Un aspecto particularmente problemático e insistentemente señalado en la
bibliografía sobre las policías en América Latina (Bayley, 1983; Frühling, 2000; Waldmann, 2003) es la relación entre corporación policial y Estado. Mientras que convencionalmente se considera que la policía oscila entre el cumplimiento de la ley (modelo legalista) y el servicio a las demandas ciudadanas (modelo de servicio público), en las naciones latinoamericanas su actividad ha sido fuertemente marcada por la subordinación y dependencia a la agenda y decisiones de los mandos políticos, a despecho del orden jurídico o de las demandas ciudadanas. Esto estaría relacionado con la arbitrariedad y los excesos de las policías, la ilegitimidad y la desconfianza ciudadana, y un bajo nivel de profesionalización. El caso venezolano no es una excepción en ese sentido (ver Riera 1985a, 1985b; Santos, 1992). Tanto en la consulta concentrada como en las entrevistas cualitativas a funcionarios policiales (Monsalve, 2006), la politización y subordinación de la policía a las autoridades políticas es uno de los temas que mayor preocupación genera dentro y fuera de las organizaciones policiales, en la medida en que debilitan la profesionalización y estandarización de la organización policial, así como interfieren en su desempeño, que pasa a depender no de lineamientos y estrategias explícitos o de las normativas, sino de los intereses de las autoridades políticas. Definiremos como relación de subordinación o dependencia una forma de relación entre el Estado y la policía, en que los mandos políticos interfieren o pueden interferir en las decisiones sobre la organización, carrera, la asignación de recursos, las sanciones y la actividad policial al margen (o incluso en contravención) de leyes, normas y procedimientos estandarizados, lo que privilegia mecanismos informales y discrecionales de intervención. Su opuesto no supone necesariamente la autonomización de la actividad policial, sino su supeditación a normas, procedimientos y políticas explícitamente definidos, que permitan la profesionalización, imparcialidad, estandarización y confiabilidad del servicio policial. Este tipo de relación subordinada puede depender de la presencia de determinados factores funcionales y organizacionales, que favorecen la discrecionalidad e informalización de la intervención del Ejecutivo en las decisiones y procesos a lo interno de las policías. Entre las condiciones funcionales, la ausencia de políticas públicas en materia de seguridad y policiamiento (Conarepol: Consulta con funcionarios de la Guardia Nacional; Provea, 2003, 2004.), la estimularían una doble dinámica de autonomización de la policía en su desempeño regular, a la vez que se reforzaría la dependencia de las decisiones discrecionales de los mandos políticos. Por otro lado, la dependencia orgánica de la corporación policial al organismo de adscripción es un factor que compromete la autonomía en el desempeño de la función policial. Durante décadas, las policías estuvieron adscritas funcional y administrativamente a las gobernaciones, generalmente emplazadas en el organigrama como una dirección de las mismas. Esto significa una completa dependencia y sujeción jerárquica a la autoridad política (el gobernador) y a las instancias de control, administración, gestión de recursos humanos, logísticas, etc., del ente de adscripción. La dependencia y subordinación de la policía al Ejecutivo y a los procesos concomitantes de informalización, desprofesionalización y discrecionalidad de los mandos políticos tienen graves consecuencias en la capacidad del Estado para proveer seguridad, para los ciudadanos y para las mismas organizaciones policiales. Por un lado, constituye un condicionante del abuso policial y de prácticas autoritarias, en la medida en que la acción policial tiende a entenderse como un medio expedito e informal para defender o ejercer el poder de las autoridades, con frecuencia en detrimento de los derechos e intereses de los ciudadanos y de las leyes. El debilitamiento de los mecanismos formales y la discrecionalidad que se relacionan con la dependencia del poder político, también impiden los controles necesarios para evitar y sancionar abusos e irregularidades. Por último, la subordinación de la policía a los intereses de los mandos políticos supone una desvirtuación de su carácter de servicio público, universal e imparcial. En una sociedad democrática, un modelo de policía orientado a la defensa y protección del Estado, como se asumía en el concepto de “orden público” y en su aseguramiento como principal objetivo de la policía, es insostenible, por lo que debe sustituirse por una policía al servicio de la sociedad, cuya función sea garantizar el libre ejercicio de sus derechos por parte de todos los ciudadanos.
Conarepol. 2006. Estudios: características de la policía venezolana.
Responda:
-¿A qué intereses obedece la institución policial? Explique
-Según lo leído ¿A quiénes defiende la institución policial? Y ¿a quienes considera usted que debería defender? Explique -¿Deben los policías obedecer al estado sin analizar el impacto de sus acciones?, ¿Por qué? -¿Podrían violentarse los derechos humanos de los ciudadanos si es una bajo las órdenes de algún dirigente político importante? ¿Por qué?