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ANUARIO EN ESTUDIOS POLÍTICOS
LATINOAMERICANOS 3
© 2017 Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales
Departamento de Ciencia Política
Área Curricular de Ciencia Política
Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Tatianna Castillo Reyes / tatiannacastilloreyes@gmail.com
PORTADA
Rómulo Macció. Sin título, 1962.
Índice
5 ÍNDICE
7 PRESENTACIÓN
Carolina Jiménez
Beatriz Stolowicz
Profesora- Investigadora del Departamento de Política y Cultura en
el área problemas de América Latina de la Universidad Autónoma
Metropolitana- Unidad Xochimilco, en la ciudad de México.
E
l desconcierto que hay actualmente sobre el devenir político-electoral de los go-
biernos de izquierda y centroizquierda es en buena medida resultado de la falta
de seriedad que han tenido los análisis en estos años sobre esas experiencias.
Sobre todo los que han circulado internacionalmente, muchos de los cuales han sido
piezas de propaganda. Porque cuando acudimos a los análisis internos en cada país,
encontramos elementos de explicación que no permiten tantas sorpresas. Basta compa-
rar lo que decían hace algunos años ciertos analistas de impacto internacional, con lo
que dicen ahora: en el mejor de los casos, algunos hacen ahora algunas críticas, que no
hicieron antes; otros dan argumentos que niegan sus propios dichos previos, sin siquiera
admitir que cambiaron de parecer. A esto yo lo llamo oportunismo. También se obser-
van simplificaciones en los que han mantenido congruencia en sus análisis.
Revertir esta gran confusión exige un trabajo de fondo, empezando por replantear
el enfoque.
Cuando se habla del “ciclo”, se está haciendo referencia a la manifestación de un
fenómeno común, que es la pérdida de apoyo político y electoral a esos gobiernos.
Este es el dato. Esto emerge en un mismo tiempo por el impacto de la crisis capitalista
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1 Véase, por ejemplo, “El `posneoliberalismo´ para una reforzada hegemonía del
capital”, Conferencia magistral presentada el 10 de septiembre de 2015 en el
Seminario Internacional Marx Vive “Economías alternativas en nuestra América en
medio de la crisis capitalista”, organizado en La Paz por el Ministerio de Economía y
Finanzas Públicas del Estado Plurinacional de Bolivia y el Colectivo Espacio Crítico de
Colombia. Publicada en Revista Espacio Crítico núm. 23, Bogotá, segundo semestre
de 2015.
ponde en 63 por ciento a impuestos al consumo, 17.7 por ciento de impuestos sobre la
renta y 6 por ciento de impuestos a la propiedad. Este es un asunto fundamental. Es
necesario distinguir entre políticas sociales que devuelven plusvalía a quienes la gene-
ran, de aquellas que son mediaciones que terminan en el fortalecimiento del capital.
Mediaciones que dan legitimidad a los gobiernos, pero que en el famoso esquema
“ganar-ganar”, más hacen ganar al capital. Y esto tiene efectos políticos.
También se ha dicho, con razón, que bajo los gobiernos progresistas han mejorado
los salarios, a diferencia de donde gobierna la derecha. Esto significa que el empresa-
rio reduce la enajenación de plusvalía en la relación salarial directa, y es muy impor-
tante. Pero no necesariamente esto ha significado un debilitamiento del gran capital.
No sólo por la razón keynesiana del aumento de la demanda efectiva –que favorece
sobre todo a los importadores y grandes comercios– sino, porque donde se aplican
las políticas de la llamada Inclusión Financiera, la masa salarial incrementada pasa
directamente al capital financiero antes de que llegue a manos de los trabajadores.
Es el fondo de consumo de los trabajadores usado por el capital financiero como si
fuera capital propio. Y esto se hace de manera coercitiva por leyes y decisiones guber-
namentales, además de que el Estado financia esa enajenación temporal usando otra
parte del fondo de consumo de los trabajadores. Y sin dejar de subrayar que la mayor
proporción del crecimiento del consumo es vía crédito, que también da ganancias in-
mensas al capital financiero. Además, con los fondos de pensiones, que son fondo de
consumo diferido, se financia la llamada inversión productiva en infraestructura, en
minería, en monocultivo agrícola con todo y transgénicos, y en muchos otros nego-
cios de las grandes empresas. Hay diferencias entre los países, aunque estas políticas
se están aplicando en la mayoría.Como se observa, lo social es un componente central
de lo económico y de lo político.
Por otro lado, la modernización, como “inclusión al mercado”, no sólo contempla
el consumo sino también la producción. El mundo campesino ha sido incorporado
a las ganancias de las transnacionales en los llamados Negocios Inclusivos. Con el
argumento de que se les asegura la compra de toda su producción y que se les da ase-
soría técnica, se los induce a producir lo que quieren las transnacionales, transforman
sus métodos de producción. Se les hace creer que son productores modernizados,
cuando en realidad son jornaleros para las transnacionales, ponen la tierra, y corren
con todos los riesgos. El Estado subsidia esos negocios. El mundo campesino-indíge-
na del buen vivir está siendo subsumido a la lógica capitalista occidental, a la lógica
puesto restricciones al gran capital, por eso tiene más estabilidad económica, pero el
capital tiene allí condiciones óptimas para ganar, y mucho. Desde 2013 hay políticas
de “inclusión financiera”, de “educación financiera”, y el que más ha ganado ha sido,
precisamente, el capital financiero.
De modo que no puede haber análisis político riguroso sin contemplar todos estos
mecanismos económicos que, a nombre de la inclusión social, fortalecen al capital. Y
otros más. Porque están produciendo cambios sociales, en las prácticas, de carácter
ideológico, que se expresan en los comportamientos políticos de vastos sectores po-
pulares. Apoyarán a quienes les garanticen su aspiración de movilidad en el mercado,
no por definiciones políticas. Por eso la derecha siempre hace campaña diciendo que
mantendrá las políticas de inclusión de los gobiernos de izquierda y que hasta las
mejorará. Jamás reniega de ellas, sobre todo de las que le dan ganancias.
Todo esto nos lleva al tema central del Estado. En todos los países son Estados
capitalistas. Garantizan la propiedad capitalista que permite enajenar el plusvalor
del plustrabajo, y garantizan jurídicamente la relación asalariada misma. Hay que
estudiar en cada país en qué medida ese Estado capitalista representa también los
intereses de los no-propietarios con una autonomía relativa respecto de la clase que
tiene el poder económico. Cuando se miran las políticas sociales se da por hecho que
ese es ya otro Estado, que no representa los intereses exclusivos del capital, sino los
intereses populares. Como decía, hay que estudiar muy bien en qué consisten esas
políticas sociales, porque pueden ser mediaciones que fortalezcan el interés del capi-
tal. Hay que estudiar qué tanto el Estado transfiere riqueza social común y fondo de
consumo de los trabajadores a las ganancias del capital. No basta con atender a quién
es el personal que ocupa el aparato del Estado, que puede ser reclutado incluso entre
trabajadores o indígenas. Es la orientación del Estado lo más importante.
Porque, por razones políticas, el gran capital puede considerar hasta conveniente
que temporalmente el aparato estatal no esté ocupado directamente por los miembros
de su clase, si esto da legitimidad a estas formas de obtención de inmensas ganancias
y con suficiente estabilidad social, política y jurídica.
Si esto no se cumple, entonces ese otro personal del aparato del Estado debe ser
expulsado y eliminadas las mediaciones. Y este es el cuadro que muestra la crisis bra-
sileña. El caso de Brasil es paradigmático. Es el país que más tempranamente y más
ampliamente ha puesto en práctica los lineamientos de la estrategia del gran capital
del llamado nuevo desarrollo posneoliberal. El gobierno no lo hizo por estar obligado
por circunstancias coyunturales, porque lo ha hecho mediante el uso intenso del de-
recho para que esas acciones perduraran en el tiempo. Lo hizo, además, poniendo en
cargos estratégicos del gobierno a representantes del gran capital. Ha sido el gobierno
el que financió con fondos de pensiones públicos buena parte de las inversiones trans-
nacionales de las grandes empresas brasileñasa las que les abrió mercados usando sus
vínculos políticos regionales y también en África. Sus políticas sociales fortalecieron
al capital y a los sectores de mayores ingresos y cumplieron con el sueño de Lula de
ser ciudadanía por el consumo. Fue desde Brasil que se hizo la operación propagan-
dística de la “nueva clase media”, que es bastante escandalosa. Ha sido el gobierno el
que fortaleció al gran capital y a la derecha, el que despolitizó a su base clientelar que
ha sido usada como masa operativa por la derecha, el que controló a las organizacio-
nes sociales haciéndoles perder independencia y perder capacidad de convocatoria de
movilización de masas. No debe sorprender que esas bases clientelares, que no son su
base social ni política, no se hayan movilizado para frenar el proceso destituyente de
Dilma, claramente golpista.
Mientras las ganancias fluían a los exportadores, a las grandes constructoras, a los
importadores, al gran comercio, a la banca e incluso a las grandes industrias locales
que sobreviven, todos elogiaban el liderazgo de Lula y su política internacional que
les abría mercados. Las asociaciones público-privadas para infraestructura, promovi-
das por Dilma con ganancias garantizadas por el Estado, eran el “kit de la felicidad”
según dijo en 2015 Eike Batista, el empresario más rico de Brasil. Cuando las ganan-
cias dejan de fluir en los montos a los que estaban acostumbrados, deciden sacarlos
del gobierno y hacer el escarnio público de Lula para bloquear su candidatura en
2018. Porque ese gobierno, pese a todo, es permeable a ciertas presiones sociales. Por-
que decidió hacer un ajuste más gradual y quieren que sea de shock. Y, por cierto, esa
poderosísima derecha no necesita que la instruyan desde afuera: da cátedra.
Claro, si sólo se toma en cuenta la retórica y la propaganda, sin tener los elementos
de estudio de fondo, las conclusiones serían distintas, como las que hoy circulan. Aun
si el PT volviera a ganar las elecciones en 2018, a menos que se transforme a fondo
no produciría un cambio profundo y perdurable. Por eso yo estoy muy enojada,
porque dilapidaron inmensas energías sociales de las luchas desde los años setenta,
debilitaron las importantes organizaciones sociales, convirtieron al PT en la farsa de
su historia fundacional. Y porque todo esto significará más sufrimiento para mucha
gente. Estoy enojada porque ha sido el gran capital brasileño el que hizo languidecer
Modesto Guerrero
Venezolano, periodista y escritor. Diputado nacional, 1983. Premio Nacional de
Literatura Mención Crónica 2012 por Reportaje con la Muerte. Director de adn.info
L
os gobiernos progresistas, de centroizquierda, populistas o de carácter “nacional y
popular” son parte de las variadas experiencias o aproximaciones que los despo-
seídos se dan a sí mismos para buscar una salida, a veces desesperada y sin des-
tino, del despojo social en que son convertidos por el insoportable sistema del capital.
Sus formas institucionales, orígenes y expresiones de liderazgo pueden variar; lo
que no cambia es esa matriz histórica de la que surgen todos: síntomas de la descom-
posición de la civilización burguesa en su fase imperialista, tan globalizada como
depredadora. Depredación de la vida de los oprimidos que ya no se limita a los asa-
lariados más pobres, sino que también alcanza a capas enteras de las “clases medias”,
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Para completar una tarea emancipadora se requieren gobiernos con programas ra-
dicales en correspondencia con la cerrada radicalidad de los programas neoliberales.
Este estudio sobre los resultados de las experiencias gubernamentales progresistas
de América Latina, que algunos autores definen como “fin de ciclo”, no se basa en
que consideremos a esa experiencia política como la opción que permite la emanci-
pación nacional y la superación del modo social basado en la dominación de clases
para solucionar los problemas sociales y evitar los desastres humanos del capitalismo.
Las entendemos como experiencias progresivas de los pueblos trabajadores, en algu-
nos casos heroicas experiencias sociales, como las de Venezuela, Ecuador y Bolivia, que
buscan una salida desesperada a sus terribles situaciones de miseria, opresión y explota-
ción y para ello acuden a lo que encuentran en el camino de sus existencias y luchas. No
siempre encuentran la mejor opción. Pero nadie escoge el terreno de la lucha.
Este trabajo está basado en el análisis de las propias políticas públicas de esos
gobiernos pero sin separarlos de la dinámica de sus procesos sociales, sin separarlos
de las condiciones internacionales que impone el sistema imperialista, que son las
determinaciones básicas de las conductas de los gobiernos y dirigentes progresistas.
No los sometemos a pruebas que no correspondan a sus propios propósitos y per-
files de gobierno. Hemos evaluado los resultados sobre la base de lo que han hecho o
dejado de hacer dentro de sus propios programas, en el tiempo en que gobernaron,
como en Argentina (12 años), o el transcurso de lo que desarrollan en su actual decli-
nación en Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Partimos de la tesis de que no estamos ante una derrota general o un “ciclo ce-
rrado”, como prefieren los amantes del mecanicismo y las determinaciones econo-
micistas. Hasta ahora se limitan a derrotas de tipo electoral en un país, Argentina,
el retroceso parcial del voto favorable al chavismo en Venezuela y a Evo Morales en
Bolivia, mientras que en Brasil se observa la complejidad de un desastre político del
tamaño de su geografía continental.
Pero en ambas experiencias de derrota, Argentina y Brasil, la resistencia social a
los nuevos gobiernos supera a la capacidad de éstos para estabilizar sus nuevos regí-
menes políticos. En Argentina, las luchas sindicales suman más de 80 paros entre
las elecciones venezolanas fueron legislativas, el referéndum boliviano fue una con-
sulta para reformar la Constitución”, http://adnagencia.info/latinoamerica/item/5339-
la-derecha-piensa-que-el-populismo-sigue-fuerte-en-am%C3%A9rica-latina.html.
Un análisis riguroso del retroceso nos impone estudiar el conjunto de los factores
en curso, pero en su dinámica, no como una suma estadística de casos o de cosas, y
dentro de ese conjunto identificar cuál es el factor o elemento que sintetiza al resto y
cuál es la combinación que puede facilitar al progresismo mantenerse, reconstituirse
y volver a avanzar por sobre las derrotas “tácticas”, o lo contrario: seguir retrocedien-
do hasta su derrota completa.
En este punto es clave lo que hagan y dejen de hacer los gobiernos y los movimien-
tos, allí donde quedan movimientos sociales activos que no hayan sido esclerotizados
por el clientelismo estatal. Pero la prueba no será lo que prometan hacer tras alguna
derrota parcial, sino la capacidad que tengan para comprender que no existe otra for-
ma de salvar el proceso en su conjunto y evitar una derrota final, que no sea llevarlo
hasta el final, completando las tareas económicas, sociales y político-culturales que
se dejaron en el camino o fueron pervertidas por la burocratización concentrada del
poder, las alianzas de clase equivocadas y la corrupción clientelar.
Avanzar o retroceder
proceso vivo es esperar la dinámica de los acontecimientos, las presiones externas, las
contradicciones en el partido gobernante y la presión de los de abajo, una confluencia
de factores que no ha dicho todo lo que puede en ninguno de los casos.
Los gobiernos progresistas se entusiasmaron con tantas victorias electorales jun-
tas en tan poco tiempo, algo inédito en la historia electoral del hemisferio, que se
habituaron a confiar en victorias sin peligro. De esa manera se acostumbraron y
adaptaron al poder por el poder mismo en su lógica e instrumentos y terminaron
mimetizándose con ambas cosas, convirtiéndose en víctimas propiciatorias de sus
propias debilidades y derrotas.
Este fenómeno ha sido tratado por diversos autores del siglo XX, un tratamiento
iniciado en 1928 bajo un título por demás sugestivo: Los peligros profesionales del
poder. El autor fue uno de los más brillantes dirigentes de la Revolución Rusa, Chris-
tian Rakovski, preso en una mazmorra del régimen de Stalin, donde escribió aquel
pequeño texto precursor. Antes de él, Rosa Luxemburgo, el propio Lenin y León
Trotsky habían hecho aportes parciales al tema, pero fue Rakovski quien llegó más
lejos en el concepto, como lo aceptó su amigo, Trotsky, ya expulsado en Turquía.
Rakovski escribe:
Al mismo tiempo que los gobiernos progresistas quedaron atrapados de los Peli-
gros profesionales del poder, tampoco tuvieron una visión sistémica y científica del me-
canismo capitalista de los precios en el mercado mundial. Olvidaron la condición de
países oprimidos frente a monopolios marcadores y controladores de la tecnología y la
productividad global, dando por permanente lo que es, por su naturaleza, transitorio
y pasajero. Creyeron que el gracioso incremento de precios en las materias primas y
los altos superávits primarios acumulados por sus gobiernos serían estables.
Esa idealización frente al espejo de un sistema de precios que no manejaban, los
indujo a una suma de errores políticos, basados en una concepción equivocada de la
política, el poder, la sociedad y el mundo. Creyeron que podían engañar al sistema
mundial de poder construido en trecientos años por el sistema del capital y, lo peor,
supusieron que eran capaces de esquivar la lógica de clases de la sociedad capitalista
y sus múltiples expresiones de disputa. En vez de aprovechar el buen momento (de
precios y superávits comerciales) para construir plataformas de emancipación inte-
grados, escogieron el camino más fácil y terminaron con los finales más difíciles. Así
se abrieron los proceso de derrotas que eran evitables. Pensaron que podían evadir
la férrea lógica del capital con algunos cambios, mayores o menores, pero no eman-
cipatorios, o sea no revolucionarios en sus Estados y sus economías, en la conciencia
social de los más oprimidos y sectores de clase media. Olvidaron que el sistema del
capital tiene raíces y actúa a largo plazo en forma sistémica sobre los oprimidos, los
explotados y las naciones.
Si el cambio social, como el comenzado por los gobiernos progresistas desde 1999,
no es capaz de profundizar sus reformas iniciales con un desarraigamiento de los
mecanismos del capital en los centros medulares de la economía, el sistema poder y
lo que tiene la gente trabajadora en su cabeza como acumulación de creencias, muy
poco podrán hacer esos gobiernos contra un sistema que no juega al gato y al ratón
cuando tiene el mando de una nación.
En el abordaje de la declinación de los gobiernos llamados progresistas se pueden
verificar dos tipo de causas, unas de carácter exógeno, otras, endógeno. La combina-
ción de ambas ha resultado fatal para un proceso regional de autonomización vivido
en varios países.
Nunca en 200 años de historia republicana de nuestro continente, se combina-
ron tantos factores favorables para la emancipación nacional y social. Cuando Esta-
dos Unidos aún seguía atrapado entre su déficit energético estructural, los estertores
Habría que agregarle a esta relación el dolor de cabeza geopolítico que le produje-
ron al imperialismo las “revoluciones árabes”, que, aunque hayan sido todas devueltas
y derrotadas, asaltaron el sueño del Departamento de Estado y las cancillerías de
Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Esa combinación de factores positivos generó una relación de fuerzas de los países
progresistas con Estados Unidos y Europa, que fue creciendo a favor de procesos libe-
radores o de emancipación. Pero una relación de fuerzas por muy favorable que sea, no
basta por si sola para alcanzar los objetivos emancipatorios de los pueblos oprimidos.
Ella sólo constituye la primera condición, el resto lo deciden los programas, proyec-
tos, tipos de gobierno y regímenes, las alianzas de clase para ello, el cambio en la
cultura política instalada en la cabeza de las clases trabajadoras y la capacidad política
de las direcciones de los procesos.
Los gobiernos progresistas cometieron dos errores de estrategia, cuya causa está en
la concepción predominante en sus principales dirigentes. El primero es haber apos-
tado a un tiempo largo de precios altos en las materias primas, olvidando una lección
de la historia del sistema del capital. Desde el siglo XVIII, cada vez que la economía
internacional se alteró por sus propios desequilibrios y contradicciones y produjo alza
temporales en los precios relativos de las materias primas, afectando la tasa comercial
de las potencias, los capitalistas se las arreglaron para bajarlos mediante un manual
de maniobras que incluyeron guerras, chantajes, extorsiones comerciales, bloqueos,
amenazas, acuerdos secretos con algún sector contra otros, o con gobiernos contra
los comerciantes.
Eso fue visibilizado por Marx y otros investigadores de la economía mundial.
El historiador económico francés Maurice Niveau relata en su obra Historia de los
hechos económicos contemporáneos este aspecto oculto de la vida de las naciones. En el
capítulo primero del libro, el autor dedica 40 páginas a historiar los ciclos largos de
alza y de baja de los precios en relación con la producción internacional, registrando
el uso que hicieron Inglaterra, Estados Unidos, Francia y, luego, Alemania de los re-
cursos del mismo ciclo, todos basados en la desigualdad estructural de las economías
nacionales, para convertir en beneficio los “buenos” y los “malos” momentos de la
economía mundial. (Niveau, Maurice, Historia de los hechos económicos contemporá-
neos, Capítulo Primero, pp. 126 a 142, editado por Ariel Económica, pp. 129 a 142,
Barcelona 1983).
El segundo error fue (y sigue siendo) limitar sus proyectos nacionales al desarrollo
de una economía primaria, multiplicada o no, pero basada en productos primarios,
y como advierte el investigador Claudio Katz en su trabajo Desenlaces del ciclo pro-
gresista, un escrito sistémico sobre el tema, “El resultado ha sido un aumento de la
primarización sudamericana” (Katz, C., CONICET, Buenos Aires 2016).
La privilegiada relación con una potencia global como China no supo aprovechar-
se al servicio de una estrategia regional de desarrollo. Sin embargo, América Latina
estaba (y sigue estando) mejor preparada que las sociedades africanas para aprovechar
esa posibilidad.
del trabajo, por un lado, y para insertar a nuestros países de una manera
segura en el sistema mundial de Estados?
control de una parte de la cosa pública, como recomendó Itzvan Mészáros al gobier-
no en sus escritos y conversaciones.
Hacer eso implicaba modificar el concepto dominante de una burocracia política
concentrada y clientelizada por el opuesto, esto es, el de transformar a los trabajado-
res en sujetos de su propio Estado. La otra fuente de derroche social es la corrupción
convertida en mecanismo sistémico funcional de la administración, una de las formas
perversas de acumulación originaria de capital, junto con el saqueo, la explotación, la
evasión impositiva en “paraísos fiscales” y el despojo de bienes y saberes.
Brasil aporta un caso ilustrativo de relación directa entre modelo económico
aplicado, socio estratégico elegido para gobernar (sujeto social histórico) y efecto en
clientelismo y corruptela dentro del gobierno.
El escándalo de la detención de Lula Da Silva para llevarlo amarrado a una comi-
saría a declarar, significa una persecución política, facilitado por el colapso institucio-
nal del gobierno de Dilma Rousseff. Esa vejación despreciable no impide comprender
que debajo de ese abuso policial contra el líder del PT bulle un sistema de corrupción
entre empresarios, por un lado, y políticos progresistas, por el otro.
En Brasil, ese derroche no se cuantificó en un crecimiento exponencial del trabajo
de la burocracia porque fue disimulado mediante la tercerización laboral, una de las
formas privilegiadas de reducir el salario frente al capital durante los gobiernos de
Lula y Dilma. Casi en un 40% aumentaron los recursos por parte del gobierno para
contratar al personal mediante honorarios (destruyendo el salario y la organización
sindical) en el sector público. Más aún, el proyecto de presupuesto para el año 2016
plantea que los recursos destinados a contratar personal por honorarios aumentan en
39,1% en comparación con 2015. Esto es casi nueve veces el incremento total del
gasto público, de 4,4% respecto de este año. Con esto, el gasto autorizado máximo en
honorarios superará por primera vez los $300.000 millones. Los mayores incremen-
tos porcentuales en trabajadores contratados por honorarios entre 2013 y 2016 esta-
rán en los ministerios de Defensa (407%), Segpres (188%) y Energía (82%). (http://
www.emol.com/noticias/Nacional/2015/10/12/754014/Gobierno-aumenta-casi-40-los-
recursos-para-contratar-personal-a-honorarios-en-2016.html))
El investigador brasileño Ricardo Antunes registra semejante perversión de esta
manera: “Un ejemplo de nuestros días es la crisis de Petrobras, cuya corrupción no
fue creada por los trabajadores, sino que deriva de una simbiosis nefasta entre el
gran empresariado y algunos sectores de la alta burocracia estatal que aceptaron ser
corrompidos. O sea, los trabajadores están fuera de eso, sin embargo el resultado es
la dimisión de en torno de 200 mil trabajadores y trabajadoras tercerizados, que esta-
ban en empresas tercerizadas que prestaban contratos para trabajar en los canteros de
las obras de Petrobras.” (http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-17/entrevista-
ricardo-antunes-el-trabajo-que-estructura-al-capital-desestructura-la-)
En Ecuador, según el Ministerio de Finanzas, el total de dignatarios, autoridades,
funcionarios, servidores y trabajadores del sector público se ubica hoy en 454.034
activos contra 356.120 empleados que había en el año 2006, o sea, casi 100.000 fun-
cionarios más en cuatro años. Pero a diferencia de Venezuela, en Ecuador no hubo
Misiones o entidades militantes similares. Los cambios progresistas fueron realizados
desde las instituciones tradicionales. Los $ 6.400 millones que se gastarían en sueldos
de todo el sector público representan el 102% más de lo pagado por ese rubro en
2006, que fue de $3.162 millones. No es tan escandaloso como en Venezuela, tenien-
do en cuenta la necesidad funcional del Estado para atender tareas y programas so-
ciales en montañas y valles alejados, pero habla de un proyecto que decidió apoyarse
más en la burocracia estatal que en los movimientos sociales para realizar los cambios
progresivos que se hicieron. Además de la cantidad de funcionarios que se agregan
al aparato, buena parte de los cuales se convertirán en derroche social acumulado, lo
más importante es que el gobierno de Correa no tuvo la estrategia de empoderar a
los movimientos, dándoles la capacidad de gestionar y aprender a gobernar a partir
de sus movimientos.
Datos aportados por un economista boliviano afecto al gobierno de Evo Morales,
F. Xavier Iturralde, permiten confirmar que el Estado Plurinacional basado en los
movimientos sociales padece del mismo cáncer de arribismo clientelar que el resto
de los gobiernos progresistas. Iturralde contabilizó alrededor de medio millón de
funcionarios públicos en 2015, contra 350.000 en 2011 y 255.928 en 2005. Este cre-
cimiento hasta el doble no corresponde al crecimiento de la población. Aunque una
parte importante, alrededor del 70% de esos funcionarios, son servidores útiles en la
salud, la educación y otros servicios públicos, el resto debe evaluarse como derroche
de capacidad de transformación social.
Basados en informes publicados en el portal www.elauditor.info de la Asociación
de Personal de Organismos de Control (APOC) ‒el sindicato de auditores‒, sobre
la base de los datos oficiales de la Oficina Nacional de Presupuesto del Ministerio
de Economía se puede apreciar el mismo problema en Argentina. Allí solo varía la
TOTAL AÑOS EN EL
PAÍS MANDATOS PERÍODO
PODER
Red de tendido
eléctrico Guri Venezuela Proyecto completado.
Costo El tendido de la red recorre 680 km entre
2005
(Venezuela) a con Brasil total: 2.500 millones. el sur de Venezuela y la ciudad de Manaos.
Manaos (Brasil)
Carretera Venezuela con A media construcción.
Cos- Fue dado a privados mediante IIRSA. En
Venezuela a Geor- República Fede- 2006-2009 to total: 300 millones 2015 la derecha ganó en Guyana, se daña-
getown (Guyana) rativa de Guyana con 800 mil dólares ron las relaciones y se paralizó la carretera.
Fuentes: Cancillería República Bolivariana de Venezuela, Economía Internacional. ALBA, página web. UNASUR, página web. Presidencia
Miraflores, página web.
Con la coope-
Empresa binacio- Funciona con éxito en
rativa Pauny, 2008
nal de tractores los llanos venezolanos
de Argentina
Argentina, Brasil,
Bolivia, Ecuador,
Brasil lo impidió con el BNDES y el criterio
Banco del Sur Paraguay, Uru- 2007 Frustrado
de un voto según tamaño del PBI
guay, Venezuela,
Chile y Perú
Fuentes: Cancillería República Bolivariana de Venezuela, Economía Internacional. ALBA, página web. UNASUR, página web. Presidencia
Miraflores, página web.
Reflexiones introductorias
Ponemos sobre la mesa algunos aspectos que considero indispensables para una
caracterización sociopolítica de la época que vivimos en América Latina; un periodo
de transición histórica que algunos consideran de “cierre de ciclo de la izquierda
en América Latina”. Este trabajo se centra en resaltar algunos rasgos de la unidad
económica y política en la región, que se aprecian como elementos comunes tanto
al interior de los llamados gobiernos progresistas como en los Estados, en los que el
neoliberalismo no ha dejado de profundizarse como política económica ni de mostrar
sus tendencias más agresivas y depredadoras. La intensión política central de este
ejercicio es identificar las nuevas condiciones compartidas que las prácticas políticas
de izquierda enfrentan en América Latina y que muy probablemente lo seguirán ha-
ciendo en el futuro inmediato.
* Este escrito fue realizado en el marco del Proyecto PAPIIT (IN301115) Geopolítica y
discurso crítico. Se agradece el apoyo prestado por la Dirección General de Asuntos
de Personal Académico de la UNAM. 45
46
Esta primera tesis parte de la evaluación inicial de que los proyectos de los gobier-
nos progresistas en América Latina son ‒y en algunos casos fueron‒ estructuralmente
frágiles en lo económico y político.
En el ámbito económico no podemos olvidar que pervive una herencia colonial
de 500 años, la vigencia de un capitalismo dependiente exportador desde hace 200
años y, sobre todo, su especificidad en el actual orden económico mundial neoliberal.
Por lo que estas condiciones, que provienen de las distintas temporalidades y escalas
espaciales en las que opera el propio capitalismo, constituyen el escenario económico
que enfrentan los esfuerzos por transformar el orden económico interno y la puesta
en marcha de los proyectos de acumulación de cada gobierno progresista. En este
plano, se trata de reconocer que el patrón de acumulación de una economía nacio-
nal no se cambia sólo por la voluntad del movimiento popular o de los gobiernos y
que tampoco se trata de un proceso interno que implique una ruptura total con el
exterior y con su pasado, sino que se trata de proyectos que enfrentan y buscan trans-
formar órdenes económicos extractivistas y rentistas, de escaso o nulo desarrollo de
capacidades técnicas nacionales y con mercados internos desligados de la producción
nacional. En eso radica lo que desde mi perspectiva es la fragilidad económica de los
esfuerzos progresistas. No por el proyecto progresista en sí, sino por complejidad de
enfrentar la reconfiguración de un orden económico tan profundo como el capitalis-
ta dependiente. Por supuesto, éste es un rasgo que las economías progresistas tienen
en común con las economías neoliberales.
En segundo lugar, la fragilidad política que resulta de un tipo de alianzas políticas
que no se fundamentan en la democratización del gobierno y, menos aún, en la defi-
nición del proyecto de nación. Esta fragilidad de los Estados progresistas se definió,
aún sin tener las mismas determinaciones externas de aquella dimensión económica
y sin importar si existieron esfuerzos reales por revertir los órdenes antidemocráticos,
por no haber instaurado un grado de democratización suficiente para que los gobier-
nos se legitimaran en sí mismos como proyectos populares. La fragilidad de estos
proyectos políticos surge por la falta de democratización profunda de los gobiernos
La segunda tesis implica pensar la tesis anterior pasándola por el tamiz de las crisis
económicas y, sobre todo, de su comportamiento tendencial y repetitivo en periodos
de expansión y contracción del capital. Aquí quiero subrayar que me refiero puntual-
mente a la crisis económica capitalista que genera la tendencia general a la caída de
la tasa de ganancia como comportamiento histórico del capital, que hasta ahora se
ha acompañado de una incesante intervención política de las clases dominantes para
reactivar los ciclos de acumulación de capital.
Para hablar de crisis económica del capitalismo me gustaría exponer algunas ad-
vertencias que nos ayuden a colocarla como una determinante del movimiento siem-
pre abierto de la historia y, como tal, que nos prevengan de sus lecturas mecanicistas y
fatalismos que invitan a la inmovilidad política. En primer lugar, la crisis económica
no es un accidente del orden económico capitalista que provenga del exterior, sino
uno de sus rasgos contradictorios constitutivos, por lo que serán inevitables mientras
el capitalismo perviva. En segundo lugar, ésta puede estallar en múltiples formas e
intensidades, por lo que también son muy diversas sus manifestaciones sociopolíticas
en combinación con los procesos particulares de cada economía nacional. En tercer
lugar, las crisis económicas no imprimen determinaciones mecánicas en la historia,
sino que se trata de condiciones del comportamiento estructural de la producción ca-
pitalista de la riqueza, que hasta ahora ha sido repetitivo por la incesante intervención
política de las clases dominantes a partir de estrategias tecnológicas, productivas,
mercantiles y financieras de diversa índole, para reactivar los ciclos de acumulación
de capital. Por lo que, en cuarto lugar, conviene establecer que el comportamiento
“cíclico” de la crisis en periodos de expansión y de contracción del capital, que la tra-
dición marxista ha explicado con mucha claridad, no refiere a un comportamiento
mecánico ni exclusivamente económico independiente de lo político o, como dijimos
arriba, que invite a la inacción política por reconocer ciclicidad en el comportamiento
histórico de la crisis, sino a la unidad económico-política de la crisis que amalgama
el comportamiento tendencial a la disminución de la acumulación del capital y la in-
tervención política de las clases dominantes. Finalmente, conviene insistir de manera
sintética que el horizonte político es constitutivo del comportamiento de las crisis
económicas capitalistas: se trata de prácticas políticas de intervención sistemática
sobre el comportamiento tendencial de la economía, que hasta ahora han alcanzado
para sostener la acumulación de capital por más de dos siglos, si tomamos como ini-
cio la emergencia del capitalismo industrial.
Me parece necesaria esta aclaración porque no es ningún azar que justamente los
momentos de la crisis hayan enmarcado la emergencia de las propuestas de izquier-
da de los gobiernos progresistas en América Latina y que sea la crisis actual la que
nuevamente enmarca el término de algunos de estos procesos y las dificultades que
enfrentan los que se mantienen. Y es que pensamos que los periodos de expansión y
contracción del capital no sólo plantean retos a las clases dominantes para continuar
la acumulación de capital, sino que también establecen concisiones diferenciadas de
posibilidad para mantener o vigorizar la fuerza popular y su unidad política, así
como para establecer una alianza popular que dispute el ejercicio del gobierno. Dicho
de manera sintética, en términos políticos, las crisis ponen momentos de bonanza
económica que hacen posible un conjunto de alianzas políticas entre gobiernos, clases
populares e incluso clases dominantes fundadas en la redistribución de la riqueza,
pero también impone momentos de austeridad de los que emerge el reto político de
fundamentar las alianzas desde otros lugares.
La pertinencia de mantener la crisis económica como marco de análisis para expli-
car la emergencia y el debilitamiento de los gobiernos progresistas en América Latina
no es para sentenciar algún mecanicismo histórico o fatalismos políticos, sino para
reconocer algunas de las trasformaciones del campo de batalla en el que se dirime la
lucha de clases en esta región. Cambios que históricamente se registraron hace muy
poco tiempo, apenas en el tránsito de la década pasada a la presente.
En ese sentido, quisiera dar una primera respuesta a la pregunta respecto a si efec-
tivamente nos encontramos frente al cierre del giro a la izquierda en América Latina.
La respuesta en este primer plano expuesto es que efectivamente se ha cerrado la eta-
pa de expansión del capital que posibilitó el tipo de alianzas políticasque permitieron
la llegada de gobiernos progresistas en América Latina. Un tipo de alianza política
sustentada en la bonanza económica.
El reto de los gobiernos progresistas que aún se mantienen es renovar sus alianzas
con los sectores populares en un contexto en el que la bonanza económica ha que-
dado atrás y la austeridad pasa a ser una constante común. Por lo que parece que el
nuevo escenario de la lucha de clases empuja a los gobiernos progresistas a renovar las
alianzas desde lugares distintos a la promesa de consumo.
Si está tesis es correcta, pensamos que un tercer momento de aproximación a la
pregunta sobre el fin de ciclo de la izquierda implicaría reconocer que efectivamente
nos hallamos en un periodo de transición que se encuentra en el parteaguas de una
época que se caracterizó por la estabilidad de una alianza política entre gobiernos y
sectores populares fundada en el consumo y otra que de continuar esta alianza ten-
dría que sostenerse desde otro lugar.
Tesis seis. De ninguna manera nos encontramos ante el fin de la fuerza popular
La tesis seis refiere a que de ninguna manera los periodos de contracción de ca-
pital, la falta de democratización política de las experiencias progresistas o el fin de
algunos de sus gobiernos implica el fin de la izquierda y la fuerza popular. Ésta es la
última aproximación a la pregunta que nos convoca en seminario sobre el cierre del
giro a la izquierda en América Latina.
El cambio de época que vivimos en América Latina no se caracteriza por la dismi-
nución de la fuerza social organizada ni del poder popular, sino por su reconfigura-
ción y en algunos casos revitalización. Al contrario de la ideología que decreta el fin
de la historia y la inmovilidad política con el fortalecimiento del neoliberalismo en
América Latina, la profundización de estas reformas económicas de libre mercado no
ha hecho otra cosa que incrementar el malestar y la indignación sociales conforme se
profundizan las desigualdades y las injusticias sociales en nuestros pueblos. Esto es
visible sobre todo en los Estados en los que el neoliberalismo no ha dejado de profun-
dizarse, pero también donde han resurgido gobiernos de neoliberales, apenas recién
instaladas las reformas. Por lo que no es casual que de manera paralela haya emergido
también un sinnúmero de procesos de organización social que hoy día se encuentran
conformidad y malestar popular con los gobiernos progresistas. Este último aspecto
nos pone frente a un reto crucial para la izquierda en el presente: la falta de democra-
tización no es un problema que enfrenten sólo las clases políticas progresistas, sino
los propios movimientos sociales y del poder popular. Pienso que la disputa por la
democratización no es un momento que sólo competa a los gobiernos y se resuelva
simplemente como una política de gobierno, porque, además, es necesario mantener
esa lucha al interior de las formas vigentes de organización política del mismo poder
popular.
Desde esta perspectiva creemos que el principal reto que enfrenta la izquierda para
el futuro inmediato y de largo plazo es superar su falta de democratización interna.
En lo inmediato, para restaurar o construir el horizonte político de articulación de
una fuerza popular común que le permita disputar el gobierno como medio de conso-
lidación nacional de su poder político en franco periodo de austeridad económica y,
en el largo plazo, para prepararse ante la inevitable vuelta de las contracciones econó-
micas futuras y las dificultades que acarrearán para mantener las alianzas populares.
(Castoriadis, 1997)
¿Cierre de ciclo?
E
l mapa político de América Latina se ha modificado. Después de diez y seis
años del período de gobiernos “progresistas”, iniciado con el triunfo electoral
de Hugo Chávez en Venezuela, hay signos de agotamiento. Al mismo tiempo
hay una recomposición del bloque alineado, con el triunfo de Macri en Argentina,
el triunfo de la oposición que logra la mayoría en el Parlamento de Venezuela y el
impeachment a Dilma en Brasil. Se ha “posicionado de nuevo al paradigma del libre
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58
comercio. (…) La Alianza del Pacífico empieza a ganar adeptos. Diversos países están
participando en las negociaciones del TISA. (…) México, Perú y Chile participan
en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP)” (Latindadd, 2016).
Los Acuerdos Estados Unidos-Cuba y las negociaciones Gobierno-FARC en Co-
lombia, modifican en América las últimas fronteras heredadas de la Guerra Fría.
Aunque una y otra vez regresan los fantasmas del conflicto no resuelto. El bloqueo
y la ocupación de Guantánamo continúan, mientras se abre en Cuba el debate sobre
los efectos de la apertura al mercado global y los límites del socialismo realizado. La
derrota del plebiscito en Colombia vuelve a abrir las preguntas sobre los caminos y
las estrategias de la paz.
La pregunta versa sobre la naturaleza de los cambios impulsados en este período
por los gobiernos “progresistas”; ¿se trata de cambios cíclicos? ¿O hay gérmenes de
cambios estructurales? Aún más, la pregunta versa sobre la posibilidad misma del
cambio del sistema.
En este texto el análisis se centra en los procesos de la Revolución Bolivariana en
Venezuela y de la Revolución Ciudadana en Ecuador.
En las ciencias sociales hay un debate clásico entre los dos principales representan-
tes contemporáneos de la sociología alemana, Jürgen Habermas y Niklas Luhmann.
Ambos advierten un fenómeno común, “la crisis de la Ilustración y de sus catego-
rías racionalistas así como el inacabamiento del proyecto ilustrado”, pero divergen en
la respuesta. “El empeño de Habermas es reivindicar las exigencias de la vida frente al
sistema: el de Luhmann, en cambio, es registrar el efectivo progreso de ese sistema en
el mundo actual, y el consiguiente retroceso de la dimensión vital”. La salida a la cri-
sis en Habermas “reclama una ampliación del paradigma, una superación de su uni-
lateralidad. Se trata de acoger lo que la razón científica ha excluido: el mundo vital.
Para Luhmann, en cambio, ese mundo vital, efectivamente excluido por la técnica,
no puede ser acogido en ella. Pues la única manera de acoger la complejidad vital es
situarse en un nuevo nivel de racionalidad, lo cual supone un progresivo alejamiento
de aquello que Habermas quiere recuperar”. Habermas propone una utopía, Luhman
describe el fenómeno y su proyección (Suhrkamp, 1971).
En el centro está el debate sobre la posibilidad del cambio. Para Luhmann ésta se
agota en la reproducción autopoiética del sistema. Habermas da un paso en el retorno
del mundo de la vida en los momentos de crisis del sistema, pero termina en la incor-
poración mediante la ampliación del juego sistémico. De un lado, el aprendizaje ante
la complejidad y, de otro, la posibilidad de la reforma para ampliar el juego sistémico.
En la historia del pensamiento crítico hay un debate clásico entre Rosa Luxem-
burgo y Eduardo Bernstein. Ambos parten de la necesidad del cambio y pasan a la
disyuntiva ¿reforma o revolución? Las respuestas son divergentes, aunque la discre-
pancia empieza en el objeto de partida: Rosa se refiere al capitalismo como sistema
mundial, “muestra el último florecimiento del capitalismo (...) los caracteres de una
siniestra danza de la muerte, una marcha de Edipo hacia el destino final inevitable”
(Lukács). Bernstein se refiere al capitalismo nacional.
La tesis central de Bernstein es que el capitalismo es reformable a través de las
instituciones del capitalismo y del parlamentarismo. “Para él, el desarrollo monopo-
lístico del capital, con la aparición de los trusts y los cárteles, supone la superación de
la anarquía de la producción capitalista, de la misma forma que las sociedades por
acciones facilitaban la democratización del capital. De esta manera, el socialismo
perdía su justificación científica, pues si el propio capital era capaz de superar sus
contradicciones y garantizar el equilibrio en la producción, no había necesidad de
luchar por una subversión del orden capitalista.” Produce una fractura entre reforma
y revolución, bajo el axioma de que “el objetivo último, sea cual sea, no es nada; el
movimiento lo es todo” (Luxemburgo, 2008, pp. 15 y 23).
Rosa Luxemburgo responde: “Para la socialdemocracia, existe un vínculo indi-
soluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio,
mientras que la lucha por la revolución social es el fin”.
El realismo señala que “ahora” no hay condiciones para plantearse el objetivo del
socialismo: estamos en la etapa “democrática”, el tiempo de las reformas, crear con-
diciones para el paso mañana hacia el socialismo. Hay un juego sobre el tiempo: al
producir una fractura en “etapas” en realidad lo que se produce es una continuidad
evolutiva, un tiempo homogéneo, el paradigma del progreso bajo ropaje “revolucio-
nario”. “La idea de un progreso del género humano en la historia es inseparable de
la representación de su movimiento como un avanzar por un tiempo homogéneo y
vacío” (Benjamin, 1942, 2005). La ruptura se condensa en la designación del sujeto
del cambio.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
60
El problema
El punto de partida es volver a plantear las preguntas más allá del marco nacional,
en referencia a la reproducción ampliada del capital. O, en términos de Cueva, ubicar
el proceso de cada país en la cadena imperialista (Cueva, 2012). Esto implica formular
la pregunta no sólo en el campo de postneoliberalismo, sino del postcapitalismo. Y, en
segundo lugar, analizar los procesos “progresistas” como la lucha por la hegemonía, por
el poder en la sociedad política y en la sociedad civil, y no como un tema que reproduce
el viejo debate sobre las formas de lucha como el aspecto central de las estrategias. Y
entonces el debate retorna a la vieja pregunta sobre reforma o revolución, al debate sobre
las “dos estrategias de la socialdemocracia” (Lenin, 1973). Un debate entre las fuerzas
democráticas. No hay fórmulas: “las tareas políticas concretas deben plantearse en una
situación concreta. Todo es relativo, todo fluye, todo se modifica.”
Después de un estudio del tiempo largo del sistema-mundo capitalista, Fernando
Braudel llega a la conclusión de que “el capitalismo es de naturaleza coyuntural. Incluso
hoy en día, uno de sus grandes valores es su facilidad de adaptación y de reconversión.
(…)El capitalismo los conoce todos (los medios, procedimientos y astucias del dinero)
y, tanto ayer como hoy, su característica principal y su fuerza consisten en poder pasar
de un ardid a otro, de una manera de actuar a otra, en recargar diez veces sus baterías
según las circunstancias coyunturales y en seguir permaneciendo al mismo tiempo
suficientemente fiel y semejante a sí mismo (Braudel, 2002).
El capitalismo actúa “parasitariamente” respecto a los procesos diferentes que se
dan por abajo, la producción de bienes materiales y el funcionamiento del mercado en
que rige la competencia; y también respecto a las potencialidades de transformación
abiertas por la humanidad más allá de los juegos del sistema. Esta capacidad de absor-
ción parte de dos procesos metabólicos: el capitalismo se constituye en el locus en que
la economía se combina con la política, con el funcionamiento estructural del Estado,
deviene capitalismo de Estado; “el capitalismo nunca ha sido liberal, siempre ha sido
capitalismo de Estado” (Deleuze, 2005, p. 45). Y en el revolucionamiento periódico
de las fuerzas productivas, mientras en las relaciones sociales se produce una creciente
concentración de la riqueza: pasa por momentos progresivos y momentos de retroceso.
También en la política, el Estado capitalista tiene una alta capacidad de absor-
ción de las luchas que se emprenden desde abajo. En la historia, los derechos han
sido conquistados por las luchas de los excluidos. Chomsky señala que “el activismo
político organizado es el responsable del grado de democracia que tenemos hoy, del
sufragio universal de los adultos, de los derechos de la mujer, de los sindicatos, de
los derechos civiles y de las libertades de que disfrutamos” (Toledano, 2000). Pero
allí está la cuestión: las luchas que son emprendidas en contra del sistema, terminan
siendo absorbidas por la lógica del capital y convertidas en soporte de su ampliación
autopoiética, a menos que la resistencia se transforme de poder contrahegemónico en
poder constituyente.
“Una sociedad solo le teme a una cosa: al diluvio. No le teme al vacío. No le teme
a la penuria ni a la escasez. Sobre ella, sobre su cuerpo social, algo chorrea, y no se
sabe qué es, no está codificado y aparece como no codificable en relación a esa socie-
dad. Algo que chorrea y arrastra a esa sociedad a una especie de desterritorialización,
algo que derrite la tierra sobre la que se instala” (Deleuze, 2005, p. 20). Allí está la
cuestión, en su primer momento, el exceso no codificable; los puntos de ruptura.
En particular, en los procesos de América Latina, la pregunta se centra en la relación
entre poder constituyente y poder constituido, entre poder destituyente y poder institu-
yente. ¿Qué formas adoptó el paso de las luchas sociales de resistencia al neoliberalismo
a la construcción de imaginarios constituyentes, el paso del imaginario constituyente a
las asambleas constituyentes, a la representación instituyente, y el paso a los gobiernos?
Una pregunta angustiante se refiere a los límites de los procesos, de los actores, colec-
tivos e individuales, locales y regionales, sociales y políticos, en el momento del salto
antisistémico. La pregunta sobre el poder del capitalismo y sus sepultureros1.
1 Allí está el límite de la crítica de Borón a Modonesi, se centra en las formas de lucha,
la relación externa de sujetos y Estado, la oposición movimientos sociales-partidos
políticos (Borón & Klachko, 2016).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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Hegemonía global
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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Reforma o revolución
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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Desde una visión autocrítica, Gilberto Carvalho3, ante el derrumbe del régimen
de Dilma Rouseff, se pregunta: ¿El problema está en el programa o en las condicio-
nes? ¿En la genealogía o en el proceso?
Ante esta cuestión, las vías de la Revolución Bolivariana y de la Revolución Ciu-
dadana son diferenciadas. En 2005, Chávez plantea como horizonte “el socialismo
del siglo XXI” y el “Estado comunal”. Correa en diversas oportunidades aclara, el fin
no es cambiar el capitalismo, sino hacerlo mejor, modernizarlo.
La revolución bolivariana
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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La revolución ciudadana
legitimarla con las ofertas de futuro: el pasado se ha vuelto el lastre que hay que superar;
la nueva utopía no tiene raíz, se presenta como el inicio de un nuevo tiempo, la refun-
dación. No tiene que rendir cuentas al pasado, la novedad es el cambio.
En el discurso de la modernización el cambio se vuelve autopoiético; hay que
enfrentar todo rezago tradicional, las formas patrimoniales-oligárquicas y las formas
gremiales-corporativas. “La cuestión central se ha vuelto evidente en sí misma: ‘hay
dos tipos de compañías: las que cambian, y las que quiebran’. El cambio se ha vuelto
imperativo, y un fin en sí mismo que no necesita justificación ulterior” (Bauman,
2008, p. 53).
La genealogía de Alianza País parte de un doble vacío. Arriba son derrotados los
sucesivos intentos de salida a la crisis de hegemonía del viejo bloque financiero-ex-
portador, liderado por el Partido Social Cristiano, aunque persisten en forma larvada.
Primero, en 1992-1996, el intento de Sixto-Dahik, que representa un proyecto de
modernización aperturista radical de articulación al capital financiero mundial, sin
los bloqueos de los intereses oligárquicos sobre todo de las viejas castas exportadoras
y sobre la base de las concepciones del “Consenso de Washington”. En 1996-1997,
el intento del sector financiero-importador, representado por Abdalá Bucaram. Y el
intento de los sectores modernizadores de la Costa, diferenciados del dominio social-
cristiano, representados por Gustavo Noboa.
En los 90, la resistencia social al neoliberalismo abre un imaginario constituyente
y llega a su punto más alto en la insurrección indígena-militar del 21 de enero de
2000, como un intento de asumir el gobierno. La derrota fue el inicio de la crisis del
bloque social liderado por el movimiento indígena.
Este doble vacío abre condiciones para formas bonapartistas y populistas. El pri-
mer intento con Lucio Gutiérrez no cuaja por los límites de representación. La pre-
sencia de Rafael Correa en el cruce de relaciones con los grupos modernizadores de la
Costa y con los movimientos sociales, amplía el campo de representación.
El recorrido del ciclo del pacto burgués-oligárquico (Cueva, 1988) se reproduce
en un nivel superior. En una primera fase, Alianza País representa un proyecto de
modernización en alianza con propuestas de los movimientos sociales. Se expresa en
la realización de la Asamblea Constituyente.
El desenlace de esta fase es la Constitución de 2008, en que se superponen cuatro
Constituciones: en la parte dogmática predomina la visión del neoconstitucionalis-
mo-garantismo, se instituye el paso al Estado de derechos y justicia. La parte orgáni-
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Regímenes de período
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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relación con las luchas políticas, locales y globales, señala algunas luces. El sistema
llega a momentos de crisis en que se abren las puertas para la irrupción de salidas a
partir de las prácticas de los actores subalternos. Y allí se coloca la disyuntiva entre
dos estrategias: el realismo de lo posible, para moverse en la reforma progresiva y en-
contrarse con el muro de la reabsorción sistémica de la energía social, o la búsqueda
contrahegemónica de vincular la reforma al horizonte de la revolución, una política
de los gérmenes postcapitalistas y postpatriarcalistas.
Bibliografía
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Antonio Elías
Master en Economía, docente de la Universidad de la República, Uruguay; Director
del Instituto de Estudios Sindicales Universindo Rodríguez; integrante de la
Red de Economistas de Izquierda del Uruguay, Vicepresidente de la Sociedad
Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico. Es miembro de la Red
de Estudios de la Economía Mundial EDEM, de la Red de artistas e intelectuales
en Defensa de la Humanidad y del Grupo de Economía Mundial de CLACSO.
1.- ¿Cuáles son los principales cambios realizados por estos gobiernos?
L
a derrota electoral de los partidos políticos tradicionales no implicó una capi-
tulación ideológica de la ortodoxia económica y el pensamiento único. Por lo
contrario, el Frente Amplio (FA) desdibujó su programa histórico de cambios
en el marco de una estrategia “realista” que incluyó una amplia política de alianzas
para captar el voto del centro político y la designación de un ministro de economía,
el Cr. Danilo Astori, que daba garantías al capital nacional y transnacional.
Bajo la egida de Astori se constituyó un equipo económico que rige la economía
del país hasta el día de hoy, el cual mantiene la iniciativa e impulsa los cambios
institucionales que favorecen la penetración transnacional, tiene el respaldo de los
partidos de centro y de derecha, de los medios de comunicación y de buena parte
de las cámaras empresariales. Para este equipo, dominante en los tres gobiernos, las
relaciones con los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial implican garantizar el predominio de las reglas del mercado en el marco de
una inserción capitalista subordinada.
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¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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sarios (antes IRIC, ahora IRAE) de 30% a 25%; eliminó en forma gradual el impues-
to al patrimonio y desgravó a las grandes inversiones, básicamente extranjeras, en
forma prácticamente indiscriminada, transformando al país en una gran zona franca.
La recaudación del IRPF no fue pagada por el capital, sino que fue una transferencia
de ingresos de los trabajadores con salarios altos y medianos hacia el Estado.
Como contrapartida del proceso de profundización del modelo ortodoxo, amiga-
ble para la inversión extranjera, los gobiernos del FA buscaron su legitimación a través
de una estrategia que combinó la contención de las situaciones de máxima pobreza
con políticas asistencialistas, y un conjunto de cambios institucionales y políticas que
favorecieron al movimiento sindical.
Desde este punto de vista consideramos que los gobiernos del Frente Amplio han
realizado una estrategia de profundización del capitalismo basada en una política asi-
métrica de conciliación de clases que brinda ciertos beneficios a los capitalistas y a los
trabajadores, a la vez que está acompañado de asistencialismo a los sectores más pobres.
El problema fundamental es que los beneficios legales recibidos por los trabaja-
dores, en base a su lucha, pueden ser reversibles por cualquier gobierno, en tanto se
pueden modificar o derogar leyes, decretos y resoluciones. Se trata de avances tan
importantes como la reimplantación de los Consejos de Salarios ‒ampliados a los tra-
bajadores rurales y a las empleadas domésticas‒; los fueros sindicales; la eliminación
del decreto que impedía las ocupaciones; la ley que garantiza los cobros de derechos
laborales cuando una empresa tercerizada no cumple; la ley de ocho horas al sector
rural, y las leyes de negociación colectiva pública y privada.
De la misma forma debe señalarse que en el caso de los trabajadores públicos se
han tomado medidas legales que precarizan el trabajo (desde los contratos de dere-
cho privado a una serie de medidas en el estatuto que degradan el Servicio Civil de
Carrera); penalizan las medidas gremiales (decreto 401, que sanciona duramente los
paros perlados y las medidas parciales); decretos de esencialidad que no se corres-
ponden con los acuerdos de la OIT, al tiempo que se ha incumplido con la Ley de
Negociación Colectiva.
En lo que tiene que ver con los trabajadores pasivos, el nuevo sistema mixto los
desprotege y empobrece a través de un sistema de ahorro individual que fue creado
para liberar parcialmente al Estado de sus responsabilidades sociales y económicas de
garantizar una pasividad digna. Las AFAP son organizaciones con fines de lucro, que
especulan con el dinero de los trabajadores y generan rentas vitalicias cuyo valor es
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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2.- ¿Cuáles son los principales impactos y tendencias de los cambios realizados
sobre la economía, la sociedad y el sistema político?
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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3.- ¿Cuáles fueron las dificultades y restricciones que tuvieron las fuerzas políticas
progresistas para aplicar políticas efectivamente alternativas al capitalismo?
Luego de la caída del Muro de Berlín y del colapso del socialismo real, sectores
importantes del Frente Amplio abandonaron la concepción de la lucha de clases. La
propuesta socialista fue sustituida por un discurso «izquierdista» que se declaraba
huérfano de proyecto, por lo que terminó, sin cuestionar el capitalismo, privilegiando
la conciliación de clases expresada en las políticas de Estado y en la alternancia de
partidos en el gobierno.
La lucha por una «democracia social y económica» que resumía y sintetizaba esta
perspectiva “izquierdista” respecto a una democracia política burguesa que se limi-
taba, en el mejor de los casos, a garantizar el derecho al voto, se transformó, para
muchos, en mejorar el nivel de vida de la población –sin redistribuir la riqueza acu-
mulada‒ a través de una profundización del modelo del capital.
La conquista del poder y una salida anticapitalista ‒que suponen una ruptura del
statu quo‒ quedaron de lado, no solo como práctica sociopolítico limitada por una
determinada correlación de fuerzas, sino como sustento ideológico del gobierno.
En los caminos de acceso al gobierno fueron cayendo y quedando de lado muchas
banderas del programa histórico, bajo el supuesto, nunca demostrado, de que no
eran convenientes para la acumulación electoral de fuerzas. Se asumía así el axioma
“politológico” de que las elecciones se ganan captando el centro del espectro político.
Las definiciones programáticas se fueron morigerando: primero, en forma ambi-
gua, para acercar a sectores moderados; luego, frontalmente para obtener el aval de
los señores del «mercado». Con ese objetivo se aceptaron cuatro principios: a) el man-
tenimiento y profundización de un orden constitucional y legal favorable al capital;
b) la «política» no debe interferir las decisiones libres del mercado; c) la primacía de
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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Hay que tener muy en cuenta que en este proceso de retroceso económico otros
países progresistas han tenido reveses importantes: triunfó Mauricio Macri en Ar-
gentina (22/11/2015); en Venezuela obtuvo mayorías parlamentarias la oposición
(06/12/2015) y obtuvo las firmas necesarias para cumplir con la primera etapa del
Referéndum revocatorio; en Bolivia fue derrotada la propuesta de reforma consti-
tucional para posibilitar la reelección de Evo Morales (21/02/2016); en Brasil, luego
de la aplicación forzada de los mecanismos constitucionales para destituir sin causas
legítimas a Dilma Rousseff, su partido sufre una fuerte derrota en las recientes elec-
ciones municipales (02/10/2016).
En cualquier caso, no puede ignorarse que las derrotas electorales, la ofensiva
del capital y las agresiones imperialistas han sido facilitadas, en mayor o menor
medida, por insuficiencias internas, tales como el burocratismo, la corrupción, la
lucha por el poder y, fundamentalmente, por profundas desviaciones ideológicas.
Tampoco puede desconocerse que no se ha logrado la transformación de la base
productiva y que aumentó la primarización, la extranjerización y la vulnerabilidad
de nuestras economías.
Todo este proceso se encuadra dentro de una ofensiva estratégica del capital ‒que
lleva décadas‒ por instaurar un modelo de acumulación que le permita aumentar la
decaída tasa de ganancia y trasladar los costos de las sucesivas crisis a los trabajadores
de los países periféricos. Para ello necesitan: a) reducir al mínimo las fronteras y las
regulaciones económicas a través de Tratados de Libre Comercio y de Protección de
Inversiones cada vez más invasivos y lesivos para la soberanía nacional; b) aplicar
políticas de ajuste para bajar los costos del Estado y de la mano de obra con políticas
restrictivas de diverso tipo.
Los límites del progresismo y de las condiciones para su desplazamiento quedaron
establecidos cuando se aceptaron las instituciones políticas y económicas del sistema
capitalista. La ofensiva actual para sustituirlos por fuerzas políticas totalmente some-
tidas a los designios del capital se explicaría, en gran medida, porque los gobiernos
progresistas tienen contradicciones internas importantes y no garantizan el cumpli-
miento de los objetivos económicos y geopolíticos de los Estados Unidos.
El acceso al gobierno, para los sectores de izquierda, era un camino que permitiría
acumular fuerzas para avanzar hacia un horizonte socialista. Lo cual no fue así, segu-
ramente, porque las clases dominantes mantuvieron el poder que deviene de la pro-
piedad de los medios de producción y de la hegemonía mundial del neoliberalismo.
4.- ¿Cuáles serían los cambios necesarios para crear condiciones para el
desarrollo de políticas y procesos tendientes a la creación de un nuevo orden
social productivo, inclusivo, democrático y de reafirmación de la soberanía e
independencia nacionales?
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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el asistencialismo seguirán siendo tan vulnerables como antes, es poco probable que
hubieran cambiado al carecer de formación, y sin oportunidades de trabajo generadas
por el desarrollo de matrices productivas incluyentes no hay una nueva inserción so-
cial. Hoy sólo superan la línea de indigencia o de pobreza por un subsidio económico
que en nada cambia lo esencial de sus vidas.
Un segundo desafío, es la política agresiva de los Estados Unidos que bajo la presi-
dencia del “democrático” Obama impulsó “golpes blandos”. Veamos varios ejemplos:
Honduras (la destitución de Zelaya); Paraguay (la destitución de Lugo); Brasil (la
destitución de Rousseff); la ofensiva desestabilizadora contra el gobierno de Venezue-
la y, en su momento, contra Bolivia y Ecuador.
Estados Unidos busca el control de América Latina a través de gobiernos total-
mente confiables y permeables a sus decisiones. Los gobiernos progresistas como el
FA ‒con sus contradicciones internas y sus discursos internacionalistas ambiguos‒ no
garantizan la estabilidad que requiere el capital transnacional ni los objetivos geopo-
líticos de los Estados Unidos.
Un límite fundamental puede ser el actual agotamiento del FA, una fuerza polí-
tica que se ha quedado sin programa de cambios para poder avanzar en un proceso
redistributivo, en una nueva matriz productiva, en una propuesta de organización
social que consolide su base popular. Para cambiar esta situación debería dar un giro
a la izquierda, asumiendo un nuevo programa que necesariamente lo llevaría a una
confrontación con el capital que se ha evitado de múltiple maneras.
En efecto, los gobiernos del FA se han caracterizado por una política de concilia-
ción de clases, que permitió mejorar los ingresos reales de los trabajadores, aunque en
términos relativos aumentaron más los ingresos del capital y se acrecentó la concen-
tración de la riqueza acumulada.
Con la agudización de la crisis el FA ha perdido posibilidades reales de mantener
esa política y, por ahora, hace caer la carga del ajuste estructural sobre los trabajadores
–pauta salarial nominal, reducción del gasto público social ya presupuestado y au-
mento del IRPF al factor trabajo– e impulsa una apertura total de la economía –TLC
de nueva generación con Chile (4/10/2016), propuesta de TLC a China, declaracio-
nes a favor de la integración a la Alianza del Pacífico y al Transpacífico–.
Probablemente, esto condene al FA a ser derrotado electoralmente porque las polí-
ticas que aplique golpearán directamente a su base social: los trabajadores, los pasivos
y aquellas familias que reciben asistencia económica del Estado para paliar la pobreza
y la indigencia.
La otra alternativa, más improbable, es asumir la crisis como una oportunidad
para realizar una política de defensa de la soberanía nacional y de los intereses de los
trabajadores –activos y pasivos, del campo y la ciudad– que haga pagar los costos de
la crisis a los grandes capitalistas.
Para cambiar esta situación es necesario un programa que no subordine el desa-
rrollo económico nacional a la inversión extranjera, que no favorezca los intereses del
capital y el libre mercado, que no pretenda compensar los efectos de la explotación
mediante políticas sociales focalizadas y asistencialistas. Por el contrario, debería pro-
ponerse el control nacional del proceso productivo y la reestructuración sectorial de
la economía para lograr una redistribución radical de la riqueza y de la renta, núcleo
fundamental de un modelo económico de izquierda.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
88
P
ara contestar esa pregunta es necesario aclarar de qué hablo al decir izquierda.
Para hacerlo tomo las reflexiones de Chasin (2000) y las de Vaisman y As-
sunção (2016). Las autoras nos recuerdan que derecha e izquierda designan,
en su sentido original, campos políticos de naturaleza divergente con relación a las
lógicas del capital y del trabajo y a las respectivas formas sociales. O sea, lo que dis-
tingue la izquierda como campo político es “su adhesión a la lógica humano-social
del trabajo”. Ser de izquierda implica tener un estatuto propositivo que “reconoce y
critica las leyes de desarrollo del capital” (p. 3) y, desde esa apropiación, articula prác-
ticas defensivas (guiadas por la teoría y nunca confundidas con un fin en sí mismas)
con esclarecimientos y proposiciones. “Solamente se puede hablar de izquierda desde
una plataforma positiva: la alternativa sistémica del trabajo o de la sociabilidad del
trabajo” (Chasin, 2000, p. 26). Sin la perspectiva de transformación social más allá
del capital prevalece el politicismo. Veamos su significado.
89
90
Los partidos de oposición están igualmente en el orden del capital por sus
discursos y por su actuación efectiva. No hay proyecto a partir del trabajo,
y sin la perspectiva de transformación social más allá del capital no puede
haber proyecto. […] sin el proyecto de una reedificación de la estructura so-
cial no puede haber objetivo intermedio a alcanzar, vínculos a constituir,
pues no hay configuración de ruta hasta la revolución. Por lo tanto, como
izquierda abstracta, quieren el dominio del Estado para perfeccionarlo
(profundización democrática), y con eso caen en el vacío […]. En ese vacío,
aún con millones de votos, son inertes política e históricamente (p. 23).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
92
2 Hablar en términos de clase trabajadora no significa, por un lado, ignorar que “el
capitalismo tiene un carácter histórico-estructural complejo no definible sólo
en términos de lucha de clases (aunque tampoco con prescindencia de las clases
sociales). Por lo tanto, “la crítica de la sociedad burguesa […] exige la crítica de las
formas de mediación social que el capital acarrea en todos sus planos” (Martin, 2014,
p. 144). Por otro, reafirma que “el trabajo abstracto, expresado en valor, constituye el
fundamento estructural de las relaciones sociales capitalistas” (p. 19).
[…] una clase, en el centro estratégico del proceso de valorización del valor,
se confronta con el capital, primero por motivos inmediatos y puntuales
(ritmo y condiciones de trabajo, salarios, derecho de organización, etc.) y
después da un paso en el sentido de buscar una representación política para
intervenir en el escenario nacional […], convirtiéndose en un polo agluti-
nador de diferentes sectores de clase y segmentos sociales que se unifican en
la lucha contra la dictadura militar y por la democratización con un corte
inicialmente clasista y anticapitalista.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
94
el Partido Comunista Brasileño antes del golpe de 1964). En el texto del V Encuentro
Nacional del PT (1987) se encuentra la afirmación de que “la superación del capi-
talismo y el inicio de la construcción socialista representan una ruptura radical que
presupone la necesidad de que los trabajadores se tornen clase hegemónica y domi-
nante en el poder del Estado, eliminando el poder político ejercido por la burguesía”
(Iasi, 2016a, p. 2). En el VII Encuentro (1990) ya se puede identificar el camino de la
metamorfosis en lo que puede parecer una diferencia sutil: “los trabajadores deben ser
hegemónicos en la sociedad civil y en el Estado, dejando otros aspectos del proyecto
socialista como desafíos en abierto” (p. 3). En el I Congreso (1991), el significado
de socialismo es definido como “un Estado de derecho en el cual prevalezcan las
más amplias libertades civiles y políticas”, donde “los mecanismos de democracia
representativa, libertos de la coacción del capital, deben ser conjugados con formas
de participación directa de los ciudadanos en las decisiones económicas, políticas
y sociales”. Aquí se reconocen las definiciones del Estado burgués en su forma de-
mocrática, con los principios tornados universales y con el respecto a las reglas del
juego. La diferencia “es que esa máquina política sería, ahora, liberta de la coacción
del capital” (Iasi, 2016a, p. 3). Pero, cuando se presenta la posibilidad concreta de
llegar al gobierno del Estado burgués, pero sin que el trabajo de pinza hubiese avan-
zado lo suficiente, se colocan cuestiones concretas: “¿es posible llegar al gobierno?”,
“¿es deseable”? “¿llegando, como mantenerse?”. “El sentido general de la ecuación fue
resuelto así: es posible llegar al gobierno incluso sin la correlación de fuerzas nece-
saria, pero eso implica que no sea posible implementar el programa antilatifundio,
antiimperialismo y antimonopolio, lo que implicaría proseguir la acumulación de
fuerzas en un nuevo nivel, ahora en la situación privilegiada de poder por estar en el
gobierno”. Claro, para buscar ese desenlace sería imprescindible permanecer en el go-
bierno. “La fórmula propuesta y los términos del dilema se resuelven en una inflexión
moderada: rebajar el programa, ampliar alianzas, ganar las elecciones y garantizar la
gobernabilidad” (p. 4).
Esa inflexión ‒entre 1995 y 2002‒ ocurre a lo largo del periodo de los dos go-
biernos de Fernando Henrique Cardoso (FHC), marcados por medidas neolibera-
les (apertura comercial indiscriminada, privatizaciones, énfasis en el superávit como
ancla de la estabilidad monetaria, reducción del gasto público y precarización de
las políticas sociales, etc.) y por sucesivas derrotas impuestas a las luchas sociales
y, principalmente, sindicales. También es el periodo de administración por el PT
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
96
empieza a desaparecer) que interesa a toda la nación” (Iasi, 2012, p. 510-511). El paso
siguiente viene en el XII Encuentro (2002), cuando queda claro el significado de
“toda la nación”, con la inclusión de los “empresarios productivos de cualquier porte”
como “beneficiarios de la ampliación del mercado de consumo de masa”. El Partido
que rechazaba pactos sociales y alianzas estratégicas con la burguesía pasa a defender
un nuevo contrato social, desde luego que con la parte buena de la burguesía, los
empresarios productivos. Los enemigos son, quizás, los terratenientes improductivos
y los especuladores (p. 512).
El año de 2002 tiene otro documento clave, la denominada Carta ao Povo Brasi-
leiro (Lula, 2002), en la cual Lula promete “combinar el incremento de la actividad
económica con políticas sociales consistentes y creativas”; reformas estructurales que
democraticen y modernicen el país […] y “lo conviertan en más justo, más eficiente
y más competitivo en el mercado internacional”; reducir los impuestos a la produc-
ción; asegurar la paz en el campo; reformar la seguridad social; priorizar el combate
al hambre. Además, asegura que el “nuevo modelo” será fruto de una “amplia nego-
ciación nacional, que debe conducir a una auténtica alianza por el país, a un nuevo
contrato social capaz de asegurar crecimiento con estabilidad”. Promete superar la
crisis de confianza del mercado y garantiza que los “inversores no especulativos”
pueden quedarse tranquilos, que las exportaciones serán priorizadas junto con una
substitución competitiva de importaciones, que los contratos serán honrados y “el
superávit primario preservado para evitar la pérdida de confianza en el gobierno para
honrar sus compromisos”.
luchas de las décadas anteriores (Pinassi, 2015a). Véase, por ejemplo, la reforma de
jubilaciones, el rigor en la aplicación del ajuste fiscal, la ley antiterrorismo que crimi-
naliza las luchas sociales, la entrega de la pré-sal (subsuelo marino) a empresas extran-
jeras, el abandono de la reforma agraria, el código forestal y el código de minería, la
liberación de los transgénicos (Iasi, 2016a). Así, “el PT atiende democráticamente las
necesidades del capital destructivo y, democráticamente, ataca cada una de las con-
quistas históricas de la clase trabajadora. El vacío es completado por una amplia gama
de políticas sociales con carácter efímero, individualista y asistencial a los desterrados
y desocupados precarizados que él ayuda a crear”5 (Pinassi, 2015a, p.5).
Y lo hace con base en un frente heterogéneo y plagado de contradicciones, que re-
úne a la gran burguesía ‒distribuida por diversos sectores de la economía (industria,
minería, construcción pesada, agronegocio exportador) y unificada bajo la reivindi-
cación de favorecimiento y protección del Estado en la competencia con el capital
internacional–, las clases populares, trabajadores urbanos y el campesinado. El frente
incorpora, además, un amplio sector social compuesto por desempleados, subem-
pleados, trabajadores por cuenta propia, campesinos en situación de penuria y otros
sectores que la sociología suele llamar de masa marginal (Boito Jr. y Berringer, 2013).
Claro que ese frente funciona mientras la burguesía desea que funcione (Iasi, 2015),
y su deseo se alimentó por el contexto del alza del precio de las materias primas y el
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
98
aumento de los volúmenes exportados. Ese “viento de cola”, en las palabras de Salama
(2016, p. 3) favoreció:
6 Empresas con una sólida posición en el mercado que tenían una relación privilegiada
con el gobierno y con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Ver Tautz, Pinto y Fainguelernt, 2012 y Misoczky e Imasato, 2014.
7 Bringel y Falero (2016, p. 39) usan la relación del gobierno con la CUT para ejemplificar
el concepto de “conexión negociada”, en la cual “se observa un control puntual sobre
miembros de los movimientos, aunque no del agente colectivo como un todo”; “se
constituye un canal privilegiado con el gobierno, pero el costo sigue siendo alto en
lo que se refiere a la autonomía”.
8 El MST es el ejemplo de lo que Bringel y Falero (2016, p. 39) denominan de “conexión
descontinuada”, en la cual se alternan contextos de compromiso y contextos de
movilizaciones; casos en que “hay un horizonte (práctico y discursivo) de autonomía,
pero, por diferentes causas, incluyendo lazos personales, afinidades y trayectorias
comunes, no se renuncia a la conexión con el gobierno”.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
100
Es necesario aclarar que reconocer la usurpación del poder por el golpe parla-
mentario-judicial no implica considerar la democracia formalista burguesa como un
valor universal9. No implica desconsiderar las prácticas del PT (que se presentaba
como palatino de la honestidad y de la moralidad) y sus aliados en el submundo de
la política, con la constitución de grupos criminales diseminados en el interior del
aparato jurídico-político en una radicalización de lo que, hace mucho tiempo, el so-
ciólogo Fernando Henrique Cardoso (1975, p. 38) denominó “anillos burocráticos de
Estado” para referirse a “círculos de información y presión (por lo tanto de poder) que
se constituyen en mecanismos para permitir la articulación entre sectores del Estado
y sectores de las clases sociales”. Además, no implica ignorar que la operación Lava
Jato es parte de la crisis institucional. Con el debilitamiento del Congreso y del poder
ejecutivo, el poder judicial y la Policía Federal pasaron, cada vez más, a arbitrar y
protagonizar la vida política del país. De modo que el poder judicial brasileño, bajo el
manto de la imparcialidad y defensa de la ley, asume poderes especiales y autoritarios.
En el contexto inmediato al golpe, ocurrieron manifestaciones por todo el país.
Todavía, esas manifestaciones fueron organizadas por frentes que incluían organi-
zaciones vinculadas a la institucionalidad, razón por la cual movilizaron segmentos
sociales puntuales, bases de partidos, sindicatos y algunos movimientos sociales. Sin
tener el apoyo de los trabajadores como clase o la posibilidad de ampliar ese apoyo
para bases de masa (Iasi, 2016b, p. 4), terminaron por caer en el cansancio y vacia-
miento progresivo. Sin hablar de la dificultad para entender las denuncias contra
golpistas de los mismos partidos con los cuales el PT mantiene alianzas en ciudades y
estados. Además, para muchos militantes de izquierda (de la izquierda de izquierda),
nos es aceptable confundir las acciones de oposición a los usurpadores con la defensa
de Dilma10 y ahora de Lula.
Siguieron las elecciones municipales en el inicio de octubre. Aún sin solucionar las
disputas en el segundo turno, el PT cae de la tercera a la décima posición en número
de alcaldías; en número de votos sufre una disminución de 60% (de 17.2 millones a
6.8 millones)11. Aun así, la falta de autocrítica por parte del PT es asombrosa12. De la
misma forma que lo hizo en el gobierno, sigue optando por una gobernabilidad por
lo alto (Iasi, 2016c), obstruyendo intentos de renovación desarrollados por algunos
grupos al interior del partido y diseñando alianzas para mantener el acceso al poder
del Estado, aunque por medio de otros líderes personalistas (quizás Ciro Gomes, hoy
en el PDT).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
102
13 Ouriques (2016) define la LRF como la principal ley de bronce en uso en la sociedad
brasileña, parte de la cruzada por la austeridad y el recorte del gasto público. La LRF
fue la base legal para el impeachment de Dilma.
14 Ver: http://www.ebc.com.br/educacao/2016/10/entenda-reforma-do-ensino-medio
15 Ver: https://www.brasildefato.com.br/2016/10/20/centrais-sindicais-convocam-
greve-geral-para-11-de-novembro/
16 Ver:http://www.redebrasilatual.com.br/trabalho/2016/10/dez-motivos-para-as-
mobizacoes-populares-contra-o-goveerno-temer-9125.html
Para concluir…
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
104
ración del capital desde la sociabilidad del trabajo y, desde ahí, construir las media-
ciones necesarias para la configuración de rutas efectivas en el presente.
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¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
106
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
108
Este trabajo parte de la evaluación de que entrada la década de los 90 la sociedad chilena
se encuentra en una crisis en sus formas de organización e institucionalidad política. Que
a pesar del horizonte democrático que inspiró el fin de la dictadura, la ruta principal que
siguió el denominado proceso de transición en los 90, más bien fue la de adecuar las formas
de organización e institucionalidad política en crisis, según la formulación estratégica de
la gobernabilidad democrática y la emergencia de enunciados liberales. Se sostiene que
dicha gobernabilidad democrática en los 90 comprendería dos etapas: la primera que sigue
las exigencias de la economía y regulación del mercado, pero en base a la transformación
productiva con equidad y la globalización, mientras la “sociedad civil” deriva en una referencia
compensatoria sustentada en la equidad y los derechos humanos, postulados fundamentales
de orientación ante la desigualdad social y atropellos a las personas, heredados del régimen
anterior. En una segunda etapa, la estrategia de gobernabilidad democrática busca su
legitimidad según la ampliación y extensión de determinados postulados del liberalismo,
recurriendo a una de sus vertientes, el liberalismo igualitarista, inspiración y fundamento
del progresismo: la igualdad de oportunidades, la equidad, el reconocimiento de derechos,
la participación ciudadana, la tolerancia son sus valores principales. No obstante, este
progresismo se encuentra entrampado en su propio origen y promesa, su pecado original
es el reconocimiento del modelo económico neoliberal y la Constitución dictatorial del 80,
fraguada en el pacto del 89 y la “democracia de los acuerdos” con los grupos de derecha.
Su segundo aliento con los postulados liberales, no conduce ni a la profundización de la
democracia ni a la aproximación de una teoría democrática sino a la legitimidad de los
mecanismos de regulación del mercado, vaciando dichos postulados de la teoría democrática
original para situarlos como defensa de los derechos individuales del consumidor. 109
110
La gobernabilidad democrática
1 Se entiende aquí por “emergencia histórica” “la irrupción del sentido histórico”.
Según Foucault, “la emergencia se produce siempre en un determinado estado
de fuerzas”;…”las fuerzas presentes en la historia no obedecen ni a un destino ni a
una mecánica, sino al azar de la lucha”;… “Este es el significado que la emergencia
se constituya como constelación, apareciendo siempre como conjunto aleatorio y
singular, no recogiéndose a un centro… sino desplegada en un espacio disperso”;…
“La emergencia histórica es la configuración de la irrupción del suceso, presentándose
cortante y único”;…..”la emergencia es, pues, la entrada en escena de las fuerzas, es
la irrupción, el movimiento de golpe por el que saltan de las bambalinas al teatro,
cada uno con el vigor y la juventud que le es propia” (Foucault: 1975: 15 ss.).
2 Siguiendo a O’Donnel se entiende aquí, por régimen, “los patrones, formales e
informales, y explícitos e implícitos, que determinan los canales de acceso a las
principales posiciones de gobierno, las características de los actores que son
admitidos y excluidos de ese acceso, los recursos y las estrategias que les son
permitidos para ganar tal acceso, y las instituciones a través de la cuales el acceso
es procesado y, una vez obtenido, son tomadas las decisiones gubernamentales”
(O’Donnel, 2004: 13-14).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
114
8 Respecto a la crisis del Estado, que se menciona aquí como una característica del
periodo, se inscribe en un debate más amplio y de fondo. Luis Carlos Bresser Pereira,
plantea que la crisis en los 80 y la reconstrucción del Estado en América Latina ha sido
“ante todo una crisis del Estado, y no una crisis de mercado, como la gran depresión
de los años 30: una crisis fiscal, una crisis del modo de intervención y una crisis de la
forma burocrática de administrar el Estado. Fue, asimismo, una crisis estructural del
proceso de desarrollo anterior. No fue una mera consecuencia del proteccionismo,
del estatismo y del populismo que prevalecían en América Latina, como pretende
la interpretación neoliberal. Ni fue tampoco una crisis causada por políticas de los
países desarrollados que provocaron y que enfrentaron la crisis de la deuda de los
años 80, como pretende la interpretación populista”, (Bresser Pereira:1, 1998). Para
una visión indispensable sobre las tendencias de cambio del Estado, “Burocrático-
Autoritario”, véase O’Donnel (1976 y 1983). Así también es útil el trabajo de Enzo
Faletto (1989) sobre la especificidad del Estado y sus relaciones en el campo de la
economía, las relaciones sociales, el sistema político y el aparato estatal. Igualmente,
ver el análisis de Ricardo Lagos respecto al tipo de Estado que se requiere para la
nueva época de la globalización (Lagos, 1993).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
116
14 “Los grupos vulnerables están constituidos por los hogares cuyo ingreso monetario
ha superado la línea de pobreza, pero que es insuficiente en cuanto a su nivel y
estabilidad para asegurar una situación económica consolidada. Estos hogares
presentan una situación de vulnerabilidad económica en la medida que no disponen
de recursos suficientes para prevenir o paliar las consecuencias de eventos adversos
como desempleo, enfermedad invalidante y similares” (Larrañaga y Rodríguez: 2014:
20).
15 Entendemos aquí por actores estratégicos la precisión dada por Prats: “Los actores
estratégicos o relevantes son aquellos que cuentan con recursos de poder suficientes
para impedir o perturbar el funcionamiento de las reglas o procedimientos de toma de
decisiones y de solución de conflictos colectivos” (Coppedge, 1996, citado por Joan
Prats, 2003). Para efectos de este trabajo, se puede aceptar parcial y provisoriamente
que “son actores con poder de veto sobre una determinada política. Los recursos de
poder pueden proceder del control de determinados cargos o funciones públicas
(ejército, legislativo, presidencia, política económico-financiera, sistema judicial,
gobiernos estadales o municipales claves...), o del control de factores de producción
(capital, trabajo, materias primas, tecnología...), o del control de la información y las
ideas (medios de comunicación social principalmente...), o de la pretendida autoridad
moral (iglesias), (Prats, 2003: 15); sin aceptar una pretendida presencia de actores
con capacidad de movilización social, que no son parte ni de las características
ni de la inspiración liberal igualitarista en que descansaría dicha gobernabilidad
democrática. Ello significa además, que en este caso, la gobernabilidad no se
agota en el funcionamiento de reglas o procedimientos de toma de decisiones, sino
también en el soporte de determinados intereses, beneficios, postulados y principios
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
118
que pueden ser horizontales, pero cerrados a sus redes, situación que nos puede
conducir a otro tipo de preguntas que no es posible responder aquí: ¿estamos en
presencia de la configuración de una nueva elite política que recrea un nuevo modo
de dominación?
16 Desde el pacto de 1989, cada cierto tiempo, hasta hoy, se revisen algunas leyes, pero
sustantivamente se mantiene tal cual como fue concebida en 1980.
17 Lo que no debiera ser novedad, ya que una de las exigencias del pacto de 1989 lleva
explícito el reconocimiento del modelo económico neoliberal.
18 En este contexto, desde la década de los 90 toman mayor énfasis los estudios del
“neoinstitucionalismo” (Prats, 2003). Pero, además, a propósito del tipo de análisis
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
120
y evaluación que se hace del tema institucional, se asiste a toda una situación de
“‘autosubversiones’ de numerosas disciplinas en las ciencias sociales, tales como
la economía neo-institucional, el neo-institucionalismo o la economía política.
Esta nueva sabiduría se basa en la premisa fundamental de que las instituciones
son cruciales para el desarrollo sostenible con equidad y que el Estado debe ser
reconstituido para poder desempeñar sus responsabilidades… El problema que
plantea esta nueva visión es que la debilidad institucional constituye un cuello de
botella importante para las transformaciones económicas fundamentales. Como
lo indicó Miles Kahler (1990), la paradoja ortodoxa reside en el hecho que para
reducir su rol en la economía y expandir las fuerzas del mercado, el Estado debe ser
fortalecido. En otras palabras, para ser reformado, el Estado debe ser reforzado”
(Santiso, 2001:9).
19 Dichos organismos y ciertos autores han venido acuñando el concepto de
gobernanza, “governance” en vez de gobernabilidad, lo que motiva un nuevo debate
acerca del curso de la gobernabilidad en América Latina (Prats, 2003)
20 Al respecto, Tironi afirma lo siguiente de Lagos. “El gobierno constituido por Lagos,
ya en la presidencia, ha estado integrado por personas provenientes de las diferentes
corrientes políticas al interior de la Concertación, siguiendo la costumbre de los
Gobiernos anteriores de Alwin y Frei. Con todo, sus prioridades, y especialmente
el estilo, han puesto en evidencia la impronta distintiva de la Concertación y del
Gobierno con un liderazgo como el de Lagos, de tradición laica y orientación liberal
y socialdemócrata” (Tironi, 2002).
21 El tema de la tolerancia, dada su importancia, motiva la creación del Programa
Tolerancia y No Discriminación en 1998, dependiente del Ministerio Secretaría
General de Gobierno y de la División de Organizaciones Sociales (D.O.S), cuyo
objetivo es “fortalecer el dialogo con las Organizaciones Sociales emergentes”,
a propósito de las encuestas e informes sobre los graves niveles de intolerancia y
discriminación en el país (Ministerio Secretaría General de Gobierno, 2001: 13).
del Estado) en educación; llámese AFP en el sistema previsional, etc. Todo lo cual,
en estricto rigor, constituye los derechos individuales del consumidor, el derecho
individual de participación, el derecho individual a las oportunidades del sistema de
mercado, etc.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
122
estudiantil. Como sostiene Roxana Pey, “hay una defensa férrea, desvergonzada, del
Crédito con Aval del Estado,… (creado por el gobierno de Ricardo Lagos)… que es
el instrumento de mantención de la lógica de mercado y es el causante del lucro en la
Educación Superior y la crisis de endeudamiento y la baja calidad. Personeros de la ex
Concertación son beneficiados con este instrumento. Hay que ir a ver quiénes com-
ponen las universidades de mercado. Recordemos que el CAE no es solamente con
aval del Estado, sino que con dinero del Estado. La mitad del presupuesto anual de
Educación Superior está destinado a financiar el CAE, directamente a instituciones
que han sido muy cuestionadas y en ellas resulta que hay grandes figuras de partidos
políticos de la ex Concertación” (2016).
Por otra parte, respecto de la reforma política, ni hablar del proceso constituyente
no vinculante, el cual ha cerrado su convocatoria con apenas el “1% de los potencia-
les participantes” (Grez, 2016), demostrando así la nula credibilidad de un proceso
sin participación sustantiva de la población y que terminará en las deliberaciones del
parlamento. Finalmente, a este cuadro habrá que sumar el descredito y falta de legi-
timidad de la clase política, involucrada de manera transversal en su modo de hacer
política, y cuyas redes de financiamiento, negociaciones y comisiones ejecutadas para
favorecer los intereses de las grandes empresas han sido develadas, como ha quedado
demostrado con los casos Penta, Soquimich y Caval. Corrupción política que final-
mente evidencia el fracaso de la supuesta modernización institucional.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
124
de la política por la técnica, la eficacia por la deliberación y los expertos por la parti-
cipación.
Este conjunto de enunciados como promesa y práctica del progresismo, presenta-
dos como idea básica de gobernabilidad del sistema político neoliberal, constituyen
en sí mismos los límites de su propia formulación, en tanto su esencia se agota en su
intento por articular un orden mínimo político estable para y en coherencia con el
funcionamiento del mercado; en otros términos, en su incoherencia por el modo de
concebir y regular el orden político según la equidad, la igualdad de oportunida-
des, la ciudadanía, etc., en cuanto soporte –también instrumental‒ de legitimidad y
ordenamiento de la sociedad para una administración exitosa del mercado, que sea
aceptada por todos.
Es por ello que la promesa de una proyección de sociedad como expectativa de
país, en base a un puro cálculo de gobernabilidad con inspiración liberal, circuns-
crita a la reivindicación fundamental de derechos individuales, si no amenaza pone
en duda la puesta efectiva de una democracia para una convivencia social como ho-
rizonte para todos. En otras palabras, al proponer y hacer ejercicio de una goberna-
bilidad como puro cálculo estratégico, medio, o planificación estratégica para una
estabilidad política, no bastaría para alcanzar una convivencia en democracia, pues,
en rigor, la idea de convivencia en democracia, trasciende una posición inmediatista
y estratégica, y, sobre todo, trasciende la sujeción de las relaciones sociales al mercado.
Bibliografía
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Josefina Morales
Investigadora titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM,
miembro de la Academia Mexicana de Economía Política, Secretaria de la Sociedad
Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico y coordinadora
con Gabriela Roffinelli del GT de CLACSO, Crisis y Economía Mundial.
L
a etapa actual de internacionalización del capitalismo, del imperialismo, en la
crisis de fase que se inicia desde los años setenta, está impulsada, entre otros
ejes del proceso, por el neoliberalismo globalizador que centra sus objetivos en
el cambio de funciones del Estado, restringiendo su participación en la actividad pro-
ductiva con las privatizaciones, mercantilizando los servicios públicos, como salud y
educación, y abriéndolos al capital monopolista trasnacional (nacional y extranjero);
al mismo tiempo que mantiene su hegemonía con crecientes funciones coercitivas
y represoras. Políticas todas profundamente antidemocráticas que han arrojado a
millones de seres humanos a la pobreza y precarizado las condiciones de vida y de
trabajo de millones de trabajadores en el mundo, han llevado asimismo a un cuestio-
namiento del sistema representativo electoral de los partidos políticos y, en un sentido
más amplio, a crisis de distinto alcance de los regímenes políticos nacionales.
Otro de los procesos estratégicos de la globalización, a partir de la financieriza-
ción y la reestructuración productiva, es la formación de áreas supranacionales para
el libre comercio y los tratados bilaterales de inversión que desplazan, matizan o
distorsionan los antiguos procesos de integración, restringiendo el campo de acción
131
132
de las políticas públicas. En este mismo sentido, las políticas del FMI, del BM o del
Banco Central Europeo imponen sobre los gobiernos de los países periféricos en crisis
las políticas draconianas del ajuste neoliberal, que ya en los ochenta del siglo pasado
definieron la década perdida en Nuestra América y que en esta segunda década del
siglo XXI, en la crisis abierta desde 2008-2009, vuelven por sus fueros a imponerse
sobre los pueblos del mundo, después del rescate del capital monopolista financiero
trasnacional. Ajustes y procesos que restringen la soberanía estatal en los ámbitos de
la política económica, monetaria, financiera y social; y en este siglo, en el ámbito de la
seguridad nacional, subordinando a los Estados nacionales a los intereses geopolíticos
del imperialismo, particularmente estadounidense.
En esta larga crisis, en la que se registra la desintegración del mundo socialista y
de la Unión Soviética, los intentos de reorganización de las instancias internacionales
multilaterales, como la ONU, el FMI y la misma OMC que surge después del fracaso
del GATT, no se consolidan.
Estados Unidos, después del 11 de septiembre de 2001 impone su agenda de
seguridad nacional transcontinental con guerras por doquier por los recursos natu-
rales, particularmente el energético, y contra el narcotráfico; así como su agenda de
liberalización económica-comercial con nuevos tratados bilaterales e internacionales
como el Acuerdo internacional sobre servicios, el Acuerdo transpacífico de coopera-
ción económica y el Acuerdo trasatlántico de Comercio e Inversiones, conocidos por
sus respectivas siglas en inglés como TISA, TPP y TTIP. A partir de la crisis 2008-
2009 se han generalizado las protestas y el descontento popular contra los tratados
con el predominio de alternativas por la derecha en las que predomina el racismo y
la xenofobia, como lo mostraron el Brexit y la elección presidencial en Estados Uni-
dos, a diferencia de las grandes manifestaciones antiglobalización impulsadas por la
izquierda que surgieron desde Seattle y el Foro Social Mundial.
La profunda crisis del sistema político estadounidense se mostró en las elecciones
de noviembre de 2016, las cuales ‒ante la pérdida de legitimidad de los partidos po-
líticos y de su dirigencia y de la precarización de las condiciones de vida y de empleo
de la mayor parte de la población frente a la concentración inconmensurable de la ri-
queza por el 1% de la población que resume Wall Street‒ registraron el triunfo oficial
del innombrable y abominable racista, machista, sexista y fascistoide que gobernará
ese país los próximos cuatro años, a pesar de que no obtuvo la mayoría de los votos,
pero sí la designación por el sistema de cuotas del poder regional, que además otorga
1 Recuérdese el clásico libro de C. Wright Mills sobre la élite del poder en Estados
Unidos, escrito en los años cincuenta, en la cual se entrelazaban en los altos círculos
los 400 de Nueva York, los ricos corporativos, los señores de la guerra y el directorio
político, entre otros (Wright, 1957).
2 Véase, entre otros, los trabajos de John Saxe-Fernández, Michel Chossudovsky, Win
Dierckxsens y Charles Hugh Smith, así como el sitio www.globalresearch.ca, dirigido
por el segundo.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
134
dial y que fue responsable de la crisis en curso desde 2008 , quien es también
3
termina en la masacre del 2 de octubre ‒¡no se olvida!‒ y con ello se inicia una lar-
ga descomposición del régimen político de partido único, que a lo largo de más de
cuatro décadas intenta una y otra vez renovarse, terminando cada vez en mayores
fracasos.
Es importante señalar que ya en los setenta afloraban las contradicciones entre el
gobierno y los grandes grupos empresariales y neolatifundistas, al grado tal que en
el debate electoral de 1976, en medio de un proceso devaluatorio e inflacionario, no
se registró candidato del Partido Acción Nacional (PAN), organismo de la derecha
confesional, y sólo se registró oficialmente al candidato del PRI, mientras Valentín
Campa, dirigente ferrocarrilero, fue el candidato no registrado del Partido Comu-
nista Mexicano.
Entre las transformaciones del capitalismo mexicano bajo el TLC, que han con-
formado una nueva etapa neocolonial en su desarrollo histórico, destaca la recom-
posición-descomposición de la oligarquía y del Estado, del bloque histórico formado
después de la revolución mexicana, desplazando a los sectores populares y a cierta
fracción de la burguesía nacionalista, proceso que se inicia, con el neoliberalismo,
desde la crisis de la deuda de 1982.
Las transformaciones y crisis del Estado bajo el TLC comienzan el primero de
enero de 1994, cuando se levanta en armas el Ejército Zapatista de Liberación Na-
cional (EZLN), y la descomposición del PRI llevó a los asesinatos de su candidato
presidencial en marzo y al de su secretario general en septiembre del mismo año.
Antecedentes inmediatos en el ámbito social y político en el transcurso del inicio
del ajuste económico neoliberal, acordado con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) desde la crisis de la deuda en 1982, fueron la participación social en el terre-
moto de la ciudad de México de 1985 ante la parálisis gubernamental, el movimiento
estudiantil de 1986-1987, el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones pre-
sidenciales de 1988 y el descabezamiento, en enero de 1989, de la dirección charra
del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana –más de 170 000
trabajadores– con la detención de su principal dirigente y la toma de las instalaciones
por el ejército.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
136
5 Acuerdo político entre el presidente Enrique Peña Nieto y los tres principales partidos
(PRI, PAN y el de supuesta izquierda, Partido de la Revolución Democrática –PRD–)
para imponer las reformas estructurales de tercera generación del neoliberalismo,
firmado el 2 de diciembre de 2012, el segundo día del retorno del PRI a la presidencia.
6 Me permito citar en este trabajo a Jorge Carrión, quien fue uno de los más lúcidos
analistas del sistema político mexicano entre 1950 y 1994. Véase el tomo II de su
antología.
7 Esta apreciación sobre la corrupción la recojo de la presentación que realicé junto
con Marta Quezada y Oscar Alzaga acerca del segundo tomo de la antología de
Jorge Carrión.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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Las víctimas del horror que impregna la vida del general romano Tito no
lo son únicamente para espeluznar al público que atestaba los teatros de
aquel tiempo, sino para mostrar de manera horripilante cómo el horror
que impregna la escena sirve para ver que la conservación del mando no se
detiene ante ningún crimen (Carrión, 1991).
2. La formación desde los años ochenta, como señala Alejandra Salas Po-
rras, de un nuevo grupo de poder que surge entre los altos funcionarios públicos,
conocidos como los tecnócratas, que en cierta forma recuerdan a los científicos del
porfiriato. Estos funcionarios se concentran en los sectores financieros (Secretaría de
Hacienda, Banco de México) y económicos (Secretaría de Economía y sus predece-
soras, como la Secretaría de Industria y Comercio y la Secretaría de Programación
y Presupuesto; Pemex, Secretaría de Energía) que implementan las reformas estruc-
turales, el ajuste y el TLC y son parte de los grupos de negociadores internacionales
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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4.- Cambios en el papel de las fuerzas armadas y una mayor relación con las
estructuras de seguridad nacional de Estados Unidos. Al declarar la guerra contra
el narcotráfico el panista Felipe Calderón, que arribó al poder con un fraude históri-
co implantado después del fracaso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador,
que pretendió impedir su participación en las elecciones presidenciales de 2006, el
ejército y la marina adquirieron nuevas funciones para combatir el narcotráfico y
reforzaron su preparación de élite en Estados Unidos. El acuerdo con Estados Unidos
después del 11 de septiembre de 2001 incluyó aspectos de seguridad, y la Iniciativa
Mérida, con recursos militares y financieros, confirmó la subordinación nacional a
los intereses de seguridad del imperialismo. Hoy, por ejemplo, se ha autorizado en
México la presencia de agentes estadounidenses armados en las aduanas interiores
del país.
8 Entre los trabajos sobre el tema léase, entre otros, Vacíos de Poder en México de
Edgardo Buscaglia y los trabajos de excelentes periodistas como Anabel Hernández,
Ricardo Ravelo y la revista Proceso.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
142
mente relacionado con Televisa 9 y cuenta hoy, entre sus cincuenta miembros, con los
presidentes de América Móvil, Grupo México, Televisa, Bimbo, Peñoles, FEMSA,
entre otros. Casi todos miembros de las lista de Forbes de los hombre más ricos
del mundo: Carlos Slim, con una fortuna de 72 000 millones de dólares (América
Móvil, banca, seguros, industria, infraestructura, Samborns); Gemán Larrea (minas,
ferrocarriles) con 14 700; Alberto Bailleres González (minería, PH, Peñoles, seguros);
Ricardo Salinas Pliego (tv azteca, electra); Eva Gonda Rivera y familia, viuda de
Eugenio Garza Lagüera, FEMSA, 6 400 millones; María Asunción Aranburuzavala,
principal accionista del Grupo Modelo, que se vendió a una empresa holandesa, hoy
solo inversionista con 5 200 millones de dólares; Antonio de Valle y Familia (Mexi-
chen, plástico, química), 5 000 millones de dólares y banca; Servitje, Bimbo, 4 800
millones; González Moreno (Gruma y -banorte); Azcárraga Jean (Televisa), y Hank
Ronk, hijo de Hank González, prominente miembro del Grupo Atlacomulco fuerza
política del PRI.
En otras palabras, salieron los antiguos oligarcas de la banca, se han transfor-
mado fuertes grupos industriales de los años sesenta-setenta, como el denominado
Grupo Monterrey, y se han formado poderosos capitales monopolistas financieros
diversificados y transnacionalizados; Televisa adquiere un mayor poder, se formaron
nuevas fortunas y en los últimos diez años hay cambios generacionales y es creciente
su participación en infraestructura urbana e industrial. Y con ello, es creciente el ca-
rácter rentista de estos grupos. En este siglo grandes grupos monopolistas nacionales
se vendieron al capital trasnacional: hoy la mayor parte de los bancos y seguros son
extranjeros; también lo son las empresas siderúrgicas, las cerveceras y aumenta su
peso en el comercio al detalle con el peso de Walmart; asimismo, el capital extranjero
realiza la mayor parte del comercio exterior de México.
El primero de enero de 1994, los indígenas del México Profundo del sur del país
dijeron ¡BASTA! y, en septiembre de 2014, desde Ayotzinapa se escuchó el grito na-
cional: ¡FUE EL ESTADO!
9 Uno de sus hijos, homónimo, preside Mexicanos Primero, asociación civil, ariete de la
reforma educativa en curso.
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Bibliografía
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Carolina Jiménez M.
Docente del Departamento de Ciencia Política y Directora
académica del programa de la Maestría en Estudios Políticos
Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia..
Presentación
L
a solución negociada del conflicto interno armado pone sobre el escenario po-
lítico una serie de cuestiones que requieren ser tramitadas por el conjunto del
movimiento social y el pensamiento crítico para que ésta abra caminos trans-
formadores del orden social vigente. En efecto, poner fin a una confrontación armada
de más de cinco décadas se constituye en un acontecimiento político de la mayor
envergadura para el país, razón por la cual es un asunto estratégico que no puede ser
competencia exclusiva de los actores sentados en las mesas de negociación.
147
148
Así las cosas, pese a que los acuerdos alcanzados entre el Gobierno de Juan Ma-
nuel Santos y la insurgencia de las FARC-EP, así como los eventuales que se logren
con el ELN, no recojan y representen el conjunto de apuestas y horizontes de sentido
de la izquierda política del país, estos abren caminos de posibilidad para la materia-
lización de puntos fundamentales de las luchas sociales y populares. De ahí, que de
los acuerdos de paz se puedan desprender contextos más favorables para el despliegue
de la intensificación de la conflictividad social en el escenario de los postacuerdos.
Y es justamente, atendiendo a esta cuestiones que este artículo propone una dis-
cusión en torno a la siguiente pregunta: ¿Por qué los acuerdos de paz alcanzados con las
insurgencias armadas deben ser apropiados por los movimientos sociales para dinamizar
sus luchas y caminar en un horizonte emancipatorio y contrahegemónico? Esta pregunta
no tiene la pretensión de proponer que las agendas del movimiento social deban su-
bordinarse a los acuerdos logrados por las insurgencias. Tan solo busca aportar una
serie de ideas que permitan reconocer la importancia de este escenario para alimentar
el proceso constituyente en curso.
Las acciones de las insurgencias armadas colombianas por más de 5 décadas son
una expresión de esa actitud rebelde y de resistencia anticapitalista. Estas se constitu-
yeron como una forma de lucha, principalmente campesina, frente a una estructura
social excluyente, despojadora, militarista y antidemocrática que negaba todas las po-
sibilidades de reproducción de una vida digna para la gente del común1. La persistencia
histórica de esta expresión armada del conflicto se explica, entre otras cosas, por el
afianzamiento de dicha estructura social, por la emergencia de unas nuevas formas
de explotación y dominación en la sociedad, así como por la firmeza de la utopía
insurgente de subvertir el orden existente.
Ahora bien, los procesos subversivos no son estáticos. Estos se mueven y transfor-
man de acuerdo con las condiciones del proceso social. Por tanto, sus acciones y es-
trategias cambian en consonancia con el movimiento de la sociedad. Y es justamente
esta cuestión la que nos permite comprender por qué un grupo insurgente en armas
construye condiciones para encontrar una salida negociada al conflicto armado. No
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¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
152
Por tanto, aunque desistir del empleo de la armas para dinamizar la acción po-
lítica es un camino necesario para la desmilitarización de la vida, la eliminación de
la violencia como forma de control social es una disputa que debe encarnar el mo-
vimiento social. La única posibilidad de quebrar esas lógicas del poder radica en la
fuerza de la lucha popular.
La construcción de la paz debe tener un carácter anticapitalista. De lo con-
trario genera condiciones de estabilización del régimen: De acuerdo a lo señalado
en el punto anterior, el capitalismo es un orden de la barbarie. Este sacrifica la posi-
bilidad de una buena vida para la gente del común a nombre de la acumulación del
capital. Por tanto, aunque puede generar condiciones para suspender el uso de la vio-
lencia destructiva, ello no implica poner fin a un orden violento que se edifica sobre la
injusticia y la naturalización de la desigualdad social. En este sentido, la construcción
de una paz que no ponga en cuestión el orden del capital resulta en un mero ejercicio
de estabilización del régimen.
buen vivir, al vivir bien. Es por eso, que la lucha de clases sigue constituyéndose en el
motor para caminar en esa dirección.
En este orden de la discusión, los acuerdos alcanzados con las FARC-EP y las
negociaciones que se desarrollan con el ELN representan un momento de la disputa
social. Por tanto, no agotan el camino de la búsqueda de la paz. Los acuerdos alcan-
zados con las FARC-EP y los que se alcancen con el ELN, esto es, entre las insurgen-
cias y el Gobierno colombiano, deben abrir escenarios más favorables para la lucha
y la materialización de algunos puntos de las agendas de los movimientos sociales,
así como para el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades y los
pueblos. De ahí el carácter estratégico que encarnan3.
Sin embargo, estos acuerdos, por la naturaleza misma de las mesas de negocia-
ción, no logran poner en cuestión los cimientos del orden capitalista. En ese sentido,
aunque generan condiciones propicias para un proceso de transición, no son en sí
mismos la encarnación de dicho proceso. Transitar en una ruta anticapitalista es una
tarea compleja a la que se enfrenta el movimiento social. En relación con la transición
se puede afirmar que
Así las cosas, la solución negociada del conflicto armado encarna un potencial
transformativo para encauzarnos en el camino de la paz. Genera condiciones para la
profundización de la disputa social con un horizonte anticapitalista. Como lo sugiere
Jairo Estrada (2016),
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
154
ralidad existente de los actores de la resistencia, entre otros elementos. Así, como lo
señala Isabel Rauber:
Por lo tanto, las distancias al interior de las diversas expresiones del movimiento
social colombiano, referidas, entre otras cosas, a las formas de organización comuni-
taria y étnica de los territorios, al lugar del Estado en el proyecto de la transformación
social, a las estrategias de lucha y formas de construcción del poder popular, al lugar
de las negociaciones de paz en la dinámica de la conflictividad social, al peso diferen-
ciado de las agendas sectoriales en una agenda de articulación nacional, a las catego-
rías orientadoras de la gramática política y al lugar de una Asamblea Nacional Consti-
tuyente en el fortalecimiento del proceso constituyente en curso, deben ser discutidas
y tramitadas, reconociendo que el pensamiento y las alternativas emancipadores se
nutren de estos ejercicios y que todos estos procesos de luchas y resistencia apuntan
a un horizonte común: la definición y construcción del proyecto contrahegemónico.
Este núcleo de problemas deja entrever una serie de cuestiones que han emergido
en esta coyuntura de los postacuerdos. Muestran posibilidades y tensiones que re-
quiere tramitar el movimiento social y popular para que los escenarios que se abren
en el actual contexto, tanto los de los acuerdos y diálogos con las insurgencias arma-
das, como los de otras mesas del movimiento social, generen elementos favorables
para la disputa social. De ahí la importancia de que los procesos sociales apropien los
acuerdos de paz ya alcanzados y los resultantes de la Mesa de Quito.
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
156
Al interior del movimiento social existe una interesante discusión sobre las con-
vergencias y divergencias existentes entre sus agendas y las acordadas por las guerri-
llas para encontrar una salida política al conflicto armado. Algunos procesos orga-
nizativos consideran que las negociaciones de paz recogen aportes y acumulados de
las luchas populares. Por tanto, todo lo que allí se discuta resulta fundamental para
el movimiento social. Para otros sectores, es necesario reconocer que las insurgencias
son una de las expresiones de la rebelión social y que sus combatientes son hombres y
mujeres de sectores subalternos. En este sentido, todo lo allí acordado sería un logro
hacia la transformación de la sociedad. Existen posiciones que se distancian de las an-
teriores y plantean que las insurgencias no representan al movimiento social. De ahí
que sus agendas de paz no se correspondan con las agendas del mundo popular. Por
eso, problematizan el alcance que pueda tener lo allí acordado. Hay interpretaciones
que, aunque reconocen la importancia de la solución negociada de la confrontación
armada, critican la escueta participación del movimiento social en la Mesa de La
Habana.
Como se puede apreciar, las lecturas son diversas y dan cuenta de los tratamientos
diferenciados que existen al interior del movimiento social sobre el proceso de paz
adelantado con la insurgencia de las FARC-EP y el que se adelanta con el ELN. En
este artículo compartimos las lecturas que reconocen la negociación del conflicto
armado como una conquista del movimiento social. Ya que estas representan, por
una parte, una derrota del proyecto contrainsurgente de las clases dominantes para
eliminar la rebelión a través de la confrontación militar y, por la otra, la posibilidad
de alcanzar unos mínimos que generen unas condiciones más favorables para la dis-
puta social y para el desarrollo de la vida cotidiana de los pueblos.
Así las cosas, la consigna dos mesas un solo proceso no representa un asunto que
involucra solamente a los actores que hacen parte de las delegaciones. Unas y otro
recogen un acumulado de las luchas históricas por la paz y, por tanto, también son
un asunto de las organizaciones y procesos sociales que trabajan y luchan incansable-
mente en sus territorios por una buena vida, por una vida digna para todas y todos.
Al respecto señalan los comandantes insurgentes:
Por esas y otras razones, las dos mesas un solo proceso no deben ser leídas como un
momento exclusivo de la lucha armada. Son una expresión de la rebelión y del proce-
so social insurgente que se vive en Colombia y que ha cobrado nuevas significaciones
en el último lustro. De ahí que los acuerdos alcanzados permitan tramitar algunos
asuntos relevantes para el conjunto de la sociedad.
En este horizonte es importante diferenciar entre conflicto armado y conflicto so-
cial. Ya que desde las orillas dominantes se pretende asociar la solución del conflicto
armado con el fin de la conflictividad social. La categoría de postconflicto que se ha
pretendido instalar en el imaginario social es ilustrativa de esta cuestión.
Es preciso señalar que cuando se habla del “Fin del conflicto” no se está
haciendo referencia a que tras la firma de un acuerdo final y su imple-
mentación se asistirá a una superación de la naturaleza contradictoria
y conflictiva propia del orden social vigente. Sin duda ésta continuará y
tendrá múltiples expresiones y manifestaciones, tal y como ha ocurrido a
lo largo de la historia del país. El “Fin del conflicto” en los términos de la
Agenda se refiere más bien a la terminación de su expresión armada en
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
158
La gráfica muestra con mucha claridad como se consolidó un cese al fuego bi-
lateral de manera informal. El decrecimiento de las acciones ofensivas entre agosto
de 2015 y marzo de 2016 así lo evidencia. Ahora con la firma del acuerdo final las
condiciones están dadas para avanzar de una manera clara en su implementación. El
compromiso y seriedad del Gobierno de Juan Manuel Santos son fundamentales para
que esto se haga efectivo.
Como se ha mostrado existe una correlación importante entre las negociaciones
de paz y las luchas del movimiento popular. Así las cosas, podemos decir que estos
acuerdos permiten, aunque no agotan, la apertura de espacios institucionales para
el desarrollo de temas estratégicos de la disputa social, esto es, potencian elemen-
tos de carácter antineoliberal, pero no resuelven el despliegue del neoliberalismo en
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
160
4 Las FARC-EP han dado a conocer una serie de temas pendientes en la Mesa de
conversaciones. Entre otros señalan: Latifundio y delimitación de la propiedad;
Freno a la extranjerización del territorio; Extracción minero-energética y conflictos
de uso de la tierra; Regulación de la explotación del territorio para la generación
de agro-combustibles; Revisión y renegociación de los Tratados de Libre Comercio
contra la economía; Ajustes al Ordenamiento Territorial; Financiación de la política
de Desarrollo Rural y Agrario Integral; Cuantificación del Fondo de Tierras; Creación
del Consejo Nacional de la Tierra y el Territorio; Definiciones sobre el derecho real de
superficie; Reestructuración democrática del Estado y la reforma política en función
de la expansión democrática; Revisión, reforma y democratización del sistema
político electoral; Revisión y reforma de mecanismos de participación ciudadana;
Proscripción del tratamiento militar a la movilización y la protesta; Elección popular
de los organismos de control de la Procuraduría y la Contraloría; Fiscalía General y
la Defensoría del Pueblo; Participación ciudadana en la definición de políticas de
interés nacional, tales como las relaciones exteriores, la seguridad y defensa nacional
o la administración de justicia; Democratización del acceso al espacio radioeléctrico,
la información y la comunicación, que impida la monopolización de los medios
masivos de comunicación; Ordenamiento territorial y estímulo a la participación de
las regiones, los entes territoriales y los territorios; Participación y control social y
popular en el proceso de la política pública y de la planeación y, en especial, de
la política económica, en los niveles nacional, regional, departamental y municipal;
Participación social y popular en los organismos del Consejo Nacional de Política
Económica y Social, CONPES, del Consejo Superior de Política Fiscal, CONFIS,
y de la Junta Directiva del Banco de la República; Democratización y garantías de
participación, reordenamiento territorial y descentralización para la justicia social
urbana; Reconocimiento de derechos políticos que garanticen la participación
política y social de comunidades campesinas, indígenas y afro descendientes,
así como de otros sectores sociales excluidos, extendiendo la consulta previa y
estableciendo del Poder Popular; Participación social y popular en procesos de
integración de Nuestra América, especialmente en la CELAC y la UNASUR; Control
social y popular y veeduría ciudadana sobre los tratados y acuerdos suscritos por el
Estado colombiano; Nueva política criminal en materia antidrogas. Recogidos de:
Tony López (2014). “Los puntos pendientes de la negociación de paz”. Consultado
en: http://www.las2orillas.co/la-verdad-lo-que-esta-ocurriendo-en-la-mesa-de-la-
habana/
5 Entre los desarrollos legislativos más problematizados por el movimiento social se
destacan la ley de ZIDRES y el Plan Nacional de Desarrollo.
poner las insurgencias en las mesas. Semejante situación podría configurarse como un
error estratégico para avanzar en el fortalecimiento de la lucha social en su conjunto.
Sin embargo, las limitaciones de La Habana no deben restarle reconocimiento a lo
allí acordado ni dificultar su apropiación. Las ausencias y los inamovibles del Gobier-
no deben ser leídos como ejes centrales de la disputa que deben seguir encarnando
los movimientos sociales en unas condiciones político-institucionales más favorables.
Recordemos, como lo señaló insistentemente Rosa Luxemburg a propósito del debate
entre reforma y revolución, que las reformas pueden contribuir a cambiar cualitativa-
mente el orden social existente y generar condiciones para el despliegue de proyectos
realmente transformadores. Así las cosas, los acuerdos de La Habana, aunque no son
revolucionarios, pueden ayudar a caminar en esta dirección. De ahí la importancia
política que cobra la refrendación.
Nosotros vemos que las discusiones que se han planteado sobre la agricul-
tura en el proceso de paz es [sic] una gran oportunidad de fortalecer en su
totalidad al sector rural y específicamente al sector agropecuario (Rafael
Mejía, 2012).
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
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(…) ¿por qué negociar? No porque se crea que la causa subversiva sea justa
en sus móviles y procedimientos; tampoco porque los alzados en armas
tengan la capacidad de amenazar la estabilidad de la República. En lo
esencial, las razones son humanitarias. La violencia ejercida por grupos
armados al margen de la ley, y la generada por grupos irregulares que se
formaron para combatir la guerrilla, ha causado numerosas víctimas, en
especial pertenecientes a los estratos más pobres de la población en zonas
rurales. También se negocia para evitar los daños que, mediante atenta-
dos terroristas, estos grupos siguen ocasionando al medio ambiente, a la
infraestructura, a los bienes públicos y, en general, a la economía nacional
(ANDI, 2015).
6 La paz territorial desde la perspectiva del Alto Comisionado para la Paz involucra
la articulación: enfoque de derechos y enfoque territorial. El enfoque de derechos
que se propone hace referencia a un restablecimiento de derechos a las poblaciones
afectadas por el conflicto armado. Y debe estar orientado por una perspectiva
diferencial. El enfoque territorial supone reconocer que han existido unos territorios
más afectados por la guerra que otros. Y que estos territorios son heterogéneos y
diversos.
impulso del desarrollo territorial. Esto es, de generar unos modos de regulación en los
territorios para el despliegue de procesos que la guerra no ha permitido.
Así las cosas no se trataría de resolver los asuntos históricos que explican y ali-
mentan el conflicto, sino, todo lo contrario, de generar unas condiciones para el
afianzamiento de los procesos moleculares de acumulación de capital y de poder
político bajo el manto de la paz territorial. Cuando visualizamos estos problemas
reconocemos la importancia de la disputa que se perfila socialmente por quién llena
de contenido la paz territorial y asume un carácter protagónico en la implementación
de los acuerdos. La construcción de la paz territorial es un asunto estratégico.
Los elementos señalados a lo largo del texto permiten abordar el interrogante pro-
puesto: ¿Por qué los acuerdos de paz que se alcancen con las insurgencias armadas deben
ser apropiados por los movimientos sociales para dinamizar sus luchas y caminar en un
horizonte emancipatorio y contrahegemónico? Esta discusión claramente es un asunto
que interpela de manera fundamental a las organizaciones populares y los movimien-
tos sociales que caminan en una ruta destituyente-constituyente.
Este momento político parece mostrar las condiciones para actualizar y recobrar
el verdadero sentido de lo político, esto es, y siguiendo a Bolívar Echevarria,
Por tanto, el horizonte constituyente en que caminan los procesos políticos popu-
lares en Colombia abre caminos de esperanza para reinventar el mundo y construir
un nuevo orden social basado en el bien común, el buen vivir y la vida digna para los
pueblos.
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Bibliografía
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
166
Páginas web
¿Hacia dónde va América Latina? Balances desde las experiencias políticas concretas
NEOLIBERALISMOS Y
AMÉRICA LATINA EN LA
GEOPOLÍTICA MUNDIAL
170
Problemas en el saber convencional crítico
Beatriz Stolowicz
Profesora- Investigadora del Departamento de Política y Cultura en
el área problemas de América Latina de la Universidad Autónoma
Metropolitana- Unidad Xochimilco, en la ciudad de México.
E
stuve aquí hace 5 meses intercambiando ideas sobre el tema de este encuentro.
En aquella oportunidad di mis pareceres sobre la crisis político-electoral de
los gobiernos llamados progresistas. No voy a repetir esos argumentos pues
aquella intervención será incluida en las memorias de este seminario.
También manifesté que el desconcierto que se observa actualmente es, en buena
medida, resultado de que durante varios años los análisis serios fueron desplazados
u opacados por la propaganda. Podemos admitir que, en algunos casos, se busca-
ban apoyos a esos procesos o se quería generar un contagio de entusiasmo entre los
pueblos gobernados por la derecha. Pero condujeron a la perplejidad del presente.
También en muchas opiniones actuales sobre las crisis político-electorales hay bas-
tante superficialidad. Y observamos cómo algunos analistas critican hoy lo que antes
exaltaron, en giros de 180 grados, sin hacer explícito ese cambio de opinión, como
debería ser en honor a la seriedad intelectual, lo que tendría un alto valor didáctico.
Los momentos candentes del cambio de coyunturas políticas son propicios para el
predominio en los análisis del tiempo muy corto, el de los acontecimientos. La acción
política lo requiere, sin duda, pero a condición de no perderse en el anecdotario.
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buscan hacer arrodillar a los trabajadores para reducir sus salarios directos e indirec-
tos e imponerles relaciones laborales que garanticen una mayor apropiación de valor
de trabajo impago. Con este propósito es que sólo se reduce el gasto público que
solventa derechos colectivos que devuelven valor a sus productores y sus familias, no
así el gasto público destinado a fortalecer económicamente al capital y su seguridad.
Una vez logrado esto, la estrategia siempre contempló una siguiente fase de estabili-
zación, cambiando las políticas económicas y procurando nuevos consensos sociales
y políticos.
Lo que aprendimos con la investigación es que la reestructuración del capitalis-
mo no se hizo en un solo acto, que se fue ejecutando con distintos medios para ir
controlando políticamente los efectos de su aplicación. Ha habido varios momentos
de demolición y estabilización para hacer avanzar a estadios superiores la reestruc-
turación del capitalismo en América Latina. Buscando siempre construir consensos
más sólidos. Todos y cada uno de esos momentos de demolición-estabilización han
sido en sentido estricto ajustes. El saber convencional identifica “ajuste” sólo como
“ajuste fiscal”, sólo ahí ve “neoliberalismo”. Pero ha habido ajustes que han producido
transformaciones permanentes para fortalecer al capital, en estadios superiores, que
se han hecho con expansión del gasto público.
Los ajustes se llevan a cabo montados en las crisis. Las crisis económicas son usa-
das como excusa para justificar nuevas acciones de demolición, como peldaños para
ascender en la reestructuración, por eso el capital las ve como “oportunidad”. Cuan-
do provocan acciones de protesta que puedan llegar a afectar la dominación, buscan
nuevos medios para estabilizarla, cambian las tácticas.
El Estado es un instrumento central tanto para la demolición como para la esta-
bilización. Para la estabilización las funciones del Estado son más sofisticadas en la
reconfiguración de la sociedad, en la construcción de nuevas mediaciones, en el uso
de la retórica. Su eficacia es directamente proporcional a las falencias del “mainstream
crítico”.
En cada momento de cambio táctico pareciera haber fuertes debates al interior
de la clase dominante, al menos son muy estentóreos. Los promotores del cambio de
táctica para estabilizar presentan sus propuestas como “alternativas”. Con un ejerci-
cio supremo de retórica nominalista, a la táctica anterior, de demolición, la presentan
como “el neoliberalismo”; a la nueva táctica de estabilización la presentan como la
“superación del neoliberalismo”. Hace muchos años yo llegué a pensar que de verdad
era un debate fuerte para convencer a ciertas fracciones dominantes de que la nueva
táctica es la más eficaz. Pero estudiando más a fondo cómo elaboran de manera colec-
tiva los personeros de la táctica anterior junto con los personeros del cambio táctico,
llegué a la conclusión de que en esos aparentes enfrentamientos hay, sobre todo, un
manejo político: mientras unos aparecen como una derecha neoliberal rancia, los no-
minalmente críticos del neoliberalismo se presentan como una oposición de “tercera
vía”, de modo tal que la izquierda vea en ellos a posibles aliados en una lucha viable
contra aquellos “neoliberales”. Para ello se juega con el recurso de la tríada.
No es que no existan enfoques doctrinarios o teoréticos diferentes entre unos y
otros, de hecho eso es lo que hace a la tríada creíble. Pero comparten el objetivo, que
es la elevación de las ganancias del capital como condición sine qua non de la esta-
bilidad del sistema. Los dominantes piensan estratégicamente, son flexibles en los
medios e inflexibles en los objetivos. No es irrelevante para la vida de la gente que se
adopten unos medios u otros, pero eso no debería conducir a confusiones políticas:
los estabilizadores no pueden ser vistos como aliados. Muchos de los que en determi-
nadas coyunturas son ejecutores de la estabilización, fueron ejecutores de demolicio-
nes en otras coyunturas; o a la inversa. En cada una han ocupado un lugar distinto
en la geometría del espectro político, jugando más a la derecha o más al centro. No es
que sean fuerzas políticas “nuevas”, sino que ejecutan tácticas diferentes. Ahora desde
filas de la izquierda se dice que hay una “nueva derecha” en Brasil, en Chile, y lo que
siga. ¿Es “nueva” por poner en marcha un cambio táctico?
En Chile, cuando el régimen dictatorial aseguró su proyecto refundacional me-
diante la Constitución de 1980, que era parte del cronograma para estabilizar la
reestructuración con un régimen de concertación, de las filas pinochetistas surgió
un sector que se llamó a sí mismo “nueva derecha” para legitimarse como actor de la
negociación. Se presentó como una derecha liberal, o demoliberal, aunque había sido
ejecutora de la fase anterior que se hizo con dura represión.
Hoy día, en Brasil, para mantener los niveles de ganancia a los que estaban habi-
tuados los grandes empresarios con los gobiernos petistas, exigen acelerar el “ajuste”
para aumentar las transferencias estatales al capital. No es sólo un ajuste fiscal, tam-
bién plantea reformas constitucionales contra derechos laborales. Pero se presentó
como ajuste fiscal desde un comienzo (junio) con la Propuesta de Enmienda Cons-
titucional (PEC) 241 de Temer. Que plantea congelar el gasto corriente durante 20
años, sólo actualizado por inflación pasada, lo que supone congelamiento de plazas y
salarios públicos y del presupuesto en salud y educación hasta el año 2037, sin afectar
pagos al capital financiero y financiamiento a asociaciones público-privadas, entre
otros. Es una propuesta maximalista para marcar la cancha de la reconfiguración
del escenario de partidos. Al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)
le tocó ejecutar la tarea, y aparece ahora como a la cabeza de la mentada “nueva
derecha”. ¿Ahora son neoliberales y antes no? Siempre fueron misóginos, racistas,
clasistas, unos más que otros. Pero también fueron el núcleo de la oposición oficial a
la dictadura en el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), desde donde dirigie-
ron la transición entre regímenes. Son el origen del Partido de la Social Democracia
Brasileña (PSDB). Aprobaron la Constitución de 1988, tan celebrada por la izquier-
da por sus cláusulas garantistas. A finales de los noventa desempeñaron el papel de
centro político frente a los gobiernos del PSDB de Fernando Henrique Cardoso, y
viabilizaron que gobernara la izquierda para que, con mediaciones sociales y épica,
diera legitimidad al modelo con el que los grandes empresarios ganaron como nunca,
tal como se los recordaba Lula en la campaña electoral de 2010. Han organizado
junto con el PSDB el golpe institucional contra Dilma.
Pero ya se está perfilando una táctica de estabilización. No obstante que el PSDB
aprobó la PEC 241 en primera instancia en la Cámara de Diputados, antes de las
elecciones municipales del 2 de octubre Geraldo Alckmin, el gobernador paulista del
PSDB, le reclama (19 de septiembre) a Temer que debe flexibilizar el ajuste fiscal, con
lo que ya se perfila como “crítico de los neoliberales”. En las elecciones municipales
el PT y el PMDB son duramente castigados, pero el PSDB aumenta su votación en
casi 30 por ciento. Una vez que van creciendo significativamente las movilizaciones
estudiantiles y del sector salud contra la PEC 241, Fernando Henrique Cardoso le
plantea a Temer (12 de octubre) que debe atemperarla. Al día siguiente (13 de oc-
tubre) Temer afirma que no se reducirán los programas asistenciales como Bolsa
Familia, y que la PEC 241 podría modificarse en 4 o 5 años, antes de los 10 años que
establece el proyecto. En esta nueva fase táctica sacrifican políticamente a Eduardo
Cunha del PMDB, el operador del impeachment, al que apresan en octubre y que
amenaza con hacer caer también a Temer; con esto cubren al poder judicial golpista
con la apariencia de ser equitativo en el trato al PT y al PMDB. Y Geraldo Alckmin
se va proyectando de nuevo como candidato presidencial, pero buscando serlo de una
alianza de partidos más amplia colocada como nuevo centro político. ¿Se presentará
como la “tercera vía crítica” que seduzca a la izquierda para hacer una alianza, tal
como ocurrió antes con el PMDB?
En Argentina, Mauricio Macri ejecuta el “ajuste” siguiendo el manual: que dice
que es mejor hacerlo al comienzo, cuando el nuevo gobierno tiene legitimidad; que
debe ser rápido para tomar por sorpresa a los posibles opositores. Así lo hizo. Pero
como las movilizaciones sociales han crecido considerablemente, ya hay señales tácti-
cas para estabilizar. Por un lado, Macri convoca a las tres ramas de la CGT justicia-
lista para negociar algunas concesiones económicas, a condición de que conjuren un
paro general anunciado. Por otro lado, la Radical Elisa Carrió, muy conservadora y
que integra la alianza de gobierno, ya formula críticas y propone regulaciones. ¿Pre-
tenderá encabezar una “tercera vía”, como hizo la Alianza a fines de los noventa frente
al neoliberal Menem, aunque continuó con sus políticas?
Se está pagando un precio político por pensar al neoliberalismo sobre funda-
mentos equivocados. No sólo por caracterizarlo como una política económica, espe-
cíficamente la monetarista, sino también por haber aceptado la retórica dominante
sobre el “Estado mínimo”. El saber convencional de izquierda ha asumido la lógica
binaria del doctrinarismo liberal. La impusieron retóricamentelos intelectuales sis-
témicos, aunque no creen en ella. Sirvió para que justificaran la demolición de las
anteriores funciones sociales del Estado negando al Estado en general. Pero no están
constreñidos a la dicotomía entre titularidad jurídica pública o titularidad jurídica
privada para usar intensamente al Estado como su Estado. La idea de privatización a
secas ya había sido abandonada a mediados de los noventa y sustituida por la idea de
“posprivatización”. La formularon en primer lugar por razones políticas debido a los
rechazos a las privatizaciones. Y porque para los objetivos del capital, la titularidad
jurídica estatal de bienes y servicios llega a ser mucho más útil porque garantiza que
el presupuesto público sea el vehículo para transferirle riqueza social. Esto se aplicó
primero en las políticas sociales, financiadas con presupuesto público y de provisión
y ganancias privadas. Fue la manera, además, de construir mediaciones sociales. Hoy
esto está potenciado con las asociaciones público-privadas, garantizadas por ley hasta
por un siglo, y financiadas con leyes plurianuales de presupuesto público. Y que bajo
la excusa de cláusulas fiscales que prohíben elevar el déficit, obligan a aumentar la
recaudación impositiva a los asalariados y consumidores pobres que no deducen im-
puestos, mientras exoneran al gran capital para “incentivarlo a invertir”, justificado
todavía más por la crisis. O que para cumplir con la disciplina fiscal le aseguran al
capital niveles permanentes de ganancia con fondos de garantía estatales, que son
alimentados con fondos de pensiones y acciones de empresas públicas, como ocurre
con la ley de asociaciones público-privadas promovida por Lula en 2003.
Entonces, si se mantiene la titularidad jurídica en el Estado, ¿no es privatización
aunque sea el medio para transferirle al capital inmensos montos de riqueza social?
Considerando esa transferencia, ¿que la titularidad jurídica sea estatal permite decir que
es “superación del neoliberalismo”? Esta mirada binaria del mainstream de izquierda
bloqueó la comprensión de cómo se estaba fortaleciendo al gran capital con el activo
Estado “posneoliberal”, y que eso significaba fortalecer políticamente a la derecha.
Los intelectuales de la reestructuración capitalista no se creen el fetichismo de la
forma jurídica de la propiedad contraponiendo ontológicamente público o privado.
Tampoco se creen el fetichismo de la forma jurídica de la propiedad en el ámbito
privado: sostienen que no tiene por qué ser sólo la propiedad individual clásica, y que
bien pueden ser otras formas de propiedad como cooperativas, empresas de usuarios,
de trabajadores, etcétera. Lo fundamental para ellos no es la forma jurídica de la
propiedad, sino el dominio sobre la materialidad de las relaciones sociales. Es decir:
lo fundamental es la subsunción real al capital de todas las formas de organización
económica, bajo distintas formas jurídicas. En su concepción, el derecho debe ser lo
suficientemente flexible para contemplar distintas formas de propiedad. Lo que no es
negociable es la función ordenadora del derecho, su fuerza coercitiva para garantizar
de manera perdurable un Orden económico, social y político al servicio del capital.
Es decir: flexibilidad en las formas e inflexibilidad en los cometidos.
Y es desde este principio que el capital ha ido construyendo un entramado de
apoyo y de creación de diversas formas de economía comunitaria, economía social,
de economía solidaria, subsumiéndolas al proceso de acumulación global del capital.
A eso lo llaman Negocios Inclusivos, tan atractivos que son para muchos progresis-
tas… Lejos de la retórica doctrinaria liberal del mero individualismo, la estrategia
dominante pasa por la construcción de un nuevo microcorporativismo, incluidos los
sindicatos, que fortalezca el dominio económico, social e ideológico del capital. Con
sus consabidos efectos políticos.
Esta es una de las bases materiales de la nueva hegemonía burguesa construida a
lomo de las crisis y “criticando” al “neoliberalismo” en los términos en que hicieron
que se pensara. Apenas se está prestando atención crítica al efecto hegemónico de la
construcción de la ciudadanía patrimonialista, de la construcción de la idea de ciuda-
El artículo analiza los cambios y las continuidades ideológicas en los procesos de alienación
en el marco de la crisis del capitalismo neoliberal actual, ponderando este plano a partir de la
activación de las capacidades hegemónicas para renovarse (resiliencia). Mantiene como clave de
argumentación el giro en las prácticas discursivas al interior del pensamiento neoliberal. Este
movimiento registra un desplazamiento discursivo (también de los lugares de enunciación)
desde las corrientes ortodoxas (posiciones consideradas “dogmáticas” y “fundamentalistas”
de mercado) hacia expresiones heterodoxas del neoliberalismo (perspectivas en las cuales
el mercado continúa siendo el eje fundamental para la producción y reproducción de las
relaciones sociales). Los cambios intra-hegemónicos se caracterizan por el tránsito desde
una primera versión de neoliberalismo tendiente a la “desregulación” (1970-2000) hacia una
nueva síntesis o versión de nuevo cuño: el neoliberalismo regulado o nuevo neoliberalismo
(2000-actual). Este acontecimiento garantiza relegitimar ideológicamente la doxa de
mercado (hoy en crisis) reforzando la continuidad del statu quo para el capitalismo de época.
Una manera para aproximar este hecho, histórica y actualmente, parte de la reflexión sobre
las críticas neoliberales al neoliberalismo, conceptualizándolas como herejías frente a este
pensamiento en su faceta dogmática.
L
a última edición de la revista oficial del Fondo Monetario Internacional (FMI):
Finance & Development (junio de 2016), incluye un artículo, titulado suspi-
cazmente: “Neoliberalism: oversold?” (traducido al español como: Neolibera-
lismo… ¿un espejismo?). Ostry, Loungani y Furceri (2016), tres economistas pertene-
cientes a ese organismo, reconocen algunos secretos a voces que estratégicamente han
sido omitidos por la ideología dominante.
Por ejemplo, la emergencia de la agenda neoliberal, la cual varios analistas han
venido ubicando alrededor de la década de 1980 asociada a los gobiernos conserva-
dores de Reagan y Thatcher había evitado vincular al neoliberalismo ab origine con
el “milagro chileno”. A su manera, estos autores desmienten la pretendida epifanía
planteada en su oportunidad por Milton Friedman.
Esta primera alusión resulta importante puesto que si bien no se reconoce explíci-
tamente, permite seguir subrayando que la plataforma neoliberal irrumpió temprana-
mente en América Latina a través de los golpes de Estado, empezando por el asestado
al gobierno socialista democráticamente elegido de Salvador Allende, y la dictadura
cívico-militar que impuso Pinochet en el marco del Plan Cóndor auspiciado por
los Estados Unidos, según lo han ratificado los documentos desclasificados por este
mismo gobierno. Este “modelo” después de haber sido decretado manu militari en
la región, fue imitado en Inglaterra y los Estados Unidos, y más tarde desplegado a
nivel global, en varias ocasiones siguiendo su mecanismo inaugural: a sangre y fuego
(cuestión crucial que se omite nuevamente).
En todo caso, esta declaración fondomonetarista abre de nuevo la oportunidad
para seguir subrayando la naturaleza inherentemente autoritaria y antidemocrática
del neoliberalismo desde su mismo estreno, hasta los tiempos presentes. El documen-
to destaca además que, si bien la agenda neoliberal habría traído “beneficios” para el
mundo contemporáneo ‒según los autores, mayores tasas de crecimiento y compe-
tencia internacionales; limitaciones a los Estados que desgobernaban sus sociedades
abusando del déficit fiscal; la expansión del comercio global, de la cual afirman los
autores “rescató” a millones de personas de la pobreza (¡nunca lo demuestran!); la
transferencia de tecnología hacia los países en desarrollo, y mejoras en la eficiencia en
la provisión de servicios, entre otras tantas virtudes‒, existirían tres promesas incum-
plidas por el neoliberalismo que pueden resumirse así:
¿verdad?”1. Pero, ¿qué tan cierto es que el FMI “se une” a las críticas al neoliberalis-
mo? ¿Cuáles son los alcances y el significado ideológico y práctico de estas “críticas”?
De entrada hay que matizar las extrañezas advirtiendo que situaciones como las
propiciadas por el artículo de Ostry et alter y algunos comentaristas, no son nuevas ni
inéditas. Hacen parte de la tendencia más reciente y actual del discurso hegemónico,
el cual pretende seguir reforzando la continuidad del capitalismo neoliberal aunque
bajo una “nueva síntesis”, una versión de nuevo cuño. Este giro en las prácticas dis-
cursivas hegemónicas desde posiciones consideradas “dogmáticas” y “fundamenta-
listas” de mercado hacia otras perspectivas neoliberales en las cuales el mercado es
fundamental, ha sido recientemente denominado de varias maneras: (neo)liberalismo
regulado (Watkins, 2010), nuevo neoliberalismo (Puello-Socarrás, 2008a y Puello-
Socarrás et al., 2015)2.
Aunque estos acontecimientos no son signos que alertan sobre un cambio de épo-
ca y de rupturas, sí evidencian una época de cambios al interior del neoliberalismo
que debe ser subrayada, teórica y políticamente con el objetivo de reorganizar las
fuerzas social-populares y retomar las praxis auténticamente contra el neoliberalismo.
Después de varios años de ser demostrativas ‒en frecuencias e intensidades‒, es-
pecialmente en NuestrAmérica, las resistencias sociales y populares lograron posicio-
nar regionalmente una perspectiva de contestación política frente al neoliberalismo.
Incluso, los primeros años del siglo XXI llegaron a elevar tanto horizontes antica-
pitalistas como formas alternas-y-nativas, alternativas al desarrollo neoliberal: v.gr.
1 Las referencias sobre el Financial Times, Rodrik y Klein fueron tomadas del artículo: “La
crítica del FMI al neoliberalismo levanta polvareda” del blog Jaque al Neoliberalismo
(visita del lunes 6 de junio de 2016).
2 Mientras que autores como Lazzarato (2013, 102) observan que el viraje neoliberal
consiste en el “paso del ordoliberalismo al neoliberalismo norteamericano”, el
tránsito al cual aquí aludimos recorre precisamente un itinerario inverso: desde las
visiones ortodoxas (angloamericanas) hacia las heterodoxas (austroalemanas) del
neoliberalismo. Además de registrar el desplazamiento de las prácticas discursivas
en ese sentido (Fukuyama, Stiglitz, etc.), análisis recientes confirman nuestra
interpretación (Mirowski 2013, 83-84). Por ejemplo, Blyth (2014, 203), explicando el
‘disputado presente’ en la idea de austeridad anota:
“(…) la austeridad acabaría consolidándose como una forma peculiarmente
germana de organizar la economía, hasta terminar convertida en el principio rector
del diseño sobre el que habría de estructurarse el proyecto europeo… La escuela
austriaca también vendría a transformarse en una especie de cabeza de playa para
los estadounidenses deseosos de recargar sus baterías con nuevos argumentos a
favor de la austeridad” [énfasis propio].
Tesis #1. Lejos de verificar el “final de sus finales”, como fue anticipado errónea
y precipitadamente –al decir de Harvey (2004)– por “agoreras predicciones” des-
de distintos oráculos entusiastas realizados por distintos sectores, hoy nuevamente
exacerbados con ocasión del artículo de Ostry et alter3, y a pesar de debatirse en
una crisis sin precedentes que cuestiona fuertemente sus fundamentos históricos en
diferentes dimensiones (una de ellas: la ideológica), el neoliberalismo ni se desvanece
ni se debilita. En contraste: el neoliberalismo continúa profundizándose globalmente
y se consolida como el proyecto económico político del capitalismo tardío, hoy ac-
tualmente vigente.
La construcción de una sociedad de mercado (no sólo de una “economía”, dos cosas
distintas) a nivel planetario continúa siendo la (contra)utopía de las élites mundiales.
Como muestra Mirowski (2013), la crisis capitalista mundial en curso y los últi-
mos shocks (v.gr. financiero, socio-ambiental, trayendo a colación únicamente dos de
ellos), antes que servir para debilitar socialmente o falsear en lo ideológico la vigencia
del neoliberalismo, paradójicamente han reforzado su persistencia.
Le asiste la razón a Slavoj Žižek (2003, 7) cuando señala que para la mayoría de
la gente común: “Hoy... parece más fácil imaginar el ‘fin del Mundo’ que un cambio
mucho más modesto en el modo de producción, como si el capitalismo liberal fuera
lo ‘real’ que de algún modo sobrevivirá, incluso bajo una catástrofe ecológica global”.
Esta (contra)utopía se encuentra hoy en firme y proyectándose. Varios dispositivos
concretos como los Tratados de Libre Comercio de última generación: Trans-Atlánti-
co (EE.UU. + Unión Europea) o Trans-Pacífico (EE.UU. + 11 países pertenecientes
a la Cuenca del Océano Pacífico) o, instancias subordinadas a estos acuerdos como la
Alianza del Pacífico, son ilustrativos de este hecho.
Tesis #2. Hoy y ayer, las (supuestas) críticas al neoliberalismo, sobre todo aquellas
que provienen desde lugares de enunciación indudablemente hegemónicos, como el
FMI (el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, más recientemente,
el Foro Económico Mundial), no son críticas en el sentido de pretender modificar,
menos aún intentar superar, el actual estado de cosas. Ciertamente, este neoliberalis-
mo crítico del neoliberalismo ni siquiera pretende impugnar los efectos que él mismo
ha causado en el pasado, acertadamente descritos como holocausto social (Max-Neef,
2015). Este tipo de sagaces diatribas hay que interpretarlas como estrategias discur-
sivas resilientes desde el interior del neoliberalismo, una forma de regenerar ‒al decir
de F. Bergsten (2011)‒ su “maltrecha imagen”, tanto en el sentido ideológico como
práctico4 .
4 Esta sugerencia fue hecha hace poco por el fundador del Institute for International
Economics (hoy: Peterson Institute), cuna del Consenso de Washington en 1989. A
través de “recomendaciones de política” dispuestas ante el Congreso de los Estados
Unidos, el Peterson Institute propuso cuál debería ser el “nuevo” papel del FMI en
medio de la crisis, entre otros:
“(…) proveer consejos expeditos y persuasivos de política y ayudar a diseñar e
implementar programas de reforma económica” anticipando que tales programas
de reforma involucrarían “un balance entre dolorosos ajustes de política que
necesariamente afectan el crecimiento económico en el corto plazo y el transitorio y
2.1 Desde el shock financiero global (2007-2008) se han exacerbado las críticas
al libre mercado. ¡Incluyendo las “críticas” al neoliberalismo hechas por los
mismos neoliberales!
En este itinerario de relatos, no hay que dejar de señalar que desde América Latina
y el Caribe, laboratorio de resistencias donde se desplegaron las luchas más determi-
nantes contra el neoliberalismo durante el cambio de milenio, varios gobiernos se
hicieron al mote del “capitalismo (en) serio”, convergiendo con la impronta de las
prácticas discursivas de los países centrales que antes consignábamos.
Precozmente, en 2003, el extinto presidente de Argentina, Néstor Kirchner, expli-
caba ante la Bolsa de Comercio de Buenos Aires:
Como antesala a las reuniones del G-20 en 2011, en la Cumbre paralela al G-20,
llamada B-20 (congreso de empresarios), realizado en Cannes (Francia), su esposa,
Cristina Fernández de Kirchner, presidenta en ejercicio, insistía por enésima vez:
Este lema encontró afinidades tanto con la versión uruguaya, muchas veces re-
marcada por el expresidente de la República José ‘Pepe’ Mujica (véase Percy, 2015)5;
como con el neo-liberal-desarrollismo del Partido de los Trabajadores brasileño du-
rante los gobiernos de Luiz Inácio ‘Lula’ Da Silva y Dilma Rousseff (véase Iasi, 2012).
En esos momentos, muchas personas pudieron reaccionar desprevenidamente de
la misma manera en que lo hizo Rodrik y decir: “¿Qué diablos está pasando? Recono-
cidos neoliberales ¡se critican a sí mismos!”. Y de ahí pudieron surgir las más variadas
especulaciones sobre hipotéticos mea culpa, arrepentimientos o supuestos actos de
contrición.
Todas estas declaraciones, no obstante, se entienden en su justa proporción y real
dimensión cuando se revelan los auténticos propósitos que las animan:
a) Regenerar la “maltrecha imagen” del capitalismo neoliberal, presentándo-
lo ahora en una versión menos fundamentalista (dogmática). Para ello ha
sido preciso realizar una crítica al mercado “desenfrenado”, “anárquico”,
“desregulado”, “monstruoso”, pero al mismo tiempo, avalando la existen-
cia de otra (supuesta) cara del Mercado “con límites”, “serio”, “regulado”,
“civilizado”,etc.
b) Alejarse del perfil ab origine del neoliberalismo promoviendo su conti-
nuidad bajo una versión de “tercera vía”, en la cual los llamados a la re-
gulación estatal (o gubernamental) resultan cruciales. Estas invocaciones
niegan firmemente toda posibilidad de convalidar el intervencionismo de
Estado (a la Keynes) o las modalidades de Planificación estatal (socialista),
reafirmando también el reconocimiento neoliberal, según el cual, el Mer-
cado ni es omnipotente ni perfecto; no obstante, sigue intacta la convic-
ción de que el Mercado debe ser el criterio ordenador omnipresente y (re)
productor de la totalidad de las dinámicas sociales ‒no sólo en cuestiones
Para que la competencia florezca ‒plantea Tirole– resulta fundamental que exis-
tan reglas de juego claras y reguladores independientes pues “sin un regulador fuerte,
no hay liberalización eficaz” (Tirole, 2005), advirtiendo que las acciones estatales o
gubernamentales sobre los mercados (la regulación) deben evitar ser permanentes.
Solo se justifican momentáneamente, y “en caso” que los mercados fallen, es decir:
no funcionen correctamente.
Por su parte, el académico-tecnócrata Joseph Stiglitz –también premio Nobel de
economía en 2001– personifica paradigmáticamente el tipo de operativos ideoló-
gicos a los cuales nos estamos refiriendo. Desde hace varios años, Stiglitz ha sido
posicionado entre la opinión pública estadounidense y mundial como un “crítico del
neoliberalismo”.
Autor del Consenso Post-Washington (Stiglitz, 1998), propuesta que publicita-
riamente se postuló a contracorriente del Consenso de Washington (decálogo de
políticas que simplemente es una de las tantas expresiones del proyecto neoliberal,
cuestiones distintas en grado y magnitud), Stiglitz en realidad continuó reafirmando,
con algunos matices, la preeminencia de las lógicas de mercado, en la misma línea
argumentativa de sus pensamientos y actuaciones más recientes. Hay que reconocer
que el zigzagueo discursivo de Stiglitz y su manera para presentar ciertos temas ante
públicos no especializados tienden a confundir.
Por ejemplo, Stiglitz es reconocido como uno de los más crudos opositores de
los Acuerdos de libre comercio: Trans-Atlántico y Trans-Pacífico que adelanta el go-
bierno de su país, los cuales no duda de calificar como “farsa”, porque en su opinión
estos acuerdos comerciales “(…) colocan habitualmente los intereses comerciales por
encima de otros valores… [que] no deben ser negociables” (Stiglitz, J. “La farsa del
libre comercio”, El Espectador, 13 de julio de 2013).
A primera vista, esta posición podría parecer justamente una crítica; sin embargo,
el mismo autor, aclara:
Tal y como reza un refrán anglosajón: el diablo está en los detalles. Aquí las crí-
ticas realizadas al régimen de libre comercio “dirigido”, la farsa, son para reclamar la
necesidad de una versión “auténtica”, un libre mercado puro. Stiglitz en otras opor-
tunidades ha reafirmado esta cofradía con los postulados del neoliberalismo hetero-
doxo (“la segunda escuela”, según sus palabras), a través de sus críticas a la ortodoxia
neoliberal (“la primera escuela” que él considera heredera de Adam Smith), pero
exclusivamente para relegitimar el proyecto neoliberal del capitalismo de mercado:
que fue uno de los ejes del capitalismo norteamericano desde el principio de
la presidencia de Reagan, es una era que ha llegado a su fin... (El Nuevo
Herald entrevista reproducida por El Colombiano, “Los consejos de Jo-
seph Stiglitz”, 22 de agosto de 2009).
Complementando enseguida:
Estos discursos han encontrado su correlativo en expresiones cada vez más sofis-
ticadas en las teorías económicas contemporáneas, más puntualmente: las corrientes
de la nueva síntesis neoclásica-keynesiana (véase Puello-Socarrás, 2008a), también
autoproclamados: los nuevos keynesianos.
El rol intelectual, ideológico y tecnocrático que vienen jugando teorías emergen-
tes de este tipo ha sido fundamental para reforzar –esta vez en el campo acadé-
mico– las críticas neoliberales al neoliberalismo. Esta última denominación y las
abusivas alusiones a Keynes no deben confundir. Las verdaderas convicciones de este
Frankenstein teórico – “keynesianismo bastardo”, como alguna vez Joan Robinson
(1962) calificó la primera síntesis neoclásica del premio Nobel en economía, J. Hicks,
en los 1930, difundida a la postre por P. Samuelson– comparecen plenamente y se
refuerzan con el nuevo ideario neoliberal:
Todos estos lugares de enunciación han sido claves para el reforzamiento del giro
ideológico en materia de política macroeconómica en el pensamiento neoliberal y
que, en lo fundamental, desarrollan las principales ideas e instrumentos presentados
tempranamente en Rethinking macroeconomic policy (Blanchard et al., 2010).
El antiguo credo fondomonetarista entonces ha visto la necesidad de aprender de
esta crisis –la más espectacular en la historia del capitalismo–, y revisar sus presupues-
tos teóricos y prácticos en lo que se considera ahora una primicia. Este giro empero
no pretende extralimitar el statu quo neoliberal, hoy vigente, pero sí propone una ver-
sión de nuevo cuño, una síntesis supuestamente novedosa, léase: un neoliberalismo
regulado por el Estado15.
Este cambio obliga a matizar algunos elementos pertenecientes al programa es-
pecífico de políticas (nivel instrumental en lo económico y/o social), pero nunca se
propone transformar el proyecto político neoliberal –horizonte articulado en torno a
la (contra)utopía sobre una futura sociedad de mercado y que se ha materializado a
través del paradigma del desarrollo)–, dos cuestiones diferentes.
Si se interpreta que el neoliberalismo-ortodoxo-fondomonetarista del pasado re-
ciente se transforma en alguna otra cosa distinta por el simple acto de “paliar” –como
proponía Tirole– la utilización de los instrumentos de la política macroeconómica
(como es el caso de los estabilizadores automáticos), no se puede aludir ni mucho me-
nos justificar metamorfosis alguna que no sea al interior del neoliberalismo mismo16 .
15 Como Director Gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn (2011) reforzaba esta idea:
“Al formular un marco macroeconómico nuevo para un mundo nuevo, el péndulo
se desplazará —por lo menos un poco— del mercado hacia el Estado, y de un
entorno relativamente simple hacia uno relativamente más complejo… también
debe dedicar[se] más atención a la cohesión social” [énfasis propio].
16 “Repensar” el “nuevo marco” para la política macroeconómica debe interpretarse
al interior del neoliberalismo fondomonetarista. Ello no implica que las ideas
fundamentales hayan cambiado; únicamente se matizaron algunas líneas e
instrumentos de política. Por ejemplo, la mal-llamada estabilización económica”,
corazón de la estrategia neoliberal de desarrollo desde mediados de siglo y llevada
a cabo en la época de las reformas estructurales, continúa hoy intacta:
“(…) Yendo hacia adelante, el nivel de ajuste fiscal requerido… será formidable
(…) Las implicaciones de política para la próxima o próximas dos décadas es que,
cuando las condiciones cíclicas lo permitan, es necesario un gran ajuste fiscal, y
si el crecimiento económico se recupera rápidamente, éste debería ser utilizado
para reducir sustancialmente las proporciones de deuda/PIB en vez de financiar
incrementos en el gasto o recortes en los impuestos” [énfasis propio] (Blanchard et
alt2010).
El FMI desde hace mucho tiempo procura aprovechar las experiencias con-
cretas en el terreno y las nuevas investigaciones para hacer más eficaz su
supervisión económica, su asistencia técnica y la forma en que responde a
las crisis. (...) Ese proceso no ha alterado fundamentalmente la esencia
de nuestro enfoque, que se basa en mercados abiertos y competitivos,
marcos robustos de política macroeconómica, estabilidad financiera e ins-
tituciones sólidas. Pero sí ha aportado importante información sobre cuál
es la mejor forma de alcanzar esos resultados de una manera sostenible.
[énfasis propio] (Obstfeld, 2016).
Referencias utilizadas
Introducción
C
omo se indica en su título, este ensayo va dirigido a realizar una primera
y seguramente incompleta aproximación a las redobladas amenazas que les
planteará la recién inaugurada administración de Donald Trump a los pue-
blos, las naciones y a ciertos gobiernos de los 33 Estados nacionales o plurinacionales
ubicados al sur del rio Bravo y de la península de Florida. Asimismo, a los de algunos
de los territorios de esa región aún sometidos a diferentes formas de dominación co-
lonial por parte de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Holanda.
* Este artículo actualiza y en algunos aspectos amplía la ponencia que, con el titulo “El
resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos: implicaciones para
América Latina y el Caribe” presenté en el XV Taller Cuba en la Política Exterior de
los Estados Unidos de América: “Tendencias y Perspectivas de las relaciones Cuba-
Estados Unidos después de las elecciones de noviembre de 2016”, convocado por
el Centro de Investigaciones de la Política Internacional (CIPI) de La Habana, Cuba,
entre el 14 y el 16 de diciembre de ese año. 205
206
Para cumplir ese propósito, las páginas que siguen se dividirán en tres acápites.
En el primero me referiré a los que he denominado objetivos estratégicos, generales
y, en determinados casos, específicos que guiaron las “estrategias inteligentes” hacia
el sur político del continente americano desplegadas por las dos administraciones de
Barack Obama. En el segundo, realizaré varias referencias a los enunciados sobre “la
familia de las Américas” plasmados en la reaccionaría Plataforma del Partido Repu-
blicano (PPR) aprobada en la Convención efectuada en Cleveland a fines de julio de
2016. Y, en el tercero, presentaré mis consideraciones preliminares sobre el escenario
más probable de las políticas hacia América Latina y el Caribe que desplegarán los
grupos de poder y los poderes fácticos de los Estados Unidos, al menos, en los dos pri-
meros años del gobierno temporal del controvertido, racista, misógino, homofóbico
y xenofóbico magnate inmobiliario y “miembro de la clase capitalista transnacional”
Donald Trump (Robinson, 2016), quien, siguiendo sus peores prácticas empresaria-
les y a causa de los “conflictos de intereses” que se crearán entre éstas y sus altas res-
ponsabilidades estatales, parece decidido a llevar “la corrupción” a un “nuevo nivel”
en la conformación y el funcionamiento de su gabinete (Baker, 2017)1.
Como en otros de mis ensayos, ese escenario se elaborará desde los principales
conceptos teóricos y metodológicos de la prospectiva crítica. Esta parte del criterio de
que el futuro es “más construible que previsible”. Por tanto, “no es único, ni lineal”.
Al contrario, pueden vislumbrarse varios escenarios alternos. Ninguno está prede-
terminado, ya que dependen de los resultados de las acciones reactivas, preactivas y
proactivas del “hombre colectivo”. En consecuencia, el porvenir es un campo de bata-
lla (muchas veces violento) entre los sujetos sociales y políticos, estatales y no estata-
les, que “pungan por imponer su poder para defender sus intereses” (Mojica, 2000).
En mi consideración, sin negar la impronta y los márgenes de decisión de cual-
quier mandatario, la utilización de esos conceptoses necesaria; ya que en la mayor
parte de las aproximaciones que he podido leer sobre la que será la proyección externa
de los Estados Unidos durante la actual administración republicana se olvida que,
con independencia de las posiciones personales de cualquier presidente (por muy “atí-
pico”, “imprevisible”, “errático”,“volátil”, “egocéntrico” o “megalómano” que sea)2, la
política interna y externa que desarrollará esa potencia imperialista durante el gobier-
no temporal de Donald Trump será la resultante de los consensos previamente exis-
tentes o que se reelaboren entre los representantes políticos, militares, intelectuales e
ideológico-culturales de los diferentes sectores de las clases y los grupos dominantes
que participan en las diferentes instancias de los poderes ejecutivo, legislativo y ju-
dicial. Igualmente de las percepciones que estos tengan con relación a los resultados
(positivos o negativos) de las políticas desplegadas por la administración precedente,
tanto para sus propios intereses y cuotas de poder, como para la preservación de la
que he denominado “seguridad imperial” de los Estados Unidos.
Como he tratado de demostrar en diferentes publicaciones (Suárez, 2003, 2006 y
2010), lo antes dicho contribuye a explicar las continuidades de los objetivos estraté-
gicos, generales y, en ciertos casos, específicos, al igual que de muchas de las estrata-
gemas desplegadas y las herramientas utilizadas por las diferentes administraciones
estadounidenses, aun cuando estas hayan sido controladas por diferentes sectores de
los partidos demócrata o republicano. También los cambios de conceptos, estrategias
o en el empleo de ciertas herramientas que se han producido entre una y otra admi-
nistración e, incluso, durante los sucesivos mandatos de algunas de ellas.
Esas continuidades y esos cambios igualmente han estado influidos y en algunos
casos determinados por sus consideraciones acerca de la correlación internacional
de fuerzas existentes, así como, en menor medida, por las reacciones de las clases y
grupos subalternos estadounidenses frente a las políticas internas o externas desple-
gadas por cada uno de esos gobiernos temporales. Asimismo por la calidad de las
2 Esos y otros calificativos (algunos de ellos, más fuertes) han sido empleados por
diferentes autores para caracterizar los comportamientos de Donald Trump, antes y
después de su elección como presidente de los Estados Unidos.
resistencias que les hayan ofrecido a estas últimas otros actores sociales y políticos,
gubernamentales y no gubernamentales, de otros Estados del mundo.
únicamente (como se demostró en Paraguay), a los gobiernos que eran (cual fue el
caso de Honduras hasta mediados de 2009) o todavía son miembros plenos de la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio
entre los Pueblos (ALBA-TCP): Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecua-
dor, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las
Granadinas, Surinam y la República Bolivariana de Venezuela.
Contra los gobiernos de este último país, presididos por el comandante Hugo
Chávez y por Nicolás Maduro, se desplegaron y se siguen desplegando diversas accio-
nes contrarrevolucionarias bajo el supuesto de que su derrocamiento produciría un
negativo “efecto dominó” sobre los gobiernos de los demás Estados integrantes del
ALBA-TCP (incluido el de Cuba) y para las interrelaciones que estos habían desple-
gado con otros gobiernos centroamericanos y caribeños en los marcos de PETRO-
CARIBE y del fondo ALBA-Caribe.
intereses nacionales o que expresan disensos con algunas de las políticas interna
o externa impulsadas por uno u otro gobierno estadounidense. Siguiendo esa
tradición, ese antojadizo calificativo fue empleado públicamente por la exsecretaria
de Estado Hillary Clinton, por el exasesor del Consejo Nacional de Seguridad de
la segunda administración de Barack Obama, Benjamin (Ben) Rhodes, e incluso, en
algunas ocasiones, por ese mandatario estadounidense.
sobre Puerto Rico. Esta registró un nuevo salto de calidad con la aprobación de las
denomina Ley PROMESA signada en 20l6 por Barack Obama, la cual estableció
una Junta Fiscal orientada a garantizar, primero que todo, que los gobiernos de ese
mal llamado Estado Libre Asociado paguen la multimillonaria deuda contraída con
diversas instituciones financieras estadounidenses, incluidos algunos “fondos bui-
tres” (Torres, 2016).
4. Subordinar a los gobiernos de todos los Estados nacionales del hemisferio occi-
dental ubicados en el “arco del Pacífico” ‒Canadá, México, Guatemala, El Salvador,
Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile‒ a los
intereses geoestratégicos estadounidenses. Funcional a ese propósito fueron las exi-
tosas negociaciones del Tratado Transpacífico (TPP), impulsadas por el gobierno de
los Estados Unidos como parte de su llamado “pilar asiático” (orientado a contener la
creciente proyección externa de la República Popular China), al igual que su constan-
te respaldo a la Alianza para el Pacífico (ALPA), institucionalizada en 2011 entre los
gobiernos de México, Colombia, Perú y Chile, presididos por Felipe Calderón, Juan
Manuel Santos, Allan García y Sebastián Piñera, respectivamente. Sus antecesores,
previamente, habían firmado asimétricos tratados bilaterales de libre comercio con
Estados Unidos y ellos o sus sucesores (cual fue caso del mandatario peruano Ollanta
Cualquiera que sean los juicios que merezcan esas afirmaciones, lo cierto fue que
la decisión de admitir la participación del presidente cubano en la antes menciona-
da Cumbre de las Américas tuvo como uno de sus propósitos superar las grandes
dificultades que sufrió el desenvolvimiento de ese cónclave durante su VI Cumbre
efectuada en 2012 en Cartagena, Colombia, al igual que relegitimar a la OEA, en su
conjunción con el BID, como “la entidad diplomática multilateral primordial” en la
supervisión y gestión de los acuerdos de esas Cumbres destinados al “fortalecimiento
de la paz y la seguridad, la promoción y consolidación de la democracia representati-
va, la resolución de conflictos regionales, el fomento del crecimiento económico y la
cooperación al desarrollo, la facilitación del comercio, la lucha contra el tráfico ilícito
de drogas y el crimen transnacional y el apoyo a la Comisión de Derechos Humanos”
(Congress of The United of America, 2013).
Esos propósitos coincidieron con el interés del Pentágono, expresado en La polí-
tica de defensa para el hemisferio occidental hasta 2023 difundida en octubre de 2012
por el entonces secretario de Defensa, Leon Panetta, en la que, entre otras cosas, se
indicó: “Los Estados Unidos, mediante su participación en la OEA y mediante cada
uno de nuestros compromisos ínter militares, promoverán un férreo sistema de coope-
ración en materia de defensa que procure hacer frente a los desafíos complejos del siglo
XXI. […] Nos esmeraremos por reformar las instituciones existentes y aprovecharlas a
fin de lograr una mayor eficacia y unidad de propósitos para abordar esta problemática
que afecta a todos los países del hemisferio” (Panetta, 2012, la cursivas fueron incorpo-
radas por el autor de esta ponencia).
Con esos y otros fines, a partir de 2014, la diplomacia político-militar estadou-
nidense, en consuno con la Secretaría de la JID, comenzó a impulsar la elaboración
de un nuevo instrumento hemisférico que sustituya al obsoleto e inoperante Trata-
do Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), así como la institucionalización
de una Comisión Interamericana de Defensa subordinada a la OEA que articule
las labores de las Conferencias de Ministro de Defensa de las Américas, de Jefes
de Ejércitos, Marina y Aviación, así como de los subsistemas regionales de defensa
existentes en el hemisferio occidental (JID, 2014); incluido el subsistema del norte
de América, sustentado en las estrechas relaciones establecidas entre las fuerzas mili-
tares de Canadá con el Comando Norte de Defensa Aeroespacial (NORAD, por sus
siglas en inglés) y con el Comando Norte de las Fuerzas Armadas estadounidenses
(NORTHCOM), cuya área de responsabilidad abarca el territorio, las costas y el
espacio aéreo de Canadá, de los Estados Unidos (incluida Alaska), de México y del
archipiélago de las Bahamas, ubicado en la entrada atlántica del estratégico estrecho
de La Florida.
En el criterio del Jefe de esos dos comandos, almirante William Gortney, esa arti-
culación está orientada a enfrentar las “amenazas tradicionales” y “no tradicionales”
que les plantea a los Estados Unidos la proyección militar, política y económica de
Rusia y de la República Popular China en el norte del hemisferio occidental. Asi-
mismo, las acciones ciberespaciales, las pruebas nucleares y el continuo desarrollo de
misiles balísticos por parte de Corea del Norte. Igualmente, las actividades diplomá-
ticas y las capacidades de misiles balísticos de largo alcance y el programa espacial
que está desarrollando Irán y los eventuales ataques terroristas contra el territorio es-
tadounidense que, en el futuro, pudieran emprender el Estado Islámico y Al-Qa´ida
(Gortney, 2016).
No tengo espacio para plasmar mis consideraciones acerca de los logros para la
seguridad imperial de los Estados Unidos obtenidos durante las dos administraciones
de Barack Obama (y, en particular, durante su segundo mandato) en el cumplimien-
to total o parcial de cada uno de los objetivos generalesy específicos señalados en el
acápite anterior. Tampoco para referirme a los que no pudo cumplir. No obstante,
en mi apreciación, unos y otros serán retomados por la administración de Donald
Trump, ya que este se comprometió, entre otras cosas que veremos después, a de-
fender el presunto “excepcionalismo” de su país, a “hacerlo más grande otra vez”, a
mantener su “posición natural como líder del mundo libre”, a fortalecer la supremacía
de sus fuerzas armadas en todo el mundo, a “restablecer la ley y el orden”, así como a
superar “la crisis que está atravesando la seguridad nacional estadounidense” (PPR,
2016: 3).
De ahí que, a pesar de la acritud de los tres debates que se produjeron entre la
candidata presidencial del Partido Demócrata, Hillary Clinton, y el ahora presidente
Donald Trump, los cambios que ambos se proponían introducir en las políticas hacia
América Latina y el Caribe previamente desplegadas por el gobierno temporal de
Barack Obama no estuvieron en el centro de la campaña electoral. Esto me indu-
jo a pensar que ambos candidatos estaban decididos a mantener esos objetivos, así
como a continuar la mayor parte de las estrategias elaboradas e implementadas por
la poderosa maquinaria de la política exterior, de defensa y seguridad de los Estados
Unidos durante los ocho años de esa administración, entre otras razones, porque casi
todas esas estratagemas contaron con el mayoritario respaldo bipartidista en ambas
cámaras del Congreso. Como veremos después, una de las pocas excepciones que
confirman esa regla fueron el rechazo que encontraron en el Senado o en la Cáma-
ra de Representantes las diferentes enmiendas a las llamadas “leyes del embargo”
contra Cuba que presentaron diversos senadores o representantes de ambos partidos
políticos después del 17 de diciembre de 2014, incluido un proyecto de ley dirigido a
restituirle el derecho de los ciudadanos estadounidenses a viajar y a gastar su dinero
en la mayor de las Antillas sin que mediara ninguna licencia de la Oficina de Control
de Activos del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos (OFAC, por su sigla
en inglés).
De ahí que los dos únicos problemas vinculados directamente a las políticas hacia
el Hemisferio Occidental que se abordaron en los diferentes discursos del entonces
candidato republicano fueron los relacionados con los negativos efectos que, según
sus reiteradas opiniones xenófobas, racistas y “proteccionistas”, estaban produciendo
en la sociedad, en la cultura y en la economía estadounidense (en especial, en la
industria manufacturera y en los niveles de empleo de los trabajadores blancos con
bajos niveles educacionales) algunas de las políticas migratorias y comerciales pre-
viamente desplegadas por la administración de Barack Obama. Y, dentro de estas
últimas, la aprobación del TPP (negociado, entre otros, por los gobiernos de Estados
Unidos, Canadá, Chile, México y Perú) y el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN) que, desde 1994, había sido respaldado por todas las adminis-
traciones demócratas y republicanas.
Tal vez por ello, en la reaccionaria PPR, se acentuó la importancia de darle con-
tinuidad, con escasos cambios, a todas la estrategias en los campos comercial, ener-
gético, de la defensa y la seguridad que durante la administración de Barack Obama
se han venido desplegando en consuno con los grupos de poder, los poderes fácticos
y los sucesivos gobiernos temporales de Canadá y México, respectivamente encabe-
zados por sus primeros Ministros, Stephen Harper y Justin Trudeau, así como por
los presidentes de México, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. A pesar de los
degradantes ataques verbales contra los mexicanos emprendidos por Donald Trump,
Por otra parte, con el lenguaje antediluviano empleado en muchas de sus páginas,
en esa plataforma se indicó: “Un presidente republicano nunca abrazará a un dictador
marxista, ni en Venezuela, ni en ninguna parte del mundo. El actual presidente del
poder ejecutivo ha permitido que ese país se haya convertido en un Estado narco-
terrorista y que una avanzada iraní amanece a América Central, así como que Vene-
zuela sea un cielo seguro para los agentes de Hezbollah”. Y añadió: “Hoy con su país
arruinado por el socialismo y en la senda del caos, el pueblo venezolano está luchando
por restaurar su democracia y recuperar sus derechos. Cuando triunfen, como se-
guramente ocurrirá, los Estados Unidos estarán listos para ayudarlos a retornar a la
familia de las Américas” (Ibídem).
Sin dudas, tales sintagmas expresaron el tajante rechazo de los redactores de esa
plataforma (algunos de los cuales ocuparán prominentes posiciones en la administra-
ción de Donald Trump) a las conversaciones de alto nivel entre los actuales gobiernos
de los Estados Unidos y de Venezuela que comenzaron a desarrollarse desde abril
de 2015; pero, como se indicó en el primer acápite de este escrito, el contenido de
esos enunciados se corresponde con las multifacéticas acciones contra la Revolución
Bolivariana desplegadas por las dos administraciones de Barack Obama. Y, en par-
ticular, con los agresivos planes que, desde los primeros meses de 2015, ha venido
organizando el SOUTHCOM (las llamadas Venezuela Freedom 1 y 2 Operations)
después que el antes mencionado presidente estadounidense diera a conocer su Orden
Ejecutiva de marzo de 2015 en la que calificó al actual gobierno venezolano como
“una amenaza inusual y extraordinaria para la política exterior y la seguridad nacio-
nal estadounidense” (Weisbrot, 2015).
En esa misa tónica y en correspondencia con las estrategias hacia Colombia desple-
gadas por la maquinaria de la política exterior, de defensa y seguridad de los Estados
Unidos, así como rechazando de manera implícita el respaldo que la administración
de Barack Obama le había ofrecido a los acuerdos de paz que en julio de 2016 todavía
se estaban negociando en La Habana entre los representantes del Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Gobierno de ese país,
la antes mencionada PPR señaló: “Reafirmamos nuestra amistad y admiración por
el pueblo colombiano y llamamos a los congresistas republicanos a expresar su soli-
daridad con sus largas décadas de lucha contra las terroristas FARC. Los sacrificios y
sufrimientos del pueblo colombiano no deben ser traicionados por el ascenso al poder
de los asesinos y señores de las drogas” (PPR, 2016: 50).
Llama la atención que ese último enunciado formó parte de los pretextos em-
pleados por el reaccionario expresidente y ahora senador colombiano y líder del mal
llamado Centro Democrático, Álvaro Uribe, estrechamente vinculado a algunos de
los congresistas cubano-estadounidenses que apoyaron la candidatura de Donald
Trump, cual es el caso de Mario Díaz Balart, para movilizar votos contra los acuer-
dos de paz firmados en La Habana en el desfavorable plebiscito para tratar de “blin-
darlos” que se efectuó en Colombia 2 de octubre de 2016. Posteriormente, durante
la ratificación de la segunda versión de esos acuerdos aprobada por el Senado y en la
Cámara de Representantes colombiana en diciembre de ese año, los parlamentarios
del Centro Democrático también se opusieron a la segunda versión de esos acuerdos
firmada en Bogotá a fines de noviembre entre el Jefe de las FARC, Rodrigo Londoño
(alias Timochenko), y el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Pero mucho antes de que eso ocurriera, Donald Trump, como es su costum-
bre, comenzó a modificar las declaraciones anuentes que previamente había realiza-
do acerca de las políticas hacia Cuba desarrolladas por la administración de Barack
Obama después del 17 de diciembre de 2014. En efecto, buscando captar el apoyo de
los electores opuestos a las ordenes ejecutivas y a la Directiva Presidencial de Barack
Obama del 14 de octubre de 2016, el entonces candidato presidencial republicano
comenzó a resaltar sus desacuerdos con esas políticas y, en la misma medida que los
fue acentuando, fue asumiendo el lenguaje ultraconservador en el que está redactada
la PPR. Al respecto, en esta se indicó:
Es imprescindible resaltar que ese ofensivo y rancio lenguaje fue el empleado por
Donald Trump en el exabrupto que difundió inmediatamente después que conoció
la desaparición física del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro. El
irrespetuoso contenido de ese mensaje llevó al historiador cubano Elier Ramírez Ca-
Cualesquiera que sean las consideraciones que merezcan esas y otras opiniones
expresadas por el autor de esa cita, todo lo dicho en el acápite anterior dejan plantea-
das varias interrogantes que trascienden con mucho, aunque en mi opinión incluyen,
las políticas hacia Cuba que emprenderá el actual gobierno temporal estadounidense.
En lo que tiene que ver con los contenidos de este ensayo, ¿abandonará esa adminis-
tración todas o solo algunas de las ingeniosas combinaciones entre las herramientas
de los llamados hard y softpowers (smartpower) empleadas por la administración de
Barack Obama con vistas a cumplir todos los objetivos estratégicos, generales o espe-
cíficos planteados o no en el primer acápite de este ensayo? ¿Esas herramientas serán
sustituidas por las propias del que Elier Ramírez denomina stupidpower?
A mi modo de ver, esas preguntas no tienen una respuesta general. Por consi-
guiente, considero que para realizar anticipaciones acerca de las estrategias y las he-
recibir los fondos que le corresponden de los 750 millones de dólares aprobados en el
presupuesto de 2016-2017 por el Congreso de los Estados Unidos para apoyar el Plan
para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (asesorado y monitoreado
por el BID), así como de los más de 300 millones de dólares dirigidos a fortalecer en
el propio año fiscal la implementación de la Iniciativa para la Seguridad de América
Central (CARSI, por sus siglas en inglés) impulsada desde 2010 por el gobierno tem-
poral de Barack Obama.
También es de esperar que la recién inaugurada administración de Donald Trump
le entregue al actual gobierno de Costa Rica los 30 millones de dólares en ayuda mi-
litar que en agosto de 2016 Obama le ofreció a su homólogo costarricense a cambio
de su “cooperación” para contener las migraciones incontroladas y el tráfico de drogas
y otros delitos conexos que se siguen produciendo en Centroamérica, así como para
continuar edificando las instalaciones del cada vez más militarizado Servicio Nacio-
nal de Guardacostas costarricense que el SOUTHCOM está equipando con vistas a
habilitar nuevas facilidades para el desplazamiento de sus fuerzas navales en las costas
del Océano Pacífico y del Mar Caribe de ese país.
Asimismo, el nuevo mandatario estadounidense refrendará, tan pronto la aprue-
be el Congreso (controlado por el Partido Republicano), la llamada Nicaragua Act
que se presentó en ambas cámaras en los meses previos y posteriores a la reelección
de Daniel Ortega. Para los senadores y representantes promotores de las sanciones
incluidas en esa Ley, los comicios presidenciales que se realizaron en noviembre de
2016 en Nicaragua (en los que resultó reelecto por más del 70% de los votantes su
presidente Daniel Ortega) fueron fraudulentos. Entre otras razones, porque no fue-
ron supervisados por la OEA. Para tratar de evitar esas sanciones, el gobierno nicara-
güense aceptó que ese organismo supervise las próximas elecciones municipales que
se efectuarán en el presente año.
Por otra parte, a pesar del rechazo de la actual administración republicana al TPP,
se mantendrá su apoyo político-diplomático a la ALPA y a todos los acuerdos en el
campo político, económico, militar y vinculados a la “seguridad hemisférica” previa-
mente firmados por el gobierno de Barack Obama con sus contrapartes de Colombia,
Perú y Chile, incluido su multimillonario apoyo al denominado Colombia Peace
Plan impulsado por esa administración demócrata (con el respaldo del Congreso y
del Pentágono) para “ayudar” al actual y al gobierno colombiano que resulte electo en
2018 a “ganar la paz”, tanto como los ayudaron a “ganar la guerra” diferentes admi-
nistraciones demócratas y republicanas estadounidenses (Isacson, 2016).
Paralelamente, la administración de Donald Trump continuará las diversas accio-
nes públicas, discretas, encubiertas o secretas que había venido desplegando el gobier-
no temporal de Barack Obama con vistas a debilitar a la Revolución Ciudadana y a
favorecer la victoria de las fuerzas de la derecha y de la centro-derecha ecuatoriana en
los comicios presidenciales y parlamentarios que se efectuarán en febrero de 2017. Por
tanto, cualesquiera que sean los resultados de esos comicios, se fortalecerán las rela-
ciones de los partidos Demócrata y Republicano y de otras instituciones integrantes
o vinculadas con la NED (como el Centro Internacional para la Empresa Privada y el
Centro Estadounidense para la Solidaridad Sindical Internacional, CIPE y ACILS,
por sus correspondientes siglas en inglés) con todos los sectores de la derecha ecuato-
riana, al igual que con la políticamente fortalecida derecha chilena.
Contando con ese apoyo y con los resultados favorables a sus candidatos en las
elecciones municipales que se efectuaron en 2016, los partidos que la integran redo-
blarán sus esfuerzos para derrotar al candidato presidencial que presentará la hetero-
génea coalición ahora denominada Concertación por la Democracia-Nueva Mayoría
(en la que participa el Partido Comunista Chileno) en los comicios presidenciales que
se efectuarán a fines del presente año. Ese empeño se verá favorecido por las grandes
debilidades que ya exhibe el gobierno de esa coalición política, presidido por Miche-
lle Bachelet.
Asimismo, el gobierno temporal de Donald Trump fortalecerá el ostensible res-
paldo político que le ha venido dando su antecesor demócrata a los gobiernos dere-
chistas y “neoliberales” actualmente instalados en Argentina, Brasil y Paraguay. Y,
al igual que ya venía haciendo la administración de Barack Obama, continuará sus
acciones dirigidas a debilitar y, si le fuera posible, derrocar al Gobierno boliviano
presidido por Evo Morales, artífice de la Revolución Democrática y Cultural que se
ha venido desarrollando en ese país desde 2005. También a debilitar aún más a los
sectores “populistas radicales” y “antiestadounidenses” que todavía conservan ciertas
influencias en la elaboración de las ambivalentes políticas internas y externas que ha
venido desarrollando el Gobierno uruguayo presidido por Tabaré Vazquez. Tales
acciones se complementarán con un mayor respaldo por parte de los partidos Demó-
crata y Republicano a los partidos Blanco y Colorado con vistas a lograr la derrota
del candidato que presente el Frente Amplio-Encuentro Progresista en las elecciones
las migraciones de “extranjeros de interés especial”, entre los que pudieran incluir-
se “luchadores terroristas extranjeros” vinculados al Estado Islámico e interesados
en emprender actos terroristas en los Estados Unidos o en sus “naciones aliadas”
(Tidd, 2016). Igualmente, “las intenciones del actual gobierno iraní de incrementar
sus vínculos económicos, científicos y culturales con América Latina; la existencia de
una extensa red de militantes y simpatizantes de la organización libanesa Hezbollah,
algunos de los cuales están involucrados en el lavado de dinero y en otras actividades
ilícitas”, así como en el mantenimiento de “una infraestructura capacitada para em-
prender o apoyar actos terroristas” (Ibídem).
En esa ocasión Tidd también expresó su preocupación por los vínculos económi-
cos, políticos y militares de Rusia con varios gobiernos latinoamericanos, así como
por las diversas acciones en el terreno económico, político y cultural que –“violando
las reglas establecidas”– ha venido desarrollando el gobierno de la República Popular
China en diversos países latinoamericanos y caribeños. De modo que esos enunciados
seguramente encontrarán continuidad en las que algunos analistas estadounidenses
han calificado como “escasamente realistas” políticas hacia esa potencia asiática em-
prendidas por Donald Trump.
En cualquier caso, y acorde con esos conceptos, es de esperar que durante su go-
bierno la maquinaria de la política exterior y de defensa y seguridad de los Estados
Unidos continúe respaldando financiera y militarmente todas las acciones previstas
en la Iniciativa para la Seguridad de la Cuenca del Caribe (CBSI, por su sigla en
inglés), previamente impulsada por la administración de Barack Obama. Al par, los
partidos Demócrata y Republicano y las otras instituciones integrantes de la NED
redoblarán sus acciones dirigidas a apoyar a las fuerzas de la derecha que actúan en
todos los Estados del Caribe insular y continental integrantes del ALBA-TCP, al
igual que en los Estados de la CARICOM y del Sistema de Integración Centroame-
ricano (SICA) signatarios de los acuerdos de PETROCARIBE.
Con esas y otras acciones ‒como el condicionamiento de los fondos que aprobó el
Congreso estadounidense para el impulso de la Iniciativa para la Seguridad Energéti-
ca de Centroamericana y el Caribe, impulsada desde fines de 2014 por la administra-
ción de Barack Obama y, en particular, por su vicepresidente Joe Biden‒ se buscará
debilitar la oposición que hasta ahora han expresado los gobiernos de los Estados
integrantes de la CARICOM y del SICA a las propuestas de aplicarle a Venezuela
las sanciones previstas en la Carta Democrática de la OEA impulsadas por su actual
en las intensas y, por lo general, fructíferas negociaciones que desde esa fecha se han
desarrollado con sus correspondientes contrapartes del gobierno cubano.
Además de los enunciados de la PPR y de los exabruptos de Trump en ocasión de
la desaparición física de Fidel Castro ya mencionados en el acápite anterior, así pare-
cen confirmarlo tanto la incorporación a su “equipo de transición” de varios cubano-
estadounidenses extremadamente críticos a “la nueva política” hacia Cuba desple-
gada por la administración de Barack Obama, como los planteamientos realizados
por el Secretario de Estado del Gobierno de Donald Trump, el exgerente general de
la poderosa empresa petrolera EXXON-Mobil Oil, Rex Tillerson, en la prolongada
audiencia (duró nueve horas) orientada a obtener su ratificación que sostuvo el pasado
18 de enero con los 20 integrantes demócratas y republicanos del Comité de Relacio-
nes Exteriores del Senado.
Ante los tendenciosos comentarios y las incisivas preguntas vinculadas a sus po-
siciones acerca del futuro de las relaciones oficiales con Cuba que le formularon el
senador demócrata Bob Menéndez y el senador republicano Marcos Rubio (ambos
radicalmente opuestos a las políticas hacia ese país desarrolladas por el ahora expresi-
dente Barack Obama), Tillerson afirmó, entre otras cosas que veremos en el próximo
párrafo, que en caso de ser aprobado como Secretario de Estado él “le recomenda-
ría” al presidente Trump que vetara cualquier decisión del Congreso estadounidense
orientada a eliminar “el embargo” contra Cuba.
Reiterando con sus propias palabras lo previamente planteando por el actual
mandatario estadounidense, así como por otros adversarios de la política de Obama
hacia la mayor de las Antillas, Tillerson también indicó que, en su opinión, “[n]ues-
tros recientes compromisos con el gobierno de Cuba no han sido acompañados por
ninguna concesión significativa de su parte en el campo de los derechos humanos.
No hemos logrado que [ese gobierno] sea considerado responsable por sus conductas.
Sus líderes recibieron mucho, mientras que su pueblo recibió poco. Eso no sirve ni
a los intereses de los cubanos, ni de los estadounidenses” (Tillerson en Yepe, 2017).
Acto seguido señaló de manera reiterada que creía que el presidente Donald
Trump había sido “bastante claro” en indicar que le iba a pedir a todas las agencias
del gobierno estadounidense que realizaran una revisión completa de todas las orde-
nes ejecutivas del presidente Barack Obama, incluidas las vinculadas a las autoriza-
ciones de las 12 categorías de viajes que los ciudadanos estadounidenses ya pueden
realizar a Cuba sin autorización de la OFAC y las “diversas actividades de negocios”
que se pueden realizar en ese país. A decir de Tillerson, esa revisión también inclui-
rá “las razones que llevaron al Departamento de Estado y a diversas agencias del
gobierno estadounidense a excluir a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del
terrorismo” (Ibídem). Merece recordar que esa exclusión fue una de las condiciones
imprescindibles que en la primera reunión bilateral que sostuvieron en Panamá en
abril de 2015 le planteó a Obama su homólogo cubano Raúl Castro para restablecer
las relaciones diplomáticas de Cuba con los Estados Unidos.
Adicionalmente, creo conveniente resaltar que –según la información que he podi-
do revisar– los asuntos vinculados al porvenir de las relaciones con Cuba fueron uno de
los pocos temas vinculados a las políticas de Estados Unidos hacia América Latina y el
Caribe que ocuparon los diferentes y no siempre coincidentes comentarios y preguntas
que le realizaron a Tillerson los integrantes del Comité de Relaciones Exteriores del
Senado. Si mi información fuera completa, se ratificaría el criterio previamente expre-
sado en este ensayo acerca de la existencia de un consenso bipartidista favorable a buena
parte de los objetivos generales y específicos, así como a las principales estrategias em-
pleadas por la administración de Barack Obama para tratar de “renovar” y“prolongar a
lo largo del siglo XXI el liderazgo estadounidense en las Américas”.
Seguramente, como ha ocurrido en otras ocasiones históricas, las discrepancia
que se presentarán en el futuro previsible tanto en el seno de los diversos órganos
del poder ejecutivo, como del poder legislativo y de los cada vez más monopolizados
medios privados de desinformación masiva estadounidenses, estarán vinculadas a las
diferentes percepciones existentes acerca de la eficacia de los conceptos e instrumen-
tos empleados por la administración de Barack Obama para garantizar la seguridad
imperial de los Estados Unidos y, estrechamente vinculados a ella, los importantes
intereses geopolíticos y geoeconómicos de sus clases y sus grupos dominante en el que
la exasesora para la Seguridad Nacional del expresidente Barack Obama, Susan Rice,
denominó “crucial hemisferio [occidental]” (Rice en Yepe, 2017).
A modo de conclusión
Bibliografía
A
la hora de estudiar las posturas del neoliberalismo ante los derechos huma-
nos y la democracia resulta imprescindible partir del análisis sobre sus raíces
filosóficas e ideológicas construidas durante la modernidad a partir del libe-
ralismo, pero sin que esto signifique que mantengan todos y cada uno de los rasgos
que caracterizan a este último.
Aunque la idea de libertad aparece entre las más ancestrales expresiones de la
civilización humana, del mismo modo que existen pruebas del antiquísimo conflic-
to desde las primeras reflexiones filosóficas que surgieron en diversas culturas del
mundo entre las concepciones humanistas y las alienantes, no hay dudas de que la
elaboración teórica ‒especialmente en su expresión jurídica y política‒ más profunda
del concepto de libertad y sus mayores pretensiones de realización práctica han sido
una conquista de la modernidad.
Del mismo modo, las conquistas democráticas han sido paulatinamente alcan-
zadas desde las primeras manifestaciones de la civilización hasta nuestros días, y en
distintas regiones del orbe, pero nadie debe negar que la aceleración que le imprime
la cultura occidental al proceso civilizatorio ha sido tan significativa que en ocasio-
235
236
1 “En realidad, asumir que desde 1500 Europa tiene que civilizar el mundo es un gesto
paradójico y altamente etnocéntrico, cuando otras civilizaciones (como la china,
india, islámica, india, azteca, maya) habían permanecido, por decirlo, durante siglos,
antes de que un grupo de comunidades de bárbaros venidos a más empezara a
postularse a sí mismo como un nuevo centro del mundo, en nombre del cristianismo
y de Europa”. W. Mignolo (1999). “Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la
crítica postcolonial”. Castro-Gómez, S. y otros. (Editores). Pensar. Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana, p. 54.
2 Véase: N. Lechner (1988). “Los derechos humanos como categoría política”. En:
Derechos humanos en América Latina, temas y debates. Quito: Ediciones Culturales
LJNP-ALDIU, p. 85. Este punto fue discutido en el suplemento de El País: “Temas
de nuestra época”, Madrid, 15 de julio de 1993, por Diorgio Agamtiem, Jürgen
Habermas y Fernando Savater, tomando como base el problema que representa para
la identidad política la intensific ación de los procesos migratorios y de refugio y exilio
de losúltimos años.
en aras de una definición unívoca y restrictiva de lo moderno. ¿Es que acaso no fue
moderna la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917? ¿No lo fue también la Revo-
lución China de 1949?
No se debe impugnar el concepto mismo de universalidad de los derechos hu-
manos, sino la manera metafísica de entenderlos, esto es, las interpretaciones supra-
empíricas y especulativas. En rigor, la polémica internacional acerca de los derechos
humanos no gira sobre la letra de los pactos de derechos humanos de las Naciones
Unidas, sino alrededor de su interpretación por las grandes potencias y su uso como
instrumento de confrontación y extorsión. Quizás nada muestre con más claridad la
esencia política de los derechos humanos que la dinámica de su uso manipulado en
la escena internacional.
Al referirse al carácter formal y, en definitiva, utópico que posee el modo en que se
plantean los derechos humanos, Miguel Giusti sostiene: “Por el carácter formal que
poseen, los derechos humanos son como los principios del liberalismo: tienen vigen-
cia plena sólo en condiciones ideales de igualdad y bajo el supuesto de que las reglas
de juego sean compartidas por todos. Por eso justamente los teóricos de los derechos
humanos han sostenido siempre que es preciso, ya que no partir de, al menos llegar a,
una situación utópica de ciudadanía mundial o cosmopolita, en la que todos los seres
humanos puedan ajustarse a un mismo sistema de reglas de acción. Pero ésa es natu-
ralmente sólo una utopía. En el mundo real, en el que se produce por lo demás aque-
lla contradicción entre la moralidad y la positividad de los derechos fundamentales,
las condiciones de partida han sido y siguen siendo de desigualdad, de asimetría. La
distribución de los bienes, de la riqueza, de las oportunidades y, sobre todo, de las
decisiones económicas y políticas, es asimismo notoriamente desigual, y las reglas de
juego vigentes no parecen sino perpetuar este orden, o este desorden, internacional”3.
Ahora bien el hecho de que los derechos humanos y la democracia puedan ser
considerados una utopía, no abstracta, sino concreta, no debe en modo algunos sig-
nificar que se debe subestimar la lucha por alcanzarles. En definitiva, al igual que
otros horizontes físicos o espirituales, la circunstancia de que se alejen en la misma
medida en que nos dirigimos hacia ellos, no significa que no se avance en relación
con el punto de partida. El humanismo práctico puede parecer también algo utópico
para muchos, pero todo dependerá del punto de partida. En el caso de la historia
temprana del desarrollo del capitalismo resultaran para el poder dominante muy
peligrosas y por tal consideración fueran censuradas.
Del mismo modo, cuando Rousseau planteaba que “no es, pues, tanto el entendi-
miento lo que establece entre los animales y el hombre la distinción específica, sino su
calidad de agente libre”7, establecía la condición de la libertad como condición básica
de la existencia humana. Aunque en otro momento se lamentaba de que “el hombre
ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo que se
considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás”8 . Con esta decla-
ración, el liberalismo podría alimentarse posteriormente, sin percatarse del doble filo
de la misma. Por esa razón en él se alimentó el espíritu revolucionario jacobino y el
ilustrado se tornó ideológicamente revoltoso.
Las bases filosóficas e ideológicas del neoliberalismo lógicamente descansan
sobre los pilares del liberalismo ‒pero, como sostiene Ricardo Sánchez Ángel, “El
neoliberalismo nuestro no es un retorno al liberalismo clásico. En verdad, cumple
una vigorosa función intervencionista a favor de la acumulación privada nacional
y transnacional”9‒, que se fue consolidando tanto política como jurídicamente du-
rante la irrupción de la modernidad, según las cuales el eje central y primordial de
la sociedad es el individuo, el cual debe salvaguardarse por encima de cualquier otra
entidad, aun cuando esta presuma representarlo como Estado, partido, clase social,
Iglesia, etc. Se parte del presupuesto de que la libertad individual debe ser protegida
esencialmente para salvaguardar el derecho a la propiedad privada y que esta pueda
someterse a las “libres” relaciones de la economía de mercado10.
lema central se puede resumir así: a fallas del mercado, más mercado. Las fallas
nunca son del mercado, sino son resultados de distorsiones que el mercado sufre.
En consecuencia en la visión neoliberal las fallas del mercado se corrigen con más
mercado”. F. Hinkelammert. “La publicidad neoliberal está impidiendo formar
opinión pública en la sociedad”. Arellano Ortiz, F. Editor (2005). Las fronteras no
existen. Por la integración latinoamericana. Quito: Editorial Aya-yala, p. 43.
11 “Si es difícil definir el liberalismo, incluso ateniéndose únicamente al liberalismo
político, hay al menos una propiedad que le es constitutiva: el individualismo,
entendido como una posición según la cual juzgar sobre la legitimidad del poder
y determinar su extensión pertenece en última instancia a los individuos. Que los
individuos sean los jueces, e incluso quienes instituyen el poder que se ejerce sobre
ellos, presupone el abandono de toda referencia a un poder espiritual imponiendo
la norma de lo que se debe creer; este abandono no es posible en sí mismo, sino
porque la razón individual se considera como idéntica a la razón pura. El individuo
no puede en efecto verse dotado de carga más pesada que la de instituir la sociedad
conforme a sus exigencias y a su destino, ya que es considerado como un portador
de la razón, única instancia indisociablemente singular en su ubicación y universal
en su naturaleza, única instancia, entonces, susceptible de fundar el acuerdo
entre los hombres haciendo abstracción de sus particulares lazos de pertenencia.
El liberalismo no reconoce el poder sino en la medida en que éste garantiza un
derecho, en el que la igualdad y la libertad son los elementos constitutivos porque
formulan jurídicamente la identidad de todos los individuos. También el liberalismo
es por esencia igualitarista, con tal de que la igualdad sea aquella de las libertades
individuales, y por ello tiende, espontáneamente, a la eliminación del Estado. El libe
ralismo político sueña con una sociedad sin poder, y para asegurar el cumplimiento
de los deberes basta en teoría la combinación de los derechos, puesto que el deber
resulta automáticamente de la pura reciprocidad de los derechos. También su
minimalismo estatal expresa un principio que es en el fondo anarquista, en el sentido
de que instituye la soberanía máxima de cada uno sobre sí. Es decir, que desde el
punto de vista político el liberalismo articula al individuo, y al pueblo entendido
como la suma total de los individuos, operándose la relación de uno con otro a través
de la voluntad. Desde un punto de vista social el liberalismo piensa el todo como el
resultado de los intereses de cada uno; lo político y lo social se piensan entonces
como la forma del derecho. Si uno se atiene a estos rasgos elementales, es manifiesto
que la tesis contrarrevolucionaria afirma contra el liberalismo no solamente que en su
teoría faltan el individuo, la sociedad y, en este sentido, la política, sino también que
su puesta en práctica los destruye a todos”. Gerardo López y Vicente Vidarte (2010).
Cosmopolitismo y nacionalismo. Valencia: Universitat de Valencia, p. 126.
12 Véase: O. Guadarrama (Coordinador General). “El pensamiento latinoamericano del
siglo XX ante la condición humana”. www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/
13 “Los neoliberales viven en el siglo XIX, pues creen en la supervivencia del más fuerte
y están convencidos de las ventajas de la competencia y la guerra. Los neoliberales
se horrorizarían de ser tildados de marxistas, pero sus políticas provocan que la lucha
de clases sea crucial e inevitable. De hecho, el futuro que están creando para todos
no está basado tanto en sobrevivir a la explotación, sino en tratar de sobrevivir y
punto.” S. George. “Otro mundo es posible. El movimiento de los ciudadanos del
mundo”. En: S. George, S. Nair, I. Ramonet y T. Todorov (2005). Frente a la razón del
más fuerte. Barcelona: Galaxia Gutenberg, pp. 26-27.
14 Marcos de Roio (2001). “Estado y democracia en el marxismo”. En: Marx ahora. Revista
internacional, La Habana, N.° 12, p. 67.
asistencia a los pobres, sino dejar que la sociedad, por la vía de mecanismos empresa-
riales o de otro tipo, se encargara de la filantropía17”.
Por otro lado, el excesivo individualismo conduce al neoliberalismo a la postura
de tratar de desconocer el papel de la solidaridad humana. Ante esa postura, Spencer
convocaría a un egoaltruismo que permitiese a la especie humana sobrevivir y evolu-
cionar en lugar de que unos individuos devoren a los demás, como en ciertas especies
animales.
El neoliberalismo trata por lo regular de salvaguardar los intereses individuales
en detrimento de los colectivos. Al respecto Ana Luisa Guerrero plantea que: “Por
ello, las propuestas neoliberales sostienen que los derechos humanos tienen asignado
un sujeto facultado para ejercerlos jurídicamente, y que éste es además depositario de
la dignidad humana, al asumir que este concepto jurídico es compatible con todas las
formas de derechos humanos, y de este modo no se tiene que apelar a la clase social,
sino al individuo pobre o rico, proletario o burgués. De igual modo, no se considera
al colectivo o minorías, sino al individuo indio, se asegura así que la única vía de
entrada a los derechos humanos sea siempre el individuo”18 .
Prácticamente desde que a mediados del siglo XVIII algunos ilustrados france-
ses consideraron que en la historia la lucha de clases constituía uno de los móviles
principales del desarrollo histórico y, posteriormente, Marx y Engels hicieron suya
esta significativa tesis, ha sido considerada en el mejor de los casos inexacta, mesiá-
nica o falsa. Cuando se ha hiperbolizado su papel, ignorando o subestimando el de
otros factores, esto ha dado lugar a tergiversaciones en los análisis, oportunamente
criticados por Lenin con la calificación de sociologismo vulgar. Pero el otro extremo
del asunto es cuando inútilmente se pretende ignorar la significación del papel de la
lucha de clases en cualquier análisis social, al postularse propuestas de corte román-
tico, voluntarista o elitista.
Sostener que la lucha de clases ha desempeñado un protagónico papel en la con-
formación y perfeccionamiento de la democracia y los derechos humanos puede pa-
recer para algunos una nimiedad, pero en verdad no debe serlo.
19 Ibíd., p. 124.
20 J. Osorio. “Neoliberalismo y globalización: notas para una demarcación de fronteras
y de políticas alternativas”. En: H. Dilla, H., M. Monereo, M. y Juan Valdés Paz (1995).
Alternativas de izquierda al neoliberalismo. Madrid: Ediciones CEA, pp. 87-88.
Mientras que a Eduardo Álvarez Puga no le faltan razones para sostener que: “La
libertad para los políticos neoliberales, es la libertad primaria de elegir dentro de un
sistema de mercado: libertad de los empresarios para competir en la producción de
bienes y servicios, libertad de los consumidores de optar entre las mercancías ofre-
cidas, libertad de los trabajadores para contratar con sus empleadores las condicio-
nes laborales, libertad de las entidades financieras para conceder préstamos y cobrar
intereses, en realidad, libertad para vender, enriquecerse y explotar los más fuertes
económicamente a los más débiles”25. Tal juicio lo fundamenta en el criterio según
el cual: “(…) la libertad política dentro de un sistema democrático trasciende de los
valores mercantiles ya que persigue elevar al súbdito a la condición de ciudadano
capaz de decidir el destino colectivo de la colectividad a la que pertenece. La pala-
bra «libertad» tiene también una dimensión esencialmente personal e individual que
afecta a nuestra propia identidad. Libertad, en síntesis, consiste en la capacidad del
ser humano para la elección autónoma de los fines y de los medios que considera más
adecuados para alcanzarlos. Toda persona lucha en la vida por su autorrealización
plena, tanto material como espiritual. Persigue su liberación económica, política y
social. Solamente somos responsables de nuestros actos en cuanto somos libres en
nuestras decisiones”26 .
Los conceptos y derechos de igualdad y libertad son bien manipulados en el
neoliberalismo, pues todos tratan de hacer creer que todos están protegidos en sus
“libres” posibilidades de enriquecerse, y en particular los bancos con sus ofertas de
préstamos seducen a muchos ingenuos que caen en sus cautivadoras redes de endeu-
damiento perenne, que muchas veces terminan con la pérdida de los bienes hipoteca-
dos en beneficio de los acreedores.
El problema radica en que el poder de convicción que utilizan permite cautivar a
muchos para los que, cuando se percatan de su lamentable situación, ya es tarde para
salir de sus deudas. Así funciona el totalitarismo financiero, por un lado, y el totali-
tarismo político que trata de imponer el criterio, según el cual fuera de los partidos
existencia de otros partidos. Basta con que la jefatura del partido-Estado cambie de
manos y la buena burocracia admita el cartabón neoliberal para que éste se aplique
tan profundamente como la vaya decidiendo el presidente de la República”. Ibíd., p.
130.
25 Eduardo Álvarez Puga (2005). Abajo la democracia. Barcelona: Ediciones B, p. 366.
26 Ibíd., p. 367.
28 R. Miranda López. “Entre mitos te veas: Marx y el neoliberalismo ante el siglo XXI”. En:
Camilo Valqui Cachi (coord.) (1995). El pensamiento de Marx en los umbrales del siglo
XXI. México: Editorial Comuna, p. 31.
en los países desarrollados, por lo que mucho menos puede esperarse que se observen
entre los de América Latina.
Ya desde el siglo XVIII, en la “Declaración de los derechos del hombre y del ciu-
dadano”, proclamada por la Asamblea Nacional de Francia, se expresaba claramente
la preocupación porque la realización de tales derechos no implicara una absolutiza-
ción de lo individual y, por tanto, algún tipo de indiferencia por las consecuencias
sociales de los mismos. Así se plantea en su epígrafe IV: “La libertad política consiste
en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los de-
rechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que aquellos necesarios para
garantizar a cualquier otro hombre el libre ejercicio de los mismos derechos; y estos
límites sólo pueden ser determinados por la ley”31. El excesivo individualismo preco-
nizado por el neoliberalismo contemporáneo si bien tiene vasos comunicantes con la
defensa de la individualidad planteada por el pensamiento liberal anterior, constituye
en verdad una extralimitación peligrosa que atenta ideológicamente contra la necesa-
ria cohesión social que exige cualquier sociedad civilizada.
Posteriormente, uno de los padres del liberalismo decimonónico, John Stuart
Mill, declaraba que “La única parte de la conducta de todo hombre de que es res-
ponsable ante la sociedad, es aquella que se relaciona con los demás. En lo que sólo
concierne a él mismo, su independencia debe ser absoluta. Todo individuo es sobera-
no sobre sí mismo, así como su cuerpo y su mente”32. O sea, que si bien por un lado
establece una soberanía sobre la persona, toma precauciones en que la realización de
la misma no implique en modo alguno la afectación de otros. La preocupación por lo
social es permanente en este y otros ideólogos del liberalismo33.
Tal vez uno de los rasgos que diferencian al neoliberalismo de su precursor es
brindar mucha menor atención a la interdependencia social de los individuos en un
31 “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano por la Asamblea Nacional
de Francia”. En: T. Paine (1986). Los derechos del hombre. San José de Costa Rica:
Universidad Autónoma de Centro América, p. 104.
32 J. Stuart Mill (1965). Sobre la libertad. San José de Costa Rica: Universidad Autónoma
de Centro América, p. 32.
33 “La propia defensa es el único fin que autoriza a la humanidad, ya sea individual o
colectivamente, a intervenir en la libertad de acción de cualquiera de sus miembros;
que el poder solo puede ejercerse con todo derecho contra la voluntad de cualquier
miembro de una comunidad civilizada, cuando se trata de evitar daños a los demás”.
Ibíd. Por supuesto que aunque esta formulación resulta muy abstracta, al menos
existe la manifiesta intención de que el individualismo exacerbado no atente contra
el conjunto de la colectividad en que se desenvuelve la persona.
bienestar cuando la riqueza desborde la copa y lo que sobre caiga sobre los sectores
populares. Pero son enemigos de cualquier tipo de humanismo práctico, que impli-
que alguna forma de peligro para sus privilegios. Por eso prefieren inculcar el terror
y el miedo ante cualquier posible enemigo, para que incluso los sectores pobres vean
a otros pobres como sus rivales.
En ese sentido, Ana María Rivadeo plantea: “El terror neoliberal de nuestros días
apunta a quebrar la medida común de lo humano que había logrado construir la hu-
manidad a través de organizaciones, derechos, valores, instituciones, prácticas, todo
lo que podríamos condensar en los conceptos, las obras y los sueños colectivos de la
democracia como soberanía popular efectiva. Por eso, si no elaboramos, pensamos,
gritamos, cantamos; si no sancionamos simbólica y prácticamente ese despeñadero,
la guerra será tal vez irreversible: la guerra contra los pobres, en primer término. Pero
también la guerra de los pobres contra otros más pobres. La guerra de los asustados
contra los que sobran. Las xenofobias y la multiplicación de los enjaulamientos de to-
dos los que sienten que tienen algo que perder, aunque sea nada. La extranjerización,
el fuera-de-lugar masivo de todos los otros, que por supuesto somos todos”35.
Por tal motivo caracterizan a los que confían en el humanismo como románticos
o ilusos que no se percatan de la naturaleza egoísta y malvada del ser humano. Los
sicólogos llaman proyección al proceso según el cual una persona ve sus propias
cualidades y defectos como inherentes a todos los demás. Algo así sucede con los
ideólogos del neoliberalismo.
Sin embargo, la historia es testaruda y la trayectoria universal del pensamiento
desde la Antigüedad hasta nuestros días36 pone de manifiesto que ha habido una
mayor tendencia hacia el humanismo, las ideas democráticas y de defensa de los dere-
chos humanos que hacia las concepciones misantrópicas. La mayoría de las ideologías
políticas, religiosas, concepciones filosóficas, éticas, jurídicas, han incrementado más
su proyección hacia la consideración de lo humano como lo supremo, en lugar de de-
nigrar de tal condición. Por supuesto, no dejan de existir excepciones que confirman
la regla y no simplemente en el plano de las ideas, pues los campos de concentración
nazis constituyeron una prueba muy práctica y real de hasta dónde puede llegar la
35 Ana María Rivadeo. “Violencia neoliberal. La demolición de los vínculos. Hacia una
epistemología del terror”. En: Dialéctica, Nueva Época, Año 22, número 31, primavera
de 1998, p. 68.
36 Véase: P. Guadarrama (1998). Humanismo, marxismo y postmodernidad. La Habana:
Editorial Ciencias Sociales.
37 “...hay otro aspecto del liberalismo que afianzó mucho la doctrina de la evolución:
la creencia en el progreso. Mientras el estado del mundo permitía el optimismo, la
evolución fue acogida con entusiasmo por los liberales, tanto por ese motivo como
porque daba nuevos argumentos contra la teología ortodoxa. El mismo Marx, aunque
sus doctrinas son en algunos aspectos predarwinianas, deseaba dedicar su libro a
Darwin”. B. Russell (1995). Historia de la filosofía occidental. Madrid: Espasa Calpe.
T.II, p. 344
38 “Mis conclusiones principales sobre el Estado son que un Estado mínimo, limitado
a las estrechas funciones de protección contra la violencia, el robo y el fraude, de
cumplimiento de contratos, etcétera, se justifica; que cualquier Estado más extenso
violaría el derecho de las personas de no ser obligadas a hacer ciertas cosas y, por
tanto, no se justifica; que el Estado mínimo es inspirador, así como correcto. Dos
implicaciones notables son que el Estado no puede usar su aparato coactivo con
el propósito de hacer que algunos ciudadanos ayuden a otros o para prohibirle a
la gente actividades para su propio bien o protección”. R. Nozick (1988). Anarquía,
Estado y utopía. México: Fondo de Cultura Económica, p. 7.
39 Véase: M. Fisk. “Neoliberalism and the slow death of public healthcare in Mexico”. En:
Socialism and democracy. New York. V. 14, N.° 1, Spring-Summer 2000, pp. 63-84.
40 “Las consecuencias de la globalización –en el marco de la ideología neoliberal– y la
flexibilización o descentralización de los sistemas productivos, son ya evidentes en la
configuración de nuevos modelos de relaciones laborales que, con el desmantelamiento
progresivo de la estructura jurídica protectora del trabajo, como derecho individual
y bien social, pretende la mercantilización –sin maquillaje de ningún tipo– de la mano
de obra, y afectan tanto la entrada (sistemas de contratación) como a la estancia
(precariedad, desregulación, movilidad, pérdida de derechos colectivos) y la salida
(sistemas de protección), del llamado –nunca más apropiado– mercado de trabajo”. S.
López. “Las migraciones y la globalización económica neoliberal”. Nuestra bandera.
Revista de debate político. Madrid. N.° 187. Vol. 1, 2001, p. 171.
42 “Si bien el neoliberalismo toma algunos de los principios de la tradición liberal, las
formulaciones de Hayek y la especificad de las propuestas actuales se distancian
significativamente de algunos ideales del liberalismo y se acercan más a perspectivas
conservaduristas”. D. Botero Restrepo (2003). La falacia neoliberal. Crítica y
alternativas. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, p.286.
43 J. Albarracín. “Del «Estado de bienestar» a la «ley de la selva»”. En: Haroldo Dilla,
Manuel Monereo y Juan Valdés Paz (1995). Alternativas de izquierda al neoliberalismo.
Madrid: Ediciones CEA, p. 199.
gativas individuales de los dueños de empresas, por lo que Pablo González Casanova
plantea: “El neoliberalismo, como forma de organización del capitalismo a partir de
sus módulos y redes más poderosas, logra la hegemonía ideológica con una democra-
cia en que lo social es adjetivo. Esa hegemonía es tanto más fuerte cuanto más débil
es el Estado-Nación y más débiles las redes y módulos que a su amparo controlan un
territorio o un espacio socioeconómico del ex mercado nacional, o del ex mercado
protegido del trabajo y la seguridad social”46 .
Sin embargo, siempre resulta algo paradójico que muchos de los propugnadores
del neoliberalismo y de la reducción al máximo de los beneficios sociales propiciados
por el Estado, muy frecuentemente, envían a sus hijos a estudiar a universidades
estatales europeas o en sus propios países y tampoco dudan de recibir los beneficios
de hospitales y otros servicios de salud del Estado para sus familiares, cuando estos
aseguran la calidad requerida. Pero la inconsecuencia entre el discurso público y la
vida privada de estos ejecutivos del neoliberalismo, no constituye un obstáculo para
que continúen su apología de la omniprivatización.
A juicio de Angelo Papachini: “los derechos sociales son cuestionados por los
exponentes de la corriente neo-liberal con base en estos argumentos: a) carecen de
justificación racional; b) presuponen de manera equivocada que el poder estatal tiene
en sus manos la posibilidad de adecuar el orden del mercado a las necesidades de los
miembros del cuerpo social; c) acaban por producir el efecto opuesto al que se pro-
ponen, porque obstaculizan el crecimiento armónico de la economía, que es el único
instrumento aficaz para aumentar los recursos y disminuir la miseria; d) los fracasos
o limitaciones con las que se enfrentan quienes reivindican los derechos sociales y
económicos hacen que se difunda la convicción de que los derechos humanos, inclu-
yendo los relativos a las libertades básicas, no son nada serio y que se reducen a mera
retórica, a simple aspiración poética; e) las demandas ligadas con la satisfacción de
necesidades abonan el terreno para el despotismo y el terror”47. De todo lo anterior
se puede extraer la conclusión de que los derechos humanos se han convertido en un
boomerang que golpea en la actualidad a la ideología neoliberal emanada de las ideas
liberales de la burguesía.
cracia realmente no es muy del agrado de los defensores del neoliberalismo, por eso el
dramaturgo norteamericano Gore Vidal ha planteado que: “en Estados Unidos, los
mercados secuestraron a la democracia”51. Es por ello que Álvarez Puga sostiene que
“La democracia, como ciertas especies biológicas protegidas, está en peligro de extin-
ción. Nuestro ecosistema político sufre un grave deterioro debido a la contaminación
originada por fuerzas anónimas y poderosas”52.
América Latina ha sido uno de los laboratorios por excelencia donde primero se
implantaron regímenes neoliberales, como lo fue la dictadura de Augusto Pinochet,
la cual demostró que los derechos humanos y la democracia parecen incompatibles
con esta ideología del capitalismo contemporáneo53, pues “El neoliberalismo chileno,
bien entendido, presuponía la abolición de la democracia y la instalación de una de las
más crueles dictaduras de la posguerra. Pero la democracia en sí misma, como expli-
caba incansablemente Hayek, jamás había sido un valor central del neoliberalismo”54 .
El Estado “democrático” en el capitalismo dispone de innumerables instrumen-
tos de poder, por supuesto nada democráticos, que le permiten apuntalar aquellos
mecanismos formales de la representatividad política que a su vez se reviertan en so-
portes seguros para desplegar su actividad económica. De ahí que hayan aparecido en
la nomenclatura de la ciencia y la filosofía política varios adjetivos que ponen límites
precisos a la democracia y por tanto también a los derechos humanos. Es por ello que
Marta Harnecker plantea que “Estos regímenes de democracia tutelada, limitada,
niales. Tras el triunfo mundial del neoliberalismo en los años 70 y 80, la presencia
de la socialdemocracia se ha visto seriamente mermada. Importantes organizaciones,
líderes y gobernantes socialdemócratas han aceptado aplicar las políticas neolibera-
les de ajuste y «adelgazamiento» del Estado, en las actividades y responsabilidades
sociales”56 .
La democracia, si es llevada hasta sus últimas consecuencias, se debe convertir
en un poderoso boomerang contra todo tipo de poder elitista y, en este caso, contra
la propia burguesía que la enarboló como aspiración en lucha contra la nobleza y las
monarquías absolutas. Antonio García Nosa, quien le dedicó especial atención al
tema consideraba que: “La organización corporativa del capitalismo ‒lo mismo en
Colombia que en otros países latinoamericanos‒ ha puesto en definitiva el poder
político en manos del poder económico. Por eso la democracia política se ha ido ba-
rriendo del escenario latinoamericano: porque la libertad –aun en sus formas más ele-
mentales– es siempre un régimen que amenaza la seguridad presenta y futura de los
privilegiados”57. Para este destacado intelectual colombiano: “(…) podemos afirmar
que la derrota militar del fascismo no resolvió la crisis de la democracia capitalista,
simplemente porque el capitalismo ha dejado de ser un sistema económico favorable
a la democracia. No se trata ni de negar que el capitalismo estimuló históricamente el
desarrollo del principio democrático ‒dándole una categoría universal y definida en
el progreso humano‒ ni de afirmar que la crisis de la democracia en el capitalismo es
la crisis total de la democracia. ¿Cómo confundir los árboles con el bosque? Una cosa
es la democracia como forma política dentro del capitalismo, otra cosa la democracia
como principio, como sistema de vida y de superación humana”58 .
En verdad la democracia es asfixiada por el neoliberalismo, pues las instituciones
financieras manejan a su antojo las diversas instancias del poder político y no permi-
ten que estas desplieguen a plenitud sus potencialidades. “Pero ni siquiera de las na-
ciones en donde la democracia ha llegado más lejos ‒plantean Vicente Navarro y Juan
Torres‒ se puede decir que sus instituciones representativas pueden ejercer el poder
59 V. Navarro, J. Torres López (2012). Los amos del mundo. Las armas del terrorismo
financiero. Barcelona: Espasa, p. 19.
60 F. Weffort. “La América equivocada. Apuntes sobre la democracia y la modernidad
en la crisis de América Latina”. En: Julio Cotler (comp.) (1990). Estrategias para el
desarrollo de la democracia en el Perú y América Latina. Lima: IEP Ediciones, p. 65.
61 V. Navarro, J. Torres López. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero,
ed. cit., pp. 20-21.
Sin embargo, como plantea este autor la experiencia real indica todo lo contrario.
Sí existen salidas y soluciones, pues “La palanca primordial para elevar el ahorro
interno consiste, al revés de la estrategia neoliberal, no en incentivar el ahorro finan-
ciero y la especulación financiera, sino en incentivar la inversión física (y, eo ipso, el
crecimiento económico), subordinando la esfera financiera a los intereses superiores
de la economía real. En consecuencia, el despliegue de una verdadera política indus-
trial es herramienta fundamental para elevar sostenidamente el ahorro interno y la
inversión”69.
En esas batallas no solo contra el socialismo, sino contra el propio liberalismo
moderno, “La propagación del neoliberalismo conservador también ha contagiado y
dañado seriamente el núcleo ético central del tradicionalismo liberal: la naturaleza y
alcance de la palabra «libertad». Si bien han mantenido el objetivo de promover un
mini Estado e incluso lo han despojado de competencias políticas en nombre de la
eficacia económica, han abandonado la tradición humanista y liberadora que ha ca-
racterizado la irrupción de dicha ideología en el debate político. Han copiado lo peor
de un pensamiento que en sus inicios fue progresista”70.
Uno de los objetivos principales en su lucha contra la democracia y las conquis-
tas alcanzadas por los sectores populares en cuanto a los derechos humanos ha sido
también el Estado de bienestar y las políticas keynesianas. “Pero el Estado de bienestar
‒plantea Jesús Camarero Santamaría‒ es mucho más que un sistema de seguridad y
de protección social; es un modelo de organización social (equitativa), política (de-
mocrática y participativa) y económica (economía mixta de mercado) que no ha sido
superado por otros modelos actuales de Estado”71.
El neoliberalismo no solo se ha enfrentado críticamente al socialismo, sino tam-
bién a este tipo de Estado de bienestar con el cual se ha sentido decepcionado, porque
no satisface las apetencias del gran capital. “De esta decepción ‒plantea Claudio
Katz‒ emergió con fuerza la segunda teoría que acompañó el ascenso neoliberal de
los años noventa. Este enfoque concibe a la democracia como un mecanismo de se-
lección de gobernantes para administrar el sistema político con criterios de mercado
y mediante el sostén pasivo de la ciudadanía. Presenta este camino como un destino
69 Ibíd., p. 281.
70 E. Álvarez Puga (2005). Abajo la democracia. Barcelona: Ediciones B, p. 365.
71 J. Camarero Santamaría (1998). El déficit social neoliberal. Del estado de bienestar a
la sociedad de exclusión, Santander: Editorial Sal Terrae, p.269.
Ahora bien alcanzar tales soluciones solo es posible si se perfeccionan los mecanis-
mos democráticos y todos los pueblos comparten las mejores experiencias en cuanto
a la construcción de formas superiores de democracia y de realización de los derechos
humanos, a partir del criterio de que ningún país posee el “democratómetro” perfec-
to para enjuiciar a otros, sino que todos y cada uno pueden aportar sus respectivas
experiencias y conquistas para convertirlas en bien común de los ciudadanos del
mundo al que debemos aspirar.
La lucha contra el neoliberalismo parece que debe romper los cánones tradicio-
nales que caracterizan a la lucha de clases y por tanto de los partidos políticos que
históricamente han desempeñado papeles protagónicos en las luchas políticas. De
ahí que Marta Harnecker sostenga que: “Aun en aquellos países donde el papel de los
partidos políticos de izquierda fue importante, podemos decir que no fueron los par-
tidos políticos los que estuvieron a la vanguardia de la lucha contra el neoliberalismo,
sino los movimientos populares. Éstos surgen en el marco de la crisis de legitimidad
del modelo neoliberal y de sus instituciones políticas, y parten de dinámicas de resis-
tencia presentes en su comunidad o espacio local. Se trata de movimientos pluralistas
donde coexisten componentes de la teología de la liberación, del nacionalismo revo-
lucionario, del marxismo, del indigenismo, del anarquismo, entre otros”79.
Es muy frecuente encontrar entre los intelectuales de izquierda la idea de que el
capitalismo y el neoliberalismo están en crisis. Con relación al primero, es sabido que
ya Marx consideraba que este siempre tiene algunas formas de superarlas, aun cuan-
do las altas cuotas de sacrificio recaigan sobre los menos favorecidos. En relación al
segundo, se observó una extraordinaria euforia triunfalista por parte de los ideólogos
del neoliberalismo después de la caída del Muro de Berlín, que duró hasta la caída
del otro muro, el de Wall Street.
Lo cierto es que todo depende del momento y desde donde se observe la evolución
de ambos. A nadie se le hubiera ocurrido proclamar en los años de recrudecimiento
de la crisis financiera del capitalismo, lo mismo en Estados Unidos de América que
en Europa ‒especialmente ante los desocupados, los desalojados de sus viviendas, los
nini (los jóvenes que ni estudian ni trabajan, y no por simple voluntad sino porque
el sistema no se lo permite), los jubilados que han visto descender sus pensiones, los
inmigrantes rechazados, etc.‒ que esa sociedad era el mejor de los mundos posibles.
79 M. Harnecker (2010). América Latina y el socialismo del siglo XXI. Inventando para no
errar. Guatemala CA.: Secretaria de la Paz Presidencia de la República, p. 20.
Sin embargo, en los momentos actuales, utilizando los diversos mecanismos de que
dispone, especialmente haciendo recaer el mayor peso sobre los países subdesarrolla-
dos y dependientes, el capitalismo se ha recuperado relativamente.
Todo parece indicar que el futuro del capitalismo obligará a los gobernantes y
empresarios a ensayar nuevas formas de explotación de los recursos naturales, cuyo
agotamiento ya se avizora, como de los recursos humanos, que presentan la contra-
dictoria situación de estar generalmente mejor capacitados en profesiones que no
pueden desempeñar, por lo que se ven obligados a aceptar, en el mejor de los casos,
empleos más simples y mal remunerados.
Ante el triunfalismo de algunos ideólogos del neoliberalismo, lo que no significa
que todos lo compartan, pues hay algunos muy realistas que no atisban el futuro de
forma tan radiante, o del triunfalismo de algunos de sus críticos que teleológicamente
solo prestan atención a su necesaria destrucción, otros intentan lograr una explica-
ción que no por ambigua deja de ser en cierto modo acertada, como la de Marco
Antonio Gandásegui, para quien: “Ahora bien, volviendo a la crisis del capitalismo
y el neoliberalismo, efectivamente, el neoliberalismo esta ya pasando a la historia. El
problema es que no sabemos hacia dónde se dirige el mundo y las relaciones entre los
distintos países, y la solución a este problema de la tasa de ganancia. Mientras que
algunos teóricos plantean que el capitalismo no tiene futuro, otros dicen que sí: tiene
futuro, aunque no bajo las condiciones actuales”80.
Resulta algo difícil pensar que el capitalismo no ha aprendido de sus errores, mu-
cho mejor que el socialismo, pues al menos se ha planteado desmontarlo todo y volver
atrás para empezar de cero, como pensaron los que destruyeron la Unión Soviética y
demás experimentos socialistas en Europa oriental.
Tampoco es sostenible la tesis de Roberto Aruj según la cual “La globalización
no es más que un nuevo rótulo que asume la ya tan conocida transnacionalización
de la economía que hoy somete a la política y a la cultura en todos sus matices”81.
Pues basta un somero análisis de las transformaciones que se han operado en todos
los órdenes de la vida económica, productiva, financiera, tecnológica, informática,
comunicativa y, especialmente, ideológica para percatarse de que el capitalismo ha
Resumen
Desde 2005 el proyecto político representado en el presidente Chávez se plantea de forma
directa una transición al socialismo, siendo una oportunidad para preguntarse sobre la
aplicación o revalidación de este como una verdadera alternativa postcapitalista, es más,
preguntarse por su validación como un proyecto socialista. La búsqueda de respuesta a esas
inquietudes se desarrolla en tres capítulos y unas conclusiones para el diálogo y el debate. En
el primer capítulo se realiza una mirada introductoria a la historia reciente de América Latina
y Venezuela. En el segundo capítulo se realiza análisis teórico-ideológico sobre el socialismo
del siglo XXI, haciendo evidente el interés por adentrarse en un diálogo crítico sobre la teoría.
El tercer capítulo se encamina a estudiar el desarrollo concreto del “socialismo bolivariano
del siglo XXI” con la intención de caracterizar y analizar las herramientas utilizadas por el
proyecto bolivariano en Venezuela. 277
278
Introducción
E
l siguiente estudio se compone de tres capítulos, en el primer capítulo ser rea-
liza una mirada introductoria a la historia reciente de América Latina y Vene-
zuela, caracterizando algunos acontecimientos de la historia contemporánea
latinoamericana en su relación con las dinámicas del capitalismo, como también, los
hechos más relevantes de la historia actual venezolana.
En el segundo capítulo se realiza análisis teórico-ideológico sobre el socialismo del
siglo XXI, haciendo evidente el interés por adentrarse en un diálogo crítico sobre la
teoría socialista, su relación con el denominado socialismo del siglo XXI y su cone-
xión con el proyecto bolivariano en Venezuela. Surgiendo de esto algunas preguntas:
¿Qué es el socialismo del siglo XXI? y ¿son lo mismo el socialismo del siglo XXI y el
socialismo?
Responder estas preguntas nos ha llevado a indagar fundamentos ideológicos,
estudiando los desarrollos teóricos de Istvan Meszaros, Marta Harnecker, Heinz Die-
terich, Tomas Moulian, Michael Lebowitz, Francios Houtart, Juan Carlos Monedero
y Hugo Chávez, tratando de recoger en líneas generales lo que propone el socialismo
del siglo XXI y, así mismo, evidenciar las similitudes y diferencias con los plantea-
mientos del socialismo clásico.
El tercer capítulo se encamina a estudiar el desarrollo concreto del “socialismo
bolivariano del siglo XXI” con la intención de caracterizar y analizar las herra-
mientas utilizadas por el proyecto bolivariano en Venezuela, queriendo con ello
encontrar en la realización concreta de la política de dicho proyecto la respuesta a la
pregunta: ¿Es el proyecto bolivariano en Venezuela una alternativa concreta al ca-
pitalismo? Las respuestas a esta pregunta se dirigen a tratar tres puntos. El proceso
de estatización, el proceso de democratización y la política internacional y exterior
del proyecto bolivariano.
El régimen y sistema político venezolano que desde el pacto de Punto Fijo a co-
mienzos de los años sesenta dejó en manos de AD y COPEI la legitimidad y legalidad
de impulsar las tendencias políticas dentro de la democracia representativa venezo-
Lo denominado como socialismo del siglo XXI es un intento por explicar, cons-
truir y realizar el socialismo para y desde las condiciones históricas actuales, muy
relacionado con la evidencia de una crisis vital y la emergencia de fuerzas sociales que
impulsan proyectos alternativos al neoliberalismo. Dentro de su desarrollo teórico
trata temas como la democracia participativa, el Estado, la emergencia de un nuevo
sujeto histórico, las dinámicas económicas y la propiedad, el instrumento político y
la construcción internacional del socialismo.
Algunos teóricos del socialismo del siglo XXI descartan las ideas marxistas para
el desarrollo de sus argumentos; sin embargo, la mayoría de ellos las retoman para
argumentar la necesidad de no cometer los errores de las experiencias socialistas pasa-
das. En ese sentido, sus ideas tienen el objetivo de reconocer los “productos defectuo-
sos” de estas. En gran medida, las criticas planteadas se realizan de manera gaseosa,
dejando más espacio a la suposición sin un argumento; no obstante, dentro de las
críticas realizadas se valoran las relacionadas con el principio de la revolución social
planteada por Marx, diciendo con ello que las experiencias anteriores adelantaron
sobre todo transformaciones políticas, dejando a un lado la emancipación económica
y en gran medida cultural.
La democracia participativa no es abordada de manera consistente por los teóricos
del socialismo del siglo XXI, ya que algunos la fundamentan en la transferencia de
la decisión al pueblo organizado, desde arriba y dentro del Estado, inclusive plan-
teándola como una señal de irreversibilidad del proceso revolucionario. En cambio,
otros teóricos desarrollan la idea desde el autogobierno del pueblo, planteando que
el socialismo del siglo XXI no puede ser impuesto por medio de una vanguardia y
espacios cerrados de decisión, es decir, que se debe implementar sin verticalismos, de
manera que el control popular de los medios de producción y el territorio se lleve a
cabo de forma protagónica. Sin embargo, existe un punto de encuentro relacionado
con la diferencia planteada entre la democracia formal o representativa y la democra-
cia participativa, siendo en este punto importante resaltar la relación entre democra-
cia participativa y socialización o ampliación del poder político, en otras palabas, la
toma de decisiones en los distintos espacios sociales y no solo en el Estado o el Parti-
do. Este punto de encuentro sobre la democracia lo expone Biardeau (2015) cuando
plantea: “Un cuarto hito es la conjunción entre democracia, socialismo y revolución.
Cualquier separación de estos tres términos torna imposible el nuevo socialismo del
siglo XXI. La socialización y democratización de la riqueza económica, del poder
político y del saber técnico en función de un socialismo a escala humana y ambiental
implicaría revalorizar la democracia…” (pp. 514-515)
Ahora, los teóricos estudiados realizan el abordaje del Estado de una manera poco
coherente ya que plantean un proceso de desestatización sin su extinción, criticán-
dolo como el instrumento de la burguesía más tecnificado para mantener la domi-
nación, pero prolongando su existencia. De tal manera, en este punto es importante
retomar la discusión sobre reforma y revolución, sobre todo porque Moulian al abor-
tarla, olvida que la revolución plantea un cambio en la naturaleza del Estado y no un
acoplamiento a este, ya que al plantearse un proceso de desestatización sin extinguir
el Estado se está realizando un planteamiento bastante confuso y definitivamente se
está dejando de reconocer un objetivo socialista básico, la desaparición del Estado.
La gestación de la emergencia de un nuevo sujeto histórico se plantea a partir
del protagonismo de los productores asociados y los trabajadores en su conjunto,
resaltando el compromiso solidario, ético y moral de este, sin realizar una caracteri-
zación concreta del mismo. Este punto de encuentro se evidencia en el planteamiento
relacionado con la necesidad de analizar y construir dicho sujeto teniendo en cuenta
la gran diversidad de reivindicaciones que nutrirían la emancipación a las diversas
maneras de dominación. En ese sentido, parece oportuno resaltar la necesidad de
entender el sujeto socialista revolucionario como un sujeto diverso donde caben las
distintas luchas por la emancipación, las cuales dado el desarrollo del capital, se han
agudizado al mismo tiempo, complejizado y emergido como dominaciones con las
cuales el socialismo debe romper.
En relación con las dinámicas económicas y la propiedad, plantean la necesaria
reconstrucción de la economía capitalista, proponiendo nuevas relaciones de pro-
ducción basadas en la propiedad de los medios de producción en manos del pueblo,
siendo importante la relación entre esta propuesta y la ampliación de la política y los
espacios de decisión. Las nuevas relaciones de producción planteadas en el socialismo
del siglo XXI se apoyan en una planificación económica que debe ser llevada a cabo
de manera autogestionada por los productores o trabajadores asociados, y no por la
centralidad burocrática del Estado. El objetivo es el control y límite del mercado ca-
pitalista, siendo oportuno resaltar la propuesta de la propiedad mixta compleja, en la
que exista la coexistencia de empresas estatales, cooperativas o asociativas y privadas,
De tal manera, se plantea el socialismo del siglo XXI como un intento por recoger
desordenadamente ideas hibridas (teología de la liberación, socialismo utópico, socia-
lismo científico, liberalismo, entro otros), olvidando en algunos casos la importancia
del marxismo como base ideológica y filosófica del mismo. En ese sentido, dentro de
las ideas de los teóricos vistos, no logra ubicarse un núcleo compartido que permita
consolidar de manera conjunta unas bases o fundamentos lo suficientemente sólidos
para considerar el socialismo del siglo XXI como un aporte concreto a la construc-
ción del socialismo.
Es acertado hablar del socialismo del siglo XXI como una intención de renova-
ción del socialismo desde las características históricas actuales, mas no como algo
nuevo en el desarrollo de la teoría y la práctica socialista. De tal manera, en la pro-
puesta de encontrar para nuestro momento histórico una estrategia de transición
que pueda “emparentar” la revolución y la reforma, sobre todo en el aparato Estatal,
parece que olvidara por momentos que el punto nodal de la transformación socialista
es la revolución, nunca la reforma.
Por otro lado, querer abandonar categorías del marxismo con el objetivo de supe-
rar dicha discusión es precisamente abandonar la posibilidad de superar ese debate,
ya que el marxismo supera por mucho la discusión entre reforma y revolución al
plantear el antagonismo entre capital y trabajo. En otras palabras, si bien las expe-
riencias socialistas pasadas han cometido errores en el camino de su construcción y
Proceso de Estatización
Proceso de democratización
Bibliografía
Resumen
Este artículo es uno de los capítulos de mi tesis de Maestría en Estudios Políticos
Latinoamericanos, cuyo objeto de investigación fue la unidad continental en el pensamiento
político de Simón Bolívar o unidad bolivariana. El marco histórico del análisis se ubica entre
la Carta de Jamaica (1815) y el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826). En el documento
se reconoce la unidad bolivariana como un proceso político, económico, social y cultural que
es tanto medio como fin para alcanzar la independencia y garantizar la libertad continental.
El medio es la Patria Grande y el fin es la confederación continental de Estados americanos.
Las variables de trabajo fueron la territorial, la cultural, la política y la militar, y se llegó a
conclusiones que son formuladas como herramientas para entender lo que significa la unidad
bolivariana en el contexto de Nuestra América hoy en día.
1. Introducción
S
imón Bolívar plantea su idea de unidad continental sobre la práctica. Por lo tan-
to, es importante destacar en términos territoriales que significó para Bolívar
este continente y, a partir de lo que observó y las relaciones políticas y sociales
que se iban tejiendo, cómo se lo imaginó, ya que ahí radica una de las variables que
le dan la fuerza política a la unidad bolivariana en la actualidad.
Dos años antes de escribir la Carta de Jamaica, Bolívar dice:
2 “Enunció, en mayo de 1815, las pérdidas comerciales sufridas por los comerciantes
ingleses al no poder negociar con Venezuela y la Nueva Granada y el amplio
mercado que podrían perder en el futuro esos mismos comerciantes, especialmente
en el tráfico de metales preciosos, mencionó el contraste de ello con el muy bajo
costo que significaría “dar la libertad a la mitad del mundo y poner al universo en
equilibrio, es decir, impedir el refuerzo del poderío español con la reconquista de
América”. Ese costo mínimo era de 20 o 30 000 fusiles, un millón de libras esterlinas,
15 o 20 buques de guerra, municiones y algunos agentes y voluntarios británicos. El
argumento, adecuado a la mente inglesa, fue entendido a título particular por los
comerciantes ingleses que, en Jamaica, apoyaban a Bolívar. Ellos veían con toda
claridad, el extenso campo de operaciones mercantiles y de ganancias que podían
serles posibles al darse un libre comercio sostenible con Tierra Firme (…) La situación
internacional había cambiado. En Londres el gobierno español protestaba ante el
inglés por la protección dada constantemente a los “insurgentes de América”. El
gobierno británico, quizá en estudio de lo que pasaba en Cartagena, se mantuvo
aparentemente indiferente ante esas protestas y se limitó a contestar que toda
persona que llegase a la isla de Jamaica tenía derecho a protección, sin que ello
signifique que las autoridades británicas aprobasen sus intenciones e ideas, “ni que
se les permita residir allí con el fin de que realicen con mayor seguridad sus principios
revolucionarios contra la Madre Patria”” (Alcántara, s.f., p. 262).
Yo creo que se puede salvar la América con estos cuatro elementos: primero,
un grande ejército para imponer y defendernos; segundo, política europea
para quitar los primeros golpes; tercero, con la Inglaterra; y cuarto, con
los Estados Unidos. Pero todo muy bien manejado y muy bien combina-
do, porque sin buena dirección, no hay elemento bueno. Además insto
sobre el congreso del Istmo de todos los estados americanos, que es el quinto
elemento (Bolívar, Documento 10189. Carta de Simón Bolívar para el
General de División Francisco de Paula Santander, fechada en Lima el
11 de Marzo de 1825, 1825).
Paralelo a esos intereses ingleses y como nación emergente, con una orientación
claramente definida en el marco de la Doctrina Monroe, Estados Unidos justificó su
injerencia activa en el proceso de unidad bolivariana bajo la supuesta idea de “seguri-
dad continental”, que finalmente fue el embrión de su política exterior hacia el conti-
nente en los doscientos años siguientes, hasta la actualidad (Casanueva de Diego, s.f.).
En el esfuerzo de caracterizar a los pueblos que viven en nuestro continente, a
los que buscaba empoderar en medio de esos intereses en pugna de carácter imperial
que moldeaban el proceso de unidad, Simón Bolívar establece la diferencia con otros
pueblos del mundo, resaltando que no somos ni europeos, ni americanos del norte
y que somos más bien en parte africanos, en parte americanos y algo de europeos.
España es importante en nuestra caracterización como pueblos, pero no somos
españoles, y eso es determinante políticamente, ya que es otra de las justificaciones de
la independencia 3. Si ello, además, se liga al hecho de que nuestro continente posee
el potencial de ser libre por sus recursos y riquezas, teniendo en cuenta el tiempo que
3 “Séame permitido llamar la atención del Congreso sobre una materia que puede ser
de una importancia vital. Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo,
ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que
una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea
por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar
con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se
ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste
se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma
madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos
difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor
trascendencia” (Bolívar, Documento 3589. Discurso de Angostura, pronunciado por
el Libertador Simón Bolívar el 15 de Febrero de 1819, en el acto de instalación del
segundo congreso de Venezuela, 1819).
2. Lo común y sus cruces: la Patria Grande como medio para expulsar a los invasores
4 “Que toda la América está ya satisfecha de sus fuerzas y de sus recursos: conoce
sus ventajas naturales y medios de defensa, y está segura de que no hay sobre la
tierra poder bastante para ligarla otra vez a la España” (Bolívar, Declaración de
Independencia dirigida a la Santa Alianza, 2010).
5 “Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad empuñando el cetro de la justicia;
coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”
(Bolívar, Documento 3589. Discurso de Angostura, pronunciado por el Libertador
Simón Bolívar el 15 de Febrero de 1819, en el acto de instalación del segundo
congreso de Venezuela, 1819).
cial de lo común está donde se cruzan el lenguaje, la religión, la raza y, por lo tanto,
la cultura, en el territorio6 . Lo común y sus cruces son las articulaciones de la Patria
Grande.
La Patria Grande es síntesis que recoge todo lo necesario para expulsar a los inva-
sores del continente. No es la Patria Grande en sí la que lo hace; es ella a través de una
serie de mecanismos como la república, de herramientas como el ejército libertador y
producciones jurídicas (tratados y constituciones), puesto que finalmente nada de lo
anterior sería posible sin el desarrollo y la consolidación de una Patria Grande como
fundamento de lo que hoy podríamos considerar una nación continental.
La organización de las colonias españolas estaba cruzada por un riguroso cen-
tralismo, ya que todo lo significativo tenía que pasar por la Península y se vinculaba
con la monarquía como símbolo de una autoridad que se mantuvo tres siglos, con la
religión católica impuesta durante la colonización, con la lengua castellana que trató
de imponerse en medio de todo ese proceso de invasión y exterminio y con los años
de historia compartida entre pueblos colonizados y pueblo colonizador. Estos son los
elementos que Bolívar recogió positivamente hacia la unidad bolivariana.
Los cruces propios de lo común posibilitaron lo que Bolívar en la Carta de Ja-
maica consideró imposible, y que en el documento en mención se evidencia como un
“deseo racional”:
(…) no obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el re-
sultado de la línea de política que la América siga, me atrevo a aventurar
algunas conjeturas, que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas
por un deseo racional y no por un raciocinio probable (Bolívar, Documen-
to 1302. El Libertador escribe en Kingston, el 6 de Septiembre de 1815,
la profética Carta de Jamaica dirigida a Henry Cullen sobre la emancipa-
ción americana, 1815).
6 “El contacto de las culturas y sus hablantes en el territorio americano fue entonces
profundo e intenso. En efecto, los españoles no solo adaptaron voces indígenas a su
lengua, sino que adoptaron rápidamente costumbres amerindias” (Parodi & Luján,
2014).
cabeza, quien actuaba como vocero de las clases populares, y los terratenientes,
esclavistas, mineros, comerciantes y militares, que intentaban consolidar los espa-
cios de poder que heredaron del modelo colonial de dominación española y/o que
ocuparon gracias a la guerra de independencia7. De ese lado de la contradicción es
que se destacaba Francisco de Paula Santander como vocero de esos intereses.
Esa constitución contradictoria se da, entre otras cosas, por la dificultad que
implicó destruir un régimen monárquico y de dominación imperial sobre el conti-
nente y al mismo tiempo constituir un régimen republicano y libertario de iguales
dimensiones, en reconocimiento simultáneo de la diversidad territorial existente,
al recoger los procesos de resistencia cultivados en los años de colonia e influencias
como la de la Ilustración. Todo lo anterior, en medio de los intereses de España y la
Santa Alianza, de Estados Unidos, de los terratenientes, comerciantes y militares,
sin que existiera consenso frente al proyecto mismo.
En este disenso fue determinante el liderazgo de Bolívar para empujar el proce-
so de unidad hasta el espacio del Congreso de Panamá, siendo él, como personaje
histórico, el titular de ese “deseo racional” descrito en el acápite anterior, que im-
pulsó a la Patria Grande durante el proceso de unidad.
Al abordar en primera instancia la contradicción entre federalismo y centra-
lismo, encontramos que, por ejemplo, ya antes de 1815, en el balance que hace
Bolívar en el Manifiesto de Cartagena de su experiencia en la primera república de
Venezuela, liderada por Francisco Miranda, argumentó que el federalismo no es el
sistema de gobierno ideal para expulsar a los invasores del continente.
De manera pragmática, Bolívar entiende que en un principio no es conveniente
poner en práctica el ideal federalista, pero siempre resalta el hecho de que hacia
ese ideal se dirige, lo cual indica que las realidades que iba leyendo están sobre sus
ideales, ocupando el liderazgo del proceso de unidad.
Mientras no expulsara los invasores, no consideraba gestionar el proceso en
una forma federalista. Esto chocó contra intereses de clase que, bajo el manto del
federalismo, solo buscaban proteger el poder que habían construido con lógicas
coloniales que dividían a nuestros pueblos.
Por lo tanto, siendo Simón Bolívar fiel al señalamiento de idealistas que hizo
de los defensores del federalismo desde el Manifiesto de Cartagena, en el inicio del
proceso de unidad bolivariana, deja claro que esta debe orientarse a través de lo
que denomina “esfuerzos bien dirigidos”, algo contrario a los principios federalistas
en términos teóricos, pero en la vía orientada por Bolívar de construirlo como un
proceso desde lo concreto 8 . Esos esfuerzos bien dirigidos solo se lograrán a partir
del deseo racional que orienta la Patria Grande ya caracterizada.
Para responder la pregunta acerca de cómo construir una república federal cer-
cada por amenazas militares, políticas, económicas y sociales, hay que comenzar
por tener en cuenta el hecho de que Bolívar entendía el modelo federalista como
articulación central de la unidad continental a partir de la comprensión de la difi-
cultad que implica la diversidad de la región y, por lo tanto, entendía que mientras
la prioridad fuera la expulsión de los invasores debía centralizar el proceso, redu-
ciendo los márgenes de error o el umbral de incertidumbre, y así, garantizando el
camino más seguro hacia la independencia. Como consecuencia de esto, el desa-
rrollo de la libertad era posible a través del federalismo, en el modelo confederativo
propuesto en el Congreso de Panamá, no antes de ese momento.
De esta manera, Bolívar, fiel a los ideales teóricos modernos, especialmente a lo
formulado por los intelectuales de la revolución francesa, reclamaba en la primera
fase del proceso de unidad bolivariana regularidad, consistencia y un modelo de
unidad que era contrario al sistema de gobierno federalista, el cual falló a la hora
de responder la agresión invasora de 1812 en Venezuela. Es por esto que Bolívar
afirma en 1817:
8 Bolívar lo llamaba “efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos”: “Yo diré a Vd. Lo
que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno
libre: es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos
sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos” (Bolívar, Documento 1302. El
Libertador escribe en Kingston, el 6 de Septiembre de 1815, la profética Carta de
Jamaica dirigida a Henry Cullen sobre la emancipación americana, 1815).
A partir de lo anterior fue que Bolívar tenía que resolver el problema político de
decidirse por un modelo de gestión centralista o uno federalista, ya que, por ejem-
plo, en términos prácticos la república como mecanismo podía ser o centralizada
o federada.
Ese dilema que problematizó el desarrollo de la unidad bolivariana, en tanto
constituyó una de las tensiones que terminaron definiéndola como proceso, fue el
que permitió entender cómo la unidad bolivariana en su flujo entre 1815 y 1826 se
movió de un centralismo total (representado en la jefatura única del ejercito liber-
tador que podía ser confundido con una monarquía) hacia un desarrollo de lo que
debería ser el federalismo a nivel continental y que debía legalizarse en el Congreso
de Panamá. Por lo tanto, el nivel de esta contradicción aumenta en función del
espacio liberado 9.
Se puede afirmar que cuando el espacio liberado era solo Venezuela, y estaba
amenazada por un ejército español en directa conexión con Europa que cercaba
al ejército libertador y patriota, era necesario un modelo centralista de gestión del
proceso de unidad bolivariana. Mientras el proceso avanzaba y, al mismo tiempo,
se complejizaba la relación dialéctica de esta medida centralista con la necesidad,
en el marco de los principios políticos y del ideal republicano del federalismo,
10 Era una pregunta que se hacía en la Carta de Jamaica: “¿No es la unión todo lo que
se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los
partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio
poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?” (Bolívar, Documento 1302. El
Libertador escribe en Kingston, el 6 de Septiembre de 1815, la profética Carta de
Jamaica dirigida a Henry Cullen sobre la emancipación americana, 1815).
Por lo tanto, es claro que entre 1815 y 1826, desde la Carta de Jamaica hasta el
Congreso de Panamá, el proceso de unidad bolivariana fluyó sobre el territorio conti-
nental a partir de un modelo de gestión que se movió del centralismo al federalismo,
utilizando el mecanismo republicano con la fundación de Colombia y la integración
concreta de Venezuela y la Nueva Granada que esto significó, al lado de la anexión
de la Capitanía de Quito, que se mantenía junto a la Nueva Granada en el momento
de la fundación de Colombia. Con ello se era consecuente con la ruta del “deseo ra-
cional” y los “esfuerzos bien dirigidos” en la búsqueda de operar una serie de valores
(libertad, igualdad, fraternidad) que contradecían el orden colonial español y que, al
mismo tiempo, iban en contravía de un conjunto de intereses de clase que se expre-
saron en la discusión concreta sobre la libertad de los esclavos, la cual adquirió un
carácter “personalista” al ser Bolívar el líder del proceso revolucionario y Santander
el vocero de los intereses reaccionarios contrarios a los valores republicanos que se
pretendían desarrollar en nuestro continente.
Bibliografía
no estarían del todo perdidos. Hemos dado un grande ejemplo a la América del Sur.
Este ejemplo será seguido por todos los pueblos que combaten por la independencia.
Haití ya no permanecerá aislado entre sus hermanos. Se encontrarán la liberalidad
y los principios de Haití en todas las regiones del Nuevo Mundo. En el estado en
que me hallo ¿podré aspirar a la protección de V.E.? ¡sí, señor Presidente! Confío en
que V.E. no me abandonará al destino que me abruma” (Bolívar, Documento 1710.
Carta de Bolívar al General Alejandro Petion, presidente de Haití, fechada a bordo
del Bergantín Indio Libre en Jacmel el 4 de Septiembre de 1816, anunciándole su
llegada a esa isla y haciéndole amplio relato de los sucesos en Costa Firme, 1816).