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El 11 de septiembre de 2001, Al Qaida atacó al corazón financiero de Estados

Unidos en un momento en el que éste no bombeaba a su mejor ritmo. Cuando el


primer avión impactó contra la Torre Norte, el país se recuperaba de una recesión
—algo inédito desde 1991—, fruto del estallido de la burbuja de las «puntocom».
Los ataques aumentaron las dudas sobre la economía de EE.UU.: durante los
cuatro días siguientes al atentado, la Bolsa de Nueva York permaneció cerrada y el
día de su apertura provocó una caída de más del 7% en el Dow Jones.
Sin embargo, salvo en el sector de las aseguradoras y en el de las aerolíneas, el
impacto económico de los ataques fue limitado. EE.UU. salió de la recesión en
noviembre de 2001. Wall Street alcanzó los niveles anteriores a los ataques antes
de acabar el año. Y aunque el crecimiento del país en 2001 fue del 1%, en 2002
subió al 3%. El consumo y la confianza se recuperaron con el tiempo.

El 11-S no provocó la crisis que vivimos ahora, pero


sí algunas de las decisiones que se tomaron
«El 11 de septiembre no provocó la crisis que vivimos ahora, pero sí algunas de
las decisiones que se tomaron a raíz de los atentados», denuncia Olivia Jackson,
profesora de la Universidad de Florida y autora de un estudio sobre las
consecuencias económicas del atentado. Según Lorenzo Bernaldo de Quirós,
presidente de Freemarket, las dudas sobre la recuperación de EE.UU., provocaron
una política fiscal y monetaria expansiva, con recortes de tipos de interés y
bajadas de impuestos que, junto al enorme gasto militar, tuvo parte de culpa en la
crisis que estalló en 2008.
Por un lado, los atentados dispararon el presupuesto dedicado a seguridad. Nueve
días después del atentado, y con los escombros de las Torres Gemelas aún
calientes, George W. Bush declaró ante las cámaras de televisión la guerra al
terrorismo. Según un informe que Amy Belasco elaboró en marzo para el
Congreso de los EE.UU., esta «guerra contra el terror» que incluye las
intervenciones en Irak y Afganistán, ha costado a las arcas públicas
norteamericanas 1,283 billones de dólares, más que la suma de las ocupaciones
de Vietnam y Corea. Así, en 2001 EE.UU. se despidió del superávit para afrontar
años de déficit público. Hasta los 1,58 billones de dólares previstos para 2011, el
mayor de su historia.

La crisis de las «subprime» y el 11-S


La otra gran consecuencia del 11-S fue que la Fed continuó con la relajación de los
tipos de interés que pasaron del 6,5% en enero de 2001 hasta el 1% en junio de
2003. Política que mantuvo en los siguientes años aún cuando el país parecía
haberse recuperado. Santiago Carbó, consultor de la Reserva Federal de Chicago,
apunta a que la Fed y el Gobierno estadounidense priorizaron el crecimiento de la
economía sobre el control de la deuda y el gasto público. «La actual crisis de las
hipotecas “subprime” tiene su origen en la política de expansión del crédito que la
Reserva Federal comenzó a principios de 2001, enfatizada por los atentados del
11-S», asegura un estudio del Instituto Juan de Mariana. Jackson apunta que los
tipos bajos atrajeron a las familias para aumentar su inversión en vivienda,
considerada como un valor seguro en un momento de incertidumbre, a pesar de
que en muchos casos no entendieron qué contrataban exactamente.
«Los banqueros fueron muy conscientes de esto y fomentaron la compra de casas
a niveles de interés ajustable [“subprime”]», afirma Jackson. Según la economista,
el impacto en los hogares del aumento del precio del petróleo— provocado por la
inestabilidad en Oriente Próximo— hizo que muchas familias utilizasen sus
hipotecas como garantía de pago, origen de la burbuja inmobiliaria y financiera
posterior.
«El 11-S fue un hito económico de la globalización por todos los efectos que
produjo», sentencia Carbó. En mayo, un período parecía cerrarse con la muerte de
Osama bin Laden. Pero los coletazos económicos de las decisiones tomadas a
raíz del 11-S aún se ceban sobre los países y las economías de todo el mundo.

Un cartel que dice «Todavía estamos aquí» en la bolsa de Nuev York (EPA)

Un soldado iraquí monta guardia en el enclave chiíta de Ciudad Sadr (AP)

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