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Pero las distinciones no terminan aquí. También existen grados de vida entre los seres
vivientes. En primer lugar, están los vegetales que es el grado de vida más elemental y
que sus potencias principales son: nutrición, crecimiento y reproducción. En segundo
lugar, aparecen los animales que tienen un alma sensitiva. En ellos ya existe un
conocimiento, pero solo sensible, en que el animal tiene la capacidad de conocer objetos
concretos. Al conocer dicho objeto puede tender hacia él si le es placentero, aunque sea
arduo con las potencias apetitivas. Por último, el animal tiene la facultad de trasladarse de
un lugar para otro por sí mismo porque posee locomoción.
En tercer lugar, se encuentra el más alto grado de vida que es la persona humana. Este
posee un alma racional, con sus dos potencias principales la inteligencia y la voluntad. El
hombre es capaz de conocer las esencias de las cosas por la inteligencia. Si ese objeto
conocido es captado como bien, la voluntad tiende a él. Este hombre que puede conocer
las esencias de las cosas y puede tender a ese bien conocido que no termina en la
materia, posee, por tanto, un alma espiritual, capaz de elegir o no lo captado por la
inteligencia.
Ya vimos que la persona humana está revestida de una excelencia más perfecta que los
demás seres del mundo, debido a su alma racional-espiritual y ahí se encuentra su valor.
Vale por sí mismo, su dignidad está en poseer un alma racional. Su naturaleza trasciende
a todo ser corpóreo y a su propio cuerpo porque tiene un alma espiritual. El cuerpo es
parte de su esencia porque es una unidad sustancial, pero puede realizar actividades sin
intervención de su propio cuerpo. Por eso, volviendo a la definición de la RAE, el valor de
la dignidad humana reside en que es una realidad superior y que debe ser estimada por lo
que es, una naturaleza racional.