturaleza, las mismas que
pueden ser declaradas como leyes científicas, lo que reflejan la exactitud del evento en cuestión,
esto es, la objetividad absoluta de la realidad mediante la matematización de la naturaleza. Sin
embargo, las cosas en si mismas fueron ocultadas mediante este mismo proceso, la piedra dejó
de ser tal para ser un volumen con unas medidas precisas, lo mismo que la montaña o el río, el
mundo dejó de ser la presentación de la realidad misma para convertirse en una representación
en magnitudes y en cantidades.
En este panorama la ciencia se aleja del sujeto, puesto que su ser depende de la ausencia del
sujeto mismo y su determinación queda anclada a lo que se le denomina la mathesis universalis,
concepto que se ha entendido como la linterna que alumbra los fenómenos en la realidad fáctica,
o el a priori universal que determina los apareceres de los eventos en el mundo de la naturaleza
espacio-temporal, de tal forma que el interés de la ciencia por los objetos matemáticos excluye el
interés por la humanidad misma. En este orden de ideas, la ciencia no tiene nada que decirles a
los seres humanos, puesto que ellos no entran en la cuantificación debido a que no son
determinables por regularidades y, por tanto, no hay leyes para uniformar el comportamiento, es
decir en la actividad humana no hay causas, luego no es posible determinar la humanidad por
métodos cuantitativos, así lo afirma Gómez Heras (p. 285) “La ciencia no tiene nada que decir al
hombre en aquellos temas que a él directamente le conciernen”. De esta manera el sentido de las
ciencias no está más que en la ciencia misma, puesto que ella ha cobrado el valor en sí misma, y
ha excluido a los seres humanos del territorio. Por lo anterior, en sentido estricto no podemos
juzgar la ciencia como moralmente correcta o incorrecta, puesto que ella es cerrada, no tiene
ventanas por donde el hombre muestre sus intenciones en coherencia con su ser, en coherencia
con su libertad.

De acuerdo con esta verdad, que tiene su fundamento en la tradición de conocimiento científico
después de Galileo, y que se ha desplegado por la evolución de la ciencia hasta la vida cotidiana
en la actualidad, esta concepción ha conducido a la exclusión de la ética en los procesos
científicos, lo cual incide en una concepción equivocada, a tal punto que en la actualidad es
común escuchar que la ética es un obstáculo para el progreso científico, es decir, que es un error
tomar en cuenta a la humanidad como un elemento fundamental en las constituciones objetivas
del mundo. La ciencia se ha alejado de la humanidad y ha triunfado en el camino hacia la
tecnificación, pero en su camino ha ocultado el sentido de la humanidad en el mundo de la vida.
La pérdida de sentido del sujeto como constructor de ciencia no termina aquí, ella se traslada a la
habitualidad de la vida cotidiana y se incorpora en la mayoría de las actividades diarias de los
seres humanos la cuantificación ha acorralado a la humanidad, el amor en la actualidad se mide
en cantidad, no sabemos cómo pero es la exigencia de los enamorados, el tiempo trabajado es
proporcional a la cantidad de rublos recibidos, los pecados mismos se miden con una cantidad
específica de oraciones. El mundo de lo medible se ha transferido a la existencia misma de la
humanidad, a las vivencias subjetivas que sólo tienen asidero en el mundo más íntimo de cada
sujeto, el mundo se quiere pensar desde la ciencia y la ciencia sólo logra desarrollarse desde la
mathesis universalis, lo cual se ha filtrado en la libertad humana haciendo de las personas,
medios medibles para los fines de la ciencia en sentido cuantificable. Lo anterior significa, entre
muchas cosas, que la objetividad de las ciencias naturales se ha transferido a las vivencias de los
sujetos, lo cual ha implicado que los seres humanos dejen de ser tal para ser objetos
mensurables, lo cual implica que la humanidad ya no es un fin, sino un medio, un instrumento, lo
mismo que conduce a pensar que la ciencia es hecha por dioses, es decir, por la razón, lo cual
pareciera que habita en un mundo supraterrenal. La razón es el fin y los seres humanos son los
instrumentos.

De acuerdo con estos elementos, podemos afirmar que la ciencia es para los seres humanos y la
razón es de las personas, y es a partir de ellas que se tejen las actividades científicas al tomar en
cuenta a la humanidad como finalidades y no sólo como medios, como lo afirma Kant en el siglo
XVIII. En esta relación (ciencia, dignidad humana y conciencia histórica), aparecen algunas
paradojas morales importantes. Por ejemplo, cuando un científico quiere encontrar una vacuna
para alguna patología que ha azotado a la humanidad, hay que hacer inoculaciones, la pregunta
es con quien hacerlas, es decir, a cuáles personas se toman como medios para probar los
experimentos. Si es cierto lo que decíamos, no podemos utilizar a las personas como
instrumentos puesto que esto es negarles su ser digno, su ser personas; sin embargo, si no lo
hacemos son muchas las personas que pueden verse expuestas a la patología en mención,
entonces, lo que hacen los científicos es elegir a favor de la mayoría de los seres humanos, es
decir, exponer a algunos para salvar a la mayoría, lo cual parece ser una solución racional, sin
embargo, la paradoja queda planteada. De la misma forma, hay que tener en cuenta que lo que
se hace con la experimentación es un acontecimiento histórico que no termina cuando termina el
experimento, sino que sigue vivo en la dinámica temporal del ser humano. Lo que queda claro
hasta aquí es que la ciencia es una actividad elaborada por las personas y para las personas. En
lo que sigue vamos a adentrarnos en el concepto de tecnología y su contexto ético
2. La labor de la ética en los procesos tecnológicos
Como afirmábamos al principio de este trabajo, la ciencia es una práctica, y como tal es una
actividad que desarrollan los seres humanos para explicar, controlar y predecir la realidad, pero
esta actividad no tiene sus límites en el descubrimiento o en el invento de una forma teórica, la
ciencia tiene que expresarse en la naturaleza fáctica, es decir, debe reconstruirse en el terreno
que hizo parte del estudio científico, o dicho en otras palabras, la ciencia se aplica a la naturaleza
en donde cobra forma material. Pues bien, a la reconstrucción de la ciencia en la naturaleza es a
lo que, inicialmente, le podemos denominar tecnología. De esta forma, podemos afirmar que la
tecnología es una producción exosomática de los seres humanos que transforma el mundo
material y, por consiguiente, el mundo social, lo cual conduce a la transformación de cada sujeto
y de la forma como cada comunidad conduce su vida, esto es, la tecnología como producto de las
prácticas científicas cambian la ética. Miremos esto más detalladamente.
La tecnología, como diría Heidegger en La pregunta por la tecnología (1993 p. 83), es el modo de
desocultar la naturaleza, en este sentido la tecnología pretende, según el mismo autor “Descubrir,
transformar, acumular, repartir y cambiar son modos del desocultar.” En este sentido, la
reconstrucción de la ciencia en la naturaleza se constituye en una transformación de la misma, lo
cual bien puede ser un invento, el mismo que implica una labor analítica, esto es una taxonomía
en la forma de manipular la fracción de la realidad, en la cual incidieron los resultados de la
investigación. Ahora bien, cada nuevo cambio en la naturaleza no desaparece con uno nuevo,
sino que se conserva tanto como útil o como reliquia arqueológica, pero siempre permanece, de
tal forma que es acumulativo como lo afirma Heidegger. De acuerdo con esto, la tecnología no
sólo cambia el mundo, sino que además lo fracciona, quiero decir lo divide, en coherencia con la
utilidad o la función, lo cual implica la desagregación de la naturaleza, la exclusión de unas partes
y la categorización de unas más importantes que otras.
En sentido ontológico, podemos afirmar que la tecnología es la extensión de la intencionalidad
humana hecha materia en la naturaleza fáctica, esto significa, que en la tecnología encontramos
tanto las bondades como las maldades de la humanidad. Sin embargo, esto no significa que los
cambios o inventos tecnológicos en sí mismos contengan intenciones, de hecho los objetos
tecnológicos son neutros, ellos como las cosas son elementos cerrados, son determinados desde
fuera, no desde ellos mismos. Así lo afirma José Sanmartín (1990 p. 25): “Las tecnologías no son
portadoras de valores, de bondades o de maldades. Son los usos de las tecnologías, no las
tecnologías mismas, los que no son neutrales”. No obstante, ellos representan la intencionalidad
humana, de hecho pensar en un arma química de destrucción masiva, es pensar en la maldad
humana, puesto que el fin de ella no es más que la destrucción de la humanidad pero el arma en
sí misma no es mala, lo malo son las intenciones de las mentes teratogénicas que pueden
albergar en su conciencia tal ingenio tecnológico. Esto no constituye un avance tecnológico sino
un retroceso en mentes oligofrénicas.
De esta manera, el imperativo que expresa Sanmartín (1990 p. 25) “lo que se puede hacer
técnicamente hay que hacerlo”, es una afirmación peligrosa para la humanidad, puesto que lo
que se puede hacer técnicamente es posible realizarlo en la medida en que contribuya al
desarrollo de la humanidad, pero no es lícito un mundo para una comunidad de personas que
crean nuevas tecnologías que inciten a la destrucción, ya sea de la naturaleza, de donde surgen
los problemas ambientales, pero en contra de la humanidad, puesto que implica, además del
problema ambiental, un conflicto moral. Si bien la tecnología en sí misma no representa un
conflicto ético, el uso que hacemos de ella sí lo representa y de cualquier forma tiene más
propensiones a la catástrofe humana la creación de, por ejemplo: “la bomba atómica, “lanzada en
Hiroshima en 1945 que tenía una potencia de 20 kilotones; su explosión destruyo más de 60.000
edificios y ocasionó unos 80.000 muertos y otros tantos heridos.” (1974. P; 118-120). Este
artefacto está más cerca de la destrucción que el descubrimiento de la aspirina, que contribuyo a
disminuir el dolor de la existencia humana. Sin embargo, la energía radioactiva no sólo sirve para
destruir puesto que se han encontrado en ella aplicaciones terapéuticas, lo cual nos ratifica la
tesis de que los objetos tecnológicos no son en sí mismo malos o buenos, son los usos y el
ingenio del hombre los que pueden crear maldad o bondad con la tecnología.
Los beneficios de la tecnología para la humanidad son indiscutibles, aunque además de su
importancia y utilidad para toda la comunidad mundial, ella contribuyó al viaje de la animalidad a
la maldad de una forma notable. Desde el momento en que se ingenió la forma de hacer fuego
mediante la flotación de dos maderos, hasta la construcción de ordenadores robotizados para
contribuir a la eficiencia del trabajo en las empresas, pasando por el alumbramiento artificial del
mundo, que empieza con Alejandro Volta y continua por Andrés Ampere, lo mismo que la turbina
de vapor descubierta por Lavel de Suecia y Parson de Inglaterra en 1890, con las cuales se
afinca la revolución industrial; todos estos han conducido la humanidad al perfeccionamiento del
trabajo y le ha brindado a los hombres y mujeres mejores condiciones de vida. Sin embargo, con
todos los avances que nos ha proporcionado la ciencia y por ende la tecnología, el fin de la
humanidad como comunidad que busca un sistema de socialización más coherente con la
naturaleza y con las personas, parece ausentarse cada día más del horizonte de posibilidades de
la humanidad.

Pareciera que el hombre ha encontrado en la tecnología un rival que no le permite evolucionar


como persona y lo supedita a la labor embólica. Los objetos tecnológicos cada día arrinconan
más el sentido de la humanidad, tanto que en la actualidad tiene más importancia una máquina
que un ser humano, la maquina está desplazando a la humanidad convirtiéndola en un medio y
despojándola de su condición, esto es, de personas en sí mismas, por esto afirma Ernesto
Sábato (1969. p. 31) “El mundo cruje y amenaza derrumbarse, ese mundo que, para mayor
ironía, es el producto de nuestra voluntad, de nuestro prometeico intento de dominación. Es una
quiebra total. Dos guerras mundiales, las dictaduras totalitarias y los campos de concentración
nos han abierto por fin los ojos, para revelarnos con crudeza la clase de monstruo que habíamos
engendrado y criado orgullosamente.” Si la ciencia y la tecnología es hecha por seres humanos y
para seres humanos, ¿por qué mostramos tanta destrucción? Ésta es la pregunta que deben
responder los científicos, los gobiernos, esta es la pregunta que debe incitar a la humanización de
la tecnología.

“Lo que tecnológicamente se puede hacer hay que hacerlo” es un enunciado que hay que
reevaluar en la actualidad, puesto que no todo aquello que está a la disposición del hombre, es
posible hacerlo moralmente. La ciencia es para la humanidad, no en contra de la misma.
Entonces, este imperativo hay que cambiarlo por: aquello que moralmente sea posible hacer hay
que hacerlo, ya que la tecnología no es un fin sino un instrumento para facilitarle la vida a los
hombres y las mujeres. El hombre siempre vive dis-puesto a hacer, a extender sus intenciones en
el mundo material mediante la implantación de su conciencia en los artefactos, pero esta
disposición debe estar atravesada por el criterio de responsabilidad frente a la dimensión del
sentido de la humanidad, y mediante la conciencia histórica que todo ser humano representa para
la existencia de la humanidad. Ahora bien, el hombre es realidad como lo es el ambiente la
naturaleza de tal forma que al ser responsable con los seres humanos también se es responsable
con la realidad, lo contrario lo devuelve la misma realidad, como lo afirma Micham, C. (1988, p.
70): “La realidad tiene que aceptar alguna responsabilidad por su propia explotación, de la misma
manera que una persona que deja abierta la puerta de su casa, tiene que aceptar su cuota de
responsabilidad cuando le roban.”
En coherencia con esto, podemos afirmar que no hay una adecuación entre la forma de vivir y el
bombardeo tecnológico al cual estamos expuestos en la actualidad, esto lo demuestra la
dificultad que constituye el manejo de los ordenadores o los electrodomésticos digitales para las
personas de una edad avanzada. Estos aparatos llegan e irrumpen en la habitualidad de las
personas, se apoderan de los espacios y empiezan a morar en la vida de los sujetos. Muchos de
los objetos tecnológicos son anacrónicos, no se insertan en la época en que la humanidad está
dispuesta a asumirlos, sino en el momento en que un científico, lo descubre. No hay coherencia
entre los avances tecnológicos y el contexto de la vivencia. En consecuencia, existe una
descompensación entre lo que tecnológicamente se hace y el contexto de la existencia humana,
por esto aparece en el mercado la estrategia de la actualización tecnológica, puesto que primero
aparecen los objetos y luego la habilidad humana para manejarlos, no se ha aprendido a manejar
un aparato cuando ya aparece otro que lo hace mejor, la habitualidad queda incompleta, y por
ende, la existencia humana queda incompleta, lo cual en últimas conduce a las personas a un
existencialismo angustioso, en donde la única salvación es la soledad absoluta del alma, como
diría Husserl. De hecho, en la actualidad se alcanzan marcas de soledad, es decir, la
demostración de la dependencia sólo ante un ordenador.
No obstante, hay que admitir que la tecnología ha incidido en la liberación del hombre de su
condición natural, no nos hemos liberado por completo pero la tecnología influye para que cada
día diseñemos más nuestro propio mundo, un mundo inventado, un mundo que no corresponde a
lo que por naturaleza nos corresponde sino un mundo que merecemos por ser racionales,
pensantes científicos, innovadores y transformadores de nuestro entorno. Así lo afirma Sanmartín
(1990 p. 65): “La técnica libera, así, cada vez más al ser humano de los dictados de la
bioevolución. Lo va independizando de la naturaleza, conforme le va confiriendo medios para
dominarla.” El hombre en la actualidad se transporta en artefactos, por vía terrestre rueda, por vía
aérea vuela, caminar tiende a ser una actividad relegada a una condición rudimentaria, y poco
elegante, ser natural se ha convertido en una categoría reliquia, con connotaciones morales para
los hombres y mujeres de principios. Sin embargo, la liberación de la naturaleza y la imbricación
en el mundo de la tecnología es una condición a la cual no hay voluntad: o se está en ella, o se
es un analfabeto tecnológico, condición que en la actualidad no es posible si no se quiere entrar
en los excluidos de los avances científicos.
La tecnología trae consigo muchos beneficios, pero también muchos perjuicios, in illo tempore, el
hombre se adapta al entorno, posteriormente adaptamos el entorno a nuestras necesidades y en
la actualidad nos transformamos con el entorno. En la actualidad la tecnología ha dejado de ser
una virtud exosomática y se ha transferido a una condición endosomática, puesto que no sólo
diseñamos el entorno sino nuestro propia existencia corporal en el mundo de la vida. La
ingeniería genética lo mismo que las estéticas corporales así lo demuestran, en la actualidad la
apariencia del cuerpo no es una expresión de la naturaleza sino de la condición económica del
sujeto, la belleza de la carne pasó a ser un privilegio tecnológico, pasó a ser algo que se compra
y por tanto se vende. Esto ha conducido a un desprecio por lo feo, pareciera que la tesis platónica
se reviviera en donde lo bello es sinónimo de bueno, mientras lo malo es homologado con lo feo.
Claro, para Platón eran las ideas pero para la evolución tecnocientífica es la apariencia, es la
carne la que se evalúa como tal. De esta forma estamos viviendo una especie de nazismo
tecnológico en donde ser feo en un error que lo cobra la sociedad: se reducen las posibilidades
de empleo, de la competencia en los rituales de coqueteo, en los círculos de los amigos, ser feo y
mal formado corporalmente es estar en vías de extinción. Esta es una de las crueldades
tecnológicas a la cual nos ha conducido todo el ambiente de la ciencia.
En coherencia con lo dicho, la labor de la ética en los procesos tecnológicos, consiste
precisamente en velar por la humanización de las aplicaciones científicas en el mundo de la
naturaleza, o como lo hemos venido advirtiendo en humanizar la tecnología, en rescatar la idea
de que la ciencia es de la humanidad y para la humanidad. Por tanto, el imperativo de hacer lo
que tecnológicamente sea posible debe pasar por el banquillo de la moral, para vehiculizar el fin
de la humanidad de acuerdo con el sentido y la conciencia histórica de los seres humanos, para
que haya coherencia entre el mundo de la técnica y el mundo de la vida. Ética y tecnología deben
convivir, y más que poder tienen que hacerlo en pro de que los avances científicos y sus
aplicaciones beneficien la vida humana y la ética, a su vez que se dis-ponga a la liberación que la
tecnología impone.

3. La humanidad, la ciencia y los sueños.


La consolidación y la evolución de la ciencia se ha convertido en un sueño para la humanidad,
pero no es un sueño por ser irreal, sino por ser un proceso que llena de esperanzas al género
humano, puesto que ella tiene en sus dominios la posibilidad de agradarle la vida a las personas.
En este sentido, le exigimos a la ciencia más de lo que ella le ha brindado a los seres humanos,
ella es la esperanza que puede llegar a consolidar un mundo mejor, un mundo soñado; en este
sentido reivindicamos la expresión de Bachelard (1988) “La ciencia es la estética de la
inteligencia”, puesto que es por medio de ella que la humanidad puede llegar a cumplir los
sentimientos más profundos de las personas, es la inteligencia del hombre la que lo conduce a la
ciencia y está determinada por el bienestar, de tal forma que lo estético está marcado por el
sentir, como su misma etimología lo expresa, Aisthesis, que se traduce también como
sentimiento. La ciencia es un sueño que se ancla en los sentimientos de esperanza de la
humanidad, y que en cierta medida los cumple por medio de la tecnología.
El espíritu de la ciencia se despliega por las épocas y se ancla en el alma de algunos genios que
ponen a soñar a toda una comunidad, se cumplió el sueño de volar, de salir de la tierra y
contemplar nuestro hogar desde afuera, se ha suprimido parte del dolor, la vida se ha elongado
más en tiempo y calidad. La ciencia es el sueño en el que el mundo pone sus esperanzas. Es
sueño precisamente porque no tiene límites, los límites de la ciencia son límites del pensamiento,
es decir, son infinitos. Todo lo posiblemente imaginable es posiblemente realizable, el término
utopía ya no tiene significado, la ciencia ha derrotado este concepto que sólo tiene validez como
palabra anquilosada en la historia. El espíritu de la ciencia tiene su forma de expresarse en los
objetos tecnológicos, los cuales a su vez tienen su forma de significar para la cultura ciudadana,
de tal forma que podemos hablar de algo así como del espíritu de la tecnología, para referirnos a
la transferencia de significados connotativos que los objetos tecnológicos le transmiten a la
sociedad. Encontramos, entonces, una proporcionalidad entre el espíritu de la ciencia y el espíritu
de la tecnología.

La relación es proporcional, puesto que las representaciones de la ciencia son menores que la
cantidad de representaciones de la tecnología, ya que no toda actividad científica termina en una
transformación tecnológica, pero toda tecnología es producto de una praxis científica. En este
mismo orden de ideas, el espíritu de la ciencia es menor que el espíritu de la tecnología, es decir,
que es menor la representación de la ciencia que la representación de la tecnología, las formas
tecnológicas tienen más fuerza en las comunidades que la ciencia, ya que la ciencia no es de
todos, pero la tecnología sí pretende ser para todos, así, es la tecnología la que transforma la
cultura, de tal forma que llega a moldear el comportamiento mismo de las personas en una
comunidad, los cambios tecnológicos imponen nuevas conductas y por tanto, una nueva forma de
actuar moral de la humanidad, un ejemplo es, el encuentro en un ritual de apareamiento con piel
virtual del otro, el sexo virtual hay que pensarlo bajo parámetros morales diferentes al encuentro
con la carne en vivo con el otro. Este punto en particular es el que nos corrobora la hipótesis
inicial: si es cierto que toda consolidación científica y sus consecuencias tecnológicas
transforman el mundo, entonces es cierto que este proceso transforma la humanidad y por ende
las relaciones entre las personas, es decir, lo social y lo cultural, y por tanto hay que repensar la
ética a partir de la ciencia y la tecnología.

Podemos concluir este trabajo afirmando que el contexto tanto de la ciencia como de la
tecnología son predeterminación que los sujetos no eligen sino que están predispuestos por la
cultura científica, y como tal no es necesario crear un sistema denunciatorio frente a los abusos
de la manipulación de la tecnología, sino la conciencia de la época en la estamos viviendo y sus
posibles incidencias dentro de la cultura moral, en la cual nos tenemos que desenvolver no sólo
nuestra generación sino las generaciones futuras. La labor de la ética, en este sentido, es crear
conciencia mediante el reconocimiento del sujeto como persona de fines y no de medios, como
persona de sentido que exige la dignidad, no como un agregado sino como la característica
fundamental que nos hace tal en el mundo de la vida.
http://racionalidadpractica.blogspot.mx/2008/11/la-tica-en-el-contexto-de-la-ciencia-y_10.html

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