Sie sind auf Seite 1von 3

La primera: Nutrientes

Ya la exponíamos en nuestro artículo Lactancia Materna, en el que comparábamos la diferencia en


nutrientes entre la leche materna, y las leches de fórmula existentes en el mercado. Y es que la leche
materna constituye el mejor alimento para el bebé, porque proporciona todos los nutrientes necesarios
para una crianza saludable.

La leche materna presenta una relación de aminoácidos esenciales idónea para cubrir las necesidades
del bebé en cuanto a vitaminas, minerales y oligoelementos, contiene doble de lactosa que la leche de
vaca, lo que favorece el desarrollo de su sistema nervioso, es más rica en grasas, especialmente en
ácidos grasos esenciales, cubre

Todas las autoridades nutricionales y pediátricas reconocen su superioridad sobre los alimentos de
fórmula y la leche de vaca.

La segunda. Inmundad natural

Un bebe amamantado recibe de su madre una inmunidad natural contra numerosas alergias e
infecciones, una propiedad de la que carecen el resto de leches.

Ya durante el embarazo, la madre proporciona anticuerpos al feto a través de la placenta. Estos


anticuerpos los utiliza el bebé durante los primeros meses de vida dado que, cuando nace, su sistema
inmunológico es inmaduro y no es capaz de fabricar sus propios anticuerpos.

Precisamente, este periodo de adaptación entre el ambiente que tienen dentro del útero materno y el
ambiente exterior, hace más susceptibles a los recién nacidos de padecer enfermedades infecciosas.

Tras del nacimiento, el calostro y la leche materna siguen suministrando al bebé los elementos
protectores que necesita. Este producto biológico natural que es la leche materna contiene numerosos
componentes que le proporcionan inmunidad de las mucosas, protegen al lactante de las infecciones
parasitarias, contribuye a la absorción del hierro en el intestino del bebé impidiendo que las bacterias
crezcan, actúan como antimicrobianos o impiden que las bacterias penetren en el interior de las células

También contiene prebióticos que favorecen el crecimiento de lactobacilos bífidos, que ayudan en el
desarrollo de la flora intestinal del niño y le protegen de gérmenes nocivos.
Según un estudio (Talayero 2006), si todos los niños recibieran lactancia materna exclusiva hasta los 4
meses de edad, se evitaría el 56% de las hospitalizaciones que se producen por infecciones durante el
primer año de vida.

Es cierto que esta protección solo alcanza los primeros meses de vida, pero hay que tener en cuenta que
éstos son los más peligrosos.

La tercera. Desarrollo emotivo

El impacto que la lactancia materna tiene para el desarrollo emotivo del bebé, creando un vínculo desde
el momento del parto. Un recién nacido requiere tres cosas de su madre: el calor de su cuerpo, su leche
y la seguridad que le proporciona su presencia.

En primer lugar, le brinda seguridad. Al sostenerlo con firmeza y cuidado en sus brazos y amamantarlo
desde su propio cuerpo, le ofrece al recién nacido una sensación de continuidad desde una vida dentro
del útero, ese lugar tan agradable y conocido, a la vida tras su nacimiento. El bebé, además de seguro,
siente que es querido y protegido y que su madre, a la que reconoce claramente por el olor, está ahí
para cubrir sus necesidades.

Y, en segundo lugar, crea una conexión, un vínculo, una relación afectiva especial que, según algunos
estudios, permiten que el bebé desarrolle más rápidamente sentimientos de confianza y amor.

La cuarta. Beneficios para la madre

También proporciona a la madre una serie de ventajas para las madres:

La succión estimula las contracciones uterinas y permite que el útero recupere antes su tamaño normal

También, a través del ejercicio acompasado de la succión, el cerebro de la madre segrega endorfinas, con
un efecto inmediato de calma y de reducción del estrés. Además, calma al bebé, fortalece los
sentimientos de la madre hacia el recién nacido y le da seguridad en el cuidado de su hijo o hija.

Ayuda a perder peso más fácilmente. La lactancia materna consume unas 500 calorías al día, lo que
puede facilitar la pérdida de peso

Disminuye el riesgo de desarrollar cáncer de mama e hipertensión

Lo ideal, por tanto, es ofrecer el pecho desde el nacimiento y mínimo hasta que aparezcan los dientes,
señal de que el lactante está preparado para ingerir alimentos sólidos. No obstante, no hay
inconveniente alguno en continuar con la lactancia hasta que madre e hijo lo decidan.

Hemos querido añadir a este artículo un par de preguntas muy frecuentes, sobre todo en madres
primerizas:

Con qué frecuencia hay que amamantar al bebé

En cuanto a la frecuencia, lo ideal, si es posible para la madre, es hacerlo “a demanda”, es decir, cuando
el bebé muestre signos de tener hambre o cuando lo necesite.

Durante el primer mes de vida, un recién nacido tendría que recibir alimento entre 8 y 12 veces al día.
Lo habitual es que el bebé no pase más de 4 horas sin alimentarse, pero como en todo, cada bebé es
diferente.

La leche materna se digiere con más facilidad que la leche de fórmula, avanza más deprisa por su sistema
digestivo y ello hace que tarde menos tiempo en tener hambre.

Por otra parte, el hecho de amamantar frecuentemente favorece la producción de leche durante las
primeras semanas.

Pasado el primer mes, el número de tomas requeridas por el bebe suele ser entre 7 y 9. A medida que
el recién nacido va creciendo, éste necesita mamar con menos frecuencia y permite desarrollar unos
horarios más regulares.

¿Cómo saber si tiene hambre?

No hay que esperar a que el bebé llore, puesto que el llanto es un indicador tardío del hambre. Además,
no siempre que llora lo hace por necesidad de comer. Los signos que indican que un bebé tiene hambre
son los siguientes:

Das könnte Ihnen auch gefallen