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Llevado al Palacio del Virrey ante la presencia de Rodil, éste intentó que delatara a los
patriotas comprometidos con las cartas, ofreciéndole a cambio premios y mucho dinero;
como no diera efecto, recurrió a las amenazas. Como Olaya permaneciera incólume,
fue torturado de la manera más cruel. Sufrió doscientos palazos, le arrancaron las uñas y
lo colgaron de los pulgares. Pero Olaya no se amilanó ante el dolor y permaneció en
silencio.6 Incluso le llevaron ante su presencia a algunas personas arrestadas por
sospecha de estar comprometidas con los patriotas del Callao (una de ellas era Antonia
Zumaeta de Riquero), pero ante cada una de ellas Olaya negó conocerlas. 7 También su
madre fue llevada a su presencia, pero ni aún con eso se quebró. Se dice que, en medio
de las torturas, pronunció su célebre frase:
«Si mil vidas tuviera gustoso las daría por mi patria».