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Kant, el revolucionario

apacible
Por
 Filosofía&Co
 -
12 febrero, 2020

   

Immanuel Kant entre 1903-1904. Autor


desconocido. Fuente: Popular Science 64. En
dominio público.
A partir de una biografía serena, la figura de Kant
–persona y personaje– se ha llenado con el
tiempo de unos cuantos clichés que pueden
hacer pensar equivocadamente que su
pensamiento también lo es. Y no. Esta es una
exposición de por qué el legado intelectual de
Kant —que murió un 12 de febrero, el de 1804—
es, o puede ser también, una llamada a la
acción. 

Por Miguel Antón Moreno

El que no sale jamás de Königsberg. El


reconciliador de escépticos y dogmáticos; del
empirismo y el racionalismo. El que despierta del
sueño dogmático gracias a Hume. Artífice del juicio
sintético a priori, por necesitar un conocimiento
seguro después de la condena de la causalidad
humeana. Diseñador del giro copernicano de la
filosofía. El que construye para destruir después, y
viceversa. Quien condena al ostracismo a la
metafísica, fuera de la ciudad del conocimiento, por
no ser su objeto fenómeno sino noúmeno, y quien
vuelve después a ella por la vía práctica. El Kant de
carne y hueso, de corazón y de cabeza. El hombre
Kant, como diría Unamuno.

Crítica de la razón pura en versión


manga (de la otra H). ¿Quién dijo que Kant era un
«soso»?
Immanuel Kant ha sido una de las mayores
víctimas de los clichés en la historia de la
filosofía. De él se dice que era tan rutinario y
aburrido, tan puntual y metódico que los relojes se
ponían en hora cuando pasaba. A menudo este tipo
de mitos conducen a equívoco y nos inclinan a
confundir al autor con su obra, haciéndonos creer
que su producción intelectual se centra únicamente
en cuestiones técnicas y teóricas de la filosofía,
alejadas de la política y de la acción. Es cierto que
su obra más importante, Crítica de la razón pura, es
sistemática y compleja, pero no por ello deja de
tener un profundo calado que, más allá de las
cuestiones técnicas, supone una auténtica
revolución filosófica y política. En el prólogo a la
segunda edición, de 1787, tan solo dos años antes
de la Revolución Francesa, es donde Kant plantea la
idea del giro copernicano, a menudo simplificada y
mal entendida.

«Ocurre aquí como con los primeros pensamientos


de Copérnico. Este, viendo que no conseguía
explicar los movimientos celestes si aceptaba que
todo el ejército de estrellas giraba alrededor del
espectador, probó si no obtendría mejores
resultados haciendo girar al espectador y dejando
las estrellas en reposo. En la metafísica se puede
hacer el mismo ensayo, en lo que atañe a la
intuición de los objetos»

Cierto: Crítica de la razón pura es una obra


sistemática y compleja, pero no por ello deja de
tener un profundo calado que supone una auténtica
revolución filosófica y política
La intención que tiene el filósofo con este símil
es la del cambio de paradigma, del inductivista
al deductivista, es decir, que si hasta Kant la
concepción general era que se extraían las leyes de
la naturaleza y se captaban los objetos
pasivamente, lo que aquí está planteando es que es
el sujeto quien proyecta las leyes sobre la
naturaleza, en un esfuerzo constructivo y productivo
del conocimiento. Este es precisamente uno de los
puntos que dejan ver el carácter revolucionario de
la obra, no solo en el ámbito filosófico, sino también
en un sentido político, pues como sugiere en su
pequeño y gran ensayo Qué es la Ilustración, a
partir de ese momento será el individuo el que deba
construirse su propia identidad, prescindiendo de la
tutela de la que hasta entonces había dependido, y
saliendo de su (autoculpable) minoría de edad. Es
en este mismo texto en el que Kant proclama el
lema de su tiempo: Sapere aude, atrévete a saber,
una expresión cuyo origen lo encontramos en una
de las epístolas de Horacio, a su amigo Lolio.

«La mitad tiene hecho aquel que empieza.  Atrévete


a saber: da el primer paso»

Kant se apropia de esta expresión para dotarla


de un nuevo significado y darle título a la
reflexión sobre su propia época. Y es que uno de
los objetivos fundamentales de la Crítica de la razón
pura es la justificación teórica del uso público de la
razón, con el fin de demostrar el carácter universal
y necesario de nuestra forma de pensar. Con la
existencia de un único aparato noético (es decir,
mental), compartido por todos, bastaría con ser
audaces para elevarse. Esto constituye toda una
democratización del pensamiento, a través de la
cual cada uno, en el uso de su propia razón, puede
alcanzar la verdad, al igual que el resto.
Recordemos que igualdad es uno de los tres
términos de los que se compone el lema que surgió
a partir de la Revolución Francesa.

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