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La interpretacién del analista y la reciprocidad de la ilusién (la interpretacién psicoanalitica que satura de significado contribuye a crear un vinculo entre analista y paciente en donde se hace cieria la reciprocidad de la ilusién) Rodolfo Moguillansky” Queridos mios ¢volvemos a empezar? Pero si esa realidad que él se daba y que ustedes le daban, &/ 70 probamos que era una ilusién? La realidad que é! se daba ustedes no la conocen, no pueden conocerla porque estaba fuera de ustedes; ustedes saben fo que ustedes Je daban ZY no pademos darsela todavia sin ver el cuerpo? iPero sil, tan cierto es que se consolaria de inmediato si pudieran creer que ha partido de viaje. gDicen que no? <¥ no siguieron déndosela tantas veces, sabiendo realmente que se habfa ido de viaje? ZY no es tal vez fa misma que desde lejos le do al sefior Herbst, quien no sé si esté vivo 0 muerto? Vamos, vemost, gsaben por qué Horah, en cambio? Por otra rezén Hloran queridos mios, que no supanen ni remotamente. Ustedes Horan porque el muerto, él ya no puede darles a ustedes Una realidad. Les dan miedo sus ofos cerrados, que ya no pueden ver; esas manos gélidas que no pueden tocar. No pueden darse paz por su absoluta insensibilidad. Precisarnente porque él, el muerto, no {as siente més. Lo que significa que con é! cay6 ara la Husién de ustedes, un sostén, un alivio la reciprocidad de fa Husidn. Lui Sabemos que la interpretacién psicoanaliti- Una linea de discusi6n acerca de la inter- ca, que en sus inicios hist6ricos tuvo como _pretacién que ha adquirido espesor en los meta “hacer consciente lo inconsciente”, _ultimos tiempos se refiere a si esta debe sin perder solldez su formulacién canéniga, agregar consistencia o poner de relieve las fue agregando nuevos problemas que com- _insistencias que el paciente tiene en el mo- plejizaban nuestra practica. do de pensar. * Psicoanalista (APdeBA, 1 De Los pensionistas de fa memoria, AZ Eeitora, Bs. As, pég. 110, 50| Docta Este escrito no pretende saldar |a ante- rior cuestién, sélo intenta invitar a una re- flexion més acerca del modo en que forru- lamos nuestras interpretaciones y sus even- tuales efectos. Para esta discusién recurro a un artificio, a un ejercicio imaginative, en tanto no par- to de una sesién analitica. Exploro -en un relato cinematogratico, invitando a mi fec- tor al juego de escucharlo como si fuese un historial psicoanalitico- las consecuencias de una interpretacion (gpsicoanalitica?) que, si bien abre a la existencia de una determina- cién, de un espacio o contenido inconscien- te, simultaneamente lo satura de significa do, desestimande contenidos desagrada- bles, no promoviendo interrogantes en el “paciente”. ‘1-La interpretaci6n que satura de signi- ficado suele crear un vinculo en donde se hace cierta fa reciprocidad de fa Htu- sidn Es moneda corriente que librar al paciente de su sintoma a través de la abreaccian de una situacién traumatica, o darle el amor que le falté, son dos variantes reiterada- mente presentes en la cura que suele conje- turar el imaginario social. En ellas -a mi j cio- se corre el riesgo de hacer cierta “la re- ciprocidad de ja ilusion” de la que nos habla Pirandello en el epigrafe -con el sostén y el alivio que supuestamente con ella se consi- guen-. La sabiduria de Pirandello que encie- rrael parrafo del epigrafe, sobre todo por la idea de reciprocidad de fa ilusién, me deci- did a utilizarlo para enmarcar este texto. En estas “curas”, logradas por interpre- taciones consonantes con la demanda so- Texturas inglesas| Rodolfo Moguillansky ial, por efecto de la concurrencia de simila- res ilusiones que reciprocamente se apunta- lan, se corre el riesgo, a mi juicio, de dar por cierta una ilusoria realidad compartida ha- ciéndose cierta /a reciprocidad de fa ilusién; aunque parafraseando a Pirandello no haya tal realidad compartida. Recapitulemos que el notable escritor de Agrigento, poética- mente nos dice en el epigrafe esa realidad que él se daba y que ustedes le daban, eyno probamos que era una ilusién? La realidad que é1 se daba ustedes no la conacen, no pueden conocerla porque estaba fuera de ustedes. Un agregado més para completar el cua- dro de la reciprocidad de fa ilusién: ella tie- ne, desde mi perspectiva, como presupues- to ideolégico alguna variante del mito del Edén que incluye la redencién. Esta ilusoria reciprocidad en la que suelen participar analista y paciente, precipita un enfoque que dice que el paciente ha cometido algun pecado - original-, algan trauma ha recibi- do, 0 ha padecido una carencia en el amor, y entonces el psicoanslisis, moderna versin de un camino religioso, sefialara el camino de la salvacién; el paciente viene a reclamar ese Edén, supone que se lo resarcira, y de ser exitoso el tratamiento ser4 reintegrado. al paraiso perdido. 2-Los riesgos de fa interpretacién que satura de significado Para llevar adelante esta indagacidn necesi- to situar, aunque pueden resultar obvias, al- gunas especificidades de la situacion anali- tica. En ese contexte advierto que, en tanto Ja transferencia es el territorio en que se da- sarrolla nuestra labor, las interpretaciones son sentidas, escuchadas e interpretadas, Docta | 51 Rodolfo Moguillansky | Texturas ingtesas como describié Laplanche (1979-1980) en La cubeta, en el seno de una situacién que funciona como un acelerador y potenciador de la misma. Por eso me voy a detener en los riesgos de interpretar sin un setting que la contenga, que permita observar sus efec- tos y dé curso a una eventual elaboracién. Con alguna sabiduria, en otra época solia decirse que una interpretacion fuera de una sesién puede ser una agresién. También examino la contratransferen- cia, postulando la importancia que tiene la “implicaci6n”, en el sentido que le ha dado Loreau (1970). Sugiero que para una mejor comprensién de fa contratransferencia es necesario incorporarla a nuestro cuerpo te6rico. Por ultimo, quiero advertir que la escu- cha analitica esta todo el tiempo tenida por nuestra neurosis personal, nuestras perte- nencias institucionales y sociales, que con- forman dentro de nosotros este discutible “sentido comin”, que tenemos que inten- tar poner en suspenso si queremos ofr lo que dicen nuestros pacientes. Esta suspen- sién, sabemos, es sélo una aspiracién, que debe luchar con lo que Bleger (1970) llamé lo institucionalizado de la mente, tema re- tomado por Kaes (1987) y Castoriadis (1975) entre otros. 3-.Una historia; un historial psicoanali- tico? Felice Tespinit -personaje del primer episo- dio de “Tu ridi”, filme de los hermanos Ta- viani realizado en 1998, basado en un cuen- to de Luigi Pirandello- aunque no es feliz se rle a carcajadas mientras duerme. Su esposa Marika’ se violenta con su risa, pues esta se- gura de que Felice hace el amor con otra mujer mientras duerme. Felice se siente in- justamente acusado, él no tiene la menor noticia acerca de esos suefios que la mujer esté convencida de que tiene y le oculta, Felice cree que no tiene motivos para reir, es un frustrado, un fracasado. Hace al- gun tiempo ha tenido que dejar de cantar por una afeccién cardiaca. Nada en su vida parece tener sentido si no es més un barito- no. Por su enfermedad no sélo no canta, ademés ha perdido el amor de su mujer, ella se habia enamorado del cantante de épera que él ya ha dejado de ser. Su vida es gris, sumada a su mediocre matrimonio, casi co- mo una ironia sigue en la épera, pero no en el escenario en que habia cantado en sus dias de gloria, ahora esté en la épera como empleado administrativo. Comparte una oficina con Tobias‘, una persona con un dé- ficit motor, que tiene que ayudarse con un bastén para caminar, Sus penurias no terminan ahi. Los Tavia- ni, siguiéndolo con la camara, muestran en un largo plano cémo un dia, mientras va al trabajo, ve c6mo, unos pasos delante de él, el patrén de la épera junto a dos guardaes- paldas le hace una zancadilla a Tobias cuan- do esta subiendo unas escalinatas; Tobias, a raiz de lo que le han hecho, trastabilla y cae rodando por los escalones. Los guardaespal- das ante esta escena no sélo se rien sino que a la vez juegan con el baston. Felice siente entonces una profunda pena y una enorme indignacién; mientras esto ocurre ‘otro amigo que lo acompafia se acoplaa la risa de los quardaespaldas, como si él tam- 2 Interpretado por Antonio Albanese. 3 Laactri ave leva adelante este personaje es Sebsina Fer 4 Tri Ferra es al actor que persorifea a Tobias. 52| Docta bién estuviera cautivado por el ridfculo que parece rodear, a los ojos de estos desalma- dos, la caida de Tobias. Si bien a Felice se lo ve enojado -tanto con la matoneria del pa- trén y sus guardaespaldas como con el ami go que festeja el traspié de Tobias-, no se atisba en él la menor respuesta ante tamana tropelia. A Felice se lo ve impotente frente a un poder improcedente, arbitrarlo, de quien sddicamente disfruta con ejercerlo. Felice se siente hermanado con Tobias en sus desgracias; los dos son néufragas que navegan por la vida sin rumbo y sin entu- siasmos, no tienen alegria de vivir. Pero no s6lo son la piedad y la comtin desesperanza por el mundo en que viven lo que lo une 2 Tobias, también te esté muy agradecido por atenciones y gestos afectuosos que recibe de él. En rigor es la Unica persona que pare- ce tenerlos. Los Taviani se detienen morosa- mente en una escena en la que Tobias, ge- nerosamente, sabiendo el amor que Felice tiene por la musica, hace un trabajo por él, y asi Felice puede ir a escuchar un ensayo que estan haciendo en ia sala de la épera. Entra a hurtadillas a la sala y se esconde de- tas de una butaca. Esta feliz escuchando cantar, es el Gnico momento de alegria de Felice, que aparece en la pelicula hasta esta escena. Es tanta su felicidad, que en su emaci6n no resiste a la tentacién de aplau- dir. Al escuchar los aplausos el patron, que esté presenciando el ensayo, lo descubre y le ordena sin medias tintas que regrese a su lugar de trabajo, la sérdida oficina en la que también ests Tobias. Los Taviani van reflejando minuciosa- mente, a lo largo de la pelicula, como en Fe- lice se va edificando una relacién tenida por el rencor para con el patron. Este, el patran, esté caracterizado como una persona desa- Texturas inglesas| Rodolfo Mog gradable, prepotente, representante de un orden -zsocial?- rigido, sin ninguna movili- dad, que no reconoce otra ley que no sea su deseo de mandar y humillar. Felice, angustiado por Ja incomprensible risa nocturna que tanto enoja a Marika, va a ver a un médico. Le pregunta, en medio de la consulta, si sabe psiquiatria. Este asiente, le dice que cursé esa materia en la facultad de medicina, y entonces Felice le cuenta su drama: su esposa lo acusa de reir a carcajadas cuando duerme; algo de lo que €1 no tiene {a menor conciencia, s6lo sabe de ello por lo que Marika con rabia le infor- ma. El médica a continuacién opina con bonhomia que rie en la noche porque sue- fa. Felice responde répidamente que no suefia. El médico entonces afirma enfética- mente que si suefia, que lo que pasa es que no se acuerda de sus suefios y que ademas sise rie es porque en ios suefios somos co- mo nifios, compensamos nuestras desventu- ras con buenas imagenes que nos conten- tan. Felice acepta sin hesitar esta interpre- tacién, y con amargura se lamenta de su destino: en el unico lugar donde se rie no tiene conciencia de ello, pero més tarde se consuela sintiendo que es un buen hombre. Cuando vuelve a su casa Intenta conven- cer a Marika con la interpretacién que le ha dado su... médico, gsu analista? Marika no le cree, Esa-noche nuevamente se rie mien- tras duerme, Marika se enoja y Felice, luego de una alrada discusién, se va a dormir a un parque. Mientras duerme sobre el césped debajo de un arbol, le cae una pifia en la ca- beza y por primera vez, al despertarse por el golpe, tiene conciencia de tener un sue- fio; recuerda un suefio. Se figura en este suefio -de modo calcado- la escena que pre- sencié al pie de la escatera cuando el patron Docta | 53 Rodolfo Moguillansky |Texturas inglesas y Sus quardaespaldas hacian caer a Tobias. A esa repeticin se han sumado dos elemen- tos que no estaban presentes en la escena presenciada por Felice: éste, en lugar de in- dignarse, se rie a carcajadas y ademas, dan- do mayor motivo a su risa, se ha agregado otra secuencia: los guardaespaldas luego de jugar con el bastén, con Tobias ya caido, se lo meten en el culo. Entonces Felice piensa que el médico, zsu analista?, se ha equivo- cado, Por un lado se alivia, pues no es infiel a su mujer. Corre a su casa a contarle a Ma- rika que no se rie porque esta con otra mu- Jer. pero al llegar se entera de que Marika lo ha abandonado. En ese momento, a la vez que ve su hogar desierto, se da cuenta con espanto que se rie de la caida de Tobias; luego de este terrible insight, recibe la noti- cia de que su unico amigo Tobias se ha sui- cidado. Felice esté consternado con lo que su suefio ha puesto al descubierto, lo que to- ma mayor valor dramatica con el suicidio de su amigo. En este estado de dnimo va al ve- lorio y le promete -gaplacindalo?- que se van a ver pronto. Més tarde va a la 6pera y ‘oye al pasar cémo el patrén murmura a sus guardaespaldas que Tobias es un imbécil, ipodria haberlo matado antes de suicidar- se! El patrén esta seguro de que Tobias lo ‘odiaba y porque era un cobarde, mas preci- samente un imbécil, no se habla animado a matarlo. Hay un detalle aparentemente marginal, que quiero dejar sentado porque mas tarde me va a ser util: ef patron, ade- mas de su tono prepotente y de ir acompa- fiado de guardaespaldas, siempre usa cami- sas negras y, aunque esto coincidia con la moda, es el Unico entre todos los personajes que lo hace. Usar camisas negras para un italiano es todo un signo, sobre todo si los 54| Decta Taviani no se las hacen usar a los demés per- sonajes del filme. Se instala en Felice un sentimiento de tranquilidad cuando, haciendo pie en lo que le escuché decir al patron, se da como tarea vengar a su amigo. Para ello es clave que él se suicide. Imbuido de este estado de animo escribe una nota a Marika dejandola en libertad y recomendandole que encuen- tre un hombre que la haga refr. En su plan suicida, precedido de la rei- vindicacién de su amigo, deja de ser el hom- brecillo intrascendente que hasta ese mo- mento ha sido, sobre todo después de que dejé de cantar. Da la impresion de que es su instante de gloria. Sigue a su patrén, cuan- do éste va a su casa haciendo sonar el bas- ton detras de é! sin dejarse ver, simulando ser un espectro de Tobias, El patrén se ate- rroriza, Felice entra en la casa de aquél y lo amenaza de muerte, y en virtud de esa amenaza el patrén se convierte en un per- sonaje patético; no es mas un sujeto sober- bio, seguro de si mismo, es un pusilénime que consiente en dejar por escrito su propia cobardia con tal de conservar la vida. Felice, una vez conseguida la nota en la que el pa- trén se autoinculpa, se ve triunfante yendo a morir al mar. Al llegar a ta playa nada pa- rece detenerlo, ni siquiera encontrarse con un viejo amor que no se pudo realizar, o el placer de volver a cantar, estos eventos son sélo una demora en un plan inexorable. A pesar de que este viejo amor, una mujer muy atractiva y vital, fo llena de nostalgia, y a la vez lo reconecta con lo que solia ser, un cantante de musica lirica, no retrocede. Esta muchacha con la que se encuentra en la playa se habia enamorado de Felice cuando lo habia escuchado cantar en “L'ita- liana in Algeri*. Ella ahora lo incita a que rapita un aria de fa pera de Rossini. Felice, tras una vacilacién, acepta el convite: por un momento Ia vida le vuelve a sonreit, aunque en ese contexto en que pareciera volver a ser el que fue, todo estd tenido de un clima mortifero, no tierie salida. Si vive sélo puede ser un tonto y un cobarde como ef Tadeo de “l’Italiana in Algeri”, como él y Tobias han sido viviendo. Queda flotando si no se moriré mientras esté cantando. Cuando termina su aria deja ir a la mu- chacha y la camara enfoca su saco con la no- ta del patrén, colgado de un poste en la playa; lentamente ia lente se desliza a las olas en las que Felice se ha sumergido. La nota firmada por el patron es lo Gni- co de él que puede seguir existiendo. $élo con su muerte dejara a salvo la dignidad de su amigo y lavard la culpa de haberlo trai- cionado en su suefio. 4-La interpretacion que satura de signi- ficado y la reciprocidad de la ilusi6n ‘Trataré esta historia, como ya anticipé, co- mo si fuese un historial psicoanalitico. Para ello el primer dato que resaltaria, para legi- timar mi propuesta, es que Felice, al llegar al consuitorio, interroga al médico sobre si sa- be psiquiatria; el médico le informa que la ha cursado. Una vez que Felice ha investido Texturas inglesas| Rodolfo Moguillansky al médico como una persona que puede en- tenderlo, podemos suponer que se ha confi- gurado un campo transferencial y bajo su in- flujo Felice le cuenta su historia. Ei médico después de escucharlo afirma “Usted suefia aunque no fo sepa”, y contintia: "Los suefios que tiene, a pesar de que no los recuerda, tienen un significado y es por eso que se rie”; ademés, con la vehemencia de los que saben sigue: “Si se rie es porque en ellos es- ta contento; én Jos suefios somos come ni- fos, compensamos nuestras desventuras con buenas imagenes que nos contentan.” Voy a suponer, que lo dicho por el médi- ¢o opera como una interpretacin, de hecho lo es, y creo, entonces, permite estudiar las marcas que deja en el relato posterior. Parto de la premisa de que las interpretaciones tienen efecto sobre nuestros pacientes inde- pendientemente de si develan o no un de- seo inconsciente. El trabajo de Glover (1931) puso de manifiesto el lugar que tienen lias llamadas “interpretaciones inexactas”. Una cuestion a discutir es si con la inter- pretacion del médico se alerta o se crea un espacio de determinacién inconsclente. Aunque quizés se trate de un falso dilem: Moliére nos hizo comprender que aunque fa prosa existia antes de que @ monsieur Jourdain® le ensefien que lo que hace es prosa, ésta carece de significado para él y como tal es inexistente como categoria pa- ra su vida psiquica. 5 Es interesante ol aria do esta Opera bula que le hace elsgir Pirandeto a Felice. Felice canta un aria del seguntio ecto de Litatiana in Alger, Se trata de aquétla ¢n que Tadoo canta sus misoras luego de que Mustafa lo ha nombrade kaimakén -un rgiculo cargo, apa- renternente iaventads en eso momento por Mustaé para llevar adelante sus fines. Recordemos que con este nomibramierto Mus- tafé espera obtener los favcres de Isabella, de la que Tadeo es el supuesto tio -en rigor es un admirador al que Isabetia no valora y slo lo usa para no estar sol, y la acoptacin por parte de Tadeo de este pomposo y vacio cargo es un gesto de sometimierta hax cla Mustafa, En esa aia Tadeo, un pusikinime, cuenta su desveriurada situacién, en tant, a raiz de este ridicule “tute nobilaria” ‘que Mustaé le quiere atorgay, se sionte ancerrado en una paradoja: 0 pasa por tonte y lo acepta 0 as emipalade. Sequramente, que Fells canle esta ara, es ura "cit" quo hace Pirandelio con \z que da mds espesor dramatic al “suefio de Felice’, cuando se Tobias luego de que le han metigo “un bast6n on ol culo”. 8 Molo, & burguds gentithambre, en "Comedias I", Bruguera, Barcelona, 1981, pég. 128. Docta )55 Rodolfo Moguillansky | Textures inglesas Se agrega -en la interpretacién- ademas de lo referido a la existencia de un espacio © continente inconsciente, una referencia a sus corftenidos. Examinemos esto ultimo con detenimiento: la interpretacién no crea condiciones para que Felice se interrogue acerca de los mismos, por el contrario, ape- ra como un dictum: afirma sin dejar lugar a dudas que la nifez, estadio al que regresa- mos en Jos suefios -ast le explica el médico a Felice-, es un momento de bonanza. Las buenas ideas actuales, que Felice tiene en el suefio, son continuacién de las buenas que tuvo en la infancia; luego, “en su incons- ciente no hay malas ideas”. ;Se desmiente su existencia? Pienso que si, a contrarfo sen- su de la cita del epigrafe de Luigi Pirande- llo; tanto el médico como Felice, en una co- lusi6n narcisista, hacen consistente Ja reci- procidad de /a ilusidn que sostiene que el meédico sabe, y que Felice no tiene dentro de s{ ninguna intencionalidad que no me- rezca estar a la diestra de Dios. El médico y Felice son entonces parte de un vinculo en donde no hay nada que averiquar, mutua- mente refuerzan esa ilusién: Felice es para el médico alguien transparente, no hay na- da opaco en él, y ademas es bueno y Felice correlativamente participa de esa convic- ci6n luego de que la enuncia el médico. 5-Una discusién central para la com prensién de este material: la diferencia entre los suefios que realizan deseos y los suefos que intentan Inscribir lo traumatico Necasito para seguir con mi discusién, aun- que puede resultar distractivo, hacer un ro- deo para diferenciar nuestra comprensién entre los suefios que realizan deseos y los suenos que intentan insa lo traumatico, cosa que anticipo haré en el curso de este apartado. Por ahora quiero remarcar que después de la interpretacién Felice tiene un suefio que al despertarse recuerda. DEBA, Bs. As., 2001 (1957). Lacan, Jecques (1988). Funct y campo de a palabra y del len- ‘guaje en psiccandisis, En Escrtos 1, Siglo XX! Edtores, Bs. 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Frente a estos ejemplos encontra- mos a los psicdlogos conductistas, a nuestro compatriota Mario Bunge, a Hans J. Eysenck y Glenn D. Wilson, y también el céfebre filé- sofo de la ciencia Ernest Nagel, entre otros, eComo dirimir este interrogante? Vale ta pena recordar que Freud no tuvo nunca dudas acerca del caracter cientifico dei psicoandlisis. Claro que podria objetarse que el pensador vienés pudo tener una con- cepcién equivocada acerca de la nacién de "ciencia”, Pero esto no es posible. El perte- necia a una tradicién notable, fa de los mé- dicos y cientificas “fisicalistas”, que se inicio. con Helmoltz y Du Bois Raymond, quienes se habian juramentado no admitir en biolo- gia y en psicologia ningun estudio que no Gregorio Klimovsky pudiera reducirse a la fisica y a la quimica, De modo que nuestro personaje pertenecia a una corriente que tenia bien claro un con cepto muy ortodoxo de lo que es la investi- gacién cientifica. ifran acertadas estas pretensiones de Freud? Creemos que si. Pero, para probar este punto de vista, deberiamos examinar las nociones de “ciencias” que utilizan ios opositoras, y considerar justos 0 no los ar- gumentos empleados para sostener que el psicoanilisis viola los cdnones del métedo cientifico, Esto es lo que vamos a hacer aho- ta de una manera un tanto informal. Comencemos con algunos de los reparos de Bunge. Vale la pena aclarar que tenemos el mayor respeto para este investigador, se- fialando desde ya que se trata de un impor- tante especialista en temas de la filosofia de la fisica, Pero hay en él un sorprendente odio hacia el psicoanalisis, algo extraito pa- fa la actitud objetiva y humilde que corres- Doeta | 103 Gregorio Klimovsky Filosofie y psicoandlisis ponde a la tradicién cientifica. Un poco en broma, hemos adelantado alguna vez que €s probable que algun psicoanalista le haya pegado cuando era chico. En forma un tanto insdlita, en un acto académico dedicado a otros temas, y en medio de una incitante mala conducta de ‘una “barra brava” que interrumpia porque deseaba que Bunge y yo discutiéramos so- bre psicoanélisis, éste me formulé la si- guiente pregunta: “gDonde estén los labo- ratorios de esta disciplina?” Con esto él queria expresar su opinion segiin la cual, salvo fas ciencias formales co- mo la matematica, las ciencias facticas de- ben emplear esencialmente el método ex- perimental. Si en el psicoanalisis no hay ex- perimento, no seria verdaderamente una ciencia. Mi respuesta no se hizo esperar. “{Dén- de estén los laboratorios de psicoandlisis? Pues al lado de los laboratorios de astrono- mia." Se produjo una gran extrafeza, pues no hay cosa alguna que sea un “iaboratorio, astronémico”. Hay observatories, donde se recogen datos. Y no por esto deja de ser una ciencia, y de las que tienen mayor anti- gitedad y prosapia. Pero también los psicoa- nalistas coleccionan datos, y es sobre esa base que hipotetizan las leyes de su discipli- nay explican la conducta de los pacientes y, en general, de los seres humanos. Pero inmediatamente aclaré que des- pués de todo, los experimentos existian. En- ‘tre otras cosas, mencioné la escuela de Ulm. y los trabajos de Horst Kachele, asi como también las contribuciones de quienes en fa Universidad de Columbia constituyen el grupo de creadores de modelos en psicoa- nalisis. 104| Docta Bossier Otra objecién que he encontrado en es- critos de Bunge -que él dirigid sobre todo 2 la parapsicologia, pero que también formu- fo contra el psicoanilisis- es que para que una disciplina o teoria sea cientifica no de- be entrar en conflicto con el conjunto total de conocimientos disponibles y ya acepta- dos por la comunidad cientifica. Algo hay de acertado en esta afirmacién, pero si se la toma como norma metodolégica sistemati- ca, nunca serian posibles las innovaciones teéricas y fas revoluciones cientificas. Y és- tas son nacesarias e inevitables, Otra tesis de Bunge es la de que el psi- coanélisis es una teoria duatista que, ade- mas de la materia, admite también la men- te y el espiritu, y esto le parece mal, en un momento en que -segtin él- est estableci- do que la mente es una funcion del cerebro, quedando claro que el monismo tiene ra- zOn, pues resulta entonces que no hay mas que materia. Me parece que Bunge ha hecho una ma- la lectura de Freud. Como “médico fisicalis- ta” sus convicciones son monistas y materia- listas. Para entender lo que el sabio vienés piensa del psicoanalisis hay que advertir que los “términos tedricos” (ne observacio- nales) de esta disciplina no determinan una especial “esencia metafisica”, pudiendo re- sultar posible tanto una interpretacion ma- terialista reductiva, o alternativamente una interpretacién dualista, Esto no interesa, pues las afirmaciones del psicoanalisis sélo determinan las propiedades relacionales de las entidades tedricas. Como dice con inge- nio Freud en su trabajo sobre el narcisismo, la cuestidn de si el materialismo o ei dualis- mo tiene raz6n es tan poco pertinente para el psicoandlisis como en un juicio de suce- sion seria el conocimiento de que todos Dossier| descendemos de Adan y Eva. También la afirmacién de Bunge de que una ciencia debe hacer uso de ntimeros pa- ra alcanzar el nivel de ciencia, y como el psi- coanélisis no cumple esa condicién, resulta que no seria auténtica ciencia. Pero resulta que en la actualidad la propia matemsética contiene disciplinas que no emplean nume- fos, como la topologia y e! algebra abstrac- ta. Lo importante no es tanto ei ntimero si- no ef estudio de las estructuras, tanto for- males coma naturales. Detras de un estilo de lenguaje un tanto literario, un epistemélogo no prejuicioso puede advertir -especialmente en los traba- jos de Freud- hipdtesis, deducciones, datos, inducciones, contrastaciones, explicaciones y predicciones, es decir toda la artilleria hi- potético-deductiva. No puede sostenerse que el psicoandlisis no sea una ciencia, aun- que -como las otras- tenga sus peculiarida- des y sus singularidades metodolégicas. losofia y psicoandlisis | Gregorio Klimovsky Docta | 105 Lacan, lector de Spinoza: deseo y sacrificio” Gabriel Albiac’ Presentacién Gabriel Aibiac ha realizado un enorme trabajo docu- mental sobre la comunidad sefaradita de Amsier- dam en tiempos de Spinoza y ha podide mostrar c6- mo interviene en la filosoffa spinozista un magma, un fondo, constituido por esa singularidad que fue ‘a cultura marrana que ia comunidad hispano-por- tuguesa traslada a la Holanda liberal desde fines det siglo XVI Ese trabajo compone un libro de referen- cia obtigad en la literatura spinozista contempord- nea que es La sinagoga vacia. Un estudio de las fuentes marranas del espinosismo (1987). En esa linea de investigacion ha reatizado ade- més [a traduccion y la edicién de Espejo de una ve da humana, documento conmovedor de Uriel da Costa, de una generacion anterior a Spinaza, tam- ign 61 objeto def herem on reiteradas ocasiones y que terminard suicidéndose en 1640, cuando Spi- ‘noza tenia mas 0 menos ocho affos. Enel sentido en que Althusser habié de un “ré- torn a Spinoza” frente a ta crisis det marxismo (tal vez padamos incluir en esta perspectiva también a autores como Etienne Balibar, Emilia Giancotti 0 To- ni Negri), Gabriel Albiac ha buscado extraer fas con- secuencias para nuestra tiempo de fa filosofia pric- tica de Spinoza y su irrigacién en ef interior de fa cultura politica de izquierda, La presencia de Spinoza en ia cultura psicoana- itica no ha side tal vez demasiado profusa, pero si intensa, Freud hace tres referencias directas en épo- cas muy distintas, La primera es en él texta sobre Leonardo (1910), donde realiza una aproximacién antre al artista y Spinoza, Afios més tarde, Lothar Bickel, un spinazisia con fuerte interés por ef pscicoandlisis, interrogd a Freud sobre su deuda con Spinoza, y por af hecho de que apenas io menciona. Freud responde: “Ad- mito de buen grado mi dependencia de la doctrina spinozista. Nunca hubo razones para que mencio- nara expresamente su nombre, pues concebi mis hipotesis més a partir de la atmésfera creada por é que por el estudia de su obra. Por fo demas, yo no buscaba una fegitimacion filosélica.” Finalmente, Freud fue invitado a colaborar en un volumen cofectivo con motive del tricentenario det nacimiento del fildsofo, invitacién que dectind adu- ciendo nada tener para decir sobre el viejo pensador de Amsterdam, y agregando: “A fo largo de toda mi vida mantuve un respeto extracrdinariamente alto * Prot. de flosaa (Univ. Complutense de Madi) ** Texto inédito dela conterencia brindada el 28 de marzo de 2001 en el Centro Cultural Esparia-Cérdoba, en el marco del ciclo “La filosoia escarole actual”. 106| Decta Dossier| Filosofia y psicoanalisis |Gabriel Albiac Or la persona y la productividad def pensamiento del gran filésof0 Spinoza." Pero la referencia més significativa, tal vez, es indirecta y esté en El porvenir de una ilusién. Ali se refiere Freud a una expresin usada por Heine en re- Jacién a Spinoza (en ef poema Deutschlands), Un- glaubensgenossen, esto es, un companero ent ia in- credulided, o compafiero en la falta de fe. En el caso de Lacan (quien, segiin Eric Laurent, “tapizabe su habitacion de estudiante con ramitica- ciones de Ja Etica de Spinoza”) hay una temprana referencia a un pasaje del Libro ill de fa Etica, en ef texto sobre fa “Paranoia y la personalidad” de 1932, ero su mencién més célebre es fa que reatiza en et seminario del 15 de enero de 1964, pocos meses después de haber sido desautorizado para formar anaiistas por el comité ejecutivo de la Internacional Psicoanalista, Lacan aicta su seminario en la Ecole Normal Supérieure, invitado por Braudel, Lévi- Strauss, Aithusser, y acogido alif en su condicion de “refugiado” -segin 6i mismo dice de su situacidn- Al comienzo de su discurso Lacan hace alusién al herem -que es ia sancién més extrema con que contaban los pamasim (fas auioridades de fa sina~ gopa) para con los heterodoxes, y que significa ta expulsidn sin retorno- dictado contra Spinoza el 27 do julio de 1656. En este contexto, se interroga si el sicoandlisis no es una Iglesia, sino se trata de una réctica religiosa, etc.’ Gabriel Albiac se retfere aqui a deseo y sacrit- io. En un importantisimo pasaje durante un semi- nario de ese mismo afio (precisamente del 24 de ju- nio de 1964), ei autor de fa Etica es convocado en relacién af holocausto. Alli dice Lacan: “Ningtin sen- tido de la historia tundado en premisas hegeliano- marxistas es capaz de rendir cuentas de este resur- Gimniento {de las formas més monstruosas y preten- didamente superadas det holocausto, ef drama det arismo}, quo corvobora que la offenda a fas diases oscuras de un objeto de sacrificio es algo a fo que ocos sujstos pueden no sucumbir, en una mons- truosa captura. 4a ignorancia, la inditerencia, e! desvio de la mi- Fada pueden explicar bajo qué velo permanece ain ocuito este misterio... Es ei sentido eterno del sacrificio, al que nadie puede resistir, salvo que esté animado por esa fe tan dificil de sostener, y que tal vez Gnicamente un hom- bre ha podide formular de una manera plausible: Spinoza, con el Amor intellectualis... sta posioién no es sastenible para nosotros. La ‘experiencia nos muestra que Kant es més verdade- 10.7? sa encrucliada de Spinoza y Kant convoca mas que nunca, y en més de un sentido, la tarea del pen- samienio. Diego Tatian’. Seguin su testimonio, Jacques Lacan habria lefdo a Spinoza hacia 1915. Spinoza volveré a lo largo de toda su obra. De una manera subterrénea -aunque decisiva- la mayor par- te de las veces, y de forma explicita, en cier- tos pasajes esenciales. Quisiera ocuparme aqui de dos de esos pasajes, que datan de esa refundacién tedrica del psicoandlisis que sigue a su exclusién de fa internacional Psicoanalitica en diciembre de 1963: los se- minarios XI y XII, dictados en la Ecole Nor- male Supérieure de Paris, {uego de la invita cin de Louis Althusser, cuya corresponden- cia con Lacan nos permite medir lo que se ponia en juego: *... He puesto fin 2 ese seminario (en el Hos- pital Sainte-Anne) donde intentaba desde hace diez afios trazar las vias de una dialécti- ca cuya invencién fue para mi una tarea ma- ravillosa. Debia hacerlo. Eso me cuesta. Pienso luego en todos aquéllos que gravitan en vuestra region. Y de los que se me dice * Or. en filosotfa (UNC) + Lacan, 2 hid, pp. 246-247, »“L8s quatre concepts fondamentaux de la psyehenalyse”, en Le séminaie, libro x, Seu, Faris, 1973, 9.9. Docta | 107 Gabriel Aibiac| que tenian en estima lo que yo hacia -que no era para ellos sin embargo-."" Aquéllos que gravitaban en su regién, @s algo de lo que Althusser dard cuenta diez afios mas tarde. Se denominaba esta Gala- xia ENS con el nombre del marxismo, con el nombre del estructuratismo. En verdad, no se trataba de otra cosa que del retorno a Spinoza, Unica via de salida de un idealismo vuelto hegeménico en el marxismo de fos sesenta: “Si hemos sido estructuralistas, podemos ahora decir por qué -escribira en 1972+: por qué hemos parecido serlo, pero no lo hemas sido, por qué ese singular malentendido del que se han hecho libros. Hemos sido culpa- bles de una pasion por otro lado tan fuerte como compromentedora: hemos sido spino- zistas... Hemos dado un rodeo por Spinoza para ver un poco mas daro en el rodeo de Marx por Hegel."* “Aquéltos que gravitan en vuestra re- gién y de tos que se me dice que tenian en estima lo que yo hacia...” tienen pues un nombre: es la joven generacién que prepa- ra el marxismo -mas 0 menos imaginaria- mente maoista- que seré el de los Cahiers marxistes-léninistes, y el freudismo -mas 0 menos imaginariamente lacaniano- que se- ra el de los Cahiers pour I’analyse. Lacan no se equivoca. Hay alli un malentendido: “ tenian en estima lo que yo hacia -que no era para ellos sin émbargo-.” Se arriesga, de todas maneras, a jugar sobre ese malenten- dido. De una manera que tiene sin duda mucho de escenogréfico, el encuentro de Filosofia y psicoanalisis |Bossfer Lacan con el marxismo de izquierda, det que pronto va a nutrirse su escuela, se hace por el sesgo de Spinoza. Esto es solemne- mente anunciado desde la primera leccién en la Ecole Normale Supérieure, el 15 de enero de 1964, que se abre con la dramat ca evocacion del herem spinoziano de 1656: ~ “Se trata pues de algo (su excomunién de la IPA) en tade comparable a lo que en otros si- tios se llama excomunién mayor... Existe en esta forma solamente en una comunidad re- ligiosa designada por el término indicativo, simbélico, de sinagoga, y Spinoza la pade- ci6... no crean que se trata de un juego me- taforico... na séfo las resonancias que evoca, sino también la estructura que entrafta este hecho, intreducen algo que hace al principio de nuestra interrogacion en lo tocante a la praxis psicoanalitica."* * Intentemos analizar en ese contexto el pa- saje sobre el concepto de sacrificio en el TTP spinoziano, que Lacan desarrolla en la sesion det seminario del 24 de junio de 1964; “Este es el sentido eterno del sacrificio al que nadie se resiste, a menos de estar animado por esa fe tan dificil de mantener y que tal vez séto un hombre supo formular de mane- ra plausible: Spinoza con su Amor intellec- tualis Dei."* Comencemos por: “Es el sentido eterno del sacrificio...” No es por azar que la pala- bra sentido es yuxtapuesta a sacrificlo (y to- davia menos que ese sentido se diga eter- 1 Garta de Lacan a Althusser, en Althusser, L., Ecrits sur ts Psychanalise, Paris, Stockimec, 1993, p.272. 2 Athusses, L. iements de autocritique. Paris, Hachette, 1974 {el texto esté fechado en 1972), pp. 65-69. 3 Lacan, J. seminaro, Libro XI. Las evatro conceotos fundamentales det psiccantlisis. Buenas Aires, Paid6s, 1987, p. 12. 4 Op. ait. p, 263. 1¢8 | Docta Dossier| no). Lo que deviene particularmente claro si se reubica este pasaje en el contexto en el que es enunciado: Lacan viene de atribuir a los detirios sobre “el sentido de la Historia” la incontorneable (y fatal) interiorizacién de una amor enfermo de sacrificio, al cual ¢s casi inevitable sucumbir por parte del su- jeto. Sentido esta eternamente ligado a sa- crificio. ¥ es combatiendo ese sentido sacri- ficial de la vida que la maquina spinoziana habria, en principio, puesto en marcha su estrategia. Se trata, por supuesto, de una tesis cuya formulacién definitiva es dada en el Apén- dice de la Parte Primera de la Etica: “Todos los prejuicios que intento indicar aqui dependen de uno solo, saber: el hecho de que los hombres supongan comunmente, que todas las cosas de la naturaleza actiian, come ellos mismos, por razén de un fin, & in- cluso tienen por cierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin..."* Esta suposicién arbitraria de sentido rige la linea general de la trampa imaginaria que Spinoza, y no por azar, precisamente, ejemplifica con el culto de latria: alli donde todo se juega sobre ei rol cifrado del sacri- ficio: “Dicen que Dios hace todas tas casas con vis- tas al hombre, y que ha creado al hombre pa- ra le rinda culto. EI sacrificio es justamente esta forma de culto productor de sentido, que el TTP abor- losofia y psicoandlisis |Gabriel Albiac da por primera vez. Aili Spinoza, inmediata- mente después de haberse interrogado por tas razones que llevaron a los Patriarcas a ce- der ante esta necedad, concluye que no es mas que el hecho de que ese sentido que el sacrificio impone constituye la identidad ima- ginaria y politica de la cual ellos mismo no son mas que los instrumentos: “Por consiguiente, los patriarcas ofrecieron sacrificies a Dios, no por un derecho divino que lo impusiera, ni porque lo dedujeran de 10s principios universales de la ley divina, sino llevados por la costumbre de aquella época; y.4i lo hicieron por mandato de alguien, ese mandato no fue otro que el derecho del Es- tado en el que vivian, al que también ellos es- ‘taban obligades."” Entre esas dos categorias de sentido y de sacrificio, Lacan hace jugar una relacion de dependencia subrayada por su caracter “eterno” y por el hecho de que a ese “sen- tido de sacrificio", “nadie puede resistir”. ta apuesta se encuentra explicitada en las lineas que preceden, en el texto de! semina- rlo, esta evocacién de la critica spinoziana del sentido sacrificial: se trata de contrapo- nerla a una concepcién teleoldgica de la historia de fa que Lacan esboza los riesgos extremos: “Sostengo que ningtin sentido de la historia fundado en las premisas hegeliano-marxistas es capaz de dar cuenta de este resurgimiento mediante el cual se evidencia que son muy pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en luna captura monstruosa, ante la ofrenda de Un sacrificio a los dioses ascuros."* 5 Para todas las cits dela Elica se ulilzard la version espaftoie ce Vial Pera: Spinoza, Béica. Madrid, Eeitora Nacional, 984, Pp. 95-96. 6 bie. p. 96. 7 Para todas las citas del Tratado teotégico-paiitee se emipes la version Ge Ablane Dominguez: Spineza, 8. ratado teciigico-potit- 0, Madrid, Alianza, 1986, cap. 5, 9.758, 8 Opeit, p. 282 Docta | 109 Gabriel Albiac La imposibilidad de resistir a esta caida en lo sacrificial que el sentido impone, co- mo una orientacion del sujeto en la finali- dad de la historia, subraya una de las claves del spinozismno, En un movimiento que an- ticipa a Freud, Spinoza formulé cémo el co- nocimiento no modifica lo imaginario. Per- mite establecer su genealogia, sus determi- naciones. Pero “Por tanto, las imaginaciones no se desvane- cen ante la presencia de lo verdadero, en ‘cuanto verdadero, sino porque se presentan ‘otras imaginaciones mas fuertes, que exclu- yen la existencia presente de las cosas que imaginamos"*. La logica de la distorsion, esta légica de lo imaginario dominada por la presion de! sentido, se impone como constituyente de subjetividad, a través del lenguaje, segtin fa ‘esis del De intetlectus emndatione: “Ademés, dado que las palabras forman par- ‘te de la imaginacién, es decir, que, como for. ‘mamas muchos conceptas conforme al orden vago con que las palatras se asocian en la memoria, a partir de clerta disposici6n del ‘cuerpo, no cabe la menor duda de que tam bién las palabras, lo mismo que la imagina- én, pueden ser causa de muchos y grandes cerrores, si no los evitamos con esmero, Afié- dase a ello que las palabras estan formadas segiin el caprichoyy la comprehensién del vu 190, ¥ que, por tante, no son més que signos de fas cosas, tal como estén en la imaginacién y n9 en el entendimient Es justamente a esta constriccion imagi- Filosofia y psicoanslisis [Dossier naria del lenguaje que “nadie puede resis- tir", seguin ia formula lacaniana. Pero hay algo sorprenclente en Ia conti- nuidad del texto de! seminario. .. A me- nos... -dice Lacan-. Y en ese 2 menos sé in- troduce la extrafia especificidad spinoziana. Lo recuerdo: "Este ex el sentido eterno del sacrificial que nadie te resiste, a menos de estar animado por esa fe tan difil de mantener y que tan sélo un hemare supe formular de manera plausible: Spinoza con su Amor intellectuals bern A menos de estar animado por esa fe.., esctibe Lacan. De inmediato, algo co- jea. 2Qué quiere decir esta elecci6n de la palabra més alejada de la apuesta spinozia- na, la fe, para dar cuenta de la posicién “tan dificl de sostener y que “s6lo Spino- za” habria osado Nevar a cabo? “La fe", que segéin la formula del TTR, consiste en credulidad y prejuicios. Pero prejuicios ‘que trarsforran a los hombres de racionales en brutos, puesto que impiden que cada uno use de su libre julelo y dstinga lo verdadero de lo falso, se diria que fueron expresamente Inventadas para extinguir del todo Ia luz del entendimiento."” El Tratado politico legeré hasta a negar el caracter practico para la estabilidad del 9 EIS 10 Paralas sts de) Mado of ofr dl ernnatnisate se ui aversion oe ar eningue: Spire, 8, Teta de safes det entnciieio Mei, ane, 1388, p13, 11 Op ci p23. 12 THR, Peta 110 | Decta Dossier| Estado de este procedimiento embrutece- dor®: “Por consiguiente, un Estado cuya saivacién depende de la buena fe (fides) de alguien, y cuyos negocios sélo son bien administrados si quienes los dirigen quieren hacerlo con han- radez (fide velint agere), no sera en absolute estable,“ De alli el cardcter extrafio de la hipétesis lacaniana. Una extrafieza reforzada por el hecho de que esa fe, tan dificil que sdlo un hombre, Spinoza, ha podido ejercer, sea nombrada con el nombre de Amor intelec- tual de Dios. Pero el Amor intelectual de Dios, aun- que “dificil de sostener” y, si se quiere, “plausible”, no podria en ningun caso ser comprendido en Spinoza como una fe. Por el contrario, se trata aqui del tercer género de conocimiento, es decir, justamente el ‘puesto absolute de toda fe: “Del tercer genero de conocimiento brota necesariamente un Amor intelectual hacia Dios. Pues del citado género surge una ale- gria que va acompafiada por Ia idea de Dios ‘como causa suya, esto es, un amor hacia Dios, no en tanto que nos imaginamos a Dios co- mo presente, sino en cuanto conocemos que es eterno; a esto es a fo que Jlamo ‘amor in- telectual de Dios’."* De esto se sigue el hecho de que esta beatitud que es el Amor intelectual de Dios ilosofia y psicoandlisis |Gabriel Albiac sea vivida no como un proyecto cualquiera, sino en si misma como una suficiencia auto- determinativa. El extrafio desplazamiento categorial que Lacan introduce debe ser puesto en re- laclon, en mi opinién, con et pasaje que lo precede: *Sostengo que ningiin sentido de la historia fundado en Jas premisas hegeliano-marxistas es capaz de dar cuenta de este resurgimiento mediante el cual se evidencia que son muy pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de un sactificio a los dioses oscuros."* El recurso a Spinoza apareceria asi como la manera de vaciar toda relacién con el sen- tido de la historia fuera de un andlisis riquro- s0 de la estructura constituyente del sujeto.” Que la concepcién spinoziana de la sub- jetividad esta en las antipodas de toto idealismo de la originariedad del Yo, es una evidencia historiografica. Exactamente so- bre esta batalla tedrica contra el spinozismo ¢l idealismo clasico alemén ha fundado sus hipstesis estratégicas. Hipétesis que vemos por primera vez ha fundado formuladas en la leccién inaugural de Fichte en Jena, en el otofio de 1794, donde presenta el proyecto a cumplir: la puesta en marcha de un siste- ma fundado sobre la primacia del ich para producir el nicht-tch, en lucha contra el “dnico sistema” de filosofia ya existente, al spinozismo, ese materialismo trascendental que hacia del ich un producto determinado 13. En desacuerdo com is tesis maquiavelianas y libertinas, 14 TR, cap. Vi. 16 E5Pa2C. 1B Op. ci, p.282 17. En mi opinin a atinnacion que atrbuye esa concepcién a “premisas hegeliano-marxistes” os demasiado procintada, pero no 2s, ‘el momenta de entrar en ese lem, Doeta [171 Filosofia y psicoanslisis, por el nicht-tch. Schelling dara en 1795 for- ma canénica a esas hipdtesis: “Se debe lle- gar a una de estas dos cosas: o bien no hay sujeto, sino objeto absoluto, o bien no hay objeto, sino sujeto absolute." En 1964 y en la ENS del circulo marxista althusseriano, Lacan no puede dejar de con- frontarse a ese dilema, que est en el cora- 26n del proyecto de una refundacién mate- rialista del marxismo. Retorno pues a Spino- za, para terminar con ese supuesto “sentido de la historia", que ha devenido un obsta- culo tedrico absoluto. Porque el sentido de la historia no tiene més que una salida: lo que Lacan ha nom- prado como “las formas més monstruosas y pretendidamente superadas del holocaus- to, el drama del nazismo”". Pretendida- mente superadas debe ser tomado aqui en un sentido fuerte, puesto que es la dinami- ca misma de la superacin, de la Aufhe- bung que aparecer4 como el verdadero lo rojo de las practicas de exterminio det S.XX, en tanto que la Aufhebung es ef ver- dadero pilar de una ldgica del sentido y de las finalidades. Asi, haciéndolo comparecer bajo la ima- gen de lo superado -y entonces restable- ciéndolo en la coherencia del sentido-, nuestro presente enmascara ese hecho esencial: que nuestra visién esponténea de la historia continua, en lo esencial, siendo una concepcién finalistica, marcada por la preeminencia de la muerte, en la medida misma en que, en el sentido que la finali- dad impone, la muerte deviene vehiculo esencial de la vida. Dossier Cabe remarcar que en Lacan esta hipéte- sis aparece en el contexto preciso del rol de- terminante que toman los mass-media en las sociedades contemporaneas. La idea de que, a fin de cuentas, el imperio de los me- dia, en tanto que constructores universales de sentido, se ha vuelto la forma final de es- ta Idgica sacrificial que se llama nazismo, y cuya pretendida superacién ocultaria ape- nas el triunfo presente de la teleologia mortuaria: "Quiza los rasgos que se han presentado hoy de manera tan estentérea coma Io que se ha denominado més o menos apropiadamente mass-media, quiza también nuestra relacion con la ciencia que invade cada vez més nues- tro campo, se adaren con la referencia esos dos objetos...: la voz, casi enteramente pla- netarizada, y hasta estratosferizada, por nuestros aparatos, y la mirada, cuyo caracter ‘omnipresente no es menos sugerente, pues todos esos espectéculos, todos esos fantas- mas, no solicitan nuestra visin, mas bien sus- citar Ja mirada."* Lo que sigue en el texto lacaniano reto- ma el debate del pantelsmo spinoziano: “Equivocadamente se ha crefdo poder califi- car de panteismo algo que en Spinoza no es otra cosa que la reduccién del dominio de Dios a la universalidad del significante..."™ Se trata de un problema mayor. No hay 18. Scheling, £-¥¥ Lettres sur fe dogmatisme ot ie critcsma. Paris, Aubiet-Montaigne, p.246. 19 Seminario XI, ed. cit, 9.282. 20 ibid, P282. 21. Seminario 0, p282. La tess es retomada en los Escrtos: ‘La ceusa de si spincaizre puede tomar el rome de Divs. Es Ota ose, Pero delemos este a dos palabras, que io pandremas en juego sino aiclendo que es también Cosa otra que e Todo, ¥ Aue es Dis, ne por Ser af otro es el Dios del paneismo.” {Le clonda y fe vorda, Esertos. México, Siglo KX, 1975, p. 644} 112 Docta Dassier en Spinoza absorcién def sujeto en Dios se- gun el modelo panteista. Intentemos com- prender cual es su propuesta, Sobre todo porque, si es claro lo infundado del nombre panteista para dar razén de Spinoza, lo que Lacan lama aqui la reduccién de Dios a la universalidad del significante lo es mucho menos. Les recuerdo 10s términos del pasaje en cuestion: desta reduccion del dominio de Dios a fa universalidad del significante) produce un desasimiento sereno, excepcional, en lo to- cante al deseo humano."” Serios problemas acompafan esta inter- pretacién del spinozismo. Lacan intenta ex- plicitar, de inmediato, lo que entiende por “desasimiento”. El texto que toma como re- ferencia es la muy conocida definicién pri- mera de Jos afectos en la Parte Ill de la £ti- ca, que cita “El deseo es la esencia del hom- bre”: “En la medida en que Spinoza dice: el deseo ¢s la esencia del hombre, y en la medida en que instituye ese deseo en la dependencie ra dicat de fa universalidad de los atributes divi- nos, sélo concebible mediante la funcién del significante, Spinoza obtiene Ia posicién Gni- ca mediante la cual el filésofo puede llegar a confundirse con un amor trascendente."* Estamos frente al segundo deslizamien- to léxico de Lacan. Si el primero estaba liga- do al uso ambiguo del concepto del Amor intelectual de Dios, este segundo pone en juego dos categorias extrafas al spinozis- mo: las que se conjugan en la formula: “et Filosofia y psicoandlisis [Gabriel Albiac filésofo puede confundirse con un amor trascendente”. Primeramente: “confundirse” (con-fun- dir). Ninguna fusion tiene lugar en el mode- lo spinoziano. La metéfora de la “fusién con’ es caracteristica det modelo neoplaté- nico, en los términos impuestos por una causalidad emanativa, Lo que es explicita- mente rechazado por Spinoza. Luego, “amor trascendente” plantea aun mayores problemas. La trascendencia @5 una categoria que supone un universo je- rarquico, en contra del cual se erige todo el pensamiento spinoziano. Para él, la causa trascendente y la causa emanativa no son, en rigor, mas que representaciones imagi- narias de las cuales seria necesario hacer la genealogia y una critica para proceder al desarrollo de un concepto decisivo: Dios en tanto causa inmanente y no transitiva de las, cosas. Uegado a este punto, el texto de Lacan concluye con una toma de posicién cortan- tey cuyo dogmatismo no puede pasar desa- percibido: “Pata nosotros es una posicién insosteni- ble Intentemos clarificar los términos del de- bate, Comenzande por la definicién de la “esencia humana" que Lacan formulé a partir de la primera definicién de los afec- tos: “E] deseo es la esencia del hombre.” Recordemos el texto spinoziano completo: 22 Ibid, p. 289. 23 tbid. 24 Ibid. Lo que sigue, en la exposicion de Lacan es una relvindicackin extra de lo "verdadero" de le posicin kantiana, en relacién a ésta “insastenible” cel spinozisma. Docta [113 Gabriel Albiac| Filosofia y psicoandlisis “El deseo (cupiditas) es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como deter- minada a hacer algo en virtud de una afec- cién cualquiera que se da en ella."* La cuestion de cudi es el sentido preciso de “esencia humana” en et sistema spino- ziano plantea graves problemas. Dirlamos que Spinoza ha querido, en el momento de describir lo que la tradicién define como un sujeto, establecer un paralelismo metafori- co con lo que en esa misma tradicién es el sujeto por excelencia: Dios, segtin la detini- cién de ta primera parte de la Etica: “La po- tencia de Dios es su esencia.”* Salvo que de ninguna manera se podria forjar la definicién de la esencia humana sobre la de Dios. En principio, Dios noes su- jeto. Luego, eso tenderia a olvidar la espe- cificidad de la cupiditas y de la potentia spi- nozianas. Intentemos completar ta defini- cién de la primera, con el pasaje de la exp! cacion de la definicién primera de los afec- tos, que la especifica/matiza considerable- mente: . et deseo es el apetite con consciencia de si mismo, que ef apetito es la esencia misma del hombre, en cuanto determinada a obrar aquellas cosas que sirven para su conserva- ign” Agreguemos el escolio que aparece en fa proposicién IX de la tercera parte. Nos encontraremos entonces frente a la cade- na léxica completa, a través de la cual cu- piditas es reducida a appetitus y appetitus Dossier a conatus: “Este estuerzo (conatus), cuando se refiere el alma sola, se llama voluntad; pero cuando se refiere a la vez al alma y al cuerpo, se llama apetito; por ende, éste no es otra cosa que la esencia misma del hombre, de cuya naturale- za se derivan necesariamente aquellas cosas que sirven para su conservacién... Ademas, entre ‘apetito’ y ‘deseo’ no hay diferencia al- guna, si no es la de que el ‘deseo’ se refiere generalmente a los hombres, en cuanto son conscientes de su apetito, y por ello puede definirse ast: ef deseo es e/ apetito acompa- fiado de la consciencia def mismo." A partir de esto, es posible hacer una in- terpretacién de conjunto. Un conatus, zpue- de ser definide como una esencia? Conatus es el participio del verbo conor, que es un verbo de accién y sefiala una tendencia, y por Io tanto un inacabamiento. En ef sentido aristotélico, fa esencia no puede ser enuncia da més que de la sustancia, como su causa formal. Pero, gcémo enunciar la esencia de lo que no es sustancia; en el caso spinoziano, de lo que no es Dios -a saber, el hombre-? Y todavia: dado que no hay individuum més que donde hay sustancia, los términos mismos del problema planteado por Lacan se encuentran invertidos. En efecto: .cémo hablar de un sentido sacrificial, es decir, de una oblacion de la propia identidad, alli donde--y es el caso del hombre, como de to- do ser finito y determinado en Spinoza- no hay identidad més que analégica? Porque la identidad concierne, strictu sensu, sola- mente a la sustancia. Estando los seres de- terminados sélo por composiciones transi- 25 ESDAL. “Cupiditas es psa hominis essntia, quatenus ex data quacunque aivsaltectioné determinata conciptur al alquid agencum.” 26 EIPO4, 2? ERDAIE, 28 €3PQ5, 114] Docta Dossier| Filosofia y psicoandlisis |Gabriel Albiac torias de potencia, “esfuerzo de persevera- cidn” en el tiempo y en lo inesencial. Esto es lo que la proposicién XXVill de la primera parte de la ética nos fuerza a com- prehder, en la descripcion de la dindmica de la finitud: “Ninguna cosa singular, o sea, ninguna cosa que es finita y tiene una existencia determi- nada, puede existir, ni ser determinada a obrar, si no es determinada a existir y obrar por otra causa, que es también finita y tiene una existencia determinada; y, a su vez, dicha causa no puede tampoco existir ni ser deter- minada a obrar, si no es determinada a exis tir y obrar por otra, que también es finita y tiene una existencia determinada, y asi hasta el infinito."™ La apuesta spinoziana esta aqui explici- tada en todas sus letras: una descriptiva de los seres finitos, que es una analitica de sus determinaciones individuantes, cada una de las cuales finge una identidad provisoria, que no es en si misma comprensible sino co- mo resuttante de la composicién de fuerzas que se cruzan en un momento de la cadena determinativa y puede, a su turno, fingir una efimera individualidad en relacion a las demas series de determinacién. “4. ¥ asi hasta el infinito”, concluye Spi- noza, en lo que pareceria un monstruoso procedimiento segiin los modelos aristotéli- cos, Justamente en la medida en que la co- lumna central del aristotelismo escoléstico se sostiene en la repugnancia hacia este procedimiento al infinito y ta necesidad de ponerle fin, gracias a la suposicién de un punto de partida trascendente en la cadena determinativa: Dios, fin de todo. En esta ‘trascendencia del primer principio en rela- cién al universo fisico se juega toda fa visién de oblacién, sacrificio y, en fin, salvacion, que deriva del sentido impuesto por la vo- luntad divina sobre la realidad, la historia, el hombre. Spinoza intenta desterrar en la filosofia este modelo de relacién trascendente por medio del concepto de Amor intelectual de Dios. A través de éste, piensa haber hallado la forma de comprender cémo jas proyec- ciones de sentido que rigen el funciona- miento de nuestro imaginario son imborra- bles y sdlo pueden ser sometidas a una ge- nealogia que permita establecer sus orige- nes, sin hacerlas sin embargo desaparecer del imaginario humano. Para Spinoza, el conatus, el conor, es la dinamica -siempre inacabada puesto que fi- nita y determinada- del perseverare que se juega en el permanente conflicto del occur- sus, de la confrontacion determinativa de los seres concretos, que no son mas que os transitorios puntos nodales de la cadena. Alli esta el origen dei malentendido que lleva a Jacques-Alain Miller, en el sillén de Lacan, a situar el placer sobre el piano del Amor intelectual de Dios, y 2 considerar que en Spinoza, el placer seria Dios". No. Dios es -muy explicitamente- fa potencia. El placer, como el sacrificio, proviene de este inacabamiento de lo imaginario del cual el intelecto s6lo puede establecer una genea- logia formal que se sabe incapaz de modifi- car nada esencial en su automatismo. Estamos de leno en el campo de lo que 29 EtP28, 30. Miler, J.-A. "La naturaleza de los semblantes”,sesién de! 19/2/92, Gabriel Albiac] Filosofia y psicoandlisis |Dossfer Spinoza ha llamado desde el DIE un automa spiritualis, “actuando segin leyes preci- sas”, Althusser veia aqui el pilar del spino- zismo: un procedimiento tedrico “sin suje- to(s) y sin fin(es)". Lacan, luego de dar cuenta de su radicalidad, concluye, en una sorprendente retirada, que “esta posicion es insostenible para nosotros”. Me siento més bien tentado de decir que en esa extre- ma dificultad del concepto spinoziano se juega lo esencial de nuestra propia apuesta tedrica como sujetos de fin de siglo, en la busqueda de la autodeterminacion y siem- pre acechados por la amenaza persecutoria de lo sacrificial en el cotidiano moral y poli- tico. Prefiero expresarlo entonces en forma interrogativa: 2Una posicién tal, seria sastenible para nosotros? ‘Traducci6n: Maria Martha Boccanera, 31. *Por el contraio, hemos mastrade que a idea verdadera es simple 0 compuesta de ideas simples, y manifesta cémo y par qué algo se hace o fue hecho, y que sus efectos objetivas en el alma pracaden en razén de la formal de su objeto, lo que es lo ‘mismo que djeron ls antiques, que la verdadea ciencia nrocade de lx causa 2 ls efectos, aunque ne han concebide como no- sotros agui que el ame actia segin leyes cierts como un autémata espiiua.” TRE, p. 112.) 16 | Docta Dossier| Spinoza: guia de lectura En lengua espafiola, la obra completa de Spinoza ha sido traducida por Atilano Dominguez para la edito- rial Alianza. Si bien existen otras ediciones (incluso otra edicion de las obras completas), la de A. Do- minguez es la mas recomendable. Bibliografia minima en espafiol: Albiac, Gabriel. La sinagoga vacia. Un estudio de Jas fuentes marranas del espinosismo. Hipe- rion, Madrid, 1987. Beltran, Miquel. Un espejo extraviado. Spinoza ¥ la filosofia hispano-judia. Riopiedras, Barcelo- nna, 1998. Bodei, Remo. Geometria de ias pasiones. Fondo de Cultura Econémica, México, 1995. Carpintero, Enrique. Le alegria de lo necesario. Las paisones y ef poder en Spinoza y Freud. To- pia, Buenos Aires, 2003. Cohen, Diana. Ef sulcidio: deseo imposible. O la paradoja de Ja muerte voluntaria en Baruj Spi- noza. Ediciones del Signo, Buenos Aires, 2003. Chaui, Marilena. Politica en Espinosa. Gorla, Buenos Aires, 1994. Deleuze, Gilles. Spinoza y ef problema de la ex- presién, Muchnik, Barceiona, 1975, _Spinoza: filosotta practica. Tusquets, Barcelo- a, 2001, _£n media de Spinoza. Cactus, Buenos Aires, 2003. Dominguez, Atilano {comp}. Biografias de Spi- noza, Alianza, Madrid, 1995. Dujovne, Leén. Spinoza. Su vida, su época, su ‘obra, su influencia. 4 volumenes, Instituto de Fi- losoffa de la Facultad de Filosofia y Letras, Bue- Filosofia y psicoandlisis |Gabriel Albiac nos Aires, 1942-1945, Gebhardt, Carl. Spinoza. Losada, Buenas Aires, 1940. Gonzélez, Horacio (comp.). Céncavo y convexo. Escritos sobre Spinoza. Altamira, Buenos Aires, 1999. Kaminsky, Gregorio. Spinoza: la politica de las pasiones, Gedisa, Buenos Aires, 1990. Madanes, Leiser. £1 arbitra arbitrario. Hobbes, Spinoza y la libertad de expresién, EUDEBA, Buenos Aires, 2001. Mignini, Filippo, “Spinoza: emés alld de la idea de tolerancia?”, en revista Nombres, N° 4, Cor- doba, 1994, Negri, Antonio. La anomalia salvaje. Ensayo so- bre poder y potencia en Spinoza. Anthropos, Barcelona, 1993. Spinoza subversivo. Akal, Madrid, 2000. Pefia Garcia, Vidal. Ei materialismo de Spinoza. Revista de Occidente, Madrid, 1974. Sperling, Diana, Del deseo. Tratado erdtico-polt- tico, Bibles, Buenos Aires, 2001. 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