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En esta hora en la que nos reunirnos para adorarte, Señor de la gloria y de la vida, Cristo

resucitado, ponemos ante Ti toda nuestra vida, nuestras familias, nuestros trabajos,
nuestro municipio, nuestro país, nuestra parroquia, nuestra Iglesia, nuestros sacerdotes.
Nos unimos contigo Jesús, a la plegaria más sublime que nos dejaste justamente por
quienes trabajan sin descanso por tu Reino, por quienes son palabra de esperanza y
consuelo, por quienes aman sin medida y todos los días configuran, por la fuerza del
Espíritu, el mayor milagro de todos: hacerte comida y bebida de salvación. Hoy Señor
oramos contigo la oración sacerdotal: tu pueblo ora por sus sacerdotes, tu Iglesia se
unen en espíritu por ellos, te los presentamos a ti Sumo y Eterno Sacerdote.
Canto al Espíritu Santo. - Cualquiera
El evangelista San Juan, en su capítulo 17, nos ha dejado la oración final de Jesús en la
Ultima Cena, la cual se conoce como la “oración sacerdotal”. Jesús expone aquí su
humanidad y divinidad, su muerte y resurrección, su misión y el sentido de su
comunidad. Jesús ora al Padre, como fuente de todo su ministerio a quien pedirá por los
suyos, por quienes ahora tienen la tarea de anunciarlo a todas las naciones.
I. La hora de la gloria (17, 1-5)
Alzas Jesús tus ojos para reconocer en el Padre esa intimidad y cercanía que nos viniste
a mostrar. Suplicas al Padre que ahora está en medio de tus discípulos. Hablas de un
poder que no es otro que el del amor. Pides una gloria para Ti, que en esta Pascua
celebramos, pero que se hace plena también en tu comunidad: la gloria del Padre es tu
gloria; tu gloria es también la de la Iglesia. Hoy Señor nos unimos a tu oración por esta,
nuestra comunidad parroquial, para que día tras día camine en la consolidación de su
madurez que es vivir como tú, ser tu imagen para que así brille con tu esplendor de la
mano de los pastores que has puesto en este rebaño.
Canto: Somos un pueblo que camina (pág. 25)
II. La súplica al Padre por los discípulos (17, 6-19)
Presentas en tu oración a los hombres que has escogido para formar la primera la
comunidad, una comunidad que nace del corazón mismo del Padre: con ese nombre se
los has presentado porque también son sus hijos, son tus hermanos. Oras por una
comunidad que está unida en la íntima relación filial con su Padre de donde se escogen
hombres para la entera disposición de la acción del Espíritu, para que sean fieles a su
nombre de amor, esa misma relación que Tu tienes con el Padre. Tú los llamas en el
amor y ellos han respondido y lo siguen haciendo en generosidad continua. El Padre los
guarda, les fortalece en la fe, los hace uno contigo. Pides por el mundo que debe ser
santificado con el trabajo de tus elegidos quienes viven por la Verdad, por tu Palabra:
ellos son ahora “otros Cristo”, son como tú. El reflejo del Padre eres tu y el reflejo tuyo
es tu comunidad.
Canto: Amaos (pág. 110)
III. Oración misionera de Jesús (17, 20-23)
Ahora Jesús, elevas tu oración por todos nosotros, quienes hemos recibido tu Palabras
gracias a la labor evangelizadora de tu Iglesia, de tus pastores. He aquí la inmensidad de
la comunidad, hemos escuchado tu Palabra por eso no podemos sino proclamarla,
enriquecerla con nuestra existencia, no solo creer sino créele, creerte. Nos quieres
unidos en el máximo nivel del amor: el tuyo con el Padre, este será el mayor testimonio
de nuestra fe, de la misma evangelización. La unidad es manifestación profunda y real
del amor cristiano, el amor del Padre por sus hijos, el amor del Hijo por sus hermanos.
Pides Señor por la comunidad ideal, la esperada por generaciones y generaciones: la
comunidad de la nueva alianza, tu Iglesia.
Canto: Id y enseñad (pág. 278)
IV. Jesús quiere que sus discípulos estén siempre con Él
Nos expones la total confianza con tu Padre: no pides, sino que quieres que los tuyos
estén para siempre contigo: quieres la eternidad, el Paraíso para lo que han aceptado tu
llamada de amor. Pero ¿por qué? Porque los necesitas, son los medios que fortalecen la
unidad, son tu imagen en la Tierra. Por ellos, muchos contemplarán la gloria del Padre
porque ellos caminan también hacia ella, por eso te han respondido con generosidad;
ellos también han conocido al Padre, no solo desde lo intelectual sino desde la vida
misma, una relación vital. Tú nos has mostrado el nuevo nombre de Dios que es ahora
Padre y tus escogidos tienen esa misma misión: llevar a Dios Padre a todos los rincones
del mundo, con la acción del Espíritu Santo, el amor que permanece siempre. Te quedas
para siempre con ellos, con nosotros, tú eres la columna que sostiene en medio de las
debilidades, eres el eterno acompañante de la tarea evangelizadora. Les encomendaste
perpetuar tu presencia real en medio de todos nosotros, ser luz en medio de la tiniebla,
ser fuerza en las flaquezas, ser vida en medio de la muerte, ser esperanza en medio de la
tribulación.
Canto: Mensajero de la paz (pág. 280)

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